Colorín colorado
30/07/2013 en Doce Miradas
Por lo que sé sobre la historia de esta canción, bien podría haber estado dedicada a una niña, pero no ocurre lo mismo con otras historias que se nos han colado en el mundo imaginario hasta hacerse muy reales. Creo que muchas de esas historias están en el sustrato del suelo pegajoso por el que nos movemos muchas mujeres y muchos hombres (releed a Begoña si os parece), y por eso, he querido dedicarle esta mirada a la construcción de imaginarios infantiles, un tema que por su trascendencia y mi querencia, me preocupa mucho. Allá voy.
Si os ha tocado enfrentaros a esta hora de los cuentos, sabréis qué difícil es encontrar historias edificantes que llevarse a la boca. No es cuestión de mero placer estético: las palabras crean realidades, y las palabra contadas a niños y niñas pueden ayudarnos a moldear una nueva realidad, más igualitaria, menos desigual. Los libros que traje desde mi infancia contenían un catálogo de hermosas princesas de vestidos imposibles, ñoñas y débiles, de apuestos príncipes, también algo alelados, de madrastras insoportables y mezquinas, guapas a rabiar y malas de solemnidad, entre otras lindezas. Opté entonces por buscar en la biblioteca de nuestro pueblo, y encontré una colección deliciosa en euskara «… Eta Zer?«, en la que autores y autoras vuelcan su ingenio para describir historias reales, vistas desde la supuesta «anormalidad»: niños y niñas gordas, miopes, retoños de familias homosexuales y parejas heterosexuales separadas, niños a los que no les gusta el fútbol y juegan con muñecas… Y cuando agoté ese filón, pasé a inventarme historias a mi gusto. Conté y escribí cuentos de niñas adoptadas que investigan sobre sus ojos rasgados, madres trabajadoras histéricas que por las noches están agotadas, padres maravillosos que trabajan en casa y son inventores de cometas que vuelan en el pasillo, etc.
Si os interesa haceros con más historias, os recomiendo “Mujeres que corren con lobos”, de Clarissa Pinkola, que ha realizado una estupenda recuperación de cuentos de todo el mundo, y ha deshojado las sucesivas capas que escondían el papel central de las mujeres.
Pero pronto aprendí que las mañanas son otra cosa bien distinta. Por las mañanas, la radio nos habla de las conversaciones “a alto nivel” entre los mandatarios de no sé qué países, hombres en una apabullante mayoría. O nos cuentan sobre la reunión del Consejo Asesor de algún Presidente, hombre él, hombres también los asesores.
Las mujeres de los cuentos y canciones de la noche no aparecen por las mañanas. En mi entorno laboral más directo, es mayoritaria y sangrante la proporción de hombres que deciden qué deben hacer las y los demás. No termino de entender en qué momento del camino se apearon de la carrera profesional pública tantas excelentes alumnas universitarias (están en las encuestas pero no en los equipos directivos), o las esforzadas compañeras de trabajo que he conocido en diferentes lugares, o las brillantes mujeres con las que cruzo mensajes y comparto proyectos (éste, Doce Miradas, es uno de los pocos lugares donde las he reencontrado). ¿Cuántas mujeres hay en el Ibex35? ¿Cuántas científicas conoces, cuántas matemáticas, cuántas comandantes de avión, pescadoras de altura? Y si las conoces, porque las hay a montones, ¿cuántas veces no has pensado al verlas “mira, qué curioso, una mujer en tal sitio”?
Nací mujer hace casi 43 años, pero no entendí el sentido final de las diferencias de género hasta que miré con otros ojos los cuentos con los que quería dormir a mis hijas. Ni tan siquiera en los años de otras militancias sociales (ecologismo, antimilitarismo, culturas, internacionalismo…) fui capaz de aprehender el sentido final de la desigualdad, tal vez porque en todos aquellos otros campos dimos por hecho (equivocadamente) que una cosa nos llevaría a la otra. El tiempo me ha demostrado que no suelen ocurrir estas carambolas, y que la igualdad es, en origen, el producto de una chispa de conciencia que se enciende en privado, y sólo con el tesón diario, podemos hacer que se propague.
