De mayor quiero ser…

abril 8, 2014 en Doce Miradas

No entiendo por qué ese afán por preguntar a las niñas y a los niños, cuando tienen que disfrutar de su infancia y adolescencia (que cada vez dicen que se acorta más), qué quieren ser de mayores, para decir la primera barbaridad que se les pase por la cabeza o decir lo que se espera que digan.

Tampoco entiendo por qué hay que ser algo definido, concreto, determinado. Ni por qué hay que planificar la vida desde la tierna infancia y frustrarse si no se es futbolista de élite, estrella de la canción o cualquier otra profesión en la que, trabajando poco y luciendo tipo, se gane mucho dinero, que se supone que es un ingrediente básico para la felicidad.

En fin, como no entiendo tantas cosas de la vida, aprovecharé este espacio para contribuir con mi mirada a lo que, sí o sí, me gustaría ser de mayor. Tras unos cuantos años de andadura por este mundo (aunque aún me falten unos cuantos años para llegar a los 50) y tras escuchar y conversar con personas, que para mí son referencias de vida, puedo decir sin dudar que de mayor quiero ser Catedrática del Sentido Común de la Universidad de la Vida.

Desde siempre me ha fascinado escuchar a las personas mayores en general, y a las mujeres mayores, en particular. Sus vivencias, sus narraciones, su manera de contextualizar y de conectar sus vivencias con las personas que han ido formando parte de sus vidas. Su manera de hilar acontecimientos y de tejer relaciones. ¡Me encanta! Una de estas mujeres de referencia para mí es mi abuela Manuela Carrillo Vicho (en Internet conocida como Manolitablet). No soy objetiva para describirla, pero sabiduría y humor son las dos palabras que mejor definen a mi abuela.

Afortunadamente hay muchísimas Catedráticas del Sentido Común de la Universidad de la Vida pero suelen ser invisibles. Por eso, creo que es fundamental visibilizar y proponer a las generaciones más jóvenes mujeres de referencia que han hecho y siguen haciendo contribuciones (a las Ciencias, a las Ingenierías, a las Artes, a los Feminismos, a la vida en común y en sociedad, etc…) para que merezca la pena vivir nuestras vidas.

Me gusta mucho la iniciativa de la fotógrafa Jaime Moore, quien regaló a su hija Emma en su 5º aniversario fotografías en las que la niña aparece caracterizada como cinco mujeres REALES (no más disfraces de princesas Disney) que, con sus vidas, han contribuido a mejorar las vidas de las demás personas.

Desde septiembre del año pasado, participo en un proyecto de la Red de Mujeres del medio rural de Álava que pretende visibilizar y (re)conocer los saberes de las mujeres del ámbito rural de Álava. Mujeres que siguen navegando por la vida haciendo lo que siempre han hecho: cuidar de todo el mundo y, en muchos casos, olvidarse de cuidarse a sí mismas.

Los saberes de las mujeres

En este proyecto, Internet y las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC) contribuyen a visibilizar, reconocer y transmitir los conocimientos y saberes de las mujeres rurales de Álava para que las generaciones más jóvenes (que quizá dominan las herramientas tecnológicas, pero tienen poca experiencia vital), (re)conozcan y pongan en valor la sabiduría de sus antecesoras.

El momento social actual está marcado por la palabra crisis y todo lo que ello conlleva. Pero no es la primera, ni será la última crisis que vivamos y que vivan nuestras mayores. Estas mujeres recuerdan muchos momentos en los que ha sido necesario aprender a vivir en una economía de subsistencia, eso que hoy llamamos decrecimiento. Y las mujeres han sido las protagonistas escondidas de esos procesos, mucho más las mujeres rurales que han sido las auténticas gestoras de las economías familiares.

Desde este proyecto queremos recuperar y poner en valor los saberes de las mujeres, apostando por tejer redes solidarias donde los saberes y los conocimientos ocultos y desvalorizados, se visibilicen y reconozcan como valores vitales que abogan por la sostenibilidad, la reutilización, el bien común, el decrecimiento, la solidaridad, los cuidados, o la interdependencia, principios de una nueva economía que ponga en el centro de su desarrollo a las personas en igualdad efectiva de condiciones.

Durante varias sesiones de trabajo, grupos de mujeres de varias localidades alavesas conversan sobre distintos temas relacionados con los saberes transmitidos por sus antecesoras (abuelas y madres), saberes aprendidos y compartidos con mujeres de su edad; y saberes que les gustaría transmitir a las generaciones futuras (hijas, nietas). Las mujeres participantes en estas sesiones descubren vivencias que desconocían de las demás, pese a ser vecinas y conocerse de mucho tiempo. Les parece una manera amena y dinámica de escuchar y compartir vivencias (y tener tiempo para ellas).

Parte de las reflexiones se recogen en el blog del proyecto y se les anima a seguir alimentando este espacio en Internet, o crear su propio blog, para compartir sus experiencias, saberes y reflexiones. También se han filmado las sesiones para documentarlas con la exposición oral de las propias mujeres, con la intención de recoger sus voces, sus memorias y visibilizarlas en Internet, siempre con su consentimiento.

Como hilo conductor de las sesiones de trabajo leemos y comentamos varios fragmentos de un libro que propone retos a las mujeres mayores del siglo XXI: Tan Frescas. Su autora es Anna Freixas Farré, Catedrática Jubilada (y jubilosa) de Escuela Universitaria en la Universidad de Córdoba y también Catedrática de la Universidad de la Vida. Sus investigaciones y publicaciones son una contribución muy importante en el desarrollo de la gerontología feminista.

Entre los elementos de bienestar y salud mental de las mujeres, además del ejercicio físico, el cuidado de la alimentación, la creación de redes de amistad y de salud, Anna Freixas destaca en su “Tan Frescas” la risa. El siguiente párrafo del libro me gusta especialmente, quizá porque me recuerda a mi abuela.

«La risa es la clave que nos indica que hemos aprendido a situarnos en equilibrio entre el pasado y el futuro; que reconocemos el valor de nuestra vida pasada; y que miramos el futuro con perspectiva. Nos reímos reconociéndonos libres y vinculadas. En definitiva, empezamos a tomarnos en serio».

En esta entrevista, Anna Freixas desgrana muchos de los temas que aborda en sus trabajos sobre la evolución de las vidas de las mujeres en las últimas décadas y su manera de vivir su madurez y vejez «con frescura«.

 

El año pasado conocí a Anna Freixas presentando, antes de jubilarse, los resultados de una investigación sobre la sexualidad de las mujeres a partir de los 50 años. Le escuché reivindicar el hecho de ser “viejas”. Automáticamente me vinieron a la mente las típicas frases: “vieja es la ropa”, “no eres vieja si tienes espíritu joven”, “vieja es una manera despectiva de llamar a una persona mayor”. Pero tras escucharle y conversar con ella, ¡yo también quiero llegar a ser vieja! (además de catedrática), porque nos dijo una frase que se me grabó a fuego:

“Yo ya no tengo la regla; y ya no tengo reglas”.

Espero que no se me olvide esta frase cuando mi ciclo de vida me lleve a la menopausia (afortunadamente gracias al trabajo de Anna, y a otras muchas investigaciones, tenemos también versiones no oficiales narradas por mujeres REALES para comprender este proceso vital lleno de prejuicios). La menopausia invita a las mujeres a reinventarse, empoderarse, liberarse y tomar decisiones pensando, primero, en ellas y luego en los demás (¡qué difícil es esto para muchas mujeres!).

Como mis Catedráticas del Sentido Común de la Universidad de la Vida del ámbito rural de Álava suelen decir, es un lujo haber conocido, conversado y envejecido con las abuelas y los abuelos. ¡Nunca es tarde para escuchar, aprender y recordar! Y tú, ¿qué recuerdos tienes de tus personas mayores de referencia? 

Mujer y publicidad: hipervisibilidad vs. invisibilidad

marzo 25, 2014 en Doce Miradas

Vivimos en la era de la protección, la era de las políticas de privacidad, de la famosa Ley de Cookies, algo que valoramos y defendemos cuando interactuamos en el ecosistema digital. ¡Bien hecho! Sin embargo, es sorprendente la despreocupación con la que abrimos la puerta de par en par a los medios de comunicación (televisión, radio o prensa) y dejamos, de manera inconsciente, que impactos que van directos a las meninges se cuelen en el hogar, independientemente de la edad del receptor.

La publicidad es una forma muy poderosa de comunicación social, es el “arte de convencer a los consumidores”, el puente entre el producto y la clientela. A nadie se le escapa que, además del objetivo principal de venta, la publicidad tiene una gran influencia en la sociedad de consumo: marca tendencias, crea valores sociales y contribuye a la construcción de estereotipos de género, sexo o raza, entre otros.

El marketing trata de reflejar la realidad de forma idealizada y, es por esto que, se vende a partir de los deseos y se compra para que esos deseos se hagan realidad; en la acción de compra adquirimos un objeto con cuyos atributos queremos identificarnos y, de esta manera, los objetos adquieren identidad propia. Lo apuntaba Charles Revson, ejecutivo de Revlon: “En la fábrica hacemos cosméticos, en la tienda vendemos esperanza”.

Los anunciantes utilizan la figura femenina como una de las mejores fórmulas de persuasión para fomentar el consumo desde un doble rol:

– Como sujeto. Los mensajes publicitarios se dirigen fundamentalmente a la mujer como agente de mayor peso en las decisiones de compra de la unidad familiar. No en vano, alrededor del 80% del total de las compras se realiza por mujeres, tanto para el consumo personal como para el hogar, para hijas/os y, en demasiadas ocasiones, para el marido/pareja.

– Como objeto. Las marcas abusan de la figura femenina como instrumento de persuasión, como reclamo para la venta -incluso cuando no existe relación entre la imagen que muestra el anuncio con el producto anunciado- dejando de lado la capacidad intelectual que ésta posee.

