4 cosas que he descubierto desde que soy bloguera en Doce Miradas

febrero 24, 2015 en Doce Miradas

Son más de cuatro, pero dosifico para no alargarme. Los posts muy extensos no gustan. Esto también lo he descubierto en DM.

Fotografía de Iratxe Gallo.

Fotografía de Iratxe Gallo.

1. “Por qué no habláis de perros y gatos abandonados”. Desde que estoy en Doce Miradas, me he dado cuenta de que hay un tipo de comentario que aparece con cierta cadencia en los blogs de temática feminista. Suele ser algo así: “me parece fatal que no habléis de la discriminación que sufren las personas discapacitadas, obesas, paradas, las pertenecientes a minorías étnicas, ancianos…” Ante un comentario semejante, es fácil que por un instante te asalte la culpa y pienses ‘mira que soy egoísta, con los problemas tan graves que hay en el mundo, los niños y niñas que mueren en África, las guerras atroces, las enfermedades, los padecimientos tremendos que se suceden a diario, y yo aquí hablando de la publicidad sexista, de la necesidad de implantar un sistema de cuotas que garantice la presencia de mujeres, de la brecha salarial…’ Este tipo de comentarios son una forma moderna, sibilina y sofisticada de decir lo mismo que se decía en el pasado: calladita estás más guapa. Que te manden hablar de otra cosa es pedirte que calles sobre lo que estabas hablando, es silenciarte con disimulo. Sólo que aquí el machismo de trazo grueso se disfraza de 0,7, de ONG, de asociación de damnificados o afectados por alguna discriminación. Pero no nos engañemos, es lo mismo de siempre. Personas molestas a las que no les gusta que las mujeres reivindiquen para sí mismas. Por otro lado, quienes hacen tales comentarios parecen no darse cuenta de que no son categorías o aspectos incompatibles ni comparables puesto que las mujeres podemos ser discapacitadas, obesas, desempleadas, pertenecer a minorías étnicas… He advertido que algo muy parecido suele sucederles a las personas cuya causa es la defensa de los animales. Hay asociaciones y organizaciones para causas diversas y cada cuál es libre de sumarse a la que prefiera, sin que eso menoscabe la importantísima labor que desempeñan otras agrupaciones. Reivindicar la igualdad de derechos y oportunidades entre mujeres y hombres no es una banalidad ni un capricho. Que todo el mundo se quede tranquilo, no muere ningún niño en África cada vez que una mujer reivindica la igualdad.

2. El pin feminista. La gente de la política, de la empresa, de los medios de comunicación y personajes públicos se colocan este pin con facilidad. El pin feminista, el pin gay… lo que tercie. Ahora que estoy en Doce Miradas me fijo más y he descubierto que hay mucho feminista de salón. Queda bien en ciertos ambientes decir que uno es feminista, granjearse las simpatías de las mujeres y hombres que defienden este movimiento y ser políticamente correcto con lo que corresponde en nuestra época, pero cuántas veces es solo fachada. Hace un tiempo y casi seguido, escuché cómo se les desenmascaraba a algunos de ellos en sendas tertulias de radio. En uno de los casos, los contertulios que momentos antes lanzaban floridos discursos a favor de la igualdad, hacían el ridículo estrepitosamente, momentos después, cuando la periodista que dirigía el programa les preguntaba uno por uno si ellos hacían la maleta o ‘se la hacían’. El resultado fue bochornoso. Para colmo, se ofendieron y enfadaron con la periodista, “esto no se hace, es una encerrona, no es jugar limpio…” El feminismo de salón vale poco si no lleva aparejado un feminismo de estropajo, ese que se libra cada día en los hogares, o el feminismo de oficina, el que se necesita en el día a día laboral. No obstante, como no queda otra que jugar con las cartas que tenemos, personalmente abogo por utilizar a estos feministas de salón como ellos utilizan la causa feminista, es decir, cuando nos convenga. Eso sí, sin olvidar cómo son de verdad.

Fotografía de Iratxe Gallo.

Fotografía de Iratxe Gallo.

3. El feminismo beneficia también a los hombres. Confieso que cuando empecé en esto de Doce Miradas no me lo creía. A menudo oía o leía a mis compañeras de blog diciendo que muchos hombres se sentían incómodos en una sociedad machista, que esa educación también les hacía sufrir a ellos, que la igualdad entre mujeres y hombres beneficiaba a ambos y, sinceramente, pensaba que eran un poco ingenuas. Siempre me ha parecido que los hombres disfrutan de privilegios y que si el feminismo propugna acabar con aquellos privilegios que se sostienen gracias al sometimiento y la discriminación de las mujeres -la mayoría, sospecho-, entonces, lógicamente, saldrían perdiendo. Adiós a la buena vida y a las ventajas por el mero hecho de ser hombres. Lo cierto es que desde que estoy en Doce Miradas y leo los comentarios y posts que escriben algunos de los hombres que nos siguen habitualmente he empezado a cambiar de opinión. Son hombres que se ponen en nuestros zapatos, confiesan no haber estado siempre a gusto en los suyos, y defienden la igualdad de derechos y oportunidades con sinceridad. Seguramente son minoría, pero existen. Recientemente, unas amigas me hablaron acerca de las actividades extraescolares de sus hijos y por lo que cuentan, hoy en día, que un niño quiera hacer ballet sigue siendo un trago, no tan amargo como el de Billy Elliot, pero un trago.

4. La publicidad apesta. A pesar de dedicarme a la comunicación y a la publicidad, últimamente veo muy pocos anuncios en televisión. En mi isla de series favoritas y algún que otro informativo no hay de eso. Pero hace poco tuve ocasión de ver varios bloques publicitarios seguidos y aluciné. Ya sé que hay mucha publicidad sexista, más de una entrada de Doce Miradas se ha dedicado a ello, pero lo que vi el otro día fue un bombardeo continuo. Recuerdo que cuando estudiaba un postgrado en publicidad allá por el año 1992 analizábamos algunos de estos anuncios como si fuera casi un ejercicio de arqueología, convencidos de que estábamos asistiendo a los últimos coletazos de una era que tocaba a su fin. Veíamos aquellos spots entre risas y miradas indulgentes, condescendientes con una sociedad de ideas retrógradas que ya iban quedando definitivamente atrás. Eran los últimos vestigios. Eso pensaba yo al menos y por eso lo perdonaba y hasta me divertía verlo. Pero comprobar cómo está la publicidad hoy en día no me hace ninguna gracia. De fondo, el eterno debate. ¿La publicidad es o debe ser un reflejo de la sociedad o debe propugnar modelos más edificantes? ¿Es así nuestra sociedad?  Aquí va una muestra de estos anuncios que como quien no quiere la cosa siguen presentando a la mujer como la única que debe cuidar su alimentación y su figura, la única encargada de cocinar, alimentar y vestir a los hijos y la única encargada de decorar y amueblar el hogar mientras el hombre, oh, el hombre, el hombre se sienta tranquilamente a leer un libro como el gran intelectual que es. Que conste que recopilarlos no me ha costado  meses y meses de ver publicidad. Esto es lo que puede ver cualquiera mañana mismo en un bloque publicitario. Un mensaje machista detrás de otro en menos de cinco minutos.

-¿La leche sin lactosa es solo cosa de chicas? Según este anuncio, parece que sí.

-¿La leche desnatada es un producto para mujeres? Con este spot lo dejan bien claro.

-¿Decorar y amueblar la casa compete a la mujer en exclusiva y por decreto? Este anuncio no deja lugar a dudas. Ellos están ocupados leyendo en el sofá como intelectuales que son.

-¿Alimentar a la prole es una tarea exclusiva de las madres? Si cocinas arroz Brillante, desde luego.

-¿Los padres no deben ocuparse de comprar ropa a los hijos? Por lo visto, es otra labor exclusiva de las madres.

Los 12 apóstoles o el gobierno de Syriza

febrero 10, 2015 en Doce Miradas

Decía el Papa Francisco en su último viaje, creo que a Filipinas, que somos “demasiado machistas” (sic). Esto me lleva a pensar que los comportamientos “poco” machistas o “normalmente” machistas son generalmente aceptados y que solo se condena sin titubeos aquello que ha adquirido el carácter de delito como puede ser el asesinato, la agresión sexual o la violencia. Sin embargo, no se adopta una postura firme contra las actitudes que, precisamente, ostentan la mala costumbre de ser el origen y la causa de ese delito. Ahí está la nota de corte: parece que todo lo que no está tipificado en el código penal puede ser susceptible de debate acerca de si es o no es machismo: el piropo, la no presencia de mujeres en determinados puestos en la empresa o en los gobiernos, la publicidad, la “superioridad” del hombre frente a la mujer, el compartir las tareas domésticas, los valores transmitidos, la obediencia “debida”, los modos de educación, los roles sociales…

La razón por la que muchas personas que se proclaman a favor de la igualdad mantienen posturas evidentemente machistas, es que no son conscientes de que esas acciones, precisamente las que se dan de manera más habitual, esos modos de pensar, esa forma de moverse por la vida son, lo quieran o no, consecuencia y origen a la vez, del más puro y duro machismo. La frase que el Papa Francisco decía en Filipinas es un claro ejemplo de ello.

El peso de la tradición

Estamos viviendo un momento social importante. Parece que nos encontramos en una bifurcación del camino en la que elegir una u otra dirección podría hacer que cambiara el sentido de la historia. Da la sensación de que nos encontramos contemplando desde la orilla, como meros espectadores, una competición de veleros en la que tiene suma importancia en qué dirección sopla el viento. Lo que no sabemos muy bien es si las personas que capitanean los barcos tienen la intención de arriesgarse y atracar donde todas y todos estamos esperando o quizás nuestro deseo se sitúe 2 ó 3 puertos más allá de donde ellos, y digo ellos adrede, tienen planificado finalizar su viaje.

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Fotografía de aleteia.org

Eso nos pasa, por ejemplo, con el Papa Francisco que, cuando todavía era Bergoglio, nos conquistó el 13 de marzo de 2013 con aquel “buona sera”, dicho de una forma tan linda con acento argentino. Desde entonces, parece que han querido sonar aires de cambio pero su “demasiado machista” o la defensa del uso de la violencia física en el caso de que alguien ofendiera a su madre (que no a su padre), además de su inacción en otros temas, nos han hecho ver que, por lo menos éste, no tiene pensado llegar al puerto que mucha gente estábamos esperando. Le pesa la tradición. Demasiado. No es de extrañar si tenemos en cuenta que las creencias de la Iglesia están basadas en una fe en la que, tanto para crearnos como para redimirnos, e incluso para morir por nos, lo ha hecho en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo. Una Iglesia en la que las mujeres no están ni se les espera, salvo para representar un papel de actrices secundarias en una película que tiene ya más de 2.000 años, exactamente el tiempo en el que también la historia se encontró en un cruce de caminos. ¿Y quién lideró aquel cambio, aquella “revolución”? Pues, cómo no, un hombre. Un señor que un día se lió la manta a la cabeza, salió de su casa y reclutó un equipo de seguidores, los apóstoles, conformado otra vez más, solo por hombres. Y únicamente llevaba con él a dos mujeres: a su madre, la que le cuidaba, y a María Magdalena, la prostituta arrepentida y, además, enamorada del líder. O al menos así nos lo cuentan las crónicas de la época escritas, de nuevo, por hombres. Y no se nos ocurre poner en duda que lo nos dicen los evangelistas no sea cierto, por lo menos en cuanto al sexo de los protagonistas se refiere: a ninguna mujer de la época en su sano juicio se le hubiera ocurrido echarse a andar sola por esos caminos de Yahvé y decirle a otras 12 mujeres que hicieran lo mismo. Las hubieran tildado, como poco, de locas y en un pispas, las habrían mandado a la casa de sus padres para que las metieran en vereda. Y no se habría realizado ni un milagro, por supuesto, porque a ver quién iba a ser la guapa que se hubiera atrevido a resucitar a Lázaro sabiendo, porque para algo era la hija de Dios, la que por mucho menos se montaría siglos después en Zugarramurdi. Las 12 apóstolas nunca pudieron haber existido. Y por supuesto, jamás hubiera triunfado la doctrina que predicaban porque lo que decían las mujeres no contaba.

