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Gaza, cuánto mar para tan poca libertad

15/01/2019 en Doce Miradas, Miradas invitadas por Doce Miradas

Natalia Quiroga (@natiquiro). Me gusta contar. Estudié periodismo pero en realidad quería ser terapeuta o psicóloga o arregladora; no me interesaba la actualidad, lo que me gustaba era intentar arreglar las historias de la gente. Como si colocando un adjetivo aquí y una exclamación allá, pudiese hacer desaparecer sus problemas (y ya de paso, también los míos). Tengo más de 12 años de experiencia en periodismo y comunicación digital dentro del sector de las ONG. Publico en distintos medios con la única motivación de compartir historias que me mueven. Con una de esas historias gané el Premio de Periodismo Joven contra la Violencia de Género. Sigo aprendiendo, quiero contarlo.

Era la tercera vez que intentaba entrar en Gaza. La primera fue en 2012, en un viaje con algunas de mis mejores amigas que, de alguna manera y por razones distintas, nos dio a todas un vuelco a la vida. Entonces no obtuvimos el permiso para entrar y empezamos a imaginarnos la franja como la cárcel que es.

 

A principios de 2017, con todos los papeles en regla, me quedé a las puertas del gigantesco control israelí (son ellos los que deciden quien entra y quien sale de Gaza) porque los objetivos de mi cámara precisaban un permiso especial que yo no había solicitado. Me lo explicó un soldado con un palillo en la boca y pocas ganas de escuchar mis explicaciones.

 

Volví a Palestina en mayo de 2018. Y por fin, a la tercera, logré entrar en Gaza. Qué ironía, yo feliz por poder entrar mientras que, ese mismo año, el gobierno israelí había denegado el permiso para salir a más de la mitad de las personas enfermas que lo habían solicitado. Muchas murieron y, entre ellas, Yara, una niña de cuatro años que necesitaba un marcapasos y a la que nunca le llegó el permiso israelí para salir de Gaza e ir al hospital de Jerusalén donde se lo iban a poner. Cada vez son más

 

Así es la realidad en la cárcel a cielo abierto más grande del mundo.

En Gaza, tuve la suerte de pasar la mayor parte del tiempo con las mujeres de la Unión Palestina de Comités de Mujeres (UPWC, en sus siglas en inglés). Taghreed Jomaa es la coordinadora de la organización que, junto a su equipo, trabaja con líderes comunitarias locales para detectar los problemas diarios a los que se enfrentan las mujeres gazatíes y poder, así, ofrecer un apoyo en sus necesidades. Sobra decir que las necesidades son enormes, cada vez más, y los medios para cubrirlos son mínimos, cada vez menos.

 

Más de once años de bloqueo absoluto (por tierra, mar y aire) han dejado sin aire a una población de cerca de dos millones de personas hacinadas en un espacio de 40 km de largo por 14 km de ancho. A un lado el mar y al otro una puerta cerrada. No pueden beber agua del grifo porque está contaminada y muchas veces, no pueden contar con más de cuatro horas de electricidad al día. Quien puede, se abastece con generador; para el resto, está el frío y la oscuridad en invierno y la comida sin nevera en verano. Las mujeres nos contaban que, este año (refiriéndose al 2018), estaba siendo el más duro.

 

Las mujeres, como en prácticamente todas los contextos de vulneración de derechos, sufren la peor parte. Al mismo tiempo que aumentan los casos de cáncer de mama, disminuyen los permisos de salida que Israel otorga a la población de Gaza. Sin acceso a muchos tratamientos dentro de la franja, la única solución que les queda es esperar una respuesta que muchas veces no llega.

 

Pero además de la violencia que supone el bloqueo y que se ha visto exacerbada por las tres grandes ofensivas del ejército israelí en los últimos once años (cientos de mujeres se quedaron viudas teniendo que afrontar el cuidado de sus familias en soledad), se suma el incremento de la violencia doméstica y de tendencias que prácticamente habían desaparecido en la cultura palestina. El matrimonio infantil, por ejemplo, del que la pobreza, la desesperación y la falta de libertad, sin ser las únicas razones, actúan como el mejor caldo de cultivo. O la imposición del velo: en el resto de Cisjordania o en Jerusalén Este, es habitual ver a mujeres palestinas con velo y sin velo más o menos a partes iguales; no seré yo la que señale este dato como un criterio de sumisión vs libertad, pero llama la atención que en Gaza sea tan difícil ver a mujeres sin velo. Taghreed me lo confirma: ni ella ni sus hijas lo llevan pero, como me explica, son ahora una minoría mientras que no era así antes del bloqueo.

 

Si la mujer en el mundo global sufre las consecuencias de una sociedad y una manera de dirigir el mundo esencialmente patriarcales, existen contextos, como Gaza y Cisjordania, donde el muro del patriarcado es doble. Como decía hace poco la periodista Isabel Pérez, corresponsal española en Gaza: «Las mujeres palestinas no pueden salir del patriarcado porque existe un bloqueo y una ocupación que lo alimentan brutalmente».

 

Uno de los últimos días que estuvimos en Gaza (siempre acompañada de mi amiga Bárbara), Taghreed nos invitó a comer en su casa. Sentada en el sofá, sus tres hijas, de 13, 17 y 19 años, revoloteaban por el hogar enfrascada en los asuntos de su edad. Taghreed, que se ha pasado su vida entera luchando por los derechos como mujer y por los derechos como palestina, compartió una reflexión que se me quedó grabada: “Siempre creí que educar a mis hijas con una mentalidad abierta y con mucho sentido crítico era lo mejor, pero hoy me doy cuenta de que quizás nos equivocamos si de todos modos van a tener que vivir en un lugar del que no pueden salir”.

 

Frente al sofá en el que estábamos hablando, observo un cuadro con el retrato de la poeta, escritora y activista estadounidense, Maya Angelou, que parecía estar colocado allí para sostener el enorme peso de la reflexión que Taghreed nos acababa de compartir. Sobre el retrato, una frase de Maya me envolvió por unos segundos en un manto de sororidad, de empatía, de rabia o de resignación: “and still we rise”.

 

Gaza, cuánto mar para tan poca libertad.

 

Jugar para ser

08/01/2019 en Doce Miradas por Eunate Encinas

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Arroz con leche,

me quiero casar

con una señorita de la capital

que sepa coser

que sepa bordar

que sepa abrir la puerta

para ir a pasear.

Canción infantil popular

 

 

Ama, aita, zenbat urtekin ezkonduko naiz? Bat, bi, hiru …

(Mamá, papá, ¿con cuántos añitos me voy a casar? Con uno, dos, tres..)

Canción para saltar a la comba

 

 

Dicen que el machismo se aprende a través de canciones y juegos de forma sutil e inocente. Los estudios demuestran que, irónicamente, hoy en día los juguetes están más separados según el género que hace 50 años. Y la sensación, al visitar la mayoría de jugueterías, es que, más que ante sutilezas, estamos ante un universo claramente dividido de forma binaria, identificable por colores y por tipos de juegos.

Estas propuestas de juego consisten básicamente en muñecas, cocinitas, maquillajes y abalorios para ellas; y coches, construcciones, superhéroes y dinosaurios para ellos. Mientras los juguetes de los niños están orientados a actividades como la conducción, la construcción, la práctica deportiva y la competición, los de las niñas se relacionan principalmente con el cuidado de bebés, limpieza del hogar, bailar y cantar… y estar guapas.

Además, la monocromía reina en las secciones para niñas. El rosa no es solo el color de las muñecas y los disfraces de princesa, sino también el de bicicletas, teléfonos, guitarras e incluso juegos hasta hace poco unisex. Con la rosificación de los juguetes y demás objetos, parece que se está indicando a las niñas que, para que puedan jugar con algún juguete, este debe ser rosa, blanco o morado y estar decorado con brillos, mariposas, flores y corazones.

Y ¿dónde están las niñas que montan en monopatín, juegan a las superheroínas o a ser científicas, o que se suben a los árboles?

