Los hombres que no sabían trabajar con mujeres

febrero 19, 2019 en Doce Miradas

En contextos laborales informales, a menudo y lamentablemente nos encontramos con señores, por lo general maduros, pero también los hay jóvenes, que no saben trabajar con mujeres. No saben trabajar porque no saben estar; no saben cómo tratarnos, no saben cómo hablarnos, porque las mujeres estamos excluidas de sus imaginarios. Solo existimos en una pequeña parcela que habita, por un lado, lo afectivo, lo familiar, lo infantil y, por otro, lo sexual. Estamos excluidas, pues, de la camaradería, del colegueo, de la charla sobre hobbies o aficiones. Somos lo otro.

Como afirma el psiquiatra Enrique Stola, los hombres “se miran entre sí”, quieren “aplaudirse entre sí”, “no importa lo que sienta la mujer”. Buscan la aprobación, la risa, la admiración de sus iguales. Nosotras no contamos, no importamos, no existimos.

Ese «no saber» es, por tanto, bastante más amplio, pero, por no abarcar demasiado, lo limitaremos a entornos laborales informales, que ya dan de sí mucho y bastante.

Así pues, los hombres que no saben trabajar con mujeres pueden clasificarse en los siguiente grupos o categorías, que, por supuesto, no se excluyen entre sí, de manera que algunos especímenes pueden encontrarse en dos o incluso en tres o más compartimentos.

Antes de empezar, una advertencia: estas conductas que describiré no son delicitivas; solo molestas, cargantes e insoportables. Solo.

Vamos, pues, con el repertorio de hombres que no saben trabajar con mujeres:

 

– 1 –

En el top one tenemos al que no ha superado el cuarto de básica; el 4º de EGB, para que lo entendamos las y los viejunos.

Cómo reconocerlo. Para este elemento, las chicas están para chincharlas: para tirarles del pelo, para hacer pullitas. Cuando te tiende un objeto con la mano y tiendes tú la tuya para recogerlo, lo retira y se ríe.

Cómo actuar con(tra) él. Pues no sé. Ahora mismo no se me ocurre nada.

 

– 2 –

El árbitro de la elegancia

Cómo reconocerlo. Siempre tiene a punto un comentario pretendidamente gracioso sobre tu atuendo; te lo hará saber si cree que vas muy abrigada o poco abrigada, si llevas gafas de sol, si no las llevas, si llevas sombrero, tacones… Lo que sea. Reparará, pues, en cualquier detalle de tu vestimenta que se salga de su rancia idea de cómo debe vestir una señora.

Cómo actuar con(tra) él. No sirve de nada, pero yo, por ejemplo, si se mete con mi bolso, le replico: “¿Te gusta? Te lo presto cuando quieras.”

 

– 3 –

El seductor inmaduro e inofensivo

Cómo reconocerlo. Emocionalmente sigue cursando el cuarto de básica, pero en enamoradizo. Tiene dificultades para entender que sus compañeras o sus jefas no son solo un objeto amoroso. En confianza te confesará que le cuesta no verlas “como mujer”.

Cómo actuar con(tra) él. Pues lo ignoro, vete tú a saber.

 

– 4 –

El seductor molesto o baboso

Cómo reconocerlo. Tira la caña (una cañita fina y quebradiza, nada de cañón) y la sujeta firme, presto a retirarla a la menor señal de haber metido la pata, para poder argumentar siempre que lo has malinterpretado.

Cómo actuar con(tra) él. No tengo ni idea.

 

– 5 –

El «cariño»

Cómo reconocerlo. Para él eres una niña pequeña a la que hay que proteger y mimar. Por eso te llama “cariño”, “cielo”, “chata”, “nena”, te guiña el ojo, te acorta el nombre o le pone diminutivo sin permiso, sin que medie confianza alguna.

Cómo actuar con(tra) él. Lo desconozco.

 

–  6 –

El caballero cortés

Cómo reconocerlo. No puede soportar que una mujer cruce una puerta tras él;  mucho menos que le ceda el paso. Hace un comentario elogioso sobre tu vestido, inmediatamente te da la espalda para hablar de política con otro señor y no entiende por qué te enfadas, si te ha dicho que estás guapísima.

Cómo actuar con(tra) él. ¿Pagarle con la misma moneda, a ver si se estomaga?

 

– 7 –

El single reciente

Cómo reconocerlo. Se ha pasado la vida entera con una mujer a su lado, recientemente ha enviudado, se ha separado o divorciado y anda a la búsqueda de un reemplazo, como quien ha perdido el paraguas y va a comprarse otro. O sea, que le da un poco lo mismo: no filtra, no selecciona; todas las singles le sirven.

Cómo actuar con(tra) él. No me atrevo a dar consejos, pero se me antoja que, cuanto antes le quede claro que no te interesa nada, mejor.

 

– 8 –

El abuelete

Cómo reconocerlo. Es esta una categoría especial dedicada a un tipo que una vez se sacó un caramelo del bolsillo y me lo regaló. Tenía yo cuarenta años ya cumplidos.

Cómo actuar con(tra) él. Pues aquí tampoco voy a dar ninguna fórmula y no doy fórmulas porque ya está bien de poner el foco sobre nuestra respuesta: pongámoslo de una maldita vez sobre su conducta. Cuando una compañera o amiga me ha relatado alguna de estas situaciones incómodas, su relato siempre siempre siempre ha ido seguido de una lamentación sobre su falta de pericia a la hora de afrontarlo, su equivocada respuesta y su parte de culpa en la forma en que se desarrollaron los acontecimientos. Y ya está bien. Ya vale de flagelarnos.

 

◊  ◊  ◊  ◊  ◊

 

Y esta ha sido mi reflexión lúdico-reivindicativa sobre ciertas conductas tóxicas que tenemos que soportar en ambientes laborales informales y no tan informales. Si alguien quiere añadir alguna categoría más, ni que decir tiene que toda aportación será bienvenida.

Y, por supuesto, quiero dar las gracias a mis compañeras y a mis amigas, sin cuya inestimable ayuda este artículo no habría sido posible.

Erótica de poder entre cristales de hielo

febrero 5, 2019 en Doce Miradas

Si ampliamos con una lente de aumento un copo de nieve, nos encontraremos con una maravillosa y compleja belleza llena de matices descubriendo que cada una de las piezas se torna en única, irrepetible e insustituible.

En unidad, por sí solas no aportan mucho más que eso, belleza y en todo caso un reto a la comunidad científica que investiga sus particularidades. Sin embargo, la unión de miles, de millones de unidades, transforma por completo un paisaje.

En nuestro caso, la suma de unos y otros seres humanos únicos e insustituibles conforma un conjunto que tiene por resultado un saldo imperfecto. El encaje es mucho más complejo, vivimos tentados por vicios y debilidades en la exploración de nuestros límites. Corregir las inercias de tantos milenios es el gran reto de cada día.

Dejemos estar lo que funciona y centrémonos en lo que está por funcionar. Digamos que el mundo está haciendo frente a una serie de desafíos comunes, entre los que se encuentran los desequilibrios de género que nos ocupan, con consecuencias para los negocios, los Gobiernos o el entorno académico, que generan una necesidad de revisar los sistemas de valores de la sociedad y buscar un punto de entendimiento común compartido para enfrentarlos.

Como antiguamente el oráculo de Delfos fuera lugar de consulta de seres visionarios, Sibila fue la primera profetisa que actuó según la tradición, los siglos nos transportan de Grecia a Suiza. Este año, la 49ª edición de la “cumbre de cumbres”, el Foro Económico Mundial o también conocido como Foro de Davos, este año el primer Foro presidido por únicamente por mujeres ha puesto foco en la colaboración internacional, el encaje de piezas de forma ordenada, para la búsqueda de soluciones a problemas de ámbito mundial centrándose en la Globalización 4.0.

Pues bien, en este contexto, vamos a tener oportunidad de elegir, vamos a simular un juego que nos ayude a entender cómo funcionaríamos, vamos a simular que somos diseñadoras y protagonistas de un videojuego, una Industria de futuro con tan solo un 16,5% de presencia femenina actual; vamos a analizar qué ocurre en nuestra realidad no virtual; vamos a jugar a imaginar qué avances nos gustaría encontrar a las mujeres en un mundo avanzado; qué sueños podrán convertirse en realidad con la irrupción de la Industria 4.0; no va a dar de sí este post para todo lo que cabe aquí, pero démosle a un imaginario botón demo y comencemos.

