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La batalla por el tiempo

26/03/2019 en Miradas invitadas por Doce Miradas

Julen Iturbe-Ormaetxe, @juleniturbe, licenciado en Psicología y doctor en Empresariales, en la actualidad es consultor independiente, creador del proyecto Consultoría Artesana en Red. También es docente e investigador en Enpresagintza, Facultad de Empresariales de Mondragón Unibertsitatea, y en MIK.

A menudo oímos decir que la gente no tiene tiempo. Aunque la esperanza de vida crece y las conquistas sociales nos han proporcionado ocio, la queja se repite: no tengo tiempo para nada. Así, el tiempo para nuestra propia vida, un tiempo de calidad, se convierte en objeto de deseo. Alguien parece habernos robado ese tiempo que el progreso, se supone, nos iba a proporcionar para ser felices y disfrutar de la vida.

Judy Wajcman es una australiana cercana a los 70 años, catedrática de Sociología en la London School of Economics. Con una buena colección de libros publicados, su investigación se ha centrado en las relaciones entre el género y la tecnología. En 2015 salió a la luz Pressed for time: the acceleration of life in digital capitalism, un libro traducido al español en 2017 como Esclavos del tiempo y publicado por Paidós. Y, claro, cuenta cosas muy interesantes. Cosas sobre el tiempo, sobre nuestro tiempo.

La perspectiva de género está presente en toda la obra. A veces, de manera explícita; otras, en cambio, Wajcman deja la puerta abierta para que quienes leemos pensemos por nuestra cuenta. Porque al leer con sosiego no hay duda de hasta qué punto el género condiciona la disponibilidad de tiempo en esta sociedad contemporánea repleta de hiperactividades.

Cuando pensamos en “falta de tiempo” es fácil que acuda a nuestra mente un encorbatado señor con elevadas responsabilidades en su trabajo, volcado en su progreso laboral e implicado hasta la médula en el desarrollo de su carrera profesional. Semejante estilo de vida no le deja, por supuesto, tiempo para nada. Sus horas están dedicadas a servir de sustento principal a una familia en la que su abnegada pareja, trabaje o no fuera del hogar, dedica parte de su tiempo a los cuidados.

Ya, que este es un arquetipo que no se corresponde con la realidad, que los dos miembros de la pareja trabajan fuera y comparten responsabilidades en los cuidados de puertas para dentro. Sí, un arquetipo. Pero a lo mejor conviene ir a los datos empíricos. Y aquí es donde importa prestar atención a investigaciones como la de Wajcman, porque nos aportan datos. En los países económicamente avanzados trabajan ambos progenitores en aproximadamente el 60 % de las familias biparentales con hijas o hijos menores de 18 años.

Para entender nuestra experiencia de vivir en una sociedad de la aceleración debemos considerar, pues, cómo las familias organizan su vida laboral y no laboral, y atender a las diferencias de género en la falta de tiempo.

Cuando pensamos en el bienestar personal, es clave la relación con la posibilidad (o imposibilidad) de gestionar nuestro tiempo. Wajcman recoge una cita muy esclarecedora tomada de Discretionary Time: A New Measure of Freedom:

Cuando decimos que una persona “tiene más tiempo” que otra, no pretendemos decir que su día tenga literalmente una vigesimoquinta hora. (…) más bien que esa persona tiene menos restricciones y más opciones a la hora de decidir a qué dedica su tiempo. Tiene un mayor “control autónomo” sobre su tiempo. La “autonomía temporal” consiste en tener un control “discrecional sobre nuestro tiempo”.

Pues bien, de otra investigación recogida en Changing Rhythms of American Family Life, resulta que el 57 % de los padres que trabajan dicen que disponen de “demasiado poco tiempo” para sí mismos. Y esa cifra asciende al 75 % cuando se trata de las madres que trabajan.

No vamos aquí a resumir el libro de Wajcman. Podéis leerlo. Ah, perdón, que no tenéis tiempo para leer lo que quisierais. Disculpas, no me acordaba. El caso es que me parece muy pertinente colocar sobre la mesa la cuestión de género para analizar hasta qué punto disponemos o no de soberanía sobre nuestro tiempo. Si buena parte del bienestar pasa por pilotar nuestro tiempo, debemos profundizar en la diferencia entre géneros.

El asunto se complica cuando introducimos la variable eficiencia en la gestión del tiempo. En un mundo competitivo se nos obliga a pensar en cómo hacer las cosas en menos tiempo. Pero ¿tiene sentido dedicar menos tiempo al cuidado de una persona mayor porque hemos conseguido una atención más eficiente? Existe un cierto tiempo, tradicionalmente feminizado, que no se rige por la eficiencia clásica: no tiene sentido dedicar menos tiempo a ciertas actividades que se mueven en el plano emocional. En este sentido, el tiempo de los cuidados es mucho más complejo de medir. El mantra de que lo que no se puede medir no se puede mejorar no aplica o, si lo hace, es unos términos diferentes a los habituales.

En esta sociedad acelerada parece que todo el mundo quiere más y más tiempo. Si eres mujer, es muy probable que parte de ese tiempo se dedique a actividades tradicionalmente no productivas. Este es un tiempo oculto en gran parte, poco investigado desde el punto de vista de la racionalidad. Los sentimientos desbordan el análisis y chocamos contra la idea de dedicar menos tiempo a nuestras hijas e hijos. Seríamos malos progenitores; nuestra conciencia nos lo recriminaría.

El bienestar pasa por la soberanía sobre nuestro tiempo. Es una conquista todavía por acometer. Parece que progresábamos adecuadamente, pero en algún lugar perdimos la línea de progreso real. Wajcman introduce la tecnología como un elemento complejo, construido socialmente, que puede ayudar a recuperar esa soberanía. Con muchos claroscuros y con una necesaria visión crítica. Las gafas de género son aquí también muy útiles para avanzar en esa recuperación de la soberanía sobre el tiempo.

Y, para terminar, una bola extra: puede que convenga explorar lo que se deriva de la hiperpaternidad, ¿no? Pero vamos a dejarlo para otro artículo.

ENCIMA DE MACHISTAS, TONTOS

19/03/2019 en Doce Miradas por Christina Werckmeister

#Propuesta “…retrasar los trámites de expulsión de las mujeres inmigrantes sin papeles en el caso de que den a sus hijos en adopción.”

#Concepto Patriarcado Fascista interseccional: dígase del pensamiento totalitario antidemocrático que ensalza la patria, la raza y la autoridad ejercida por el varón jefe para movilizar las masas.

 

Cuando dicen que tenemos los políticos que nos merecemos, me aterra tanto la respuesta positiva como la negativa. Si la respuesta es sí, es que somos machistas y tontos. Y, si es que no, ¿qué diantres estamos haciendo tan tranquilas y tranquilos?

A ver si lo he entendido.  A ese al que al 57% de su partido (corrupto) votó en las primarias porque prometía un giro (más) a la derecha, ese con un máster falso y un postgrado de Aravaca, a ese se le permite hacer propuestas de gobierno basadas en una ocurrencia “torera” tomando una caña después del curro o garabateadas en la parte de atrás de un sobre

Me lo estoy imaginando, tal vez sólo, o rodeado de sus coleguis, que jalean sus elucubraciones:

“¡Eh! ¡Chavales! ¡Se me ha ocurrido una forma de matar a más de un pájaro de un solo tiro! Fijaos, tenemos un problema de Derechos Humanos. Nos acusan de expulsar ilegalmente a migrantes de África, Latino América… ya tal. ¿Pero qué hacemos con las embarazadas? Sabéis que mogollón de mujeres “se embarazan” a propósito para “anclarse” aquí, que el bebé nazca aquí. Lo calculan. Y luego se traen a toda la familia con lo del agrupamiento familiar. Y eso trae crimen. Mi amigo Trump ya lo dijo, son “anchor babies”.  En serio, slo dijo en Twitter.

De una forma u otra acabaremos con la llamada “Ciudadanía por derecho de nacimiento”, que cuesta a nuestro a país miles de millones de dólares y es muy injusto para nuestra ciudadanía. No lo cubre la 14ª enmienda por las palabras “sujeto a la jurisdicción sobre ello”. Muchas personas que estudian leyes concuerdan.. Harry Reid tenía razón en 1993, antes de que él y los Demócratas se volvieran locos y empezaran con las “cosas” de Fronteras Abiertas (que trae un tremendo crimen). No olvidéis ese término tan repugnante “Anchor Babies”. Yo mantendré nuestro País seguro. Este caso se acordará en el Tribunal Supremo.

… Esas mujeres son la mayoría, por mucho que digan que han sido violadas… o que simplemente se nieguen a dar una explicación –¡Como si quedar embarazada fuera supernormal, aunque no vivas en un piso de 80m2 y ni tengas un buen marido! ¡No, eso no es normal!

