Otro grupo de hombres atenta contra la libertad sexual de una mujer

junio 4, 2019 en Doce Miradas

Trece años de cárcel para cada uno de los miembros de ‘la manada’ de Bilbao.

 

El 28 de mayo hemos conocido la Sentencia dictada por la Audiencia Provincial de Bizkaia que condena a cada uno de los tres acusados a las siguientes penas: a) por delito contra la libertad sexual: diez años de prisión; inhabilitación para el sufragio pasivo; prohibición por quince años de acercamiento a menos de quinientos metros del lugar de residencia, trabajo o frecuencia de la víctima y comunicación con ella por cualquier medio; libertad vigilada por seis años una vez cumplidas las penas de prisión impuestas, con la obligación de participar en programas formativos de educación sexual e igualdad de género; b) por delito de descubrimiento y revelación de secretos: tres años de prisión y multa; c) indemnización a la víctima en 20.000 euros de manera conjunta y solidaria. Además, el Tribunal mantiene la situación de prisión provisional de los tres condenados.

Hay que hacer notar que las acusaciones – Ministerio Fiscal y la denunciante – solicitaron penas de prisión – mayores por parte de la denunciante – por delitos de abuso sexual y de descubrimiento y revelación de secretos, sin que se hubiera solicitado la calificación de los hechos como agresión sexual, esto es, sin que nadie alegara que el ataque a la libertad sexual de esta mujer se hubiera producido mediando violencia o intimidación.

La Sentencia merece ser leída, difundida y comentada. Es una Sentencia seria, muy bien argumentada y didáctica, en la que se analizan cuestiones siempre problemáticas en relación con los delitos contra la libertad sexual y su percepción por la ciudadanía – en más de un sentido -: el principio constitucional de presunción de inocencia; la valoración de la declaración de la víctima, que puede ser prueba de cargo suficiente aunque fuera la única disponible; las limitaciones de la memoria humana y las distintas reacciones de cada persona ante situaciones de estrés; el ataque a la libertad sexual de la persona “privada de sentido” – según el término del Código Penal para calificar el delito de abuso sexual en una modalidad -; la prueba de la existencia o no del consentimiento… -. De todo ello se ocupa la Sentencia con un exquisito y concienzudo análisis de toda la amplia prueba practicada – las declaraciones de los tres acusados y de la denunciante y de quince testigos y seis ertzainas y otras tantas peritos que analizaron muestras químicas y biológicas, así como cuatro doctoras y doctores sobre la situación de la víctima y el visionado de diversas grabaciones, entre ellas, la realizada por uno de los acusados, difundida a los otros dos -.

Merece leerse la Sentencia, sí, en la que consta que en alguno de los informes de la defensa se alegó incluso haberse visto “cierto jolgorio” en lo visionado de las grabaciones, en desdichada apelación irrespetuosa y claramente ofensiva hacia la víctima, remedando los términos utilizados por el magistrado que suscribió el voto particular a la Sentencia de la Audiencia Provincial de Navarra sobre el grupo conocido como “La Manada”.

Merece subrayar asimismo que esta Sentencia expresa con rotundidad que “no estamos juzgando a la joven, sino los actos que, sobre ella (no con ella…) realizaron los acusados” y que la denunciante “estaba incapacitada para consentir o dejar de hacerlo, y pese a ello, en algunos momentos llega a verbalizar el NO”, situación derivada de una excesiva ingesta de alcohol y cocaína, incompatible con el consumo de una sustancia prescrita por el médico que la asistía.

Los hechos probados, finalmente, revelan que la víctima, privada de sentido, como se ha dicho, fue objeto de actos sexuales por parte de los tres acusados – entre ellos penetraciones anal y vaginal, felación… -, hechos que se califican, como ya he comentado, de abuso sexual – calificación en la que coincidieron el Ministerio Fiscal y la defensa de la denunciante -. A hacer notar que los delitos de abuso sexual lo son cuando se atenta contra la libertad o la indemnidad sexual de una persona mediante actos no consentidos, situación que concurre en quien está privada de sentido, como la víctima en este concreto supuesto. No es la penetración la que califica los hechos como “agresión sexual” y la falta de penetración como “abuso sexual” en el Código Penal español, sino que la diferencia entre ambos delitos es la utilización de violencia o intimidación o no – lo que se discutió, precisamente, en el caso de “La Manada” -.

A destacar igualmente la condena a libertad vigilada por seis años una vez cumplidas las penas de prisión impuestas, con la obligación de participar en programas formativos de educación sexual e igualdad de género, algo que facilitará, no solo el castigo sino su resocialización auténtica en una sociedad que ha de garantizar la libertad y la igualdad de todas las personas.

Hay que poner de relieve también, aunque probablemente sea innecesario, que los hechos se enjuician y valoran según el Código Penal vigente. No se está analizando lo que podría ser según una nueva regulación de los delitos contra la libertad sexual, cuyo examen ya comenzó en la primavera de 2018, si bien desconozco el estado de los trabajos de la Comisión de Codificación. Nueva regulación que viene obligada por el Convenio del Consejo de Europa sobre prevención y lucha contra la violencia contra las mujeres y la violencia doméstica – el conocido como “Convenio de Estambul” -, que plantea tipificar como delito “la penetración vaginal, anal u oral, no consentida”, así como “los demás actos de carácter sexual no consentidos”, en lo que ha dado lugar a la sustitución del “No es no” por el “Solo sí es sí”, pero que, en el caso analizado, carece de mayor relevancia, ya que, como he dicho, se considera que la víctima no consintió tales actos y que, en consecuencia, hubo delito de abuso sexual.

Quedan para otra ocasión otros análisis de más largo recorrido, como el del alcance de la previsión del propio Convenio de Estambul sobre la obligación de los Estados firmantes – entre ellos, España – de adoptar medidas para tener en cuenta la perspectiva de género en la investigación y enjuiciamiento de este tipo de violencia.

Una nota final y tangencial, aunque clave para la convivencia libre, para la reflexión: la Sentencia también pone de relieve que, de no haberse contado con la grabación de las cámaras de un local de “vending” cercano, el asunto no habría podido llegar a ser juzgado porque habría resultado imposible identificar a nadie, lo que me lleva a reflexionar una vez más sobre la conveniencia y oportunidad – o no – de la proliferación de cámaras de grabación y videovigilancia en nuestras calles.

Seis años

mayo 28, 2019 en Doce Miradas

El sexto aniversario de Doce Miradas nos llevó el pasado 23 de mayo a una nueva ciudad, Donostia, que nos trajo nuevas caras y nueva gente con la que compartir ideas y reflexiones (y también algunas de las caras que nos acompañan desde siempre). Hasta ahora Bilbao había sido nuestro punto de encuentro anual, y este año había ganas de salir de nuestra zona de confort, y de ampliar miradas y horizontes.

La cita tuvo lugar en la sala Tokiski de la Universidad de Deusto, donde nos recibieron con los brazos abiertos. La hicimos nuestra nada más poner el pie dentro. Claro, que somos doce, y nosotras solas ya llenamos mucho… Nos costó dar comienzo al acto porque no queríamos dejar de charlar con la gente que vino a celebrar con nosotras, pero la puntualidad es una de las mejores formas de cortesía y había que arrancar.