La publicidad se ha ido transformando y adaptando a la evolución de la sociedad; los formas se han modificado, pero no el fondo. La representación de la mujer, sostiene Gérard Imbert (Catedrático de comunicación Audiovisual en la Universidad Carlos III), “ha pasado de ser invisible a ser hipervisible (…) una hipervisibilidad como cuerpo. La hipervisibilidad del cuerpo femenino no implica representación real de la mujer, por lo que ¡paradoja!: la hipervisibilidad de la mujer se convierte en otra forma de invisibilidad”.

Mujer y publicidad sexista

Campaña publicitaria: Dolce & Gabbanna, Ryanair y BMW.

¿Cuáles son los estereotipos que se consideran más interesantes para la venta?

Del imaginario social femenino, que los anunciantes proyectan a través de los comerciales, surge la mujer ideal, feliz, espontánea, inteligente, respetable, socialmente aceptable, deseable e influyente. Es complaciente y servicial, físicamente delgada, con el cuerpo perfecto y facciones clásicas, bella.

La mujer objeto, sin calidad de persona -fragmentada en distintas partes: labios, pelo, piernas, etcétera- se utiliza para vender casi todo tipo de producto. Es un clásico en los comerciales de perfumes, desodorantes, cirugías, bebidas, ropa, cosmética y un largo etcétera, en los que resulta más interesante aparecer que ser. Un ejemplo claro son los spots de coches en los que figuran señoras estupendas junto a un estupendo vehículo para asociarlo, tanto con la belleza y la seducción que ella representa, como a la conquista por parte del caballero.

La mujer ama de casa. Utilizada en marcas de productos de limpieza y cuidados, es también madre, trabajadora, sabia y paciente. Se margina y se ubica a la mujer en el espacio exclusivo de la cocina o el cuarto de baño, atenta a cualquier fallo de la estructura doméstica o preocupada por el estado de la familia. Eso sí, la figura masculina entra en escena en el momento en el que hay que resolver cualquier reparación doméstica, por mínima que ésta sea.

La publicidad evoluciona a la par que lo hace la sociedad. ¿En serio? Los anuncios reflejan parcialmente la figura de la mujer trabajadora, ejecutiva, resolutiva y autónoma. Llama la atención que esta imagen se proyecta en comerciales relacionados con la belleza femenina, como si la belleza fuera la razón de su posición. Incluso la liberación de la mujer se ha convertido en un tópico utilizado como argumento para la venta. La mujer “liberada” es hostil, agresiva y despectiva con los hombres; un estereotipo representado mediante la firmeza y el simbólico “tortazo”, una mujer vana y consumidora, que compra por comprar, por la satisfacción ilimitada que le produce el acto de compra.

El descrédito se perpetúa a través de la selección de los aspectos más extravagantes o provocativos de los roles considerados típicamente femeninos, bien de forma explícita o bajo prácticas subliminales, utilizando técnicas de creación de estímulos para introducir mensajes de manera inconsciente. Aquí tenemos algunos ejemplos:

Mujer y publicidad

Campaña publicitaria: Heineken, Magnun y Axe.

Al igual que apuntaba Ana Erostarbe en su último post “Sobre la mujer en los medios de comunicación y por qué la voz importa”, la forma en la que las mujeres son proyectadas y percibidas, a través de los medios de comunicación y la publicidad, sustentan imaginarios discriminatorios aceptados como estándares de la sociedad respecto a lo que es o debe ser la mujer ideal. Cuesta comprender la razón por la que pasamos por alto, con total parsimonia, las representaciones que se hacen de los roles femeninos y dejamos a las “Cookies” instalarse cómodamente en el imaginario social.

Por último, si la lógica de mercado lleva a fundamentar las estrategias de marketing en la proyección de estereotipos, podemos concluir que una lógica contraria, por minoritaria, no resulta atractiva para las marcas. Un argumento más que nos sitúa en el “hemos avanzado, sí, pero no tanto”.

 

 

Abanico de colores

marzo 11, 2014 en Doce Miradas

faviconEste post es el resultado del debate interno abierto en Doce Miradas. Recoge las opiniones de las mujeres que nos liamos la manta a la cabeza para sacar adelante este blog.

No todo son rocas. No todo son pilares inamovibles, inflexibles. No todo es blanco o negro, ni tan siquiera gris. Hay rojos; y marrones; y amarillos… Y azul marino. Aunque se compartan los rumbos, mirando siempre de frente y en la misma dirección, hay muchas formas, con diferentes miradas, para llegar a un mismo destino. A veces con grandes zancadas, otras con pequeños pasos. Pero siempre avanzando, aunque sea con rodeos. Y siempre con la intención de no ir hacia atrás.

La ley que pasará a la historia, si nadie lo remedia, con el nombre de Ley Gallardón significará desandar el camino. O al menos así lo creemos las que formamos parte de esta aventura que se llama Doce Miradas. Volver atrás, pasar a la clandestinidad. Formar parte de nuevo de lo prohibido, del delito.

De debates viejos y otras historias

De eso, de derechos, de su respeto y de la regresión que supone esta ley hablan las Doce Miradas. “Cualquier ley que nos coloque en situaciones anteriores a 1985 es retrógrada en sí misma. Si el Tribunal Constitucional ya se pronunció entonces respecto al aborto, haríamos bien en no discutirlo de nuevo ahora”, asegura Ana Erostarbe, una de las componentes de Doce Miradas. En la misma línea se manifiesta María Puente, a quien preocupa la merma de derechos de la mujer que la nueva ley comporta: “Estamos ante un retroceso descomunal e intolerable”.

Por su parte, Mentxu Ramilo considera que el diseño de esta ley “ha seguido un proceso oscurantista y nada transparente; no se han tenido en cuenta las diversas y plurales voces y miradas que vivimos en la sociedad. Y sus consecuencias serán un retroceso en libertades y garantías para las mujeres”. Arantxa Sainz de Murieta no solo habla de retroceso, sino que califica la ley Gallardón de “disparate mayúsculo, por no decir tomadura de pelo. Mientras se recortan derechos y ayudas sociales, educativas o sanitarias, nos venden un modelo de protección a la mujer y su derecho a ser madre con una postura unilateral, mal argumentada e impuesta. Recorte de derechos, rendibú a la derecha más conservadora, privatización de la sanidad y oportunidad política mal entendida son algunas de las ideas que rodean este asunto”, opina Sainz de Murieta, y toca el tema que levanta ampollas: aborto sí o aborto no.

No todo es blanco. “Sin ninguna duda, estoy a favor del derecho al aborto con todas las garantías exigibles de las instituciones públicas. Con esta ley, Gallardón y el gobierno Popular continúan ampliando la brecha por la que las mujeres ricas mantienen todas las garantías mientras que las pobres se enfrentan a riesgos innecesarios por falta de recursos”. Noemí Pastor también es rotunda: “Estoy por el derecho de toda mujer a decidir sobre su cuerpo y su maternidad, sin intromisiones, sin tutelas paternalistas, como adultas que somos, dueñas de nuestras vidas. Sin controles ajenos, sin imposición”.

Por su parte, Pilar Kaltzada se muestra partidaria “de un aborto libre y soportado en una sanidad pública y de calidad. Y también de regular supuestos razonables que garanticen el derecho a decidir de las mujeres y respeten la diversidad de circunstancias que puede conllevar una decisión de este calado. De igual manera que respeto la vida digna de las y los niños que éstas puedan alumbrar. Me temo”, continúa, “que cualquier posible ajuste que se consiga introducir sobre este proyecto, en mi opinión regresivo y cargado de pasado, implicará una rebaja en las condiciones y garantías que hasta hace muy poco estaban mayoritariamente aceptadas por la sociedad”.

No todo es negro. “Como el propio anteproyecto reconoce en su inicio, ante un embarazo no deseado se produce un conflicto de derechos: los de la madre y los de la vida que se inicia. Desde la adolescencia he creído que, si me encontrara en una situación semejante, mi educación y mi sentido de la responsabilidad me llevarían a no abortar”, reconoce Ana Erostarbe. “Pero también he creído siempre que debería tener derecho a decidirlo. Y que, debidamente legislado, este tendría que ser el derecho de todas las mujeres en tal situación, sin importar sus circunstancias o motivos. Responsabilidad individual, no tutela”. Y de ello, y de adolescencia, también habla Miren Martín: “Yo creo que hay vida desde el mismo momento de la concepción. Y todo este debate me ha removido profundamente, porque aún teniendo muy claro esto, también sé qué le aconsejaría a una adolescente en una situación así. O a una persona con un feto con una malformación. ¿Soy una incongruente? Probablemente. Pero no puedo decir a nadie que no haga lo que su conciencia le pide. A nadie. No soy quién”.

No todo es gris. María Puente afirma que “la ley Gallardón ha despertado al dragón. Reabre un debate delicado y doloroso que casi nadie deseaba. Como la mayoría de las mujeres, no quisiera jamás tener que plantearme abortar. Como la mayoría de las mujeres, llegado el caso, no sé qué decisión tomaría. Como la mayoría de las mujeres, me resultaría terriblemente insoportable que una decisión tan íntima me viniese dada por un señor tan ajeno a mi vida como el ministro Gallardón”. Pero, al mismo tiempo, “eludo entrar en la disquisición a favor o en contra del aborto, porque el debate correcto debería centrarse en estar o no a favor de la libertad de las mujeres a decidir sobre su maternidad. La decisión última la debe tomar la mujer, con el asesoramiento de su médico y con las personas de confianza que ella estime. Es algo tan íntimo y personal que considero contra natura que una mujer deba acatar una decisión exógena. No se puede ser madre por obligación, por ley ni por decreto. Gestar, parir, criar, educar y querer a un hijo requieren que la mujer esté a favor de todo ese proceso con todo su ser. Considero una crueldad hacer vivir todas esas fases, o parte de ellas, a quien no puede o no quiere”.

