Sonia Sotomayor: mujeres en las élites
02/05/2017 en Doce Miradas
Sonia Sotomayor es hoy una de las tres juezas del Tribunal Supremo de los Estados Unidos, compuesto, además, por otros seis hombres.
Sotomayor siempre ha sido una pionera en esto de ir rompiendo (a golpes de maza, en su caso) los techos de cristal, no solo para las mujeres, sino también para toda la población hispana de los USA.
Su nombre aparece casi siempre asociado al de Barack Obama. Haced la prueba: guglead a Sotomayor y en cualquier texto, no mucho más allá de la segunda frase, aparecerá que el expresidente la nombró jueza de la Corte Suprema. Como si necesitáramos esa tranquilidad. Como si tuviéramos la urgencia de afirmar que hay un hombre detrás, a quien, sin duda, se debe su ascenso. Como si los señores jueces, en cambio, hubieran ascendido solitos, cual Cristo a los cielos, sin que los nombrara nadie.
No es el único caso: hay más ejemplos de mujeres destacadas encadenadas a nombres masculinos. Me viene a la cabeza, por ejemplo, Hillary Clinton, pero hay muchas más y mejor me reservo este asunto para otro post.
Sonia Sotomayor
Foto: Wikimedia Commons
“Mi mundo adorado”
Sotomayor no lo tuvo fácil. No nació ya arriba, como los Kennedy o los Bush, clanes en los que, dicho sea de paso, solo han destacado los varones. Sotomayor nació en 1954 en el Bronx, que no es precisamente el barrio más distinguido de Nueva York, de madre y padre puertorriqueños. Su padre murió cuando la pequeña Sonia tenía ocho años; su madre se hizo cargo de ella y de Juan, el hermano menor.
A los diez años Sotomayor ya quería estudiar leyes, inspirada, según dice, por las novelas de la detective Nancy Drew y la serie de televisión Perry Mason. No dejo de asombrarme por la enorme incidencia que tiene la cultura popular en nuestras vidas, cultura en buena parte transmitida a través de la televisión. Por eso es tan importante cuidar y digerir bien sus contenidos.
Sotomayor se graduó en Derecho en la exclusiva Universidad de Princeton, donde años más tarde también se graduaría Michelle Obama, y se doctoró en Yale.
Luego trabajó como ayudante del fiscal de su distrito, más tarde en un bufete particular y en 1991 el presidente George H.W. Bush la nombró jueza de la corte del distrito sur de Nueva York. Así se convirtió en la primera jueza federal hispana del estado de Nueva York. También en la persona más joven que había ejercido tal cargo.
De ahí, en 2009, como hemos dicho, pasó al Tribunal Supremo, nombrada por Barack Obama y con el apoyo de los senadores y senadoras demócratas.
En 2013 publicó un libro de memorias, “My beloved world”, simultáneamente en inglés y en español (“Mi mundo adorado”).
Ni ellas se libran
Podríamos pensar que tanto Sotomayor como las otras dos señoras que están en lo más alto de la carrera judicial de los USA, en el exclusivo club de los nueve que es el Tribunal Supremo, habrían superado una invisible barrera que las dejara a salvo de los micromachismos que afrontamos el resto de las mujeres. Pues no. Si lo pensáramos nos equivocaríamos.
Según cuenta Soledad Gallego-Díaz en su columna de opinión Hombres y mujeres en el Supremo americano (El País, domingo 16 de abril de 2017), la web Quartz el pasado 6 de abril daba noticia de un curioso estudio que demostraba que estas egregias señoras no se libran de ser constantemente interrumpidas por sus colegas varones en sus intervenciones públicas.
La Escuela de Derecho Pritzker, de la Universidad Northwestern ha investigado durante años los patrones de los discursos de los miembros del Tribunal Supremo y en su estudio ha dedicado un apartado de 77 páginas a las interrupciones para analizarlas atendiendo al género, edad e ideología de los intervinientes y a la frecuencia con la que se producen. En el blog del Supremo tenéis un artículo más detallado sobre este estudio.
¿Y a qué conclusiones llega? Pues resulta que el género es el factor más determinante a la hora de interrumpir; concretamente, 30 veces más determinante que la edad, por ejemplo. Y en cuanto a la frecuencia, en las sesiones públicas del Tribunal de 2015 la más interrumpida fue Sotomayor (mujer, hispana y demócrata en un club de mayoría blanca, masculina y republicana), seguida por Ruth Bader y por Elena Kagan. Vaya sorpresa.
Por si las interrupciones resultaran poco exasperantes, las señoras magistradas también tienen que hacer frente a un constante mansplaining. De nuevo, la más afectada por el todolosabismo masculino es la jueza Sotomayor.
Tonja Jacobi y Dylan Schweers, autores del estudio, concluyen que no se trata de un simple problema de grosería o mala educación, sino de un modelo de comportamiento que tiene potenciales consecuencias legales, pues reduce la influencia y la importancia de las juristas mujeres, ya que quien sufre frecuentes interrupciones encuentra lógicamente más y mayores trabas y dificultades a la hora de exponer sus ideas o de formular preguntas.
Foto: Asun Martínez Ezketa @esaotra
La excepción y las oportunidades
Cuando en 2009 accedió a su cargo actual en la Corte Suprema americana, Sotomayor pronunció las palabras más acertadas que he leído jamás sobre la presencia de mujeres en las altas esferas. Dijo: ¨No soy excepcional. Simplemente he tenido oportunidades”.
Y ahí dio en clavo, en el maldito quid de la cuestión, que no es cuestión de talento, ni de enorme valía (que en algún caso sí será, ojo, claro que sí lo será), sino de posibilidad, de ocasión, de poder hacer, de poder transitar por espacios con puertas abiertas y techos resquebrajados que dejen ver el cielo.
Porque decir lo contrario, afirmar que ascienden quienes valen, es dar por hecho que las mujeres valemos menos. Y no. No, no y no.
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