Ni cuenta.

Y llegó Grecia

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Fotografía de elcomunista.net

En la cuna de la democracia, volvieron a soplar hace pocos días, otros vientos de cambio. Y mientras los espectadores veían desde la orilla de nuevo la carrera de veleros, el ganador se quedó bastantes puertos más atrás de lo que muchas, y me consta que también muchos, esperaban. El partido ganador, Syriza, ha designado un gobierno compuesto por 10 hombres. Ni una mujer. Un Consejo de Gobierno de 40 personas, en el que solo 6 son mujeres. Es tradición, dicen algunos, que en Grecia la política esté copada por los hombres. Y entonces yo me pregunto que para qué sirven los cambios y en qué se diferencia todo esto de, por ejemplo, lo que vemos que ocurre en la Iglesia, estructura inamovible donde las haya. ¿No habíamos quedado hace tiempo que las tradiciones están para romperlas?

Contemplo con estupor que hay personas que justifican esta situación. Y que muchas de ellas son mujeres. He visto estos días a personas que pusieron el grito en el cielo cuando vieron que en el gobierno de Tsipras las mujeres destacaban por su ausencia, cambiar de opinión porque parece que si se critica algo que está mal hecho por un partido de izquierdas, inmediatamente te has “desindignado” y te has puesto al otro lado de la barrera. Pasados los primeros días han hablado los gurús y, como siempre, han callado las mujeres. Y no me meto aquí en opciones políticas, creo que no es el lugar, sino que me manifiesto en contra de cualquier gobierno, de izquierdas, de derechas o de centro, me da igual, en el que no haya mujeres. Porque sin mujeres en un gobierno, no se pueden hacer políticas de igualdad. Porque sin mujeres en un gobierno, van a decidir por nosotras y sin nosotras una vez más. Porque sin mujeres en un gobierno, nos vemos obligadas a levantar la mano de nuevo para decir que estamos aquí. Y ya tenemos el brazo cansado. Que también contamos. Que también votamos. Que también pagamos impuestos. Que no queremos volver a reivindicar que somos tan válidas como ellos. Que no nos apetece tener que decir otra vez más que tenemos que estar. Porque un gobierno sin mujeres es “demasiado” machista. Porque un gobierno sin mujeres solo denunciará aquel tipo de machismo que sea delito. Porque sin mujeres no hay democracia. Y porque esto ha sido así por los siglos de los siglos.

Amén.

Menos exigencia, más confianza

enero 27, 2015 en Doce Miradas

¿Recuerdas aquel viral de Dove sobre la distorsión con la que muchas mujeres perciben su propia imagen? “No soy sólo yo…,” fue lo que pensé. Pues bien, hace poco sucedió algo en las bambalinas de este blog relacionado con una foto conjunta de las Doce Miradas. Algo que de nuevo me hizo desear ahondar en este “no vernos bien” tan femenino y en sus posibles consecuencias sobre el desarrollo profesional de las mujeres.

  • ¿Podría ser esta autoexigencia exagerada —aparentemente no tan trascendente— la que nos lleva al “como no me veo/oigo bien, mejor no levanto el dedo cuando surge la oportunidad, mejor no saco la patita…”?
  • Pero, ¿cuánto sería exceso de autoexigencia lo que nos frena a veces a la hora de enfrentar retos profesionales y cuánto es, en realidad, falta de autoconfianza? Algo así como: “como no estoy segura de poder hacerlo bien, mejor no me arriesgo y lo dejo pasar…”.
  • ¿En qué medida nos frenan el exceso de una y la falta de la otra? El exceso de autoexigencia y la falta de confianza, quiero decir. Pero, sobre todo, ¿qué podemos hacer para equilibrar ambas?

Comparto reflexiones.

La belleza es un culto hoy día. Más que nunca. Lo es en todo el mundo y lo es aún de modo predominante entre las mujeres. Es “natural” que queramos vernos bellas y “artificial” lo que necesitamos para estarlo. Crecemos sabiendo que si nacer guapas es una suerte, estar siempre guapas es mejor. Vigila tu figura, opérate si algo te falta o sobra, viste con estilo, maquíllate para esconder tus “pequeñas imperfecciones”. “Arréglate” como si estuvieras rota y el sistema te acogerá mejor.

Y, por favor, gasta. Te sentirás más segura… Tu fuerza abrirá las puertas al pasar.

zRecibimos estos mensajes de quienes prometen “ayudarnos” veinticuatro horas al día. Y sus soluciones provocan a conciencia nuestra inseguridad. Ésta se construye de modo inconsciente, sin embargo. Clavo tras clavo se apuntalan nuestras expectativas, discursos y frustraciones. Golpes que en lugar de liberarnos del techo de cristal, nos restan fuerzas para agarrar el martillo con las manos. Golpes que son piedras. La mochila cada vez más llena y nuestra imagen ideal cada vez más lejos… La autoestima, tocada.

Ya no somos tan fuertes. Ya no somos tan seguras.

¿Qué sucede con la autoconfianza? Pues, según parece, además de la brecha laboral, la salarial, la digital y la brecha en la ceja, existe también una brecha entre la autoconfianza masculina y la femenina. Y, al igual que sucede con esta querencia femenina de estar guapas, dicho gap obedece a cuestiones socio-económicas y culturales más que a una cuestión natural.

Según las autoras de “The Confidence Code”, las niñas y las mujeres no suelen ser asertivas porque el aplomo y la seguridad no se premian desde ningún entorno. Son crecientes los estudios que exploran esta menor confianza. McKinsey, por ejemplo, refiere un estudio realizado en Hewlett-Packard cuyo objetivo era estimular la presencia de mujeres en la alta dirección de la compañía. Dicho estudio concluyó lo siguiente: los hombres solicitan un ascenso cuando creen cumplir el 60% de los requerimientos y las mujeres lo hacen cuando creen poseer el 100%. Y cuando se trata de sueldos, según “Women Don’t Ask”, ellos negocian su sueldo hasta cuatro veces más. Cuando ellas se deciden, piden un 30% menos. ¿No es revelador?

Quizá haya también algo del efecto Dunning-Krugger en esto de frenarse. Un curioso fenómeno que explica algunas presidencias de gobierno y muchas direcciones generales. No siempre a cargo de hombres, me consta. Pues bien, según este efecto por primera vez descrito a finales de los 90, “los individuos con escasa habilidad o conocimientos sufren de un efecto de superioridad ilusorio, considerándose más inteligentes que otras personas más preparadas”. Después de todo, según datos de un reciente informe de la OCDE, a pesar de superar a los varones en sus niveles de formación secundaria y universitaria, la cifra de mujeres desempleadas es superior.

Concluyendo…

Mi propia experiencia vital, y la de muchas amigas y mujeres que conozco, me dice que nos exigimos demasiado. Los datos muestran además que tendemos a estar menos seguras de nuestras propias capacidades de lo que los hombres están de las suyas. Y para medrar, la autoconfianza importa tanto como las competencias adquiridas. Eso es un hecho.

¡Empoderémonos entonces! Buceemos en nuestras profundidades. Es hora de enfrentarse al origen de nuestros miedos y de firmar una tregua. Soltar las amarras de tanta autoexigencia y permitirse “ser”. Sin ansiedad. Y, sobre todo, es hora de hacer un hueco cómodo a la mediocridad. Uno mullido. Porque debemos permitirnos fallar. Errar es condición humana y ahí arriba, al otro lado del cristal, se yerra también a diario. A menudo con estruendo.

Alguien tiene que hacerlo, además.

Como dijo Emma Watson ante la ONU, en su discurso de presentación de #HeForShe: “¿Si no soy yo, quién?”. El ligero temblor en su voz es… hermoso. Su fragilidad, pura fuerza. De modo que aquí va mi conclusión: las mujeres sólo avanzaremos si cada una de nosotras trabaja para quererse más, si trabaja para abandonar su zona de confort. Sin importar si los resultados prometen ser sobresalientes. No miremos a los lados. Menos autoexigencia, más confianza en nuestras propias capacidades. Debemos aprovechar la oportunidad real que tenemos de transformar esta sociedad que tan difícil nos lo pone desde siempre y tan injusta es. Cuanto más alta nuestra voz, mayor el margen de maniobra. Y si la oímos temblar, recordemos que aun así es poderosa. Ya lo dijo Eleanor Roosevelt: “Debes hacer las cosas que crees que no puedes hacer”.

Hacemos falta, señoras. Aunque sabemos que se dice pronto y se tarda más. Yo ahora mismo, buceo…

 

Azul

enero 13, 2015 en Doce Miradas

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Azul


«
Hace varias semanas que no consigo pensar con claridad. La cabeza me va lenta, las tareas se me solapan, me sobrevienen sin haberlas olido, olvido citas, pierdo cosas, no retengo informaciones nuevas. Me escucho una y otra vez preguntando «¿Eso a mí me lo habías contado?». Porque no lo recuerdo. Mi sistema alerta desde hace tiempo y me dice aquello tan irritante de «No se ha podido realizar correctamente la actualización por no haber espacio suficiente en el disco duro».

Elimino archivos basura, muevo los importantes a otra unidad de almacenamiento externa…  y tiro. Tiro hasta que llega un día en el que necesito instalar una aplicación vital y el sistema no me responde: necesito esa app que me permita meter aire a los pulmones mientras sigo con mi vida y entonces me dice que el acceso me ha sido denegado. No puedo respirar. Estoy sola. Atrapada en la filigrana imposible de mi existencia. Sola. Nadie puede respirar por mí. Inspirar, expirar… Es muy fácil. Es lo primero que aprendemos al nacer. Y entonces, ¿por qué no soy capaz? Siento que podría pasarme horas llorando, deshidratando a ese bicho que me hace tanto daño. Desde el apabullante dolor de cabeza que siento asoma tímidamente una regañina: ¿No te parece que ya es suficiente? Suficiente. ¿Qué palabra es ésa? Nunca es suficiente. Porque podría hacer más y podría hacerlo mejor. ¿Quién me ha dicho eso? ¿Puedo? ¿Debo? ¿Con quién tengo esta deuda acogotante? Conmigo».

¿Es porque hemos elegido ser y estar?

Podrían ser las líneas de un diario personal. Conozco a muchas mujeres que también se están sintiendo así cada día, sabiendo que algo estamos haciendo requetemal cuando el primer pensamiento de cada día es «madre mía, lo que tengo por delante».

Pero esa convicción no cambia nada. Porque hemos elegido ser y estar. Reclamar nuestra silla allí donde se mueve el cotarro, sin dejar de acoplar como nadie la despensa después de una compra de 200 euros, por poner un ejemplo. Tenemos derechos y estamos dispuestas a hacerlos efectivos. Pues sea. A por todas.

Hemos querido estudiar y lo hemos hecho; trabajar… y hemos podido (algunas); demostrar que valemos, también; formar una familia… ¡Pues venga! Con hijitos y/o hijitas… ¡Dale! Promocionarnos profesionalmente… lo que hemos podido; demostrar nuestra maestría en la gobernanza doméstica… aquí nos hemos salido. Y ya. Hasta aquí una aproximación a ese concepto imposible que hemos acordado llamar conciliación de la vida familiar y laboral.

