“Jueza”, por favor

20/02/2018 en Miradas invitadas

Miren Gutierrez @gutierrezmiren.
Soy directora del Programa de postgrado “Análisis, investigación y comunicación de datos” y profesora de Comunicación de la universidad de Deusto. Soy doctorada en Comunicación e investigo sobre cómo se usan los big data para la transformación social. He sido periodista durante dos décadas, antes de pasarme al activismo, la docencia y la investigación. Como directora editorial de la agencia de noticias Internacional Inter Press Service fundé el Gender Wire en 2005, dedicada a cubrir noticias de todo mundo con una perspectiva de género. Desde entonces, he tratado de insertar esta perspectiva allá donde he trabajado, incluidos en Greenpeace, Index on Censorship y Overseas Development Institute, explorando las zonas de intersección entre asuntos relacionados con derechos humanos, medioambiente, clima y género.

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¿Quién dijo que se trata de decir «problema»/»problemo»? Poner el asunto del femenino de los cargos profesionales en estos términos es reducir al ridículo un tema importante.

Conforme los casos de corrupción se multiplican y ramifican, cada vez oigo más “la juez”, “la magistrado” y “la abogado” para referirse a mujeres profesionales que ocupan dichos cargos. Hago una búsqueda de “la juez” en Google y encuentro 785.000 resultados en noticias, además de centenares de titulares con esas palabras en El País, ABC, Telecinco, El Mundo, RTVE, Europa Press, 20minutos, y decenas de medios regionales y locales.

Quizás parezca superficial fijarse en esas cosas cuando se está matando a mujeres por el hecho de serlo, pero es un asunto que tiene importancia. El lenguaje sexista es una manifestación de la discriminación, y la discriminación está en el trasfondo de la violencia contra las mujeres. Que se sepa de una vez: el masculino no es en castellano incluyente.

Me he acordado de un artículo que publiqué en 2009, en el que exploraba el machismo en el lenguaje, y comparaba las prácticas periodísticas en italiano (tan machista que una jefa solo puede ser “il capo”), castellano e inglés.

Me pareció entonces especialmente esclarecedor hablar con José Luis Aliaga Jiménez, profesor de Lingüística de la Universidad de Zaragoza, que decía que “la resistencia conservadora a la formación de nombres femeninos” refleja una forma de discriminación, porque el “supuesto carácter genérico del masculino en la referencia a grupos mixtos de mujeres y varones no es, en absoluto, una propiedad lingüística sino una interpretación pragmática aleatoria que suele redundar en la ocultación discursiva de las mujeres y de sus logros”.

La lengua, decía Aliaga Jiménez, es algo vivo, que cambia y que debería evolucionar con la sociedad. ¿Resulta que aceptamos sin problemas “posverdad”, “fair play”, “halal”, “chusmear” y “postureo” pero “jueza” o “portavoza” no?

Pues no hay nada más natural.

“(En castellano) en la mayoría de sustantivos referidos a personas –añadía Aliaga Jiménez— existe una correlación entre el género gramatical y el significado referencial sexo. Se trata de una correlación culturalmente significativa… Todo sustantivo referido a personas contará con variación de género, más tarde o más temprano. Es en este contexto donde hay que ubicar la aparición de palabras como ‘miembra’’o‘’testiga’ (todavía no aceptadas por el DRAE), en las que se ha interpretado la terminación ‘’a’’ como propia de un sustantivo femenino, de acuerdo con la regla más común en español”.

Argumentar que como “voz” ya es femenino decir “portavoza” es redundante es ignorar cómo evoluciona la lengua castellana, en donde abundan todo tipo de etimologías populares, transmutaciones verbales y saltos lingüísticos. El castellano ha dado palabras como por ejemplo el femenino “miniatura”, que no tiene nada que ver con el prefijo “mini” sino con la pintura de minio con que se ilustraban los libros miniados. “Postura” es femenino y “postureo” (aceptado por el DRAE) masculino ¿y qué? ¿Se hunde el mundo por decir “portavoza”?

Pero no es que no podamos decir “portavoza” sin que se despierte lo más rancio de nuestra sociedad; es que todavía ni siquiera se han extendido “jueza”, “abogada” y “magistrada”, cuando no había que crear estas palabras porque ya existían desde hace tiempo. En 1995, se dictó una Orden Ministerial en la que se fijaba la denominación de títulos a la condición femenina o masculina de quienes los obtengan.

Han pasado varios años desde que publiqué el artículo mencionado y muchos más desde 1995. ¿Por qué vamos para atrás? Ya es hora de terminar con esta forma de machismo sin detenernos en debates improductivos ¿no? Esto al menos es fácil de arreglar.

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