DXTFEM: el deporte femenino contado con naturalidad

junio 9, 2015 en Miradas invitadas

OlgaJimenez

Olga Jiménez (@olgajise). Nací en Vitoria. Tengo 42 años de los que 22 han sido de absoluta dedicación a la radio. Los últimos 14 dediqué toda mi pasión y mi vida a la Cadena Ser para contar el deporte y algo más. Recibí con emoción el premio Tiflos Once de periodismo 2015 por mi reportaje “Te doy mis ojos”. Desde hace un año emprendí con mi amigo Mikel el proyecto DXTFEM @dxtfem dedicado al deporte femenino. Como nada es perfecto, desde hace un mes, me han aparcado de mi profesión para enviarme a la cola del paro. Ni eso me ha restado ilusión por seguir ejerciendo como periodista.

 

Los Juegos Olímpicos de Londres fueron el punto de inflexión para plantearnos la necesidad de crear un portal dedicado al deporte femenino. Los éxitos de las deportistas y equipos femeninos en aquella cita olímpica fueron la confirmación del crecimiento de la mujer en el ámbito deportivo, más allá de la excepcionalidad.

El arranque de la web debía ser en nuestro territorio. La provincia de Álava, y sobre todo su capital Vitoria con 240.000 habitantes, presume de ser  “ciudad del deporte”. No es para menos, ya que reúne las infraestructuras y condiciones idóneas para la práctica de cualquier modalidad deportiva. Reducto de las mejores gimnastas en una década dorada con las Niñas de Oro de Atlanta o la gran Almudena Cid, el presente nos situó en el millón largo de telespectadores que vieron en directo el combate de la luchadora alavesa Maider Unda y su celebrado bronce en Londres.

Así que en abril de 2014, con la propia Maider Unda y la jugadora de balonmano Eli Pinedo como madrinas de DXTFEM nace esta web pionera en España.

Un año en el que la reflexión es positiva pero con margen de mejora. El deporte femenino tiene interés, lo confirmamos. Quizás hasta el momento la invisibilidad en  los medios de comunicación presuponía un interés residual, pero no es cierto. El público demanda en función de la oferta, es decir, primero hay una fase de aclimatación, como los montañeros, donde quien quiere información sabe que la puede obtener por determinados cauces, después otra fase de familiarización, y después de normalización, leer o escuchar información deportiva femenina como otro contenido más y frecuente: nada de extraordinario.

El deporte femenino contado con naturalidad, quizás la fórmula y el secreto de DXTFEM. Las deportistas saben que tienen un sitio, y son ellas las que también han utilizado este escaparate para ellas y su entorno.

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Ellas, siguen estando un escalón por debajo. No es nuestro objetivo marcar siempre una comparación con lo masculino. Ni es nuestro estilo ni lo será. Sin embargo, la profesionalización del deporte femenino está a años luz del masculino. Quienes viven de su deporte, las menos, son privilegiadas. La inmensa mayoría compagina su modalidad con estudios, muchos de ellos universitarios, o sus trabajos. Llegada cierta edad, la tendencia es a abandonar el deporte para pasar a otras etapas como la maternidad y la familia. Esa es la realidad que constatamos a través del contacto diario con ellas.

Los apoyos son pocos. Las instituciones han despertado, conscientes de que el deporte femenino ha dado un salto cuantitativo en número de practicantes y cualitativo en éxitos. Las modas, por llamarlo así, también ayudan  a que Ayuntamientos, Diputaciones o Gobiernos Autonómicos presten pequeñas o medianas subvenciones como apoyo fundamental para determinadas estructuras en algunos clubes. Las federaciones pueden hacer más, mucho más. Sin embargo, también es cierto que el altruismo en puestos directivos no permite una dedicación exclusiva para lograr mayores apoyos. Mientras no haya una conciencia de profesionalización en determinados estamentos, siempre habrá una sensación de que las mujeres se dedican al deporte como “hobbie”  y de manera “amateur”. Sentar las bases de proyectos serios, es fundamental para que también se tomen más en serio las carreras deportivas de muchas mujeres.