Si queremos dotarle de realismo, como en cualquier novela, la persona autora del programa no ha de obviar ambientarlo en función a tres básicos conocidos: sexo, poder y dinero. Integrar dicha combinación, al parecer, asegura el éxito en la sociedad actual. Tres ejes directamente relacionados con el abuso, la corrupción y la oscuridad que nos convierten en seres imperfectos rompiendo así el patrón de diseño primigenio, tarea complicada de reconducir. Veamos qué estrategia marcar para, no ya vencer, sino cuando menos, llegar a meta:

  • SEXO: La energía sexual como parte normal, natural y saludable de nuestra vida está en todas partes. Atracción, seducción, deseo… somos seres vivos magnéticos y nos atraemos o nos repelemos. La cuestión es utilizar ese valor como fuente de bien o, por el contrario, para enriquecerse uno o someter a otro contra su voluntad. Así como la libertad se torna en libertinaje, cuando el sexo se convierte en herramienta fría para conseguir objetivos de satisfacción de egos, para perseguir un interés o convertir en objetos a las personas, se desencadena una tormenta de sufrimientos, así funciona lo que no funciona. Las estadísticas nos cuentan que si buscamos en este gran cubo de basura, encontramos como receptoras pasivas de ese beneficio personal e interés ególatra a mujeres bajo la tiranía del hombre, víctimas ya sea de maltrato, acoso sexual, prostitución, cualquier tipo de violencia o dependencia. Pieles, cadenas y tacones en sus mentes, ¡ojo! elige bien tu calzado, caminamos sobre cristales de hielo.

Primera llave: La digitalización supone una oportunidad para nosotras, un arma bajo el que emanciparnos de manera silenciosa, acariciando la erótica del poder para transformarlo de acuerdo a un mundo que guarde equilibrio entre ambos géneros. ¿Cómo? Pistas, busca en la opción “emprendimiento”.

  • PODER: Muy bien, ahora que conocemos que la digitalización tendrá protagonismo en el futuro de los países desarrollados, y que tenemos la ventaja de que la fuerza física ya no es un factor discriminatorio a tener en cuenta en este campo, puesto que detrás de las máquinas y ordenadores solo hace falta inteligencia, destreza mental y otras equiparables habilidades de género, tendríamos la posibilidad en Igualdad de generar nosotras el sistema empresarial adecuado que acomodara las tecnologías (pongamos por ejemplo la Industria de los Videojuegos), posicionándonos como líderes del sector, situándonos en las cuotas de poder al mismo nivel que los varones, creando empleo y riqueza con nuestro business, entablando conversación de tú a tú con ellos, desde nuestro lenguaje, entrando en el peligroso juego de la conquista del poder económico (aquí se visualiza la pantalla llena de monedas muy brillantes que inundan el espacio).

Segunda llave reparadora: Efecto Womanomix, aumenta tu poder, transfórmate en ser de seres. Busca referentes en la carpeta de “triunfo” y solicita unirte a ese colectivo. Reconocerás al instante a tu partner perfecto por vuestra química mutua.

  • DINERO: “El tiempo es dinero”, dicen. La influencia de este poder en buenas manos sirve para construir y generar bienestar común. Pero muy frecuentemente, comprobamos que la seducción del dinero ejerce una fuerza difícilmente controlable, bajo una tentación irresistible para quienes tienen dormida la ambición mientras son pobres, y que en cuanto tienen al alcance este poder, se convierten en personajes oscuros. Tendrás que saber identificarlos y huir de ellos.

Tercera: Necesitas abastecerte de recursos para cambiar lo establecido, acércate a fuentes que te aseguren capital inicial, eso sí, haz los deberes de la mano de una persona experta.

Errores del sistema: Pero… ah! perdón!, que para todo esto se necesita talento formado en Tecnologías, y según datos de Educación aportados por el Instituto de Estadística de la UNESCO, nuestro índice de universitarias en carreras STEM no supera el 35% de las mujeres que acceden y superan las etapas previas de educación primaria y secundaria… habrá que crear una pantalla específica de programación y fomento de vocaciones científico tecnológicas entre nuestras niñas, pero, ¿por qué si somos la mitad de la población, solo ese porcentaje optamos por esa elección? Claro, a lo mejor tiene que ver que:

“16 millones de niñas nunca irán a la escuela” “entre los numerosos obstáculos…, se encuentran la pobreza, el aislamiento geográfico, la pertenencia a una minoría, la discapacidad, el matrimonio y el embarazo precoces, la violencia de género y las actitudes tradicionales relacionadas con el papel de las mujeres”.

¿En serio? ¿no es una broma? ¿todo esto ocurre paralelamente al Foro de Davos?. Resoplando, solicitamos el antivirus mientras entramos en un nuevo escenario en el cual aparece en imagen un hogar con un número suficiente de robots programados para hacer desaparecer las tareas domésticas, principalmente porque según datos de la OCDE,

Las mujeres dedicamos hasta un 56% de nuestro tiempo a tareas y labores no remuneradas mientras que los hombres solo dedican, de media, un 30%. Esto supone que, al final, entre empleo remunerado y tareas de cuidado, las mujeres pasamos más tiempo trabajando que los hombres en la mayoría de los países, incluido España.”

Superando esta pantalla se abre otra donde aparecemos en nuestro espacio de trabajo remunerado, siendo capaces de conciliar la vida familiar con la profesional, haciendo coincidir con éxito rendimiento económico con éxito de familia introduciendo flexibilidad en los horarios, favoreciendo la comunicación de equipo mediante tecnologías avanzadas, utilizando la eficiencia de herramientas como el blockchain  y otras tecnologías disruptivas de moda.

Entonces, volvemos al comienzo de este post si queremos mirar hacia atrás en la historia y comprobamos que, como los copos de nieve, las mujeres hemos sido meros elementos de belleza al servicio y para complacer la mirada de los hombres en todos sus deseos, y necesitamos imperiosamente una lente de aumento que saque a relucir aquello que no funciona y poner en marcha una estrategia emergente, pasemos del simulador a la acción real.

 

No tenemos prisa y mucho menos miedo

enero 22, 2019 en Doce Miradas

Hace dos días falleció Lolo Rico, una mujer pionera, la primera mujer que dirigió un programa en la televisión pública española, y ¡qué programa! Una mujer que marcó a una generación, la mía, porque si la verdadera patria es la infancia, mi patria no se entiende sin Lolo Rico. Nos hizo parte de un universo donde la creatividad, la libertad y el espíritu crítico estaban a nuestra disposición. Nos regaló frases que a muchas nos han acompañado siempre, una de ellas intento tenerla siempre muy presente: «Sóla no puedes, con amigas sí».

Hace nueves meses empecé a formar parte de Doce Miradas, este colectivo de mujeres que llevan en su ADN la sororidad y que hacen de la frase de Lolo Rico una máxima en su día a día: “sola no puedes, con amigas sí”. Mujeres lucidas, reivindicativas, transformadoras, potentes, diversas, referentes en la lucha por la igualdad. Sí, una suerte la mía.

Al poco de incorporarme, celebramos los primeros cinco años de Doce Miradas. Aquel día era una recién llegada, una recién llegada privilegiada, pero recién llegada, al fin y al cabo. Hasta entonces había sido seguidora asidua de los artículos que aquí se publican y de sus contenidos en Twitter; había sido mirada invitada, pero no podía atribuirme los logros de un grupo de mujeres que venía trabajando para ofrecer un feminismo diverso con muchas miradas invitadas que apoyaban y contribuían a mostrar un universo femenino infinito y a conseguir una sociedad igualitaria.  Ampliar la mirada, ver más allá de lo que hasta ahora se nos había contado y mostrado, romper techos de cristal, construir nuevos relatos y llenarnos de referentes femeninos que existen desde hace años, incluso siglos, son algunas de las cosas que ha aportado Doce Miradas durante estos cinco años.

