Save the Date! – Celebramos nuestro tercer aniversario y te invitamos a una sopa con estrella Michelin

abril 26, 2016 en Doce Miradas

salda-badago

Viernes 27 de mayo, 13:30h.
Universidad de Deusto, Bilbao

Una sopa, un voto  

Por un módico precio, podréis venir a celebrar nuestro tercer aniversario y tomaros un tazón de sopa preparada por Zuriñe García, del restaurante Andra Mari, galardonado con una estrella Michelin, y votar por vuestro proyecto favorito pro igualdad de género.

Tres años, tres proyectos

Mientras nos tomamos la sopa sin sorber, tres organizaciones sin ánimo de lucro nos presentarán sendos proyectos. Cada una contará con 10 minutos de exposición. Tras ello, abriremos un turno de preguntas para que quien lo desee exprese sus dudas, curiosidades e inquietudes y, acto seguido, mediante Kahoot!, podréis votar por vuestro proyecto favorito. Lo recaudado con los cuencos de sopa y las aportaciones de diversas instituciones se destinará así:

el 50 % de lo recaudado al proyecto más votado;

el 30 % al segundo proyecto más votado

y el 20 % al proyecto que quede en tercer lugar.

 
Y además  

Disfrutaremos de la música de Izaro y de la charla con montones de amigas y amigos, pinchos, dulces, bebidas, algún regalo y todo lo necesario para acompañar una buena digestión sopera.

¿Tienen sentido las concentraciones tras los asesinatos de mujeres?

abril 19, 2016 en Doce Miradas

Otro asesinato machista. Un hombre mata a su mujer y a su suegra. Días después, con unos amigos, surgió el tema. Uno de ellos comentó que había visto la concentración con motivo de dicho crimen. ¿Por qué se hacen esas concentraciones?, preguntó.  ¿Para qué? ¿Contra quién? ¿Contra qué?  No lo entendía. Según él, era obvio que todo el mundo estaba en contra del asesino y lamentaba el asesinato de las dos mujeres. Algo terrible había sucedido, sí. Pero el hombre ya estaba en la cárcel. Y no pertenecía a ninguna banda de crimen organizado. Le parecía un absurdo. Como manifestarse  contra la lluvia o el granizo. ¿Qué sentido tenía aquella concentración y otras similares?

Le he dado muchas vueltas desde entonces. “Una concentración en repulsa de lo sucedido”, se suele decir. Expresar la repulsa por un crimen ya es un buen motivo. Las circunstancias judiciales y de protección que rodean a cada caso también pueden ser otro motivo claro de protesta si es que ha habido fallos. Pero es que además hay mucho que reivindicar. Quienes opinan que tras un asesinato machista solo queda lamentarse es porque creen que estos asesinos se generan de forma espontánea. Como  las setas del bosque.  Surgen sin más. Las personas expertas en el tema afirman, sin embargo, que en la base del maltrato y de los asesinatos está la desigualdad, el machismo. Yo también lo creo. Y en la base de la desigualdad  está la educación en las aulas y en las familias. Cosas que creemos nimias, como regalar Legos a los niños y no a las niñas pueden tener gran trascendencia.

Foto de Iratxe Gallo.

Foto de Iratxe Gallo.

 

 

Pero en la base del maltrato y de los asesinatos hay más circunstancias. Un terreno abonado. Niños y adultos nos educamos y reeducamos constantemente, somos permeables a lo que sucede en nuestra sociedad, en la vida. O, mejor dicho, lo que permitimos que suceda. ¿Hasta qué punto toleramos como sociedad hechos que discriminan y humillan a las mujeres? Ya sean de magnitud micro o macro, la suma de este tipo de hechos va creando un caldo de cultivo propicio para maltratadores y asesinos de mujeres. Estos son algunos ejemplos que recuerdo de los últimos tiempos:

  • Apología del maltrato en el estadio Benito Villamarín. “Rubén Castro alé, Rubén Castro alé, no fue tu culpa, era una puta, lo hiciste bien”. Esto se cantaba en febrero de 2015 en el Benito Villamarín en alusión al proceso por malos tratos en que se hallaba inmerso el futbolista Rubén Castro. Según el periódico, eran 200, 500 o 1.000 quienes lo coreaban. En junio del mismo año, la fiscalía archivaba el caso.
  • Las agresiones sexuales masivas a mujeres en Colonia. Un escándalo que tiene toda la pinta de que quedará sin respuesta. Este caso me enfada especialmente porque enseguida pasó de ser un asunto sobre ataques a mujeres a convertirse en un debate sobre refugiados sí, refugiados no. Y así, de un plumazo, las mujeres salieron de la ecuación y del foco de la atención. Para entonces, todo el mundo parecía haberse olvidado ya de esas mujeres para quienes su libertad se habrá visto disminuida desde la pasada Nochevieja. De momento, esta es toda la consecuencia que han tenido unos hechos tan graves.
  • El magnate que pasea mujeres con correa. Cuando una compañera de Doce Miradas lo envió al grupo por email no daba crédito. ¿Es posible que algo así pueda ocurrir sin consecuencias? Me duele y me cabrea tanto. Ellas lo hacen de forma voluntaria, así que está bien, decían muchos comentarios realizados a la noticia. Vejar y humillar a las mujeres sale gratis.
  • La jueza que preguntó ¿cerró usted bien las piernas? No hay mucho más que decir, Confiemos en que la denuncia de la Asociación Clara Campoamor prospere. No es la primera vez que un juez o jueza nos sobresalta con comentarios de este pelaje.
  • Tratamiento de las noticias de maltrato y asesinatos machistas en los medios. En enero de 2016, el tratamiento de una noticia llamó la atención de Doce Miradas. No pongo el enlace porque a fecha de hoy se ha modificado el contenido y ya no es la misma noticia que leímos aquel día en El Correo. Se trataba de la primera noticia que se publicaba sobre el caso de un hombre que había arrojado a una niña por la ventana y herido de gravedad a la madre. La información contribuía a culpabilizar a la víctima. ¿Por qué? 1) La noticia decía “se agreden mutuamente”, en relación al agresor y a la madre de la niña. Aún se desconocían muchos datos, pero si alguien va a tirar a tu hija por la ventana, ¿no cabría hablar de defensa propia en lugar de equiparar a víctima y agresor con ese “se agreden mutuamente”? 2) En la noticia se dejaba caer que la mujer podría haber conocido a ese hombre esa noche y habérselo llevado a su casa. Esto culpabilizaba de nuevo a la mujer. ¿Era necesario señalar si la mujer conocía desde hacía tiempo o de una sola noche al agresor? ¿Eso cambia el hecho de que tiró a su niña por la ventana? ¿Se merecía que le ocurriese algo tan terrible por haber conocido a ese hombre recientemente? Esa es la sensación que quedaba tras leer la noticia. 3) Al agresor se le presentaba como un profesor de música sevillano. A la mujer solo se la identificaba como brasileña. Enseguida se conocieron más datos. La mujer había sorprendido al hombre abusando de la niña de año y medio. Según se informó más tarde, al verse sorprendido tiró a la niña por la ventana. Días después la niña murió. Hoy, día de la publicación de este post, 19 de abril, ha vuelto el caso a la actualidad. En la radio he escuchado ‘el profesor de saxofón’ y ‘la brasileña’. A mí me chirría.
  • Una empresa del Grupo Mondragón votará si readmite al imputado por grabar a mujeres en el baño. Las mujeres afectadas temen que la votación sea favorable a este hombre que, según la noticia, tiene influencias.
  • La descalificación machista del académico de la RAE, Félix de Azúa, hacia la alcaldesa Ada Colau: “es una mujer que debería estar vendiendo en un puesto de pescado”. No es un caso excepcional. Son varias las políticas que han recibido insultos machistas, sin importar el partido al que pertenezcan. Aquí puedes leer otros casos similares.