Mil veces mejor que yo lo refleja Charlotte Benjamin, una niña de siete años que escribía hace unos años una carta a Lego, carta que enseguida se convertiría en un fenómeno viral. Decía así:

Queridos señores de la compañía Lego:

Me llamo Charlotte. Tengo siete años y me encantan los Legos, pero no me gusta que haya muchos Legos-niños y muy pocos Legos-niñas. Hoy he ido a una tienda y he visto los Legos en dos secciones: una rosa para niñas y una azul para niños. Todo lo que las Lego-niñas hacían era estar sentadas en casa, ir a la playa y comprar, y no tenían trabajos; pero los niños iban en busca de aventuras, trabajaban, salvaban personas, tenían trabajo e incluso nadaban entre tiburones. Quiero que hagan más Lego-niñas y las dejen ir en busca de aventuras y diversión, ¿ok?

 

Carta de Charlotte Benjamin, 7 años.

 

Hoy en día no aceptaríamos que hubiera una sección de juguetes para niños blancos y otra para niños negros y, seguramente, nos escandalizaríamos si existiera una sección de decoración para personas pelirrojas y otra para rubias. Y ¿qué pasaría si a una tienda se le ocurriera iniciar un pasillo para niños y niñas de nacionalidad colombiana y otro aparte para franceses? No aceptaríamos segregar los juegos, la decoración ni otros objetos para niños y niñas bajo ninguna otra categoría identitaria. Sin embargo, nos parece perfectamente natural clasificar rígidamente los intereses, deseos y aptitudes de las criaturas según su género.

La infancia la habitan personas únicas, creativas, libres y genuinas.  Y es a través de estereotipos de género como se empieza a deformar la visión que tienen del mundo. Y ellas y ellos se amoldan, porque básicamente lo que quieren es encajar en el mundo, sea estereotipado o no.  No entienden las consecuencias ni los límites que ello impone. Pero sienten la presión de sus iguales, los mensajes del marketing, los ejemplos de lo que ven en casa o la fuerza de la educación. Niños y niñas acaban perdiendo su esencia por tener que amoldarse a unos estereotipos que los envuelven incluso antes de nacer.

En general, y desde una perspectiva adultocéntrica, se le da muy poca importancia al juego y, sin embargo, es una actividad básica para el desarrollo integral de los niños y niñas y contribuye a su integración social. Jugando se aprenden y modelan las habilidades y valores fundamentales para la vida adulta y se produce toda una transmisión de construcciones sociales y culturales que es diferente en función de las capacidades que cada sociedad valora y necesita para sus futuras generaciones.

En este gesto cotidiano del juego se oculta y despliega la adquisición del rol de género que se espera de nosotras. Son mecanismos de transmisión cuya existencia nos recordaba Noemí Pastor en su publicación De cómo fui misógina y me convertí en feminista, al hilo de lo que desvelaba  la lectura de «A favor de las niñas»,  de Elena Gianini Belotti.  Y así, desde la base y también desde las altas esferas gubernamentales, tal y como mostraba hace unos días Damares Alves, ministra de la Mujer y la Familia de Bolsonaro, se construyen estereotipos que nos indican el tipo de hombre y de mujer que debemos ser.

Por eso es muy importante recordar que no existen juguetes para niños ni para niñas. Lo que hay son expectativas sociales sobre lo que los niños y las niñas deben y pueden hacer cuando sean adultos. Los juguetes reflejan y modelan, pero también pueden ampliar y transformar dichas expectativas. Hablando de expectativas, mi hija de seis años quiere ser escultora, alcaldesa, diseñadora de ropa y de ciudades, rapera y dentista y yo no quiero que en esta acomodación social a lo que se espera de ella salga perdiendo de semejante forma.

 

Dibujo de Martina, 6 años,  tras hablar del tema de esta publicación.

 

Las familias podemos hacer algo al respecto.  Somos el principal referente y agente socializador para nuestros niños y niñas y podemos educarlos en el feminismo para que sean ellas y ellos mismos y no tengan que encajar en un tipo de masculinidad y feminidad que la sociedad les impone y que quizá poco tiene que ver con su personalidad.

Podemos empezar a construir la igualdad desde lo cotidiano. Durante las tardes de juego, en la elección de sus juguetes, su ropa o en los colores de su habitación, leyendo cuentos y viendo películas que superen estos estereotipos, hablando de todo ello, ofreciendo referentes femeninos y, sobre todo y por encima de todo, dando ejemplo.

 

 

Podemos contribuir desde la inmensa posibilidad del juego a cambiar imaginarios y construir futuros y mundos posibles y esto no es un juego de niños. Por el contrario, es uno de los retos más grandes y complejos que afrontamos como sociedad.

Y tú ¿a qué vas a jugar este año?

El deporte no era para nosotras

18/12/2018 en Miradas invitadas por Doce Miradas

Nekane Arzallus Iturriza (@ergobi).
Nací en Ergobia, el mejor lugar posible, imprime carácter. No comprendo ni imagino mi vida sin el deporte, reconozco que es mi pasión, aunque como tantas otras mujeres no puedo ejercerlo de manera profesional. Soy la única mujer presidenta de un club de la ACB y segunda en la historia tras Pepita Merçe. Intento abrir camino y derribar muros. Me apasiona trabajar con personas y creo que la voluntad férrea nunca está reñida con una sonrisa.

El deporte no fue pensado para las mujeres, ni para que lo practicáramos, ni siquiera para que lo viéramos. En el mundo del deporte ni se nos esperaba ni se nos deseaba. Fue creado por el hombre y para el hombre, para el más rápido, el más fuerte, el más alto y después convertir al vencedor, aún creo que lo seguimos haciendo, en un semidiós. Quizás por eso hablamos de una de las actividades que presenta más resistencias a la igualdad, uno de los ámbitos donde esa desigualdad se admite de una manera más natural.

Esta especie de comprensión ante la desigualdad explica que parezca admisible una infrarrepresentación de las mujeres en los órganos de poder del deporte, que se siga hablando más del aspecto físico de nuestras deportistas que de sus logros, que tengamos una ley de hace 30 años que claramente discrimina a las mujeres por el hecho de serlo ya que sólo considera profesionales a algunas ligas masculinas. No podemos imaginar que un convenio colectivo sólo pudiera ser aplicado para los hombres de cualquier empresa sin una protesta política, ciudadana o legal inmediata.

Las mujeres estamos aquí, hemos recorrido un largo camino de reivindicaciones políticas, sociales y también en el ámbito deportivo, recuperando terrenos que nos son propios. Ningún logro nos ha sido regalado, lo hemos peleado y conseguido. Lo cierto es que pese a quien pese hacemos deporte, hablamos de deporte, entendemos de deporte, vemos deporte, ocupamos puestos de gestión y de poder en el mundo del deporte. Pero de manera claramente insuficiente.

En los años 70 las mujeres no éramos animadas a la práctica deportiva. Ésta estaba supeditada, en la gran mayoría de los casos a tu familia, a tu colegio y a la modalidad deportiva que se hiciera en tu pueblo y nunca, o casi nunca con perspectivas de que pudiera ser nuestra profesión. Y a pesar de ello siempre me recuerdo practicando ciclismo, fútbol, tenis, baloncesto, golf. No entiendo la vida sin deporte, aunque las estructuras sociales, políticas, deportivas, los estereotipos y prejuicios de cada época quisieran entender el deporte sin mujeres, sin mí.

Siempre he respirado deporte, me hubiera gustado llegar a ser profesional, pero la verdad es que se quedó en un sueño, en un sueño que no pudo convertirse en realidad. Y no pudo convertirse en realidad entre otras cosas porque no tuve ni el respaldo, ni la ayuda para intentarlo, y no lo tuve por una sencilla razón, porque era mujer.

Eran tiempos en los que si una quería comprarse una bicicleta de carreras, en la tienda te decían que no, que una mujer no podía llevar una bicicleta así (tuve suerte de tener un padre comprensivo y conseguí salir de la tienda con la bicicleta de carreras). Si hacías el intento de entrar en el equipo de futbol de la ikastola te decían que lo sentían mucho, pero que las “niñas” no jugaban al futbol (me corté el pelo para engañar al entrenador, pero esta vez no lo conseguí). Todo esto me frustró, pero lejos de desanimarme y de apartarme del deporte, hizo que mi vida siguiera ligada al deporte de otra manera.

Durante años he estado vinculada a diversas modalidades deportivas de diferente manera: voluntaria, delegada de equipos, arbitra, directiva, vamos, de lo que hiciera falta, y he disfrutado y aprendido de todas ellas.