Durante la celebración del quinto aniversario, Mentxu Ramilo, quien también fue parte de Doce Miradas, me preguntó cómo veía al proyecto dentro de cinco años, esta fue mi respuesta: “Ojalá que dentro de cinco años Doce Miradas no exista, eso significará que la igualdad es real. Creo que está más cerca de su desaparición porque la igualdad es imparable, y este último año las mujeres y los hombres que nos acompañan lo hemos demostrado. Dentro de cinco años, Doce Miradas estará en proceso de desaparición porque en estos próximos cinco años lo que había que hacer ya se ha hecho”. Ahora lo leo y lo releo, y pienso, madre mía Eva, qué inocencia la tuya, te dejaste llevar por la ilusión del momento, la euforia de los cinco años y la sensación de que, por fin, la conquista de la igualdad era una realidad.

Claro que veníamos de un 8 de marzo abrumador, ilusionante, empujado por un ansia transformadora que iba sumando mujeres y más mujeres (y hombres, muchos hombres), según se acercaba el día. De repente nos encontramos con que nadie quería quedarse fuera de la foto, todo el mundo quería estar y quien no se sumaba tenía que explicar sus motivos haciendo verdaderos malabares con las palabras para justificar su ausencia.

El feminismo era tendencia, sumaba adeptas y adeptos con la fuerza de un ciclón y el espíritu de la igualdad soplaba en el aire: “Lo que no tuve para mí que sea para vosotras” “Manolo, hazte la cena solo” “Nos quitaron tanto que acabaron quitándonos el miedo” “No soy Siri, búscate la vida” “No somos princesas, somos dragonas” “Yo elijo cómo me visto y con quién me desvisto” “Sin nosotras se para el mundo” “Sin Hermione, Harry habría muerto en el primer libro” (una de mis preferidas) “Por las que fueron, por las que son, por las que serán, la igualdad es imparable” gritaban los carteles que inundaron calles y redes sociales.

“Sin Hermione, Harry habría muerto en el primer libro”

Pues bien, ocho meses después del quinto aniversario de Doce Miradas, ¡batacazo! Nos encontramos con que lo que hasta ayer era tendencia, mañana puede pasar a estar demodé. No, no quiero pecar ahora de pesimista y perder cualquier atisbo de rigor que os pueda despertar este post: de la exaltación a la depresión en un paso. Lo que sí reconozco es que “aquella ilusión del momento” se me ha bajado como la espuma. Se llama toma de conciencia, es abrir los ojos, es desprendernos otra vez de los que quieren frenar los avances de las mujeres, y es pensar en cómo hacer para seguir avanzando.

El momento es, cuanto menos, delicado. Delicado porque lo que vivimos en el último año para algunas y algunos puede haber sido una tendencia y las tendencias pierden adeptos y adeptas igual que los suman. Quienes se subieron al carro de la igualdad porque era lo que tocaba, ahora parecen estar más interesados en entorpecerlo diciendo que esto de la igualdad se nos está yendo de las manos y que bueno, que la desigualdad de género no será para tanto, que nos estamos pasando con nuestras demandas y que a este paso los hombres ya no van a saber cómo relacionarse con las mujeres.

Pero el momento también es delicado porque nos encontramos ante una más que posible reacción de quienes sienten la igualdad y el feminismo como una amenaza ante sus privilegios. Ya lo dijo Virginia Woolf en su libro, “Una habitación propia” al hablar del deseo de reafirmación irrefrenable que se produjo en Inglaterra tras la aprobación del sufragio femenino en 1918: “Cuando alguien se siente amenazado, aunque sea por un puñado de mujeres, ese alguien se venga de una manera un tanto excesiva”.

Sea como fuere y como de todo se aprende en esta vida, a “la Eva del quinto aniversario” para que no se venga muy arriba le digo: las cosas más valiosas de la vida a menudo se encuentran indefensas, por eso necesitan de gente que las proteja. Es tan valioso lo que nos traemos entre manos, son tan valiosos los avances que hemos conseguido, es tan importante que se incluya la perspectiva femenina en la gestión de tantas y tantas cosas, que el reto merece la mayor de las atenciones y el mejor de los cuidados, y si hay algo en lo que las mujeres nos hemos visto obligadas a ser expertas a lo largo de la historia es a cuidar: cuidar de los mayores, cuidar de nuestros hijos e hijas, cuidar del tío, la tía, la abuela y la vecina y el vecino que viven solos sin que a nadie más parezca importarle.

Así que, cuidaremos de las cuotas de igualdad que vayamos alcanzando, nos mantendremos alerta para que no haya pasos atrás y sí pasos hacia delante. Nos cuidaremos de los aprovechados, de las palabras interesadas, de los gestos vacíos. Parafraseando a Emmeline Pankhurst, una de las líderes del movimiento de las sufragistas británicas, «Deeds, not words» (hechos, no palabras), sólo nos fiaremos de los hechos y de los cambios concretos.

Sabemos que el machismo no entiende de ideologías ni de religiones, es estructural: es católico, laico, liberal, comunista, intelectual, femenino y masculino, por eso se cuela por todas partes y por eso cuesta tanto erradicarlo. La igualdad será imparable cuando más conscientes seamos de que nos va a costar tiempo lograrla, posiblemente nos lleve unos cuantos lustros. No tenemos prisa y mucho menos miedo de quienes intenten devolvernos a la casilla de salida.

Gaza, cuánto mar para tan poca libertad

enero 15, 2019 en Doce Miradas, Miradas invitadas

Natalia Quiroga (@natiquiro). Me gusta contar. Estudié periodismo pero en realidad quería ser terapeuta o psicóloga o arregladora; no me interesaba la actualidad, lo que me gustaba era intentar arreglar las historias de la gente. Como si colocando un adjetivo aquí y una exclamación allá, pudiese hacer desaparecer sus problemas (y ya de paso, también los míos). Tengo más de 12 años de experiencia en periodismo y comunicación digital dentro del sector de las ONG. Publico en distintos medios con la única motivación de compartir historias que me mueven. Con una de esas historias gané el Premio de Periodismo Joven contra la Violencia de Género. Sigo aprendiendo, quiero contarlo.

Era la tercera vez que intentaba entrar en Gaza. La primera fue en 2012, en un viaje con algunas de mis mejores amigas que, de alguna manera y por razones distintas, nos dio a todas un vuelco a la vida. Entonces no obtuvimos el permiso para entrar y empezamos a imaginarnos la franja como la cárcel que es.

 

A principios de 2017, con todos los papeles en regla, me quedé a las puertas del gigantesco control israelí (son ellos los que deciden quien entra y quien sale de Gaza) porque los objetivos de mi cámara precisaban un permiso especial que yo no había solicitado. Me lo explicó un soldado con un palillo en la boca y pocas ganas de escuchar mis explicaciones.

 

Volví a Palestina en mayo de 2018. Y por fin, a la tercera, logré entrar en Gaza. Qué ironía, yo feliz por poder entrar mientras que, ese mismo año, el gobierno israelí había denegado el permiso para salir a más de la mitad de las personas enfermas que lo habían solicitado. Muchas murieron y, entre ellas, Yara, una niña de cuatro años que necesitaba un marcapasos y a la que nunca le llegó el permiso israelí para salir de Gaza e ir al hospital de Jerusalén donde se lo iban a poner. Cada vez son más

 

Así es la realidad en la cárcel a cielo abierto más grande del mundo.

En Gaza, tuve la suerte de pasar la mayor parte del tiempo con las mujeres de la Unión Palestina de Comités de Mujeres (UPWC, en sus siglas en inglés). Taghreed Jomaa es la coordinadora de la organización que, junto a su equipo, trabaja con líderes comunitarias locales para detectar los problemas diarios a los que se enfrentan las mujeres gazatíes y poder, así, ofrecer un apoyo en sus necesidades. Sobra decir que las necesidades son enormes, cada vez más, y los medios para cubrirlos son mínimos, cada vez menos.

 

Más de once años de bloqueo absoluto (por tierra, mar y aire) han dejado sin aire a una población de cerca de dos millones de personas hacinadas en un espacio de 40 km de largo por 14 km de ancho. A un lado el mar y al otro una puerta cerrada. No pueden beber agua del grifo porque está contaminada y muchas veces, no pueden contar con más de cuatro horas de electricidad al día. Quien puede, se abastece con generador; para el resto, está el frío y la oscuridad en invierno y la comida sin nevera en verano. Las mujeres nos contaban que, este año (refiriéndose al 2018), estaba siendo el más duro.