Esto es solo una pequeña muestra. Pero casi todos los días hay algo. Puede ser una barbaridad dicha por alguna personalidad pública, una serie, un programa de televisión, un anuncio publicitario… Todo contribuye a crear el caldo de cultivo. Es una suma que va conformando el sustrato de la desigualdad. En la medida en que permitimos que estas cosas sucedan y que, en muchos casos, queden sin consecuencias, nuestra atmósfera de convivencia en igualdad se va degradando. ¿No parece más probable que los casos de maltrato y los asesinatos se den en mayor medida en un ecosistema degradado? Creo que hay razones de sobra para concentrarse tras el asesinato de una mujer. Porque detrás del maltrato y del asesinato de mujeres hay muchos ‘qués’ y muchos ‘quiénes’ responsables.

Una pregunta para los hombres que deben leer también las mujeres

abril 12, 2016 en Miradas invitadas

asun martínez ezketa perfilAsun Martinez Ezketa. Periodista, informática, fotógrafa, poeta… Inquieta. Aprendiz de todo y maestra de nada. Reinventándome cada día para seguir siendo esa otra.
Presupongo la buena voluntad de las personas. Creo en el Hombre. Es lo que suelo responder cuando me preguntan por mi religión. Por eso confío en que, si alguien ve una injusticia, inmediatamente se va a posicionar en contra y va a tratar de evitarla. Apuesto a que tú también. Apuesto a que estás radicalmente en contra de las desigualdades sociales, de la brecha entre ricos y pobres, de los abusos de poder. Incluso puede que te hayas movilizado contra ello. Agitando tus manos en alto en alguna plaza o gritando consignas en una manifestación. Crees, como yo, que podemos acabar juntos con lo que es injusto.
Con cosas más graves, eres aún más visceral. Te repugna la violencia y no entiendes que haya personas capaces de acabar con la vida de otro ser humano. Con lo bonita que es la vida, pese a todo. Quizá también te hayas manifestado contra el terrorismo, que, por desgracia, hemos sufrido muy de cerca en nuestra tierra.
Eres una persona comprometida, en contra de la injusticia y de la violencia. Activamente comprometida.
Las mujeres, la mitad de la población aproximadamente, vivimos en una situación permanente de desigualdad social: cobramos menos y nos cuesta más llegar a puestos de responsabilidad. La violencia es una realidad cotidiana. Maltratos, violaciones y muertes se suceden en las noticias.
Y tú, comprometido. Activamente comprometido. ¿Qué haces? Tratas bien a las mujeres que te rodean y dices orgulloso «yo soy feminista». ¿Y qué más? ¿Ya está? ¿Ese es todo tu activismo para conseguir un cambio?
En mitad de esta inmovilidad, que ni si quiera es culpa tuya, es de todos como sociedad, no sufras, un grupo de mujeres ha enarbolado la bandera del feminismo y ha empezado a gritar que no hay más tiempo. Que nos morimos. Que nos matan. Que necesitamos cambiar, y cambiar ya. Que el sistema, por defecto, es opresor para con las mujeres y dota de derechos adquiridos a los hombres. Y esas mujeres les han pedido a esos hombres, a los hombres, que las entiendan, que las apoyen, que les dejen liderar un ascenso social y vital que deben hacer acompañadas pero solas. Porque el resto de la Historia la han escrito los hombres. Y esta vez nos toca. Haced espacio para que quepamos a vuestro lado.
El resto es Historia. Hombres que se sienten atacados. Otros que quieren liderar su propia lucha. Mujeres que se sienten cómodas en su papel de protegidas o que, sin haber dicho jamás una palabra en defensa de la mujer, ahora tienen muchas para defender a los hombres. Otras que radicalizan el mensaje…
Al fin, la pregunta es: hombre, si no te hubieran interpelado directamente, si no te hubiesen gritado «eres tan culpable como el resto, porque vosotros los hombres nos estáis matando a nosotras las mujeres, unos con un cuchillo, otros permitiendo que suceda, ¿estaríamos hablando de feminismo? ¿Estarías en una plaza levantando tus manos? ¿En una manifestación gritando consignas en favor de la igualdad de género?
Si nos es tan fácil ver que podemos y debemos hacer algo más para acabar con la desigualdad entre las clases ricas y pobres o el terrorismo, ¿a qué esperamos para hacerlo con la desigualdad de género? ¿Dejamos de defender estricatmente lo nuestro, lo que nos toca directamente, y nos ayudamos? Presupongo la buena voluntad de las personas. Creo en el Hombre. Y en la Mujer.
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Fotografía de Asun Martínez Ezketa