Pero aún no hemos hablado de sueños. Aquí es donde te das verdadera cuenta (si no lo habías hecho ya) de que te puedes poner cada día el traje de superwoman, pero aun en el caso de que te quede como un guante, no te arroga superpoderes. Pensar con todas tus fuerzas en que algo es posible, puede acabar consiguiendo que lo sea, pero no es el caso.

La falda, el leggin, el vaquero, la melena, el rizo suelto, el pelo corto, la americana, la chupa, las botas de monte, el morrito pintado… Da igual cuál sea tu traje: no tiene superpoderes. Por lo tanto, si eres de ésas que además de conciliar trabajo y familia quieres volar hacia tus sueños, cuenta con que nuestras alas están empapadas de chaparrones que nos sobrevienen por un montón de frentes con los que no habíamos contado. No podemos volar. No sin pagar el alto precio de renunciar a la paz de la mente, el cuerpo y el alma.

Yo no puedo volar. Me pesan demasiado las alas. Por más que me pongo al sol no se secan, porque, además, es tan fugaz y débil este sol que me adeuda tanto, tanto calor…

Quizá no es el momento

Voy a dar un pasito para atrás y reconocer que a lo mejor sí puedo volar, pero quizá no tan alto ni tan rápido; y que a lo mejor éste tampoco es el momento. Pero como a cabezona es difícil ganarme, ahora voy a dar un pasito para adelante para decir alto y claro que me parece injusto que yo tenga que posponer mis sueños a la espera de mejor vida. Porque la mejor vida ya existe: deben tener un prototipo en Taiwan, que lo conocen 27 chinos y 3 chinas, y que no se atreven a globalizarlo porque el negocio y la ética no se llevan bien. En ese prototipo de sociedad los hombres se caen del guindo de una vez por todas y se mueven junto a sus compañeras: no ayudándolas sino aupándolas. Tomando parte en el cambio, dando forma a la igualdad real; construyendo desde la primera línea, no limitándose a observar, respetar, dejar avanzar e incluso admirar. En ese prototipo, las mujeres no nos sentimos obligadas a sacar lo mejor de nosotras mismas todo el tiempo; los niveles de responsabilidad tienen ritmos y espacios y la autoexigencia toma por fin forma de látigo real y se lo devolvemos al Sr. Grey, para que juguetee entre sus cincuentas sombras con quien quiera y le vaya el rollo.

elorigen

La ansiedad, esa gran conocida.

La ansiedad, esa gran conocida

Según un estudio de julio de 2014 del Instituto Catalán de la Salud, somos el país con más estrés femenino de Europa: el 66% de las mujeres españolas están estresadas. Un enfoque más global nos sitúa en las quintas más estresadas del mundo, por detrás de India, México, Rusia y Brasil.

La palabra “estrés”, utilizada con mayor o menor rigor, forma parte de nuestro lenguaje más cotidiano. Sin embargo, cuando hablamos de ansiedad el significado se nos antoja más amplio, preocupante. La ansiedad no aparece de repente. Nos va dejando notitas aquí y allá, con mensajitos que la rutina no nos permite considerar amenazantes. Se manifiesta en múltiples formas que van desde sensación de nerviosismo, dificultad para respirar, nudo en el estómago, opresión en el pecho, taquicardia, miedo, alteración del sueño, tensión muscular, temblor, cefalea, mareos, hiperventilación, adormecimiento de manos y piernas, incapacidad para relajarse…

Son alertas del cuerpo a las que, a veces, no hacemos caso. Y entonces la ansiedad se presenta de manera desproporcionada, sin motivo aparente, intensa, persistente, invadiendo el modo en el que nos relacionamos con el mundo y sus gentes, interfiriendo en nuestro hacer, en nuestro ritmo, productividad, resistencia, seguridades… Es en este momento, cuando deberíamos comenzar a pensar en ella, en la ansiedad, como en un trastorno.

Las dificultades para conciliar vida laboral y familiar y las características propias de nuestro sistema hormonal, hacen que las mujeres sufran hasta un 200% más de ansiedad que los varones. Esto lo dice Antonio Cano-Vindel, presidente de la Sociedad Española para el Estudio de la Ansiedad y el Estrés (SEAS), en el marco del X Congreso Internacional de dicha sociedad. No me resisto a apuntar que echarle la culpa a las hormonas (sin saber yo nada de ciencia, es verdad), me da, cuanto menos, perecita. Con los vaivenes hormonales convivimos desde muy temprana edad y –si  bien es cierto que hay mujeres a las que les afectan- no me parece a mí que sea de recibo citar este motivo sin poner una coma más, para añadir el papel fundamental de observadores internacionales de brazos caídos que los hombres del mundo civilizado están desempeñando, viendo y lamentando el desplome de tantas mujeres que, literalmente, no pueden con la vida. O no les da la falda, como me gusta a mí decir.
Dice Cano-Vindel que las mujeres damos una gran importancia a todo porque “procesamos la información de forma más amenazante, magnificando los problemas”. Quizá podríamos ser un poco más serios y reconocer que todos esos problemas a los que damos tanta importancia y magnificamos, son amenazas reales para nuestra programación vital dirigida a pensar en el bienestar de todo pichi pata antes que en el nuestro. Añade, que “las mujeres suelen atender varias tareas a la vez y generalmente son más perfeccionistas que los hombres, y todo esto les provoca mucha ansiedad”. Reto a Cano-Vindel y a todos los hombres aventureros del mundo a intentar el ejercicio del cuidado de sus seres queridos y la multitarea permanente desde el prisma del perfeccionismo y hacerlo con paz. Sé que este señor experto en ansiedad no tiene la culpa y que se limita a hacer pedagogía con su saber sobre el tema que nos atañe. Pero es que yo a veces tengo la sensación de que cuando los hombres describen las cosas que nos pasan a las mujeres, lo hacen desde la distancia erudita del que no se siente -ni de lejos- parte de la historia. Es un poco como decir: “Es que ellas son así”.

Vivir con ansiedad se puede, pero no se debe

Con un trastorno de ansiedad es imposible vivir. No permite el curso normal de la vida y la persona no puede solucionarlo sola sin recurrir a la ayuda profesional. Todos los estudios parecen coincidir en que las mujeres sufren más trastornos de ansiedad que los hombres, porque en los últimos años nos estamos exigiendo como nunca para estar a la altura: se muestran ante nosotras apetecibles posibilidades de desarrollo profesional y personal, pero no hemos sabido (ni quizá querido) ceder la batuta del hogar. Se añade en esta información la mayor predisposición genética a padecer dichos cuadros y más permiso social para expresar lo que emocionalmente sentimos. Apunto yo dos cosas. Una: si los hombres no se han ido sumando al cambio social al mismo ritmo que lo han hecho las mujeres… “de aquellos polvos, vinieron estos lodos”. Y dos: si un hombre sufre ansiedad a estos niveles de los que hablamos, lo cuenta: vaya que si lo cuenta.

¿Cuándo empieza todo esto?

Leo en este artículo de Miranda Vignera, psicóloga especializada en mujeres e infancia, que “ciertos rasgos masculinos como la independencia, el nivel de actividad o la asertividad constituyen factores protectores contra el miedo y la ansiedad. A las niñas se les refuerzan las conductas prosociales y empáticas, mientras que a los niños se les fomentan los comportamientos de autonomía e independencia, la asertividad y la iniciativa, a la hora de desempeñar distintas actividades. Se ha comprobado a través de diversos estudios que las niñas, desde muy pequeñas, reciben respuestas más positivas cuando cometen actos de obediencia y sumisión. A su vez, reciben respuestas más negativas al mostrarse más activas”.
Por tanto, la afectividad negativa constituye un factor de vulnerabilidad para sufrir trastornos emocionales y las mujeres –explica Vignera- presentan mayores índices en este factor que los hombres «como consecuencia de los diferentes patrones sociales de reforzamiento, el estilo y las expectativas paternas que reciben varones y mujeres desde su nacimiento”.

Continúo destacando literalmente: “Hasta la etapa preescolar, los niños manifiestan más emociones de enfado, mientras que las niñas se muestran más temerosas. A lo largo de la infancia, las niñas empiezan a evidenciar más síntomas de ansiedad e inhibición conductual. Durante primaria y secundaria las niñas manifiestan más emociones de sorpresa, tristeza, vergüenza, timidez y culpa, mientras que los varones muestran más reacciones de desprecio y son más propensos a negar la experiencia de otras emociones”.

“Es por estos factores y por otros, que las mujeres tienen el doble de probabilidades de sufrir un trastorno de ansiedad que los varones. Los factores de tipo psicosocial son los que mejor explican esta mayor vulnerabilidad de la mujer a los trastornos de ansiedad”.

La autoexigencia

Dice Carmen F. Barquín que la autoexigencia resta demasiada energía y tiempo al disfrute de una vida afectiva y social. Añade que “suele afectar más a personas con baja autoestima que perciben como un ataque personal cualquier crítica. La rabia y la frustración les impiden ver más allá, para poder reconocer y disfrutar de los logros y avances conquistados”.

Del discurso de Carmen F. Barquín me quedo con la desoladora constatación de que las consecuencias de la socialización diferencial y las pautas de género marcan, guían y limitan la vida personal: lo que “se tiene que hacer” y “cómo se tiene que ser”. “Este aprendizaje se va interiorizando en nuestro psiquismo y configura nuestra identidad de género. La afectividad asignada a las mujeres dentro de la socialización sexista, se corresponde con la dependencia y el sacrificio, se nos estimula tendenciosamente para sentirnos bien cuando nos volcamos hacia los otros como mandato central de nuestro deber ser Mujer”.Esta frase a mí me duele en lo más hondo.

Me viene a la cabeza el post “Género y salud: formas de distinta conjugación” que escribió Maxi Gutiérrez, como mirada invitada en este blog, en el que decía: “La mujer tiene interiorizado el mandato del cuidado hasta tal punto que lo normaliza y muchas veces se lo autoimpone como una cuestión de deber moral en solitario. Mochilas que se cargan a la espalda llenas de ocupaciones y pre-ocupaciones que pueden transformarse en dolor, insomnio, depresión o angustia. No sé si es enfermedad, pero, desde luego, es sufrimiento del que muchas mujeres no son capaces de salir”.

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Laberintos

Salirse de madre

Añade C.F. Barquín que “transgredir la expectativa del rol, asumir protagonismo e iniciativa, implica en ocasiones tener que atravesar laberintos de  “castigo” social y también supone superar las barreras internas que en forma de “mandatos” de género nos hacen sentir inseguridad o culpa”.

Mayoritariamente, la responsabilidad de los cuidados y -aunque con avances esperanzadores- también lo doméstico, forman parte de nuestra programación desde la infancia. La incorporación al mundo laboral, la autonomía para decidir ir, venir, formar parte de proyectos, activismos, movimientos, emprendimientos del tipo que sean, tienen coste. Un alto coste: la dificultad para gestionar el tiempo y con ella, la culpa que barniza todo lo que hacemos fuera de programación. “Muchas veces esta sensación se interpreta como incapacidad lo que, a su vez, promueve una sobrexigencia, un malabarismo imposible de sobrellevar en el intento de llegar a todo y además, hacerlo bien”.

Renunciar: fracaso o liberación

El desgaste físico, emocional y psicológico que supone ser y estar, echarse a la espalda más responsabilidades de las que nos podemos permitir sin perder la salud por el camino, acaban por ponernos frente a un espejo y hacer un ejercicio sincero de revisión de vida. Muchas mujeres que apostaron por desarrollar un proyecto profesional, social, personal… terminan por renunciar a sus metas y sueños porque no les compensa. Porque vivir en un estado continuo de estrés dispara la ansiedad de forma peligrosa, por los sentimientos constantes de malestar y angustia.