Carreras deportivas que deben desligarse de una vez por todas de determinados estigmas. La mujer que practica determinados deportes relacionados con el mundo masculino, por ejemplo, el fútbol, sigue siendo mujer y deportista. Atrás quedaron los tópicos de “marimacho” o adjetivos similares. Suena a añejo y trasnochado. El hecho de que en los colegios, en edades tempranas, niños y niñas formen equipos mixtos y practiquen diferentes deportes, en lo que se ha dado en llamar, al menos en Euskadi, “MULTIDEPORTE” ayuda a que la normalización y normalidad sea la tónica general, sin distinción de sexo en función del deporte. Se acabó aquello de los niños fútbol y las niñas gimnasia rítmica. Cada cual podrá elegir en función de sus preferencias y talento, no en función del sexo.

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En Europa, países como Noruega, Dinamarca, Francia, nos llevan ventaja en cuanto a la relevancia del papel de la mujer deportista. Todo es cuestión de que nuestras referentes que lo son por sus éxitos incontestables, dícese de la nadadora  Mireia Belmonte o la jugadora de bádminton Carolina Marín, por poner dos ejemplos, sigan teniendo su sitio en los medios. Lo tendrán en la medida que consigan éxitos. Eso es una realidad, pero al menos, periódicos deportivos nacionales, de clara vertiente futbolera, se han tenido que rendir a la evidencia, abriendo en sus portadas con los éxitos de ellas, en lugar de los goles de ellos.

La experiencia de este año en Álava y el trabajo desarrollado ha tenido repercusión. Nuestra web es ya una herramienta de referencia para otros medios de comunicación locales y autonómicos. El seguimiento en las redes sociales trasciende cada vez que hay una noticia de impacto. El premio a este esfuerzo es la ampliación de nuestro portal de deporte femenino a Euskadi. El interés del Gobierno Vasco a través de sus departamento de deporte y de igualdad ha desembocado en un proyecto que se amplía también a Vizcaya y Guipúzcoa, en una apuesta por unificar todo el deporte femenino vasco en  esta web, como referente y exponente claro de deportistas y aficionados, así como público en general.

Desde DXTFEM los objetivos se amplían y nunca nos conformamos. El siguiente paso, será una mayor expansión en el ámbito nacional. Los cimientos ya están, hace falta un compromiso real y firme por estamentos deportivos e instituciones que consideren necesarias este tipo de plataformas para consolidar y repetimos, normalizar el deporte femenino.

De comadrones y otros partos difíciles

mayo 12, 2015 en Miradas invitadas

IMG_20150511_153223Isaías Lafuente (@IsaiasLafuente). Nací en Palencia. Soy el pequeño de doce hijos, padre de hijo único, buen chaval, y compañero de una mujer extraordinaria. Siempre quise ser periodista y pude serlo en el mejor sitio, la Cadena SER. He trabajado además en la televisión y en la universidad, y he publicado libros y artículos. Escribo con la mano derecha pero miro a la izquierda. Y creo que no hemos venido al mundo para ser neutrales. Lo demás se cuenta en Wikipedia, creo.

Hace 300 años un grupo de notables decidió poner orden en nuestra lengua. Del yacimiento de palabras que acumularon para configurar una de las primeras ediciones del diccionario académico, la de 1780, sorprende encontrar el término comadrón. Explican que “es voz y oficio nuevamente introducido en España” y la acotación produce pasmo, porque era la voz masculina y no el oficio, ejercido por mujeres desde Atapuerca, lo realmente novedoso. Desconocemos el número de hombres que ejercían entonces el oficio en España, aunque sí sabemos el nombre de uno: Julio Clement, el partero que Felipe V trajo de Francia para que atendiera a la reina en el alumbramiento porque no se fiaba de las matronas españolas. Quizá fuera el monarca el que encargó a los académicos la fabricación del neologismo que llegaría años más tarde a nuestro vocabulario.

