Ni putas ni sumisas

19/09/2017 en Doce Miradas

A comienzos de la década de 1990 se degradaron notablemente las condiciones de vida de las jóvenes de las barriadas obreras de Francia con numerosa presencia de población de origen magrebí. Simplificando mucho, podríamos decir que desde dentro del barrio a las mujeres jóvenes se las percibía como putas y desde fuera, como sumisas. Ambas cosas eran falsas.

El momento crítico se alcanzó el 4 de octubre de 2002: Sohane, una joven de diecisiete años, fue asesinada en el sótano de un barrio obrero de las afueras de París. Este crimen fue el detonante de la fundación del movimiento Ni Putas Ni Sumisas (NPNS), pero antes habían sucedido otras muchas cosas que lo fueron cimentando. Nos lo cuenta todo Fadela Amara, una de las fundadoras y dirigentes del movimiento,  en un libro que se titula también “Ni putas ni sumisas”. Amara, entre otros cargos, fue Secretaria de Estado de Políticas Urbanas durante la presidencia de Nicolas Sarkozy.

 

Todo empeoró hacia 1990

La autora de este libro, publicado por Cátedra en 2004 con traducción de Magalí Martínez Solimán, nos cuenta en la primera parte del volumen que también ella es una chica de barrio nacida en 1964 en Clermont-Ferrand, una ciudad obrera del centro de Francia donde todo giraba alrededor de la fábrica de Michelin, y que creció en la típica familia magrebí con otros  seis hermanos y tres hermanas.

Amara trabajaba en la Maison des Potes de Clermont-Ferrand, una asociación para la mejora de las condiciones de vida de los barrios, auspiciada por SOS Racismo, cuando empezó a detectar los primeros indicios de degradación en la situación de las jóvenes, que coincidió con la entrada en escena de los hermanos mayores. Las jóvenes debieron sumar a las presiones que recibían de parte de su familia y su tradición (menor autonomía para entrar y salir, normas de vestimenta y, en algunos casos, confiscación del sueldo completo), las obligaciones que empezaron a imponerles los chicos.

Esto coincidió con una época de grave crisis económica para la clase obrera francesa. Los inmigrantes fueron los primeros afectados por los despidos de la reestructuración industrial  y los padres de familia se encontraron sin trabajo, sin estatus social. Esto invirtió los papeles en las familias y acabó con la autoridad paterna. Hasta entonces los padres eran la autoridad familiar, establecían las reglas de la vida común y arbitraban los conflictos entre hermanos. El desempleo les hizo perder estas prerrogativas, que pasaron al hermano mayor.

Asumida la autoridad en la familia, los chicos pasaron a ejercerla también en el barrio. Su misión era proteger a las hermanas de los “depredadores” y mantener su virginidad hasta que se casaran. Esto al principio solo afectaba a las hermanas, pero luego pasó a afectar a toda la barriada. Así perdieron las jóvenes buena parte de las libertades conquistadas durante las décadas de 1970 y 1980.

Esta presión se acentuó y se hizo opresión. Se instauró un auténtico control sobre la vida de las chicas, sobre sus idas y venidas. Las salidas se redujeron; se les imponía una hora de regreso y la obligación de ir siempre acompañadas. Se instauró un control estricto de sus amistades masculinas y proseguir los estudios se convirtió para ellas en una auténtica batalla.

En una etapa siguiente, la misión de vigilar a las hermanas no recaló unicamente en el hermano mayor, sino en todos los chicos del barrio. Así, chicos sin trabajo apostados en la calle, con el pretexto de controlar a las chicas, ejercían contra ellas la violencia verbal, las insultaban. Cuando las encontraban en la calle, les decían que volvieran a casa o le contarían a su hermano dónde las habían visto y con quién.

En otra etapa ulterior, los chicos pasaron a la intervención directa, a molestar a las chicas. A partir aproximadamente de 1995, la violencia se extendió por los barrios de la mano de la descomposición social. Las chicas tenían prohibido maquillarse o vestirse a su antojo. Se acabaron los vaqueros y las camisetas. Las trangresoras eran directamente “putas”. En una fecha que Fadela Amara no precisa, comenzaron a aumentar alarmantemente las violaciones en grupo y los asesinatos.

¿Cómo reaccionaron las chicas?

Pues, como era de esperar, de manera diversa. Unas interiorizaron este control y regresaron a las tradiciones patriarcales.

Otras optaron por parecerse a los chicos, imponerse para que las respetaran y adoptar sus herramientas y armas. Así, apareceron en los barrios pandillas solo formadas por chicas, vestidas con chándal para no asumir su feminidad, que utilizaban la violencia como forma de expresión.

Una tercera modalidad de comportamiento es la que Amara llama “convertirse en fantasma”, ser transparente, invisible, pasar desapercibida y hacer todo lo posible por salir del barrio.

En el capítulo dedicado a la reacción de las muchachas ante el machismo y la violencia crecientes, Amara se detiene a hablar de las niñas sacadas tempranamente de la escuela, los matrimonios forzosos y, sobre todo, el velo islámico, que tanto revuelo mediático y no solo mediático ha levantado en Francia y no solo en Francia. Al velo y a lo que representa para las musulmanas, que en esto son muy diversas, dedica Amara páginas y páginas, así que, a modo de resumen, os diré que no es en absoluto partidaria y lo considera un símbolo de la opresión femenina.