 

Las mujeres, como en prácticamente todas los contextos de vulneración de derechos, sufren la peor parte. Al mismo tiempo que aumentan los casos de cáncer de mama, disminuyen los permisos de salida que Israel otorga a la población de Gaza. Sin acceso a muchos tratamientos dentro de la franja, la única solución que les queda es esperar una respuesta que muchas veces no llega.

 

Pero además de la violencia que supone el bloqueo y que se ha visto exacerbada por las tres grandes ofensivas del ejército israelí en los últimos once años (cientos de mujeres se quedaron viudas teniendo que afrontar el cuidado de sus familias en soledad), se suma el incremento de la violencia doméstica y de tendencias que prácticamente habían desaparecido en la cultura palestina. El matrimonio infantil, por ejemplo, del que la pobreza, la desesperación y la falta de libertad, sin ser las únicas razones, actúan como el mejor caldo de cultivo. O la imposición del velo: en el resto de Cisjordania o en Jerusalén Este, es habitual ver a mujeres palestinas con velo y sin velo más o menos a partes iguales; no seré yo la que señale este dato como un criterio de sumisión vs libertad, pero llama la atención que en Gaza sea tan difícil ver a mujeres sin velo. Taghreed me lo confirma: ni ella ni sus hijas lo llevan pero, como me explica, son ahora una minoría mientras que no era así antes del bloqueo.

 

Si la mujer en el mundo global sufre las consecuencias de una sociedad y una manera de dirigir el mundo esencialmente patriarcales, existen contextos, como Gaza y Cisjordania, donde el muro del patriarcado es doble. Como decía hace poco la periodista Isabel Pérez, corresponsal española en Gaza: «Las mujeres palestinas no pueden salir del patriarcado porque existe un bloqueo y una ocupación que lo alimentan brutalmente».

 

Uno de los últimos días que estuvimos en Gaza (siempre acompañada de mi amiga Bárbara), Taghreed nos invitó a comer en su casa. Sentada en el sofá, sus tres hijas, de 13, 17 y 19 años, revoloteaban por el hogar enfrascada en los asuntos de su edad. Taghreed, que se ha pasado su vida entera luchando por los derechos como mujer y por los derechos como palestina, compartió una reflexión que se me quedó grabada: “Siempre creí que educar a mis hijas con una mentalidad abierta y con mucho sentido crítico era lo mejor, pero hoy me doy cuenta de que quizás nos equivocamos si de todos modos van a tener que vivir en un lugar del que no pueden salir”.

 

Frente al sofá en el que estábamos hablando, observo un cuadro con el retrato de la poeta, escritora y activista estadounidense, Maya Angelou, que parecía estar colocado allí para sostener el enorme peso de la reflexión que Taghreed nos acababa de compartir. Sobre el retrato, una frase de Maya me envolvió por unos segundos en un manto de sororidad, de empatía, de rabia o de resignación: “and still we rise”.

 

Gaza, cuánto mar para tan poca libertad.

 

Jugar para ser

enero 8, 2019 en Doce Miradas

  •  
Arroz con leche,

me quiero casar

con una señorita de la capital

que sepa coser

que sepa bordar

que sepa abrir la puerta

para ir a pasear.

Canción infantil popular

 

 

Ama, aita, zenbat urtekin ezkonduko naiz? Bat, bi, hiru …

(Mamá, papá, ¿con cuántos añitos me voy a casar? Con uno, dos, tres..)

Canción para saltar a la comba

 

 

Dicen que el machismo se aprende a través de canciones y juegos de forma sutil e inocente. Los estudios demuestran que, irónicamente, hoy en día los juguetes están más separados según el género que hace 50 años. Y la sensación, al visitar la mayoría de jugueterías, es que, más que ante sutilezas, estamos ante un universo claramente dividido de forma binaria, identificable por colores y por tipos de juegos.

Estas propuestas de juego consisten básicamente en muñecas, cocinitas, maquillajes y abalorios para ellas; y coches, construcciones, superhéroes y dinosaurios para ellos. Mientras los juguetes de los niños están orientados a actividades como la conducción, la construcción, la práctica deportiva y la competición, los de las niñas se relacionan principalmente con el cuidado de bebés, limpieza del hogar, bailar y cantar… y estar guapas.

Además, la monocromía reina en las secciones para niñas. El rosa no es solo el color de las muñecas y los disfraces de princesa, sino también el de bicicletas, teléfonos, guitarras e incluso juegos hasta hace poco unisex. Con la rosificación de los juguetes y demás objetos, parece que se está indicando a las niñas que, para que puedan jugar con algún juguete, este debe ser rosa, blanco o morado y estar decorado con brillos, mariposas, flores y corazones.

Y ¿dónde están las niñas que montan en monopatín, juegan a las superheroínas o a ser científicas, o que se suben a los árboles?

Mil veces mejor que yo lo refleja Charlotte Benjamin, una niña de siete años que escribía hace unos años una carta a Lego, carta que enseguida se convertiría en un fenómeno viral. Decía así:

Queridos señores de la compañía Lego:

Me llamo Charlotte. Tengo siete años y me encantan los Legos, pero no me gusta que haya muchos Legos-niños y muy pocos Legos-niñas. Hoy he ido a una tienda y he visto los Legos en dos secciones: una rosa para niñas y una azul para niños. Todo lo que las Lego-niñas hacían era estar sentadas en casa, ir a la playa y comprar, y no tenían trabajos; pero los niños iban en busca de aventuras, trabajaban, salvaban personas, tenían trabajo e incluso nadaban entre tiburones. Quiero que hagan más Lego-niñas y las dejen ir en busca de aventuras y diversión, ¿ok?

 

Carta de Charlotte Benjamin, 7 años.

 

Hoy en día no aceptaríamos que hubiera una sección de juguetes para niños blancos y otra para niños negros y, seguramente, nos escandalizaríamos si existiera una sección de decoración para personas pelirrojas y otra para rubias. Y ¿qué pasaría si a una tienda se le ocurriera iniciar un pasillo para niños y niñas de nacionalidad colombiana y otro aparte para franceses? No aceptaríamos segregar los juegos, la decoración ni otros objetos para niños y niñas bajo ninguna otra categoría identitaria. Sin embargo, nos parece perfectamente natural clasificar rígidamente los intereses, deseos y aptitudes de las criaturas según su género.

La infancia la habitan personas únicas, creativas, libres y genuinas.  Y es a través de estereotipos de género como se empieza a deformar la visión que tienen del mundo. Y ellas y ellos se amoldan, porque básicamente lo que quieren es encajar en el mundo, sea estereotipado o no.  No entienden las consecuencias ni los límites que ello impone. Pero sienten la presión de sus iguales, los mensajes del marketing, los ejemplos de lo que ven en casa o la fuerza de la educación. Niños y niñas acaban perdiendo su esencia por tener que amoldarse a unos estereotipos que los envuelven incluso antes de nacer.

En general, y desde una perspectiva adultocéntrica, se le da muy poca importancia al juego y, sin embargo, es una actividad básica para el desarrollo integral de los niños y niñas y contribuye a su integración social. Jugando se aprenden y modelan las habilidades y valores fundamentales para la vida adulta y se produce toda una transmisión de construcciones sociales y culturales que es diferente en función de las capacidades que cada sociedad valora y necesita para sus futuras generaciones.

En este gesto cotidiano del juego se oculta y despliega la adquisición del rol de género que se espera de nosotras. Son mecanismos de transmisión cuya existencia nos recordaba Noemí Pastor en su publicación De cómo fui misógina y me convertí en feminista, al hilo de lo que desvelaba  la lectura de «A favor de las niñas»,  de Elena Gianini Belotti.  Y así, desde la base y también desde las altas esferas gubernamentales, tal y como mostraba hace unos días Damares Alves, ministra de la Mujer y la Familia de Bolsonaro, se construyen estereotipos que nos indican el tipo de hombre y de mujer que debemos ser.

Por eso es muy importante recordar que no existen juguetes para niños ni para niñas. Lo que hay son expectativas sociales sobre lo que los niños y las niñas deben y pueden hacer cuando sean adultos. Los juguetes reflejan y modelan, pero también pueden ampliar y transformar dichas expectativas. Hablando de expectativas, mi hija de seis años quiere ser escultora, alcaldesa, diseñadora de ropa y de ciudades, rapera y dentista y yo no quiero que en esta acomodación social a lo que se espera de ella salga perdiendo de semejante forma.