Tras la toma de decisiones duras, dolorosas, que implica renunciar a los sueños, deberíamos poder saborear una cierta (aunque amarga) liberación, por haber dejado pesados paquetes a los lados de nuestro camino. Podríamos empezar a trabajarnos la conciliación entre nuestras capacidades y posibilidades y emprender ese apasionante viaje que algunas personas consiguen hacer hacia la paz interior. Lo que ocurre es que hay mujeres que no necesitamos liberarnos de peso sino llevarlo entre más gente. Por tanto entiendo que si mi cuerpo y mi mente se sublevan y me piden parar y yo lo asumo, no estaré renunciando porque quiero sino porque no puedo.

En el jardín donde tengo plantados mis sueños siempre hace buen tiempo, el sol calienta y el cielo es intensa y absolutamente azul, azul, azul. Me sirve como imagen mental: es allí donde quiero y necesito estar, porque es lugar de orden, de paz, de igualdad, de derechos, de conquistas para hombres y mujeres. Pero mi edén, el azul cuyo anhelo me ciega y me desbarata, me plantea un conflicto demoledor: ¿en el empeño esforzado por hacer de mi jardín un vergel, no estaré pateando mi propia huerta impidiendo que nada de lo plantado agarre?

No sé si este tema de La Oreja de Van Gogh sobre el diminuto punto azul visto desde muy lejos, después de la desconexión… ilustra o confunde el final de este post. Pero para mí tiene todo el sentido y me permito ofrecerlo por si alguien me sigue…

 

Feliz 2015 Zoriontsua

diciembre 22, 2014 en Doce Miradas

Feliz 2015 Zoriontsua

Lo rosa es político

diciembre 9, 2014 en Doce Miradas

Os lo confieso: son mi debilidad

Me refiero a los escándalos erótico-políticos. Me fascinan; me divierten e intrigan a partes iguales. No creo que sean simples entretenimientos frívolos, sino que bajo esa epidermis bullen casi todas las grandezas y las miserias (bueno, más bien las miserias) de nuestro primer mundo occidental. Por eso me tiene tan atrapada la teleserie The Good Wife. Pero de la ficción ya hablaremos en otro momento. Ahora vamos con la (teler)realidad.

En su momento seguí con interés el affaire Hollande; ya sabéis: el señor Presidente de la República francesa convivía con una primera dama oficial, Valérie Trierweiler, y en tal situación estable transcurría plácidamente la la legislatura, hasta que en enero de 2014, la revista Closer, una publicación nada prestigiosa, lo que en Francia llaman un magacín people, de famosetes, publicó unas fotografías que demostraban que el señor presidente tenía un lío amoroso clandestino con una actriz, Julie Gayet, dieciocho años más joven que él.

No era un asunto del todo nuevo: en 2013 habían circulado rumores que nadie había podido confirmar y François Hollande, al menos en privado, había declarado que no eran sino infundios.

Con el tiempo, en cambio, se comprobó que las murmuraciones apuntaban a la verdad. La señora Trierweiler tuvo que pasar por el mamerci pour ce momentl trago de ver a su consorte en la portada de un equivalente al Pronto, se llevó, como es lógico, un disgusto monumental, se recluyó (hay quien dice que la recluyeron) en una clínica, luego hizo un viaje y, meses más tarde, publicó un libro, Merci pour ce moment (Gracias por este momento), sobre los años pasados junto a Hollande.

El libro fue recibido o, mejor dicho, repelido con litros de misoginia por todas partes. La reacción mediática fue brutal. La prensa lo calificó de peste-seller y el gremio de las librerías francesas lo acogió mal. Hubo incluso quien se negó a venderlo y colocó en su establecimiento un cartel que decía: “Somos librerías, no vertederos”.

¿Qué hizo Trierweiler para merecer eso? Pues nada más y nada menos que romper con una tradición de siglos de silencio cómplice.

 

No era la primera vez que algo así sucedía

En los años 80 presidía Francia François Mitterrand, quien durante lustros llevó una doble vida, con una doble familia y una hija secreta, que no fue conocida por el gran público hasta que tuvo ¡veinte años!

No puedo evitar acordarme también de Dominique Strauss-Khan, porque, salvando la distancia nada desdeñable que separa el delito de lo que no lo es, los paralelismos son evidentes. Strauss-Khan también se barajaba como candidato a la presidencia de Francia por el mismo partido de Mitterrand y Hollande y tenía un currículo oculto de llamémoslas faltas de respeto contra las mujeres que fue debida y convenientemente silenciado cuando hubo que hacerlo, pues hasta que no estalló el megaescándalo, todo era rumor, sospecha y presunta maledicencia.

Seis meses después de que Closer destapara el caso Hollande, en junio de 2014, finalizó el reinado de Juan Carlos de Borbón en España. En una tertulia nocturna televisiva, el moderador preguntaba sobre los extremos más privados del recién acabado reinado y un prestigioso periodista vasco respondía, con una pizca de desdén, que no le interesaban los presuntos asuntos extraconyugales del monarca; que no iba a referirse a los affaires amorosos privados. Y pasaba a hablar de otra cosa.

 

Pues yo no estoy de acuerdo

No, no estoy de acuerdo con este prestigioso periodista, porque, para empezar, esos asuntos no son privados. Quizá lo serían si se tratara de otra persona, pero no es lo mismo en el caso de un rey ni de un presidente de la república.

Para empezar, los guardaespaldas que acompañaban al señor Hollande a sus citas clandestinas con la señora Gayet no eran privados, no los pagaba él de su bolsillo; eran agentes del servicio secreto francés. Su pareja oficial vivía con él en el Elíseo, es decir, en la residencia oficial, a cargo del erario público. Luego las parejas del presidente no son un asunto privado.

Además, esas cuestiones amorosas presuntamente despreciables, sí importan, para mí cuentan, a mí me dicen algo. El comportamiento de Hollande me dice algo sobre su forma de relacionarse con las mujeres. Me dice que es capaz de manterner a una mujer oficial a su lado y tener a una amante, dar por buena la situación y hacer que todo un servicio secreto del estado colabore con su engaño. Es una opción vital más del siglo XVI que del XXI. La única diferencia es que Hollande en público habla de la dignidad de las mujeres, de derechos fundamentales, liberté y égalité.

 

Mulierem ornat silentium

“El silencio adorna a la mujer”, decía un proverbio romano. “Cuánto importa que las mujeres no hablen mucho”, decía Fray Luis de León en La perfecta casada, como nos recuerda Pilar García Mouton en su magnífico libro Así hablan las mujeres.

Ese mismo silencio histórico que se da la mano con la invisibilidad, el mismo que Bernarda Alba impone a sus hijas al final de la obra; ese silencio de losa, que a veces se llama discreción, saber estar o buen gusto, es el que se quiso imponer a Trierweiler. Criticar que haya publicado un libro es lo mismo que obligarla al silencio. Y obligarla al silencio es impedir que se conozcan las historias de las mujeres, los relatos de las esposas, las amantes, las hijas, las madres o las concubinas; es hacer que el discurso sea uno y único, que solo se oiga el de los hombres.

Y, para acabar, puede que suceda también, al mismo tiempo, algo bastante peor: que emerja también aquí la solidaridad masculina entendida en el peor de los sentidos, en el sentido de “nos callamos y nos protegemos las espaldas unos a otros”, con la excusa de que “de esto no se habla, no cuenta, son chismes de mujeres, no tiene importancia, es una banalidad, es privado, no existe”.

Ese mandato de silencio a las mujeres esconde un miedo a la complicidad, a la solidaridad femenina, quiere romper nuestros vínculos, es un “acalla, divide y vencerás”.

 

Pero ya no estamos en los 80

No, no estamos en la década de 1980. En 2014 quizás ya no pueda suceder lo que sucedió con Mitterrand. Así y todo, el libro de Trierweiller tuvo que imprimirse con todo sigilo en Alemania y, a pesar del feroz rechazo de la élite político-intelectual, las cifras de ventas fueron y siguen siendo desorbitadas, se ha traducido a once idiomas y por las redes sociales circulan extractos con los pasajes más llamativos.

Trierweiler encarna otra forma de actuar. Frente al periodismo cortesano de París que lleva décadas tratando a los presidentes como a monarcas o líderes religiosos, Trierweiler reina en otros mundos: tiene aura, cierto carisma, un enorme tirón mediático. No hay más que ver la acogida del libro, las incontables portadas que ha protagonizado y la bestial popularidad de su cuenta de Twitter (@valtrier), hasta el punto de que sus enemigos la han rebautizado como Valérie Tweetweiler y la califican de tuistérica. Bonito hallazgo expresivo ese de tuistérica, ¿no creéis? A la altura de feminazi o casi.

Es evidente, pues, que algo ha cambiado. Pero no es suficiente. Hollande sigue ocupando portadas de revistas de colorines y me pregunto hasta qué punto este escándalo le pasará factura electoral. Recuerdo a su otra expareja, Ségolène Royal, que también era muy querida, muy popular, pero fracasó en las urnas frente a Nicolas Sarkozy.

No es, por tanto, suficiente. Hace falta algún otro pasito. Reflexionemos, pues, y avancemos. Y, por supuesto, sigamos hablando. De todo lo que nos dé la gana. De todo todo.

#25N #dignidad

noviembre 25, 2014 en Doce Miradas

Hoy es el día en que me presento ante vosotras, ante vosotros, como una de las Doce Miradas. Orgullo, regalo y privilegio.

Y me tocó precisamente Hoy, 25 de noviembre, el día en el que hace 54 años las hermanas Mirabal, Patria, Maria teresa y Minerva,  oponentes a la dictadura de Rafael Leónidas Truijllo  fueron brutalmente asesinadas por orden del gobernante dominicano.

Hoy, en el día en que recordamos las consecuencias de la violencia contra las mujeres, que trascienden de las víctimas directas y nos afectan a todos a todas. A nuestras familias, a nuestros/as amigos. A nuestro entorno. A la sociedad en su conjunto. Es una realidad encarnada en los innegables datos que nos exigen, cada día, una mirada crítica y reivindicativa sobre el modo en que la sociedad y el Estado responden a este tipo de violencia.

La violencia de Género mata en el mundo a más mujeres que el cáncer, la malaria, los accidentes de tráfico y las guerras juntas. Y es la principal causa de muerte entre las mujeres de entre 15 y 44 años. Hasta un 70% sufrimos la violencia física o sexual en el transcurso de nuestra vida, ejercida por  los hombres, en su mayoría nuestros maridos y/o compañeros.

Se calcula que cada año, entre 500 mil y 2 millones de personas son víctimas de trata, lo que las lleva a la prostitución, a realizar trabajos forzados, a la esclavitud o a la servidumbre.  Las mujeres y las niñas representamos alrededor del 80% de esas víctimas. Más de 130 millones de mujeres y niñas han sido sometidas a la mutilación/ablación genital, sobre todo en África y en algunos países de Oriente Medio.

#25N #dignidadEn la India fueron asesinadas 27 mujeres diariamente por motivos relacionados con la dote. Cada hora, 48 mujeres y niñas son víctimas de la violencia sexual en República Democrática del Congo. En Sudáfrica, una mujer es asesinada cada seis horas por su pareja. En Honduras los 600 feminicidios de 2013 quedaron impunes.

En la Unión Europea una de cada 10 mujeres ha sido víctima de algún tipo de violencia sexual desde los 15 años de edad, y 1 de cada 20 ha sido violada. Poco más de 1 de cada 5 mujeres ha sido agredidas por parte de su pareja, y algo más de 1 de cada 10 mujeres indica que ha experimentado algún tipo de violencia sexual por parte de un adulto antes de los 15 años de edad. En España, en lo que llevamos de año, 43  mujeres han sido asesinadas por sus parejas.

Y me toca, precisamente Hoy, en este día en el que muchas de nosotras, nos abrazamos y gritamos “¡NI UNA MAS!”