Encima las nuestras están procreando suficiente. Y los tratamientos de fertilidad son muy caros. Así que se podrían quedar con el bebé de la inmigrante, ¿no? ¡Mira! Reduciríamos la espera, abarataríamos todo el proceso. A las inmigrantes las dejamos que se queden… ¡Seguro que aceptan! Y, ¡estaríamos cumpliendo con los Derechos Humanos de las inmigrantes, refugiadas o lo que sea, no expulsándolas! ¡Ah! No os olvidéis, estamos salvando a ese pobre bebé ¿no os parece?”

— Pero, Pablo, ¿entonces? Vamos a tener más negras y más bebés negros, más familias negras que vengan. ¿Qué ganamos?

— Tíos! ¿Es que no me habéis entendido? Solo digo no expulsarlas inmediatamente, o sea, solo “retrasar” (imagen de Casado extendiendo los brazos con gracia y doblar dos dedos a cada lado a modo de comillas). ¡Salvamos al niño, añadimos a la tasa de natalidad, dejan de darnos la matraca con los Derechos Humanos, damos bebés a tantas de nuestras pobres mujeres que no pueden reprimir su instinto maternal … todos tan contentos!

Luego las expulsamos. ¿No veis? Los familiares no van a poder venir. El bebé, al ser adoptado, queda legalmente desvinculado de su verdadera familia. Hombre, nos quedaran muchísimos bebés de otras razas, pero bueno, tampoco está tan mal. ¿Alguien tiene que seguir limpiando nuestras casas y pavimentando las carreteras no? ¡Brillante!

¡Anda, Mari Pepi! ¿Has tomado nota? Pues, para mañana me redactas todo en bonito para una nota de prensa y luego rueda de prensa… que lo voy a anunciar.

 

FIN

… RIIIIIIIN (sonido de alarma) ¡Ah no! No ha sido una pesadilla. Mira lo que pone en el periódico:

Tras otro 8 de marzo, en 2019 ¡nos hemos hecho oír!

12/03/2019 en Doce Miradas por Doce Miradas

Y aquí va otro post colaborativo, el último de la temporada, lo prometemos. Recogemos nuestras impresiones individuales sobre este pasado 8 de marzo, los días previos y los posteriores. Mucho que contar y mucho que compartir.

Incluimos, además, los enlaces a los artículos que la semana pasada seis de nosotras publicamos en El Correo.

Mujeres en la mina
El feminismo es incómodo y molesto
Feminismo: un movimiento transversal
Huelgas, cuidados y sexos
(R)evolución
9 de marzo: vientos de cambio

Fotografía de Pilar Kaltzada @pkaltzada

Cada generación tiene sus letras, y yo recuerdo con mucho cariño unas palabras que sonaban en casa a menudo, cuando era más jovencita: “Harta ya de estar harta, ya me cansé”.

No podía evitar escucharlas por dentro cuando, compartiendo calle, lluvia y alegría, muchas amigas hablan de los motivos. Y se me iba formando uno principal, entre todos, el más poderoso: porque queremos. Porque nos vamos cansando de tener que explicar lo obvio. Porque en un día no se nos pasará, pero .. .¡qué bien sienta tener este día para hacerlo, en voz alta, en voz coral, a viva voz. Porque queremos, porque lo merecemos y porque estamos hartas de sentir que la melodía del feminismo solo se tolera si va por lo bajo.

Harta. Porque sí.

El día 8 de marzo y todos los días del año.

Pilar Kaltzada

 

Otro 8 de marzo más y seguimos sin ponernos de acuerdo: unas a la huelga y otras a trabajar; unas en las calles y otras en casa, de compras o en la cafetería; unas por el aborto libre y otras no; unas pro regulación de la prostitución y otras pro abolición o pro prohibición; unas con el feminismo anticapitalista y otras con el liberal; unas contra los vientres de alquiler y otras a favor de la gestación subrogada…

Seguimos sin ponernos de acuerdo y ni falta que hace. Somos diversas y contradictorias porque el feminismo está vivo. No somos un bloque de piedra; más bien un río con meandros, presas, corrientes y balsas. Algo que fluye y empapa, salpica e incluso embarra.

Y actuamos sin autocomplacencia, pero sin látigo también. Con ambición y con humildad al tiempo. Con dignidad siempre. Con la vida en el centro. Con lo personal encaramado a lo político.

Porque mañana también es 8 de marzo. Y pasado mañana. Y al otro. Y al otro.

Noemí Pastor

 

Suelen decir que lo complicado no es llegar sino mantenerse. Todas estábamos expectantes a qué nos depararía este año (y seguras de que muchas personas andarían con la calculadora para alegrarse de que el movimiento se desinflara). Pero no. El viernes las calles se llenaron de nuevo de jóvenes y mayores, mujeres y hombres, de aquí y de allí. A partes iguales reivindicación y celebración. Pero debo reconocer que me aterra que esto también se convierta en “tradición”. Un día para que salgamos a las calles y que luego no se traduzca en cambios. Como dice nuestro mantra, “las cosas se cambian cambiándolas” y no dejaremos de hacerlo el resto del año.

Lorena Fernández

Fotografía de Lorena Fernández @loretahur

En el equilibrio reside el éxito, en el compromiso desde el trabajo constante y el aprendizaje. Inspirando, avanzando, la voz de la desigualdad se escucha ya en todos los rincones del planeta. Días como el #8m significan esperanza, hablamos de unión de personas en pro del cumplimiento de Derechos Humanos. Desde el respeto por todas las opiniones, recordando que la RAE define FEMINISMO como el 1. “Principio de Igualdad de derechos de la mujer y del hombre” 2. “Movimiento que lucha por su realización efectiva”, cuesta entender que aún haya muchas personas que siguen tiñendo el término en negativo como homólogo al término machismo. Diseñamos un futuro en equidad, construyendo raíces desde la re-educación y la transformación de la cultura.

Virginia Gómez

 

Un pañuelo a modo de cinta de de pelo y unas pequeñas uñas pintadas del mismo color que horas después volvería a teñir las calles. Son los gestos con los que una niña de diez años decide ir al colegio la semana del 8 de marzo; gestos que suponen la necesidad de significarse y mostrar a tu entorno que tu causa, la de las niñas y la de las mujeres, debe ser vista y reconocida. Un color que esconde un sustrato lleno de propiedades que alimenta otra manera de entender el mundo. El 8 de marzo, como fecha simbólica en la que demostramos que el feminismo, desde siempre, vive empeñado en mejorar el mundo, hacerlo más justo, más equitativo, más respetuoso y donde la corresponsabilidad se ejerce desde todas las esferas de la vida. El 8 de marzo como hito, el resto del año como reto.

Eva Silván Miracle

Fotografía de Eva Silván Miracle @evasilmi

Un 8 de marzo lleno de vida, diversidad y alegría. Un día en el que se encontraron en las calles, melodías y reivindicaciones, juventud y veteranía, fuerza y dulzura, alegría y tristeza. Una expresión inagotable de valores complementarios que se suman unos a otros, como las gotas que forman este océano feminista.

Ese fue el sentir del 8 de marzo. Por delante,  otros 364 días en los que la fuerza de esta ola nos  llevará imparables a nuevas orillas. Y aunque la travesía se tope con machismos y neomachismos, lo mismo me da, y sintamos corrientes de hartazgo e incredulidad, furia y asco, vergüenza y frustración, no cambiaremos el rumbo.

Por un viaje lleno de coraje, dignidad y certezas.

Eunate Encinas

Fotografía de Eunate Encinas @eunateencinas

¿El éxito de este #8M? Una alegría y un alivio. Un retroceso respecto a lo sucedido en 2018 habría sido un bajón. Sin embargo, no he sentido la emoción del año pasado. ¿Por qué? Porque tuve la sensación de que aquella jornada histórica supondría un antes y un después. Y ya hemos visto que no. En el momento, me encantó ver al entonces presidente del gobierno, Mariano Rajoy, verse obligado a cambiar su discurso. Casi parecía feminista. El mismo que unos días antes, junto a su equipo de gobierno, tachaba la convocatoria de huelga de insolidaria e irresponsable. El mismo que al ser preguntado por un periodista sobre la brecha salarial contestaba con aquel famoso “Eso no toca ahora”. Prometedor.

Pero llega 2019 y estamos en las mismas. ¿Cuántas jornadas históricas tenemos que poner sobre la mesa para entrar en la agenda política? No deberíamos regodearnos en la autocomplancencia del éxito de movilización. El objetivo no es instaurar una fiesta pintoresca como si esto fuese el año nuevo chino o el Mardi Gras de Nueva Orleans. Por encima de lograr una foto aérea espectacular, las manifestaciones son un medio para conseguir unos objetivos.

El año pasado me gustó ver cierta tensión y preocupación entre la clase política, sobre todo en la detractora. Este año no percibo eso. Han visto que podemos llenar las calles y continuar todo igual. Este gobierno inestable y con un pie fuera no ayuda. Nadie se siente especialmente interpelado, aludido. La responsabilidad se difumina y eso nos perjudica. Pero deberían tomar nota todos los gobiernos. Los autonómicos y el central. Los de ahora y quienes vengan mañana. Estamos esperando.

