Si no lo sabéis, para esta navidad tomad nota. Tener una feminista en la familia o la pandilla levanta cualquier situación. ¿Que entre plato y plato languidece la charla? Provocad a la prima feminista. ¿Que los langostinos han quedado duros? Un buen chiste misógino y todos reirán al unísono, en cómplice fraternidad. ¿Que dos se han enzarzado por la consulta de Catalunya? Preguntad por las Femen.
En esta linea se sitúa el archiconocido yo-estoy-a-favor-de-la-igualdad-de-derechos-pero-no-soy-feminista. Un clásico del género, con el que a todas las militantes nos ha tocado lidiar en alguna ocasión.
Porque el Diálogo Antifeminista de Pacotilla, hay que saberlo, es un género en toda regla. Con sus figuras de estilo, sus tópicos, sus estructuras. Es habitual, por ejemplo, que quien provoca empiece confesando su desconocimiento (yo de feminismo no sé mucho) para a continuación hacer muestra de un aplomo a prueba de balas, convencido de que sus réplicas son originalísimas y definitivas; cuando por lo general es simplemente lo primero que se la ha pasado por la cabeza. El caso de antología es el insuperable El feminismo es lo mismo que el machismo pero al revés, cuyo autor (o autora: haylas, haylas) normalmente acompaña de una expresión satisfecha, como diciendo Ahí te he pillado, eh. Dos de cada tres Diálogos Antifeministas de Pacotilla reproducen este gag.
El yo-estoy-a-favor-de-la-igualdad-de-derechos-pero-no-soy-feminista es más sofisticado. Podría considerarse como uno de esos falsos amigos a los que se refería María Puente el otro día: parece una cosa pero es otra. Este parece una declaración a favor de la igualdad de derechos, pero en realidad es una afirmación que deslegitima la lucha por esa misma igualdad.
Decir yo-estoy-a-favor-de-la-igualdad-de-derechos es una manera elegante de no decir nada
Igualdad o derechos son términos consensuales. Pura jerga de contrato social, venida directa de la Revolución Francesa, cuya Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano era literal: reconocía derechos solo para ellos. Las mujeres tuvimos que esperar la segunda mitad del siglo XX para acceder de manera generalizada a todo lo que nuestros compañeros de revolución obtuvieron a finales del siglo XVIII. Son casi dos siglos de diferencia. Decir igualdad de derechos y punto es afirmarse en una tradición según la cual la igualdad es para los iguales y la desigualdad para los diferentes.
Marcha sobre Versalles. Jornadas revolucionarias del 5 y el 6 de octubre de 1789
Porque ¿qué significa igualdad? ¿Igualdad de partida o igualdad de llegada? ¿Igualdad formal o igualdad de circunstancias? ¿Igualdad es paridad? ¿Igualdad significa unidad, renuncia a la singularidad? ¿Y qué derechos son esos que creemos que deben ser iguales para todos? ¿Tienen las mujeres el mismo derecho que los hombres a usar libremente de su capacidad reproductiva? ¿Todas las personas tienen derecho a contraer matrimonio, con independencia del sexo de los contrayentes? ¿Y todas deben tener derecho a adoptar, con independencia de su orientación sexual? ¿Y a someterse a tratamientos de reproducción asistida? ¿Y a tratamientos hormonales? Cuando empezamos a llenar de contenido esos derechos y debatir sobre las condiciones que deben darse para que se ejerzan en igualdad, la cosa se complica.
Si estás en contra del feminismo, devuelve tus derechos
Obviedades. ¿Quiénes lucharon por el sufragio femenino? ¿Y por el reconocimiento del derecho a la interrupción del embarazo? ¿Quiénes luchan hoy de nuevo por ese derecho, cuando se ve amenazado? ¿Quiénes visibilizan la violencia de género? ¿Quiénes se manifiestan contra la esclavitud sexual? ¿Y contra la publicidad sexista? ¿Y contra la ablación del clítoris? ¿Y por la igualdad de salarios? ¿Y a favor de la ley del divorcio? ¿Y de la conciliación laboral?
Antisufragistas en Estados Unidos (1911)
A las mujeres que desprecian el movimiento feminista siempre me dan ganas de decirles que devuelvan los derechos. Que renuncien al derecho de voto, al derecho a la educación, al derecho a no ser violadas, al derecho a interrumpir el embarazo de su hija, al derecho a firmar un contrato de trabajo y abrir una cuenta bancaria, al derecho a exigir el mismo sueldo por el mismo trabajo, al derecho a reclamar medidas que garanticen un reparto igualitario de las tareas de cuidado. Que renuncien.
Los únicos movimientos que defienden los derechos de las mujeres como un objetivo en sí mismo son los que se llaman a sí mismos feministas
Más obviedades. Si hablamos de igualdad de derechos entre hombres y mujeres hablamos del resultado de la lucha histórica de grupos de mujeres organizadas que se llaman a sí mismas feministas. ¿Por qué se pretende separar a esos grupos de sus logros históricos? Para deslegitimarlos. Para que se nos olvide que ningún otro movimiento ha luchado por la igualdad de derechos entre los hombres y las mujeres. Ni el marxismo, ni el socialismo, ni el liberalismo, ni el anarquismo, ni el ecologismo, ni el nacionalismo, ni el antirracismo. Si eres mujer, tus derechos los han conseguido otras mujeres, organizadas colectivamente, que se llamaban a sí mismas feministas y que actuaban al margen (y casi siempre en contra) de las ideologías y las organizaciones políticas de su tiempo.