Hoy, 25 de noviembre. Un día que pretende ser un día destacado  en el calendario pero que es recordatorio diario para nuestra agenda política (y privada). De aquello que desborda el alma del mundo. Cada día. La violencia que se ejerce contra las mujeres de manera sistemática. Sin descanso. Cada año. En tantos lugares y rincones del mundo. Aquí al lado. Un poco más allá.

Hoy destacamos en titulares el ejercicio descarnado del corazón más inhumano, de aquel que deja de lado su hombría y se convierte en bestia. A ratos con piel de cordero. A ratos oculto entre la multitud. Aquel que no sabe, ni puede, ni probablemente sea capaz de casi nada, más que de desplegar su cobardía con violencia.

abrazoHoy. Al que también quiero llamar el día de la dignidad. La de todas y cada una de esas mujeres que sufren. Sufrían ayer, sufren hoy. No podemos dejar que sigan sufriendo mañana. HOY, el día de la dignidad de aquellas que lloran desgarradas. A las que les duele el golpe, les duele el desamor, les duele la soledad, les duele la indiferencia, les duele el dolor. Ese dolor que resquebraja el alma y rompe en mil pedazos el corazón. Pero donde la dignidad permanece en cada una de ellas. En cada una de nosotras.

Hoy yo también lloro, grito y pataleo de dolor junto a ellas. Junto a vosotras.

Hoy quiero ofreceros mi rostro, mi cuerpo, mi corazón… abrir mis brazos y acoger vuestro rostro, vuestro cuerpo, vuestro corazón despedazado. Y en cada abrazo, resurgirás en tu dignidad (jamás perdida). Desde tu libertad (que dejó de estar cautiva).

Vuestra dignidad nos hace dignas… a nosotras; que os queremos tanto.

Hoy y mañana, y pasado…  seguiré reivindicando(nos) cada día. Sumando mis manos, mi corazón.  Exigiéndome, exigiendo a mi entorno, a mi gobierno  que cumplan sus acuerdos, y desplieguen las políticas necesarias. Hoy y mañana y pasado, entrelazaré  vuestras manos con las mías y juntas,  caminaremos para que CADA DÍA demos un paso adelante en la eliminación de la violencia que se ejerce contra nosotras.

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PD: Eskerrik asko Ana, a María, a Begoña, a Pilar, a Noemí, a Naiara, a Arantxa, a Miren, a Lorena, a Macarena, a Mentxu… por ofrecerme compartir con vosotras este espacio de aprendizaje, de encuentro, de mover y remover el sentipensar y generar las grietas necesarias para romper esos techos de cristal.

 

Marca-das por la desigualdad en el deporte

noviembre 11, 2014 en Doce Miradas

Para mi es un honor presentarme hoy mediante este post como “una Mirada” más. Desde su creación he seguido este proyecto con mucha admiración, y no solamente porque ya conocía a muchas de las integrantes de este grupo, sino porque están consiguiendo dar visibilidad a la desigualdad entre géneros, y con ello remover conciencias para acelerar el cambio que queremos-necesitamos hacia esa igualdad que parece un sueño. Por ello, quería agradecer de todo corazón a las “Doce Miradas” por invitarme a formar parte de este grupo.

Y para estrenarme, he querido fijarme en la desigualdad que existe en una de mis pasiones desde que era muy pequeñita: El deporte. Continuamente, tanto en mi entorno más cercano como desde los medios de comunicación, observo y tengo que digerir que el deporte femenino no adquiera la relevancia, ni por asomo, del deporte masculino.

Yo soy de Galdakao, una población de 30.000 habitantes en la que hemos tenido la suerte de haber llegado al máximo nivel en baloncesto femenino, con el club en el que he estado implicada durante muchos años como jugadora y en otras funciones: Ibaizabal Saskibaloi Taldea. He vivido muy de cerca el reconocimiento de la afición, instituciones y medios locales hacia este club y estas jugadoras. Han llegado a la élite (equivalente a la ACB en chicos), y los medios locales se han hecho eco de ello en numerosas ocasiones. Y por eso me pregunto…¿por qué lo que a nivel local es posible, es tan difícil a nivel más global? ¿Tan complicado es dar su lugar a quien lo merece?

Como ejemplo claro, voy a utilizar un caso práctico, la portada del diario deportivo digital más seguido en España, El Marca. Vaya por delante que no es el único medio que contribuye a esa desigualdad, ya que son muchos, yo diría que la mayoría, los medios de comunicación que copan su información deportiva con titulares de género masculino. Sirva, por lo tanto, como ejemplo.

Como su nombre bien indica, este diario está MARCAdo. Marcado por la desigualdad entre el deporte masculino y el femenino, marcado por la casi nula presencia de la mujer (bueno…luego veremos qué mujeres sí aparecen…), y marcado, seguramente, y aunque no lo justifique, por su audiencia mayoritariamente masculina. Voy a dar algunas pinceladas de la portada de un día tipo, la del 29 de octubre.

Para comenzar, en las primeras noticias el fútbol masculino acapara todos los titulares. Es el deporte rey en España, el que copa la mayoría de las noticias deportivas, y en el que la desigualdad entre géneros es más acentuada, tanto en cuando a las retribuciones como a la repercusión social. De hecho, no hay una liga profesional femenina, y por lo tanto, las jugadoras de fútbol tienen que compatibilizar los entrenamientos y los partidos con trabajo o estudios. Otra salida que les queda si quieren vivir de esto es emigrar, ya que afortunadamente hay países como Suecia en los que el fútbol femenino se equipara al masculino, la sociedad lo apoya y la ley lo garantiza. Muy ilustrativo sobre este tema es el siguiente vídeo emitido en el programa “Informe Robinson”.

Volviendo al Marca, resulta curioso que las dos primeras referencias hacia una mujer no sean por méritos deportivos. La primera se trata de un enlace hacia lo que llaman “Tiramillas, el web de ocio de marca”, que ofrece artículos de tendencias, y salvo pequeñas referencias musicales o del mundo del motor, su contenido está centrado en sesiones fotográficas de modelos femeninos. El banner de acceso a este sitio web siempre es una mujer semidesnuda o en actitud sexy-provocativa. ¡Un reclamo muy acertado para llamar la atención sobre los valores del deporte, sí señor!

mujeres-en-medios-online
En cuanto a la segunda referencia, el titular es el siguiente: “La explosiva hermana de Kim Kardashian y sus sensuales selfies”. No es una noticia de Marca, sino una noticia importada de elmundo.es, así que vamos a perdonarles, al fin y al cabo no es contenido propio y “no sabían lo que hacían”.

Pero sigamos. Después de noticias de la relevancia de las volteretas que da un jugador de fútbol al marcar un gol y otras relacionadas con el llamado deporte rey (claro, no va a ser reina), aparece la agenda deportiva de la semana. Solamente 1 de 43 eventos aquí anunciados es de deporte femenino, es decir, un 2,3%. ¿Será que las mujeres no hacemos deporte?. Si lo que no se nombra no existe, la conclusión es clara.Y esta dinámica continúa durante toda la portada. Noticias de deporte masculino interrumpido esporádicamente con fotografías de novias de jugadores, titulares como “la nueva Miss España es la madridista con más curvas” o “Desnudos y selfies eróticos por la NBA”, y hasta imágenes de una mujer que se ha puesto de moda, a quien se refieren por la “pechotes”, sin más explicación. Ni tan siquiera unas comillas

Y cuando ya estábamos perdiendo la esperanza, ¡Hurra! una noticia de deporte femenino. “Muguruza debuta con victoria en el torneo de campeonas”. No podía perder la oportunidad que me brindaba Marca de leer esta noticia. Pues bien, una noticia de escasas 3 líneas de narración, en la que en la segunda línea pone que Muguruza ganó a Makarova y en la tercera a Petkovic. A pesar de que en los comentarios de algunas personas que les alertan del error, a día de hoy no se ha corregido. Total, quién va a leer la noticia...

mireiaycarolinaDos de las deportistas españolas en activo de mayor relevancia internacional como son Mireia Belmonte y Carolina Marín, según este medio, sólo “merecen” unas reseñas casi al final de esta extensa portada. En el caso de Belmonte, resulta curioso que a pesar de sersubcampeona olímpica y campeona de Europa, entre otros muchos títulos, estuvo a punto de quedarse sin equipo para entrenar. “Pedía mucho dinero”, se defendía el club, y es que, antes de ganar las dos medallas de las olimpiadas de Londres, ganaba 2.200 euros brutos mensuales (tres veces menos que lo que ganaba por aquel entonces Fernando Carpena, Presidente de la Federación de Natación). También fueron curiosas algunas de las anécdotas que ha protagonizado, como cuando tuvo que pagarse de su bolsillo los 500 euros de un hotel mientras competía representando a España, o el viaje de 9 horas de autobús antes de batir dos récords del mundo en el Campeonato del Mundo de Berlín. Como ella misma dijo en una entrevista, “importa más el pelo de Sergio Ramos que mi récord del mundo”.

En el caso de Marín, los propios medios se han encargado de que sea una gran desconocida para el gran público, a pesar de ser toda una campeona de Europa y del mundo de Bádminton, una disciplina dominada por las deportistas asiáticas y en la que esta onubense ha hecho historia.

Y para acabar, casi al final del diario, aparece el único reportaje digno sobre deporte femenino. Se trata del caso de Laura Ortiz, jugadora madrileña de fútbol que ha emigrado a EE.UU, y en el que Marca invierte “24 horas” para llevarlo a cabo. “Bonito detalle”.

Como he mencionado anteriormente, Marca no es la excepción. La discriminación hacia la mujer en los medios es una constante. Un ejemplo claro fue el mundial de baloncesto femenino que se disputó hace apenas un mes, donde España por primera vez en su historia logró alcanzar la final en un deporte de los considerados “importantes”. Pues bien, TVE solamente ofreció los partidos por Teledeporte, canal que no está extendido en muchas casas, salvo la final, que curiosamente pocas horas antes aparecía en la programación de la citada Teledeporte. La indignación que se produjo en las redes sociales sirvió, seguramente, para que finalmente rectificaran y emitieran el partido por la 1.

Esto es solamente un ejemplo de la desigualdad que observo cada día en el mundo del deporte. No pretendo buscar culpables, quiero reflexionar en voz alta. Es un bucle que ha ido creciendo desde hace muchos años, donde se incluyen las instituciones, federaciones deportivas, medios de comunicación, afición, empresas patrocinadoras y sociedad en general, donde aún se tacha en muchas ocasiones a la deportista de élite como una “marimacho” (es de las palabras más feas que conozco). Desgraciadamente, las mujeres deportistas, incluso las que están por méritos propios en la élite, siguen siendo una anécdota.

Está claro que todos estos agentes pueden hacer algo más para dar pasos importantes hacia esa igualdad que reclamamos. Pongo énfasis en las instituciones y en la responsabilidad política, porque son agentes de cambio importante que tienen poder para aminorar la desigualdad de género, quién sabe si hasta hacerla desaparecer. Pero también he querido destacar el poder de los medios, donde si hicieran un ejercicio de autocrítica y actuaran con responsabilidad social, tendrían la capacidad de influir en la sociedad y lograr cambiar el chip. Y esto generaría mayor interés en la afición, y por alcance en las marcas y empresas patrocinadoras… Parece el cuento de la lechera, pero ¿es una utopía?. Espero que algún día no lo sea.

A las mujeres deportistas, en igual medida que a los hombres, nos gusta el deporte, lo vivimos con pasión, nos hace sufrir y disfrutar, podemos destacar o no, pero hay una cosa clara: queremos que se nos trate igual, no queremos seguir estando MARCA-das por la desigualdad.