Hoy soy presidenta del Gipuzkoa Basket Club, el GBC de baloncesto masculino. Única mujer presidenta de un club de los 18 que componen la ACB, la segunda liga profesional más importante del mundo tras la NBA. En esta competición, en 2018, participamos 3 mujeres: una árbitra, una entrenadora y una presidenta. Esta es la pírrica realidad.

“No puedes ser lo que no puedes ver”. Esta frase de Marian Wright Edelman se ha convertido en una de las frases de referencia en mi presencia pública. El día que acepté el cargo de presidenta del GBC mi teléfono se colapsó. Era una mujer. Esa fue la única razón del alboroto. Todavía estábamos así. Por eso hoy, uno de mis principales objetivos es visibilizar mi trabajo, intentando desmontar dentro y fuera de las canchas estereotipos y prejuicios. Repito allí donde tengo posibilidad de hacerlo que las mujeres podemos, debemos estar en cualquier cargo de liderazgo y responsabilidad y que no tenemos nada que demostrar. Podemos hacerlo porque estamos preparadas, porque somos la mitad de la población y porque queremos ocupar la cuota de responsabilidad que nos corresponde, también en el terreno deportivo.

Espero que la visibilización de mi trabajo anime a otras mujeres a pensar que es posible y deseable trabajar en este ámbito y poner nuestro esfuerzo y nuestro talento al servicio de muchas de las caras del deporte: ser arbitras, monitoras, entrenadoras, directivas, médicas, periodistas. Me preocupa que en este momento seamos islas en un entorno androcéntrico y que sirvamos de excusa para que muestren la excepcionalidad como norma.

El mundo del deporte fue creado para exaltar una serie de estereotipos de género arraigados de un modo especial en un concepto específico de masculinidad. Las mujeres que vamos rompiendo estos espacios tenemos que formarnos en feminismo. Primero para saber ver estos estereotipos y tener herramientas para desactivarlos y no reproducirlos. Y segundo porque necesitamos tener un discurso y un compromiso con las personas que nos escuchan y siguen. Somos conscientes de que en cualquier entrevista se nos harán preguntas que no se le harían jamás a un hombre en un cargo similar, que pondrán perpetuamente en duda nuestro trabajo cuestionando nuestra capacidad, hombres y algunas mujeres.

Las estructuras deportivas que viven entre leyes igualitarias mantienen de formas diversas la desigualdad. Las fotografías ponen de manifiesto la realidad y rompen con el denominado “espejismo de la igualdad”. La última foto de la reunión de dirigentes de las Federaciones Deportivas Españolas era devastadora: sólo 3 de las 66 federaciones tienen como presidenta a una mujer. La foto de la presentación del mundial de baloncesto femenino que ha tenido lugar este año en España ha sido también tremenda y muy comentada, sólo una mujer en la foto.

Los datos son reveladores en las estructuras deportivas españolas. 1180 hombres frente a 426 mujeres juezas, 585 entrenadores frente a 137 entrenadoras, 21 hombres al frente de entidades internacionales del deporte frente a 2 mujeres. Todo lo contrario de las becas que se ganan deportistas por su méritos: 114 hombres y 142 mujeres. El problema, por tanto no está en las deportistas, sino en las estructuras que impiden el acceso a las mujeres.

El último informe de la auditora Sport Intelligence de 2017 nos dice que por cada mujer futbolista profesional en el mundo, hay 106 futbolistas hombres que se ganan la vida con el juego a tiempo completo. No solo eso, sino que las mujeres de la élite ganan una centésima parte de las sumas de sus homólogos masculinos. Nada justifica este hecho.

Y sin embargo y aunque parezca contradictorio el deporte se convierte también en uno de los medios más eficaces para la lucha por la igualdad. Mujeres iraníes se disfrazan de hombres para poder entrar a los estadios de fútbol a animar a sus equipos y utilizan la difusión de estos actos para luchar contra la terrible situación de las mujeres en Irán.

Hay un largo camino que debemos recorrer. Y debemos dar un paso adelante. El deporte es poliédrico, podemos, debemos trabajar en muchos campos para su promoción y para conseguirla en igualdad. El deporte de élite es la más alta expresión de una cadena y su máximo punto de visibilidad y referente para una inmensa cantidad de deportistas. Representamos a nuestras disciplinas deportivas, a nuestros territorios, tenemos una visibilidad incomparable con casi cualquier otra actividad humana. Por eso debemos tener una especial responsabilidad con los valores y actitudes que queremos transmitir.

Mi compromiso personal es seguir trabajando, allí donde se me requiera para conseguir la visibilidad del trabajo que realizo. Quiero pensar que en alguna medida estoy colaborando a la ruptura de techos de cristal para que otras mujeres que vengan puedan hacer del deporte su profesión. La pasión la tenemos.

Ideas para unas navidades más feministas

11/12/2018 en Doce Miradas por Christina Werckmeister

¿El estrés navideño es una problemática feminista?

 

 

Las Navidades son una conocida época de estrés, pre, inter y post traumático. Llena de sentimientos encontrados para muchas personas. Buenos momentos mezclados con tensiones, prisas mezcladas con risas, lágrimas con sonrisas, luces con sombras, buenos recuerdos con… agotamiento. Para nostoras también… pero más.

Para las mujeres es una época de discriminación directa e indirecta.  Directa porque directamente tenemos que hacerlo todo. Indirecta porque las fechas en el calendario son aparentemente neutras, ¿no?

 

«…se considera discriminación indirecta por razón de sexo la situación en que una disposición, criterio o práctica aparentemente neutros pone a personas de un sexo en desventaja particular con respecto a personas del otro…» (Ley Orgánica 3/2007, de 22marzo, para la Igualdad Efectiva de Hombres y Mujeres Artículo 6)

 

Por ello, este año podemos llevar a cabo un Plan de Igualdad Navideño (PIN), con líneas estratégicas, medidas y acciones positivas.

Y con acciones positivas no me refiero a «hacer las cosas muy bien».

Lo único que quiero para Navidad es la abolición del heteteropatriarcado imperialista blanco supremacista capitalista»

«Las acciones positivas son medidas a favor de las mujeres para corregir situaciones manifiestas de desigualdad respecto a los hombres. Son de medidas específicas de carácter temporal, y por tanto, están destinadas a desaparecer cuando las condiciones de desigualdad lo hagan.»

Puedes decidir tu misma, cuando haya desaparecido el patriarcado, para empezar a retirar la necesidad de estas acciones positivas.

 

 

 


1. Estrategia y diagnóstico de situación:

Sororidad y alianzas: Poneos de acuerdo. Avisa a tu madre, hermanas, primas y demás familiares mujeres. Formad una comisión. Empoderaos haciendo un diagnóstico de situación. Todo lo que se mide se puede mejorar. Analizad vuestro historial navideño, examinando las estadísticas de navidades pasadas, identificando con detalle todas las tareas y trabajos desagregadas por sexo.

Importantísimo, recuerda, nos referimos no solo a labores físicas (quién pone la mesa, prepara las camas, compra y cocina la cena, guarda las sobras, limpia los baños). También hay que tomar nota de la propia gestión del evento (quien se encarga de que todo esté perfecto y a tiempo). Os podéis basar en vuestro estudio para realizar el paso 2.

Haced público vuestro estudio. Haz visible lo invisible.

Consejo: una vez publicado vuestro estudio, si vuestros compañeros salen con aquello de «mujer, nadie te lo exige, es mejor simplificar las cosas, no te agobies tanto, a mi no me importa que cenemos huevos fritos» — tomadles la palabra: se anulan las navidades. A ver qué pasa.

2. Los preparativos: hacer un calendario de adviento a la inversa:

Mientras la familia aguarda con impaciencia el día D (24 de diciembre fun fun fun), haced un cálculo hacia atrás en el tiempo. Vuestro calendario debe inluir hasta el 7 de enero como mínimo.

MODELO TIPO (excel, tabla, base de datos…. libre)

Desde octubre/noviembre:

Hay que empezar a preguntar quién va a venir. Realizar consultas, llamadas. Empiezan las preocupaciones. Recuerda que las mujeres somos más que las anfitrionas de la tradición por excelencia. Somos también las guardianas de la armonía emocional de los siguientes tres meses. Si es necesario, hay que negociar con aquellas personas que muestren reticencias, asegurando que se hará todo lo posible para que nadie se incomode, estando al quite de cualquier situación tensa para desactivarla en lo posible. Si algo sale mal, puede haber sido nuestra responsabilidad no haber percibido tensiones a tiempo para suavizarlas, animado lo suficiente o en general haber garantizado que éstas navidades van a ser maravillosas.