Tampoco Lorena Fernández quiere caer en esa trampa de un tema superado hace ya tiempo: “El debate está mal enfocado a propósito. Se ha tratado de hacer una reducción simplista de aborto sí o aborto no. Pero no se trata de eso, porque no creo que nadie salga dando brincos de alegría tras abortar. Si se aprueba, además del dolor físico y mental, también nos criminalizarán por ello. Prohibir no hace que el número de abortos se reduzca. Educar sí. Pero claro, prohibir siempre es más fácil que luchar contra las razones que empujan a las mujeres a abortar”.

Todas las Miradas coinciden en la desigualdad a la que lleva esta ley. Lo dice Noemí Pastor: “que toda mujer que decida abortar pueda hacerlo en condiciones dignas, sea cual sea su nivel económico o social”.

Educación y políticas sociales

De prohibiciones también habla María Ptqk: “la manera de reducir el número de abortos no es ilegalizar el aborto. Así no se reducen los abortos. Así se aumentan los abortos clandestinos que ponen en riesgo la salud de las mujeres (y la vida muchas veces)”. Y es que, como asegura, “para reducir el número de abortos hay que hacer políticas sociales y luchar contra el sexismo. Empoderar a las mujeres, que tengan autonomía económica, que se repartan las tareas de crianza, que el Estado asuma servicios sanitarios, que haya un sistema de educación pública que funcione. Que puedas tener descendencia y seguir trabajando. Que puedas tener acceso a una vivienda para criar a tus hijos. Centrar todo el debate en el feto invisibiliza todos esos factores, que son los que empujan a una mujer a abortar. Es una medida contra la independencia de las mujeres. Todas las cosas por las que luchamos no sirven de nada si vivimos en una sociedad en la que ser madre es una condena a la pobreza. Y ahora en España lo es para una gran mayoría de las mujeres en edad fértil. Ese es el debate”.

Mentxu Ramilo afirma que “la ley Gallardón dice que pretende proteger la vida del concebido y los derechos de la mujer embarazada, pero las políticas sociales están mermadas. Habría que reforzar los programas de anticoncepción y educación afectivo-sexual, mejorar la red de escuelas infantiles, ampliar los permisos de paternidad y maternidad, mejorar la atención a la dependencia y poner en valor los cuidados a las personas para garantizar lo que supuestamente pretende esta ley”.

Ana Erostarbe es rotunda al afirmar que “intencionadamente y con ahínco se ha tratado de confundir el foco: no hablamos de aplaudir a las mujeres que eligen abortar, sino de no condenarlas con penas legales y no generar desigualdad de oportunidades entre unas y otras, en función de sus recursos individuales”.

Derechos

En tiempos de crisis nadie sabe por qué se recortan también las libertades, lo único que no cuesta dinero. Aunque a veces el precio haya sido pagado en lágrimas. “Los derechos a veces duelen. Y a mí me duele perderlos por un juego de equilibrios e intereses políticos. También me duelen las simplificaciones de estos tiempos, de todos contra todos, el uso maniqueo de situaciones que merecen el máximo de los respetos”, afirma Pilar Kaltzada. Dice que no sabe si Gallardón lo piensa, pero sí dijo que “la maternidad libre hace a las mujeres auténticamente mujeres”. Por eso considera que Gallardón “ha llevado a los derechos de las mujeres a un callejón sin salida. Solo dos supuestos se libran de la quema inquisitorial de esta ley: el riesgo vital para la madre y los embarazos tras una violación. Solo en esos casos el Estado nos permitirá serseres “legalmente incompletos”, solo en esos dos casos, pertinentemente documentados, tendremos la fugaz sensación de ser libres de crear vida. Libres para crear, incluso, una vida cruel de malformaciones y privaciones, porque esos otros supuestos han desaparecido”.

Miren Martín introduce otro elemento: “No creo que en esta lucha contra la ley tengamos que estar solas. Que no se nos olvide que también se recortan los derechos de los hombres que quieren o no ser padres. A ellos también se les obliga. Aunque, claro, en esta historia siempre hemos tenido las de perder. Pensaba que los gobiernos estaban para eso. Para que precisamente no tuviéramos siempre que perder las mismas”.

Otra integrante de Doce Miradas, May Serrano, decidió acudir al Registro de la Propiedad a inscribir su cuerpo como señal de protesta. Se trataba de pasar a la acción.

mi cuerpo es mío

Cortina de humo

Si la ley es retrógrada, si ataca a los derechos de las mujeres, si ha creado una gran movilización pública, ¿de dónde viene?, ¿quién la ha promovido?, ¿quién quiere esta ley, cuyo debate en el Parlamento coincidió con la fecha de nacimiento de Clara Campoamor?

Ana Erostarbe cree que “las razones son exclusivamente políticas y que ese es un mal inicio para cualquier debate en nombre de la sociedad. A la política le sobran preocupaciones de índole social a las que dar salida, si lo que de verdad busca es liderar el avance hacia el bien común”.

Miren Martín al principio pensó que “esto era como esas cosas de Wert, que sacaba lo de las notas de las becas y los Erasmus para que no se hablara de economía y de crisis. Y lo creía porque era una ley que nadie, absolutamente nadie, había pedido. Pero ahora creo que esto es muy serio. Se están recortando derechos conseguidos por mujeres después de muchos, muchísimos años de lucha”.

Mentxu Ramilo habla de “cortina de humo”, considerando que “puede servir como excusa, en primer lugar, para desviar la atención de temas importantes sobre los que el gobierno está tomando decisiones que nos afectarán a diario en nuestras vidas (modelo energético, educativo, sanitario, económico, de relaciones laborales, etc.); y en segundo lugar, y más importante, «para que muchas mujeres nos paremos a reflexionar (individual y colectivamente) qué papel queremos desempeñar en nuestras vidas (lideresas activas, gestoras, administradoras, apagafuegos, sumisas pasivas, NS/NC), informándonos, reflexionando, compartiendo nuestros puntos de vista, enriqueciéndonos con otras miradas y actuando de la manera en la que nos encontremos cómodas para defender los derechos, libertades (y también deberes) que como mujeres y ciudadanas reivindicamos en el espacio público, participando en manifestacionesperfomances, firmando manifiestos o recogidas de firmas (AvaazChange) y, también, en nuestro ámbito privado”.

A Begoña Marañón la preocupa que Gallardón justifique su reforma con el cumplimiento del programa electoral”. Y es muy clara: “Qué despropósito. Qué desfachatez. Qué manera tan burda de pasar el programa electoral por encima del derecho de las mujeres. Vayamos entonces al programa electoral del partido en el gobierno para ver qué decía: “La maternidad debe estar protegida y apoyada. Promoveremos una ley de protección de la maternidad con medidas de apoyo a las mujeres embarazadas, especialmente a las que se encuentran en situaciones de dificultad. Impulsaremos redes de apoyo a la maternidad. Cambiaremos el modelo de la actual regulación sobre el aborto para reforzar la protección del derecho a la vida, así como de las menores”. Poco que añadir, ¿verdad? ¿Se corresponde el programa electoral con la Ley Gallardón? Quizá se pensaba en cálculos electorales para no expresar las verdaderas intenciones. Pero ahora resulta que, como el gobierno tiene una gran preocupación por la falta de consenso en su propio partido, como es una ley contestada por la gran mayoría (colectivos de mujeres, la Organización Médica Colegial y un largo etcétera), ahora de nuevo, pensando en el posible daño electoral, parece que el Presidente del Gobierno abre la puerta a recuperar algún supuesto como el de la malformación del feto. ¿De nuevo el cálculo electoral? Como decía Iñaki Gabilondo, “esta ley es un monumento a la hipocresía: desampara mujeres y ampara hipocresías”.

Acabemos con las palabras de Arantxa Sainz de Murieta: “Señor Galladón, señoras y señores del Gobierno, somos personas maduras. Merecemos que se nos trate con respeto”.

Gorda

febrero 25, 2014 en Doce Miradas

Ojalá fuese una mujer como los medios mandan.

 portadas varias

 

Ojalá un vientre plano, una piel tersa, cero celulitis.

Ojalá un pelo sedoso, un maquillaje perfecto que me dure 24 horas.

Ojalá unos pies que se adapten perfectamente a estos tacones imposibles.

Ojalá las curvas perfectas, ni muchas ni pocas.

Ojalá unas tetas bien puestas.

Ojalá un culo en su sitio.

Ojalá mi piel siempre hidratada, suave, como recién depilada.

Ojalá delgada.

Cuando tenga todo esto, cuando sea perfecta, cuando tenga los ojos azules… alcanzaré el cielo.

Persepolis

¿Exagerada?

metro madrid

Veamos ¿Cuántas veces al día tienes un pensamiento negativo sobre tu cuerpo? ¿Cuántos mensajes desde los medios de comunicación recibes al día diciendo que algo está mal en tu cuerpo? ¿Cuántas amigas escuchas que empiezan una dieta, que han engordado? ¿Cuántas veces has pensado en un poquito de cirugía? ¿Cuántas veces te miras al espejo y te ves “toda guapa”? ¿Cuántas veces has comido un trozo de tarta sin pensar que engorda?¿Cuántas veces te dices que “te has portado mal»? ¿Cuántas veces le has dicho a una mujer “qué  delgada, qué guapa”?

En mi caso MUCHAS. Demasiadas. En la vida real y en la cibernética. Enfrente de un pastel: “Uh! Un minuto en la boca y toda una vida en la cadera”. En una tienda de ropa: “¡no, nunca hemos tenido esa talla!”. En una comida de trabajo: “Puedo pedir cualquier cosa, porque estoy delgada”. Por mail “Ya me ha dicho mi madre que te ha visto y que has adelgazado”

NO es casualidad y lo peor: no es inofensivo. Ni siquiera es saludable. Es violencia. Violencia Simbólica. Tan sutil, tan sutil que no parece violencia.

Como nos explica Medicus Mundi en su recién estrenado estudio sobre la violencia simbólica:

“La violencia simbólica opera de forma que el cuerpo idealizado ejerce el papel de dominador sobre el cuerpo real y la percepción de este cuerpo real queda dominada de una manera natural y autoimpuesta por la persona.

