Talkin’ bout a Revolution
02/11/2016 en Doce Miradas
El 24 de octubre de 1975, tuvo lugar en Islandia un evento sin precedentes: nueve de cada diez mujeres fueron a la huelga para protestar por las desigualdades en el empleo y en el hogar. Aquel día no acudieron a trabajar, no cocinaron y no cuidaron de sus hijos e hijas. Y no lo hicieron para demostrar algo en las calles. El resultado de aquel hito fue un país paralizado y salchichas agotadas en los supermercados. Quizá por eso los hombres recuerdan aquel día como el “viernes largo” y hay quienes se refieren a él como el “día de la salchicha” (para cenar, se entiende).
Cinco años más tarde, Vigdis Finnbogadottir era elegida presidenta del país. La primera mujer en el mundo en ostentar este cargo. En una ocasión, afirmaría que la huelga de 1975 lo hizo posible. Según Finnbogadottir, “lo que ocurrió ese día fue el primer paso para la emancipación de las mujeres en Islandia. Se paralizó el país por completo y abrió los ojos de muchos hombres”.
Los numerosos testimonios de las mujeres que acudieron a alguna de las manifestaciones organizadas por el país, coinciden en destacar la enorme solidaridad que se generó aquel día de otoño entre las manifestantes. Ellas lo llamaron el “día libre de la mujer” y con su unión dieron forma a un impulso colectivo cuya inercia ha llegado a nuestros días.
Cuatro décadas más tarde, dicen de Islandia que es el mejor país del mundo para ser mujer. También dicen que es el mejor país del mundo para vivir (lo cual tiene mucho mérito si pensamos que el país debe su nombre al hielo). Parece, en todo caso, demostrada la lógica de ese argumento tantas veces escuchado y formulado de que “a mayor Igualdad, mejor sociedad”.
¿Y cuál es la receta del éxito? Las mujeres islandesas no han dejado de pelear en este tiempo y continúan, en la actualidad, saliendo a la calle para conquistar los retos que les restan. Hace apenas una semana, por ejemplo, el 25 de octubre de 2016, acabaron sus jornadas laborales a las 14:38, un 14% antes que cada día. Protestaban porque su sueldo es un 14% menor que el de los hombres. Aquí, en cambio, nuestra brecha salarial ronda el 25%.
Si vosotras habláis, nosotros escucharemos siempre
La semana pasada también, la ponencia de un asesor en género del gobierno islandés en un congreso sobre “Igualdad y Conciliación” al que asistí, despertaba la semilla de este post. Ante mi curiosidad sobre la actitud con que los hombres del país enfrentan las reivindicaciones femeninas, Tryggvi Hallgrimsson cerraba su matizada y civilizada respuesta así: “if you talk, we’ll listen forever”. “Si vosotras habláis, nosotros escucharemos siempre”.
Fue un momento de epifanía para mí; fan de la palabra hasta el hartazgo… La frase me golpeó con la crudeza que golpean las revelaciones. Porque tras dos días analizando los ejes de la desigualdad, resultados de investigaciones, certidumbres académicas, avances sociales… Tras dos días «hablando», comprendí porqué coinciden los estudios internacionales en que tardaremos más de 170 años en llegar a la Igualdad. Y comprendí también por qué hay países que tardarán 80.
Islandia va en cabeza, por supuesto. Porque hay cosas que no se piden. Se exigen. Cosas que no se conceden. Se conquistan. Y así se va más rápido. Y porque hablar, ya hemos hablado largo…
En mi último post, precisamente, me estremecía al conocer la madurez (y vigencia) de los planteamientos de mujeres contemporáneas a la Revolución Francesa como Olympe de Gouges. Madurez que compartían, sin duda, los discursos de grandes hombres posteriores como Gandhi o Martin Luther King en sus demandas de sociedades más justas. Ambos fueron capaces, sin embargo, de concitar a sus coetáneos, haciendo que marcharan tras mismos lemas. Las mujeres francesas, por contra, sumaron sus voces a un proyecto más global que, una vez en el poder, las dejó de lado. Lo explicaría más tarde Philip Kotler: si no eres marca, eres mercancía…
Violentas o pacíficas (por aquí solo somos de las segundas), así son las revoluciones: expresiones multitudinarias. Concentran necesidad de justicia y, fundamentalmente, agrupan a quienes protagonizan la injusticia. Suelen empezar en un susurro. Luego apenas un murmullo. Y a medida que van sumando voces, van sumando fuerza. Del latín, revolutio (una vuelta), las revoluciones conllevan un cambio social fundamental que tiene lugar en un periodo (relativamente corto o largo). Y lo hacen porque consiguen despertar y contagiar ilusión alrededor de una visión. Alrededor de un sueño compartido.
