Los hombres que no sabían trabajar con mujeres
19/02/2019 en Doce Miradas
En contextos laborales informales, a menudo y lamentablemente nos encontramos con señores, por lo general maduros, pero también los hay jóvenes, que no saben trabajar con mujeres. No saben trabajar porque no saben estar; no saben cómo tratarnos, no saben cómo hablarnos, porque las mujeres estamos excluidas de sus imaginarios. Solo existimos en una pequeña parcela que habita, por un lado, lo afectivo, lo familiar, lo infantil y, por otro, lo sexual. Estamos excluidas, pues, de la camaradería, del colegueo, de la charla sobre hobbies o aficiones. Somos lo otro.
Como afirma el psiquiatra Enrique Stola, los hombres “se miran entre sí”, quieren “aplaudirse entre sí”, “no importa lo que sienta la mujer”. Buscan la aprobación, la risa, la admiración de sus iguales. Nosotras no contamos, no importamos, no existimos.
Ese «no saber» es, por tanto, bastante más amplio, pero, por no abarcar demasiado, lo limitaremos a entornos laborales informales, que ya dan de sí mucho y bastante.
Así pues, los hombres que no saben trabajar con mujeres pueden clasificarse en los siguiente grupos o categorías, que, por supuesto, no se excluyen entre sí, de manera que algunos especímenes pueden encontrarse en dos o incluso en tres o más compartimentos.
Antes de empezar, una advertencia: estas conductas que describiré no son delicitivas; solo molestas, cargantes e insoportables. Solo.
Vamos, pues, con el repertorio de hombres que no saben trabajar con mujeres:
– 1 –
En el top one tenemos al que no ha superado el cuarto de básica; el 4º de EGB, para que lo entendamos las y los viejunos.
Cómo reconocerlo. Para este elemento, las chicas están para chincharlas: para tirarles del pelo, para hacer pullitas. Cuando te tiende un objeto con la mano y tiendes tú la tuya para recogerlo, lo retira y se ríe.
Cómo actuar con(tra) él. Pues no sé. Ahora mismo no se me ocurre nada.
– 2 –
El árbitro de la elegancia
Cómo reconocerlo. Siempre tiene a punto un comentario pretendidamente gracioso sobre tu atuendo; te lo hará saber si cree que vas muy abrigada o poco abrigada, si llevas gafas de sol, si no las llevas, si llevas sombrero, tacones… Lo que sea. Reparará, pues, en cualquier detalle de tu vestimenta que se salga de su rancia idea de cómo debe vestir una señora.
Cómo actuar con(tra) él. No sirve de nada, pero yo, por ejemplo, si se mete con mi bolso, le replico: “¿Te gusta? Te lo presto cuando quieras.”
– 3 –
El seductor inmaduro e inofensivo
Cómo reconocerlo. Emocionalmente sigue cursando el cuarto de básica, pero en enamoradizo. Tiene dificultades para entender que sus compañeras o sus jefas no son solo un objeto amoroso. En confianza te confesará que le cuesta no verlas “como mujer”.
Cómo actuar con(tra) él. Pues lo ignoro, vete tú a saber.
– 4 –
El seductor molesto o baboso
Cómo reconocerlo. Tira la caña (una cañita fina y quebradiza, nada de cañón) y la sujeta firme, presto a retirarla a la menor señal de haber metido la pata, para poder argumentar siempre que lo has malinterpretado.
Cómo actuar con(tra) él. No tengo ni idea.
– 5 –
El «cariño»
Cómo reconocerlo. Para él eres una niña pequeña a la que hay que proteger y mimar. Por eso te llama “cariño”, “cielo”, “chata”, “nena”, te guiña el ojo, te acorta el nombre o le pone diminutivo sin permiso, sin que medie confianza alguna.
Cómo actuar con(tra) él. Lo desconozco.
– 6 –
El caballero cortés
Cómo reconocerlo. No puede soportar que una mujer cruce una puerta tras él; mucho menos que le ceda el paso. Hace un comentario elogioso sobre tu vestido, inmediatamente te da la espalda para hablar de política con otro señor y no entiende por qué te enfadas, si te ha dicho que estás guapísima.
Cómo actuar con(tra) él. ¿Pagarle con la misma moneda, a ver si se estomaga?
– 7 –
El single reciente
Cómo reconocerlo. Se ha pasado la vida entera con una mujer a su lado, recientemente ha enviudado, se ha separado o divorciado y anda a la búsqueda de un reemplazo, como quien ha perdido el paraguas y va a comprarse otro. O sea, que le da un poco lo mismo: no filtra, no selecciona; todas las singles le sirven.
Cómo actuar con(tra) él. No me atrevo a dar consejos, pero se me antoja que, cuanto antes le quede claro que no te interesa nada, mejor.
– 8 –
El abuelete
Cómo reconocerlo. Es esta una categoría especial dedicada a un tipo que una vez se sacó un caramelo del bolsillo y me lo regaló. Tenía yo cuarenta años ya cumplidos.
Cómo actuar con(tra) él. Pues aquí tampoco voy a dar ninguna fórmula y no doy fórmulas porque ya está bien de poner el foco sobre nuestra respuesta: pongámoslo de una maldita vez sobre su conducta. Cuando una compañera o amiga me ha relatado alguna de estas situaciones incómodas, su relato siempre siempre siempre ha ido seguido de una lamentación sobre su falta de pericia a la hora de afrontarlo, su equivocada respuesta y su parte de culpa en la forma en que se desarrollaron los acontecimientos. Y ya está bien. Ya vale de flagelarnos.
◊ ◊ ◊ ◊ ◊
Y esta ha sido mi reflexión lúdico-reivindicativa sobre ciertas conductas tóxicas que tenemos que soportar en ambientes laborales informales y no tan informales. Si alguien quiere añadir alguna categoría más, ni que decir tiene que toda aportación será bienvenida.
Y, por supuesto, quiero dar las gracias a mis compañeras y a mis amigas, sin cuya inestimable ayuda este artículo no habría sido posible.
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¡Gran clasificación la tuya Noemí! Genial. Al arbitro de la elegancia le he dicho yo alguna vez, que tengo espejo y que puede saludar sin opinar.
Últimamente me he encontrado con una mezcla de arbitro, baboso y abuelete y por encima de todo, mansplaining, ¡suerte la mía! A este, ni caso, alas y a volar lejos.
Gracias, Eunate. Es el problema de este tipo de artículos, que siempre te queda algún ejemplar sin catalogar. Menos mal que vuestras aportaciones enriquecen mucho.
Yo creo que hay otro, que es el que (todavía) no entiende que una mujer puede tener más fuerza o ser más habilidosa en una actividad con predominio tradicionalmente masculino. Lo llamaría el negador compulsivo de la realidad. Pongamos el caso de la bici. Una chica baja mejor, por ejemplo. Te adelanta. O vas pie y ella es capaz de pasar el tramo montada en la bici. Y entonces aparece el shock emocional: no puede ser, eso es imposible. Esto afecta a toda una cosmovisión, a una manera de ser y de estar en el mundo. Más de uno todavía vivirá con el trauma. Años después se acuerda todavía de aquel día de humillación
Muy buena aportación. Gracias, Julen. A este paso voy a tener que escribir una segunda parte.