Noviembre/Diciembre:

Empieza la coordinación fina. ¿Todo el mundo tiene su viaje organizado? Hay que comprar billetes antes de que suban los precios? ¿Cuanto tiempo se van a quedar? ¿Hay camas suficientes? ¿Las camas tienen sábanas y mantas? ¿Éstas están limpias? Si no hay sitio en casa, hay que organizar alternativas. ¿Habrá regalos para todos y todas? Hay suficiente vajilla, cubertería, mantelería? ¿Funciona el horno? etc etc etc

Economía y finanzas: ¿Tenemos el dinero necesario para nuestras pretensiones navideñas? ¿Hay que empezar a comprar besugos y congelarlos? ¿Hay que realizar compras a plazos? ¿Hay que fabricar juguetes y detalles a mano?

Diciembre:

Planificación de horarios, actividades paralelas infantiles (¿qué se organiza durante todo el periodo no escolar?) Actividades paralelas adultas o mixtas (aperitivos, decoración del árbol y/o belén, excursiones de día). Recuerda ser sensible a las edades y gustos del público, tiene que haber algo para todos y todas. Que nadie se sienta fuera.

Realización de compras de último minuto. Envoltura de regalos. Recordar y realizar llamadas telefónicas personalizadas a familiares lejanos o cercanos que no han podido venir. Tener en cuenta no solo tu familia sino también la de tu pareja. Enviar regalos, postales etc si es el caso. Planificación de visitas a otros familiares, residencias de mayores etc

El menú. ¿Tradicional o innovador? ¿Hay que mejorar el del año pasado? Comprar, preparar, cocinar, guardar, congelar, sacar la basura, llevar las botellas al contenedor.

Limpieza previa y posterior. Decoración: recordar dónde está la caja polvorienta de titos (no olvides detalles como el de disponer la estrella de belén de la bisabuela de tu pareja que tanto le gusta)

En fin, creo que lo habéis entendido. El demonio está en los detalles.

3. Implantación:

Desarrollad bien vuestro plan. Convocad una reunión familiar en octubre para la asignación de tareas igualitarias y nombrad una comisión de seguimiento paritaria.

4.Resultados

En enero se ha de volver a reunir la comisión para evaluar los resultados y realizar recomendaciones y cambios para el año siguiente.


 

«Tips» y sugerencias para una Navidad más feminista

Una decoración feminista

Puedes introducir símbolos feministas que se recordarán para siempre y se incorporarán a la caja de titos navideños:

Regalos para romper esteretipos, jugamos a otros roles:

Juegos de sobremesa

En realidad toda la velada puede servir para jugar al bingo feminista en familia. Aquí tienes el tablero y las instrucciones

Vestuario

O nos vestimos todos y todas sexy, o nadie.

 

Villancicos

Podéis componer los vuestros… aquí tenéis un ejemplo:

 

Conversaciónes, chistes y acoso

No os podría dejar sin proponer una estrategia:

Es importante mentalizarse de que no es nuestra responsabilidad agotarnos con argumentos, explicaciones sobre lo obvio.

¿Por qué no volver la situación del revés? Utiliza esta sencilla pregunta, machaconamente si es necesario:

¿Explícame por favor por qué?

Ejemplos prácticos:

– Por favor, no es momento de charlar con tus amigos/hermanos/cuñados, hay que fregar.

– Cariño, estamos muy agusto… anda, no nos cortes el rollo. Ya lo harás cuando sea.

¿Explícame por favor por qué?

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El sexo es bonito… pero la Navidad es más frecuente

– Chiste soez machista

– Manolo, ese chiste es machista.. No es gracioso

– ¡No seas tan estrecha/absurda/exagerada/histérica!

¿Explícame por favor por qué?

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-Amigos/maridos-parejas/cuñados se arriman/tocan/besan cuando tu no quieres

– Manolo, eso es acoso.. No es gracioso

¡No seas tan estrecha/absurda/exagerada/histérica!

¿Explícame por favor por qué?

——–

Creo que os podéis hacer una idea. Intuyo que pueden ser momentos de «mansplaining»… abortados.

Finalmente, si nada funciona, retírate con elegancia, no sin antes dejar rellenado un detalle didáctico:

 

 

 

¡Buena suerte y feliz Navidad!

Algoritmos, ¡¿en serio?!

04/12/2018 en Miradas invitadas por Doce Miradas

Alejandra Díaz-Ortiz, @alediazortiz, es una escritora mexicana radicada en Madrid desde hace tantos años que ya perdió la cuenta. Cuentos chinos, con prólogo de Luis Eduardo Aute, fue su primer libro de microrrelatos, al que siguieron Pizca de sal No hay tres sin dos, todos publicados por Trama Editorial. También publicó Julia (Colección Hypatia), su primera novela corta, en la que aborda la relación virtual de dos mujeres: una maltratada por la vida y la otra maltratada por su pareja, un tema con el que se siente muy comprometida.
Colaboradora en varios medios, actualmente se hace cargo de una pequeña librería en el centro de Madrid, La Tres Catorce, mientras prepara su quinto libro.

Llevo un tiempo reflexionando acerca de qué, o quiénes, fracasan, a la hora de prevenir y evitar más asesinatos por violencia de género. Es evidente que algo está fallando y que el mensaje que están percibiendo las víctimas no es para nada alentador. Estoy convencida de que el enfoque con el que se están implementando las políticas y, por ende, las soluciones con las que se pretende erradicar esta lacra, están dejando al margen el factor humano. El más puro y duro, elemento emocional.

Hace poco se informó a los medios que las autoridades se plantean revisar las aplicaciones informáticas con las que se determina si una mujer está siendo maltratada y en qué grado de riesgo. Un programa en el ordenador de cualquier comisaria, que se encarga de medir cómo cuánto de víctima se tiene. Algo así como, si se es víctima de violencia de género completa, solo mitad, o apenas cuarto y mitad. Creo recordar que mencionaron un cuestionario de cincuenta preguntas que se le hace a la mujer que se decide a denunciar a su maltratador. Así, en frío, da igual, el algoritmo ya se encarga del resto. Más tarde leí que una mujer denunció el trato dado a una víctima de violencia de género que acudió a la comisaría de Vallecas, y que consistió en hacerle una serie de preguntas que, a juicio de la involuntaria testigo, la transmutaron de víctima a culpable de su propio maltrato. Al final, la mujer abandonó el lugar sin denunciar, según la testigo.

Por fortuna, alguien ha comenzado a sospechar que el algoritmo no está resultando todo lo eficaz que se prometía. Y es que cuarenta asesinatos de mujeres y cuatro niños en los que va de año, muchos de ellos con orden de alejamiento, obligan a reconsiderar las preguntas y su interpretación. ¡¿En serio?!

A ver, expertos y expertas, les cuento: una víctima de violencia de género NO es un dato, megadato o como se llame el asunto. Es una persona con muchos problemas, todos vitales. Vital es lo contrario de virtual (valga la puntualización por si no queda claro). Una víctima es un manojo de sentimientos, casi todos ellos, contradictorios. Tan contradictorios, e inexplicables, como sentirse enamorada de su verdugo. Por un lado sabe que su vida corre peligro, pero a la vez, estará dispuesta a proteger a esa pareja que la tortura. Si se decide a denunciarlo por primera vez, rara vez lo hará con la absoluta convicción de que está haciendo lo correcto.

Si, encima, hay hijos de por medio o algún tipo de dependencia (económica, física y/o emocional), las dudas serán abismales. Cualquier respuesta que pueda dar la víctima en medio de esa hecatombe personal, debería ser valorada más allá de fórmulas matemáticas. Hay que considerar los titubeos, el llanto, el miedo, pero, sobre todo, la inmensa vergüenza que una mujer maltratada tiene por el simple hecho de serlo. Vergüenza que la hará minimizar, o magnificar, las circunstancias y los hechos. Esa mujer maltratada que llega hasta la mesa de las denuncias, necesita saberse en puerto seguro. Casi me atrevo a afirmar que más que preguntas, lo que le hace falta en ese momento, es silencio. Un silencio casi medicinal. Hay que valorar que viene de una situación en la que se le ha cuestionado todo, absolutamente todo, incluso su existencia. Cualquier pregunta que le resulte incómoda, por más precisa o científica que ésta sea, la hará sentirse vulnerable, con ganas de salir corriendo y, muy probablemente, relativizar lo que le está sucediendo. Antes que ser cuestionada por un extraño, preferirá volver a lo malo conocido.