 Acuñado por Pierre Bourdieu en los años 70, el concepto de violencia simbólica se utiliza para describir las acciones que de forma indirecta se utilizaban para imponer, entre otros constructos sociales, los roles de género y las relaciones de poder desiguales”

Las relaciones de poder desiguales. Aquí quería llegar yo.

¿Cuánto tiempo gastamos en estos pensamientos? ¿Cuántas cosas dejamos de hacer esperando a tener el cuerpo perfecto? ¿Cuánto dinero invertimos en estar perfectas?

Y lo mejor de todo ¿qué haríamos si no tuviésemos que preocuparnos de todo esto?

“Cada noche, sin falta, ella rezaba para tener los ojos azules. Había rezado con fervor un año entero. Aunque un poco descorazonada,  no había perdido la esperanza del todo. Lograr que ocurriese algo tan maravilloso como aquello requería mucho tiempo, muchiisimo.” Ojos Azules de Tony Morrison.

pensar que estás

 

Tengo los ojos marrones, a veces se ven verdosos, me brillan con intensidad cuando me apasiono.

He dejado de rezar para conseguir unos ojos azules.

Abandono esta lucha contra mi cuerpo y me comprometo a

no seguir ejerciendo violencia contra mis michelines, mis arrugas o mis canas.

¿podrán los medios y las marcas hacer lo mismo?

Mujeres tecnólogas. Haberlas, haylas

febrero 11, 2014 en Doce Miradas

Se suele decir que la Historia la escriben los vencedores. Yo añadiría además, que hasta hace bien poco, los vencedores masculinos. Así que no es de extrañar que cuando nos preguntamos por personas que han marcado el devenir de la ciencia y la tecnología, nos vengan a nuestras cabezas hombres casi en exclusividad. Sin embargo, muchas han sido las mujeres determinantes que luego la Historia castigó con su indiferencia. Mi intención es hoy hacer un recorrido por algunas (me temo que yo también me olvidaré de muchas, pero para eso tenéis los comentarios 😉 ).

La razón de este recorrido ya la planteaba en mi primer post en Doce Miradas: nuestras niñas necesitan espejos en los que mirarse para poder imaginar que ellas también pueden llegar a ser tecnólogas. Además, quiero dejar patente mi respeto por estas mujeres, dado que antes, su acceso a la educación era bastante más complicado que ahora. Y aún así, sortearon múltiples obstáculos, sentando importantes bases científicas.

AIDA LOVELACE-BYRONSiendo como soy ingeniera informática, era inevitable empezar con Ada Byron (1815-1852). Veréis además que termino con ella el artículo. El año pasado Google le dedicó un doodle a esta matemática y escritora, a la que también se le conoce como Ada Lovelace (su apellido de casada). Tiene un lenguaje de programación con su nombre, creado por el Departamento de Defensa de los Estados Unidos. Y es que se la considera la primera programadora de ordenadores, dado que creó el primer algoritmo para ser procesado en una máquina (la de Charles Babbage). Pero obviamente, tuvieron que pasar muchos años desde su muerte para que se le otorgara el reconocimiento que ahora ostenta.


HypatiaRemontándome aún más al pasado (alrededor del año 370 d.C.), iré hasta la primera mujer científica de la Historia de la que se tiene constancia, Hypatia de Alejandría. Hypatia cultivó varias disciplinas: filosofía, matemáticas, astronomía, música… y durante veinte años se dedicó a enseñar todos estos conocimientos. Se dice que hizo mapas astronómicos y fue pionera en el uso del astrolabio. Inventó también el hidrómetro, usado para determinar la densidad y gravedad de un líquido. Tuvo la suerte de recibir una educación científica muy completa gracias a su padre, cosa poco común en su época. Fue asesinada brutalmente por una turba de cristianos (Hypatia era pagana). Quizás hayáis visto la película de Alejandro Amenábar, Ágora, donde se retrata su vida.


Elena Lucrezia Cornaro PiscopiaElena Lucrezia Cornaro Piscopia (1646 – 1684) fue la primera mujer doctorada en el mundo. Su defensa de tesis sobre el Análisis y la Física de Aristóteles fue memorable: iba a producirse en el salón de actos de la universidad de Padua, pero hubo tal afluencia de público, que tuvo que hacerlo en la catedral.

Ahora bien, la primera doctora en ciencias de la computación tuvo que esperar hasta 1965. Fue la Hermana Mary Kenneth Keller (1914 – 1985) que asistió además en el desarrollo del lenguaje de programación BASIC.


Mujeres ENIACLa máquina ENIAC fue una de las primeras computadoras electrónicas de propósito general de la Historia. Mientras que los ingenieros John Presper Eckert y John William Mauchly se hicieron famosos como los creadores, nunca se reconoció a las seis mujeres que se ocuparon de su programación (Betty Snyder Holberton, Jean Jennings Bartik, Kathleen McNulty Mauchly Antonelli, Marlyn Wescoff Meltzer, Ruth Lichterman Teitelbaum y Frances Bilas Spence). Hasta la década de los años 80, se dijo incluso que las mujeres que aparecían fotografiadas junto a ella eran sólo modelos («refrigerator ladies«). Las descubrió en 1986 Kathryn Kleiman al realizar una investigación en Harvard sobre el papel de las mujeres en la computación. Estas mujeres sentaron las bases de la programación, haciéndola sencilla y accesible.


Ángela Ruiz RoblesÁngela Ruiz Robles (1895 – 1975) inventó el libro mecánico y anticipó el ebook en los difíciles años inmediatamente posteriores a la Guerra Civil española. Su deseo de facilitar el aprendizaje al alumnado, su obsesión por el peso de las carteras, unido a su convicción por la necesidad de transformar la educación tradicional basada en la memorística hacia la enseñanza interactiva y razonada, le llevaron a idear en los años cuarenta un nuevo formato de libro. Doña Angelita, como era conocida, llegó a patentar su enciclopedia mecánica, y el ministerio de educación a dar su aprobación para su eventual uso en las aulas, pero nunca consiguió financiación para llegar a fabricarla. Podemos escucharla defendiendo su proyecto.


Grace Murray Hopper Grace Murray Hopper (1906-1992) ha pasado a la Historia de la informática como la inventora del lenguaje de programación COBOL. Conceptualizó la idea de tener lenguajes computacionales que fueran independientes de las máquinas (es decir, que se pudieran usar en múltiples equipos). También se le atribuye haber popularizado el término “debugging” para corregir errores ya que, cuando trabajaba en Harvard, tuvo que quitar un insecto (en inglés bug) que se había atascado en una computadora.


Hedy Lamarr Si os hablo de Hedy Lamarr (1914-2000), quizás no os suene de nada o, si os gusta el Hollywood de los años 40, la reconozcáis como una de sus actrices. Pero es que además de ser la primera mujer en protagonizar un desnudo en la historia del cine, también fue la primera persona en concebir la versión del espectro ensanchado que daría lugar a la tecnología wifi. En 1998 la Electronic Frontier Foundation concedió a Hedy Lamarr y George Antheil (pianista y compositor con el que colaboró en más inventos) el Premio Pionero reconociendo su contribución fundamental en el desarrollo de las comunicaciones basadas en ordenadores. Hedy Lamarr rehusó a ir a recoger aquel premio. Podéis leer aquí más sobre su historia.


Evelyn BerezinEvelyn Berezin (1925 – ) desarrolló el primer sistema de reservas de billetes de líneas aéreas para United Airlines. Es también conocida como la madre de los procesadores de texto desde que en 1968 desarrollara la idea de un programa que permitía almacenar y editar textos. Al año siguiente, fundó Redactron, la primera empresa dedicada exclusivamente a los procesadores de texto.


Jude MilhonJude Milhon (1939-2003), más conocida por el nick de Saint Jude, es la madre del ciberpunk. Programadora, hacker, escritora, feminista, rebelde, defensora de los ciberderechos. Suya es la famosa frase «Girls need modems!» que recorría las míticas BBS allá por los albores de Internet animando a las mujeres a aventurarse en los «placeres del hackeo». El día de su muerte, un famoso titular ocupaba los diarios digitales de Internet: «los hackers han perdido a su santa protectora».


Radia PerlmanRadia Perlman (1951 – ) es conocida como la madre de internet. Famosa por ser la creadora del protocolo Spanning Tree (STP), fundamental para permitir la redundancia de caminos en las redes de área local (LAN). A lo largo de su dilatada carrera ha registrado más de 70 patentes, casi siempre relacionadas con la seguridad. También cuenta en su haber ser una de las pioneras en enseñar a programar a los niños y niñas. Para ello, creó un sistema tangible llamado TORTIS que genera diferentes acciones al presionar botones (una versión de LOGO). Actualmente trabaja para Intel.


Carol ShawCarol Shaw (1955 – ) trabajó en Atari, y se dice que es la primera mujer diseñadora y programadora de videojuegos. Su juego más famoso es el ya clásico River Raid. En una entrevista en la que se le preguntaba si en algún momento la discriminaron por ser mujer en la industria, Carol respondió: «Cuando trabajaba en Atari, Ray Kassar, su presidente mencionó “por fin Tenemos a una mujer diseñando juegos. Ella podrá combinar los colores y diseñar los interiores de las carcasas de los juegos”. No lo tomé muy en serio porque eran dos cosas que no me interesaban y mis colegas me apoyaban.

Sé que me dejo a muchas protagonistas en el tintero, pero si queréis profundizar más en estas figuras determinantes, os recomiendo el proyecto «Una historia invisibilizada» del Instituto Asturiano de la Mujer y Wikimujeres.