Presentar brevemente nuestro recorrido de esta media docena de años —a cargo de Noemí Pastor— nos hizo revivir cada uno de los logros, aprendizajes, buenos momentos y resultados de este tiempo. El recorrido por los aniversarios anteriores despertó también alguna sonrisa: hemos hecho cosas raras, cierto… A esto hemos venido, precisamente: a mirar y a hacer las cosas de una forma diferente, y a cambiar el paso para avanzar más rápido y en compañía.

Llegó a continuación el plato fuerte del día: conversación y propuestas «a doce» —con seis voces invitadas y seis integrantes de Doce Miradas— sobre tres ámbitos clave: Educación, Visibilidad y Voz y Medios de Comunicación. Bloques de contenido en los que nos proponíamos llegar más allá de la conversación, llevando nuestras «propuestas de mínimos».

Entre los muchos ámbitos posibles, estos tres estaban entre los elegidos porque son críticos para avanzar en materia de igualdad: la educación, en la base, los medios de comunicación como correa de transmisión (y a la vez parte de la solución o del problema), y la visibilidad y la voz de las mujeres, como logro que permite generar referencias porque “lo que no se nombra, no existe”. Y también porque en Doce Miradas, pensamos, contamos con la “autoritas” necesaria para ser propositivas en estas áreas. Nuestra experiencia y los reconocimientos (Premio de Periodismo Digital 2018) nos avalan. Seis años son una mayoría de edad que nos hacen sentirnos capaces ya de proponer agenda (seis años en un blog son 18 en una persona, que bromeaba alguien por ahí).

El coloquio, que moderó Pilar Kaltzada, se organizó así:

  • Mesa redonda Educación “La asignatura pendiente de la igualdad”
    • Pilar Mayo, jefa de Igualdad de Educación de Navarra.
    • Koldo Zabala, técnico de Igualdad del Ayuntamiento de Irun.
    • Eunate Encinas, integrante de Doce Miradas.
    • Eva Silván, integrante de Doce Miradas.
  • Mesa redonda Visibilidad y Voz  “Cuando Telémaco silenció a Penélope”
    • Felix Arrieta, politólogo y profesor de la Universidad de Deusto. Director de DeustoForum Gipuzkoa.
    • Marta Macho, matemática, divulgadora científica y profesora de la UPV-EHU. Premio Emakunde 2016.
    • Ana Erostarbe, integrante de Doce Miradas.
    • Noemí Pastor, integrante de Doce Miradas.
  • Mesa redonda Medios de Comunicación “¿Cómo se está difundiendo la voz, la mirada y el pensamiento de las mujeres?”
    • Begoña Marañón, directora Cadena SER Euskadi.
    • Lourdes Pérez, subdirectora del Diario Vasco.
    • Arantxa Sainz de Murieta, integrante de Doce Miradas.
    • María Puente, integrante de Doce Miradas.

Y las propuestas fueron estas:

En el transcurso de la conversación se apuntaron nuevas ideas y se matizaron las posiciones de salida. Hubo quien mostró sus dudas, por ejemplo, sobre la eficacia de contar con comités específicos para asegurar el cumplimiento de las políticas de igualdad en los medios de comunicación, si bien otras personas subrayaron la importancia de contar con grupos enfocados en estas tareas, porque cuando la responsabilidad es de todos y todas, como proponían las directivas de los medios de comunicación, al final suele pasar que se diluye y no es de nadie. El resultado del debate es, a veces, el debate en sí mismo.

Ocurrió algo similar con la cuestión del lenguaje igualitario, que despierta pasiones. ¿Importa discutir sobre la pertinencia del término “portavoza” o importa más conseguir que haya más mujeres en las portavocías? El debate se alargó hasta las cervezas, claro está. Nosotras seguimos teniéndolo claro: lo uno, y lo otro; faltaría más.

Para terminar la parte formal del acto, Lorena Fernández compartió los cambios del último año en nuestro proyecto, con la incorporación de Garbiñe Biurrun y la marcha de Miryam Artola (gracias siempre, querida Miry, sabemos que no te vas lejos) y explicó los siguientes pasos tras el debate y la reflexión. Y ¿cuáles son estos siguientes pasos? Pues bien, abrimos ahora juego público a la recepción de propuestas añadidas a las expuestas por Doce Miradas, con la ambición de cerrar un documento que compartiremos llegado el momento, para avanzar en una agenda feminista que aporte soluciones y medidas concretas.  Podéis hacer vuestras aportaciones en los comentarios a este post.

Virginia Gómez, Naiara Pérez de Villareal y Christina Werckmeister, por su parte, quedaron a los mandos de Twitter y de la logística del evento, que terminamos despidiendo con unas cervezas en la mejor compañía (gracias, Heineken). Porque los aniversarios son para eso. Para disfrutar. Gracias también a ti que lees por estar ahí, al otro lado de la pantalla. Seguimos…

Voces para la igualdad. ¿Celebras con nosotras el sexto aniversario de Doce Miradas?

mayo 15, 2019 en Doce Miradas

Maiatzak 23 mayo. 18:00h.

Universidad Deusto, campus Donostia (Sala Tokiski). Camino de Mundaiz 50, Donostia.

Inscríbete.

Como os contamos hace poco, cumplimos seis años con este proyecto que se llama Doce Miradas, tiene formato de blog y el compromiso de trabajar por la igualdad con el feminismo como herramienta y reivindicación. Este año ha sido muy especial para nosotras porque en noviembre recibimos el Premio Periodismo Vasco 2018 en la modalidad de Periodismo Digital y estamos felices con el reconocimiento. Pero no queremos parar ahí.

En este aniversario pretendemos desvirtualizar el blog y convertir los temas de los posts publicados en conversación cara a cara, fuera de la red en la que se aloja el blog. En esta VI edición, ‘Voces para la igualdad’ tiene como objetivo plantear propuestas de valor en cada uno de los temas a tratar. El acto, que comenzará a las 18.00 horas, se desarrollará de la siguiente manera y con las siguientes cómplices de batalla:

  • Mesa redonda educación “La asignatura pendiente de la igualdad”.
    • Pilar Mayo, jefa de Igualdad de Educación de Navarra.
    • Koldo Zabala, técnico de Igualdad del Ayuntamiento de Irun.
    • Eunate Encinas, integrante de Doce Miradas.
    • Eva Silván, integrante de Doce Miradas.
  • Mesa redonda visibilidad y voz  “Cuando Telémaco silenció a Penélope”.
    • Felix Arrieta, politólogo y profesor de la Universidad de Deusto. Director de DeustoForum Gipuzkoa.
    • Marta Macho, matemática, divulgadora científica y profesora de la UPV-EHU. Premio Emakunde 2016.
    • Ana Erostarbe, integrante de Doce Miradas.
    • Noemí Pastor, integrante de Doce Miradas.
  • Mesa redonda medios de comunicación “¿Cómo se está difundiendo la voz, la mirada y el pensamiento de las mujeres?”
    • Begoña Marañón, directora Cadena SER Euskadi.
    • Lourdes Pérez, subdirectora del Diario Vasco.
    • Arantxa Sainz de Murieta, integrante de Doce Miradas.
    • María Puente, integrante de Doce Miradas.

Y para finalizar, tenemos unas cervezas que muy amablemente Heineken nos ha facilitado y con las que esperamos seguir compartiendo conversación.

El evento aniversario se celebra por primera vez en Donostia – San Sebastián, en atención a todas aquellas personas de Gipuzkoa que seguís las publicaciones semanales del blog, leéis y comentáis los artículos y ‘conversáis’ con el colectivo a través de Twitter.