Y no se me malinterprete. Por supuesto que hay que hacer preguntas, todas las que hagan falta, pero estas deben ir acompañadas de sentido común, de cierta empatía con cada caso en particular. Los miedos de una mujer con hijos requieren una óptica diferente a los temores de una adolescente. Ambas necesitan ayuda y protección, con los mismos medios, pero con un trato especifico para cada caso, a fin de garantizar su seguridad y la de su entorno.

Porque, señores y señoras expertos, las víctimas no somos estadísticas. No somos números y mucho menos, clones. Cada una de las mujeres que están siendo maltratadas en este preciso instante, mientras yo escribo esto, tiene una historia única, y muy personal, que contar. Por eso, precisamente, creo que los algoritmos, al menos de momento, no resultan efectivos para determinar qué mujer precisa de una orden de alejamiento inmediata, por ejemplo.

Por desgracia, ahí están las víctimas mortales como claro ejemplo de su ineficacia. Y las que se sumarán a la cruel lista con la que cerraremos este año y los siguientes, mientras no se cambie el enfoque con el que se están implementando las políticas y acciones contra la violencia de género.

Insisto, no hablamos de gustos para que un algoritmo nos sugiera dónde comprar o adónde viajar. Estamos hablando de desgarros, de violencia, de muertes. Estamos hablando de niños, de mujeres. Hablamos de vida. Y no valen las disculpas ni el ajuste de algoritmos.

(Doy por hecho que todo esto lo saben mejor los psicólogos y expertos en el tema. Yo tan solo fui una víctima hace muchos años que, muy a mi pesar, terminé en una comisaria tras tener una pistola apuntando a mi cabeza. Pero esa es otra historia.)


                                

Nosotras renunciamos, ellos no

27/11/2018 en Doce Miradas por Naiara Pérez de Villarreal

Mi hija Maddi asistió a algunas reuniones de trabajo en sus primeros meses de vida. Cada vez que veo esta foto, me viene a la cabeza la misma idea: la indefensión legal que tenemos en nuestras profesiones las mujeres que queremos y decidimos ser madres.

Tengo 38 años, soy una madre afortunada y orgullosa de una niña de cinco años y un niño de dos, y trabajo por cuenta propia. En mi caso, creo que ser madre no ha supuesto demasiadas renuncias a nivel profesional. Pero algunas, hay. El tiempo que dedico a mi profesión es menor que cuando no era madre, lo que ha supuesto poder afrontar menos proyectos y, por tanto, facturar menos. En mi primer embarazo, apenas pude disfrutar de una baja por maternidad. Entonces, la ley no me permitía facturar durante la baja de maternidad, pero sí estaba obligada a seguir cotizando a la seguridad social, por lo que no me salía muy a cuenta alargar más allá del primer mes esa baja. Hoy, afortunadamente, esa situación ha cambiado y no tienes que afrontar el pago a la seguridad social durante ese periodo de “descanso”. Así que, hoy, no supone tanto lastre económico acogerte al permiso de maternidad durante el tiempo que te permite la ley. Quizás Maddi, de haber nacido ahora, se hubiera perdido alguna reunión.

En mi entorno, conozco bastantes casos de mujeres que han tenido que renunciar a proyectos profesionales que podían suponer una progresión importante en sus carreras por estar embarazadas. Muchas veces les frena el hecho de que piensan que estar embarazadas les resta oportunidades o incluso las descarta a la hora de ser seleccionadas. Y no les falta razón. Es habitual que en una entrevista de trabajo te pregunten por tus planes de maternidad. No es legal ni ético, pero se sigue haciendo a través de preguntas-trampa como, “¿Qué haces en tu tiempo libre?” o “Hablemos un poco de tu vida personal…” o “¿Tienes algún problema para viajar fuera o alargar la jornada en algunas ocasiones?”.

Hace poco, una amiga cercana se encontraba en un proceso de selección para promocionar dentro de su empresa. Me contó que estaba embarazada, e inmediatamente después me dijo con tono de renuncia: “con esto no creo que tenga muchas opciones al puesto”. Su reflexión me pareció tan injusta pero tan realista, que solo me preguntaba: ¿Le compensa a la empresa perder a una candidata idónea para un puesto porque va a estar cuatro meses de baja?, si el candidato idóneo fuese un hombre que va a ser padre, ¿también le penalizaría? Ya conocemos la respuesta.

Clausulas «antiembarazo» en el deporte

En el deporte de élite, la situación es aún más desfavorable para ellas. Hemos visto ya varios casos en los que grandes deportistas mujeres pierden a sus patrocinadores por quedarse embarazadas. Es el caso de Blanca Manchón, seis veces campeona del mundo de windsurf, que en 2016 decidió ser madre, y sus patrocinadores desaparecieron tras hacerlo público. Tuvo a su hijo, y después luchó para lograr ser campeona por sexta vez, a pesar de no poder competir en las mismas condiciones que algunas de sus rivales. Por ejemplo, no pudo contar con una embarcación de asistencia durante la competición. Su historia la podéis ver en este vídeo.

Pero ¿a qué no os imagináis a deportistas de élite masculinos que sean abandonados por sus patrocinadores por tener una lesión de nueve meses de duración?

Blanca Manchón, Maialen Chourraut, o Venus Wiliams por ejemplo, han logrado volver a la élite, pero ¿cuántas se quedan en el camino o simplemente renuncian a sus sueños de ser madres?

Uno de los casos más llamativos lo tenemos en el fútbol femenino. Entre los dieciséis equipos de Primera División en España no hay ninguna futbolista que sea madre. Por supuesto que hay un condicionante físico que afecta a cualquier deportista mujer. Pero, a ello contribuye, la falta de convenios colectivos u otras condiciones laborales pésimas, como las cláusulas «antiembarazo» en los contratos que firman por miedo a quedarse sin trabajo y la imposibilidad de conciliar. Sí, habéis leído bien…¡cláusulas «antiembarazo» en el siglo XXI!

En este caso se está equiparando la maternidad con el dopaje, por ejemplo. Si te quedas embarazada o das positivo por dopaje, la entidad puede rescindir unilateralmente tu contrato. En otros países como EEUU, las futbolistas tienen el mismo problema que en España para volver a su estado físico tras el embarazo, pero por lo menos no temen quedarse sin contrato, y se les proporcionan todas las facilidades para su reincorporación. Claro está que allí el fútbol femenino sí está profesionalizado, por lo que quizás el debate sería ese.

Yo entiendo que para los hombres el cambio en sus vidas al ser padres no es una cuestión física y hormonal como para las mujeres, ya que a éstas les condiciona e incluso impide durante unos meses competir en ciertas especialidades. Pero de ahí a escuchar comentarios como el del periodista deportivo Juanma Castaño, que dijo que Sergio Ramos no debería despertarse por las noches para atender a su hijo porque tiene que descansar bien para ejercer su profesión, es de juzgado de guardia.

Como podemos ver en este vídeo, el mero hecho de ser mujer supone una carrera de obstáculos en la carrera de la vida, aunque la palabra “obstáculo” me suene demasiado fuerte a la hora de calificar la maternidad.

Ser madre es lo mejor que me ha pasado en la vida, y no lo cambio por nada, pero aún nos falta demasiado camino por recorrer para lograr la igualdad de condiciones en la actividad profesional sin renunciar a ciertas cosas. Y no estamos hablando de renuncias banales, estamos hablando de dar vida a otros seres...más que un obstáculo debería ser un “mérito” añadido a nuestro curriculum.

Hay mucho camino por recorrer para garantizar la igualdad entre hombres y mujeres en el ámbito profesional. Además de la concienciación, es necesario y básico elaborar leyes que garanticen derechos elementales para que la maternidad deje de ser una amenaza (incluso para nosotras mismas) y se convierta en un derecho.

Que no nos hagan elegir entre carrera profesional o ser madre, no es justo. Los hombres no lo hacen.