Mirar al pasado está bien, pero tenemos un presente y un futuro al que hay que hacer frente para que no vuelvan a quedar mujeres invisibles, o lo que es peor, para que no desaparezcan por la falta de vocación tecnológica en las niñas. Es por esto que, aplicando uno de nuestros mantra favoritos en Doce Miradas (“las cosas se cambian cambiándolas”, y no solo hablando de ellas, que también es muy importante, ni obviándolas, como algunas personas plantean esperando que una mano mágica actúe), convocamos este año por vez primera el Premio Ada Byron a la mujer tecnóloga desde la Universidad de Deusto.

Premio Ada Byron a la mujer tecnóloga

La convocatoria estará abierta hasta el 20 de marzo y el premio tendrá una dotación económica de 3.000 euros. Se entregará el 11 de abril en el marco de las jornadas ForoTech2014.

¿Y por qué solo premiar a las mujeres? ¿No estamos cayendo otra vez en la discriminación? Os diré que si la pretensión del premio hubiera sido buscar a la mejor persona tecnóloga, entonces sí. Pero la intención es otra:

  • Dar visibilidad a las mujeres dentro del mundo de la tecnología reconociendo su importante labor, insuficientemente conocida en el conjunto de la sociedad.
  • Enriquecer la sociedad con eventos de difusión tecnológica, aportando modelos de mujeres para las nuevas generaciones.
  • Fomentar vocaciones tecnológicas acercando el trabajo tecnológico a las y los adolescentes, resaltando los aspectos positivos, especialmente en las vocaciones femeninas.

Mujeres tecnólogas de España, quitaos ahora mismo de la cabeza esos pensamientos que os pueden estar rondando de “yo no valgo o no soy lo suficiente [pon aquí cualquier adjetivo] para este premio” y presentaos ahora mismo. Nuestras niñas y jóvenes necesitan conoceros.

Navajas de doble filo

enero 28, 2014 en Doce Miradas

Hoy empieza para mí la “segunda ronda”. Segundo post en #DoceMiradas: una vuelta completa a las manecillas de este reloj. Sumo lo que he aprendido, lo que me he reído, lo mucho que esta aventura me ha hecho pensar, leer y escribir, y todo me sale en positivo. Lenguaje inclusivo, “postureo” machista y feminista, igualdad en el ámbito laboral y de la empresa, tecnología, cine, televisión, literatura, ciencia, medios de comunicación, periodismo de conflictos, conciliación… Techos de cristal y suelos resbaladizos. Hemos recorrido a través de las miradas propias y de las ajenas, con las gafas ultravioletas puestas, muchos de los barrios que circundan las metrópolis que habitamos hombres y mujeres preocupadas por todo lo que nos queda por hacer. Muchos hilos que se van entrelazando con muchísimos comentarios, tanto aquí mismo, como en el resto de los huecos  digitales en los que hemos ido construyendo espacios para el debate y la reflexión.

Vine para hacerme preguntas en voz alta, y me he encontrado con un montón de incógnitas nuevas. Una de ellas está revoloteando continuamente en mi cabeza, y quiero compartirla hoy, como siempre, para buscar vuestras respuestas.

A saber. Coincidimos en gran medida en los diagnósticos; con matices, por supuesto. Coincidimos en pensar que el pasado nos ha dejado una herencia envenenada que ha echado raíces en todos los ámbitos de las relaciones humanas, es decir, de nuestras vidas. De aquellos hábitos, estas culturas, y de esas culturas, todas las desigualdades que sufrimos, algunas sutiles y otras sencillamente insoportables. ¿Qué nos impide avanzar del plano formal hasta una igualdad real, de los dichos a los hechos?

Leí el otro día un interesante artículo sobre por qué los gobiernos “no hacen las cosas bien”, firmado por Jesús Fernández Villaverde. Es bueno leer de todo un poco. Viene al caso. De esta lectura me quedo con una fórmula sencilla que os propongo aplicar.

Sostiene el autor, y yo coincido, que las posibles razones por las que no se hacen las cosas (bien) pueden resumirse en tres: primera, porque no sabemos hacerlo mejor; segunda, porque no podemos hacerlo de otra manera; y tercera, porque no queremos hacerlo. Saber, poder y querer. Y añado de mi cosecha una más: generalmente existe una cuarta, la suma de las tres anteriores.

En un ejercicio sencillo de descarte, elimino la primera, porque es una coartada que cae por su propio peso: existe un inmenso conocimiento público y publicado sobre políticas y medidas de corrección de todo tipo de desigualdades. Sabemos cómo mejorar el índice de participación de las mujeres en los centros de decisión de las empresas, y sabemos que sería beneficioso. Sabemos qué teclas tocar para mejorar la educación formal en los centros escolares, qué prácticas ayudan a la convivencia entre niños y niñas en las aulas y en los patios. Sabemos que, a pesar de ser controvertidas, ciertas medidas como las cuotas contribuyen a garantizar la visibilidad de las mujeres en ámbitos asociados a competencias tradicionalmente masculinas, y nos consta que la visibilidad está en los cimientos del reconocimiento. Sabemos de programas que mejoran la implicación igualitaria en la crianza, y que desactivan hábitos nocivos en los ámbitos individuales y colectivos.

La primera hipótesis, por lo tanto, no nos sirve: sabemos hacer las cosas de otra manera.

Vayamos a la segunda. ¿Podemos? Evidentemente sí. ¿Qué o quién lo impide? Nadie, porque más allá de nosotros y nosotras no hay nada. Incluso las empresas más recalcitrantes están formadas de personas. Y los gobiernos más reaccionarios pueden cambiarse. Y las ideologías más machistas terminarán por desaparecer si las personas que las sustentan las desactivan. No hay más. Ningún ser superior ha dictado las normas de convivencia para el fin de los tiempos. Como todas las culturas precedentes, también la nuestra terminará por cambiar para permitirnos adaptarnos a las nuevas condiciones del entorno. Desde el punto de vista de la Historia, con mayúsculas, somos una anécdota insignificante, y usos y costumbres que nos parecen inherentes a nuestra condición son, simplemente, el resultado imperfecto de una cultura efímera y caduca.

No será sencillo, y sin duda, llegará tarde. Porque una generación entera habrá desperdiciado una parte importantísima de su potencial por falta de sensibilidad o coraje para articular medidas eficaces que garanticen la igualdad de oportunidades, responsabilidades, derechos, obligaciones y aspiraciones. Estos tiempos de recortes de derechos, bienestar e ilusiones nos están dejando una herencia envenenada, es verdad. Pero creo que todavía podemos aspirar a hacer pequeñas y grandes transformaciones. No se me ocurre mejor momento que éste, en el que muchas de las verdades que se nos vendieron como absolutas están cayendo como piezas de dominó.

¿Podemos? Sí, por supuesto, pero no será a base de discursos políticamente correctos, ni de grandes pactos entre iguales. Para empezar, habrá que poner el foco y acordar que la igualdad entre hombres y mujeres es una factura cuyo pago no podemos posponer por más tiempo. Por muchas razones, las de la justicia, las de los valores, y también las económicas, dicho sea de paso. Tengo una duda, creo que razonable, sobre la prioridad que el gap del género tiene en la agenda social en la actualidad. Ha pasado de moda, me temo. Algo tendremos que hacer para que vuelva a ser una reivindicación y sobre todo, una marea de acciones compartida. Se admiten sugerencias.

Es cuestión de prioridades. La actual situación de crisis económica, de valores y de sueños es una excelente excusa para volver a lanzar unos puestos atrás este tema, pero no es una razón suficiente.

Si sabemos qué acciones concretas podemos poner en marcha, si podemos hacerlo, ¿qué nos impide avanzar? Y llego a la tercera hipótesis: ¿queremos realmente solucionar la secular desigualdad entre mujeres y hombres? En unas lejanas clases de filosofía aprendí que «en igualdad de condiciones, la explicación más sencilla suele ser la correcta». Se le llama, creo recordar, Principio de Parsimonia. Igual os suena más como la “Navaja de Guillermo de Ockham” . Debería concluir, entonces, que simplemente no queremos cambiarnos. Que más allá de flagelarnos y enredarnos en los diagnósticos, nos falta la determinación necesaria para activarnos e ir unos pasos más allá. Que el problema somos nosotros y nosotras.  Y también la solución.

Tres opciones. Tres posibles explicaciones para una cuestión terriblemente compleja. No está en mi ánimo simplificarla. Me conformo con compartir mis dudas, y mis esperanzas de que cada día seamos más quienes respondamos de forma afirmativa a la tercera pregunta, con palabras y sobre todo, con acciones, empezando por nosotras mismas.

NO ESPERES LISBOA

¿Cuál sería tu propia hoja de ruta para conseguirlo? ¿Por dónde empezarías, qué cosas cambiarías desde mañana mismo? Sin excusas. Sin coartadas. Del autoanálisis a la práctica: “planes de igualdad individuales”, el tuyo, el mío. Ya sabes: objetivos, diagnóstico, recursos a emplear, acciones a corto y medio plazo, calendario para hacerlo y evaluación posterior, por ejemplo, en la próxima “vuelta”.

Porque existe una versión alternativa a la primera navaja, la formulada por Leibniz: “Todo lo que sea posible que ocurra, ocurrirá”. Es el principio de Plenitud, y me gusta mucho más. Las navajas, ya se sabe, son de doble filo.

«Las empresas con más mujeres en sus juntas directivas son más rentables»

enero 14, 2014 en Doce Miradas

Covadonga Aldamiz-echevarría (Foto: A. Erostarbe)

Covadonga Aldamiz-echevarría

Esto es lo que afirma Covadonga Aldamiz-echevarría, Dra. en CC.SS. Económicas y Empresariales y profesora titular de la Universidad del País Vasco en la Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales. Aldamiz-echevarría, investigadora en el ámbito del marketing no lucrativo, la Responsabilidad Social, el género y la sucesión en la empresa familiar, es conocida además por la difusión de los resultados de sus investigaciones, tanto en el marco de congresos nacionales e internacionales como a través de la publicación de artículos y libros.