Voy llegando al lugar en el que quiero poner los ojos para esta primera “mirada”. Me pregunto: ¿Dónde nos hemos equivocado? ¿Qué hemos hecho mal, o insuficientemente bien? Nuestra generación de mujeres venía con ciertas reivindicaciones de serie, pero no hemos sido capaces de acelerar el cambio. Observo a mis hijas, y a los amigos y amigas de mis hijas, y lo que veo no me gusta en absoluto. En el patio del colegio, ellos acaparan el centro del campo, con su balones y voceríos, mientras ellas caminan por los laterales, unas con otras, contándose “sus cosas”, perpetuando la división y la diferencia, observándose por el rabillo del ojo, sin buscarse para aprender. Son seguidoras de personajes de ficción que deberían arder en las hogueras de la educación igualitaria, y que repiten, paso por paso, los estereotipos que durante tantas noches quisimos apartar de nuestras realidades a través de cuentos que nos inventamos. Así vayan vestidas de vampiresas, esos personajes de hoy siendo las “Mujercitas” de antes, las princesas de los cuentos que descarté como lectura recomendable.
Javier Elzo advertía hace unos meses sobre el escaso avance que, en términos generales, han experimentado las y los jóvenes en materia de igualdad de trato, respeto y aceptación. Mientras la sociedad sea machista, decía, los jóvenes lo seguirán siendo también, hoy y dentro de muchos años. Inquietante. Y muy triste. Cuando estoy a punto de tirar la toalla, suelo visitar el blog de Ianire Estébanez, un compendio de sentido común y argumentos que, sorprendentemente, todavía tenemos que manejar a estas alturas. Leo las cosas tan sensatas que dice y algo se me mueve dentro.
Durante muchos años me consolé pensando que la transformación estaba a punto de llegar. Había llegado a un mundo incompleto y mutilado, pero podía hacerlo cambiar. Un mundo en el que las mujeres tenían que pedir permiso a sus maridos (o a su padre si no estaba casada la infeliz) para poder salir al extranjero, donde los “Tesoritos de la Casa” seguían siendo el modelo. En aquel tiempo pensaba que mi esfuerzo puertas adentro sería suficiente para cambiar las microdesigualdades y todo lo que las rodea. Hoy no estoy tan segura.
Vuelvo a la pregunta que me ronda por la cabeza: ¿qué hemos hecho mal, o insuficientemente bien? Por una parte, creo que no medimos bien las fuerzas y nos volcamos, casi de forma exclusiva, en conseguir la igualdad formal. Tal vez pensamos que se trataba de logros sucesivos, y que tras ésta llegaría, de forma natural e imparable, la igualdad de trazo fino, la que ocurre en cada casa y en cada mente. Hoy en día, la corrección política ha avanzado, y los mínimos legales están, supuestamente, garantizados. Ciertamente, ocurre lo contrario en muchas ocasiones, pero reconozco el gigantesco paso que hemos dado en pos de la igualdad formal.
La desigualdad que me preocupa es un movimiento mucho más sutil, casi silente. Está en el subsuelo de la sociedad que acepta, a regañadientes en muchas ocasiones, prácticas que garantizan la igualdad formal, pero que se asienta en valores y actitudes muy alejadas de ésta. Y me preocupa porque no la entiendo, porque no termino de encontrar ni un único culpable, ni una única víctima.
Y aquí no se libra nadie. Yo misma soy consciente de que contribuyo muchas veces a perpetuar los estereotipos con mis actitudes, tanto en el plano laboral como en el familiar. Ser coherente es agotador, me digo, y al cabo del día repito rasgos de los roles que de forma consciente, me afano en destruir. Y si me doy cuenta, busco alguna excusa, y a otra cosa, mariposa. Estoy segura de que esto mismo ocurre también a muchos hombres.
¿Podemos hacer algo más? Yo creo que sí, y si me lo permitís, voy a dar algunas pistas que, con un poco de suerte, pueden resultar útiles. Mi insuficiente formación en este campo (mis teorías beben directamente de los cuentos infantiles, recordad) me llevará a meter la pata, sin duda, pero acepto las críticas con buen talante. Dicho queda.
En primer lugar, creo que debemos dejar de mirar sólo hacia “la sociedad” pidiéndole cuentas. Yo no conozco a “la sociedad”, no me cruzo con “la sociedad” en el metro, no sé dónde trabaja, ni qué series de televisión ve. Mientras apelemos en exclusiva a la “sociedad” seguiremos estando en el bucle diabólico que nos da la coartada perfecta para librarnos de la responsabilidad individual. Ese ser amorfo y omnipotente que todo lo puede cambiar, la sociedad, no es nada más allá de ti y de mí.
