Un brindis por los 50.
05/04/2016 en Doce Miradas
Tengo 50 años. En una pata. Y en la otra, también. 50 añitos que de repente han aparecido en mi vida sin que yo me haya dado cuenta. Me da la sensación de que estaban escondidos detrás de una esquina y de repente, una mañana aparecieron como diciendo ¡¡¡sorpresaaaaa!!! y me los tuve que comer todos-toditos, así, de una vez. Y por eso pensé que no los iba a llegar a digerir.
Y no es que yo haya ido por la vida como una bala (que a veces también) sino que no podía entender cómo para mí era casi antes de ayer cuando acababa COU y sin embargo, habían pasado 32 años. Cómo soy ya una madre de un chico de casi 22 y una chica de 17 a punto de acabar 2º de Bachillerato, a los que sigo tratando/cuidando y poniendo normas como si no hubieran llegado aún a la adolescencia porque me parecía que habían nacido no hace tanto. Cómo no sentía ninguna vergüenza en ponerme a correr si veía venir el tranvía a lo lejos, si ya tenía 50 años, es decir, la edad perfecta para no hacerlo. Cómo no tenía ningún problema en ponerme una minifalda o un pantalón pitillo, calzarme unos zapatos con plataforma, subirme a una bicicleta para ir al trabajo, hacerme un tatuaje (o dos), escuchar la música a tope en mi casa y bailar al son de ella como si no hubiera un mañana, darle un beso a mi chico en la calle si me apetecía, o unas cuantas cosas más que no voy a poner aquí porque no quiero parecer una loca. Y es que esas cosas, no las hace una señora de 50 años.
Estereotipos y otras maldades
A la vez estoy pensando que aunque es cierto que muchas veces he oído eso de “¿cincuenta? Pues no los aparentas. Qué bien te conservas…” (que me dan ganas de contestar que conservarse, conservarse, se conservan las anchoas en lata), la verdad es que no los aparento porque en la mente del personal, una señora de 50 años tiene que estar rellenita, con canas, dedicarse a hacer punto de cruz, llevar zapato plano y falda por debajo de la rodilla y tener una vida sosegada haciendo rosquillas para los suyos, mujer sufrida donde las haya, en este “valle de lágrimas”. Aceptando que la aparición y el uso generalizado del tinte para el pelo ha sido un logro (si no ya te iba a contar yo si los aparento o no los aparento), solo es decir la palabra mágica, 50, y ya tienes un rol asignado. Y voy a dar algunos ejemplos sin necesidad de hurgar mucho en el tiempo.
La semana pasada acompañé a mi pareja al médico. Diagnóstico, un catarro sin complicaciones pero con los típicos síntomas: fiebre, dolor de garganta, etc. etc. El doctor se dirigió a él todo el tiempo (lógicamente, él era el enfermo) pero cuál fue mi/nuestra sorpresa cuando tras prescribirle un ibuprofeno cada 8 horas, se dirige a mí y me dice “y si ves que no le hace efecto, le das un paracetamol cada cuatro”. A puntito estuve de montar un drama y preguntar con voz desgarrada aquello de “¿tan grave es, doctor? Dígame la verdad, por favorrrr”. Porque para que un simple catarro derive en una discapacidad psíquica o física de tal calibre que le impida a él mismo discernir si el ibuprofeno es suficiente y le incapacite para ir a la cocina a tomar un paracetamol, tiene que ser muy muy grave. Me mordí la lengua y callé. Estereotipo: mujer cuidadora.
Meses atrás asistí a un curso en el que hicimos un ejercicio de segmentación de públicos. Mi grupo decidió que el público objetivo era una mujer de 50 años. A la pregunta de ¿y cómo se entera del evento al que luego asistirá? yo contesté: “por Facebook” y una chica joven respondió sorprendida: “¿por Facebook? ¡Cómo se va a enterar por Facebook si tiene 50 años!”. Decidí morderme la lengua y admitir pulpo como animal de compañía pensando, claro, que mala segmentación de públicos vas a hacer tú por muy joven que seas si crees que las mujeres de 50 años no estamos en las redes sociales. Estereotipo: las mujeres de 50 años no podemos acceder a la información salvo escuchando el “parte” de las 2 y media o viendo el Sálvame.