Pues bien, las revoluciones pueden producirse de muchas maneras y en los lugares más insospechados. En la manifestación del 8M, pero también en la parada del autobús, la reunión con el colegio o la del trabajo. En Twitter, en Facebook y en el grupo de Whatsapp con tus primas y hermanos. Somos armas de sensibilización masiva. Donde proceda, dígase. Y donde no, también. Nadie dijo que ser revolucionaria no fuera cansado.
Ana Erostarbe
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Muy bueno Ana !!!! Acabas de dar en el clavo, llevamos añossss y añosssss analizando esta «construcción social» que legitima una relación de dominación y de privilegio
Desde espacios como este blog, debemos interiorizar y exigir el 50% del poder que nos ha sido usurpado, que nos corresponde y nos atañe
Ana
Muchas, muchas gracias, Marta, por tu comentario. Somos más de pedir, pero sí, a estas alturas nos hemos ganado el derecho a exigir y el de hacerlo con la voz bien alta. Bueno compartir visión.
I don’t even know what to say, this made things so much earsei!
Muy bueno Ana, desprendes una fuerza increíble y una capacidad de expresión tremenda. Bueno, ya te conozco, siempre me has parecido así, ya lo sabes…
Muchísimas gracias, Bego. Para mí la palabra es materia prima, pero no deja de ser un vehículo. Lo que cuenta son los gestos y cada gesto expresa. Es bueno que tomemos conciencia de nuestro «poder». Me alegra mucho que te haya gustado y que hayas decidido compartir 🙂
Kaixo Ana:
Gracias por tu artículo. Me ha gustado. Suscribo lo que dices. No puedo estar más de acuerdo contigo que el cambio vendrá por el camino que apuntas.
Pero estoy cansado de conferencias, congresos, jornadas, … al menos de aquellas que no vengan acompañadas de una decidida actitud de aplicar cambios que contribuyan decididamente a una mayor conciliación y, por tanto, una mayor igualdad. Qué hartazgo de experiencias que nos dejan con la boca abierta, sin poder pestañear, mientras se nos cae la baba al tiempo que decimos «yo quiero irme a vivir a ese país». De Suecia, de Noruega, de Islandia, de Dinamarca y de no sé dónde más llevamos trayendo experiencias en este sentido. ¿Cuántas conferencias o congresos más necesitamos? Yo estuve en Donostia en este congreso y la verdad es que, más de lo mismo. Ingentes cantidades de dinero y despliegue de medios para traer a personas interesantísimas, como Teresa Torns, para media hora. Un representante del Instituto Europeo de Género, cuya presentación no llegó a esa media hora. El mismo tiempo de exposición para los representantes de Islandia y de Noruega. No tengo nada en contra de las ponentes, todas las aportaciones son bienvenidas.
Dicho lo anterior, sigamos enriqueciéndonos con aportaciones de quienes van por delante. Claro que sí. Pero demos un paso adelante en la aplicación de todo eso que nos cuentan. Llevamos décadas oyendo hablar de conciliación, de flexibilidad, de corresponsabilidad, de jornada laboral tipo más corta, de racionalización de los horarios, … ¡Qué hartazgo!
Gracias de nuevo Ana.
Me alegra que te haya gustado, Edu. Y muchas gracias por tu comentario. Me ha dado que pensar. Por un lado, éste es el primer congreso sobre conciliación al que yo he asistido, por lo que agradecí el formato breve (más inspirador, a mi juicio, si las personas que hablan son buenas), frente al formato más académico, extendido…, (más abrumador para profanos). Dicho esto, y teniendo tú y yo diferentes recorridos, coincidimos en que es hora de compromiso. Que el avance, además de sospechosamente lento, es cansinamente lento.
Es hora ya de que las instituciones se impliquen como es debido. No debemos olvidar, sin embargo, que las instituciones son nuevas cada cuatro años… y a menudo, lo son las personas, y que la presión social que reciben ni es fuerte ni está coordinada. Pasamos a la bandeja de «importantes» de todas todas. Toca seguir armando ruido, por tanto. Sensibilizar sobre la necesidad de Igualdad, las bondades de la Igualdad y la injusticia de la desigualdad. Confío en que un día llegaremos. Eventually.
Muchas gracias por leer y, muchas, por compartir tus impresiones en este foro.
It’s always a pleasure to hear from someone with exrpteise.
De acuerdo con que el hecho de que, a veces, las instituciones cambien cada cuatro años no entorpezca los procesos. No obstante, no debemos quedarnos ahí y empezar a avanzar en políticas de conciliación. Y seguir aprendiendo, claro. En mi opinión, no necesitamos que sigan viniendo personas expertas a mostrar que los permisos de paternidad iguales e intransferibles son una pata imprescindible en la conciliación. Ni la flexibilidad. ni….
Un placer, Ana.
[…] donde el 24 de octubre de 1975 tuvo lugar un evento sin precedentes. Como apuntaba Ana Erostarbe en Talkin’ bout a Revolution, nueve de cada diez mujeres fueron a la huelga para protestar por las desigualdades en el empleo y […]