Conversando con una mirada comprometida

octubre 28, 2014 en Doce Miradas

Aprovecho mi ronda de publicación en Doce Miradas para conversar con una persona que lleva trabajando muchos años en Euskadi, América Latina y África tejiendo redes de solidaridad y espacios de encuentro entre gentes de distintas edades, procedencias y miradas diversas de la realidad.

JuanRa

JuanRa

Juan Ramón Etxebarria Borobia (JuanRa en adelante) es uno de los ocho hermanos de la familia Etxebarria&Borobia. Nació en Urbina (Álava) y creció “asilvestrado” y ágil gracias al contacto permanente con la naturaleza. Hoy en día, los ocho hermanos cuidan de su madre, Rosario, quien con sus ochenta y ocho años, sigue siendo referente para ellos por su actitud positiva y por su sensibilidad.

Desde que conozco a JuanRa, me ha transmitido su gran pasión por las personas: escucharlas, interesarse por sus vidas, ayudar en la medida de lo posible, de manera proactiva, con discreción y atención personalizada.

JuanRa es el cura del valle de Kuartango. Un cura rural que habla con sencillez, desde el corazón y animando a la acción. En sus homilías le he oído hablar de Facebook, donde comparte con 1400 amistades de todo el mundo (me creo que sean personas conocidas de verdad) imágenes, reflexiones, lecturas, vídeos, siempre con un toque de justicia social. También tiene un blog para difundir algunas de las muchísimas presentaciones de fotografías, pinturas y reflexiones que envía por correo electrónico a sus amistades.

Sé que no le gusta demasiado que hablen de él. Pero no he dado más que unas pequeñas pinceladas, o puesto unas teselas del mosaico de su vida que, sin duda, completaríamos muchísimo mejor todas las personas que le queremos. A continuación podéis leer una versión resumida de nuestra conversación. La entrevista original espero que JuanRa se anime a compartirla en su blog.

Háblanos de tu etapa de misionero en Ecuador, JuanRa.

Con veintiséis años fui a Ecuador, donde permanecí treinta años. Vivía y trabajaba en una extensa zona, sin comunicaciones. Recorría a pie todos los caminos. Me gustaba llegar a los lugares remotos y descansar en una hamaca con una taza de café bien negro, conversando con la gente sencilla. Siempre he disfrutado escuchando a la gente humilde y sabía. Tuve la oportunidad de recorrer todas las provincias de Ecuador. Siempre me ha apasionado conocer la cultura de cada lugar, descubrir sus raíces, ir al fondo de la vida de los pueblos. Las simplificaciones y los estereotipos no me dicen nada, me aburren soberanamente.

Cuando llegué a Ecuador, nos decían los compañeros que ya llevaban años allá, que había que estar por lo menos un año en silencio, escuchando, aprendiendo, para no meter la pata y después poder ser eficaz en el trabajo. Recuerdo que me pasé más de dos años escuchando, hasta que me dijeron: “¡JuanRa, ya es hora de que empieces a hablar!” Bueno, es simplemente una anécdota. Con ello quiero decir que desde el principio me apasionó aquel estilo de vida y de trabajo, muy desde abajo, desde las gentes más pobres; en coordinación y en equipo; escuchando mucho, muy ordenado y sistemático, donde tú no eras el experto que tenía la última palabra, sino que participabas en un proyecto colectivo. Un proyecto muy utópico y, al mismo tiempo, muy real, de mucha entrega y de una catarsis profunda que supone estar en silencio, morderte la lengua y escuchar horas y horas a las personas más pobres y a los demás compañeros y compañeras del equipo. Una verdadera catarsis para quienes, desde Europa, creemos saberlo todo.

Grandes profetas y maestros orientaron este caminar nuestro, como el obispo de los indios Proaño, el pedagogo brasileño Paulo Freire con su “Pedagogía del oprimido”, Pedro Casaldáliga, Oscar Romero, Gustavo Gutiérrez, Jon Sobrino… Todos incidían en lo mismo: un proyecto de cambio profundo, de liberación. Al mismo tiempo, una metodología de mucha escucha, de caminar conjuntamente, de participación de todas las personas. Y una teología desarrollada desde abajo: la teología de la liberación. Con estos principios trabajamos haciendo comunidades y organizaciones. Se logró dar un cambio de la realidad, poco a poco. No se politizó el proceso tempranamente ni se buscó llegar aceleradamente al poder para cambiar las cosas. Pero los cambios que se están dando en Ecuador -y, también, en otros países de América Latina-, se deben, sin duda, a este trabajo largo, callado, muy de base, de las comunidades de base, de las organizaciones indígenas y de muchos grupos populares.

Grupo de Danza Montubia

Grupo de Danza Montubia

Esta cercanía a la gente y a sus raíces, me llevó a interesarme por la Cultura Montubia. El hombre y la mujer de la Costa ecuatoriana, mezcla de indio, negro y blanco, ha creado la cultura montubia. Una cultura, que tiene identidad propia, pero que, en general, ha sido desconocida y poco valorada. Hicimos con los compañeros de Manabí investigaciones sobre las manifestaciones de la cultura montubia.

Cuando estuve en Baba (Los Ríos) realizamos con la gente un trabajo muy interesante, creamos un ballet de danza montubia, que aún existe, compusimos canciones, etc. Fue todo un despertar montubio, que ha marcado un hito en Baba y en la provincia de Los Ríos.

¿Qué significa África para ti?

Quería conocer África, un viejo sueño de la infancia, para descubrir mejor las raíces del ser humano. Me interesaba acudir a las fuentes de donde surgen los valores más profundos en los que creo: la familia, la comunidad, el pueblo. Y me seducía muchísimo descubrir los colores, las formas, que en África me las imaginaba más puras y originales.

Al llegar a África, vi todo el horror y toda la violencia que es capaz de generar el ser humano. Vi campos de refugiados donde se hacinaban cientos de miles de personas, una pobreza extrema, desnutrición infantil, una represión enorme. Y todo ello, porque en esa zona hay el maldito coltán, ese mineral de los móviles y de esos aparatitos que tienen a medio mundo adormecido. Mientras en Congo y Rwanda el pueblo se desangra, las multinacionales se enriquecen; y los gobiernos poderosos del mundo sostienen esta espiral porque les viene muy bien aliarse con gobiernos represores y tener aquí a la gente absorta dándole a la maquinita sin tener conciencia de la sangre y la muerte que hay detrás.

Pero como he dicho antes, lo que me interesaba era conocer a la gente sencilla que resiste con tremenda dignidad todas esas miserias. Me interesaba conocer también a las personas que están ahí, junto a quienes más sufren, dando la vida, ayudando y sirviendo. Quería conocer cómo viven, cómo sienten, cómo piensan. Porque creo que ahí está la raíz para enfrentar los males que les acechan. Y de verdad que pude conocer aquello que me interesaba y que me ha marcado para siempre. Tengo rostros de personas, imágenes, ojos brillantes, historias, vivencias, danzas, cantos de África, guardados dentro de mí para siempre.

Acogida en Rwanda

Acogida en Rwanda

Una de las veces que fuimos a Rwanda, llegamos de noche. Al amanecer del día siguiente, vimos una multitud de mujeres con sus vestidos multicolores, sus parasoles protectores y sus bebés a la espalda, que venían danzando. Venían a darnos la bienvenida. Eran las madres de los niños y de las niñas con desnutrición, que habíamos apoyado desde Kuartango. Ellas eran un derroche de vida, de alegría y de amor. Esa imagen que se ha quedado grabada en mi retina, de la gente más pobre luchando por su vida con una hermosura profunda, ilumina mi visión de África.

Recuerdo uno de los campos de refugiados que visité en R. D. de Congo, que tenía como doscientas mil personas hacinadas. Después de ver las tiendas de campaña amontonadas, nos acogieron en una pequeña cabañita, donde estaríamos más de treinta personas apretadas y nos explicaron su vida, sus problemas y esperanzas, con tal dignidad, que desde entonces todo lo demás que hay en el mundo me parece relativo.

Me gustaría que me hablaras de tres mujeres que hayan sido referentes para ti

SILVINA CAGUA, la conocí en Pedernales (Ecuador) en el año 1980. Una mujer muy pobre, vivía en la loma de Chiquimble. Me admiraba su fortaleza, hacía carbón y caminaba horas para venderlo y atender a sus cinco hijos. Tenía unas piernas recias de caminar. Su marido, Eugenio, la mayor parte del tiempo la pasaba borracho.

Silvina formó el primer grupo con el que comenzamos las comunidades y la organización de las personas pobres. Eran sólo cuatro: tres varones y ella. No faltaba nunca a las reuniones. Casi no hablaba, pero era muy firme en el trabajo. Era la primera en aquel trabajo comunitario de una cuadra de maíz, que hicieron para formar la primera bodega comunitaria. Fue el arranque de todo un proceso de liberación de las personas más pobres de Pedernales.

La última vez que la vi estaba a punto de dar a luz a su sexto hijo. Estaba en su casa con dolores, pero tenía dificultades. Llegó Eugenio, borracho como siempre. Y Silvina le pidió que fuera a buscar una partera. Eugenio le dijo: “Anda, no me jodas, siempre has parido sola, y ahora me vienes con parteras”. Y tirada en el suelo como estaba, el marido la pateó, hasta que murió desangrada. Su niña quedó viva y fue atendida por las vecinas. A Silvina siempre la seguimos recordando en todos los encuentros y reuniones. Ella fue nuestra primera mártir de aquella tierna organización que estaba comenzando.

VILMA VÉLIZ, estoy convencido que con un grupito de mujeres como Vilma Véliz se puede cambiar el mundo. Con Vilma, que en este momento es la presidenta de la UOCASI (Unión de Organizaciones Campesinas de San Isidro, Ecuador), está garantizada la pervivencia de las comunidades de San Isidro. Aquel trabajo apasionante que llevamos todos los misioneros durante más de treinta años de creación de comunidades eclesiales de base, continúa adelante gracias a Vilma y a buen grupo de personas muy valiosas y muy convencidas.

Vilma pertenece a un gran clan familiar, muy comprometido en la creación del nuevo Ecuador. Tanto su esposo Gualberto, como sus cuatro hijos Héctor, Gualbi, Pilar y Yéssica, y ahora sus yernos, nueras, nietos, nietas, además de sus hermanos y hermanas y todos los sobrinos y sobrinas, comenzando por sus padres Félix y Zeneida que aún viven, forman parte de la comunidad de Piquigua. Viven veinticuatro horas al día de dedicación plena a la causa de la liberación de las gentes más pobres.

Reunión de Piquigua

Reunión de Piquigua

Llevan infinidad de acciones y compromisos: trabajos comunitarios, caja de ahorros, huertos orgánicos, misiones, catequesis, reuniones de la comunidad, etc., con una constancia y fidelidad grandes. Han estudiado en horas nocturnas y se han capacitado para servir mejor a su pueblo y ahora, también, muchos de ellos son profesores y profesoras en diversas instituciones educativas. Todo ello lo hacen muy en comunidad, sin renunciar en ningún instante a sus raíces y a su identidad montubia.

A Vilma la conocí cuando era muy joven, con veinte y pocos años y los cuatro hijos tiernitos. En todo encuentro, en toda reunión, yo esperaba las palabras de Vilma, porque siempre eran como una luz radiante para alumbrar los acontecimientos de la vida. Sentía que en ella se unía la clarividencia, el coraje y la ternura.

Para mí fueron treinta años apasionantes buscando caminos en la organización de las personas pobres. Haber conocido y compartido con gentes como Vilma es un regalo, cuya herencia te queda para siempre. Vilma, la verdad, era única, especial. Pero parecidas a Vilma hubo muchas, cada una con sus dotes de coraje, de entrega, de compromiso, tanto mujeres como hombres. Su organización y su comunidad continúan firmes.