Hace unos días, ante una reclamación que quería hacer, la chica que muy amablemente me estaba atendiendo (40 años, me dijo cuando se calzó las gafas de cerca), me indicó que había otra opción para hacer la queja: “¿te manejas bien por correo electrónico? Porque lo puedes hacer por ahí”. Le dije que bien porque para qué le iba a explicar a qué me dedico profesionalmente, pero no debí estar muy convincente porque me lo repitió de nuevo al cabo de un momento. Otra vez me mordí la lengua. A puntito estuve de decirle “me manejo no sé si mejor que tú, pero por supuesto, desde mucho antes que tú”. Estereotipo: 50 años, mujer que ya no se interesa por la formación porque tiene todo el pescado vendido.
Y que no se te ocurra ir al médico de turno. Ya puedes tener una gripe de caballo, que te duela una muñeca o que tengas un juanete o un tic en un ojo, que la pregunta cae: “¿cómo estás con el tema hormonal?” Y yo qué sé, señor mío, averígüelo usted que para eso es el médico. No me pregunta qué tal estoy de glóbulos rojos ¿verdad? Pues lo mismo lo mismo. Estereotipo: voy al médico sin tener nada porque en realidad lo que me pasa es que estoy menopaúsica y, por consiguiente, con las hormonas tan alteradas que me hacen estar como una auténtica cabra.
Claro, que a todo esto no ayuda el hecho de que el propio estado considere que una mujer de más de 45 años, cabeza de una familia monomarental en la que ella es es la única que trabaja, está en riesgo de exclusión social. Estereotipo: si no nos mantiene un tío, estamos perdidas.
Conclusión: que si hago caso a todo esto, no es que los 50 años me hayan caído como una losa, es que la losa me la ha puesto la sociedad encima . Una losa tejida de estereotipos que vaya usted a saber cuál es el que más pesa.
Pues va a ser que no
Ha pasado casi un año. Dentro de un mes y pico cumplo 51. En todos estos meses he observado, tengo que admitirlo, a mujeres un poco más mayores que yo, a ver qué tal “los llevaban”. He tenido varios puntos de inflexión: el momento en el que una conocida me dijo que no sabía por qué pero que desde que había cumplido los 50, se reía más; unas frases tremendas de Meryl Streep, que me dejaron con la boca abierta y que hicieron que me planteara algunas cosas de nuevo…
Mi madre siempre me dijo, desde que era pequeña, que tenía que estudiar porque eso me iba a permitir tener un buen trabajo que me iba a dar libertad, justo la que ella anhelaba y la vida no le quiso dar. Y yo me lo creí. Yo y todas las mujeres de mi generación y otras un poco más mayores que yo. Que nos íbamos a liberar porque íbamos a trabajar fuera de casa. ¡Ja! Cuántas veces he tenido que oír después aquello de “no sé si nos hemos liberado o nos hemos esclavizado”. Y es que, las que hoy tenemos 50 años, hemos sufrido la “liberación de la mujer”, como lo otro: en silencio. Nuestro destino era buscarnos un trabajo, casarnos y procrear. Queríamos ser iguales y considerábamos nuestro deber contribuir económicamente a la familia como lo habían hecho hasta ese momento únicamente los hombres. Y hasta ahí llegaban nuestras/sus ansias de igualdad. Porque luego nos enfrentamos con la realidad. Nosotras mismas queríamos ser mujeres trabajadoras pero eso sí, siendo a la vez unas excelentes amas de casa, perfectas esposas, madres amantísimas. Hoy se habla de compartir las tareas del hogar; entonces de que “nos” ayudaran en casa. Y con eso «nos» conformábamos. Que “nos” ayudaran a recoger la mesa y que de vez en cuando “nos” pasaran el aspirador. Que les pregunten a los hombres de 50 años que han vivido siempre en pareja, a ver cuántas veces han planchado. O han puesto una lavadora sin necesidad de que alguien (nosotras) se lo dijera. Cuando teníamos hijos, la mayor carga recaía en nosotras. Nadie hablaba de corresponsabilidad. Esa palabra creo que se inventó más tarde. De hecho yo no pensaba ni que existiera. Jamás oí hablar de ella. Así que ninguna de nosotras estaba tan loca como para plantearle a su marido que pidiera permiso en el trabajo para llevar al niño o a la niña al médico, ni para ir a hablar con sus profesoras o profesores. Eso era cosa exclusivamente nuestra. Adaptábamos nuestro horario al escolar para poder llevarlos y traerlos porque los padres solo lo hacían en el único caso de que les encajara. Y por ello, nuestro coche era el pequeño comprado de segunda mano. Y el machoman tenía el grande, el familiar, en el que viajaba él solito 2 de cada 7 días a la semana. Por supuesto, no éramos buenas madres si dejábamos a la prole en el comedor escolar. No estaba bien visto. Los deberes también nos pertenecían y dábamos las gracias cuando algunas noches “nos” bañaban a los niños. Y comprábamos los pisos cerca de nuestras madres para que ellas pudieran echarnos una mano, y la verdad es que muchas pagamos un alto precio emocional por ello, y atender a esas criaturas que dejábamos tan solas porque su padre trabajaba pero nosotras las abandonábamos.