María Puente

 

No soy (demasiado) inocente, y a pesar de los miedos, los peros y los peligros de esta emocionante revolución, elijo quedarme con lo bueno. Las mujeres hoy estamos más unidas que ayer. Más y mejor comunicadas. Y, sobre todo, estamos cada vez más preparadas para ocupar el terreno, sea cedido o sea tomado.

Porque las mujeres hoy entendemos mejor lo que merecemos y lo que queremos. Queremos ocupar el centro de lo público y de lo privado. No la graciosa periferia de lo uno ni el cansado protagonismo de lo otro. Y nos queremos vivas… Queremos igualdad sin ambages y sin vendas. Queremos evolución, y la queremos ahora.

Ana Erostarbe

 

El mismo 8 de marzo me crucé con una vecina en el portal, la saludé y le comenté con una sonrisa: “Qué día más emocionante, ¿verdad?”.

Me miró como las vacas al tren y me dijo antes de irse: “Este día me parece una chorrada”. Os podéis imaginar cómo me quedé: ¡ojiplática! Desde entonces me pregunto qué es lo que le parecía “una chorrada”: ¿el hecho de hacer huelga como instrumento de posicionamiento y reivindicación, o la propia lucha feminista?

Se lo preguntaré, no tengáis la menor duda.

Me cuesta entender y me duele escuchar a las propias mujeres hablar así, no lo puedo ocultar. Pero si de algo estoy segura es de que esta lucha va a ir a más y que estamos frente a una revolución. Y yo estaré ahí luchando, reivindicando y posicionándome cuando y donde haga falta para conseguir la igualdad para todas las mujeres, incluso para aquellas que piensan que todo esto es “una chorrada”.

Naiara Pérez de Villarreal

 

Este año me ha tocado vivir el #8M desde otro lugar, desde otro país. La revolución que protagonizamos las mujeres es internacional y tenemos que aprovechar la posibilidad de establecer redes y alianzas entre millones de mujeres alrededor del mundo. Reclamamos, simplemente, lo que nos corresponde. El feminismo es un movimiento político para cambiar las estructuras de poder, para poner la vida en el centro; es un movimiento que exige, por medio de acciones noviolentas, la igualdad para la mujeres en un mundo determinado por hombres. Y es que ¡ya está bien!

Al mismo tiempo que las mujeres alzamos la voz, las posiciones más reaccionarias ponen la maquinaria en marcha para intentar desprestigiar una lucha legítima y justa. El año pasado lo hicieron tímidamente y entre confusiones; este año, sin tapujos. Solo les voy a decir una cosa: no vamos a dar marcha atrás. Exigimos cambios ya. Sí, los exigimos.

Arantxa Sainz de Murieta

 

 

 

 

 

Fotografía de Christina Werckmeister @cwerckmeister

A las puertas de otro 8 de marzo, ¡nos van a oír!

05/03/2019 en Doce Miradas por Doce Miradas

Le hemos cogido el gusto a esto de los posts colaborativos. Ahí os va otro. Es nuestra reflexión colectiva ante esta semana fantástica y su remate el próximo viernes 8 de marzo. Qué expectación.

El año pasado

El 8 de marzo de 2018 nos atrapó a todas la ola. Nos pilló por sorpresa, de sopetón. Bendita ola y bendita sorpresa.

Esperábamos que sucediera algo, sí, pero no tanto.

Fue un chute de energía, un subidón tremendo.

De aquellos polvos vinieron ciertos lodos, pero, en fin, ¡que nos quiten lo bailao!

 

Por qué también este año

Este año volvemos a la carga, a las calles, a las redes, el 8 de marzo, porque las razones que nos llevaron a la protesta del año pasado siguen ahí, intactas.

Siguen ahí la brecha salarial, el techo de cristal, el de hormigón armado y el suelo pegajoso.

Siguen sin participar en pie de igualdad las mujeres en los alardes de Irun y Hondarribia.

Siguen celebrándose eventos y congresos que invisibilizan la participación profesional y social y hasta la existencia misma de las mujeres.

Sigue el acoso en redes sociales.

Siguen siendo espeluznantes las cifras de la violencia sobre las mujeres.

Esta año también volvemos a la carga porque estamos en un momento de renuncia y visibilización y también de reconocimiento de los logros conseguidos hasta ahora. Porque la lucha por la igualdad no es tendencia, no es una moda ni algo momentáneo ni puntual.

Y porque a todas esas razones se nos ha sumado una más: el involucionismo neomachista ha tomado fuerza y cuerpo político y amenaza con asentarse firmemente en la agenda institucional. Lanza, así, globos sonda sobre reformas de la ley del aborto, sobre la abolición de la ley de violencia de género… Y han conseguido alertarnos. En los próximos meses tenemos varias urnas que rellenar. Y nos jugamos mucho

 

Ilustración de Maddi Lapitz Kaltzada

 

¿Qué va a pasar, pues, este año?

Se oye y se lee de todo: que hay menos movimiento previo, menos presencia de la huelga en los medios… ¿Será que, estando como estamos a las puertas de varias citas electorales, hay medios a los que les interesa silenciar esto? ¿Será que esas actitudes de boicot que se han detectado en las redes responden a un intento más ambicioso de neutralizar el movimiento? ¿Será que el año pasado los medios le hicieron casito pensando que sería algo anecdótico, pintoresco y hasta chusco, y este año, viendo que va en serio, prefieren ningunearlo? ¿Será que ha dejado de ser noticia y novedad y los medios, ya se sabe, necesitan materia nueva? ¿Será que tras la ola viene la resaca?

Sea como sea, los diferentes movimientos feministas, en ciudades, en comarcas, en barrios,  llevan meses preparando esta jornada de huelga y la  proponen no solo en el trabajo productivo, sino también en el reproductivo, lo cual incluye cuidados y consumo. Y hacen también recomendaciones a los hombres sobre cómo deben amoldarse a ese día en el que (¡oh, novedad!) no son protagonistas.

Al mismo tiempo, ya tienen publicados sus programas de actividades tanto para el mismo día 8 como para los precedentes, en plan ensayo y precalentamiento.

Lo que es seguro es que este 8 de marzo no será tan espontáneo ni inesperado como el del año pasado. Este año, si vuelve a ser la leche, no nos sorprenderemos.

Porque puede que vuelva a ser la leche en bote. A ver, pensemos: las que participamos el año pasado vamos a repetir todas o casi todas; no conocemos a nadie que en este año haya dado marcha atrás y se haya arrepentido. Y las que el año pasado no participaron, animadas por el eco y la resaca de lo sucedido, es probable que en este 2019 se animen. Puede que este año haya un 8M en sitios donde el año pasado solo llegó mediáticamente.

Y, sobre todo y por encima de todo, porque, como decimos, las razones que nos llevaron el año pasado a la huelga y a la movilización siguen intactas. Y tenemos razones nuevas.

Así que, hermanas, vamos a parar para que pare el mundo y volverlo a poner en marcha a nuestra manera, con la vida en el centro. Nos van a oír.

¿Qué hacemos con la prostitución?

26/02/2019 en Doce Miradas por Doce Miradas

Este es un post colaborativo, elaborado a veinticuatro manos, fruto de un debate, de un diálogo a doce bandas sobre un asunto que la actualidad nos ha puesto frente a los ojos y ante el cual hemos querido pronunciarnos.

Con todo, lo hacemos a nuestro estilo: con humildad, sin pretender sentar cátedra, reflexionando en voz alta, abriendo la pantalla a aportaciones y queriendo siempre compartir y aprender.

Para no engañar a nadie y dejar las cosas claras desde el principio, diremos que en Doce Miradas somos mayoritariamente abolicionistas. Con dudas, con recelos, inseguridades, reservas y discrepancias, por supuesto, pero, para ser sinceras, hemos de confesar que el abolicionismo es la línea predominante de nuestras posiciones.

El abolicionismo es una opción que hasta hace poco ni siquiera se nos pasaba por la cabeza, ya que la postura tradicional es la resignación ante algo que “existe desde siempre”, que es “el oficio más viejo del mundo” y, en consecuencia, algo inmutable.

Se ha escrito muchas veces que la dominación sobre las mujeres se basa en dos mitos: el mito del amor y el mito del sexo. Estos son los mitos iniciales, que se ramifican en otros secundarios. Por ejemplo, el mito de la maternidad es una ramificación del mito del amor. La prostitución tiene que ver con el mito del sexo; del sexo masculino, claro, concebido como imperativo biológico e impulso que ha de saciarse inmediatamente, que es inaplazable.

El mito nos hace dar por hecho que el hombre tiene unas necesidades sexuales que saciar (por supuesto, diferentes a las de las mujeres y superiores) y por tanto se le debe prestar ese servicio. Ahí está la raíz del asunto: ningún hombre debe pasar necesidades sexuales; el hombre, como amo del mundo, tiene derecho a disponer de una mujer cuando le apetezca.

Es, por supuesto, un mito falso y la mejor prueba de que el deseo masculino es refrenable y aplazable es que, de hecho, se refrena y se aplaza: los puteros consumen sexo entre semana, durante el presunto horario laboral y a primeros de mes, recién cobrada la paga; no en cualquier momento, no en cuanto les sobreviene el deseo.