Manifestación por la despenalización del adulterio frente a los juzgados de Barcelona en 1976. Foto de Pilar Aymerich
Pero eso era antes. No me extiendo sobre este punto porque todos los posts de este blog contienen ejemplos de lo contrario. Afirmar que la desigualdad ya no existe es una estrategia para perpetuarla.
Solo un apunte, inevitable. Esta misma semana llega al Consejo de Ministros la propuesta de reforma de la ley del aborto que pretende sustituir la legislación anterior, basada en plazos (las mujeres pueden decidir libremente sobre la continuación de su embarazo durante las primeras 14 semanas), por otra, basada en supuestos, que limitará drásticamente la libertad de las mujeres sobre sus propios derechos reproductivos. Aunque polémica, la reforma no levanta demasiadas voces críticas en el arco parlamentario o solo de manera anecdótica. Con la que está cayendo, a quién le importa que las mujeres no puedan abortar. Si no fuera por el ruido que están metiendo las organizaciones feministas, casi podría pasar desapercibida.
La igualdad de derechos ayuda, pero no garantiza que desaparezcan los sistemas de dominación
Decir yo-estoy-a-favor-de-la-igualdad-de-derechos supone, por tanto, posicionarse en una idea formalista (y voluntariamente ingenua) de la desigualdad. Supone querer ignorar que las desigualdades más arraigadas responden a realidades estructurales; formas de organizar el mundo tan viejas y tan interiorizadas que apenas somos capaces de reconocer, que no se miden ni se cambian fácilmente, que casi nunca se dejan atrapar, que a veces ni siquiera se nombran. A diferencia de la retórica de la igualdad, que se centra en los aspectos formales, el feminismo se preocupa por las relaciones de poder y los sistemas de dominación, por los mecanismos que los sostienen, perpetúan y naturalizan.
Pongamos el caso de la maternidad. Por ley, se puede reconocer el derecho de las mujeres a ausentarse temporalmente de su puesto de trabajo, regular el plazo y las prestaciones. Pero por ley no se transforma la mentalidad de las personas. Por ley no se puede mitigar el sentimiento de culpa de las que, en ejercicio de su derecho, deciden volver en seguida a su trabajo. No se pueden controlar las normas sociales que dictan cómo debe vivirse la experiencia de la maternidad, que consideran que la responsabilidad de la madre es naturalmente mayor que la del padre y aplican diferentes varas de medir las exigencias que recaen sobre unas y otros.
El feminismo es radical siempre
Llegado este punto de la conversación, quien ha empezado con el yo-estoy-a-favor-de-la-igualdad-de-derechos-pero-no-soy-feminista, suele sentir la necesidad de aclarar: Bueno, yo con eso estoy de acuerdo, pero es que las feministas radicales… Feministas radicales somos todas. Porque no hay manera de cuestionar las relaciones de género sin cuestionarlo prácticamente todo, desde la economía (¿qué sería del modelo de trabajo industrial, basado en la jornada de ocho horas cinco días a la semana, sin la división sexual del trabajo en virtud de la cual las tareas domésticas salen gratis?) hasta el lenguaje, pasando por la ciencia o la televisión.
A esta radicalidad me refiero. La que aborda los problemas de raíz y no solo su manifestación superficial.
Che queer
Concha Malpuesta es un personaje de ficción
Siguiendo la estructura habitual de esa conversación, lo siguiente suele ser: Es que el feminismo tiene mala imagen. Volvemos al terreno de las obviedades. Tiene mala imagen porque cuestiona el status quo y quienes dominan el status quo suelen ser los mismos que controlan la formación de la opinión pública.
Para acabar, un comentario rápido sobre el argumento sexista que quiere hacer creer que el feminismo es un movimiento dogmático. Aunque muchas de sus acciones públicas se realicen a través de grupos estructurados, el feminismo no es un partido político, ni una organizacion, ni siquiera un conjunto de organizaciones. Es un punto de vista que cada cual ejerce como le da la gana.
Como se suele decir: hay tantos feminismos como feministas. En estos vídeos para Pikara Magazine Alicia Murillo y Bárbara Sánchez lo explican muy bien. Tenedlos listos en el móvil para estas fiestas. ¡Veréis qué éxito!
¿Quiénes somos las feministas? Parte 1:
http://www.youtube.com/watch?v=Xkwi56r9F64
¿Quiénes somos las feministas? Parte 2:
http://www.youtube.com/watch?v=mezbh0nlzKQ
*Concha Malpuesta es un personaje imaginado por la videoblogger Alicia Murillo. Encarna el estereotipo más extendido de la feminista como una mujer dogmática, hostil y resentida.
Foto de portada: El lugar de las mujeres es en la revolución. Autora desconocida.