Éramos enfermeras, cocineras, costureras, limpiadoras, profesoras, economistas, transportistas, lavanderas y planchadoras. Y además, traíamos un sueldo al hogar dulce hogar. Nuestras reivindicaciones no salían en los periódicos. Se ahogaban en casa o en la queja colectiva con las amigas.
Y estábamos cansadas. Muy cansadas.
Quizás por todo eso la vida se nos pasó demasiado rápido. Quizás ahora lo que realmente me preocupa no es mirar para atrás y ver lo vivido y los años acumulados, sino que lo que verdaderamente me asusta es que lo que me queda aún por vivir (si todo va bien entre 30 y 40 años, no pienso vivir ni uno menos), se me pase de una forma tan fugaz como lo anterior porque entonces, no me habré enterado de prácticamente nada.
Por eso he decidido que después de haber analizado el pasado, no estoy dispuesta a vivir mi futuro según los cánones establecidos. Tengo 50 años y me lo puedo permitir, sobre todo, porque me lo he ganado. Por ello, 10 meses después de cumplir mi medio siglo, sigo riéndome a carcajada limpia, bailando en casa al son de la música que más me apetece, corriendo detrás del autobús hasta que a mi cuerpo le dé la gana hacerlo, subiéndome a unos tacones mientras que siga teniendo pies, cuidando cuando yo quiera cuidar, disfrutando de lo disfrutable, empezando a hacer deporte, moviéndome en las redes sociales como pez en el agua, formándome en mi trabajo, viajando, besando a mi chico en la calle cuando me apetece y siendo la más payasa de todas. Y sobre todo y ante todo… haciendo lo que me da la gana.
Así que… ¡un brindis por los 50!
Miren Martín
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Querida Miren: ¡felicidades! Los cincuenta son un «momentazo» vital. Yo los celebré proponiéndome, en un año, cincuenta experiencias que me llamasen la atención. Y las hice. Y ahora somos unas cuantas en Vive cincuenta. Si te animas, en mi web lo lees. Felicidades de nuevo y avanti, Miren!
Hola,
Te prometo Neus que en cuanto tenga un momento me meto en tu web y me leo con toda la atención del mundo las 50 experiencias. A ver cuántas hago!.
¡Gracias por comentar y me alegro mucho que te haya gustado el post!
Yo llegué antes pero hemos recorrido la misma carretera, caído en las mismas trampas y sentido las mismas ilusiones. Tienes más razón que un santo pero piensa que la historia nos eligió para ser la primera generación que abriò brecha desde que el mundo es mundo.
Eso es maravilloso, aunque aún quede tanto por superar en esta sociedad hipermachista.
Sí, es cierto, fuimos las primeras que abrimos mecha. Hubo una parte del post que borré porque se me hacía demasiado largo y que hablaba de eso precisamente, de que fuimos las primeras en muchas cosas. En mi caso ir a la Universidad (incluso hasta el saber un poco más que el leer y escribir tanto en mujeres como en hombres de mi familia y por ambas ramas), la primera mujer en tener un trabajo remunerado, la primera mujer en ponerme pantalones… la primera en muchas cosas. ¿Ha merecido la pena? Bueno, pues aún con todo el trabajo vivido, yo creo que sí. Y lo volvería a hacer. Ahora, que también te digo: si lo tuviera que hacer sabiendo lo que hoy sé, jamás lo haría igual. Pero como eso es imposible, pues mirando hacia adelante quedándome con lo bueno de atrás.