Si olvidamos eso del ‘oficio más viejo del mundo’ y miramos la prostitución con ojos nuevos, su existencia es impensable en una sociedad que se considera civilizada. La prostitución es básicamente esclavitud, algo que responde en su totalidad a una cultura patriarcal.

Fotografía de @anaerostarbe

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Quienes defienden la pervivencia de la prostitución esgrimen, entre otros, el argumento de la libertad de la mujer prostituta. Y, llegadas a este punto del debate, es inevitable referirse a la escritora y cineasta Virginie Despentes, que, en su libro “Teoría King Kong”, muy recomendable por muchísimas razones, relata las experiencias vividas durante la época en la que ejerció la prostitución y extrae reflexiones y conclusiones interesantísimas.

El caso de Virginie Despentes fue uno de esos casos raros de prostituta autónoma que solo depende de sí misma. Cuenta en “Teoría King Kong” que, cuando ejercía de prostituta, se sentía poderosa. Sabía que poseía algo que los hombres deseaban y por lo que estaban dispuestos a pagar. Y ella sacaba buen partido de todo eso. Despentes se lanza a degüello contra la idea de que las mujeres debemos hacer todo “gratis et amore” y plantea una visión del sexo como factor empoderante.

Quienes defienden la abolición niegan o ponen en cuestión, pues, que tal libertad exista. Existen, por supuesto, casos singulares como el de Despentes, pero en la inmensa mayoría tras la prostitución está la pobreza, la vulnerabilidad y una cultura según la cual todas las mujeres llevamos una puta dentro, de manera que, llegado un caso de apuro, podemos sacarla a la superficie y valernos de ello.

La prostitución no afecta solo a las mujeres que la ejercen, sino que nos afecta a todas. Que un compañero de trabajo pueda celebrar un éxito laboral o cualquier otra cosa pagando por sexo a una mujer no contribuye a construir relaciones igualitarias, sino a que nos consideren a todas las mujeres seres a su servicio.

La cultura de la prostitución nos mete a todas en el mismo saco. Algunas componentes de Doce Miradas hemos conocido más o menos de cerca situaciones en las que nos han “consultado” si, además de ejercer nuestras funciones profesionales como organizadoras de eventos, intérpretes o fisioterapeutas (por poner solo unos pocos ejemplos), podemos “acompañar” al cliente. Hay un amplio páramo de tolerancia, complacencia y silencio alrededor de esto. Ya lo decía la misma Despentes en una entrevista: lo que más temen los hombres es que las prostitutas hablen. No está todo dicho. Hay muchas voces todavía acalladas. Más tarde volveremos a esta cuestión.

En este debate sobre legalización, abolición o prohibición, como en otros muchos, subyace este viejo nudo gordiano: qué lugar corresponde a los derechos individuales y cuál a los colectivos. Y sobre todo, cuando existe el conflicto, cuáles prevalecen.

Toda mujer tiene el derecho de hacer de su vida (incluidos cuerpo, sexualidad y mente) lo que quiera y en ese ejercicio de libertad, llegado el caso, podría elegir que su cuerpo bien vale un modo de vida. Y decimos “podría” porque nos preguntamos cuántas lo eligen en libertad. Diríamos que pocas; muy pocas.

Por lo tanto, si hay que limitar los derechos de unas muy pocas mujeres que se prostituyen en libertad, para blindar los de todas las demás a no ser consideradas potencialmente prostitutas, hágase, pues no se trata de situaciones individuales, sino colectivas. Este mismo argumento de la mujer liberada ilustra casos como los de las cooperativas de prostitutas, lideradas también por mujeres, un autoempleo o actividad económica en la que mujeres empoderadas deciden, en teoría libremente, qué hacer con un servicio (su cuerpo) que evidentemente cuenta con demanda más que suficiente. La duda es si hay que legislar a favor de las minorías o proteger a las mayorías.

La activista, historiadora e investigadora Silvia Federici nos recuerda que ocurre lo mismo con otras maneras de prostituirnos, que las hay, pero el hecho de que sean muchas, no justifica ninguna. No avanzamos si el dilema está entre tener que resolver todos los problemas o ninguno.

Lo personal es político. El hipotéticamente libre derecho de las mujeres a prostituirse se inserta en un contexto social y político de dominación y desigualdad en el cuerpo de las mujeres es una herramienta de dominación, que sirve para satisfacer los deseos, que no las necesidades de los hombres.

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Retomamos ahora otro de los argumentos pro regulación de la prostitución, el que dice que las abolicionistas no escuchan a las prostitutas; su postura tiene un punto de complejo de superioridad. Son, en general, mujeres ilustradas, socialmente acomodadas, que hablan por las desposeídas sin escucharlas, cuando deberían prestar atención a las organizaciones de mujeres que se dedican al trabajo sexual y que están organizadas hace años en todo el mundo. Ahí está el peligro del feminismo hegemónico, ante el cual todas las prevenciones son pocas.

Con todo, difícilmente escucharemos la voz del que, según todos los datos, es el mayor colectivo de mujeres prostituidas: las mujeres víctimas de trata. Difícilmente oiremos nítida la opinión de una muchacha encerrada en un burdel que ni siquiera sabe en qué país se encuentra.

Si muchas de las que tenemos empleos presuntamente dignos no hablásemos jamás libremente ante un micrófono sobre nuestras condiciones de trabajo, ¿alguien cree que mujeres controladas por las mafias pueden hacerlo?

Desde tales abismos de ignominia solo nos llegan voces aisladas de supervivientes como Amelia Tiganus.

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Si echamos un vistazo a países con experiencias abolicionistas y regulacionistas, el panorama tampoco se nos aclara demasiado. Hay informes y cifras para todo; cada cual arrima el ascua a su sardina e interpreta las experiencias como exitosas o no en base a su ideología previa.

Está regulada la prostitución, por ejemplo, en Alemania, donde hay quien dice que el panorama, lejos de mejorar, ha empeorado y hay también quien aporta informes que afirman lo contrario.

Sin conocer a fondo estas experiencias reguladoras, resulta inevitable pensar en qué puede suponer regular la prostitución y tratarla como otra profesión cualquiera. Por ejemplo, ¿habría estudios reglados? ¿En qué rama se adscribiría esta actividad? ¿Bachillerato artístico? ¿Formación profesional del cuidado? Si estoy en paro y me llaman de la oficina de empleo porque hay una vacante en un burdel, ¿tengo que aceptar el trabajo porque, si no, me retiran el subsidio? ¿Llamarían también a hombres? ¿No llamarlos sería discriminatorio?

Esto nos conduce, en fin, a un despropósito total, porque hay muchos elementos que marcan gruesas líneas de separación entre la prostitución y el resto de ocupaciones.

Aunque a menudo se intenta endulzar e intelectualizar la prostitución con argumentos como los expresados por Federici (al fin y al cabo todos y todas nos prostituimos en algún momento de nuestras vidas en nuestros trabajos, todo el mundo ha tragado enormes sapos en su trabajo…), estamos hablando de un trabajo físico de enorme crudeza que, además, por su especificidad, pone a la prostituta en una situación de aislamiento, soledad y exposición a la violencia; de hecho, hay estadísticas que dicen que, si eres prostituta, tus posibilidades de morir asesinada se multiplican por sesenta. Ni el peor día de toda nuestra vida laboral puede asemejarse a eso, ni del que trabaja en la mina ni cualquier empleo de los más duros e ingratos.

Pero la principal línea de separación entre la prostitución y las demás ocupaciones es el estigma. Una puede haber ejercido el oficio más humilde, peor pagado y considerado durante una buena época de su vida; cuando deja de ejercerlo, ya «es» otra cosa. En cambio, si una ha ejercido de puta, aunque solo sea durante una hora de una noche, ya es puta para siempre.

A esto se puede contestar: bien, luchemos contra el estigma, no contra la ocupación en sí. Por supuesto; es algo que, tomemos la postura que tomemos, no debemos dejar de impulsar, porque sigue recayendo en las mujeres y no en los puteros. De nuevo nos aparece la necesidad de cambiar el foco.

Las experiencias abolicionistas (de Suecia, por ejemplo) parten de una premisa interesante: ponen el foco no en la prostituta, sino en el putero.

En Suecia se pretende acabar con la mal entendida libertad o el mal entendido derecho de los hombres a consumir prostitución o, hablando en plata, comprar mujeres. Se persigue policialmente al putero, lo cual es un punto de partida interesante, pero que ha producido consecuencias inesperadas al convertir estos a las prostitutas en responsables de su seguridad. Por tanto, ahora recae sobre las prostitutas una doble función: prestar su servicio sexual y proteger al putero para que siga siendo impune.