En segundo lugar, necesitamos hablar más, escribir más, leer más, debatir mucho más sobre la visión del mundo igualitario que queremos construir, porque no es ni evidente ni homogénea. Debates abiertos, sin líneas rojas, aquí, en los entornos laborales, en las familias, y mucho, mucho más, en los medios de comunicación. Un debate que nos permita entender para acercarnos. Muchos hombres se sienten cómodos en este grado de igualdad formal, y motivos no les faltan. También muchas mujeres consideran que este estadio de la igualdad es la estación final en la que todas nos bajamos gustosamente. Con ellos y con ellas deberemos acordar nuevos pasos, porque para otras muchas personas, el trayecto no ha hecho más que empezar.
Y en tercer lugar, tenemos que construir un nuevo relato de la igualdad, del feminismo, de la responsabilidad, de la libertad individual y colectiva, porque los que venimos manejando en estas últimas décadas están ya un tanto viejitos y desconectados de las aspiraciones actuales. Se nos han pasado de moda las palabras, tal y como en este blog hemos leído en muchas ocasiones. Cuando nos preguntan si hoy en día tiene sentido hablar de feminismo, mi intuición me dice que unas y otros estamos hablando de un mismo término, sí, pero de muy diferentes significados. Unos piensan en las sufragistas, y otras muchas pensamos, simplemente, en los valores de futuro que queremos empezar a construir antes de que sea demasiado tarde.
Cambiar una vocal en las estrofas de aquella canción, “duerme, Negrita” nos ayudó a mis hijas y a mí a dibujar una realidad distinta, y crecimos sintiéndonos cercanas a esa niña que vive oculta tras una vocal acaparadora. Creo en la fuerza de las palabras, y creo mucho más aún en los hombres y las mujeres que las pronuncian saboreando el mundo que llevan implícito.
Fantástica tarea la de crear una nueva realidad, por mucho que cueste levantarla, sílaba a sílaba. No se me ocurre ningún trabajo más emocionante, y por el lugar que ocupamos en la historia reciente, creo que nos toca hacerlo: somos un puente que conecta el mundo que ya no existe con el que todavía no ha nacido.
Y como cerramos por vacaciones con este post, os dejo con una canción de cuna. Podéis cambiarla todo lo que os apetezca, faltaría más.
Manos a esta obra. Porque “colorín, colorado… este cuento, aún no ha acabado”.
Pilar Kaltzada
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Ummm, difícil tarea nos pones. De acuerdo casi, casi al 100% pero mis matices los explicaré en un post que espero publicar en este vuestro (nuestro) txoko. A mí me duele especialmente la poca visibilidad de mis excelentes alumnas de ciencias y sobre eso escribiré, pero de momento me apunto a esa labor que en tres pasos nos propones, y me quedo, te copio y pienso usarla parra-parra, una de tus frases: «somos un puente que conecta el mundo que ya no existe con el que todavía no ha nacido.»
Ya estoy deseando leerlo, Mikel.
Eskerrik asko Mikel, por tus comentarios, por la compañía. Y gracias también por abrir el ámbito de la reflexión en una dirección en la que también suelo mirar. La ciencia y la tecnología son áreas clave para nuestro futuro, y en ellas, desgraciadamente, las mujeres son una abultada minoría. Como Noemi, ansiosa por leer tu post. Que tengas un verano de lujo.
¿Qué hemos hecho mal o no del todo bien? Pues, como es una pregunta facilita, me atrevo a contestar más o menos lo mismo que dices tú, Pilar. Quizás nos hemos confiado y hemos dejado de empujar. Hemos creído que el mero paso del tiempo traería los cambios. No hemos prestado atención a lo pequeño, a las mínimas señales que nos advertían de las fisuras, de lo que no estaba del todo resuelto.
Me ha gustado ese buen talante tuyo. Un abrazo veraniego.
Ésa es una de las claves, me parece. Me da un cierto reparo pensar que «hemos dejado de empujar», porque me consta que muchas mujeres y hombres no han cejado en el esfuerzo, pero la verdad es que el resultado, de momento, es regular. Como casi siempre, lo que tenemos más cerca, lo más cotidiano, suele pasar desapercibido. Se me ocurre que la solución pasaría, por lo tanto, por prestar la atención que se merecen a esos ámbitos de proximidad. Siempre habrá canciones nuevas que cantar, y cuentos que contar. Me llevo unos cuantos en la maleta para este verano. Abrazo de calorcito para ti también!
