En favor de las cuotas

12/07/2016 en Miradas invitadas

mirengutierrez2Soy directora del Programa Experto “Análisis, investigación y comunicación de datos” de la universidad de Deusto. He sido periodista dos décadas y tenido la suerte de dirigir equipos. Como directora editorial de la agencia de noticias Internacional inter Press Service fundé el Gender Wire, un intento de cubrir el mundo con una perspectiva de género. Desde entonces, he tratado de insertar esta perspectiva allá donde he trabajado, incluidos Greenpeace, Index on Censorship y Overseas Development Institute, explorando las zonas de intersección entre asuntos relacionados con derechos humanos, medioambiente y género. Miren Gutiérrez, @gutierrezmiren.

 

Si alguien me hubiera dicho, cuando era joven, que había encontrado trabajo como parte de una cuota, habría renunciado inmediatamente. Entonces pensaba que la mayoría de las mujeres competían por los puestos de trabajo en igualdad de condiciones que los hombres. Con el tiempo, me di cuenta de que esto no es así y he llegado a la conclusión de que una de las formas para corregirlo es recurrir a las cuotas.

Escribo este post motivada por el sorprendente descubrimiento de que algunas jóvenes que acuden a mis clases en la universidad siguen pensando como pensaba yo, a pesar de la abrumadora realidad. Es decir, las más de dos décadas que me separan de ellas no han bastado para cambiar las opiniones.

Cuando les he preguntado por qué, la respuesta suele ser la misma: los puestos, en política o en la empresa, deberían ser ocupados por los mejores (y aquí uso el masculino para ser fiel a la respuesta). Cuando pregunto si en un país de 48 millones de habitantes con acceso (por ahora) a la educación pública no está garantizado que se puedan encontrar personas cualificadas de cualquier sexo para casi cualquier posición, entonces no obtengo respuestas claras.

En ese tipo de respuestas no se tiene en cuenta que, en un grupo de personas con las mismas aptitudes, se minimizarán sistemáticamente las de las candidatas frente a las de los candidatos. Porque el problema es que las mujeres no tienen igual acceso al poder en todo el mundo con mayor o menor grado. ¿Cómo se explica, si no, que seamos mayoría en las universidades en muchos países y minoría en comités de dirección y gobiernos?

Uno de los sectores que he estudiado con más atención son los medios de comunicación. Un vistazo a cómo cubren las noticias explica muchas cosas, porque todo está conectado. La imperante “ideología patriarcal”, como la llama Laura Freixas, y la “lógica de género”, en palabras de Monika Djerf-Pierre, hacen que hombres en posición de poder (editores) confíen sobre todo en otros hombres (redactores) que hablan con otros hombres (fuentes de información) sobre los temas importantes (economía, política y deportes). Los datos confirman este círculo vicioso año tras año. El informe el Instituto Europeo para la Igualdad de Género 2013 concluye que en el sector público de los medios, las mujeres solo ocupan el 22% de las posiciones de decisión en la Europa de los 27, y que en el público esto se reduce al 12%. Por otro lado, globalmente, el nivel de participación de las mujeres en los parlamentos es solo del 23%, de acuerdo con Quota Project. No voy a agobiar con más estadísticas porque estas proporciones se repiten con deprimente testarudez en cualquier área de poder.

Pero no es aceptable que el liderazgo político, económico y mediático sea predominantemente masculino, y menos que queden muchas décadas todavía para que esto cambie. Según Phumzile Mlambo-Ngcuka, directora ejecutiva de UN Women, llevará unos cincuenta años llegar a la igualdad de género solo en la esfera política. Esperar mano sobre mano a que esto cambie no es una opción. Por eso las cuotas son tan importantes.

Las cuotas empleadas en parlamentos, por ejemplo, garantizan que represente realmente a la población, y no solo a la mitad, y proporcionan una legitimidad de la que muchos parlamentos carecen. La experiencia de Bélgica, cuenta la senadora Güter Turan en una columna de opinión, es interesante: legislación pertinente ha hecho que se pase de un 16% a un 41%  de representación femenina en 2014. Esta legislación requiere, por ejemplo, no sólo que las listas electorales sean equilibradas, sino que los dos primeros nombres pertenezcan a personas de distinto sexo para evitar la habitual concentración de candidatas al final de las listas, haciéndolas  inelegibles.

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La siguiente asignatura pendiente, dice la senadora, son las cuotas en el terreno económico “para garantizar que a las mujeres no se les sigue negando el acceso a las posiciones de gestión a causa de su género”. Europa tiene normativa que determina que las empresas grandes que cotizan deben alcanzar el 40% de participación femenina en sus consejos. La media actual es de un 25%, de acuerdo con un estudio de 2016 de la organización European Women on Boards. En comparación, Italia, Holanda, Reino Unido, Alemania, España –la segunda por la cola— y Suiza tienen niveles inferiores a la media.

¿Por qué son importantes las cuotas? Aunque no son el único factor (Suecia y Finlandia, con altas cotas de participación, no las tienen), las cuotas implican rápidos logros. Por ejemplo, su introducción en los consejos de dirección de Italia, Bélgica, Francia y Alemania llevaron a bruscas mejoras.

En países donde el acceso a la educación es, además, un problema para las mujeres, la cosa se complica. Pero en lo que se refiere a la política para mí está claro: las elecciones giran en torno a la representación, no en torno al expediente académico. Y si no se abren las puertas a la experiencia en la toma de decisiones, en muchos lugares las mujeres nunca tendrán la oportunidad de participar plenamente y ser ciudadanas con derechos plenos.

¿Deben las cuotas perpetuarse en el tiempo? Por supuesto que no. Cuando las barreras a la igualdad desaparezcan, es decir, cuando los indicadores revelen un acceso equitativo a educación, salud, tiempo libre, salarios y poder económico y político, y una distribución equitativa de las responsabilidades domésticas y no domésticas, entonces sabremos que no las necesitamos más.

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