Tras su reciente estancia de un año como visiting fellow en la Universidad de Cambridge (GB), donde ha participado en grupos de investigación, cursos y conferencias en torno a cuestiones económicas y estudios de género, la evolución de su perspectiva sobre las cuestiones que nos preocupan en Doce Miradas era, desde mi punto de vista, particularmente interesante. Por este motivo, hace unas semanas me planteé la posibilidad de romper con el tradicional artículo que venimos publicando en este blog, para plantear una entrevista. He aquí sus resultados.

Covadonga admite al inicio de nuestra conversación que nuestras empresas han mejorado sensiblemente en cuestión de igualdad de género, aunque añade a continuación que todavía queda mucho camino por delante. Desde su clara vocación pedagógica, comienza recordando que la Responsabilidad Social (RS) es la integración voluntaria, por parte de las empresas, de las preocupaciones sociales y medioambientales en sus operaciones comerciales y sus relaciones con sus interlocutores”, tal y como recoge el Libro Verde de la Comisión Europea. Cuando, dentro de las preocupaciones sociales, se incluye la igualdad de oportunidades para mujeres y hombres, la RS se convierte en Responsabilidad Social de Género.

¿Cuál es la importancia de la Responsabilidad Social de Género?
Una empresa que considere la igualdad de oportunidades uno de sus valores y, por tanto, una de sus preocupaciones sociales, se comprometerá con la igualdad en todos los procesos de su gestión de personas, como la selección y contratación, retribución, promoción, formación y labores encaminadas a facilitar la conciliación. En este sentido, es muy importante ser conscientes de que la conciliación no es algo exclusivamente femenino; hombres y mujeres tenemos que conciliar y debemos hacerlo como ejercicio de corresponsabilidad. Si consideramos los asuntos familiares exclusivamente como algo de mujeres, nunca vamos a conseguir una verdadera igualdad.

Sin embargo, queda mucho por hacer y se progresa muy lentamente. ¿Por qué cuesta tanto avanzar?
Porque aún hay muchos prejuicios acerca de lo que la gente cree que las mujeres somos capaces de hacer o no, lo que la sociedad “nos permite” hacer y lo que está bien o mal visto. Si un hombre se queda en casa para cuidar a sus hijos frecuentemente se le critica por no trabajar. De la misma forma, si una mujer trabaja teniendo niños pequeños, en ciertos ambientes se la critica porque se considera que no quiere suficiente a su familia.

De acuerdo con los estudios en materia de igualdad en las empresas que ha realizado, ¿cómo diría se comportan en general las empresas?
A las empresas les cuesta reconocer que discriminan. Tienden a decir que se trata por igual a mujeres y hombres, pero cuando se analizan, en muchas de ellas se ve que las mujeres se quedan en cierto tipo de puestos, que no promocionan, que cobran menos… Y no es porque seamos menos capaces, sino porque no tenemos las mismas oportunidades, porque existen prejuicios acerca de lo que podemos hacer y de lo que no. A veces, incluso, las propias empresas no son plenamente conscientes de que discriminan y cuando analizan sus acciones con un prisma de género se dan cuenta de que existe una gran diferencia entre lo que dicen que hacen y lo que realmente ocurre.

Hay algunas empresas que sí creen, por el contrario, en la igualdad de oportunidades para mujeres y hombres, y que están incorporando la Responsabilidad Social de Género dentro de sus valores. Sin embargo, también es cierto, y lo he constatado en un estudio que he realizado en Inglaterra sobre este tema, muchas de las organizaciones que tienen entre sus valores el de la igualdad de oportunidades, a la hora de la verdad, no realizan ninguna actuación que ponga en práctica lo que aparentemente es tan importante para ellas. Es decir, una cosa es la política y otra cosa es la práctica, motivo por el que a veces no quieren publicar lo que dicen que hacen para evitar así posibles problemas legales derivados de una falta de coincidencia con la realidad.

Todo esto se traduce en una peor situación laboral de la mujer actualmente.
Efectivamente, más de 50 años después de la firma del Tratado de Roma que afirmaba que, a igual trabajo, igual sueldo para mujeres y hombres, las mujeres en la UE ganan todavía hoy un 17,5% menos de media que los hombres y además, esta diferencia entre salarios no se ha visto reducida en los últimos años.

¿Debemos recordar que, además de una cuestión de justicia, la igualdad efectiva reporta más beneficios a la empresa?
¡Yo creo que sí! Si hay un desequilibrio de género en la composición de los niveles profesionales de mayor responsabilidad, se deberían realizar esfuerzos para equilibrar esa situación, no sólo por una razón de justicia, sino porque —además— reporta grandes beneficios a la empresa, como demuestran los informes de Catalyst y Mckinsey, entre otros. Así, el informe de Catalyst, constató que las empresas con más mujeres en sus juntas directivas generaban un 42% más de beneficios sobre ventas y un 66% sobre capital invertido. Si es cierto que tener a más mujeres es económicamente rentable, y los datos lo ratifican, ¿por qué no contarlo?

Hay gente a la que le molesta este argumento porque dice “¿y si no fuera más rentable, no habría que contratar a mujeres?”. En ese caso, el argumento sólo podría ser el de justicia social, que es muy válido pero no para todo el mundo y, especialmente, no lo es, para quienes están siendo evaluadas por los resultados de su gestión. A este grupo vamos a darles el razonamiento económico porque es el que consideran más relevante. En un futuro, se verá como algo tan natural como ahora es ver a mujeres en las aulas universitarias, pero, hasta ese momento, habrá que utilizar todos los argumentos posibles para facilitar la incorporación o promoción de mujeres a puestos de responsabilidad.

¿Cómo debemos avanzar, entonces, ante este panorama de ralentización y discriminación?
Como la realidad está siendo que si no se nos obliga, no cambiamos, parece que hay que actuar a nivel legal. Los principales hitos que se han alcanzado en los últimos años en materia de igualdad en Europa han venido derivados de cambios en la normativa legal. Así, por ejemplo, las mujeres miembros de consejos de administración de empresas que cotizan en bolsa dentro de la UE (27) suponen un 16,6% del total. Aun estando claramente infrarrepresentadas con respecto a los hombres, esta cifra supone un notable incremento con respecto a la situación de septiembre de 2010, cuando tan sólo el 11,8% de los miembros de los consejos de administración de estas empresas eran mujeres. No obstante, el incremento no ha sido uniforme en toda la Unión Europea, sino que se ha producido especialmente en países como Francia, Holanda e Italia en los que la legislación ha obligado a las empresas a tomar medidas en este sentido. Por su parte, en el Reino Unido y Alemania, el debate público que se ha generado en los medios de comunicación ha impulsado a las empresas a actuar en este sentido.

Gráfico 1

Gráfico 2

Pero llegamos a las controvertidas cuotas. Si se percibe imposición, se produce un rechazo inmediato.
El tema de las cuotas es, en efecto, muy controvertido. Claramente, lo ideal sería que se dejara libertad a las empresas para que contrataran a quien quisieran. Sin embargo, la inercia de contratar a varones para puestos de responsabilidad hace que sea necesario que se fuerce a que se valore la posibilidad de contratar a mujeres. Tenemos a mujeres sobradamente preparadas que no están llegando en suficiente medida a esos puestos de responsabilidad, por lo que se ha visto la necesidad —aunque sólo sea temporalmente— de legislar para romper esa inercia y que así, en poco tiempo, no sean necesarias cuotas ni leyes de igualdad.

#DOCEDESEOS 2014

diciembre 23, 2013 en Doce Miradas

Doce Miradas Postal

La fábula de Concha Malpuesta

diciembre 17, 2013 en Doce Miradas

Si no lo sabéis, para esta navidad tomad nota. Tener una feminista en la familia o la pandilla levanta cualquier situación. ¿Que entre plato y plato languidece la charla? Provocad a la prima feminista. ¿Que los langostinos han quedado duros? Un buen chiste misógino y todos reirán al unísono, en cómplice fraternidad. ¿Que dos se han enzarzado por la consulta de Catalunya? Preguntad por las Femen.

En esta linea se sitúa el archiconocido yo-estoy-a-favor-de-la-igualdad-de-derechos-pero-no-soy-feminista. Un clásico del género, con el que a todas las militantes nos ha tocado lidiar en alguna ocasión.

Porque el Diálogo Antifeminista de Pacotilla, hay que saberlo, es un género en toda regla. Con sus figuras de estilo, sus tópicos, sus estructuras. Es habitual, por ejemplo, que quien provoca empiece confesando su desconocimiento (yo de feminismo no sé mucho) para a continuación hacer muestra de un aplomo a prueba de balas, convencido de que sus réplicas son originalísimas y definitivas; cuando por lo general es simplemente lo primero que se la ha pasado por la cabeza. El caso de antología es el insuperable El feminismo es lo mismo que el machismo pero al revés, cuyo autor (o autora: haylas, haylas) normalmente acompaña de una expresión satisfecha, como diciendo Ahí te he pillado, eh. Dos de cada tres Diálogos Antifeministas de Pacotilla reproducen este gag.

El yo-estoy-a-favor-de-la-igualdad-de-derechos-pero-no-soy-feminista es más sofisticado. Podría considerarse como uno de esos falsos amigos a los que se refería María Puente el otro día: parece una cosa pero es otra. Este parece una declaración a favor de la igualdad de derechos, pero en realidad es una afirmación que deslegitima la lucha por esa misma igualdad.

 

Decir yo-estoy-a-favor-de-la-igualdad-de-derechos es una manera elegante de no decir nada

Igualdad o derechos son términos consensuales. Pura jerga de contrato social, venida directa de la Revolución Francesa, cuya Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano era literal: reconocía derechos solo para ellos. Las mujeres tuvimos que esperar la segunda mitad del siglo XX para acceder de manera generalizada a todo lo que nuestros compañeros de revolución obtuvieron a finales del siglo XVIII. Son casi dos siglos de diferencia. Decir igualdad de derechos y punto es afirmarse en una tradición según la cual la igualdad es para los iguales y la desigualdad para los diferentes.