¿Te has apuntado ya? Si no has reservado tu plaza aún, hazlo ahora porque el aforo es limitado. Estamos deseando verte. ¡Apúntate aquí!

¿Lo escuchan? Es el 6º aniversario de Doce Miradas. Save the date!

mayo 8, 2019 en Doce Miradas

Las maravillosas señoras que hacen humor

abril 30, 2019 en Doce Miradas

Joel ha sido mi marido durante cuatro años y hoy me ha dejado. Así comienza el catártico primer monólogo de La maravillosa Sra. Maisel, la original serie de Amazon que cuenta la vida de una treintañera neoyorkina judía, perfecta esposa con dos hijos, que vive en el exclusivo Upper West Side en lo que parecía una existencia dorada y feliz, típica de los años 50. Esta multipremiada comedia (Emmys y Globos de Oro a mejor serie cómica y mejor actriz protagonista y todo tipo de reconocimientos al guión de Amy Sherman-Palladino) enseguida da un giro y nos presenta a una mujer en evolución que prueba el veneno del stand-up, lo que aquí conocemos como monólogos, y descubre que quiere triunfar en los escenarios. Porque la Sra. Maisel, Midge para las amigas, triunfa en su improvisado y alcohólico debut. Hace reír al escaso público asistente desvelando su vida íntima con un discurso pleno de ingenio, desparpajo y provocación. Y lo mejor es que Susie, la manager-barwoman del Gaslight, rendida ante su talento, le propone una asociación: “Deberías ser humorista y yo puedo ayudarte”. Juntas se embarcan en una aventura que pronto descubren no será fácil porque aunque Mrs. Maisel demuestra estar hecha para dominar los escenarios, el club de la comedia es un club de hombres.
Esta ficción situada en los años 50 (la segunda temporada me ha gustado aún más que la primera) me ha hecho pensar en las mujeres y el humor y, sobre todo, en las mujeres que hacen humor feminista en la actualidad. Creo que estamos ante un auténtico boom. Una gran noticia porque el humor es un arma poderosa para combatir o al menos neutralizar el machismo tan aficionado siempre a mofarse del estereotipo de feminista amargada sin sentido del humor. Bien, pues ahora lo tiene mucho más complicado con mujeres como Isa Calderón y Lucía Lijtmaer, que en su Deforme Semanal (aquí puedes ver el de abril de 2019) se ríen con descaro hasta de su sombra, políticos, personas públicas, poetuiteros y gente que va en patinete incluidos. Son kryptonita para el machismo manifiesto y polígrafo para el encubierto.

Este boom es relativamente reciente. En el pasado, la presencia de las mujeres en el humor profesional ha sido más bien escasa. Su ausencia tampoco es casual esta vez. El humor es una cosa muy seria que se asocia a la inteligencia y al ingenio, dos características tradicionalmente consideradas patrimonio exclusivo de los hombres. Hay quien asegura que hacer humor significa reírse de uno mismo, a menudo humillarse, ridiculizarse, autosacrificarse… Y, claro, eso en una mujer no es bonito de ver y encima son ellas mismas las que no están dispuestas a salir feas o ridículas. Que se lo digan a la Niña de Shrek (Silvia Abril) o a la propia Lina Morgan.

El humor es además potencial arma contra el poder y herramienta de poder en sí misma. Subirte a un escenario y compartir tu manera de mirar el mundo a través del humor supone ocupar el espacio público, una asignatura aún pendiente para nosotras. Porque en lo relativo a silenciar a las mujeres, la cultura occidental lleva miles de años de práctica, tal y como sostiene la historiadora británica Mary Beard en su ensayo Mujeres y poder. Entre los ejemplos que cita, Beard echa mano de la tradición literaria occidental, en concreto de un momento de la Odisea en el que un hombre ordena callar a una mujer porque su voz no debe ser escuchada en público. Se trata de Telémaco a su madre, Penélope, que osa reclamar ante una multitud que el cantante elija un tema más alegre. “Madre mía –replica-, vete adentro de la casa y ocúpate de tus labores propias, del telar y de la rueca… El relato estará al cuidado de los hombres, y sobre todo al mío. Mío es, pues, el gobierno de la casa”. Y ella se retira a su habitación.

Por muy hijo de héroe griego que sea, Telémaco lo tendría crudo para enviar a Virginia Imaz a sus aposentos. La payasa clown premio Emakunde 2017, que defiende que el humor “desenfoca la tragedia”, escenificó durante la ceremonia de entrega, con una aparente ingenuidad inofensivamente letal, el ‘juego de la igualdad’ con un partido de tenis. “Señores (lehendakari Urkullu incluido entre la audiencia), al loro que cualquier día conseguimos devolvérsela y os vamos a pillar out”, concluyó Imaz.

Indagando sobre la cuestión, he encontrado este artículo de Tribuna Feminista en el que se reseña a 10 cómicas feministas. Entre ellas, figura  Patricia Sornosa, otra cómica de humor combativo:

“Os quiero contar la historia de amor de mis padres… Mis padres se conocieron porque mi madre empezó a trabajar limpiando en casa de mi padre y se enamoraron. Y se casaron. Y entonces mi madre… dejó de cobrar las horas”. Risas.

Puede que alguna de estas mujeres no te haga ninguna gracia, pero eso no debe entenderse como una incapacidad o demérito del género femenino. Seguro que hay muchos humoristas hombres que no te han arrancado jamás una sonrisa y ahí están. Caitlin Moran, por ejemplo, incluida en esta lista, famosa por su libro Cómo ser mujer, no termina de convencerme, pero no cabe duda de que el humor atraviesa todo su ensayo. Aquí va una pincelada de su estilo al defender la prohibición de los clubes de striptease: “No se van a MORIR [los hombres] si no pueden entrar en un antro de striptease. Las tetas no son como la vitamina D, o algo parecido”.

A pesar de esta eclosión, la risa feminista está aún en la periferia, con sus periféricos o inexistentes sueldos, sospecho. Las encontrarás en salas, teatros, cafés, canales de Youtube o plataformas como Movistar plus, que también acaba de estrenar el programa Las que faltaban, con Thais Villas al frente, o el monólogo de Henar Álvarez en Late Motiv, Señoras Fetén con Moderna de Pueblo, la activista y artista Yolanda Domínguez me pareció genial en su crítica al mundo de la moda con su creación Poses, el festival de humor feminista Coñumor y tantas otras que no conoceré.

En Momentos estelares de la humanidad, el libro del austriaco Stephan Sweig que tanto me han recomendado últimamente (por ahora ningún momento estelar protagonizado por mujer alguna), se novela la caída de Constantinopla, que aguantó valerosamente tras sus murallas un sitio de más de dos meses, pero que finalmente cayó (entre otras cosas) por culpa de una pequeña puerta olvidada que algún bizantino se dejó abierta: la Kerkaporta. Por ahí entraron los desconcertados turcos que no daban crédito a su suerte. Internet parece ser nuestra Kerkaporta por la que una multitud de mujeres marvelous encuentran la oportunidad de mostrar su talento para el humor. Si en el pasado la consecuencia fue la caída del Imperio Romano de Oriente o la conquista de Bizancio, según quién mire, qué no podrá pasar esta vez.