Yo también soy feminista

20/11/2018 en Miradas invisibles por Doce Miradas

Mikel Díez Sarasola (Donostia/San Sebastián, 1975). Pensé que a estas alturas de la vida disfrutaría de una visión satisfactoria del mundo que nos ha tocado vivir. Me equivoqué. Después de cursar Derecho, un postgrado en Berkeley (beca Fulbright), doctorado en Asuntos Internacionales y ahora mismo, filosofía por la UNED, sigo preguntándome cuestiones existenciales básicas. Mi evolución intelectual me conduce hacia posiciones políticas y personales comprometidas con la verdad y la justicia social; desconfío de construcciones sociales de identidad colectiva (nacional, de género o clase), a menudo, constituyen pretextos para legitimar el ejercicio del poder de unos pocos sobre el resto.  @Mikel10sarasola

 

EL FEMINISMO EN LA CENTRALIDAD DE LA REGENERACIÓN DEMOCRÁTICA GLOBAL

Tengo que comenzar estas líneas haciendo una confesión: hasta hace bien poco, el feminismo no era para mí más que un movimiento parcial y exclusivo del colectivo femenino, es decir, una ideología originada a finales de los sesenta por y para mujeres, que tenía por objetivo legítimo el de romper la jaula de cristal en que se había convertido la imposición de roles femeninos en la modernidad. De esta manera, el feminismo –así lo concebía- pasaba a engrosar el largo listado de “los otros”, de todos aquellos colectivos que cuestionaban y desafiaban el status quo del sujeto moderno que resultó ser hombre,  occidental, blanco, heterosexual y de clase media. La celebrada foto de Gillian Wearing ilustra muy bien las amenazas que se cernían sobre el actor hegemónico y único de la modernidad.

‘I’m desperate’ 1992-3 Gillian Wearing OBE born 1963 Purchased 2000 http://www.tate.org.uk/art/work/P78348

En este sentido, y desde mi entendimiento de la política como la aspiración universal de lograr la libertad y dignidad de todos los seres humanos, miraba con recelo todos los discursos que llevaran el adjetivo de “feminista”; teoría jurídica feminista, visión feminista de las relaciones internacionales, sociología feminista etc., por considerar que partían de unas premisas y se dirigían a un público limitado, el de las mujeres, un sector que, aunque fundamental en la reformulación política pendiente de la postmodernidad, no daba respuestas adecuadas –pensaba yo- ni integrales a la necesaria regeneración política y democrática de nuestras sociedades que ofreciera una alternativa política viable a la mundialización economicista (capitalista) hegemónica de nuestros tiempos.

Hoy me doy cuenta que me equivocaba profundamente; varios sucesos sociales y personales de los últimos tiempos me han hecho cambiar mi concepción sobre el feminismo y, a mirarlo con verdadera esperanza como la ideología de progreso para todos. Este proceso de descubrimiento e ilusión con el feminismo es precisamente lo que os quiero contar hoy. En efecto, en estos tiempos de transición donde nos invade una profunda crisis ideológica global y, donde la gente parece resignada e incapacitada para oponer resistencia y arbitrar unos nuevos consensos que pongan al ser humano y su bienestar en el centro de las decisiones colectivas, el feminismo se ha erigido como la única fuerza transformadora capaz de hacer frente a los malos augurios acerca de nuestro futuro y, de recuperar así el mito de la revolución francesa y de la promesa ilustrada de devolver la centralidad al ser humano haciéndole dueño consciente de su destino.

A este respecto, y frente a los movimientos de índole reaccionaria que atraviesan el universo político de las democracias occidentales (Farage, Trump, Salvini, Bolsonaro etc.) y, que amenazan las bases de la convivencia que han caracterizado nuestras sociedades desde la segunda guerra mundial, el movimiento feminista se ha mostrado como la única alternativa que ha logrado aglutinar a nivel global los diversos actores y fuerzas progresistas que buscan y reivindican un mundo más inclusivo, más justo y humano frente a una globalización deshumanizada que nadie parece controlar y, que se nos presenta como inevitable.

Especialmente ilustrativo de lo que acabo de mencionar fue la marcha de las mujeres que se celebró el 21 de enero de 2017 a nivel mundial, justo un día después de la jura del cargo como presidente de Estados Unidos por parte de Donald Trump. Esta manifestación espontánea fue mucho más que un alegato en defensa de las mujeres; esta movilización pacífica ha supuesto el momento en que las mujeres han adoptado la responsabilidad histórica de vehicular el cambio social desde unas premisas y con unas pretensiones de alcance universal. El discurso que la activista afroamericana Angela Davis dirigió durante la histórica jornada cristaliza mejor que ningún otro lo que he tratado de explicar y, que me permito transcribir en inglés:

«At a challenging moment in our history, let us remind ourselves that we the hundreds of thousands, the millions of women, trans-people, men and youth who are here at the Women’s March, we represent the powerful forces of change that are determined to prevent the dying cultures of racism, hetero-patriarchy from rising again. […]The struggle to save the planet, to stop climate change […]  The struggle to save our flora and fauna, to save the air—this is ground zero of the struggle for social justice. […] We dedicate ourselves to collective resistance. Resistance to the billionaire mortgage profiteers and gentrifiers. Resistance to the health care privateers. Resistance to the attacks on Muslims and on immigrants. Resistance to attacks on disabled people. Resistance to state violence perpetrated by the police and through the prison industrial complex. Resistance to institutional and intimate gender violence, especially against trans women of color […]

A este respecto, no deja de ser paradójico que sea precisamente el feminismo el llamado a salvar los vestigios de esos valores ilustrados que han inspirado la idea de progreso en nuestras sociedades y, que han propiciado los grandes cambios políticos hasta nuestros recientes estados de bienestar. Y digo paradójico porque esos grandes consensos que ahora están en crisis, se han realizado de espaldas a las mujeres, unas mujeres que se han limitado a ocupar una posición subalterna, una condición de ciudadano pasivo sin capacidad de participar en los procesos decisorios del ámbito público. La mujer de esta manera ha dejado de ser un mero individuo para pasar a ser un sujeto, un sujeto que decide y que tiene la responsabilidad de liderar un nuevo rumbo para las personas, un mundo que de nuevo sea capaz de depositar su esperanza en los valores de libertad, igualdad y fraternidad.

Para terminar este post quiero volver al título del mismo; creo sin lugar a dudas que el feminismo se ha convertido en la única propuesta ideológica capaz de materializar hoy en día la promesa de emancipación individual y colectiva de todos los seres humanos, una conclusión, la mía, que me permite afirmar sin miedo a equivocarme que yo también soy feminista.

 

    

Presta atención. En tu entorno hay un putero

13/11/2018 en Doce Miradas por Arantxa Sainz de Murieta

doce miradas

«Si me matan, sacaré los brazos de la tumba y seré más fuerte». Con esta frase, la activista dominicana Minerva Mirabal respondía a principios de la década de los 60 a quienes le advertían sobre su incipiente asesinato. El 25 de noviembre, Minerva, junto a sus hermanas Patria y María Teresa, fueron brutalmente asesinadas por orden del gobernante dominicano Rafael Trujillo, tras ser encarceladas, violadas y torturadas por enfrentarse al poder.

La fecha de su asesinato se eligió, a partir de 1981, como el  Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, un día de denuncia y protesta que honra, al mismo tiempo, la memoria de las hermanas Mirabal. De seguir vivas, Minerva, Patria y María Teresa, hoy en día, tendrían mucho por lo que seguir luchando. Un gran número de nuestros derechos siguen en peligro en un sistema que parece cada vez más embravecido con el plante que las mujeres venimos haciendo desde hace muchos años y que se vuelve peligroso a ojos de quienes siguen ostentando el poder. Es un rechazo natural; si tocas teclas que consiguen entonar melodías de cambio, las estructuras se retuercen y reaccionan.

La realidad es que una de cada tres mujeres sigue sufriendo violencia física o sexual. Sí, ya sé que estos datos, leídos una y otra vez, no nos mueven de la silla. Nos hacemos inmunes porque lo que vemos son números, no vemos a las personas. Aún así, no voy a dejar de lado que tres de cada cuatro mujeres víctimas de trata son utilizadas para la explotación sexual, alimentando así el comercio más trágico, perverso y provechoso del universo: el comercio de las personas. 