Pili, yo no tenía que cambiar la «o» por la «a» ;)… Me ha encandtado tu reflexion.
Yo también me pregunto mucho que es lo que falta por hacer. Yo no creo que hayamos avanzado poco, lo que pasa es que nos gustaría haber llegado mas lejos y sobre todo, nos gustaria que no hubiera «pasos atras», y desgraciadamente los hay. No quiero parecer ingenua, pero yo creo que es importante reconocer que en todo proceso de avance hay parones y pequeños pasos atras. Yo creo que hemos avanzado mucho y que todavia queda mucho, las dos cosas son verdad. El punto de partida era el que era (no hace falta que lo explique). No tenemos mas que ir a otros paises para decir ‘hems avanzado mucho’. Personalmente, desde ese reconocimiento, me resulta mas facil seguir ‘empujando’. Quiza, cuando nosotras llegamos al mercado laboral pensabamos que eramos iguales, y estamos cndicionadas por el batacazo que nos dimos… Pero ojo, hemos sido casi las primeras o las segundas, que masivamente hemos trabajadp fuera de casa.
Comparto contigo al 100% que nos la jugamos tanto en lo individual como en lo colectivo. Yo me pregunto muchas veces, cuando aspiramos a ‘ser libres’ y ‘tener poder’, realmente estamos dispuestas, tenemos ciertos músculos entrenadas para ello???? La frase de que ciando tenemos poder nos dedicamps a disimularlo me encantó, es así,y es perdonable (o yo al menos me lo perdono), porque el precio a pagar es perder ‘feminidad’ a os ojos nuestros y de los demás. Como bien dices, pretender la maxima coherencia nos volveria locas…..Necesitamos role-models y no los vamos a tener en el cortísimo plazo… Cpn suerte y esfuerzo iremos cpnstruyéndolos…
Rsumendo, necsitamps reconocer la naturaleza del cambip, es de largo plazo, para no desfallecer… E individual y colectivaente ir creando role models que sirvan a las generaciones futuras… Doce Miradas es un ejemplo fantastico…
Por cierto, ya os veo promoviendo un programa de TV que hable de esto cn un cierto fuste, lejos de las tertulias en las que a veces se trata el tema con demasiadooco rigor…
Perdon por todas ñas faltas, estoy con el ipad y no me acostumbro al teclado… Enhorabuena por los post, me estan gustando mucho.
¡Gracias Ane! Me hace mucha ilusión verte por aquí.
Dicen que es mucho más complicado prepararte para el largo plazo que atacar metas en corto. No cabe duda que la igualdad es una construcción de generaciones, como las catedrales. Nuestro punto de partida estaba, en efecto, muy, muy atrasado. A eso quería referirme en la parte final de mi post, al lugar que ocupamos en esta carrera de fondo. Todavía no hemos superado todas las taras que venían dadas de una generación anterior, pero nos imaginamos y soñamos con la nueva, y eso crea mucha frustración. En mi caso, al menos, así es. Las preguntas que me hago, las dudas que intento compartir en este foro y en todos los que puedo, tienen que ver, principalmente, con esta tarea: creo que nos toca ser ese puente que conecte los dos mundos. Sin dejarnos la vida en ello, pero sin perder de vista que tenemos que hacer mucho más para seguir avanzando.
Lo del programa de TV me parece una gran idea. El mundo de los medios de comunicación es una de las grandes áreas de trabajo en las que todavía estamos un poquito pez. Y la capacidad de la TV y de los medios en general para ayudar a crear nuevas realidades es algo que no deberíamos desaprovechar.
Gracias por contribuir a este cambio, Ane. ¡A entrenar los músculos! Y a disfrutar del verano. Ondo izan!
Pilar: he disfrutado un montón con tu entrada. ¡Gracias!
Porque comparto contigo la idea de que la igualdad es una chispa de conciencia que debe empezar a prender en lo privado: allí donde podemos canalizar, enfocar, educar. Sin abandonar ámbitos más amplios de formación y sensibilización, claro. Pero es cierto que quien mucho abarca, poco aprieta. Lanzar mensajes a la sociedad es como una suelta de globos: es vistoso pero desaparecen pronto del horizonte, porque no está claro a quién le toca correr para amarrar las cuerdas. Tu texto es un recordatorio de que todavía hay muchos cambios que podemos promover trabajando en el entorno más cercano.