Silencio

abril 2, 2019 en Doce Miradas

Una conversación con mi hijo de 14 años me daba hace unas semanas la idea de este post. Cuestionaba él mi crítica a una fotografía de los Premios ABC Salud, en la que aparecían los premiados con sus respectivos galardones: todos ellos hombres. Le explicaba yo que la cosa tiene delito porque el de la Salud es un sector feminizado, con un 84% de enfermeras colegiadas y un 50,4 de médicas. Sin negar que el resultado de la imagen fuera sorprendente, planteaba él la posibilidad de que, en este caso, fuesen “ellos” quienes más merecieran haber llegado a lo alto de las instituciones premiadas.

Más de causas que de azares, yo traté de explicarle a su vez que las casualidades no existen, y que la misma falta de reconocimiento que evidenciaba la foto en particular, se reproduce a lo largo y ancho del mundo en todos los ámbitos. A las mujeres, le decía, nos cuesta infinitamente más que se reconozca nuestra opinión y nuestro trabajo. Verdad verdadera.

Cierto que siguen siendo ellos quienes presiden de manera mayoritaria consejos, comités y jurados, y que esta circunstancia explica el hábito de sustituir a hombres por hombres (tendiendo así a perpetuarse las proporciones en los órganos de poder y el sesgo de sus decisiones). Pero cierto es también que, más allá, subyace un segundo argumento que no por evidente, deja de sorprender: a las mujeres no se nos trata como iguales porque no se nos considera iguales. Al menos no igual de interesantes, originales, creíbles o replicables.

Miremos a la industria del cine, por ejemplo, que a través de historias nos cuenta nuestro tiempo presente y pasado, e imagina también el futuro (a menudo, por cierto, con enorme falta de imaginación en lo que a proyección de la mujer se refiere). Pues bien, en los 90 años que llevan otorgándose los Oscar, menos de la mitad de las “mejores películas” superaron el test de Bechdel, esta prueba que trata de evidenciar la brecha de género en el cine a través de tres reglas (ridículas de puro simple): que haya al menos dos personajes femeninos en la película (1), que mantengan alguna conversación entre sí (2) y que esta no sea sobre un hombre (3).

En este sentido, aclarar que la presencia de la mujer en el cine es hoy día menor que en la década de los 30, de modo que el argumento del tiempo (ese que hay quienes dicen que cambia las cosas por su cuenta), no aplica.

¿Y qué sucede cuando medimos cuánto hablan ellos y ellas en pantalla? Con un vistazo a la gráfica en la imagen, basta.

Con los medios de comunicación –poderosas fuerzas que determinan la manera en que vemos nuestras sociedades– sucede algo parecido. El Global Media Monitoring Project (investigación quinquenal en 114 países que desde 1995 analiza la presencia de las mujeres en los medios a lo largo de todo un día), aporta datos enormemente reveladores sobre cómo se nos ve. Dice, por ejemplo, que, de cada 10 voces expertas en los medios, solo 2 son de mujeres, que cuando se ofrece el testimonio de testigos, 6 de cada 10 son de hombres, y que solo 1 de cada 4 noticias tienen como sujeto protagonista a las mujeres. Se deduce, por tanto, los hombres son más creíbles e, igual que en el cine, en la vida real también les pasan más cosas y más interesantes.

Hay también estudios por países como este que recientemente ha analizado 700.000 horas de los medios audiovisuales en Francia, para concluir que las intervenciones de las mujeres son dos veces menores que las de los hombres.

O este otro, realizado en Estados Unidos por el Women’s Media Centre que –al hilo de esto de la credibilidad– apunta que los periodistas masculinos tienen más del doble de influencia en las redes sociales que sus colegas femeninas. Poca sorpresa hasta aquí. Especialmente llamativo es, sin embargo, confirmar que ellos retuitean hasta 3 veces más a sus colegas masculinos, y que el 92% de sus respuestas son también entre sí. Esto es, las mujeres (periodistas o no, me atrevería a decir) somos menos susceptibles de ser retuiteadas por ellos. Parece menor, pero sin duda no lo es. Porque la visibilidad y la credibilidad que se nos restan de tan inocente manera, sin duda, tampoco lo son.

Se entiende mejor así que en 109 años de historia, solo el 6% de los premios Nobel hayan sido otorgados a mujeres. Repárese en los puntitos morados de la gráfica, y repárese también en las categorías. De Economía, Física y Química, vamos más justitas, se conoce. Nada comparado con la Literatura, la Medicina y la Paz. No se entiende por qué no gobernamos el mundo, la verdad.

Y lo mismo sucede, me tocará explicarle a mi hijo, si miramos al mundo del deporte, al de la ciencia, al de la empresa e incluso, al de lo público (ese que, en esencia y por justicia, debería de representarnos con fidelidad). De 194 países en el mundo, solo 25 cuentan hoy día con una jefa de estado electa.

Sirvan, en todo caso, estos hilvanes para apuntalar una idea. El trabajo de las mujeres no obtiene el mismo reconocimiento en nuestras sociedades, porque nuestras vivencias y nuestras ideas no reciben el mismo eco. A pesar de los avances (de acción, y, sobre todo, de mucha palabra), la mirada general es androcéntrica y, salvo que actuemos, seguirá siéndolo por inercia, cuando no por resistencia.

Siempre habrá quienes no quieran o no sepan ver que, si las mujeres no llegan a estos premios, a esos puestos o a la mismísima Luna, no es casual, sino resultado de muchos palos en el camino, un tupido parche en los ojos y un silencio histórico de nuestra palabra.

Vivan, por tanto, las historias, las películas, los libros, las noticias con mujeres y de mujeres. Los premios, las voces expertas, los micrófonos y la interacción en las redes sociales. Somos la mitad, pues bien, que se nos vea y, sobre todo, que se nos oiga.

ENCIMA DE MACHISTAS, TONTOS

marzo 19, 2019 en Doce Miradas

#Propuesta “…retrasar los trámites de expulsión de las mujeres inmigrantes sin papeles en el caso de que den a sus hijos en adopción.”

#Concepto Patriarcado Fascista interseccional: dígase del pensamiento totalitario antidemocrático que ensalza la patria, la raza y la autoridad ejercida por el varón jefe para movilizar las masas.

 

Cuando dicen que tenemos los políticos que nos merecemos, me aterra tanto la respuesta positiva como la negativa. Si la respuesta es sí, es que somos machistas y tontos. Y, si es que no, ¿qué diantres estamos haciendo tan tranquilas y tranquilos?

A ver si lo he entendido.  A ese al que al 57% de su partido (corrupto) votó en las primarias porque prometía un giro (más) a la derecha, ese con un máster falso y un postgrado de Aravaca, a ese se le permite hacer propuestas de gobierno basadas en una ocurrencia “torera” tomando una caña después del curro o garabateadas en la parte de atrás de un sobre

Me lo estoy imaginando, tal vez sólo, o rodeado de sus coleguis, que jalean sus elucubraciones:

“¡Eh! ¡Chavales! ¡Se me ha ocurrido una forma de matar a más de un pájaro de un solo tiro! Fijaos, tenemos un problema de Derechos Humanos. Nos acusan de expulsar ilegalmente a migrantes de África, Latino América… ya tal. ¿Pero qué hacemos con las embarazadas? Sabéis que mogollón de mujeres “se embarazan” a propósito para “anclarse” aquí, que el bebé nazca aquí. Lo calculan. Y luego se traen a toda la familia con lo del agrupamiento familiar. Y eso trae crimen. Mi amigo Trump ya lo dijo, son “anchor babies”.  En serio, slo dijo en Twitter.