La prostitución es el segundo negocio que más dinero mueve en el mundo, un mundo en el que se prostituyen entre 40 y 42 millones de personas; un 90% son mujeres y niñas que tienen entre 13 y 25 años. El 62% fueron iniciadas en la prostitución siendo menores de edad y, en la mayoría de los casos, habían padecido violencias físicas antes de los 16 años. No es casual. «El sistema prostitucional», dice Amelia Tiganus, integrante de Feminicidio.net y víctima de explotación sexual, «utiliza estos traumas de la infancia en su propio interés. Lo pude descubrir en mis carnes después de sufrir una violación múltiple a los 13 años. Me convirtieron en puta sin importarles que yo en realidad quisiera ser médica o profesora. Abandoné los estudios por no soportar toda aquella situación y aquel dolor. Las violaciones y la persecución se volvieron sistemáticas y yo, en la soledad y el abandono más absoluto, encontré la (falsa) solución el día que dejé de resistirme y me resigné». 

La prostitución funciona con la lógica del mercado. El propósito de los mercaderes de personas es elevar la cuota e incrementar sus beneficios. Lo tienen fácil porque comprar una persona en el siglo XXI puede costar menos de 150 euros, mientras que explotarla durante un mes puede generar como mínimo 6.000 euros. Y, mientras tanto, los compradores de sexo mantienen la demanda de este mercado.

Se calcula que, en el Estado español, casi un 40 % de hombres han pagado alguna vez por tener sexo con una mujer. Sí, has leído bien; 40 de cada 100 hombres. Lo repito porque no quiero que nadie lea este dato sin echarse las manos a la cabeza o sentir un punzamiento en el alma. A pesar de que tres cuartas partes de los puteros opina que si una mujer se prostituye es porque, de algún modo, le obligan a hacerlo a través del uso de la fuerza, o a base de amenazas, consideran también que las mujeres obligadas a prostituirse son siempre las otras, no aquéllas que ellos compran.

Los datos hablan por sí solos. Presta atención, hay un putero en tu entorno, a tu derecha o a tu izquierda: un amigo, un compañero de trabajo, un hermano, alguien de la cuadrilla, un vecino, un marido o un padre. Son señores, de todas las edades y condiciones, depredadores de cuerpos de mujeres y niñas, cada vez más jóvenes, porque así lo demandan clientes que se creen con derecho a comprar el cuerpo de una mujer.

En esta lógica de mercado, toda mercancía necesita ser renovada, dando ritmo así a la abominable ‘ruta del 28”, cuya denominación proviene de la práctica de aprovechar el día 28 —cuando la mujer comienza a menstruar— para cambiarle de lugar, es decir, de prostíbulo. Así, la mercancía se mueve y los puteros pueden comprar nuevos cuerpos en sus visitas semanales. El cliente exige, el proxeneta provee. Los puteros no cambian de localidad, no cambian de hábitos, los puteros están entre nosotras, convivimos con ellos, son personas aparentemente normales, con parejas e hijos.

La alegalidad de la prostitución en el Estado español hace que se vea como un paraíso para los tratantes de esclavas sexuales, que incluso llegan a ser denominados empresarios por algunos medios de comunicación. ¡Qué desfachatez! ¿Empresarios de qué? Alrededor de 1.500 burdeles se camuflan como locales de hostelería para esclavizar y explotar sexual y diariamente a mujeres. ¿En serio se les puede llamar empresarios? Como decía María Puente en el artículo “El año en que once diplomáticos europeos fueron explotados sexualmente”,  legalizar la prostitución no es una postura progresista. Y continuaba diciendo algo que comparto al ciento por ciento: “En algún tiempo creí que era la mejor opción, pero ahora estoy convencida de que regular y legalizar la prostitución supone la institucionalización de esta forma de esclavitud”.

Leía hace unos días a Sonia Sánchez, también víctima de explotación sexual. Dejaba a las claras, en una sobrecogedora entrevista en la BBC, que “ninguna mujer nace para puta. Nos hacen putas, nos convierten en putas. El mismo hombre que te hace puta, en otro barrio es un marido y un padre”. Y sabe de lo que habla. El patriarcado, que impone las reglas del sistema económico que hace girar la Tierra, plantea el debate de la prostitución en términos de libertad de elección y de regulación laboral. Las propias víctimas dicen que, “las mujeres que ejercen la prostitución necesitan decirse que son ellas las que eligen, las que ponen el precio, las que son libres de entrar o salir cuando les apetece. Y se lo dicen para no sentir dolor, para negar la tortura de la que son víctimas”.

Lejos de ser una oportunidad profesional, o una mal llamada “vida alegre”, se trata de una de las muestras más bestiales de la desigualdad de género y del sufrimiento humano. La prostitución no es una profesión, es esclavitud. No existen empresarios, existes proxenetas y mafias que trafican con personas. No existen consumidores, existen puteros que demandan “carne fresca” para satisfacer sus caprichos. Y los tienes muy cerca.

 

 

Apostemos por la sororidad

06/11/2018 en Miradas invitadas por Doce Miradas

Arantza Echaniz Barrondo (Bilbao, 1968). Profesora de la Universidad de Deusto. Doctora en Ciencias Económicas y Empresariales, con la tesis: «La situación de la mujer en la empresa. Hacia el liderazgo femenino. Caso de MCC». Asesora externa de la Comisión de Ética y Buen Gobierno del Ayuntamiento de Bilbao… Enamorada de la vida y de mi profesión. Amiga de mis amigos. Comprometida con hacer del mundo un lugar mejor.



Hace tiempo escribí una entrada en mi blog que llevaba por título “El peligro de la historia única”, que es el de una charla TED que dio la escritora nigeriana Chimamanda Ngozi Adichie en 2009. En dicha entrada llegaba a esta conclusión:

“La charla también me hacía pensar en la lucha feminista, en el patriarcado. Durante muchos, demasiados años la historia de las mujeres ha sido contada e interpretada por hombres. La voz de la mujer ha sido silenciada o minusvalorada… Todo cambio hacia la real igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres pasa por superar la historia única”.

El patriarcado está inscrito muy fuerte en nuestro ADN social. Una muestra de ello la podemos ver en el vídeo de BBC News Mundo (2018) en el que se propone el siguiente acertijo:

«Un padre y un hijo viajan en coche. Tienen un accidente grave, el padre muere y al hijo se lo llevan al hospital porque necesita una compleja operación de emergencia. Llaman a una eminencia médica pero cuando llega y ve al paciente dice: ‘No puedo operarlo, es mi hijo’.»

Como se explica en el vídeo incluso personas con mucha conciencia feminista no se plantean que la respuesta es que la eminencia médica es la madre debido a la “parcialidad implícita”, que tiene un origen cultural pero que se vuelve parte de un proceso automático. Yo misma cuando acabé mi tesis doctoral sobre el tema del liderazgo femenino llegaba a la conclusión de que, en gran medida, estaba alienada. Ir contra los “mandatos sociales” exige estar muy alerta, a sabiendas de que algunas veces no caerás en la cuenta y reproducirás los mecanismos que perpetúan las diferencias.

Recientemente he leído un nuevo artículo de Adichie (2018), cuyo título es: «El silencio es un lujo que no podemos permitirnos«. En él invita a la valentía, a romper el silencio, a ir en contra de lo establecido y luchar por la justicia. “Es la hora de la valentía, que no es la ausencia de miedo sino la decisión de actuar a pesar de tenerlo (…) Esa experiencia [una relacionada con una visita a la iglesia de su niñez en la que se habían dado pasos hacia atrás] me hizo abandonar mi idea boba y romántica de que ‘hablar claro’ va unido a la certeza de un apoyo generalizado. Pero me aclaró la importancia de hablar de lo que importa: no se debe hablar porque uno esté seguro de que le van a apoyar, sino porque no puede permitirse el silencio (…). Mi responsabilidad como ciudadana es la verdad y la justicia”. Las mujeres tenemos que unirnos y dar a conocer nuestra voz. Y más cuando, como dice Adichie (2018), “sabemos por las investigaciones que las mujeres leen libros escritos por hombres y por mujeres, pero los hombres leen libros escritos por hombres”. Los relatos de las mujeres son para todas las personas porque hablan de la humanidad. Como decía Mao Zedong, “Las mujeres sostienen la mitad del cielo, porque con la otra mano sostienen la mitad del mundo”.