 

Dibujo de Martina, 6 años,  tras hablar del tema de esta publicación.

 

Las familias podemos hacer algo al respecto.  Somos el principal referente y agente socializador para nuestros niños y niñas y podemos educarlos en el feminismo para que sean ellas y ellos mismos y no tengan que encajar en un tipo de masculinidad y feminidad que la sociedad les impone y que quizá poco tiene que ver con su personalidad.

Podemos empezar a construir la igualdad desde lo cotidiano. Durante las tardes de juego, en la elección de sus juguetes, su ropa o en los colores de su habitación, leyendo cuentos y viendo películas que superen estos estereotipos, hablando de todo ello, ofreciendo referentes femeninos y, sobre todo y por encima de todo, dando ejemplo.

 

 

Podemos contribuir desde la inmensa posibilidad del juego a cambiar imaginarios y construir futuros y mundos posibles y esto no es un juego de niños. Por el contrario, es uno de los retos más grandes y complejos que afrontamos como sociedad.

Y tú ¿a qué vas a jugar este año?

Ideas para unas navidades más feministas

diciembre 11, 2018 en Doce Miradas

¿El estrés navideño es una problemática feminista?

 

 

Las Navidades son una conocida época de estrés, pre, inter y post traumático. Llena de sentimientos encontrados para muchas personas. Buenos momentos mezclados con tensiones, prisas mezcladas con risas, lágrimas con sonrisas, luces con sombras, buenos recuerdos con… agotamiento. Para nostoras también… pero más.

Para las mujeres es una época de discriminación directa e indirecta.  Directa porque directamente tenemos que hacerlo todo. Indirecta porque las fechas en el calendario son aparentemente neutras, ¿no?

 

«…se considera discriminación indirecta por razón de sexo la situación en que una disposición, criterio o práctica aparentemente neutros pone a personas de un sexo en desventaja particular con respecto a personas del otro…» (Ley Orgánica 3/2007, de 22marzo, para la Igualdad Efectiva de Hombres y Mujeres Artículo 6)

 

Por ello, este año podemos llevar a cabo un Plan de Igualdad Navideño (PIN), con líneas estratégicas, medidas y acciones positivas.

Y con acciones positivas no me refiero a «hacer las cosas muy bien».

Lo único que quiero para Navidad es la abolición del heteteropatriarcado imperialista blanco supremacista capitalista»

«Las acciones positivas son medidas a favor de las mujeres para corregir situaciones manifiestas de desigualdad respecto a los hombres. Son de medidas específicas de carácter temporal, y por tanto, están destinadas a desaparecer cuando las condiciones de desigualdad lo hagan.»

Puedes decidir tu misma, cuando haya desaparecido el patriarcado, para empezar a retirar la necesidad de estas acciones positivas.

 

 

 


1. Estrategia y diagnóstico de situación:

Sororidad y alianzas: Poneos de acuerdo. Avisa a tu madre, hermanas, primas y demás familiares mujeres. Formad una comisión. Empoderaos haciendo un diagnóstico de situación. Todo lo que se mide se puede mejorar. Analizad vuestro historial navideño, examinando las estadísticas de navidades pasadas, identificando con detalle todas las tareas y trabajos desagregadas por sexo.

Importantísimo, recuerda, nos referimos no solo a labores físicas (quién pone la mesa, prepara las camas, compra y cocina la cena, guarda las sobras, limpia los baños). También hay que tomar nota de la propia gestión del evento (quien se encarga de que todo esté perfecto y a tiempo). Os podéis basar en vuestro estudio para realizar el paso 2.

Haced público vuestro estudio. Haz visible lo invisible.

Consejo: una vez publicado vuestro estudio, si vuestros compañeros salen con aquello de «mujer, nadie te lo exige, es mejor simplificar las cosas, no te agobies tanto, a mi no me importa que cenemos huevos fritos» — tomadles la palabra: se anulan las navidades. A ver qué pasa.

2. Los preparativos: hacer un calendario de adviento a la inversa:

Mientras la familia aguarda con impaciencia el día D (24 de diciembre fun fun fun), haced un cálculo hacia atrás en el tiempo. Vuestro calendario debe inluir hasta el 7 de enero como mínimo.

MODELO TIPO (excel, tabla, base de datos…. libre)

Desde octubre/noviembre:

Hay que empezar a preguntar quién va a venir. Realizar consultas, llamadas. Empiezan las preocupaciones. Recuerda que las mujeres somos más que las anfitrionas de la tradición por excelencia. Somos también las guardianas de la armonía emocional de los siguientes tres meses. Si es necesario, hay que negociar con aquellas personas que muestren reticencias, asegurando que se hará todo lo posible para que nadie se incomode, estando al quite de cualquier situación tensa para desactivarla en lo posible. Si algo sale mal, puede haber sido nuestra responsabilidad no haber percibido tensiones a tiempo para suavizarlas, animado lo suficiente o en general haber garantizado que éstas navidades van a ser maravillosas.

Noviembre/Diciembre:

Empieza la coordinación fina. ¿Todo el mundo tiene su viaje organizado? Hay que comprar billetes antes de que suban los precios? ¿Cuanto tiempo se van a quedar? ¿Hay camas suficientes? ¿Las camas tienen sábanas y mantas? ¿Éstas están limpias? Si no hay sitio en casa, hay que organizar alternativas. ¿Habrá regalos para todos y todas? Hay suficiente vajilla, cubertería, mantelería? ¿Funciona el horno? etc etc etc

Economía y finanzas: ¿Tenemos el dinero necesario para nuestras pretensiones navideñas? ¿Hay que empezar a comprar besugos y congelarlos? ¿Hay que realizar compras a plazos? ¿Hay que fabricar juguetes y detalles a mano?

Diciembre:

Planificación de horarios, actividades paralelas infantiles (¿qué se organiza durante todo el periodo no escolar?) Actividades paralelas adultas o mixtas (aperitivos, decoración del árbol y/o belén, excursiones de día). Recuerda ser sensible a las edades y gustos del público, tiene que haber algo para todos y todas. Que nadie se sienta fuera.

Realización de compras de último minuto. Envoltura de regalos. Recordar y realizar llamadas telefónicas personalizadas a familiares lejanos o cercanos que no han podido venir. Tener en cuenta no solo tu familia sino también la de tu pareja. Enviar regalos, postales etc si es el caso. Planificación de visitas a otros familiares, residencias de mayores etc

El menú. ¿Tradicional o innovador? ¿Hay que mejorar el del año pasado? Comprar, preparar, cocinar, guardar, congelar, sacar la basura, llevar las botellas al contenedor.

Limpieza previa y posterior. Decoración: recordar dónde está la caja polvorienta de titos (no olvides detalles como el de disponer la estrella de belén de la bisabuela de tu pareja que tanto le gusta)

En fin, creo que lo habéis entendido. El demonio está en los detalles.

3. Implantación:

Desarrollad bien vuestro plan. Convocad una reunión familiar en octubre para la asignación de tareas igualitarias y nombrad una comisión de seguimiento paritaria.

4.Resultados

En enero se ha de volver a reunir la comisión para evaluar los resultados y realizar recomendaciones y cambios para el año siguiente.


 

«Tips» y sugerencias para una Navidad más feminista

Una decoración feminista

Puedes introducir símbolos feministas que se recordarán para siempre y se incorporarán a la caja de titos navideños:

Regalos para romper esteretipos, jugamos a otros roles:

Juegos de sobremesa

En realidad toda la velada puede servir para jugar al bingo feminista en familia. Aquí tienes el tablero y las instrucciones

Vestuario

O nos vestimos todos y todas sexy, o nadie.

 

Villancicos

Podéis componer los vuestros… aquí tenéis un ejemplo:

 

Conversaciónes, chistes y acoso

No os podría dejar sin proponer una estrategia:

Es importante mentalizarse de que no es nuestra responsabilidad agotarnos con argumentos, explicaciones sobre lo obvio.

¿Por qué no volver la situación del revés? Utiliza esta sencilla pregunta, machaconamente si es necesario:

¿Explícame por favor por qué?

Ejemplos prácticos:

– Por favor, no es momento de charlar con tus amigos/hermanos/cuñados, hay que fregar.

– Cariño, estamos muy agusto… anda, no nos cortes el rollo. Ya lo harás cuando sea.

¿Explícame por favor por qué?