«Necesitamos hablar más, escribir más, leer más, debatir mucho más sobre la visión del mundo igualitario que queremos construir, porque no es ni evidente ni homogénea» Doce Miradas es esto, ¿no?
Un beso grande, Pilar.
Así lo entiendo yo también, Macarena: este espacio puede ayudarnos a abrir más vías de conversación, y desde luego, para mí está siendo una gran lección comprobar que muchas personas también entienden que nos siguen faltando espacios para dejar caer dudas, hipótesis y propuestas en este tema. En lo individual y en lo colectivo, con todos los matices que tiene y que tenemos, que para algo estamos paseándonos por aquí. Gracias por tu comentario, y por el beso grande!
Las niñas y lo niños reflejan claramente el inmaginario social, no hay mas que ver el espacio que ocupa el campo futbol en el patio de la escuela, por ello me gusta el enfoque que has dado al artículo. Creo que el bombardeo de estereotipos que reciben mis hijas es superior a lo que yo sufrí de pequeño. El mercado lo tiene claro, el inmaginario mayoritario vende.
Las mujeres, gracias al feminismo, ya han realizado su aportación ideológica, pero si hablamos de liberación, todavía falta el aporte masculino. Otro dato, un estudio realizado en la escuela de mis hijas, aflora que los niños tienen mas problemas de convivencia que las niñas. Y es que, muchos tampoco nos encontramos cómodos siendo supermanes con pies de barro.
Las mujeres tienen que seguir empujando, pero a su lado tenemos que estar los hombres, construyendo de forma conjunta un mundo mejor para nuestras niñas.
Gracias por las referencias que has dejado un tu artículo, las utilizaremos con nuestras niñas.
Por supuesto Asier, «¿quién si no todos y todas?». Yo, desde luego, no veo este reto como algo de unas contra otros, no desde luego en como dialéctica banderiza, porque así no seremos capaces de construir nada duradero y sólido. Los problemas de convivencia, las dificultades para manejarse en un mundo poliédrico no son exclusivos de las mujeres, ni de los hombres, ni de las mayorías, ni de las minorías. Aquí cada cual lleva su carga, y precisamente, en mi modesta opinión, con Doce Miradas me gustaría contribuir a dar espacio a este debate, a una conversación abierta y compartida. Gracias por sumarte a la charla. Así es mucho más divertida y rica.
Yo estoy contigo, Pilar, en que hay mucho sutil comportamiento que no ya mantiene sino que refuerza la desigualdad. Es aquí, en hacer visible lo que queda ocultaba tanta gente, donde comenzamos a poder crear pequeños detalles que por lo cotidiano son importantes.
Me ha gustado mucho tu texto. Besos.
Julen, yo diría que no son tan sutiles, desde mi punto de vista hemos normalizado las «desigualdades» de nuestra vida cotidiana, haciéndolas invisibles a nuestros ojos. Tomando la ropa como ejemplo, la utilización de los colores rosa-azul, secciones de niños y niñas en las tiendas, etc.. A los hombres nos hace falta mucho trabajo para poder decodificar estas realidades.
Gracias Julen, el gusto por lo pequeño es algo que nos une a muchos y muchas, aunque sepamos que, para qué negarlo, igual estamos un poco pasadas de moda.
Suave-suave, ya sabes… Un fuerte abrazo!
Ante todo me gusta mucho la descripción en tu bio. Aunque muchas cosas no nos gusten, por si acaso, hay que seguir mirando…
Muy de acuerdo con lo de “la sociedad”, traigamos a primera línea la responsabilidad individual. En ese “seguir mirando” que dices nos pasan muchas cosas desapercibidas, también las nuevas realidades que ya existen (a muchos niños no les gusta jugar al futbol y se sienten excluidos de ese ruidoso espacio). Construir puentes es uno de los mejores objetivos.
Saludos y felices vacaciones!
Gracias Isabel, por el doble comentario y por este ratito de conversación.
Tendremos que prestar mucha atención a las nuevas realidades, y no dejar de lado esas otras que venimos arrastrando. Hace unos meses trabajé en un estudio sobre las pautas de comportamiento de chicos y chicas en las redes sociales, por ejemplo, y me quedé con un regusto bastante amargo.
