Nosotras, las hembras sobradamente preparadas, y los machos alfa

01/04/2014 en Miradas invitadas

Blanca UrgellBlanca Urgell Lázaro es doctora en Filología Vasca y profesora titular de la UPV/EHU.

Ha sido Consejera de Cultura del Gobierno Vasco.

Es autora de diversos artículos y libros de su especialidad: la historia del euskera.

Ay. No sé qué puede más, si la tremenda ilusión que me hace que las amigas de Doce Miradas me hayan invitado a estrenarme en este medio, o el miedo-miedito-miedo de no dar la talla. «Tengo más dudas que certezas», o algo así, decía hace poco Iban Zaldua en una entrevista. Y yo soy de ésas. Unas veces porque paso del blanco al negro de un salto, según el humor o el peso de un nuevo argumento. Otras, las más, porque veo tantos matices de gris que me mareo. Ay, me digo. ¿Qué clase de post quieres escribir con ese perfil? ¿De qué sabes tú algo sobre lo que puedas hablar sin sonrojo? ¿A quién piensas convencer, deleitar o emocionar? Pero nada, me digo, parafraseando lo que oí ayer en CSI: más vale no encontrar público escribiendo lo que te convence, que tener público y perderte en lo que escribes. Puede que haga las dos cosas también, convencerme a mi misma y perderme. Según el humor o el peso de un nuevo argumento…

El caso es que muchas de nosotras, independientemente de la preparación y el curriculum que tengamos, damos un perfil amable. Tener un perfil amable siendo mujer preparada es un arma de doble filo. En principio, te abre puertas en un mundo, el de las personas preparadas, en el que los machos alfa abundan por demás, y en el que los mandobles surcan el aire con tanta o más saña que en otros entornos. Y nosotras somos la gorila que baja la mirada ante el macho alfa cuando bate su pecho y que, cuando percibe que la amenaza ha pasado, se aproxima a desparasitarle (Adoro Gorilas en la niebla. Léanse el libro también).

Los machos alfa del mundo intelectual son como todos, pero tienen una peculiaridad que merece la pena señalar (en realidad, probablemente es característica de todos los alfas, pero no suele aparecer en las listas habituales: mirad aquí, por ejemplo; aquí hay un bonito test para ellos): lo saben todo sobre todo, desde las reglas del ping-pong a la física cuántica, excepto en aquellos campos que ellos mismos han declarado abominables, sea el fútbol, sea la novela posterior al Quijote o sean los dos. Y adoran exhibir sus conocimientos. Así que, si tú tienes un perfil amable, a nada que te dejes, acabas sabiendo bastante de reglas de ping-pong y física cuántica, y dejando de leer novela contemporánea, o al menos dejando de hablar de ello. Para eso, además, no hace falta que seas La Pareja: es suficiente con que gravites en torno al grupo que lidera. Y si das un perfil amable y no sabes decir que no, siempre acabas metida en uno o varios de estos grupos.

Siento mucho afecto por varios de los alfa que rodean mi vida, incluidos aquellos que he conocido en los años de inmersión en el mundo de la Cultura, donde adoptan las plumas o las pieles más variopintas que una antropóloga pueda imaginar. Pero, ¿sabes? son tan protectores, lo tienen todo tan claro, razonan tan bien en corto, han previsto todo tan anticipadamente que, incluso actuando con la mejor intención del mundo, te humillan. Por ejemplo, tú das una conferencia y lo que puede pasar es que él acabe respondiendo a las preguntas del público, o incluso dando una charla bis sobre el tema. Otro ejemplo, que vivimos juntas muchas mujeres no hace tanto: vosotras os reunís para meditar sobre algo que os concierne, y lo que puede pasar es que él lo tenga todo ya tan pensado, que despliegue todo un programa de pensamiento y acción tan trabado, que sepa tan bien lo que tenéis que hacer, que casi ninguna de vosotras se atreva a abrir el pico.

En cualquier caso, si tienes un perfil amable, también te adoptan por un rato otros machos alfa con los que coincides circunstancialmente, en un congreso, por ejemplo. Para cuando te das cuenta, acabas metida en estos casos en un embrollo difícil de aclarar. Os voy a contar un ejemplo que describe muy bien la experiencia que he tenido de muchas maneras y muchas veces, y que aún me frustra mucho. En un curso de verano en San Sebastián, hace ya muchos años, coincidí en la comida con un profesor catalán que había dado una charla interesante sobre un tema que coincidía, al menos en parte, con mis intereses. No ocultaré que, sin ser Harrison Ford o Robert Redford (era más a lo Ricardo Darín; bueno no, tampoco: ponle gafas, por lo menos), estaba de bastante buen ver. Hablando, hablando, le invité a visitar la oficina del Diccionario General Vasco, y le enseñé el sistema de trabajo: nuestros listados, los textos, el programa informático, etc. Os imagináis la escena: yo habla que te habla, orgullosísima de nuestro trabajo, y él callado escuchando. Atentamente. ¡Qué majo! O eso creía yo. El caso es que, tras la visita, entramos en la primera cafetería que se puso a tiro y, en cuanto tuvimos los cafés y nos sentamos frente a frente, me dijo: “Yo soy un hombre casado”. Tela. Me quedé muerta. ¿Qué he hecho? ¿Qué he dicho? ¿Qué le ha hecho pensar que…? Con la perspectiva que dan los años, pienso que no supo interpretar mi invitación ni mi discurso vehemente (ni yo su silencio, claro). Le chocaron y lo descolocaron. Y entonces, aquel macho alfa catalán de buen ver, tan majo, sólo pudo pensar que yo había desarrollado un cortejo nupcial ante sus ojos. Acabáramos.

Llegada a la mitad de mi vida (risas), pienso si no será el momento de pasarme al otro gran grupo de hembras sobradamente preparadas: las lobas. No una loba solitaria, aquélla que a veces se anima a cazar de noche y llora tanto. No, no. En una loba de las que se han atrevido a formar manada, y campan por sus respetos en el territorio que han conquistado, si bien con frecuencia sufren alguna herida (¡cómo no!) en las escaramuzas que mantienen en sus fronteras. Creo que somos grupos per se antagónicos, las mosquitas muertas y las lobas, y que nos miramos con desconfianza a veces, incluso con odio. Pero cada vez me gustan más estas hembras. Así que, idos preparando, alfas de mi vida y de mi corazón.

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Somos mujeres. Somos personas. Gente con sueños que imagina una sociedad diferente. Gente que reclama un espacio común para mujeres y hombres que sea más justo y equilibrado. Y después de mucho cavilar, somos doce mujeres con ganas de trabajar para lograrlo. ¿Quieres saber quiénes somos?.