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En el diccionario ya estaban registradas las palabras partera y matrona, que podrían haber dado masculinos sin necesidad de usar fórceps. Pero escogieron masculinizar innecesariamente la palabra comadre, cuya marca de género está en el ADN del prefijo – el o la que ayuda a la madre – sin necesidad de más añadidos. Porque contra el pensar general, comadrón no masculiniza la palabra comadrona sino que ésta se recoge muchos años después, en 1925, a partir del masculino forzado.

Para entonces los académicos, no conformes con la palabra inventada, ya habían trabajado en especializar la definición de comadrón. Y así, desde 1884, el término no se refiere al hombre que ejerce el oficio de comadre sino al cirujano que ayuda a las mujeres en el parto. Y ese matiz diferenciador y discriminatorio se mantuvo en el diccionario durante más de un siglo: mientras ellas eran comadronas, es decir, parteras; ellos eran comadrones, es decir, cirujanos. Para borrar la frontera hubo que esperar al primer diccionario del siglo XXI.

Los ejemplos de sexismo en la lengua son innumerables, pero la historia de esta palabra ilustra elocuentemente la distinta velocidad con la que los académicos se han desenvuelto a la hora de nombrar la realidad en masculino o en femenino, el diferente criterio adoptado para definir algunas palabras en función de su género, casi siempre dotando de un matiz peyorativo al femenino, y el doble rasero empleado para forzar cambios en la ortografía. Si algunos hombres triunfan en el oficio del vestir y no se sienten cómodos con la palabra modista, fuércense las costuras de la ortografía y hágase la palabra modisto. Pero si una mujer llega por primera vez a la presidencia del gobierno de Alemania, impídase llamarla cancillera, a pesar de que la palabra está en el diccionario para denominar ¡una tubería de desagüe!

La lengua no tiene capacidad para modificar la realidad, pero sí que puede contribuir a oscurecerla. Una sociedad que ha dado pasos sustanciales en el último siglo en materia de igualdad y de inclusión debe contar con una lengua que sea capaz de nombrar esa realidad con justicia y con instituciones que no pongan barreras a los cambios enarbolando la ortografía, la gramática y el diccionario como si fueran las Tablas de la Ley. No se trata de nombrar la realidad en femenino, se trata de nombrar la realidad también en femenino.

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Lo realmente complicado es que en una sociedad secularmente dominada por hombres, las mujeres hayan llegado a los lugares que la ley les vetó a lo largo de la historia, que hoy haya mujeres que ocupan concejalías, escaños y presidencias, dirigen empresas y dictan sentencias en los tribunales… Y frente a ese esfuerzo colectivo, que encierra luchas que acabaron muy mal para muchas mujeres, adaptar la lengua para nombrarlas como corresponde – presidentas, concejalas, juezas, cancilleras – parece tan poca cosa que la resistencia a hacerlo y los diques de contención que la RAE impone mientras la sociedad avanza y habla, evidencian que el sexismo en nuestro país tiene raíces profundas. Víctor García de la Concha, que contribuyó a modernizar una institución vetusta como la RAE, se defendió de las voces que denunciaban el sexismo del diccionario afirmando que “la Academia no quiere ser ni feminista ni machista, sino estar en el feliz punto medio”. Cada cual puede situarse en el placentero punto medio que crea conveniente, pero si ese lugar señalado por García de la Concha se considera zona virtuosa sólo puede significar que no ha leído las definiciones académicas de cada uno de los ismos, porque repasadas es muy difícil encontrar felices equidistancias aunque uno no sea feminista.

Zapatos y coches

abril 28, 2015 en Miradas invitadas

anasaratxagaAna Saratxaga @Mookyana. Soy ingeniera por vocación porque me ayuda a entender el mundo, y dedicada a la automoción por pasión y casi devoción. En su momento tomé la decisión de no ampliar mi familia por dedicarme a mi carrera, y después reorienté mi carrera para poder dedicarme un poco más a mi familia. Hoy peleo para que ninguna otra mujer tenga que enfrentarse a esas decisiones. Mis obsesiones son la participación femenina en el deporte popular como forma de visibilización y empoderamiento de las mujeres; y sobre todo, incrementar la capacitación científico tecnológica de las niñas y jóvenes para que puedan inventar, diseñar y construir el mundo del Siglo XXI.