De una forma u otra acabaremos con la llamada “Ciudadanía por derecho de nacimiento”, que cuesta a nuestro a país miles de millones de dólares y es muy injusto para nuestra ciudadanía. No lo cubre la 14ª enmienda por las palabras “sujeto a la jurisdicción sobre ello”. Muchas personas que estudian leyes concuerdan.. Harry Reid tenía razón en 1993, antes de que él y los Demócratas se volvieran locos y empezaran con las “cosas” de Fronteras Abiertas (que trae un tremendo crimen). No olvidéis ese término tan repugnante “Anchor Babies”. Yo mantendré nuestro País seguro. Este caso se acordará en el Tribunal Supremo.

… Esas mujeres son la mayoría, por mucho que digan que han sido violadas… o que simplemente se nieguen a dar una explicación –¡Como si quedar embarazada fuera supernormal, aunque no vivas en un piso de 80m2 y ni tengas un buen marido! ¡No, eso no es normal!

Encima las nuestras están procreando suficiente. Y los tratamientos de fertilidad son muy caros. Así que se podrían quedar con el bebé de la inmigrante, ¿no? ¡Mira! Reduciríamos la espera, abarataríamos todo el proceso. A las inmigrantes las dejamos que se queden… ¡Seguro que aceptan! Y, ¡estaríamos cumpliendo con los Derechos Humanos de las inmigrantes, refugiadas o lo que sea, no expulsándolas! ¡Ah! No os olvidéis, estamos salvando a ese pobre bebé ¿no os parece?”

— Pero, Pablo, ¿entonces? Vamos a tener más negras y más bebés negros, más familias negras que vengan. ¿Qué ganamos?

— Tíos! ¿Es que no me habéis entendido? Solo digo no expulsarlas inmediatamente, o sea, solo “retrasar” (imagen de Casado extendiendo los brazos con gracia y doblar dos dedos a cada lado a modo de comillas). ¡Salvamos al niño, añadimos a la tasa de natalidad, dejan de darnos la matraca con los Derechos Humanos, damos bebés a tantas de nuestras pobres mujeres que no pueden reprimir su instinto maternal … todos tan contentos!

Luego las expulsamos. ¿No veis? Los familiares no van a poder venir. El bebé, al ser adoptado, queda legalmente desvinculado de su verdadera familia. Hombre, nos quedaran muchísimos bebés de otras razas, pero bueno, tampoco está tan mal. ¿Alguien tiene que seguir limpiando nuestras casas y pavimentando las carreteras no? ¡Brillante!

¡Anda, Mari Pepi! ¿Has tomado nota? Pues, para mañana me redactas todo en bonito para una nota de prensa y luego rueda de prensa… que lo voy a anunciar.

 

FIN

… RIIIIIIIN (sonido de alarma) ¡Ah no! No ha sido una pesadilla. Mira lo que pone en el periódico:

Tras otro 8 de marzo, en 2019 ¡nos hemos hecho oír!

marzo 12, 2019 en Doce Miradas

Y aquí va otro post colaborativo, el último de la temporada, lo prometemos. Recogemos nuestras impresiones individuales sobre este pasado 8 de marzo, los días previos y los posteriores. Mucho que contar y mucho que compartir.

Incluimos, además, los enlaces a los artículos que la semana pasada seis de nosotras publicamos en El Correo.

Mujeres en la mina
El feminismo es incómodo y molesto
Feminismo: un movimiento transversal
Huelgas, cuidados y sexos
(R)evolución
9 de marzo: vientos de cambio

Fotografía de Pilar Kaltzada @pkaltzada

Cada generación tiene sus letras, y yo recuerdo con mucho cariño unas palabras que sonaban en casa a menudo, cuando era más jovencita: “Harta ya de estar harta, ya me cansé”.

No podía evitar escucharlas por dentro cuando, compartiendo calle, lluvia y alegría, muchas amigas hablan de los motivos. Y se me iba formando uno principal, entre todos, el más poderoso: porque queremos. Porque nos vamos cansando de tener que explicar lo obvio. Porque en un día no se nos pasará, pero .. .¡qué bien sienta tener este día para hacerlo, en voz alta, en voz coral, a viva voz. Porque queremos, porque lo merecemos y porque estamos hartas de sentir que la melodía del feminismo solo se tolera si va por lo bajo.

Harta. Porque sí.

El día 8 de marzo y todos los días del año.

Pilar Kaltzada

 

Otro 8 de marzo más y seguimos sin ponernos de acuerdo: unas a la huelga y otras a trabajar; unas en las calles y otras en casa, de compras o en la cafetería; unas por el aborto libre y otras no; unas pro regulación de la prostitución y otras pro abolición o pro prohibición; unas con el feminismo anticapitalista y otras con el liberal; unas contra los vientres de alquiler y otras a favor de la gestación subrogada…

Seguimos sin ponernos de acuerdo y ni falta que hace. Somos diversas y contradictorias porque el feminismo está vivo. No somos un bloque de piedra; más bien un río con meandros, presas, corrientes y balsas. Algo que fluye y empapa, salpica e incluso embarra.

Y actuamos sin autocomplacencia, pero sin látigo también. Con ambición y con humildad al tiempo. Con dignidad siempre. Con la vida en el centro. Con lo personal encaramado a lo político.

Porque mañana también es 8 de marzo. Y pasado mañana. Y al otro. Y al otro.

Noemí Pastor

 

Suelen decir que lo complicado no es llegar sino mantenerse. Todas estábamos expectantes a qué nos depararía este año (y seguras de que muchas personas andarían con la calculadora para alegrarse de que el movimiento se desinflara). Pero no. El viernes las calles se llenaron de nuevo de jóvenes y mayores, mujeres y hombres, de aquí y de allí. A partes iguales reivindicación y celebración. Pero debo reconocer que me aterra que esto también se convierta en “tradición”. Un día para que salgamos a las calles y que luego no se traduzca en cambios. Como dice nuestro mantra, “las cosas se cambian cambiándolas” y no dejaremos de hacerlo el resto del año.

Lorena Fernández

Fotografía de Lorena Fernández @loretahur

En el equilibrio reside el éxito, en el compromiso desde el trabajo constante y el aprendizaje. Inspirando, avanzando, la voz de la desigualdad se escucha ya en todos los rincones del planeta. Días como el #8m significan esperanza, hablamos de unión de personas en pro del cumplimiento de Derechos Humanos. Desde el respeto por todas las opiniones, recordando que la RAE define FEMINISMO como el 1. “Principio de Igualdad de derechos de la mujer y del hombre” 2. “Movimiento que lucha por su realización efectiva”, cuesta entender que aún haya muchas personas que siguen tiñendo el término en negativo como homólogo al término machismo. Diseñamos un futuro en equidad, construyendo raíces desde la re-educación y la transformación de la cultura.