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Este ha sido el resultado de nuestro diálogo y nuestra reflexión. Esperamos que os haya sido provechoso y acabamos con un tímido intento de recapitular y obtener algunas conclusiones. Ahí van:

  • Debemos desviar el foco hacia proxenetas y puteros. Basta de revictimizar a víctimas.
  • Da pavor opinar y sentenciar sin la voz de las protagonistas. Hay que evitar a toda costa el feminismo hegemónico.
  • No debemos perder de vista a las mujeres que tienen en la prostitución su único sustento, a las que posiciones abolicionistas podrían dejar aún más desamparadas. Ese es el aspecto que hay que proteger: un mandato de abolición debe ir acompañado de medidas de recuperación económica para esas mujeres, políticas activas de protección, atención y reinserción que ataquen la raíz y no solo la forma del problema.
  • Entre ambas visiones, la regulacionista y la abolicionista, hay al menos un aspecto en común: debemos luchar, en todo caso, contra el estigma de la prostituta, con el cual el lenguaje tiene mucho que ver: “puta” frente a “cliente”; una denominación estigmatizante frente a otra aséptica. Pero eso ya será asunto de otro artículo.

Muchas gracias.

Los hombres que no sabían trabajar con mujeres

19/02/2019 en Doce Miradas por Noemí Pastor

En contextos laborales informales, a menudo y lamentablemente nos encontramos con señores, por lo general maduros, pero también los hay jóvenes, que no saben trabajar con mujeres. No saben trabajar porque no saben estar; no saben cómo tratarnos, no saben cómo hablarnos, porque las mujeres estamos excluidas de sus imaginarios. Solo existimos en una pequeña parcela que habita, por un lado, lo afectivo, lo familiar, lo infantil y, por otro, lo sexual. Estamos excluidas, pues, de la camaradería, del colegueo, de la charla sobre hobbies o aficiones. Somos lo otro.

Como afirma el psiquiatra Enrique Stola, los hombres “se miran entre sí”, quieren “aplaudirse entre sí”, “no importa lo que sienta la mujer”. Buscan la aprobación, la risa, la admiración de sus iguales. Nosotras no contamos, no importamos, no existimos.

Ese «no saber» es, por tanto, bastante más amplio, pero, por no abarcar demasiado, lo limitaremos a entornos laborales informales, que ya dan de sí mucho y bastante.

Así pues, los hombres que no saben trabajar con mujeres pueden clasificarse en los siguiente grupos o categorías, que, por supuesto, no se excluyen entre sí, de manera que algunos especímenes pueden encontrarse en dos o incluso en tres o más compartimentos.

Antes de empezar, una advertencia: estas conductas que describiré no son delicitivas; solo molestas, cargantes e insoportables. Solo.

Vamos, pues, con el repertorio de hombres que no saben trabajar con mujeres:

 

– 1 –

En el top one tenemos al que no ha superado el cuarto de básica; el 4º de EGB, para que lo entendamos las y los viejunos.

Cómo reconocerlo. Para este elemento, las chicas están para chincharlas: para tirarles del pelo, para hacer pullitas. Cuando te tiende un objeto con la mano y tiendes tú la tuya para recogerlo, lo retira y se ríe.

Cómo actuar con(tra) él. Pues no sé. Ahora mismo no se me ocurre nada.

 

– 2 –

El árbitro de la elegancia

Cómo reconocerlo. Siempre tiene a punto un comentario pretendidamente gracioso sobre tu atuendo; te lo hará saber si cree que vas muy abrigada o poco abrigada, si llevas gafas de sol, si no las llevas, si llevas sombrero, tacones… Lo que sea. Reparará, pues, en cualquier detalle de tu vestimenta que se salga de su rancia idea de cómo debe vestir una señora.

Cómo actuar con(tra) él. No sirve de nada, pero yo, por ejemplo, si se mete con mi bolso, le replico: “¿Te gusta? Te lo presto cuando quieras.”

 

– 3 –

El seductor inmaduro e inofensivo

Cómo reconocerlo. Emocionalmente sigue cursando el cuarto de básica, pero en enamoradizo. Tiene dificultades para entender que sus compañeras o sus jefas no son solo un objeto amoroso. En confianza te confesará que le cuesta no verlas “como mujer”.

Cómo actuar con(tra) él. Pues lo ignoro, vete tú a saber.

 

– 4 –

El seductor molesto o baboso

Cómo reconocerlo. Tira la caña (una cañita fina y quebradiza, nada de cañón) y la sujeta firme, presto a retirarla a la menor señal de haber metido la pata, para poder argumentar siempre que lo has malinterpretado.

Cómo actuar con(tra) él. No tengo ni idea.

 

– 5 –

El «cariño»

Cómo reconocerlo. Para él eres una niña pequeña a la que hay que proteger y mimar. Por eso te llama “cariño”, “cielo”, “chata”, “nena”, te guiña el ojo, te acorta el nombre o le pone diminutivo sin permiso, sin que medie confianza alguna.

Cómo actuar con(tra) él. Lo desconozco.

 

–  6 –

El caballero cortés

Cómo reconocerlo. No puede soportar que una mujer cruce una puerta tras él;  mucho menos que le ceda el paso. Hace un comentario elogioso sobre tu vestido, inmediatamente te da la espalda para hablar de política con otro señor y no entiende por qué te enfadas, si te ha dicho que estás guapísima.

Cómo actuar con(tra) él. ¿Pagarle con la misma moneda, a ver si se estomaga?

 

– 7 –

El single reciente

Cómo reconocerlo. Se ha pasado la vida entera con una mujer a su lado, recientemente ha enviudado, se ha separado o divorciado y anda a la búsqueda de un reemplazo, como quien ha perdido el paraguas y va a comprarse otro. O sea, que le da un poco lo mismo: no filtra, no selecciona; todas las singles le sirven.

Cómo actuar con(tra) él. No me atrevo a dar consejos, pero se me antoja que, cuanto antes le quede claro que no te interesa nada, mejor.

 

– 8 –

El abuelete

Cómo reconocerlo. Es esta una categoría especial dedicada a un tipo que una vez se sacó un caramelo del bolsillo y me lo regaló. Tenía yo cuarenta años ya cumplidos.

Cómo actuar con(tra) él. Pues aquí tampoco voy a dar ninguna fórmula y no doy fórmulas porque ya está bien de poner el foco sobre nuestra respuesta: pongámoslo de una maldita vez sobre su conducta. Cuando una compañera o amiga me ha relatado alguna de estas situaciones incómodas, su relato siempre siempre siempre ha ido seguido de una lamentación sobre su falta de pericia a la hora de afrontarlo, su equivocada respuesta y su parte de culpa en la forma en que se desarrollaron los acontecimientos. Y ya está bien. Ya vale de flagelarnos.

 

◊  ◊  ◊  ◊  ◊

 

Y esta ha sido mi reflexión lúdico-reivindicativa sobre ciertas conductas tóxicas que tenemos que soportar en ambientes laborales informales y no tan informales. Si alguien quiere añadir alguna categoría más, ni que decir tiene que toda aportación será bienvenida.

Y, por supuesto, quiero dar las gracias a mis compañeras y a mis amigas, sin cuya inestimable ayuda este artículo no habría sido posible.

La democracia comienza por la igualdad de género

12/02/2019 en Miradas invitadas por Doce Miradas

Soy Ander Errasti, doctor en Humanidades: Ética y Filosofía Política. Reflexiono sobre cómo adaptar la democracia a entornos cada vez más cosmopolitizados como el europeo, cómo pensar la política superando el prisma del estado-nación sin renunciar a las personas y realidades nacionales. Me he dedicado a ello como doctorando en la Universitat Pompeu Fabra, con estancia en la Universidad de Oxford, y como investigador en la Universidad de Edimburgo. En la actualidad, soy Policy Leader Fellow en la School of Transnational Governance del European University Institute en Florencia, profesor colaborador en la Universitat Oberta de Catalunya e investigador de Globernance. Coordinación del proyecto europeo CCentre (EIT Health), en el grupo GISME de la Universitat de Barcelona. @ander_errasti

Que la democracia liberal está en crisis es un diagnóstico cada vez más extendido. Incluso aunque aceptáramos la afirmación – cuestionable y problemática – de que la humanidad nunca había alcanzado un nivel de progreso como el actual, la política en nuestro entorno muestra graves síntomas de declive: polarización, desafección, degradación institucional, pérdida de civilidad o crisis de representación han pasado a ser rasgos habituales de la vida política. No existe, sin embargo, un consenso sobre el origen de este fenómeno: la precarización política y económica, los escándalos de corrupción, las derivadas injustas de la globalización, un cortoplacismo electoralista creciente, los excesos tecnocráticos y populistas o el incremento de emociones que dificultan la vida en común son algunos de los múltiples argumentos candidatos. Sin embargo, ninguno de ellos genera el consenso necesario, ni posiblemente sea suficiente, para explicar esta crisis multidimensional de la democracia que estamos viviendo.

La pregunta, en este escenario, es cómo podemos contribuir a superar esta crisis en un contexto de creciente complejidad. En épocas pasadas podíamos aferrarnos a la ilusión de control que ofrecían los estados-nación: ‘sea lo que sea que esté fallando, está en nuestras manos corregirlo’, pensábamos. En la actualidad, sin embargo, a pesar del indudable peso y relevancia de los hechos políticos nacionales, su operatividad ante crisis como ésta es más bien limitada. No en vano, pese a que persiste como método la mirada nacional, en un contexto de crecientes interdependencias, las circunstancias que rodean las múltiples expresiones de esta crisis de la democracia rara vez se limitan al ámbito estatal. Menos, si cabe, en un contexto de soberanías compartidas (por imperfeto que aún sea el equilibrio) como es el europeo.