 

Me gusta mirar los zapatos de la gente, porque son un buen reflejo de la sociedad en la que vivimos: altos, bajos, coloristas, discretos, cómodos, estilosos, eternos o de última moda nos demuestran la riqueza de la sociedad en la que nos movemos.

Lamentablemente en mi trabajo no hay apenas variedad. Los zapatos masculinos me tienen rodeada cuando miro alrededor, y eso reduce la riqueza de nuestro trabajo, porque falta en gran medida la aportación femenina, con enfoques diferentes que aporten su granito de arena en los proyectos en los que trabajamos.

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Quiero convencerte, a ti que andas dando vueltas a qué  estudiar cuando acabes Secundaria, que te plantees estudiar una de esas carreras con nombres que intimidan, asustan o aburren, depende del caso: Ciencias, y específicamente, Ingeniería.

Ingeniería viene de ingenio, de buscar la forma de hacer algo que requiere una combinación de invención, conocimiento y método de trabajo.

Para mí y la mayor parte de las mujeres que conozco que se dedican a esto, la ingeniería es nuestra forma de entender el mundo, cómo funciona. Viene bien saber cómo funcionan los infinitos mecanismos que nos rodean, bien sean aviones, coches, carreteras, teléfonos móviles, ordenadores o televisiones. Ésa es una de las principales ventajas de la ingeniería, puedes trabajar en prácticamente todas las áreas: desde las de la industria pesada hasta la industria más fashion.

Como valoración inicial, te propongo que compruebes si tu personalidad contiene estos rasgos:

a)      Insistencia hasta el agotamiento: Si, esa capacidad de insistir hasta que consigues alargar el horario de vuelta a casa, o cuando consigues convencer para que te compren ese capricho especial.

b)      Negociación infinita: Intentar entender otros puntos de vista, discutir si no estás de acuerdo, volver a intentarlo, revisar los matices de cada punto de vista y conseguir finalmente llegar a acuerdos. Seguro que tu ama, tus amigas y amigos me dirían que eres una gran negociante, cuando quieres salirte con la tuya, ¿verdad?

c)       Trabajo en equipo: Nada que no hagas todos los días, para cualquier trabajo de clase, para cualquier actividad deportiva que practiques, para cualquier plan que tengas.

d)      Dar la vuelta a la tortilla: Si la realidad vista desde un punto de vista no te convence, le das la vuelta, lo miras desde otro punto de vista, y con otra perspectiva. Hasta que consigues que encaje. Basicamente, es lo que haces con la elección de tu ropa cuando sales, o cuando tienes un plan fantástico al que te dicen que no e insistes de otro modo, con otros argumentos.

e)      Reirte de ti misma: Si intentas algo que no has hecho nunca, y por supuesto no te sale a la primera. Cuando repites algo que haces de memoria, y metes la pata por confiar en exceso.

f)       Jugar con los números, para que cuadren. Esos malabares  económicos-financieros que tienes que hacer para que la economía llegue para pagar el móvil, tomar algo, ahorrar para algún viaje, comprar, etc.

Espero que a estas alturas del test, te hayas dado cuenta de que esas capacidades te van a servir para la vida, hagas lo que hagas: medicina, peluquería, periodismo, música o antropología. Da igual el estudio o la actividad, las aptitudes básicas son comunes para todo.

Te prometo que las capacidades que necesitas tener para ser una gran ingeniera, matemática, bióloga o arquitecta son las mismas que necesitas para ser una gran “lo que tú quieras”. No te creas esas leyendas urbanas de super-woman, o coeficientes increíbles. Nada que ver con la realidad. En ciencias, las mujeres somos normalitas, de verdad. Como tú.

Ahora que sabes que puedes, querría repasar las razones por las que aún no hemos conseguido romper ese techo de cristal que nos aleja de las carreras de ciencias. Me encantaría tener la clave, pero de momento solo tengo algunas pistas, y algunas áreas en las que los y las experto@s están trabajando actualmente.