Podía seguir nombrando otras mujeres, de cada una de los cuales podría relatar una larga y apasionante historia, como Enriqueta Salvatierra, Elena Bravo, Estrella Marcillo, Vicenta Vélez. Pero he querido solamente nombrar a Vilma Véliz, pues ella representa muy bien a todo un grupo de personas, en las que creímos profundamente y con quienes hicimos juntos un camino de liberación muy importante.

MUKAMANA GAUDENCE, mi visión de las mujeres africanas está mejor expresada en mis pinturas que en cualquier relato que pueda escribir. Pero mostraré con pocas palabras a nuestra mejor amiga en África, Mukamana Gaudence. El primer impacto de la profundidad de su vida lo recibes desde que la miras por primera vez. Su piel es de un negro absoluto y sobre su negrura destacan unos ojos brillantes y vivos y una dentadura totalmente blanca, de la que enseguida brota una carcajada.

Gaudence y JuanRa

Gaudence y JuanRa

La palabra gaudence significa alegría y Mukamana Gaudence es la alegría encarnada. Luego, te cuenta su vida y te quedas sobrecogido. Vivió la guerra del 94 en Rwanda. Mataron a varios familiares suyos. Huyó del país con sus padres y hermanos, vagando durante semanas por las montañas y cargando lo imprescindible sobre la cabeza. En el campo de refugiados de R. D. de Congo vivió dos años y cuando se acabaron los campos y la mayoría de las personas refugiadas regresaron a Rwanda, sus padres seguían amenazados y comenzaron huyeron al Congo. En ese momento, Gaudence decidió dedicar su vida a los más pobres de su país. Se hizo religiosa, se capacitó durante cuatro años y estudió enfermería.

Ahí fue que la conocimos y nos contagió su pasión por ayudar a la gente más pobre. Y nos la contagió, casi sin palabras, con su alegría vital. Nos dijo: “Mi alegría nace de la misión que estoy realizando, porque es engendrar la vida. Lo veo en tantos niños malnutridos que se curaron y hoy son felices, en tantos niños discapacitados: que no andaban y hoy andan; tenían epilepsia y hoy ya las crisis están controladas; los ciegos escondidos en sus casas hoy día van a la escuela; sordomudos que hoy estudian, etc. Verlos contentos, me llena el corazón. Soy feliz y la gente que sirvo son felices, a pesar de otros problemas que tengan”.

Pero la anchura de la sonrisa de Gaudence, tenía una espina clavada dentro. Sus padres, muy mayores, llevaban ya catorce años rodando por Congo, huyendo. Gaudence, venciendo ese punto profundo de repugnancia hacia la persona que amenazaba a sus padres, logró hablar con él y que desistiera de su amenaza. Se fue a Congo a buscarlos. Después de un mes recorriendo el país en camionetas, los encontró. Y regresaron a Rwanda.

Después de visitar Rwanda y haber visto una realidad trágica de niños y niñas con desnutrición, sin familia, etc., me escribieron una carta desde allá, que me tocó el corazón. No pude menos que sacar ciento cincuenta copias y repartirlas a la gente de Kuartango. Así fue naciendo nuestra colaboración y nuestro hermanamiento con Kayenzi, en Rwanda.

Cuando desde Kuartango compartimos un poco con Gaudence, para que ella pueda ayudar a los niños y niñas con desnutrición y discapacidad, comprar animales para las familias y ayudar a los niños y las niñas huérfanos o sordomudos, no estamos haciendo más que ser un poco más conscientes de las situaciones terribles de este mundo y embebernos un poco más del coraje de las mujeres ruandesas.

¿Qué actividades destacarías de todas las que realizáis en el Valle de Kuartango?

En el ámbito de la cooperación y la solidaridad, desde el movimiento “Kuartango Solidario” que va mucho más allá de la ayuda económica. Hemos podido adentrarnos en la realidad de otros pueblos, de otras culturas. Nos está ayudando a superar el miedo a lo distinto. Hoy, todas las personas que participamos en este proyecto somos interiormente más ricas. Nos ayuda a no tragarnos “las historias oficiales”. Conocemos mejor la historia que hay detrás del “coltán” y de los minerales de los móviles, la implicación de nuestros países poderosos en las injusticias que allá se viven.

Organizamos lo que llamamos “Noviembre: mes solidario en Kuartango”. En 2013 lo dedicamos a conocer y profundizar sobre el continente africano: charlas sobre África, talleres lúdicos, con toda la gente y, también, con el alumnado de la Ikastola y con los grupos de mayores, terminando con la cena solidaria. Y en 2014 queremos conocer y comprometernos con el Comercio Justo. El cambio que queremos conseguir comienza en nuestras decisiones: cambiando los hábitos de consumo, exigiendo relaciones comerciales más justas y equitativas.

Cada año también acogemos a “Las Voces del Sur”, nos han visitado personas inmigrantes de Ecuador, Perú, Angola, Rwanda y compartimos con ellas sus experiencias profundas de vida y de trabajo y nuestras inquietudes y deseos de superarnos.

Llevamos todas estas actividades coordinadamente con todas las instituciones que componen el Valle de Kuartango. Nos reunimos permanentemente representantes del Ayuntamiento, la trabajadora social, la animadora sociocultural, la Iglesia, Cáritas, la asociación sociocultural, para ponernos de acuerdo y coordinar todos los proyectos.

Con Marieli y Jesús (Cáritas) en el homenaje a Sebastiana por sus 100 años Foto: Luis Salgado

JuanRa con Marieli y Jesús (Cáritas) en el homenaje a Sebastiana por sus 100 años Foto: Luis Salgado

Además, mantenemos encuentros habituales dinamizados por Cáritas con las personas mayores del Valle. En estas reuniones se recogen experiencias, historias. Se habla un poco de todo. La gente se ha ido soltando y cogiendo confianza. Terminó resultándome muy interesante. Fui componiendo para mí el tupido árbol genealógico de Kuartango y rellenándolo de anécdotas.

Entre las iniciativas que hemos desarrollado con las personas mayores destacaría, la recogida de miles de fotografías antiguas, un sencillo juego que aún continúa y no sabemos hasta dónde llegará. El objetivo era documentar la imagen hasta el último detalle. Podíamos tirarnos horas con una foto. Salían historias, anécdotas y personajes detrás de cada foto. Parecía que aquel trozo de papel en blanco y negro empezaba a coger movimiento como una película.

Nos pareció que todo este bagaje no podía quedar oculto. Así que decidimos difundirlo: en una exposición (permanente en las paredes del Ayuntamiento de Kuartango), con un vídeo disponible en Youtube y grabado en un DVD. Y estamos terminando  un libro fotográfico y literario: El ayer y el hoy de Kuartango realizado con las contribuciones de más de treinta personas mayores de Kuartango con las que nos reunimos y que escriben el libro con la pluma del corazón. Ellas son las autoras intelectuales de todo este trabajo.

Otro de los grandes hallazgos que hemos tenido en Kuartango, y que también ha nacido de una idea muy simple, son los encuentros intergeneracionales. Nos reunimos un día las personas mayores con las niñas, niños y adolescentes, quienes, después de un año de ensayos, mostraron a sus mayores los bailes que estaban aprendiendo. Y las personas mayores echaron a volar sus recuerdos y rescataron historias, cuentos, canciones y juegos de su infancia. Fue un intercambio entrañable y simpático. Al año siguiente, otros grupos y generaciones del Valle, sintieron envidia sana y quisieron participar. Y desde entonces no ha dejado de crecer la participación. Este encuentro tiene magia, todo el mundo pone lo mejor de sí.

Además de viajar, aprender y escuchar a las personas, otra de tus pasiones es la pintura. ¿Cómo comenzaste a pintar?

Primeros dibujos

Primeros dibujos

Todas estas vivencias que estoy contando de Ecuador fueron las que desataron en mí un deseo de dibujar y de pintar. Empecé con un lápiz y un rotulador de punta fina. Llegaba de las visitas del campo, de las reuniones, de las misiones, a casa, de noche, y a la luz de la vela, me ponía a dibujar. A expresar la realidad que veían mis ojos, el trabajo esclavo de las haciendas, la explotación de los patrones y de los comerciantes. Pero, sobre todo, con los dibujos trataba de exponer los sueños y proyectos que mostraban los hombres y las mujeres del campo en aquellas reuniones casi clandestinas.

Además, esta gente sencilla, muchas veces analfabeta, expresaba sus ideales con una alegría contagiosa, que yo trataba de revelar en aquellos dibujos rudimentarios, pero que luego los exponíamos en las mismas reuniones y despertaban muchas reflexiones y comentarios sabrosos. Me tocó colaborar en cantidad de folletos y publicaciones populares, donde el dibujo era un arma pedagógica de mucha fuerza. Hice varias colecciones de postales con pinturas naifs muy simples y mensajes utópicos, que expresaban muy bien el contenido de nuestros trabajos y vivencias con la gente.

Recuerdo el primer encargo que me hicieron: hacer los dibujos para un libro de alfabetización, basado en la pedagogía de Paulo Freire, que se basaba en palabras generadoras y arrancaba cada tema con un dibujo de la realidad, que se analizaba entre todas las personas alfabetizadas. Recuerdo los primeros dibujos: la casa, el machete, el agua, el trabajo, etc. Y otro encargo que me hicieron, las ilustraciones para un libro de oraciones populares. Con el tema del nacimiento de un bebé, me imaginé la fuerza de la vida, de la sexualidad, de la pareja, en aquel entorno profundamente vitalista y tropical. Me pareció que la pintura era mágica.

Alguien podrá pensar que estoy hablando de una pintura profesional, pero era la cosa más simple del mundo. Dibujos infantiles, ingenuos, para mostrar la vida de la gente: el trabajo esclavo de las haciendas, la explotación del comercio, la familia, la vida de la comunidad, las casitas de caña sobre postes de madera, etc. El mérito que tenían no era la perfección de los trazos, sino que quizás eran los únicos dibujos que mostraban la realidad de la Costa ecuatoriana, que estábamos profundamente empeñados en transformar.

Mosaico de Peli Romarategui

Mosaico de Peli Romarategui

La primera experiencia de la magia del dibujo y de la pintura, la tuve al día siguiente de llegar a Ecuador. Llegué un 19 de abril de 1977 a Guayaquil. Vinieron los compañeros a recibirme y viajamos más de diez horas para llegar a Bahía de Caráquez, en la provincia de Manabí. En Bahía, me recibió Peli Romarategui, al que ya había conocido en Vitoria. A la mañana siguiente me invitó a su taller. Era un local inmenso, con miles de tarros llenos de pequeñas teselas de mosaico y de vidrios de colores. Y en el centro del taller, unas grandes mesas donde Peli hacía mosaicos y vitrales. Esa posibilidad de grabar la vida de la gente, sus luchas y esperanzas, en un mural, me pareció algo mágico.

Siempre me iba al taller a ver a Peli hacer sus obras de arte y a ayudarle. El trabajo de las personas misioneras creando comunidades y proyectos de liberación con las personas más pobres; y Peli plasmando estos sueños utópicos en sus murales, me parecía una síntesis muy sugestiva. Peli y el embrujo de sus murales influyeron fuertemente en mi decisión de dedicarme a la pintura.

La vida y el trabajo de Peli siempre me han parecido apasionantes. Llenó Ecuador de obras de arte, tenía predilección por dejar su arte en los lugares más pobres. Los compañeros del grupo me encargaron recoger su vida y sus obras en un libro, que se tituló: “Ecuador, la cara oculta de la belleza. Vida y obra artística del misionero vasco Peli Romarategui”.

En un momento decidí permanecer tres años en Vitoria, para estudiar pintura. Hice la carrera de ilustración. Quería tener herramientas para expresar más profundamente la esencia de la vida. Desde entonces he seguido aprendiendo con distintos pintores.