Un brindis por los 50.

abril 5, 2016 en Doce Miradas

Tengo 50 años. En una pata. Y en la otra, también. 50 añitos que de repente han aparecido en mi vida sin que yo me haya dado cuenta. Me da la sensación de que estaban escondidos detrás de una esquina y de repente, una mañana aparecieron como diciendo ¡¡¡sorpresaaaaa!!! y me los tuve que comer todos-toditos, así, de una vez. Y por eso pensé que no los iba a llegar a digerir.

Y no es que yo haya ido por la vida como una bala (que a veces también) sino que no podía entender cómo para mí era casi antes de ayer cuando acababa COU y sin embargo, habían pasado 32 años. Cómo soy ya una madre de un chico de casi 22 y una chica de 17 a punto de acabar 2º de Bachillerato, a los que sigo tratando/cuidando y poniendo normas como si no hubieran llegado aún a la adolescencia porque me parecía que habían nacido no hace tanto. Cómo no sentía ninguna vergüenza en ponerme a correr si veía venir el tranvía a lo lejos, si ya tenía 50 años, es decir, la edad perfecta para no hacerlo. Cómo no tenía ningún problema en ponerme una minifalda o un pantalón pitillo, calzarme unos zapatos con plataforma, subirme a una bicicleta para ir al trabajo, hacerme un tatuaje (o dos), escuchar la música a tope en mi casa y bailar al son de ella como si no hubiera un mañana, darle un beso a mi chico en la calle si me apetecía, o unas cuantas cosas más que no voy a poner aquí porque no quiero parecer una loca. Y es que esas cosas, no las hace una señora de 50 años.

Estereotipos y otras maldades

lataanchoasA la vez estoy pensando que aunque es cierto que muchas veces he oído eso de “¿cincuenta? Pues no los aparentas. Qué bien te conservas…” (que me dan ganas de contestar que conservarse, conservarse, se conservan las anchoas en lata), la verdad es que no los aparento porque en la mente del personal, una señora de 50 años tiene que estar rellenita, con canas, dedicarse a hacer punto de cruz, llevar zapato plano y falda por debajo de la rodilla y tener una vida sosegada haciendo rosquillas para los suyos, mujer sufrida donde las haya, en este “valle de lágrimas”. Aceptando que la aparición y el uso generalizado del tinte para el pelo ha sido un logro (si no ya te iba a contar yo si los aparento o no los aparento), solo es decir la palabra mágica, 50, y ya tienes un rol asignado. Y voy a dar algunos ejemplos sin necesidad de hurgar mucho en el tiempo.

La semana pasada acompañé a mi pareja al médico. Diagnóstico, un catarro sin complicaciones pero con los típicos síntomas: fiebre, dolor de garganta, etc. etc. El doctor se dirigió a él todo el tiempo (lógicamente, él era el enfermo) pero cuál fue mi/nuestra sorpresa cuando tras prescribirle un ibuprofeno cada 8 horas, se dirige a mí y me dice “y si ves que no le hace efecto, le das un paracetamol cada cuatro”. A puntito estuve de montar un drama y preguntar con voz desgarrada aquello de “¿tan grave es, doctor? Dígame la verdad, por favorrrr”. Porque para que un simple catarro derive en una discapacidad psíquica o física de tal calibre que le impida a él mismo discernir si el ibuprofeno es suficiente y le incapacite para ir a la cocina a tomar un paracetamol, tiene que ser muy muy grave. Me mordí la lengua y callé. Estereotipo: mujer cuidadora.