Siendo así, parece imprescindible encontrar elementos que, desde su expresión local, puedan generar dinámicas transformadoras a escala transnacional. Es decir, procesos políticos que, arraigados en la experiencia cotidiana local o nacional, posibiliten los cambios necesarios para revertir esta crisis global de la política. Es ahí donde la lucha por la igualdad de género liderada desde los feminismos adquiere una especial relevancia. No en vano, apela a una consideración que es eminentemente transnacional: la lucha de las mujeres por revertir las situaciones de discriminación injustificada que padecen en todo el planeta. Es cierto que hay otras dinámicas que son también transnacionales y podrían acompañar este proceso, como es el caso de la lucha contra el cambio climático o la reducción de las desigualdades económicas. Sin embargo, más allá de que puedan ser compatibles e incluso transversales, no afectan de forma tan directa a un número tan elevado de la población mundial. Básicamente, a más de la mitad. 

Dado este carácter transnacional de la reivindicación, hay al menos dos elementos clave que hacen de la lucha por la igualdad de género la causa con más capacidad para superar la crisis global de la democracia: la feminización de la política y el carácter inclusivo de los reclamos feministas.

El primero se asocia a lo que se conoce como “ética del cuidado” y su conexión con los cambios globales ha sido perfectamente planteada, desde diversas ópticas, por autoras como Elena Pulcini, Fiona Robinson o Sarah Clark Miller, entre otras muchas. En este artículo me centraré en la segunda dimensión: la fuerza inclusiva de la igualdad de género.

 

Transformar la democracia desde y para la igualdad

¿A qué nos referimos con el carácter inclusivo de la reivindicación feminista o por la igualdad de género? Si bien podríamos hablar de ello en términos empíricos (mostrando cómo sociedades más igualitarias en lo relativo al género tienden a ser más igualitarias en otros ámbitos), me centraré en plantear, a partir del trabajo de Sophia Näsström, un argumento teórico: el que vincula la lucha por la igualdad de género con la fuerza normativa de la igualdad política.

En una frase, podríamos definir la igualdad política como la igualdad de valor de los individuos de un colectivo implicado en la toma de decisión. Esto implica, a su vez, que existan mecanismos (formales o informales) que les garanticen un poder de decisión equitativo. No se refiere (aunque de él pueda derivarse) a la igualdad entre seres humanos que pudiera sostenerse en teoría moral, sino a la igualdad que se sigue del hecho de la ciudadanía democrática.

La relevante de este principio, sostiene Näsström, es su potencial transformador a escala transnacional. Es decir, el alcance de lo que Isaiah Berlin denominó “fuerza normativa de la igualdad política”: una vez se instaura la democracia, lo que requiere de justificación no es la igualdad política de la ciudadanía, sino sus desviaciones. Trasladado a la cuestión que nos concierne, si por ejemplo las medidas de acción afirmativa para garantizar el acceso de mujeres a puestos de poder suponen una desviación del principio de igualdad política, estas medidas deberán justificarse para poder ser aprobadas. La clave, de acuerdo con Näsström, es que la democracia no se ejerce en un contexto de igualdad, sino de profundas desigualdades estructurales.

Unas desigualdades que, además, están en constante proceso de transformación. Siendo así, esa necesidad de construir argumentos sólidos en favor de mecanismos que corrijan las desigualdades estructurales es, precisamente, lo que hace de la aspiración por la igualdad política el principal motor de progreso de los sistemas democráticos. La fuerza normativa de la democracia no es, en definitiva, un punto de llegada (hay democracia, luego todos y todas somos políticamente iguales) sino un punto de salida (hay democracia, luego trabajemos constantemente por garantizar la igualdad política).

Ahí reside uno de los aspectos fundamentales de la lucha por la igualdad de género como motor de cambio transnacional para corregir la crisis de la democracia a escala global: en su permanente ejercicio de evaluación crítica de la situación y búsqueda de fórmulas efectivas para implementar posibles soluciones. Una lucha que se materializa de forma local, pero nos concierne globalmente. Una lucha en la que, por cierto, los hombres (en tanto que parte privilegiada de esa desigualdad injusta) tenemos la obligación política no ya de evitar contribuir a la desigualdad, sino de acompañar a las mujeres en ese proceso de transformación. Si lo conseguimos, todas saldremos ganando. Porque la democracia comienza por la igualdad de género.

By Mobilus In Mobili – Women’s March on Washington, CC BY-SA 2.0, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=55796823

 

[1] Gracias a Cristina Astier por el título.

 

 

 

Erótica de poder entre cristales de hielo

05/02/2019 en Doce Miradas por Virginia Gómez

Si ampliamos con una lente de aumento un copo de nieve, nos encontraremos con una maravillosa y compleja belleza llena de matices descubriendo que cada una de las piezas se torna en única, irrepetible e insustituible.

En unidad, por sí solas no aportan mucho más que eso, belleza y en todo caso un reto a la comunidad científica que investiga sus particularidades. Sin embargo, la unión de miles, de millones de unidades, transforma por completo un paisaje.

En nuestro caso, la suma de unos y otros seres humanos únicos e insustituibles conforma un conjunto que tiene por resultado un saldo imperfecto. El encaje es mucho más complejo, vivimos tentados por vicios y debilidades en la exploración de nuestros límites. Corregir las inercias de tantos milenios es el gran reto de cada día.

Dejemos estar lo que funciona y centrémonos en lo que está por funcionar. Digamos que el mundo está haciendo frente a una serie de desafíos comunes, entre los que se encuentran los desequilibrios de género que nos ocupan, con consecuencias para los negocios, los Gobiernos o el entorno académico, que generan una necesidad de revisar los sistemas de valores de la sociedad y buscar un punto de entendimiento común compartido para enfrentarlos.

Como antiguamente el oráculo de Delfos fuera lugar de consulta de seres visionarios, Sibila fue la primera profetisa que actuó según la tradición, los siglos nos transportan de Grecia a Suiza. Este año, la 49ª edición de la “cumbre de cumbres”, el Foro Económico Mundial o también conocido como Foro de Davos, este año el primer Foro presidido por únicamente por mujeres ha puesto foco en la colaboración internacional, el encaje de piezas de forma ordenada, para la búsqueda de soluciones a problemas de ámbito mundial centrándose en la Globalización 4.0.

Pues bien, en este contexto, vamos a tener oportunidad de elegir, vamos a simular un juego que nos ayude a entender cómo funcionaríamos, vamos a simular que somos diseñadoras y protagonistas de un videojuego, una Industria de futuro con tan solo un 16,5% de presencia femenina actual; vamos a analizar qué ocurre en nuestra realidad no virtual; vamos a jugar a imaginar qué avances nos gustaría encontrar a las mujeres en un mundo avanzado; qué sueños podrán convertirse en realidad con la irrupción de la Industria 4.0; no va a dar de sí este post para todo lo que cabe aquí, pero démosle a un imaginario botón demo y comencemos.

Si queremos dotarle de realismo, como en cualquier novela, la persona autora del programa no ha de obviar ambientarlo en función a tres básicos conocidos: sexo, poder y dinero. Integrar dicha combinación, al parecer, asegura el éxito en la sociedad actual. Tres ejes directamente relacionados con el abuso, la corrupción y la oscuridad que nos convierten en seres imperfectos rompiendo así el patrón de diseño primigenio, tarea complicada de reconducir. Veamos qué estrategia marcar para, no ya vencer, sino cuando menos, llegar a meta:

  • SEXO: La energía sexual como parte normal, natural y saludable de nuestra vida está en todas partes. Atracción, seducción, deseo… somos seres vivos magnéticos y nos atraemos o nos repelemos. La cuestión es utilizar ese valor como fuente de bien o, por el contrario, para enriquecerse uno o someter a otro contra su voluntad. Así como la libertad se torna en libertinaje, cuando el sexo se convierte en herramienta fría para conseguir objetivos de satisfacción de egos, para perseguir un interés o convertir en objetos a las personas, se desencadena una tormenta de sufrimientos, así funciona lo que no funciona. Las estadísticas nos cuentan que si buscamos en este gran cubo de basura, encontramos como receptoras pasivas de ese beneficio personal e interés ególatra a mujeres bajo la tiranía del hombre, víctimas ya sea de maltrato, acoso sexual, prostitución, cualquier tipo de violencia o dependencia. Pieles, cadenas y tacones en sus mentes, ¡ojo! elige bien tu calzado, caminamos sobre cristales de hielo.

Primera llave: La digitalización supone una oportunidad para nosotras, un arma bajo el que emanciparnos de manera silenciosa, acariciando la erótica del poder para transformarlo de acuerdo a un mundo que guarde equilibrio entre ambos géneros. ¿Cómo? Pistas, busca en la opción “emprendimiento”.