Virginia Gómez

 

Un pañuelo a modo de cinta de de pelo y unas pequeñas uñas pintadas del mismo color que horas después volvería a teñir las calles. Son los gestos con los que una niña de diez años decide ir al colegio la semana del 8 de marzo; gestos que suponen la necesidad de significarse y mostrar a tu entorno que tu causa, la de las niñas y la de las mujeres, debe ser vista y reconocida. Un color que esconde un sustrato lleno de propiedades que alimenta otra manera de entender el mundo. El 8 de marzo, como fecha simbólica en la que demostramos que el feminismo, desde siempre, vive empeñado en mejorar el mundo, hacerlo más justo, más equitativo, más respetuoso y donde la corresponsabilidad se ejerce desde todas las esferas de la vida. El 8 de marzo como hito, el resto del año como reto.

Eva Silván Miracle

Fotografía de Eva Silván Miracle @evasilmi

Un 8 de marzo lleno de vida, diversidad y alegría. Un día en el que se encontraron en las calles, melodías y reivindicaciones, juventud y veteranía, fuerza y dulzura, alegría y tristeza. Una expresión inagotable de valores complementarios que se suman unos a otros, como las gotas que forman este océano feminista.

Ese fue el sentir del 8 de marzo. Por delante,  otros 364 días en los que la fuerza de esta ola nos  llevará imparables a nuevas orillas. Y aunque la travesía se tope con machismos y neomachismos, lo mismo me da, y sintamos corrientes de hartazgo e incredulidad, furia y asco, vergüenza y frustración, no cambiaremos el rumbo.

Por un viaje lleno de coraje, dignidad y certezas.

Eunate Encinas

Fotografía de Eunate Encinas @eunateencinas

¿El éxito de este #8M? Una alegría y un alivio. Un retroceso respecto a lo sucedido en 2018 habría sido un bajón. Sin embargo, no he sentido la emoción del año pasado. ¿Por qué? Porque tuve la sensación de que aquella jornada histórica supondría un antes y un después. Y ya hemos visto que no. En el momento, me encantó ver al entonces presidente del gobierno, Mariano Rajoy, verse obligado a cambiar su discurso. Casi parecía feminista. El mismo que unos días antes, junto a su equipo de gobierno, tachaba la convocatoria de huelga de insolidaria e irresponsable. El mismo que al ser preguntado por un periodista sobre la brecha salarial contestaba con aquel famoso “Eso no toca ahora”. Prometedor.

Pero llega 2019 y estamos en las mismas. ¿Cuántas jornadas históricas tenemos que poner sobre la mesa para entrar en la agenda política? No deberíamos regodearnos en la autocomplancencia del éxito de movilización. El objetivo no es instaurar una fiesta pintoresca como si esto fuese el año nuevo chino o el Mardi Gras de Nueva Orleans. Por encima de lograr una foto aérea espectacular, las manifestaciones son un medio para conseguir unos objetivos.

El año pasado me gustó ver cierta tensión y preocupación entre la clase política, sobre todo en la detractora. Este año no percibo eso. Han visto que podemos llenar las calles y continuar todo igual. Este gobierno inestable y con un pie fuera no ayuda. Nadie se siente especialmente interpelado, aludido. La responsabilidad se difumina y eso nos perjudica. Pero deberían tomar nota todos los gobiernos. Los autonómicos y el central. Los de ahora y quienes vengan mañana. Estamos esperando.

María Puente

 

No soy (demasiado) inocente, y a pesar de los miedos, los peros y los peligros de esta emocionante revolución, elijo quedarme con lo bueno. Las mujeres hoy estamos más unidas que ayer. Más y mejor comunicadas. Y, sobre todo, estamos cada vez más preparadas para ocupar el terreno, sea cedido o sea tomado.

Porque las mujeres hoy entendemos mejor lo que merecemos y lo que queremos. Queremos ocupar el centro de lo público y de lo privado. No la graciosa periferia de lo uno ni el cansado protagonismo de lo otro. Y nos queremos vivas… Queremos igualdad sin ambages y sin vendas. Queremos evolución, y la queremos ahora.

Ana Erostarbe

 

El mismo 8 de marzo me crucé con una vecina en el portal, la saludé y le comenté con una sonrisa: “Qué día más emocionante, ¿verdad?”.

Me miró como las vacas al tren y me dijo antes de irse: “Este día me parece una chorrada”. Os podéis imaginar cómo me quedé: ¡ojiplática! Desde entonces me pregunto qué es lo que le parecía “una chorrada”: ¿el hecho de hacer huelga como instrumento de posicionamiento y reivindicación, o la propia lucha feminista?

Se lo preguntaré, no tengáis la menor duda.

Me cuesta entender y me duele escuchar a las propias mujeres hablar así, no lo puedo ocultar. Pero si de algo estoy segura es de que esta lucha va a ir a más y que estamos frente a una revolución. Y yo estaré ahí luchando, reivindicando y posicionándome cuando y donde haga falta para conseguir la igualdad para todas las mujeres, incluso para aquellas que piensan que todo esto es “una chorrada”.

Naiara Pérez de Villarreal

 

Este año me ha tocado vivir el #8M desde otro lugar, desde otro país. La revolución que protagonizamos las mujeres es internacional y tenemos que aprovechar la posibilidad de establecer redes y alianzas entre millones de mujeres alrededor del mundo. Reclamamos, simplemente, lo que nos corresponde. El feminismo es un movimiento político para cambiar las estructuras de poder, para poner la vida en el centro; es un movimiento que exige, por medio de acciones noviolentas, la igualdad para la mujeres en un mundo determinado por hombres. Y es que ¡ya está bien!

Al mismo tiempo que las mujeres alzamos la voz, las posiciones más reaccionarias ponen la maquinaria en marcha para intentar desprestigiar una lucha legítima y justa. El año pasado lo hicieron tímidamente y entre confusiones; este año, sin tapujos. Solo les voy a decir una cosa: no vamos a dar marcha atrás. Exigimos cambios ya. Sí, los exigimos.

Arantxa Sainz de Murieta

 

 

 

 

 

Fotografía de Christina Werckmeister @cwerckmeister

A las puertas de otro 8 de marzo, ¡nos van a oír!

marzo 5, 2019 en Doce Miradas

Le hemos cogido el gusto a esto de los posts colaborativos. Ahí os va otro. Es nuestra reflexión colectiva ante esta semana fantástica y su remate el próximo viernes 8 de marzo. Qué expectación.

El año pasado

El 8 de marzo de 2018 nos atrapó a todas la ola. Nos pilló por sorpresa, de sopetón. Bendita ola y bendita sorpresa.

Esperábamos que sucediera algo, sí, pero no tanto.

Fue un chute de energía, un subidón tremendo.

De aquellos polvos vinieron ciertos lodos, pero, en fin, ¡que nos quiten lo bailao!

 

Por qué también este año

Este año volvemos a la carga, a las calles, a las redes, el 8 de marzo, porque las razones que nos llevaron a la protesta del año pasado siguen ahí, intactas.

Siguen ahí la brecha salarial, el techo de cristal, el de hormigón armado y el suelo pegajoso.

Siguen sin participar en pie de igualdad las mujeres en los alardes de Irun y Hondarribia.

Siguen celebrándose eventos y congresos que invisibilizan la participación profesional y social y hasta la existencia misma de las mujeres.

Sigue el acoso en redes sociales.

Siguen siendo espeluznantes las cifras de la violencia sobre las mujeres.

Esta año también volvemos a la carga porque estamos en un momento de renuncia y visibilización y también de reconocimiento de los logros conseguidos hasta ahora. Porque la lucha por la igualdad no es tendencia, no es una moda ni algo momentáneo ni puntual.