Meses atrás asistí a un curso en el que hicimos un ejercicio de segmentación de públicos. Mi grupo decidió que el público objetivo era una mujer de 50 años. A la pregunta de ¿y cómo se entera del evento al que luego asistirá? yo contesté: “por Facebook” y una chica joven respondió sorprendida: “¿por Facebook? ¡Cómo se va a enterar por Facebook si tiene 50 años!”. Decidí morderme la lengua y admitir pulpo como animal de compañía pensando, claro, que mala segmentación de públicos vas a hacer tú por muy joven que seas si crees que las mujeres de 50 años no estamos en las redes sociales. Estereotipo: las mujeres de 50 años no podemos acceder a la información salvo escuchando el “parte” de las 2 y media o viendo el Sálvame.

Hace unos días, ante una reclamación que quería hacer, la chica que muy amablemente me estaba atendiendo (40 años, me dijo cuando se calzó las gafas de cerca), me indicó que había otra opción para hacer la queja: “¿te manejas bien por correo electrónico? Porque lo puedes hacer por ahí”. Le dije que bien porque para qué le iba a explicar a qué me dedico profesionalmente, pero no debí estar muy convincente porque me lo repitió de nuevo al cabo de un momento. Otra vez me mordí la lengua. A puntito estuve de decirle “me manejo no sé si mejor que tú, pero por supuesto, desde mucho antes que tú”. Estereotipo: 50 años, mujer que ya no se interesa por la formación porque tiene todo el pescado vendido.

Y que no se te ocurra ir al médico de turno. Ya puedes tener una gripe de caballo, que te duela una muñeca o que tengas un juanete o un tic en un ojo, que la pregunta cae: “¿cómo estás con el tema hormonal?” Y yo qué sé, señor mío, averígüelo usted que para eso es el médico. No me pregunta qué tal estoy de glóbulos rojos ¿verdad? Pues lo mismo lo mismo. Estereotipo: voy al médico sin tener nada porque en realidad lo que me pasa es que estoy menopaúsica y, por consiguiente, con las hormonas tan alteradas que me hacen estar como una auténtica cabra.

Claro, que a todo esto no ayuda el hecho de que el propio estado considere que una mujer de más de 45 años, cabeza de una familia monomarental en la que ella es es la única que trabaja, está en riesgo de exclusión social. Estereotipo: si no nos mantiene un tío, estamos perdidas.

Conclusión: que si hago caso a todo esto, no es que los 50 años me hayan caído como una losa, es que la losa me la ha puesto la sociedad encima . Una losa tejida de estereotipos que vaya usted a saber cuál es el que más pesa.

Pues va a ser que no

purepeople.com

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Ha pasado casi un año. Dentro de un mes y pico cumplo 51. En todos estos meses he observado, tengo que admitirlo, a mujeres un poco más mayores que yo, a ver qué tal “los llevaban”. He tenido varios puntos de inflexión: el momento en el que una conocida me dijo que no sabía por qué pero que desde que había cumplido los 50, se reía más; unas frases tremendas de Meryl Streep, que me dejaron con la boca abierta y que hicieron que me planteara algunas cosas de nuevo…