Acuarela Solidaria

Acuarela Solidaria

Cuéntanos qué pretendes con tus Acuarelas Solidarias

Aquel sueño, que venía desde la infancia, de conocer África, que cumplí hace cinco años, no pude menos de plasmarlo con la pintura. Quizás en estos trazos se expresa algo de aquel niño que soñaba con África: la aventura, el misterio, lo lejano. África era lo que había imaginado y muchísimo más, era un mundo nuevo, distinto de Latinoamérica, los colores, la luz, los olores. El alma de sus gentes. Sus valores, también.

Tuve la gran oportunidad de presentar las pinturas africanas dentro de todo un proyecto solidario. La primera exposición de las pinturas fue en Donosti al celebrar el décimo aniversario de la muerte del misionero vasco Isidro Uzkudun, que pagó con su vida la entrega al pueblo ruandés en junio de 2000. De ahí vinieron diversas exposiciones en los tres territorios de Gipuzkoa, Bizkaia y Araba. Y todas ellas dentro de proyectos o campañas solidarias.

¿Por qué pintas generalmente figuras femeninas en tus acuarelas?

Acuarela Solidaria

Acuarela Solidaria

Es lo que hay: ellas son el motor de la vida cotidiana en los poblados. Cuando haces algo para mejorar la vida de la gente, una reunión sobre la escuela, la organización de la comunidad, la atención a los niños y las niñas con desnutrición o una fiesta para celebrar los avances de la comunidad, el noventa por ciento de las participantes son mujeres.

Trato de mostrar a estas mujeres, que yo las veo hermosas, orgullosas, serenas. Por eso, las muestro caminando, llevando su bebé a la espalda, transportando una carga en la cabeza. El movimiento, la danza, el color, ese halo de luz que ellas arrastran, quiere indicar la marcha del continente africano hacia la libertad.

Ése es mi desafío: mostrar la esperanza que hay en África. O dicho de otra manera, reflejar a las personas que, frente a las tragedias que viven, ofrecen dignidad y resistencia. Esa África es real, existe. Yo la he visto, y la veo. Esa África es posible. Y lo será más claramente si logramos una justa distribución de la riqueza.

Con estas pinturas deseo que afloren las sensaciones vitales y solidarias que nos aporta del continente africano. Esperanza sí, pero con justicia.

Eres una persona muy inquieta y activa ¿Qué otros proyectos tienes en mente?

Libro "El corazón de África"

Libro «El corazón de África»

Libro "Pinturas para la Utopía"

Libro «Pinturas para la Utopía»

He preparado un par de libros digitales. Uno se titula “Imágenes para la utopía desde Ecuador” y el otro “El corazón de África. Acuarelas solidarias”. Como ya lo dicen los títulos, ambos recogen algunas de mis pinturas, a las que he puesto comentarios y explicaciones, mostrando cómo veo la realidad de estos países desde una visión utópica, artística y solidaria. Me gustaría editarlos en papel, como una forma de compartir con mucha gente, que yo sé que piensa y siente igual. Vamos a ver si se puede.

Siempre me ha interesado el tema de la cultura de cada pueblo. En Ecuador, me he acercado, en los diversos lugares que estado, al tema de la Cultura Montubia. Ahora quiero hacer algunos estudios en Antropología, para tener mejores herramientas a la hora investigar y profundizar en las raíces culturales.

Sigo bastante dedicado a la pintura. Cada vez más personas, como tú Mentxu, se interesan por mis acuarelas solidarias. Así que tengo que pintar, algo que me encanta hacer. Es una forma de expresar valores y sentimientos, en los que creo profundamente. Me han hecho propuestas de exposiciones y proyectos solidarios. Y siento que aún me falta mucho por hacer.

Sí, JuanRa, me encantan tus acuarelas. ¡Muchas gracias por compartir en este blog tu mirada y tu experiencia de vida!

Y tú, querida mirada lectora, si has llegado hasta aquí y te apetece, puedes compartir, vía comentarios, qué proyectos tienes en mente para escuchar, mirar y construir realidades que transformen tu vida, tu entorno más cercano y/o tu entorno más lejano para lograr que tu vida y otras vidas merezcan la pena ser vividas, en igualdad y con justicia social.

¿Para qué estudiamos las mujeres?

octubre 14, 2014 en Doce Miradas

Mujeres en la universidad

En ocasiones, me sorprendo –y creo que no soy la única- al escuchar ciertas conversaciones sobre la “innegable situación de igualdad” alcanzada por las mujeres en las últimas décadas. Los estereotipos de género han quedado obsoletos, el reparto de tareas en el hogar es equilibrado, las mujeres accedemos a las carreras universitarias que deseamos y desarrollamos nuestra carrera profesional con éxito, si así lo deseamos. He de confesar que más de una vez he sentido muchísima pereza al tener que (des)argumentar ante afirmaciones hechas con tanto desparpajo.

Si todo esto pertenece al presente, si creemos que los estereotipos de género han quedado obsoletos, me gustaría acercarme al pasado y repasar los imaginarios sociales de hace 30 años. Seguro que sólo con visualizar alguna película o spot publicitario de aquel momento reconocemos atributos asociados a hombres y mujeres.

Por ejemplo, ella se encargaba de los cuidados de la casa y los niños, él desempeñaba labores técnicas y de fuerza en el hogar; ella se (pre)ocupaba de las relaciones familiares y sociales, él ofrecía estabilidad económica y tomaba las decisiones importantes; ella poseía buenas habilidades comunicativas, él capacidad intelectual y de razonamiento; ella era discreta, prudente, sumisa y obediente, él era dominante, independiente, atrevido y competitivo; a ella le pertenecía la esfera privada y le resultaba difícil tomar control de sus emociones, a él le pertenecía la esfera pública, el éxito y la fuerza emocional; ella personificaba la retaguardia, él la vanguardia. ¿Podemos coincidir en este reparto?

Es gratificante y esperanzador observar el gran avance logrado por la mujer en lo que se refiere al acceso a estudios universitarios. Si la educación es la palanca para el cambio social, observemos entonces si persiste el sesgo de género en la elección de estudios y cómo influyen los estereotipos en la elección de las carreras denominadas “femeninas” o “masculinas”. Según datos ofrecidos por el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte, del total del alumnado matriculado en el curso 2013-2014 -casi 1.200.000 personas- un 55,32% son mujeres. Sin embargo, esta escalada del acceso femenino a la universidad no conlleva una distribución homogénea en matriculaciones por ámbito de estudio universitario. El total de estudios universitarios se estructura en torno a ocho ámbitos diferenciados; cada ámbito lo conforma una serie de carreras asociadas:

  • El ámbito de la (I) Educación es el de mayor presencia femenina, con un porcentaje que asciende al 78,44% de las matriculaciones. Si nos fijamos en los estudios educativos para la Formación de docentes de enseñanza infantil, el porcentaje se dispara hasta un estrepitoso 94%. Con este dato tan contundente podríamos establecer una relación directa entre el estereotipo asignado a la mujer, en cuanto a la dedicación y educación de los niños, y la elección de su profesión. Este es un dato ofrecido por el Ministerio pero resulta fácilmente contrastable si hacemos un escaneo rápido a los profesionales de los centros escolares de nuestro alrededor. Son mayoritariamente mujeres excepto en los puestos de dirección, informática y mantenimiento del centro.
  • El ámbito de (II) Salud y Servicios Sociales ocupa el segundo lugar en mayor número de matriculaciones de mujeres (71,88%). A las aulas de la carrera de Trabajo Social concurren, en su mayoría, mujeres (81,94%); algo parecido ocurre en las aulas de la carrera de Enfermería (79,54%). Este dato refuerza la hipótesis de relación entre estereotipos de género y elección de estudios universitarios. La sensibilidad ante los problemas de las personas más desfavorecidas y los cuidados de las personas que conforman el hogar, pequeños, mayores y enfermos, son atributos asociados al género femenino.
  • En el ámbito de las (III) Artes y Humanidades el 60,44% de las matrículas formalizadas son femeninas. En esta rama, las carreras más demandadas por las mujeres son Diseño (70,69%) y Bellas Artes (69,06%); las menos demandadas Historia y Arqueología (34,49%). Volviendo a los estereotipos femeninos, podemos afirmar que también los aspectos relacionados con la belleza, la armonía, la observación y la estética ejercen una potente atracción a la hora de que las mujeres se decanten por unas u otras carreras. ¿Alguien cree que todo esto es una cuestión de capacidades? ¿O de gustos?
  • Sigamos con los datos. El ámbito con mayor equilibrio en matriculaciones por sexo es el de las (IV) Ciencias Sociales, Educación Comercial y Derecho, en el que el porcentaje de mujeres matriculadas es del 56,27%. Entre todas las carreras que pertenecen a este ámbito, Periodismo e Información es la de mayor afluencia de mujeres (69,80%) y Economía la de menor afluencia (41,26%). Recordemos “ella habilidades comunicativas, él capacidad de razonamiento”.
  • También el ámbito de la (V) Agricultura y Veterinaria presenta unos índices de matriculaciones homogéneos (46,52%); sin embargo, hay un dato que destaca y es el de la carrera de Veterinaria en el que el porcentaje de matriculación de mujeres se eleva al 70,09%. Volvemos a la preocupación por ayudar, a los cuidados y la salud, en este caso animal.
  • Esta tendencia al alza en la elección de estudios universitarios se rompe en el ámbito de las (VI) Ciencias, en el que el número de mujeres matriculadas desciende al 36,15%. Pudiera parecer que el rigor y la intelectualidad no va bien con el género femenino; tampoco parece que las mujeres estemos capacitadas para desenvolvernos con algoritmos o lenguajes de programación, como se desprende del poco atractivo que tiene la carrera de Ciencias de la computación, a la que tan sólo asiste un 12,86% de mujeres. Aprovecho la fecha de hoy, 14 de Octubre, para celebrar el Día de Ada Lovelace, matemática británica reconocida como la primera programadora.
  • Y la caída es todavía mayor en el ámbito de la (VII) Ingeniería, Industria y Construcción, en el que la presencia femenina alcanza el 27,71%. Es indudable que a muchas mujeres les abruma la presencia altamente masculina en estas opciones profesionales; las programaciones sociales, construidas a través de mensajes directos e indirectos, hacen que una mujer se sienta fuera de lugar cuando aspira a profesiones tradicionalmente masculinas. Haciendo un ejercicio de inversión, en términos generales los hombres que optan por estudios “femeninos” son quienes ostentan los cargos de mayor responsabilidad cuando acceden al mercado laboral. Nada que ver con la realidad de las mujeres.
  • Por último, en la categoría de (VIII) Servicios, llama poderosamente la atención que sólo un 18,42% de mujeres opta por estudios universitarios en torno a Deportes. Estoy por creer que las mujeres no tenemos condiciones para la actividad física. Volvemos a “ella debilidad, él fuerza física; ella pierde el control de las emociones, él personifica la fortaleza”. Es notorio que los deportes femeninos tienen un peso e impacto inferior a los masculinos, incluso en la misma categoría. Si, además, echamos un ojo a los entrenadores, son mayoritariamente hombres aunque las entrenadas sean mujeres. Y, por lo que parece, a nadie le sorprende.

Ustedes disculpen pero, al hilo deportivo, me viene a la cabeza las declaraciones de Toni Nadal, entrenador de Rafa Nadal, sobre la incomodidad de tener a una mujer, Gala León, como capitana de la Copa Davis. Ahí queda eso.

Ahora, 30 años después, estos son los datos y que cada cual saque sus propias conclusiones. ¿Creemos de verdad que los estereotipos de género han quedado obsoletos? ¿Pensamos que no influyen en la elección de los estudios? ¿De verdad desarrollamos nuestra carrera profesional como queremos? ¿Alguien ha oído hablar alguna vez de los techos de cristal?