¡No nos libramos de unas cuantas jornadas de trabajo en esos puentes!
Saludos, que tengas un excelente verano
Pienso que queréis dar otra forma a una realidad terca y de un primer origen biológico -que después,sí,refuerzan demasiados hilos de nuestro mundo-, que «hombres» y «mujeres» difieren y que como seres humanos tienden a juntarse entre «similares». Si seguís prefiriendo daros de cabezazos contra esa realidad, seguiréis acumulando sensaciones de fracaso. Pero aparte, lo que nunca he visto hasta ahora es una iniciativa feminista que escuche a los hombres más allá de los que les dan la razón. Todo lo que habéis conseguido ha sido contra «hombres» (los que no os dejaban votar, los que criticaban que hicieseis lo que quisierais para ganaros la vida, etc.), y demasiados sienten cada iniciativa feminista como un ataque contra ellos. En el mejor de los casos recabáis neutralidad (entre los que no convencéis, digo).
No me incluyo,pero: ¿cuántos hombres escucharon o cantaron esa canción con la palabra «Negrita»? Es sólo una metáfora,claro,pero es muy sencillo: el feminismo,como cualquier movimiento humano aglutina a semejantes, y nunca ha hecho nada por atender a diferentes. Pensar que atraeréis a esos diferentes sin acercaros es mucho más optimista que pretender que niños y niñas cambien sus gustos de juego de la noche a la mañana en medio de un océano de impulsos informativos que los refuerzan.
Y sin esa atracción, seguramente no se pueda ir más allá de ea «igualdad formal» aún tan incompleta.
Y me reitero en un comentario a un post anterior: yo no quiero más mujeres en el IBEX35: ¡es que no quiero un IBEX35!
Como siempre, tu comentario tiene mucha miga, makgregory.
Puedo coincidir contigo en el deseo final, pero ya me perdonarás: no me siento capacitada para hacer caer el Ibex35 con un blog; tal y como van las cosas, igual se cae solito si le damos un poco de tiempo…
Yo no entiendo la igualdad como una línea base en la que unos quedan en un lado y otras en otro, será cuestión de gustos.
Siempre me he sentido más cómoda conversando y trabajando con personas con quienes comparto una visión, más allá de lo que traigan de serie en sus cromosomas. No busco que me den la razón (los palmeros para el baile, decía un amigo), pero suelo tender a rodearme de semejantes, es decir, personas con quienes comparto una serie de valores y aspiraciones, sin reparar en su configuración sexual.
Por eso me siento un poco incómoda cuando se habla de vosotros y de nosotras, porque como he intentado dejar apuntado en el escrito, me parece que este tema no es homogéneo, ni mucho menos. Las discusiones más divertidas, ricas y dispares que he mantenido sobre este tema han sido siempre entre mujeres, fíjate. No puedo hablar por todas las mujeres (no lo pretendo, como comprenderás) pero yo al menos, puedo asegurarte que me interesa mucho, muchísimo, atender a las y los «diferentes».
En cuanto a que los logros de las mujeres hayan llegado «contra» los hombres, discrepo profundamente. Y me alegra mucho poder decirlo así, claramente, porque este tipo de debates son los que, en mi opinión, necesitamos tener abiertos.
Lo dicho, muchas gracias por tu aportación!
Sólo una puntualización:no creo que las mujeres hayan conseguido sus logros «contra» los hombres, pero sí que en muchos casos textos de unas y otros que leo me llevan a pensar que se destila esa impresión.
Pilar, he disfrutado muchísimo con tu artículo y me he sentido muy identificada con el relato.
No hay nada que pueda ayudar más en las transformaciones sociales que el ejemplo, personal y colectivo. Al igual que tú, me descubro educando, de forma inconsciente, en valores contra los que intento trabajar.
El entorno es contundente y para nosotras es agotador mantener el tipo en cada situación, no sólo por los condicionantes externos sino también por la esquizofrenia con la que llegamos a vivir la transformación que buscamos. ¡Estamos programadas! Y resulta complicado modificar el código.
Ahí lo dejo, espero poder desarrollar la idea cuando llegue mi turno. 🙂
Un abrazo y felices vacaciones.