—————–

El sexo es bonito… pero la Navidad es más frecuente

– Chiste soez machista

– Manolo, ese chiste es machista.. No es gracioso

– ¡No seas tan estrecha/absurda/exagerada/histérica!

¿Explícame por favor por qué?

—————

-Amigos/maridos-parejas/cuñados se arriman/tocan/besan cuando tu no quieres

– Manolo, eso es acoso.. No es gracioso

¡No seas tan estrecha/absurda/exagerada/histérica!

¿Explícame por favor por qué?

——–

Creo que os podéis hacer una idea. Intuyo que pueden ser momentos de «mansplaining»… abortados.

Finalmente, si nada funciona, retírate con elegancia, no sin antes dejar rellenado un detalle didáctico:

 

 

 

¡Buena suerte y feliz Navidad!

Nosotras renunciamos, ellos no

noviembre 27, 2018 en Doce Miradas

Mi hija Maddi asistió a algunas reuniones de trabajo en sus primeros meses de vida. Cada vez que veo esta foto, me viene a la cabeza la misma idea: la indefensión legal que tenemos en nuestras profesiones las mujeres que queremos y decidimos ser madres.

Tengo 38 años, soy una madre afortunada y orgullosa de una niña de cinco años y un niño de dos, y trabajo por cuenta propia. En mi caso, creo que ser madre no ha supuesto demasiadas renuncias a nivel profesional. Pero algunas, hay. El tiempo que dedico a mi profesión es menor que cuando no era madre, lo que ha supuesto poder afrontar menos proyectos y, por tanto, facturar menos. En mi primer embarazo, apenas pude disfrutar de una baja por maternidad. Entonces, la ley no me permitía facturar durante la baja de maternidad, pero sí estaba obligada a seguir cotizando a la seguridad social, por lo que no me salía muy a cuenta alargar más allá del primer mes esa baja. Hoy, afortunadamente, esa situación ha cambiado y no tienes que afrontar el pago a la seguridad social durante ese periodo de “descanso”. Así que, hoy, no supone tanto lastre económico acogerte al permiso de maternidad durante el tiempo que te permite la ley. Quizás Maddi, de haber nacido ahora, se hubiera perdido alguna reunión.

En mi entorno, conozco bastantes casos de mujeres que han tenido que renunciar a proyectos profesionales que podían suponer una progresión importante en sus carreras por estar embarazadas. Muchas veces les frena el hecho de que piensan que estar embarazadas les resta oportunidades o incluso las descarta a la hora de ser seleccionadas. Y no les falta razón. Es habitual que en una entrevista de trabajo te pregunten por tus planes de maternidad. No es legal ni ético, pero se sigue haciendo a través de preguntas-trampa como, “¿Qué haces en tu tiempo libre?” o “Hablemos un poco de tu vida personal…” o “¿Tienes algún problema para viajar fuera o alargar la jornada en algunas ocasiones?”.

Hace poco, una amiga cercana se encontraba en un proceso de selección para promocionar dentro de su empresa. Me contó que estaba embarazada, e inmediatamente después me dijo con tono de renuncia: “con esto no creo que tenga muchas opciones al puesto”. Su reflexión me pareció tan injusta pero tan realista, que solo me preguntaba: ¿Le compensa a la empresa perder a una candidata idónea para un puesto porque va a estar cuatro meses de baja?, si el candidato idóneo fuese un hombre que va a ser padre, ¿también le penalizaría? Ya conocemos la respuesta.

Clausulas «antiembarazo» en el deporte

En el deporte de élite, la situación es aún más desfavorable para ellas. Hemos visto ya varios casos en los que grandes deportistas mujeres pierden a sus patrocinadores por quedarse embarazadas. Es el caso de Blanca Manchón, seis veces campeona del mundo de windsurf, que en 2016 decidió ser madre, y sus patrocinadores desaparecieron tras hacerlo público. Tuvo a su hijo, y después luchó para lograr ser campeona por sexta vez, a pesar de no poder competir en las mismas condiciones que algunas de sus rivales. Por ejemplo, no pudo contar con una embarcación de asistencia durante la competición. Su historia la podéis ver en este vídeo.

Pero ¿a qué no os imagináis a deportistas de élite masculinos que sean abandonados por sus patrocinadores por tener una lesión de nueve meses de duración?

Blanca Manchón, Maialen Chourraut, o Venus Wiliams por ejemplo, han logrado volver a la élite, pero ¿cuántas se quedan en el camino o simplemente renuncian a sus sueños de ser madres?

Uno de los casos más llamativos lo tenemos en el fútbol femenino. Entre los dieciséis equipos de Primera División en España no hay ninguna futbolista que sea madre. Por supuesto que hay un condicionante físico que afecta a cualquier deportista mujer. Pero, a ello contribuye, la falta de convenios colectivos u otras condiciones laborales pésimas, como las cláusulas «antiembarazo» en los contratos que firman por miedo a quedarse sin trabajo y la imposibilidad de conciliar. Sí, habéis leído bien…¡cláusulas «antiembarazo» en el siglo XXI!

En este caso se está equiparando la maternidad con el dopaje, por ejemplo. Si te quedas embarazada o das positivo por dopaje, la entidad puede rescindir unilateralmente tu contrato. En otros países como EEUU, las futbolistas tienen el mismo problema que en España para volver a su estado físico tras el embarazo, pero por lo menos no temen quedarse sin contrato, y se les proporcionan todas las facilidades para su reincorporación. Claro está que allí el fútbol femenino sí está profesionalizado, por lo que quizás el debate sería ese.

Yo entiendo que para los hombres el cambio en sus vidas al ser padres no es una cuestión física y hormonal como para las mujeres, ya que a éstas les condiciona e incluso impide durante unos meses competir en ciertas especialidades. Pero de ahí a escuchar comentarios como el del periodista deportivo Juanma Castaño, que dijo que Sergio Ramos no debería despertarse por las noches para atender a su hijo porque tiene que descansar bien para ejercer su profesión, es de juzgado de guardia.

Como podemos ver en este vídeo, el mero hecho de ser mujer supone una carrera de obstáculos en la carrera de la vida, aunque la palabra “obstáculo” me suene demasiado fuerte a la hora de calificar la maternidad.

Ser madre es lo mejor que me ha pasado en la vida, y no lo cambio por nada, pero aún nos falta demasiado camino por recorrer para lograr la igualdad de condiciones en la actividad profesional sin renunciar a ciertas cosas. Y no estamos hablando de renuncias banales, estamos hablando de dar vida a otros seres...más que un obstáculo debería ser un “mérito” añadido a nuestro curriculum.

Hay mucho camino por recorrer para garantizar la igualdad entre hombres y mujeres en el ámbito profesional. Además de la concienciación, es necesario y básico elaborar leyes que garanticen derechos elementales para que la maternidad deje de ser una amenaza (incluso para nosotras mismas) y se convierta en un derecho.

Que no nos hagan elegir entre carrera profesional o ser madre, no es justo. Los hombres no lo hacen.

Presta atención. En tu entorno hay un putero

noviembre 13, 2018 en Doce Miradas

doce miradas

«Si me matan, sacaré los brazos de la tumba y seré más fuerte». Con esta frase, la activista dominicana Minerva Mirabal respondía a principios de la década de los 60 a quienes le advertían sobre su incipiente asesinato. El 25 de noviembre, Minerva, junto a sus hermanas Patria y María Teresa, fueron brutalmente asesinadas por orden del gobernante dominicano Rafael Trujillo, tras ser encarceladas, violadas y torturadas por enfrentarse al poder.

La fecha de su asesinato se eligió, a partir de 1981, como el  Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, un día de denuncia y protesta que honra, al mismo tiempo, la memoria de las hermanas Mirabal. De seguir vivas, Minerva, Patria y María Teresa, hoy en día, tendrían mucho por lo que seguir luchando. Un gran número de nuestros derechos siguen en peligro en un sistema que parece cada vez más embravecido con el plante que las mujeres venimos haciendo desde hace muchos años y que se vuelve peligroso a ojos de quienes siguen ostentando el poder. Es un rechazo natural; si tocas teclas que consiguen entonar melodías de cambio, las estructuras se retuercen y reaccionan.