Un abrazo!
Jajaja!!! Muy buena visión d las cincuentañeras
Tengo 56, llevo el pelo gris plateado, no me importa tanto como antes parecer joven, quiero mantener mi energía vital y hacer cada vez más lo q me gusta. Me influye la edad ( porque escucho lo q me trae) me influyen los estereotipos pero supero siempre sus límites, me gusta explorar más alla d sus horizontes.
Mirar tranquilamente ( e incluso lucir) las arrugas, las machas, las limitaciones físicas o mentales, aceptar los condicionantes para nuevos aprendizajes superando las expectativas sociales o personales parece un horizonte prometedor.
Quiero seguir celebrando mi cumpleaños.
Zorionak por tus 50!!!!
Eskerrik asko! Pues claro que sí. De eso se trata de tener ganas de vivirrrrr.
Un abrazo!
con que claridad, has descripto todo, me vi reflejada en cada momento!!!
brindo por ti!, por tus 50, por tu alegria de vivir, por tu sabiduria al transmitir tus ideas y el animarnos a todas a ver las cosas de otra manera!!!
felicidades Miren!!!
Gracias Verónica.
Me llama tanto la atención que haya tantas mujeres estos días que me están diciendo que se sienten identificadas que, si bien por un lado me hacen sentir bien porque poquito a poquito queda evidenciado que no estoy tan loca, pero en segundo lugar me da que pensar. Nunca nos quejamos. A ver quién decía que era feminista. Las feministas incluso estaban mal vistas. «Machorras» les llamaban. Incluso nosotras estábamos programadas para pensar que éramos unas «quejicas». Qué suerte teníamos, según nuestras madres, porque trabajábamos fuera de casa y teníamos independencia económica (si es que podíamos llamar independencia económica a meter en la misma cuenta corriente los sueldos).
Lo que más me alegra es que hoy tenemos una edad y la experiencia suficiente como para decir que aquí estoy yo, que hago lo que me apetece siempre y cuando no haga daño a nadie y que me voy a permitir el capricho de vivir como me hubiera gustado vivir a los 30 años.
Gracias por leer, opinar, y estar ahí.
Un abrazo
Miren
Soy la primera licenciada que ha habido en mi familia y leer me ha aportado muchísimo en la vida.
Llevo 30 años como profesora de instituto.
He peleado mucho para que las labores del hogar sean compartidas.
He/hemos educado a nuestros hijos en la responsabilidad pero también en una cierta libertad.
Considero muy muy importante que las mujeres de 50 cuidemos nuestra salud física y mental: fuera estrés, hacer deporte, comer bien, tener amigos, tener inquietudes, estar en el peso…Es una edad clave. No abandonarse y no agobiarse por nada.
Me entusiasman las redes sociales, incluso he llegado a conocer gente a través de ellas. Pero hay pocas mujeres de nuestra edad. La mayoría son mucho más jóvenes. Ahí también nos tenemos que animar.
En definitiva, fuera miedos. La vida es una y es larga y es corta. ¿Por qué no hacer lo que quieras?
Para acabar: he leído el artículo con mucho interés
Gracias Ireber! ¿Ves? Yo hablaba de eliminar estereotipos. Tú vas más adelante: fuera miedos. Me gusta más lo que propones. Y totalmente de acuerdo: la vida es larga y es corta. Solo espero que no ya sea tarde cuando nos hemos dado cuenta.
Un abrazo
Me ha encantado el artículo!! Felicidades Miren!! Eres especial, da igual los años que tengas, estás pero sobre todo eres estupenda. Un besazo.
Gracias!!!! Cómo me alegro de que nos sigas en Doce Miradas. Un abrazo grande!!!!
Miren, interesante reflexion…aunque el ultimo parrafo es el que mas me gusta…cuando expresas que disfrutas vivir…siendo feliz…a tu salud!
Querido Luis,
No sabes qué ilusión me hace tu comentario. Primero porque viene de un hombre. Segundo porque ha cruzado el mar desde Uruguwy. Y recreo, y muchísimo más importante, porque viene de vos.
Vivir la vida, en eso consiste. Vivirla para contarla, como decía García Márquez.
Un abrazo muy muy fuerte.