Foto: «La muralla china», bloques de viviendas sociales en Clermont-Ferrand
De ThomasInTheSky, en Wikipédia

 

Manos a la obra

Ya en 1989 en la Maison des Potes de Clermont-Ferrand habían creado una Comisión de Mujeres para hacer frente a la violencia que en adelante no hizo sino crecer: secuestros, repatriaciones, matrimonios forzosos e incluso asesinatos de hijas “descarriadas”.

En junio del año 2000 organizaron un seminario de formación en feminismo que fue un gran éxito y, así, se animaron a preparar durante 2001 los Estados Generales de las Mujeres de los Barrios. El primer paso lo constituyeron los Estados Generales locales, que se celebraron en ciudades grandes del país, con el objetivo fundamental de que las chicas supieran que lo que les sucedía no era algo aislado, sino que esa misma situación se repetía en los suburbios de Estrasburgo, Burdeos o Marsella. También se trataba de alertar a la opinión pública y, por supuestos, a los poderes públicos también.

Con el fin de que las jóvenes tomaran la palabra, rompieran la omertà, la ley del silencio,  y le plantaran cara al “sistema de los hermanos”, difundieron entre ellas un cuestionario con preguntas sobre violencia, sexualidad, tradiciones o religión y recibieron más de cinco mil respuestas. Con ellas elaboró la socióloga Hélène Orain el Libro blanco de las mujeres de los barrios, que dibujaba un preocupante panorama de violencia, desestructuración social, guetización, discriminación étnica y sexista y regreso forzoso a las tradiciones, con resurgimiento de prácticas como la poligamia.

Así llegaron el 26 y el 27 de enero de 2002 los Estados Generales de las Mujeres de los Barrios, que se celebraron en la Sorbona. Participaron más de trescientas mujeres, solo mujeres; se decidió así porque durante los anteriores encuentros locales, muchas chicas habían manifestado que les resultaba difícil hablar cuando tenían hombres delante. Trataron cuatro grandes bloques temáticos: sexualidad, tradiciones, religión y formación y empleo.

Dos meses después, en marzo, publicaron un manifiesto, que titularon Ni putas ni sumisas. Buscaban un lema incisivo, escandaloso y eficaz y partieron de la expresión “todas putas menos mi madre”, porque les parecía que ilustraba la manera en que los hombres consideraban a las mujeres en las barriadas. Enviaron este texto a todos los candidatos a las elecciones presidenciales de abril de 2002 y apenas obtuvieron respuesta.

Entonces se les ocurrió la idea de organizar una marcha pacífica, inspirada en las de Gandhi o Martin Luther King, protagonizada por chicas y esta vez también chicos de los barrios obreros. Se bautizó con un nombre largo: Marcha de las mujeres de los barrios por la igualdad y contra el gueto.

Entre tanto, en noviembre de 2002, Sohane, de diecisiete años, fue asesinada por un muchacho en Vitry-sur-Seine y fue una conmoción. En su recuerdo, la marcha comenzó en esa misma localidad el 1 de febrero de 2013 y durante cinco semanas recorrió veintitrés etapas.

En palabras de la propia Amara, el mayor éxito de la marcha fue convencer a las chicas más renuentes a reconocer la opresión en la que vivían, ya que algunas lo negaban rotundamente y afirmaban que a ellas no les pasaba nada de lo que la marcha denunciaba. Estas chicas habían asmilado las normas sexistas sin ser conscientes; las habían integrado tan bien que pensaban que las habían escrito ellas mismas. Una de ellas le confesó a Amara: “Este año he hecho tantas tonterías que en verano me van a casar en Argelia”.

Por supuesto que también tuvieron detractores. Era de esperar que, al haber obligado a la sociedad a abrir los ojos ante una realidad que no quería ver, se encontraran, por ejemplo, con grupos de chicos agresivos que irrumpían en los debates. En alguna ocasión tuvieron cara a cara a muchachos que habían participado en violaciones colectivas y no entendían qué les reprochaban ni por qué cuestionaban y denunciaban sus actos. Tuvieron que explicar una y mil veces que la marcha no iba contra padres ni hermanos, ni contra el Islam; que pretendía salir de aquella espiral de violencia que destrozaba a todo el mundo en el barrio.

El final de la marcha se hizo coincidir con el 8 de marzo de 2003 y en abril del mismo año
NPNS se convirtió en movimiento, en asociación. No había transcurrido esa misma primavera cuando se creó también la asociación Ni Machos ni Proxos (proxo en francés es abreviatura coloquial de ‘proxeneta’) para oponerse a su movimiento y negar la realidad que describía. Miembros de Ni Machos ni Proxos se acercaron a un encuentro celebrado en Asnières con la sana intención de sabotearlo. Dejaron claro que no estaban allí  para participar ni escuchar, sino para socavar el trabajo de NPNS.

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Fadela Amara dedica los últimos capitulos de su libro a hablar de las acciones que el movimiento ha emprendido desde entonces, que han sido muchas y variadas. Si tenéis curiosidad, también podéis echar un vistazo a su web: www.npns.fr. Salud, hermanas.

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De la Margen Izquierda de la ría de Bilbao. Soy lingüista, teleadicta y peliculera. Creo, por encima de todo, en la libertad individual. No renuncio a la utopía.

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