Dar a conocer nuestra voz pasa por reconocer las discriminaciones múltiples y la necesidad de una aproximación interseccional. «Considerar además del género, otras desigualdades exige pasar de un enfoque unitario a un enfoque que ha de integrar desigualdades múltiples que incluyen primero la raza y la clase social, luego en lugar de la clase social lo harán la edad, la religión o creencia, la discapacidad y la orientación sexual” (Expósito, 2012, 207). No se trata de dar a conocer la voz de la mujer sino las voces de las mujeres, que son muchas y muy diversas en función de las mencionadas discriminaciones múltiples.

Y una de las mejores vías para hacerlo es a través del ejercicio de la sororidad, entendida como “una experiencia de las mujeres que conduce a la búsqueda de relaciones positivas y a la alianza existencial y política, cuerpo a cuerpo, subjetividad a subjetividad con otras mujeres, para contribuir con acciones específicas a la eliminación social de todas las formas de opresión y al apoyo mutuo para lograr el poderío genérico de todas y al empoderamiento vital de cada mujer” (Lagarde, 2006, 126). En definitiva son pactos entre mujeres a favor de mujeres y para hacer del mundo un lugar mejor para todas las personas.

Apostemos por la sororidad. Como dice Burgos (2018), en lugar de seguir el “mandato” y competir con cada mujer con la que te cruces, “decide ser su igual, su hermana, su amiga, su aliada. Decide sustituir la envidia por admiración, las críticas por apoyo, la lucha por amor”.

Referencias:

  • Adichie, Chimamanda N. (2009, julio). Chimamanda Adichie: El peligro de la historia única. [Archivo de vídeo]. Recuperado de: https://www.ted.com/talks/chimamanda_adichie_the_danger_of_a_single_story?language=es
  • Adichie, Chimamanda N. (2018, 26 de octubre). El silencio es un lujo que no podemos permitirnos. El País. Recuperado de: https://elpais.com/cultura/2018/10/26/babelia/1540567059_956054.html
  • BBC News Mundo (2018, 8 de marzo). El acertijo que puede mostrarte algo de ti mismo que quizás no sabías [Archivo de vídeo]. Recuperado de: https://www.youtube.com/watch?v=AYRg2DPj-FM
  • Burgos, S. [SandraBurgos 30K] (2018, 30 de enero). Querida Eva… (Carta A La Sororidad, Carta A Una Mujer). Recuperado de: https://www.youtube.com/watch?v=ibmG8dlApRw
    Expósito Molina, C. (2012). ¿Qué es eso de la interseccionalidad? Aproximación al tratamiento de la diversidad desde la perspectiva de género en España. Investigaciones Feministas, 3, 203-222
  • Lagarde, M. (2006). Pacto entre mujeres. Sororidad. Aportes para el debate, 123-135. Ponencia para la Coordinadora Española para el lobby europeo de mujeres. Recuperado de: https://www.asociacionag.org.ar/pdfaportes/25/09.pdf

¡Tenemos un notición!

30/10/2018 en Doce Miradas por Doce Miradas

Doce MiradasDespués de cinco años y medio de observar la vida actual y pasada bajo el  filtro violeta, y de soñar con un futuro de igualdad, la Asociación Vasca de Periodistas y el Colegio Vasco de Periodistas se han fijado en nosotras. Doce Miradas ha recibido el Premio Periodismo Vasco 2018 en la modalidad de Periodismo Digital y estamos felices con el reconocimiento.

Parece que fue ayer

En 2012, en una sala de la Universidad de Deusto, doce mujeres unidas por la causa común de la igualdad de género, emocionadas, pulsaban ‘ENTER’ y publicaban el primer post del blog. Parecía que lanzásemos un cohete a la luna, a juzgar por lo trascendentes que nos pusimos, pese a las risas nerviosas y la ilusión que nos embargaba a todas. Y no era para menos. Enviábamos nuestro primer mensaje con afán transformador. Aspirábamos a remover conciencias, despertar dudas, aprender juntas, impactar en las mentes y los corazones de quienes quisieran leernos.

Y las primeras impactadas fuimos nosotras. No somos las mismas de entonces. La transformación social que ambicionábamos, que ambicionamos, es un propósito enorme, de largo recorrido y luces largas. Queda mucho camino para eso. Pero la transformación personal, no menos importante, llegó por sorpresa, sin buscarla.

El origen

Doce Miradas surge de la necesidad de levantar la voz para hacernos oír, reivindicar, corregir o destruir estructuras que oprimen, teniendo muy presente que no podemos –ni queremos- hacerlo solas. Doce Miradas nace con el deseo de sumar en las etapas del camino personas con las que construir un modelo justo de desarrollo personal y oportunidades. La justicia social y la igualdad entre hombres y mujeres es una responsabilidad de todos y todas.

Nosotras contamos

En Doce Miradas contamos: contamos a través de nuestro blog semanalmente. Contamos las corbatas en los congresos y en las fotos. Y por supuesto, contamos porque somos importantes, contamos como mujeres en la sociedad.

Durante este tiempo, semana tras semana, hemos publicado en nuestro blog más de 230 artículos. Son reflexiones personales que animan, directa o indirectamente, a la participación, como lo demuestran los casi 2.000 comentarios registrados. Nos han acompañado alrededor de 100 miradas invitadas, mujeres y hombres del mundo del periodismo, consultoría, judicatura, coaching, economía, cultura, igualdad, política, literatura, diseño, marketing, comunicación, sociología, educación e investigación, entre otros.

Dada la diversísima procedencia de las firmas, los temas abordados -siempre en torno a la igualdad, la perspectiva de género y el feminismo-, han sido también variados: participación pública, corresponsabilidad, medicina, publicidad, medios, música, literatura, lenguaje inclusivo, tecnología, historia del feminismo, cine, educación, infancia, empoderamiento, violencia, prostitución, justicia, acoso, historia de las mujeres y techo de cristal.

Estos artículos comparten, sin embargo, su sencillez y la ausencia de tecnicismos o grandes ambiciones teóricas o académicas. Están, por el contrario, cargados de vivencias y enfoques individuales, que, creemos, han favorecido la conexión con mujeres y hombres de todo tipo, no directamente próximas al “activismo” feminista en inicio.

Qué hemos hecho

Doce Miradas ha contribuido, a nuestro de modo de ver, a trasladar una idea diversificada del feminismo: no hay una sola manera de ser feminista, sino muchas. No deberíamos, de hecho, hablar ya en singular del movimiento feminista, sino de los movimientos feministas. Entendemos que los feminismos son variados, diversos, incluso contradictorios, porque están vivos y eso supone que evolucionan, se transmutan, se transforman.

El premio

Una de las mejores noticias que hemos recibido en estos cinco años es la concesión de este premio, que no es el primero, pues en 2016 recibimos el Aire Saria de Getxo Blog. Los premios siempre llegan en buen momento. Este nos ha llegado recién entradas en la madurez, cuando llevamos cinco años y medio, que, en “años blog” ya es una edad respetable.

Desde el principio fue un proyecto colaborativo y esa es la mejor de sus esencias. Este premio, como el Gordo de Navidad, está muy repartido, y es que los premios colectivos son los mejores. Está repartido entre las dieciocho mujeres que han sido y son miradas; entre las más de cien que han colaborado con el blog; entre las miles que nos siguen en las redes sociales y entre todas las personas que han confiado en este proyecto y se han sumado a él.

No queremos dejar escapar la ocasión de recordar por qué y por quién estamos aquí, en este punto del camino. Estamos aquí porque somos de cielo abierto y no nos gustan los techos de cristal ni los suelos pegajosos. Porque el mercado laboral no ha creído en nosotras ni en nuestras capacidades. Porque queremos hacernos visibles y dejar de vivir en la sombra. Porque me too, sí, a mí también me ha pasado, a nosotras también, a vosotras también os ha pasado y no tenemos por qué callarlo; caiga quien caiga. Porque nos seguimos poniendo de negro cuando los números sangran y todavía hay violencia extrema, letal, contra las mujeres aquí cerquita, a nuestro alrededor.

Y, finalmente, porque queremos cambiar las cosas y solo hay una manera de hacerlo: las cosas solo se cambian cambiándolas.

Eskerrik asko. Danke schön. Merci beaucoup. Thank you very much. Gracias.