  • PODER: Muy bien, ahora que conocemos que la digitalización tendrá protagonismo en el futuro de los países desarrollados, y que tenemos la ventaja de que la fuerza física ya no es un factor discriminatorio a tener en cuenta en este campo, puesto que detrás de las máquinas y ordenadores solo hace falta inteligencia, destreza mental y otras equiparables habilidades de género, tendríamos la posibilidad en Igualdad de generar nosotras el sistema empresarial adecuado que acomodara las tecnologías (pongamos por ejemplo la Industria de los Videojuegos), posicionándonos como líderes del sector, situándonos en las cuotas de poder al mismo nivel que los varones, creando empleo y riqueza con nuestro business, entablando conversación de tú a tú con ellos, desde nuestro lenguaje, entrando en el peligroso juego de la conquista del poder económico (aquí se visualiza la pantalla llena de monedas muy brillantes que inundan el espacio).

Segunda llave reparadora: Efecto Womanomix, aumenta tu poder, transfórmate en ser de seres. Busca referentes en la carpeta de “triunfo” y solicita unirte a ese colectivo. Reconocerás al instante a tu partner perfecto por vuestra química mutua.

  • DINERO: “El tiempo es dinero”, dicen. La influencia de este poder en buenas manos sirve para construir y generar bienestar común. Pero muy frecuentemente, comprobamos que la seducción del dinero ejerce una fuerza difícilmente controlable, bajo una tentación irresistible para quienes tienen dormida la ambición mientras son pobres, y que en cuanto tienen al alcance este poder, se convierten en personajes oscuros. Tendrás que saber identificarlos y huir de ellos.

Tercera: Necesitas abastecerte de recursos para cambiar lo establecido, acércate a fuentes que te aseguren capital inicial, eso sí, haz los deberes de la mano de una persona experta.

Errores del sistema: Pero… ah! perdón!, que para todo esto se necesita talento formado en Tecnologías, y según datos de Educación aportados por el Instituto de Estadística de la UNESCO, nuestro índice de universitarias en carreras STEM no supera el 35% de las mujeres que acceden y superan las etapas previas de educación primaria y secundaria… habrá que crear una pantalla específica de programación y fomento de vocaciones científico tecnológicas entre nuestras niñas, pero, ¿por qué si somos la mitad de la población, solo ese porcentaje optamos por esa elección? Claro, a lo mejor tiene que ver que:

“16 millones de niñas nunca irán a la escuela” “entre los numerosos obstáculos…, se encuentran la pobreza, el aislamiento geográfico, la pertenencia a una minoría, la discapacidad, el matrimonio y el embarazo precoces, la violencia de género y las actitudes tradicionales relacionadas con el papel de las mujeres”.

¿En serio? ¿no es una broma? ¿todo esto ocurre paralelamente al Foro de Davos?. Resoplando, solicitamos el antivirus mientras entramos en un nuevo escenario en el cual aparece en imagen un hogar con un número suficiente de robots programados para hacer desaparecer las tareas domésticas, principalmente porque según datos de la OCDE,

Las mujeres dedicamos hasta un 56% de nuestro tiempo a tareas y labores no remuneradas mientras que los hombres solo dedican, de media, un 30%. Esto supone que, al final, entre empleo remunerado y tareas de cuidado, las mujeres pasamos más tiempo trabajando que los hombres en la mayoría de los países, incluido España.”

Superando esta pantalla se abre otra donde aparecemos en nuestro espacio de trabajo remunerado, siendo capaces de conciliar la vida familiar con la profesional, haciendo coincidir con éxito rendimiento económico con éxito de familia introduciendo flexibilidad en los horarios, favoreciendo la comunicación de equipo mediante tecnologías avanzadas, utilizando la eficiencia de herramientas como el blockchain  y otras tecnologías disruptivas de moda.

Entonces, volvemos al comienzo de este post si queremos mirar hacia atrás en la historia y comprobamos que, como los copos de nieve, las mujeres hemos sido meros elementos de belleza al servicio y para complacer la mirada de los hombres en todos sus deseos, y necesitamos imperiosamente una lente de aumento que saque a relucir aquello que no funciona y poner en marcha una estrategia emergente, pasemos del simulador a la acción real.

 

Abordar el acoso sexual de segundo orden para superar la violencia de género

29/01/2019 en Miradas invitadas por Doce Miradas

Ana Vidu (@anavidu). Recibí el premio extraordinario de Sociología de la Universidad de Barcelona, pero el reconocimiento como la mejor alumna cambió cuando denuncié a un catedrático. Fui co-fundadora de la Red solidaria de víctimas de violencia de género en las universidades. A pesar de estancias de investigación en Harvard, Berkeley, Stanford; artículos de impacto, mi tesis doctoral, comparando el tratamiento de la violencia de género en la Universidad de Berkeley y en la UB, fue aprobada en su tercer intento. La prensa se hizo eco, destacando el documental «Voces contra el silencio”. Actualmente soy investigadora postdoctoral en la Universidad de Deusto.

La violencia de género sigue siendo un problema que afecta a más de un tercio de las mujeres en la sociedad actual, como afirma la Organización Mundial de la Salud; según la cual, también resulta preocupante que la edad de las víctimas está en constante disminución, ya que el 30% de las mujeres entre 15 y 19 años sufren o han sufrido violencia de género en sus relaciones afectivo-sexuales. Los datos son también estremecedores en el ámbito de instituciones como la universidad. Diferentes movimientos estudiantiles y de víctimas resuenan recientemente con fuerza, encabezando una lucha que algunas mujeres y hombres llevan desde hace décadas, sin mirar para otro lado, poniéndose siempre del lado de las víctimas, incluso sufriendo duras consecuencias por hacerlo.

Comprender ampliamente el acoso sexual implica abordar el Acoso Sexual de Segundo Orden (SOSH por sus siglas en inglés) y sus implicaciones. Afrontar el SOSH crea conciencia sobre la protección no solo de las víctimas directas sino también de quienes se atreven a apoyarlas. La realidad del acoso de segundo orden se empieza a plantear en los años 90 en el ámbito académico norteamericano, cuando autores como Billie Dziech y Linda Weiner resaltan la falta de apoyo como una limitación para las víctimas a la hora de denunciar y, definen por vez primera la realidad del acoso sexual de segundo orden, en un momento histórico clave respecto a la necesidad de implementar mecanismos para superar la violencia de género. Se llega así a visibilizar que no solo hay víctimas directas sino también víctimas por solidaridad con otras víctimas, es decir, víctimas de segundo orden.

Si bien las acciones de prevención y respuesta a la violencia sexual han sido ampliamente abordadas durante las últimas décadas, el papel del SOSH para la superación de la violencia de género aún no se ha explorado lo suficiente. En 2017 el concepto se publicó en España dando la explicación científica al tratamiento de una de las primeras denuncias contra el catedrático más conocido y reincidente por acoso sexual del Estado. Después de décadas de silencio institucional, 14 víctimas pasaron el largo y desolador proceso de la denuncia interna, desde denunciarlo en su Facultad gracias a la ayuda de otro catedrático. La Comisión de Igualdad de ese momento no solo se encargó de “proteger” la institución, por tanto, ponerse del lado del profesor acosador, sino que ejercieron distintos tipos de represalias para hacer callar a las víctimas, deslegitimizarlas ejerciendo revictimización. Ataques y críticas difamatorias recibieron también las personas que apoyaban a las víctimas. Su apoyo fue clave en momentos como las declaraciones ante instructores de servicios jurídicos que en ocasiones también trataban de culpar a las víctimas. Agotado el proceso interno, las denuncias llegaron a la Fiscalía cuando ya los hechos habían prescrito, precisamente debido a este “proceso” detrás del cual existía el interés de que Fiscalía archivara el caso. Así pasó, aunque el informe de Fiscalía fue muy favorable para las víctimas y para la lucha ya que reconocía el acoso sexual que se produjo por parte del catedrático acosador, incluyendo también una cita de la decana de aquel momento, admitiendo que tenía conocimiento de los hechos desde que ella misma era estudiante. La prensa se hizo eco del caso y varios periódicos dieron voz a las víctimas. La serie Omertá del Diario Feminista es un ejemplo.

Las Comisiones de Igualdad, igual que los protocolos contra el acoso sexual, son útiles si las personas nombradas para aplicarlos tienen un firme compromiso contra el acoso. De lo contrario, su fidelidad es con la estructura jerárquica de la universidad que las nombra, su protección a los acosadores llega a permitir su impunidad. Esta falta de posicionamiento institucional ha provocado una ola de movimientos estudiantiles, también histórica, en apoyo a las personas supervivientes, que identifican la universidad como un espacio donde es peor denunciar el acoso que sufrirlo. Las 14 víctimas del caso nombrado anteriormente, constituyeron la primera red entre iguales del Estado: la Red Solidaria de Víctimas de violencia de género en las universidades, reconocida por el Banco de Buenas Prácticas de la Fundación Mujeres y cuenta hoy con más de 2.000 seguidores en su página de Facebook.