Y porque a todas esas razones se nos ha sumado una más: el involucionismo neomachista ha tomado fuerza y cuerpo político y amenaza con asentarse firmemente en la agenda institucional. Lanza, así, globos sonda sobre reformas de la ley del aborto, sobre la abolición de la ley de violencia de género… Y han conseguido alertarnos. En los próximos meses tenemos varias urnas que rellenar. Y nos jugamos mucho

 

Ilustración de Maddi Lapitz Kaltzada

 

¿Qué va a pasar, pues, este año?

Se oye y se lee de todo: que hay menos movimiento previo, menos presencia de la huelga en los medios… ¿Será que, estando como estamos a las puertas de varias citas electorales, hay medios a los que les interesa silenciar esto? ¿Será que esas actitudes de boicot que se han detectado en las redes responden a un intento más ambicioso de neutralizar el movimiento? ¿Será que el año pasado los medios le hicieron casito pensando que sería algo anecdótico, pintoresco y hasta chusco, y este año, viendo que va en serio, prefieren ningunearlo? ¿Será que ha dejado de ser noticia y novedad y los medios, ya se sabe, necesitan materia nueva? ¿Será que tras la ola viene la resaca?

Sea como sea, los diferentes movimientos feministas, en ciudades, en comarcas, en barrios,  llevan meses preparando esta jornada de huelga y la  proponen no solo en el trabajo productivo, sino también en el reproductivo, lo cual incluye cuidados y consumo. Y hacen también recomendaciones a los hombres sobre cómo deben amoldarse a ese día en el que (¡oh, novedad!) no son protagonistas.

Al mismo tiempo, ya tienen publicados sus programas de actividades tanto para el mismo día 8 como para los precedentes, en plan ensayo y precalentamiento.

Lo que es seguro es que este 8 de marzo no será tan espontáneo ni inesperado como el del año pasado. Este año, si vuelve a ser la leche, no nos sorprenderemos.

Porque puede que vuelva a ser la leche en bote. A ver, pensemos: las que participamos el año pasado vamos a repetir todas o casi todas; no conocemos a nadie que en este año haya dado marcha atrás y se haya arrepentido. Y las que el año pasado no participaron, animadas por el eco y la resaca de lo sucedido, es probable que en este 2019 se animen. Puede que este año haya un 8M en sitios donde el año pasado solo llegó mediáticamente.

Y, sobre todo y por encima de todo, porque, como decimos, las razones que nos llevaron el año pasado a la huelga y a la movilización siguen intactas. Y tenemos razones nuevas.

Así que, hermanas, vamos a parar para que pare el mundo y volverlo a poner en marcha a nuestra manera, con la vida en el centro. Nos van a oír.

¿Qué hacemos con la prostitución?

febrero 26, 2019 en Doce Miradas

Este es un post colaborativo, elaborado a veinticuatro manos, fruto de un debate, de un diálogo a doce bandas sobre un asunto que la actualidad nos ha puesto frente a los ojos y ante el cual hemos querido pronunciarnos.

Con todo, lo hacemos a nuestro estilo: con humildad, sin pretender sentar cátedra, reflexionando en voz alta, abriendo la pantalla a aportaciones y queriendo siempre compartir y aprender.

Para no engañar a nadie y dejar las cosas claras desde el principio, diremos que en Doce Miradas somos mayoritariamente abolicionistas. Con dudas, con recelos, inseguridades, reservas y discrepancias, por supuesto, pero, para ser sinceras, hemos de confesar que el abolicionismo es la línea predominante de nuestras posiciones.

El abolicionismo es una opción que hasta hace poco ni siquiera se nos pasaba por la cabeza, ya que la postura tradicional es la resignación ante algo que “existe desde siempre”, que es “el oficio más viejo del mundo” y, en consecuencia, algo inmutable.

Se ha escrito muchas veces que la dominación sobre las mujeres se basa en dos mitos: el mito del amor y el mito del sexo. Estos son los mitos iniciales, que se ramifican en otros secundarios. Por ejemplo, el mito de la maternidad es una ramificación del mito del amor. La prostitución tiene que ver con el mito del sexo; del sexo masculino, claro, concebido como imperativo biológico e impulso que ha de saciarse inmediatamente, que es inaplazable.

El mito nos hace dar por hecho que el hombre tiene unas necesidades sexuales que saciar (por supuesto, diferentes a las de las mujeres y superiores) y por tanto se le debe prestar ese servicio. Ahí está la raíz del asunto: ningún hombre debe pasar necesidades sexuales; el hombre, como amo del mundo, tiene derecho a disponer de una mujer cuando le apetezca.

Es, por supuesto, un mito falso y la mejor prueba de que el deseo masculino es refrenable y aplazable es que, de hecho, se refrena y se aplaza: los puteros consumen sexo entre semana, durante el presunto horario laboral y a primeros de mes, recién cobrada la paga; no en cualquier momento, no en cuanto les sobreviene el deseo.

Si olvidamos eso del ‘oficio más viejo del mundo’ y miramos la prostitución con ojos nuevos, su existencia es impensable en una sociedad que se considera civilizada. La prostitución es básicamente esclavitud, algo que responde en su totalidad a una cultura patriarcal.

Fotografía de @anaerostarbe

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Quienes defienden la pervivencia de la prostitución esgrimen, entre otros, el argumento de la libertad de la mujer prostituta. Y, llegadas a este punto del debate, es inevitable referirse a la escritora y cineasta Virginie Despentes, que, en su libro “Teoría King Kong”, muy recomendable por muchísimas razones, relata las experiencias vividas durante la época en la que ejerció la prostitución y extrae reflexiones y conclusiones interesantísimas.

El caso de Virginie Despentes fue uno de esos casos raros de prostituta autónoma que solo depende de sí misma. Cuenta en “Teoría King Kong” que, cuando ejercía de prostituta, se sentía poderosa. Sabía que poseía algo que los hombres deseaban y por lo que estaban dispuestos a pagar. Y ella sacaba buen partido de todo eso. Despentes se lanza a degüello contra la idea de que las mujeres debemos hacer todo “gratis et amore” y plantea una visión del sexo como factor empoderante.

Quienes defienden la abolición niegan o ponen en cuestión, pues, que tal libertad exista. Existen, por supuesto, casos singulares como el de Despentes, pero en la inmensa mayoría tras la prostitución está la pobreza, la vulnerabilidad y una cultura según la cual todas las mujeres llevamos una puta dentro, de manera que, llegado un caso de apuro, podemos sacarla a la superficie y valernos de ello.

La prostitución no afecta solo a las mujeres que la ejercen, sino que nos afecta a todas. Que un compañero de trabajo pueda celebrar un éxito laboral o cualquier otra cosa pagando por sexo a una mujer no contribuye a construir relaciones igualitarias, sino a que nos consideren a todas las mujeres seres a su servicio.

La cultura de la prostitución nos mete a todas en el mismo saco. Algunas componentes de Doce Miradas hemos conocido más o menos de cerca situaciones en las que nos han “consultado” si, además de ejercer nuestras funciones profesionales como organizadoras de eventos, intérpretes o fisioterapeutas (por poner solo unos pocos ejemplos), podemos “acompañar” al cliente. Hay un amplio páramo de tolerancia, complacencia y silencio alrededor de esto. Ya lo decía la misma Despentes en una entrevista: lo que más temen los hombres es que las prostitutas hablen. No está todo dicho. Hay muchas voces todavía acalladas. Más tarde volveremos a esta cuestión.