La realidad es que una de cada tres mujeres sigue sufriendo violencia física o sexual. Sí, ya sé que estos datos, leídos una y otra vez, no nos mueven de la silla. Nos hacemos inmunes porque lo que vemos son números, no vemos a las personas. Aún así, no voy a dejar de lado que tres de cada cuatro mujeres víctimas de trata son utilizadas para la explotación sexual, alimentando así el comercio más trágico, perverso y provechoso del universo: el comercio de las personas. 

La prostitución es el segundo negocio que más dinero mueve en el mundo, un mundo en el que se prostituyen entre 40 y 42 millones de personas; un 90% son mujeres y niñas que tienen entre 13 y 25 años. El 62% fueron iniciadas en la prostitución siendo menores de edad y, en la mayoría de los casos, habían padecido violencias físicas antes de los 16 años. No es casual. «El sistema prostitucional», dice Amelia Tiganus, integrante de Feminicidio.net y víctima de explotación sexual, «utiliza estos traumas de la infancia en su propio interés. Lo pude descubrir en mis carnes después de sufrir una violación múltiple a los 13 años. Me convirtieron en puta sin importarles que yo en realidad quisiera ser médica o profesora. Abandoné los estudios por no soportar toda aquella situación y aquel dolor. Las violaciones y la persecución se volvieron sistemáticas y yo, en la soledad y el abandono más absoluto, encontré la (falsa) solución el día que dejé de resistirme y me resigné». 

La prostitución funciona con la lógica del mercado. El propósito de los mercaderes de personas es elevar la cuota e incrementar sus beneficios. Lo tienen fácil porque comprar una persona en el siglo XXI puede costar menos de 150 euros, mientras que explotarla durante un mes puede generar como mínimo 6.000 euros. Y, mientras tanto, los compradores de sexo mantienen la demanda de este mercado.

Se calcula que, en el Estado español, casi un 40 % de hombres han pagado alguna vez por tener sexo con una mujer. Sí, has leído bien; 40 de cada 100 hombres. Lo repito porque no quiero que nadie lea este dato sin echarse las manos a la cabeza o sentir un punzamiento en el alma. A pesar de que tres cuartas partes de los puteros opina que si una mujer se prostituye es porque, de algún modo, le obligan a hacerlo a través del uso de la fuerza, o a base de amenazas, consideran también que las mujeres obligadas a prostituirse son siempre las otras, no aquéllas que ellos compran.

Los datos hablan por sí solos. Presta atención, hay un putero en tu entorno, a tu derecha o a tu izquierda: un amigo, un compañero de trabajo, un hermano, alguien de la cuadrilla, un vecino, un marido o un padre. Son señores, de todas las edades y condiciones, depredadores de cuerpos de mujeres y niñas, cada vez más jóvenes, porque así lo demandan clientes que se creen con derecho a comprar el cuerpo de una mujer.

En esta lógica de mercado, toda mercancía necesita ser renovada, dando ritmo así a la abominable ‘ruta del 28”, cuya denominación proviene de la práctica de aprovechar el día 28 —cuando la mujer comienza a menstruar— para cambiarle de lugar, es decir, de prostíbulo. Así, la mercancía se mueve y los puteros pueden comprar nuevos cuerpos en sus visitas semanales. El cliente exige, el proxeneta provee. Los puteros no cambian de localidad, no cambian de hábitos, los puteros están entre nosotras, convivimos con ellos, son personas aparentemente normales, con parejas e hijos.

La alegalidad de la prostitución en el Estado español hace que se vea como un paraíso para los tratantes de esclavas sexuales, que incluso llegan a ser denominados empresarios por algunos medios de comunicación. ¡Qué desfachatez! ¿Empresarios de qué? Alrededor de 1.500 burdeles se camuflan como locales de hostelería para esclavizar y explotar sexual y diariamente a mujeres. ¿En serio se les puede llamar empresarios? Como decía María Puente en el artículo “El año en que once diplomáticos europeos fueron explotados sexualmente”,  legalizar la prostitución no es una postura progresista. Y continuaba diciendo algo que comparto al ciento por ciento: “En algún tiempo creí que era la mejor opción, pero ahora estoy convencida de que regular y legalizar la prostitución supone la institucionalización de esta forma de esclavitud”.

Leía hace unos días a Sonia Sánchez, también víctima de explotación sexual. Dejaba a las claras, en una sobrecogedora entrevista en la BBC, que “ninguna mujer nace para puta. Nos hacen putas, nos convierten en putas. El mismo hombre que te hace puta, en otro barrio es un marido y un padre”. Y sabe de lo que habla. El patriarcado, que impone las reglas del sistema económico que hace girar la Tierra, plantea el debate de la prostitución en términos de libertad de elección y de regulación laboral. Las propias víctimas dicen que, “las mujeres que ejercen la prostitución necesitan decirse que son ellas las que eligen, las que ponen el precio, las que son libres de entrar o salir cuando les apetece. Y se lo dicen para no sentir dolor, para negar la tortura de la que son víctimas”.

Lejos de ser una oportunidad profesional, o una mal llamada “vida alegre”, se trata de una de las muestras más bestiales de la desigualdad de género y del sufrimiento humano. La prostitución no es una profesión, es esclavitud. No existen empresarios, existes proxenetas y mafias que trafican con personas. No existen consumidores, existen puteros que demandan “carne fresca” para satisfacer sus caprichos. Y los tienes muy cerca.

 

 

¡Tenemos un notición!

octubre 30, 2018 en Doce Miradas

Doce MiradasDespués de cinco años y medio de observar la vida actual y pasada bajo el  filtro violeta, y de soñar con un futuro de igualdad, la Asociación Vasca de Periodistas y el Colegio Vasco de Periodistas se han fijado en nosotras. Doce Miradas ha recibido el Premio Periodismo Vasco 2018 en la modalidad de Periodismo Digital y estamos felices con el reconocimiento.

Parece que fue ayer

En 2012, en una sala de la Universidad de Deusto, doce mujeres unidas por la causa común de la igualdad de género, emocionadas, pulsaban ‘ENTER’ y publicaban el primer post del blog. Parecía que lanzásemos un cohete a la luna, a juzgar por lo trascendentes que nos pusimos, pese a las risas nerviosas y la ilusión que nos embargaba a todas. Y no era para menos. Enviábamos nuestro primer mensaje con afán transformador. Aspirábamos a remover conciencias, despertar dudas, aprender juntas, impactar en las mentes y los corazones de quienes quisieran leernos.

Y las primeras impactadas fuimos nosotras. No somos las mismas de entonces. La transformación social que ambicionábamos, que ambicionamos, es un propósito enorme, de largo recorrido y luces largas. Queda mucho camino para eso. Pero la transformación personal, no menos importante, llegó por sorpresa, sin buscarla.

El origen

Doce Miradas surge de la necesidad de levantar la voz para hacernos oír, reivindicar, corregir o destruir estructuras que oprimen, teniendo muy presente que no podemos –ni queremos- hacerlo solas. Doce Miradas nace con el deseo de sumar en las etapas del camino personas con las que construir un modelo justo de desarrollo personal y oportunidades. La justicia social y la igualdad entre hombres y mujeres es una responsabilidad de todos y todas.

Nosotras contamos

En Doce Miradas contamos: contamos a través de nuestro blog semanalmente. Contamos las corbatas en los congresos y en las fotos. Y por supuesto, contamos porque somos importantes, contamos como mujeres en la sociedad.

Durante este tiempo, semana tras semana, hemos publicado en nuestro blog más de 230 artículos. Son reflexiones personales que animan, directa o indirectamente, a la participación, como lo demuestran los casi 2.000 comentarios registrados. Nos han acompañado alrededor de 100 miradas invitadas, mujeres y hombres del mundo del periodismo, consultoría, judicatura, coaching, economía, cultura, igualdad, política, literatura, diseño, marketing, comunicación, sociología, educación e investigación, entre otros.

Dada la diversísima procedencia de las firmas, los temas abordados -siempre en torno a la igualdad, la perspectiva de género y el feminismo-, han sido también variados: participación pública, corresponsabilidad, medicina, publicidad, medios, música, literatura, lenguaje inclusivo, tecnología, historia del feminismo, cine, educación, infancia, empoderamiento, violencia, prostitución, justicia, acoso, historia de las mujeres y techo de cristal.