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Marcha sobre Versalles. Jornadas revolucionarias del 5 y el 6 de octubre de 1789

Porque ¿qué significa igualdad? ¿Igualdad de partida o igualdad de llegada? ¿Igualdad formal o igualdad de circunstancias? ¿Igualdad es paridad? ¿Igualdad significa unidad, renuncia a la singularidad? ¿Y qué derechos son esos que creemos que deben ser iguales para todos? ¿Tienen las mujeres el mismo derecho que los hombres a usar libremente de su capacidad reproductiva? ¿Todas las personas tienen derecho a contraer matrimonio, con independencia del sexo de los contrayentes? ¿Y todas deben tener derecho a adoptar, con independencia de su orientación sexual? ¿Y a someterse a tratamientos de reproducción asistida? ¿Y a tratamientos hormonales? Cuando empezamos a llenar de contenido esos derechos y debatir sobre las condiciones que deben darse para que se ejerzan en igualdad, la cosa se complica.

 

Si estás en contra del feminismo, devuelve tus derechos

Obviedades. ¿Quiénes lucharon por el sufragio femenino? ¿Y por el reconocimiento del derecho a la interrupción del embarazo? ¿Quiénes luchan hoy de nuevo por ese derecho, cuando se ve amenazado? ¿Quiénes visibilizan la violencia de género? ¿Quiénes se manifiestan contra la esclavitud sexual? ¿Y contra la publicidad sexista? ¿Y contra la ablación del clítoris? ¿Y por la igualdad de salarios? ¿Y a favor de la ley del divorcio? ¿Y de la conciliación laboral?

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 Antisufragistas en Estados Unidos (1911)

A las mujeres que desprecian el movimiento feminista siempre me dan ganas de decirles que devuelvan los derechos. Que renuncien al derecho de voto, al derecho a la educación, al derecho a no ser violadas, al derecho a interrumpir el embarazo de su hija, al derecho a firmar un contrato de trabajo y abrir una cuenta bancaria, al derecho a exigir el mismo sueldo por el mismo trabajo, al derecho a reclamar medidas que garanticen un reparto igualitario de las tareas de cuidado. Que renuncien.

 

Los únicos movimientos que defienden los derechos de las mujeres como un objetivo en sí mismo son los que se llaman a sí mismos feministas

Más obviedades. Si hablamos de igualdad de derechos entre hombres y mujeres hablamos del resultado de la lucha histórica de grupos de mujeres organizadas que se llaman a sí mismas feministas. ¿Por qué se pretende separar a esos grupos de sus logros históricos? Para deslegitimarlos. Para que se nos olvide que ningún otro movimiento ha luchado por la igualdad de derechos entre los hombres y las mujeres. Ni el marxismo, ni el socialismo, ni el liberalismo, ni el anarquismo, ni el ecologismo, ni el nacionalismo, ni el antirracismo. Si eres mujer, tus derechos los han conseguido otras mujeres, organizadas colectivamente, que se llamaban a sí mismas feministas y que actuaban al margen (y casi siempre en contra) de las ideologías y las organizaciones políticas de su tiempo.

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Manifestación por la despenalización del adulterio frente a los juzgados de Barcelona en 1976. Foto de Pilar Aymerich

Pero eso era antes. No me extiendo sobre este punto porque todos los posts de este blog contienen ejemplos de lo contrario. Afirmar que la desigualdad ya no existe es una estrategia para perpetuarla.

Solo un apunte, inevitable. Esta misma semana llega al Consejo de Ministros la propuesta de reforma de la ley del aborto que pretende sustituir la legislación anterior, basada en plazos (las mujeres pueden decidir libremente sobre la continuación de su embarazo durante las primeras 14 semanas),  por otra, basada en supuestos, que limitará drásticamente la libertad de las mujeres sobre sus propios derechos reproductivos. Aunque polémica, la reforma no levanta demasiadas voces críticas en el arco parlamentario o solo de manera anecdótica. Con la que está cayendo, a quién le importa que las mujeres no puedan abortar. Si no fuera por el ruido que están metiendo las organizaciones feministas, casi podría pasar desapercibida.

 

La igualdad de derechos ayuda, pero no garantiza que desaparezcan los sistemas de dominación

Decir yo-estoy-a-favor-de-la-igualdad-de-derechos supone, por tanto, posicionarse en una idea formalista (y voluntariamente ingenua) de la desigualdad. Supone querer ignorar que las desigualdades más arraigadas responden a realidades estructurales; formas de organizar el mundo tan viejas y tan interiorizadas que apenas somos capaces de reconocer, que no se miden ni se cambian fácilmente, que casi nunca se dejan atrapar, que a veces ni siquiera se nombran. A diferencia de la retórica de la igualdad, que se centra en los aspectos formales, el feminismo se preocupa por  las relaciones de poder y los sistemas de dominación, por los mecanismos que los sostienen, perpetúan y naturalizan.

Pongamos el caso de la maternidad. Por ley, se puede reconocer el derecho de las mujeres a ausentarse temporalmente de su puesto de trabajo, regular el plazo y las prestaciones. Pero por ley no se transforma la mentalidad de las personas. Por ley no se puede mitigar el sentimiento de culpa de las que, en ejercicio de su derecho, deciden volver en seguida a su trabajo. No se pueden controlar las normas sociales que dictan cómo debe vivirse la experiencia de la maternidad, que consideran que la responsabilidad de la madre es naturalmente mayor que la del padre y aplican diferentes varas de medir las exigencias que recaen sobre unas y otros.

 

El feminismo es radical siempre

Llegado este punto de la conversación, quien ha empezado con el yo-estoy-a-favor-de-la-igualdad-de-derechos-pero-no-soy-feminista, suele sentir la necesidad de aclarar: Bueno, yo con eso estoy de acuerdo, pero es que las feministas radicales… Feministas radicales somos todas. Porque no hay manera de cuestionar las relaciones de género sin cuestionarlo prácticamente todo, desde la economía (¿qué sería del modelo de trabajo industrial, basado en la jornada de ocho horas cinco días a la semana, sin la división sexual del trabajo en virtud de la cual las tareas domésticas salen gratis?) hasta el lenguaje, pasando por la ciencia o la televisión.

A esta radicalidad me refiero. La que aborda los problemas de raíz y no solo su manifestación superficial.

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Che queer

Concha Malpuesta es un personaje de ficción

Siguiendo la estructura habitual de esa conversación, lo siguiente suele ser: Es que el feminismo tiene mala imagen. Volvemos al terreno de las obviedades. Tiene mala imagen porque cuestiona el status quo y quienes dominan el status quo suelen ser los mismos que controlan la formación de la opinión pública.

Para acabar, un comentario rápido sobre el argumento sexista que quiere hacer creer que el feminismo es un movimiento dogmático. Aunque muchas de sus acciones públicas se realicen a través de grupos estructurados, el feminismo no es un partido político, ni una organizacion, ni siquiera un conjunto de organizaciones. Es un punto de vista que cada cual ejerce como le da la gana.

Como se suele decir: hay tantos feminismos como feministas. En estos vídeos para Pikara Magazine Alicia Murillo y Bárbara Sánchez lo explican muy bien. Tenedlos listos en el móvil para estas fiestas. ¡Veréis qué éxito!

 

¿Quiénes somos las feministas? Parte 1:

http://www.youtube.com/watch?v=Xkwi56r9F64

¿Quiénes somos las feministas? Parte 2:

http://www.youtube.com/watch?v=mezbh0nlzKQ

 

*Concha Malpuesta es un personaje imaginado por la videoblogger Alicia Murillo. Encarna el estereotipo más extendido de la feminista como una mujer dogmática, hostil y resentida.

 

Foto de portada: El lugar de las mujeres es en la revolución. Autora desconocida.

La mujer pelota y otras trampas a evitar

diciembre 3, 2013 en Doce Miradas

No están todas las que son, sino sólo aquellas trampas que han llamado mi atención en los últimos tiempos. ¿Quién las pone? Es difícil saberlo. La mayoría, eso tan difuso que llamamos sociedad.

1-La mujer pelota, utilizada como rebote contra las demás

Hace medio año leí el magnífico libro de Rosa Montero La ridícula idea de no volver a verte, una preciosa historia sobre el amor y el duelo, en el que confluyen las experiencias vitales de la propia autora y de la premio Nobel, Marie Curie, tras el fallecimiento de sus parejas. Además de interesarme y emocionarme, descubrí el término mujeres pelota que, según explica Rosa Montero, utilizaba Simone de Beauvoir para referirse a aquellas mujeres “que tras triunfar con grandes dificultades en la sociedad machista, se prestaban a ser utilizadas por esa misma sociedad para reforzar la discriminación; y así, su imagen era rebotada contra las demás mujeres con el siguiente mensaje: ‘¿Veis? Ella ha triunfado porque vale; si vosotras no lo conseguís no es por impedimentos sexistas, sino porque no valéis lo suficiente’. ¿Fue Marie Curie una mujer pelota?”, llega a preguntarse Montero en su libro.

No acierto a comprender el comportamiento de dichas mujeres, que en la actualidad también existen y que yo llamaba para mí mujeres esquirolas antes de conocer el término de Beauvoir. Imagino que les tienta el hecho de saberse únicas y de constituir una excepción. No obstante, aunque alguna caiga en esa trampa creo que son mayoría aquellas que después de triunfar dedican parte de su tiempo y energía a allanar el camino a las demás.

Fotografía de Iratxe Gallo.

Fotografía de Iratxe Gallo.

2-Una reivindicación eternamente aplazada

Las mujeres que son madres suelen manifestar que luchan por la igualdad de derechos y oportunidades para que el día de mañana sus hijas vivan en una sociedad más justa. Me pregunto si esa afirmación no encierra la trampa del aplazamiento de una causa que deberían aspirar a disfrutar también ellas mismas y su generación. A veces tengo la impresión de que han renunciado a alcanzar ese estado para su propio presente o futuro inmediato. Muchas de esas hijas también serán madres algún día y quizás experimenten ese mismo sentimiento de renuncia, conformadas y colmadas con el bienestar futuro de sus hijas. Si tenemos en cuenta que la mayoría de las mujeres son madres, ¿no sería entonces la lucha por la igualdad una reivindicación eternamente aplazada para ‘el día de mañana’?