En este debate sobre legalización, abolición o prohibición, como en otros muchos, subyace este viejo nudo gordiano: qué lugar corresponde a los derechos individuales y cuál a los colectivos. Y sobre todo, cuando existe el conflicto, cuáles prevalecen.

Toda mujer tiene el derecho de hacer de su vida (incluidos cuerpo, sexualidad y mente) lo que quiera y en ese ejercicio de libertad, llegado el caso, podría elegir que su cuerpo bien vale un modo de vida. Y decimos “podría” porque nos preguntamos cuántas lo eligen en libertad. Diríamos que pocas; muy pocas.

Por lo tanto, si hay que limitar los derechos de unas muy pocas mujeres que se prostituyen en libertad, para blindar los de todas las demás a no ser consideradas potencialmente prostitutas, hágase, pues no se trata de situaciones individuales, sino colectivas. Este mismo argumento de la mujer liberada ilustra casos como los de las cooperativas de prostitutas, lideradas también por mujeres, un autoempleo o actividad económica en la que mujeres empoderadas deciden, en teoría libremente, qué hacer con un servicio (su cuerpo) que evidentemente cuenta con demanda más que suficiente. La duda es si hay que legislar a favor de las minorías o proteger a las mayorías.

La activista, historiadora e investigadora Silvia Federici nos recuerda que ocurre lo mismo con otras maneras de prostituirnos, que las hay, pero el hecho de que sean muchas, no justifica ninguna. No avanzamos si el dilema está entre tener que resolver todos los problemas o ninguno.

Lo personal es político. El hipotéticamente libre derecho de las mujeres a prostituirse se inserta en un contexto social y político de dominación y desigualdad en el cuerpo de las mujeres es una herramienta de dominación, que sirve para satisfacer los deseos, que no las necesidades de los hombres.

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Retomamos ahora otro de los argumentos pro regulación de la prostitución, el que dice que las abolicionistas no escuchan a las prostitutas; su postura tiene un punto de complejo de superioridad. Son, en general, mujeres ilustradas, socialmente acomodadas, que hablan por las desposeídas sin escucharlas, cuando deberían prestar atención a las organizaciones de mujeres que se dedican al trabajo sexual y que están organizadas hace años en todo el mundo. Ahí está el peligro del feminismo hegemónico, ante el cual todas las prevenciones son pocas.

Con todo, difícilmente escucharemos la voz del que, según todos los datos, es el mayor colectivo de mujeres prostituidas: las mujeres víctimas de trata. Difícilmente oiremos nítida la opinión de una muchacha encerrada en un burdel que ni siquiera sabe en qué país se encuentra.

Si muchas de las que tenemos empleos presuntamente dignos no hablásemos jamás libremente ante un micrófono sobre nuestras condiciones de trabajo, ¿alguien cree que mujeres controladas por las mafias pueden hacerlo?

Desde tales abismos de ignominia solo nos llegan voces aisladas de supervivientes como Amelia Tiganus.

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Si echamos un vistazo a países con experiencias abolicionistas y regulacionistas, el panorama tampoco se nos aclara demasiado. Hay informes y cifras para todo; cada cual arrima el ascua a su sardina e interpreta las experiencias como exitosas o no en base a su ideología previa.

Está regulada la prostitución, por ejemplo, en Alemania, donde hay quien dice que el panorama, lejos de mejorar, ha empeorado y hay también quien aporta informes que afirman lo contrario.

Sin conocer a fondo estas experiencias reguladoras, resulta inevitable pensar en qué puede suponer regular la prostitución y tratarla como otra profesión cualquiera. Por ejemplo, ¿habría estudios reglados? ¿En qué rama se adscribiría esta actividad? ¿Bachillerato artístico? ¿Formación profesional del cuidado? Si estoy en paro y me llaman de la oficina de empleo porque hay una vacante en un burdel, ¿tengo que aceptar el trabajo porque, si no, me retiran el subsidio? ¿Llamarían también a hombres? ¿No llamarlos sería discriminatorio?

Esto nos conduce, en fin, a un despropósito total, porque hay muchos elementos que marcan gruesas líneas de separación entre la prostitución y el resto de ocupaciones.

Aunque a menudo se intenta endulzar e intelectualizar la prostitución con argumentos como los expresados por Federici (al fin y al cabo todos y todas nos prostituimos en algún momento de nuestras vidas en nuestros trabajos, todo el mundo ha tragado enormes sapos en su trabajo…), estamos hablando de un trabajo físico de enorme crudeza que, además, por su especificidad, pone a la prostituta en una situación de aislamiento, soledad y exposición a la violencia; de hecho, hay estadísticas que dicen que, si eres prostituta, tus posibilidades de morir asesinada se multiplican por sesenta. Ni el peor día de toda nuestra vida laboral puede asemejarse a eso, ni del que trabaja en la mina ni cualquier empleo de los más duros e ingratos.

Pero la principal línea de separación entre la prostitución y las demás ocupaciones es el estigma. Una puede haber ejercido el oficio más humilde, peor pagado y considerado durante una buena época de su vida; cuando deja de ejercerlo, ya «es» otra cosa. En cambio, si una ha ejercido de puta, aunque solo sea durante una hora de una noche, ya es puta para siempre.

A esto se puede contestar: bien, luchemos contra el estigma, no contra la ocupación en sí. Por supuesto; es algo que, tomemos la postura que tomemos, no debemos dejar de impulsar, porque sigue recayendo en las mujeres y no en los puteros. De nuevo nos aparece la necesidad de cambiar el foco.

Las experiencias abolicionistas (de Suecia, por ejemplo) parten de una premisa interesante: ponen el foco no en la prostituta, sino en el putero.

En Suecia se pretende acabar con la mal entendida libertad o el mal entendido derecho de los hombres a consumir prostitución o, hablando en plata, comprar mujeres. Se persigue policialmente al putero, lo cual es un punto de partida interesante, pero que ha producido consecuencias inesperadas al convertir estos a las prostitutas en responsables de su seguridad. Por tanto, ahora recae sobre las prostitutas una doble función: prestar su servicio sexual y proteger al putero para que siga siendo impune.

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Este ha sido el resultado de nuestro diálogo y nuestra reflexión. Esperamos que os haya sido provechoso y acabamos con un tímido intento de recapitular y obtener algunas conclusiones. Ahí van:

  • Debemos desviar el foco hacia proxenetas y puteros. Basta de revictimizar a víctimas.
  • Da pavor opinar y sentenciar sin la voz de las protagonistas. Hay que evitar a toda costa el feminismo hegemónico.
  • No debemos perder de vista a las mujeres que tienen en la prostitución su único sustento, a las que posiciones abolicionistas podrían dejar aún más desamparadas. Ese es el aspecto que hay que proteger: un mandato de abolición debe ir acompañado de medidas de recuperación económica para esas mujeres, políticas activas de protección, atención y reinserción que ataquen la raíz y no solo la forma del problema.
  • Entre ambas visiones, la regulacionista y la abolicionista, hay al menos un aspecto en común: debemos luchar, en todo caso, contra el estigma de la prostituta, con el cual el lenguaje tiene mucho que ver: “puta” frente a “cliente”; una denominación estigmatizante frente a otra aséptica. Pero eso ya será asunto de otro artículo.

Muchas gracias.