Las mejores investigaciones ya han demostrado que el bystander intervention, la intervención de las personas que son testigo de alguna situación de acoso, constituye la medida más eficaz para superar el acoso sexual, lo que convierte en esencial el apoyar a estos testigos para tal fin. Los bystanders también pueden sufrir represalias por tomar postura a favor de las víctimas, una realidad reconocida como acoso del bystander. Mientras que, durante años, la clave de las medidas contra el acoso sexual ha estado enfocada en las víctimas, bajo conceptos como “survivors first”, ahora que ya sabemos que el apoyo es una de las formas más eficaces para las víctimas, la protección del apoyo se convierte en una prioridad, precisamente porque la víctima, o superviviente, sigue siendo “lo primero”. El acoso sexual no se podrá superar sin superar el SOSH. Es importante también enfocar el acoso sexual de segundo orden desde una perspectiva legal. Los esfuerzos para combatir el acoso sexual deben incluir contemplar el SOSH en la legislación actual, consiguiendo así empoderar y apoyar a todas las víctimas.

No hay mejor momento que el actual para afrontar esta realidad. Los movimientos sociales, estudiantiles y la sociedad en su conjunto ha dejado de dar la espalda a tal sufrimiento humano. En el contexto universitario, la red de víctimas, los movimientos estudiantiles y algunas profesoras y profesores ya han demostrado ser ese apoyo que las víctimas necesitan para tirar adelante. A la vez, ejercen la presión necesaria que hace que las instituciones no tengan más remedio que implementar medidas contra los acosos en sus campus. La prensa también ha empezado a dar voz a las víctimas, como en el documental “Voces contra el silencio” de Documentos TV de La2 de RTVE, galardonado con el Globo de Oro en el World Media Festival de Hamburgo 2018. En la era del #MeToo, #Cuéntalo o #TimesUP las redes sociales, y la sociedad en general, quieren ir más allá del diagnóstico, de las causas y de las consecuencias de la violencia de género. Este compromiso no es solo de personas individuales sino también, y cada vez más, de sociedades enteras, de diferentes ámbitos, luchando conjuntamente por una sociedad mejor.

No tenemos prisa y mucho menos miedo

22/01/2019 en Doce Miradas por Eva Silván

Hace dos días falleció Lolo Rico, una mujer pionera, la primera mujer que dirigió un programa en la televisión pública española, y ¡qué programa! Una mujer que marcó a una generación, la mía, porque si la verdadera patria es la infancia, mi patria no se entiende sin Lolo Rico. Nos hizo parte de un universo donde la creatividad, la libertad y el espíritu crítico estaban a nuestra disposición. Nos regaló frases que a muchas nos han acompañado siempre, una de ellas intento tenerla siempre muy presente: «Sóla no puedes, con amigas sí».

Hace nueves meses empecé a formar parte de Doce Miradas, este colectivo de mujeres que llevan en su ADN la sororidad y que hacen de la frase de Lolo Rico una máxima en su día a día: “sola no puedes, con amigas sí”. Mujeres lucidas, reivindicativas, transformadoras, potentes, diversas, referentes en la lucha por la igualdad. Sí, una suerte la mía.

Al poco de incorporarme, celebramos los primeros cinco años de Doce Miradas. Aquel día era una recién llegada, una recién llegada privilegiada, pero recién llegada, al fin y al cabo. Hasta entonces había sido seguidora asidua de los artículos que aquí se publican y de sus contenidos en Twitter; había sido mirada invitada, pero no podía atribuirme los logros de un grupo de mujeres que venía trabajando para ofrecer un feminismo diverso con muchas miradas invitadas que apoyaban y contribuían a mostrar un universo femenino infinito y a conseguir una sociedad igualitaria.  Ampliar la mirada, ver más allá de lo que hasta ahora se nos había contado y mostrado, romper techos de cristal, construir nuevos relatos y llenarnos de referentes femeninos que existen desde hace años, incluso siglos, son algunas de las cosas que ha aportado Doce Miradas durante estos cinco años.

Durante la celebración del quinto aniversario, Mentxu Ramilo, quien también fue parte de Doce Miradas, me preguntó cómo veía al proyecto dentro de cinco años, esta fue mi respuesta: “Ojalá que dentro de cinco años Doce Miradas no exista, eso significará que la igualdad es real. Creo que está más cerca de su desaparición porque la igualdad es imparable, y este último año las mujeres y los hombres que nos acompañan lo hemos demostrado. Dentro de cinco años, Doce Miradas estará en proceso de desaparición porque en estos próximos cinco años lo que había que hacer ya se ha hecho”. Ahora lo leo y lo releo, y pienso, madre mía Eva, qué inocencia la tuya, te dejaste llevar por la ilusión del momento, la euforia de los cinco años y la sensación de que, por fin, la conquista de la igualdad era una realidad.

Claro que veníamos de un 8 de marzo abrumador, ilusionante, empujado por un ansia transformadora que iba sumando mujeres y más mujeres (y hombres, muchos hombres), según se acercaba el día. De repente nos encontramos con que nadie quería quedarse fuera de la foto, todo el mundo quería estar y quien no se sumaba tenía que explicar sus motivos haciendo verdaderos malabares con las palabras para justificar su ausencia.

El feminismo era tendencia, sumaba adeptas y adeptos con la fuerza de un ciclón y el espíritu de la igualdad soplaba en el aire: “Lo que no tuve para mí que sea para vosotras” “Manolo, hazte la cena solo” “Nos quitaron tanto que acabaron quitándonos el miedo” “No soy Siri, búscate la vida” “No somos princesas, somos dragonas” “Yo elijo cómo me visto y con quién me desvisto” “Sin nosotras se para el mundo” “Sin Hermione, Harry habría muerto en el primer libro” (una de mis preferidas) “Por las que fueron, por las que son, por las que serán, la igualdad es imparable” gritaban los carteles que inundaron calles y redes sociales.

“Sin Hermione, Harry habría muerto en el primer libro”

Pues bien, ocho meses después del quinto aniversario de Doce Miradas, ¡batacazo! Nos encontramos con que lo que hasta ayer era tendencia, mañana puede pasar a estar demodé. No, no quiero pecar ahora de pesimista y perder cualquier atisbo de rigor que os pueda despertar este post: de la exaltación a la depresión en un paso. Lo que sí reconozco es que “aquella ilusión del momento” se me ha bajado como la espuma. Se llama toma de conciencia, es abrir los ojos, es desprendernos otra vez de los que quieren frenar los avances de las mujeres, y es pensar en cómo hacer para seguir avanzando.

El momento es, cuanto menos, delicado. Delicado porque lo que vivimos en el último año para algunas y algunos puede haber sido una tendencia y las tendencias pierden adeptos y adeptas igual que los suman. Quienes se subieron al carro de la igualdad porque era lo que tocaba, ahora parecen estar más interesados en entorpecerlo diciendo que esto de la igualdad se nos está yendo de las manos y que bueno, que la desigualdad de género no será para tanto, que nos estamos pasando con nuestras demandas y que a este paso los hombres ya no van a saber cómo relacionarse con las mujeres.

Pero el momento también es delicado porque nos encontramos ante una más que posible reacción de quienes sienten la igualdad y el feminismo como una amenaza ante sus privilegios. Ya lo dijo Virginia Woolf en su libro, “Una habitación propia” al hablar del deseo de reafirmación irrefrenable que se produjo en Inglaterra tras la aprobación del sufragio femenino en 1918: “Cuando alguien se siente amenazado, aunque sea por un puñado de mujeres, ese alguien se venga de una manera un tanto excesiva”.

Sea como fuere y como de todo se aprende en esta vida, a “la Eva del quinto aniversario” para que no se venga muy arriba le digo: las cosas más valiosas de la vida a menudo se encuentran indefensas, por eso necesitan de gente que las proteja. Es tan valioso lo que nos traemos entre manos, son tan valiosos los avances que hemos conseguido, es tan importante que se incluya la perspectiva femenina en la gestión de tantas y tantas cosas, que el reto merece la mayor de las atenciones y el mejor de los cuidados, y si hay algo en lo que las mujeres nos hemos visto obligadas a ser expertas a lo largo de la historia es a cuidar: cuidar de los mayores, cuidar de nuestros hijos e hijas, cuidar del tío, la tía, la abuela y la vecina y el vecino que viven solos sin que a nadie más parezca importarle.

Así que, cuidaremos de las cuotas de igualdad que vayamos alcanzando, nos mantendremos alerta para que no haya pasos atrás y sí pasos hacia delante. Nos cuidaremos de los aprovechados, de las palabras interesadas, de los gestos vacíos. Parafraseando a Emmeline Pankhurst, una de las líderes del movimiento de las sufragistas británicas, «Deeds, not words» (hechos, no palabras), sólo nos fiaremos de los hechos y de los cambios concretos.

Sabemos que el machismo no entiende de ideologías ni de religiones, es estructural: es católico, laico, liberal, comunista, intelectual, femenino y masculino, por eso se cuela por todas partes y por eso cuesta tanto erradicarlo. La igualdad será imparable cuando más conscientes seamos de que nos va a costar tiempo lograrla, posiblemente nos lleve unos cuantos lustros. No tenemos prisa y mucho menos miedo de quienes intenten devolvernos a la casilla de salida.