3-Matemáticas tendenciosas

¿Te suena esta canción? Una amiga, compañera de trabajo, conocida (o tú misma) comenta que se está planteando dejar el trabajo y dedicarse por completo al cuidado de su familia. Han hecho cuentas. Su pareja tiene un trabajo mejor remunerado y el dinero que les cuesta pagar a una persona para que se ocupe de la casa y los hijos es casi lo mismo que gana ella. Conclusión: no compensa. Para eso mejor me quedo yo en casa y así al menos los niños están con su madre. El sentimiento de culpa hace el resto del trabajo y, de pronto, parece que trabajar es un capricho egoísta en el que se ha empeñado la mujer. Está claro que cada pareja sabe lo que mejor le conviene y es libre de tomar sus propias decisiones, pero no debería tomarse por la razón equivocada y ésta a  mi juicio lo es. Cuando se paga a una persona de apoyo en las tareas domésticas y cuidado de los hijos se está pagando para que ambos miembros de la pareja obtengan cierto margen para desarrollar su vida laboral y otras facetas de su vida personal. Por tanto, debería restarse ese sueldo a la suma de los sueldos de ambos miembros de la pareja y valorar entonces si merece la pena. Dar por hecho que el sueldo dedicado al cuidado del hogar y de la prole debe salir del sueldo de la mujer es a todas luces una injusticia profundamente machista. No hace falta recordar que las personas que carecen de independencia económica, sean hombres o mujeres, quedan en una situación vulnerable.

4-En busca de la prueba definitiva

Es ‘el pan nuestro’ de los medios de comunicación. Día sí y día también nos desayunamos con algún nuevo estudio sobre el cerebro de hombres o de mujeres que supuestamente explica por qué unos y otras actuamos de tal o cuál manera o tenemos mayores capacidades y habilidades para esto o lo otro. Algunos son serios y rigurosos y otros resultan rocambolescos y sospechosos. ‘Un estudio realizado por investigadores de Toronto revela que los ejecutivos varones soportan mejor el estrés que las mujeres’. Por ejemplo. Así suelen empezar dichas noticias. El estudio del cerebro es apasionante, pero con frecuencia se instrumentaliza la ciencia al servicio de determinadas ideologías.

Parece que aún se busca la prueba definitiva que demuestre que las mujeres somos menos o más que los hombres. Personalmente, creo que no hay que caer en la trampa de entrar al trapo. Por mí pueden seguir loncheando cerebros. No necesito pruebas para saber que merecemos igualdad de derechos y oportunidades PORQUE SÍ. Porque existimos, porque somos personas, porque estamos aquí y lo reivindicamos. Porque es de justicia. En ocasiones somos las mujeres quienes nos aferramos a alguno de estos estudios, cuando nos son favorables, para argumentar que tenemos derecho a ocupar determinada posición en el trabajo, por ejemplo, porque un estudio revela que nuestra capacidad de comunicación es superior, que somos mejores en las relaciones interpersonales, que somos mejores jefas, etc. Y a veces, por un efecto de compensación, supongo, se cae en una exaltación de la mujer en la que no creo. No creo que seamos mejores jefas sólo por ser mujeres (como tampoco creo que seamos peores jefas sólo por ser mujeres), ni que el mundo estaría mejor gobernado por mujeres. Es un error participar en dicho debate, ya que significa que seguimos poniendo en cuestión, en pleno siglo XXI, la legitimidad de la igualdad de derechos y oportunidades entre mujeres y hombres.

5-Un exacerbado pundonor

La discriminación positiva y el sistema de cuotas tienen poca aceptación incluso entre las mujeres. Son muchas las que rechazan este sistema igualatorio porque afirman no querer nada que no se hayan ganado por sí mismas. Cuando hablamos de logros laborales, las mujeres tendemos a pensar que tal vez no lo merezcamos. Parece como si necesitáramos haber sufrido mucho por el camino para creer merecerlo. Los hombres suelen dar por descontado que se lo merecen. Nosotras somos propensas a caer en la trampa de un exacerbado pundonor y una sobredosis de integridad y dignidad malentendidas.

Imagino que quien rechaza este sistema artificial a favor de la mujer, lo hace porque considera que el sistema ‘natural’, que como se puede comprobar produce discriminación positiva a favor del hombre, brinda igualdad de oportunidades a mujeres y hombres. Quien rechaza el sistema corrector cree, por lo visto, que todos los cargos de responsabilidad se están otorgando de forma justa, de acuerdo a criterios objetivos, a la persona más capacitada posible en cada caso, que casualmente suele ser hombre. ¿Alguien se cree esto de verdad? Creo que hay mujeres que incluso reconociendo que el sistema ‘natural’ las discrimina y relega, consideran que es de ley esforzarse doblemente y que así cualquier logro obtenido, si llega, les satisfará en mayor grado. Personalmente, soy poco amiga del martirologio, así que SÍ a las medidas de discriminación positiva. Sin complejos.

Cuando se pide a la gente que se pronuncie si está a favor o en contra de dicha cuestión, nunca se formula la pregunta completa, que en mi opinión debería ser más o menos así:

¿Estás a favor de implantar un sistema artificial de discriminación positiva a favor de las mujeres que iguale a hombres y mujeres en oportunidades?

 O por el contrario:

¿Estás a favor de mantener el actual sistema ‘natural’ de discriminación positiva a favor de los hombres que desiguala y relega a las mujeres?

En un capítulo de la serie The Good Wife, la socia del bufete, Diane Lockhart, dice algo que viene al hilo de lo que estoy comentando. Atención spoiler, voy a desvelar algo de la última temporada. La situación es la siguiente: han ofrecido ser socia a Alicia Florrick, la protagonista de la serie. La alegría y orgullo iniciales se vienen abajo cuando Alicia descubre que han hecho esa misma propuesta a varios compañeros de la empresa y que el bufete necesita desesperadamente una inyección de capital que proporcionarán los nuevos socios. Enfadada y ofendida, se atrinchera en su despacho y se niega a participar en la copa de celebración que tiene lugar en el bufete. Y entonces su jefa Diane le cuenta una experiencia personal:

“¿Sabes por qué me hicieron socia? Jonas Stern fue demandado por acoso sexual y necesitaba mostrar que tenía una socia en sus filas. Nada más. Cuando la puerta a la que has estado llamando por fin se abre, no preguntas por qué, entras. Así de simple.”

¿Así de simple? Parece que no.

6-False friends

Quien haya estudiado inglés en alguna ocasión estará familiarizado con la expresión. Se refiere a aquellas palabras inglesas que son muy parecidas a palabras en español pero cuyo significado no tiene nada que ver. Nos confiamos y nos engañan. Creo que en el ámbito de la igualdad, también existen los false friends. Yo he encontrado estos:

Las mujeres de verdad tienen curvas…o no

¿Recuerdas esa película de 2002? Las mujeres de verdad tienen curvas, se titulaba. La vi con agrado y recibí con simpatía lo que entonces me pareció una reivindicación liberadora. El filme era bienintencionado, sin duda, pero con el tiempo me he dado cuenta de que esta afirmación, que ha trascendido más allá de la película, es un false friends de los gordos. Porque ¿qué hay de liberador en esa expresión para aquellas mujeres flacas y lisas, sin curva alguna? La afirmación ‘las mujeres de verdad tienen curvas’ no es sino otra cara de la misma moneda. La obsesión por meter a las mujeres en un molde, negando la diversidad de cuerpos y naturalezas que existen. A veces tengo la sensación de que hablan de solomillos. La mujer, al punto, parece decir la sociedad. Y no se perdona a la que no logra el punto. La gordura se castiga con el rechazo. Y la delgadez extrema, aunque goza de mayor prestigio social incluso en estados avanzados, también llega un momento en que se castiga cruelmente. ¿Cuántas veces has escuchado o has dicho tú misma “esa está anoréxica”? Lo decimos sin piedad, olvidando que es una enfermedad grave. ¿Acaso se atreve alguien a decir ‘esa está cancerosa’? Que no nos confundan los ‘falsos amigos’. Las mujeres de verdad somos todas.

Soy mujer y puedo hacer varias cosas a la vez

¿Qué llevamos, una década con esta cantinela? No sabría decir desde cuándo se repite esta bromita como un mantra. Lo mismo lo dice una mujer de sí misma, que lo dice un hombre: “eh, que soy un hombre, y no sé hacer dos cosas a la vez”. Me llamaba la atención tanto regocijo y complacencia por parte de ambos sexos. Raro, ¿no? Al fin y al cabo, en apariencia, la frase ensalza a la mujer y tacha al hombre de inepto. Pero a nada que le dediques un pensamiento le ves el truco. Cuando se dice que las mujeres podemos hacer varias cosas a la vez, por desgracia nadie se está refiriendo a que podemos operar como brokers en el parqué neoyorquino de Wall Street, mientras realizamos una intervención pionera de neurocirugía, instantes después de haber participado en el consejo de administración de IBM. No. Nada más lejos. Se refieren a que la mujer puede/debe lidiar con todo, es decir, cargar con la retahíla diaria ya sea doméstica o laboral. Según se desprende de este mantra de nuestros tiempos, los hombres no. Ellos sólo pueden/deben/quieren dedicarse a un trabajo relevante y trascendente y no deben ser distraídos con chucherías cotidianas. Pero ¡sorpresa! soy mujer y resulta que también a mí me gusta poder concentrarme en un asunto importante sin que me distraigan tareas fastidiosas y de menor calado. Sospecho que nos pasa a muchas.

Quedan más ‘false friends’ y más trampas de las que hablar, así que CONTINUARÁ…