Igual también tenemos que aprender a relajarnos en eso de ser coherentes al 100%, ¿no te parece? Claro que en algunos comportamientos, a veces es suficiente con cambiar la manera de ver un poquito (algo de esto nos han contando ya el resto de Miradas), y desde luego, priorizar en el esfuerzo. En mi opinión, todo lo que trabajamos en el ámbito de la educación (individual y colectivamente) es una inversión de futuro garantizada, aunque es verdad que los ritmos de avance parecen, a veces, desesperadamente lentos.
Me dejas con muchas ganas de ver cómo resuelves el tema de la desprogramación… telita, telita…
Gracias Arantxa, felices vacaciones para ti también!
¿Coherentes al 100%? ¡Qué miedito!
Interesante el debate pero esto se va a poner duro en cuanto tengamos el melange de las 12 miradas y descubramos que ese dodecaedro regular (un dado de 12, un D12 para amantes del rol) nos da una puntuación distinta dependiendo de qué cara quede arriba. He tenido miles de alumnas y alumnos porque 25 años en los institutos dan para mucho, y puedo afirmar y afirmo que hay muchos matices además de muy pocas certezas en eso que se apunta arriba de si somos diferentes, semejantes y/o similares. Ahondaré en ello en mi post y espero no levantar muchas ampollas, aunque tengo un amigo montañero que dice que son precisamente ellas, las ampollas, las que mejor hablan del esfuerzo. Da gusto leeros, leches!
Hoy he oído la canción en la radio y …sorpresa! Ahí estaban muchas de las miradas.
En la entrevista pedían la intervención de hombres y…no me he podido resistir!
Aquí está el enlace:
http://www.cadenaser.com/gente/audios/doce-miradas-igualdad-hombres-mujeres-2013/csrcsrpor/20130802csrcsrage_1/Aes/
¡Muchas gracias Oscar! Por seguir esta publicación, por tu colaboración y por acercarnos también el enlace. Me ha gustado mucho eso de ir ganando «capacidad de mirar» poco a poco, palabra a palabra. Que tengas un excelente verano!
Hola Pilar,
En esta mañana de prefiestas de Vitoria, me he acordado de tu post y de la entrevista ayer a Doce Miradas y de tu correo de hoy. Y de repente me ha venido a la cabeza una nana que cantaba a mi hija y que empezaba así: «ea ea mi niña no tiene cuna, su amatxu la quiere y le va a hacer una….». Recuerdo que un día, cuando Nerea fue un poco más mayor me preguntó: «ama, las amatxus también sabéis hacer cunas?» Y lo respodí que claro, que tan bien como los aitas, que no tuviera la menor duda, y que cuando ella fuera mayor también sabría hacer cunas.
Mil gracias Pilar por haber traído desde muy dentro un recuerdo casi casi olvidado.
¡Cuántas canciones y cuántos cuentos! Muchas gracias, Miren, ya tengo otra que añadir a la colección, con la etiqueta de #preguntasinteligentes. A veces basta con un pequeño empujoncito, en formato pregunta infantil, para reparar en pequeños detalles. Disfruta de las fiestas, del verano y de todos los recuerdos que llevas dentro.
Abrazo
Es curioso en mi entorno casi no hay ni niños, ni niñas… no tengo hijos, ni sobrinos, mis amigos o tienen hijos muy mayores o no tienen. Salvo la gran excepción de Jon de 5 años.
Hace un tiempo en casa de unos conocidos había un libro; «La niña que no quería ser princesa» me alegro encontrar una educación así, la alegría me duro poco; la madre intentaba y el padre terminaba con todo lo conseguido… Me hizo estar más atenta. Me esfuerzo en encontrar literatura para Jon, y en orientar sus pensamientos hacia la igualdad. Tiene 5 años y ya piensa que el coche es de papá y la casa de mamá. Pero mi responsabilidad no es educarle. En la observación me molesta comprobar lo que las nuevas generaciones olvidan o destruyen lo avanzado. con tanto sufrimiento y lucha.
Gracias Idoya por tu comentario y por compartir tu experiencia. Afortunadamente, cada día contamos con más registros a los que acudir en busca de ayuda, pero tienes mucha razón cuando señalas que la actitud de muchos y muchas no siempre va en la línea de apoyar este recorrido. Creo que, en gran medida, la responsabilidad de contribuir a una educación igualitaria es trabajo de todos y todas, y no se limita ni a la familia directa, ni al colegio. Ciertamente, hay grados de responsabilidad, pero creo que podemos aportar pequeños granitos de arena, cuando menos, en todos los entornos en los que participamos.
Un abrazo, hasta pronto