¡Pues yo te veo estupenda, Miren! Y yo también estoy estupenda y te llevo 4 añitos de ná. Y lo dicho… fuera estereotipos y a ser feliz!!!!!!!!!!! Me ha encantado el post. Nos vemos, un beso.
Un beso!!! Y claro que estamos estupendas! Y quien diga lo contrario, que se lo haga mirar!
Suscribo palabra por palabra! Y también cumplo 51 en mes y pico!!!!
Hola Teresa,
¡Igual hasta somos «tocayas» de cumpleaños!. A mí me llegan los 51 el 19 de mayo. No quiero ni pensar en los estereotipos de cuando cumplamos los 60. ¡Miedo me da!.
Gracias por leer, por comentar y por suscribir.
Buenas noches…
Fantástico, Miren! Lo has bordado.
Yo dentro de unos días celebró mi tercer cumpleaños de esta NUEVA vida …la de a partir de los 50.
Al cumplir los 50 me auto-regale una semana entera en un balneario con plus de masaje diario para celébralo a lo GRANDE.
Precisamente, este jueves por iniciativa de la comadrona del ambulatorio de Zarautz, hemos inaugurado un «grupo de menopausia». Cada jueves nos vamos a juntar para hacer media hora de ejercicios (hipopresivos, relajación) y otra media hora de tertulia tematica. Ayer la segunda parte se alargó bastante, por el buen ambiente que se creó, que sin darnos cuenta se convirtió en una hora. Comentar que tan solo estábamos 7 mujeres, entre 52-74 y lo que más predominó fueron las risas, el optimismo y las ganas de vivir intensamente esta parte tan especula de nuestras vidas.
Yo lo tengo clarísimo y así lo comente en el grupo, a partir de los 50 nos queda menos por muy optimista que seamos, pero hay que vivirlo intensamente para aprovechar a tope todo lo que podemos seguir viviendo FELICES!
Hola Ana,
En Vitoria vi que el otro día también se inauguraba un grupo de menopausia y de post-parto. Ya sabes, esas cosas de las que nadie quiere hablar porque aún a las de mi edad nos da vergüenza decir que estamos menopáusicas. Otro estereotipo, supongo. Nosotras a lo nuestro. A intentar vivir con la mirada puesta en el futuro porque aún tenemos que dar muuuuuuucho de qué hablar.
Un saludo y que vaya bien el grupo!!!
Maravilloso, Miren; describes las realidades de nuestras contemporáneas, sin importar la latitud.
Abrazos.
Hola Nydia querida!!!
Las cosas no cambian para las mujeres estemos donde estemos. En todo caso, si te vas a Oriente donde cambian a peor.
Con ganas de volver a verte. Cruzaremos el charco para allá o para acá.
Un beso grande
Hola, Miren. Tu artículo me ha hecho recordar una cita de una escritora española, Elena Soriano (1917-1996), que se dirigía así a los hombres: «Las mujeres diríamos sin reservas nuestra edad y llevaríamos el rostro sin afeites, si a vosotros no os importara tanto nuestra cronología y nuestra apariencia, si no fuesen factores determinantes, no ya para vuestro amor, sino para vuestro simple aprecio.»
Hola Noe!
Por eso lo he hecho referencia a nada físico. No he querido meterme en el jardín de las gorduras, las flacideces o las arrugas «bellas». Porque paso. Soy de la creencia de que nuestro aspecto físico es cosa nuestra y nadie es quien para opinar. Yo quiero tener un cuerpo sano con el que esté a gusto. Y como decía la canción «lo que opinen los demás edtá demas». Al menos para mí. Así que sí, que dejen de juzgarnos por cronologías y afeites y que dejen de importarnos a nosotras sus juicios.
Un beso!
Miren
Tengo…. 66¡¡. Pero casi todo lo que comentas lo he pasado. Y mas. Ahora mi hija e hijo son mayores, pero tienen hijo e hijas, a los que hablar, contar cosas «de antes», de nuestra historia… y tambien mimar. Trabajè, crié, soy mujer -con lo que conlleva- y estoy jubilada¡¡. Tengo tiempo para dedicarlo a lo que quiero. Entre ello a las otras mujeres
Dí que sí, Pilartxo. Y qué importante lo que dices, eso de hablar a tus nietas y nietos desde nuestra perspectiva. Poco a poco hay que construir relatos.
Un abrazo y gracias por comentar!