Mi madre siempre me dijo, desde que era pequeña, que tenía que estudiar porque eso me iba a permitir tener un buen trabajo que me iba a dar libertad, justo la que ella anhelaba y la vida no le quiso dar. Y yo me lo creí. Yo y todas las mujeres de mi generación y otras un poco más mayores que yo. Que nos íbamos a liberar porque íbamos a trabajar fuera de casa. ¡Ja! Cuántas veces he tenido que oír después aquello de “no sé si nos hemos liberado o nos hemos esclavizado”. Y es que, las que hoy tenemos 50 años, hemos sufrido la “liberación de la mujer”, como lo otro: en silencio. Nuestro destino era buscarnos un trabajo, casarnos y procrear. Queríamos ser iguales y considerábamos nuestro deber contribuir económicamente a la familia como lo habían hecho hasta ese momento únicamente los hombres. Y hasta ahí llegaban nuestras/sus ansias de igualdad. Porque luego nos enfrentamos con la realidad. Nosotras mismas queríamos ser mujeres trabajadoras pero eso sí, siendo a la vez unas excelentes amas de casa, perfectas esposas, madres amantísimas. Hoy se habla de compartir las tareas del hogar; entonces de que “nos” ayudaran en casa. Y con eso «nos» conformábamos. Que “nos” ayudaran a recoger la mesa y que de vez en cuando “nos” pasaran el aspirador. Que les pregunten a los hombres de 50 años que han vivido siempre en pareja, a ver cuántas veces han planchado. O han puesto una lavadora sin necesidad de que alguien (nosotras) se lo dijera. Cuando teníamos hijos, la mayor carga recaía en nosotras. Nadie hablaba de corresponsabilidad. Esa palabra creo que se inventó más tarde. De hecho yo no pensaba ni que existiera. Jamás oí hablar de ella. Así que ninguna de nosotras estaba tan loca como para plantearle a su marido que pidiera permiso en el trabajo para llevar al niño o a la niña al médico, ni para ir a hablar con sus profesoras o profesores. Eso era cosa exclusivamente nuestra. Adaptábamos nuestro horario al escolar para poder llevarlos y traerlos porque los padres solo lo hacían en el único caso de que les encajara. Y por ello, nuestro coche era el pequeño comprado de segunda mano. Y el machoman tenía el grande, el familiar, en el que viajaba él solito 2 de cada 7 días a la semana. Por supuesto, no éramos buenas madres si dejábamos a la prole en el comedor escolar. No estaba bien visto. Los deberes también nos pertenecían y dábamos las gracias cuando algunas noches “nos” bañaban a los niños. Y comprábamos los pisos cerca de nuestras madres para que ellas pudieran echarnos una mano, y la verdad es que muchas pagamos un alto precio emocional por ello, y atender a esas criaturas que dejábamos tan solas porque su padre trabajaba pero nosotras las abandonábamos.

solportero.com

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Éramos enfermeras, cocineras, costureras, limpiadoras, profesoras, economistas, transportistas, lavanderas y planchadoras. Y además, traíamos un sueldo al hogar dulce hogar. Nuestras reivindicaciones no salían en los periódicos. Se ahogaban en casa o en la queja colectiva con las amigas.

Y estábamos cansadas. Muy cansadas.

Quizás por todo eso la vida se nos pasó demasiado rápido. Quizás ahora lo que realmente me preocupa no es mirar para atrás y ver lo vivido y los años acumulados, sino que lo que verdaderamente me asusta es que lo que me queda aún por vivir (si todo va bien entre 30 y 40 años, no pienso vivir ni uno menos), se me pase de una forma tan fugaz como lo anterior porque entonces, no me habré enterado de prácticamente nada.

Por eso he decidido que después de haber analizado el pasado, no estoy dispuesta a vivir mi futuro según los cánones establecidos. Tengo 50 años y me lo puedo permitir, sobre todo, porque me lo he ganado. Por ello, 10 meses después de cumplir mi medio siglo, sigo riéndome a carcajada limpia, bailando en casa al son de la música que más me apetece, corriendo detrás del autobús hasta que a mi cuerpo le dé la gana hacerlo, subiéndome a unos tacones mientras que siga teniendo pies, cuidando cuando yo quiera cuidar, disfrutando de lo disfrutable, empezando a hacer deporte, moviéndome en las redes sociales como pez en el agua, formándome en mi trabajo, viajando, besando a mi chico en la calle cuando me apetece y siendo la más payasa de todas. Y sobre todo y ante todo… haciendo lo que me da la gana.

Así que… ¡un brindis por los 50!