Estos artículos comparten, sin embargo, su sencillez y la ausencia de tecnicismos o grandes ambiciones teóricas o académicas. Están, por el contrario, cargados de vivencias y enfoques individuales, que, creemos, han favorecido la conexión con mujeres y hombres de todo tipo, no directamente próximas al “activismo” feminista en inicio.

Qué hemos hecho

Doce Miradas ha contribuido, a nuestro de modo de ver, a trasladar una idea diversificada del feminismo: no hay una sola manera de ser feminista, sino muchas. No deberíamos, de hecho, hablar ya en singular del movimiento feminista, sino de los movimientos feministas. Entendemos que los feminismos son variados, diversos, incluso contradictorios, porque están vivos y eso supone que evolucionan, se transmutan, se transforman.

El premio

Una de las mejores noticias que hemos recibido en estos cinco años es la concesión de este premio, que no es el primero, pues en 2016 recibimos el Aire Saria de Getxo Blog. Los premios siempre llegan en buen momento. Este nos ha llegado recién entradas en la madurez, cuando llevamos cinco años y medio, que, en “años blog” ya es una edad respetable.

Desde el principio fue un proyecto colaborativo y esa es la mejor de sus esencias. Este premio, como el Gordo de Navidad, está muy repartido, y es que los premios colectivos son los mejores. Está repartido entre las dieciocho mujeres que han sido y son miradas; entre las más de cien que han colaborado con el blog; entre las miles que nos siguen en las redes sociales y entre todas las personas que han confiado en este proyecto y se han sumado a él.

No queremos dejar escapar la ocasión de recordar por qué y por quién estamos aquí, en este punto del camino. Estamos aquí porque somos de cielo abierto y no nos gustan los techos de cristal ni los suelos pegajosos. Porque el mercado laboral no ha creído en nosotras ni en nuestras capacidades. Porque queremos hacernos visibles y dejar de vivir en la sombra. Porque me too, sí, a mí también me ha pasado, a nosotras también, a vosotras también os ha pasado y no tenemos por qué callarlo; caiga quien caiga. Porque nos seguimos poniendo de negro cuando los números sangran y todavía hay violencia extrema, letal, contra las mujeres aquí cerquita, a nuestro alrededor.

Y, finalmente, porque queremos cambiar las cosas y solo hay una manera de hacerlo: las cosas solo se cambian cambiándolas.

Eskerrik asko. Danke schön. Merci beaucoup. Thank you very much. Gracias.

El síndrome de la impostora llama a tu puerta

octubre 16, 2018 en Doce Miradas

Hace ya unos años, una campaña publicitaria grabó a fuego en mi mente el ya famoso slogan de «Hola. Tú no me conoces. Soy tu menstruación. Y no me voy a perder ninguna de tus fiestas». Esa misma escena se recrea en mi mente con bastante asiduidad, pero con otro protagonista: Toc, toc. ¿Lo oyes? Aquí está. Cuando la visibilidad llama a tu puerta, el síndrome de la impostora va de la mano y tampoco se pierde ninguna de tus fiestas.

Si no sabes de qué hablo quizás sea porque eres una persona afortunada o porque no le has puesto aun nombre a algo relativamente común que consiste en asumir que tus triunfos son cuestión de suerte, que se deben a factores externos, que no eres tan capaz como todo el mundo cree, que no estás a la altura, que pasabas por allí cuando se repartían los éxitos… en definitiva: que eres una IMPOSTORA. Un auténtico FRAUDE. Así, con mayúsculas.

Un síndrome que no nos entró un día de sopetón, sino que se ha ido gestando durante mucho tiempo cual virus que necesita de su periodo de incubación. Y aunque este virus ataca tanto a hombres como a mujeres, nosotras somos más propensas a “pillarlo” porque desde pequeñas llevamos recibiendo mensajes velados (algunos no tanto) que van atacando al sistema inmunológico de nuestra confianza. Del “no seas mandona” que nuestras niñas escuchan al “tiene dotes de liderazgo” que escuchan ellos; del “qué guapa eres” al “qué listo eres”; del “eres muy trabajadora” al “eres brillante”. Y la cosa no para ahí. Cuando crecemos, sentimos que tenemos que demostrar nuestra valía una y otra vez (a nosotras mismas y a los demás), algo que llamamos el sesgo de «demuestra tu valía de nuevo». También descubrimos que hay menos comportamientos aceptables para mujeres que para hombres (sesgo de la cuerda floja), como por ejemplo, ser asertivas, momento en el que somos tildadas como más difíciles y menos amables. Lo nuestro es permanecer sutiles, amables, dulces… o sufrir las consecuencias. Por ejemplo, en este estudio de Harvard y CMU en el que hombres y mujeres negociaron una oferta de trabajo leyendo el mismo guion, ellas fueron percibidas negativamente por negociar mientras que ellos no.

Los síntomas para el diagnóstico suelen ser claros y cumplen hasta un ciclo, que arranca cuando una nueva oportunidad se presenta ante nosotras:

  • Tras la emoción inicial, el miedo empieza a apoderarse de nuestro cuerpo y nuestra mente, generando un discurso de que no seremos capaces. Queremos pilotar por debajo del radar. Volvernos invisibles para no sufrir con los comentarios sobre lo que hacemos. Nos cuesta ser las primeras en coger el micrófono en el turno de preguntas de una conferencia, expresar nuestra opinión en público o aceptar que nos han ofrecido una oportunidad por nuestra valía y no por la cuota de ser mujer. Aplicamos aquello de “en comunidad no muestres habilidad” pero de manera constante, considerando que es más rentable socialmente no destacar por nuestro talento.
  • Convencidas de que somos una farsa, nos da por procrastinar y/o trabajar más y más para alejar el fantasma del fracaso. Resultado: sobresfuerzo y un perfeccionismo enfermizo donde “lo mejor” mata a “lo bueno”.
  • Tras esto, suele llegar el éxito, pero es efímero y dura menos que la caducidad de un yogurt. No nos da ni tiempo a disfrutarlo como se merece. Siempre hay un “pero”, por pequeño que sea, que proyecta su larga sombra y ensombrece todo.
  • Así que el siguiente paso es inevitable: negación del éxito y otra vez empezamos en la casilla de salida.

Pero tranquilas, que aquí vengo yo con aquello de que “consejos vendo, que para mí no tengo”:

  • Como en muchas ocasiones sucede, el primer paso es reconocer el problema. Darnos cuenta de lo que nos pasa. Para ello toca trabajar mucho la interioridad para autorreconocernos y autolegitimarnos. Dicho más sencillo, ganarnos la confianza de nuestra rival más dura e implacable: nosotras mismas.
  • Practicar la sororidad y contrastar con otras personas nuestra sensación. Alguien que lo vea desde fuera. Seleccionar esa persona es clave porque si no, te puede pasar como a mí: cuando me invitaron hace unos meses a dar una conferencia en el Parlamento Europeo, llamé a mi madre para contárselo. Su respuesta: “Hija, ¿no será un poco mucho para ti?”. Justo las palabras de ánimo que estaba necesitando… Obviamente ella no me lo decía desde una falta de convicción de mis capacidades, sino por evitarme el sufrimiento de los nervios y el propio ciclo de la impostora fustigándome (esto de evitar sufrimientos en niñas, jóvenes y mujeres adultas requiere de otro post…). Por suerte, hice otra llamada que me ayudó a acallar al síndrome y dar el paso (millones de gracias, Esti 😉 ). Necesitamos personas que nos empujen hacia arriba, porque hacia abajo las circunstancias ya nos están empujando todos los días.
  • Asociado a esto último, tú también puedes contribuir a paliar el síndrome de impostora de otras mujeres, ayudándolas a brillar y no apagando luces.
  • No pierdas por adelantado. Primero juega el partido. Hasta de las peores derrotas se aprende.
  • Lo dicho antes: ¿nada nunca es suficientemente bueno si lo haces tú? Baja el pistón de tu perfeccionismo.
  • Date el permiso de disfrutar de los éxitos más de cinco minutos y acepta las felicitaciones y los elogios. Ya va siendo hora de abandonar la modestia mal entendida.

Y a ti, ¿cuántas veces te ha tocado en la puerta el síndrome de la impostora? La próxima vez, cántale por Pimpinela:

¿Quién es?
Soy yo
¿Qué vienes a buscar?
A ti
Ya es tarde
¿Por qué?
Porque ahora soy yo la que quiere estar sin ti.

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