Probablemente el problema que aleja a las niñas de la ciencia se genera al principio de la etapa formativa, cuando tienen los primeros acercamientos a las matemáticas y al mundo abstracto.

Sostengo la teoría de que “de madres de ciencias, hijas de ciencias”. Si en el patio oyes a una amatxu quejarse de los problemas de matemáticas, probablemente la siguiente generación será de letras. Y ya tenemos una capa más en ese techo de cristal.

Si cuando una chica coge un destornillador para intentar arreglar “algo” se lo damos a su hermano, también mantenemos ese techo de cristal.

Si viene manchada hasta la coronilla porque ha intentado construir “un cohete”, “un coche” o una casa en el árbol,  o hacer cualquier experimento con lo que se le haya ocurrido, y le cae una buena bronca, o incluso le decimos que eso “es de chicos” seguimos manteniendo y engrosando ese techo de cristal.

Esas barreras iniciales van cayendo cada vez a mayor velocidad, la sociedad va madurando y rompiendo poco a poco esos prejuicios. Sin embargo la presencia femenina en las áreas científicas es lamentablemente baja todavía.

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Si revisamos específicamente la presencia femenina en la industria de automoción tenemos que considerar el ciclo de vida completo: diseñar, fabricar, vender y mantener los coches requiere de gente con formaciones muy diversas, trabajando en áreas muy diferentes y aportando puntos de vista complementarios hasta conseguir toda esa variedad que de cochecitos, coches y cochazos que ves en las calles, los medios o internet.

Las mujeres también estamos metidas en ese mundo, casi desde el principio de la historia del automóvil. Una abuelita me decía hace tiempo que las mujeres hemos dado un gran paso en el siglo pasado: Desde ser invitadas ocasionales en los coches, normalmente en el asiento trasero, a conducirlos. Es cierto, fue un gran paso, pero no es en absoluto suficiente. En algunas áreas de automoción la presencia femenina es un hecho consolidado: Calidad, Logística, Compras, Comercial, Marketing y muchas otras. Hay muchas mujeres con mucha y muy buena formación trabajando en la industria del automóvil.

En ingeniería nos sentimos más solas. Cuando vamos a las centrales de ingeniería, al corazón del diseño de los coches de cualquier fabricante de automóviles, nuestros zapatos están casi siempre rodeados de zapatos masculinos. Todavía se ve muy poco tacón, muy poco color y eso hace que nuestros coches no sean aún perfectos. Si somos la mitad de la sociedad, debemos aportar la mitad del valor, y no lo estamos haciendo.

Te invito a que te des cuenta de que puedes diseñar los coches del futuro, que puedes aportar tus ideas para que los motores sean más eficientes, los coches consuman menos, sean más seguros, nos protejan mejor en caso de accidentes, tengan nuevas posibilidades de conectividad, se muevan con nuevas y mejores energías. Tenemos que romper esa frontera que hace que hablar de diseño de coches sea todavía un mundo masculino.

Si nunca te ha apetecido meterte debajo de un coche, o si al abrir el capó te has sentido como delante de un jeroglifico egipcio, ten en cuenta que cualquiera de tus compañeros han tenido la misma sensación la primera vez que lo han hecho. La única diferencia es que ellos se enfrentan sin miedo, sin prejuicios y suponiendo que lo van a hacer bien. Si tú piensas lo mismo, también lo harás bien, pruébalo.

Te necesitamos, en ingeniería en general y en automoción en particular. Los números de nuestra industria son aún abrumadoramente masculinos.

Este problema ocurre en todo el mundo, en prácticamente todos los países de nuestro entorno comparten el diagnóstico: nos faltan mujeres de ciencia, y específicamente nos faltan mujeres ingenieras. Todavía no hemos entrado en algunas áreas en número suficiente, seguimos siendo una excepción frente a otro tipo de profesiones en las que la presencia femenina es mas equitativa.

Me gustaría convencerte de que va a merecer la pena, de que tienes futuro aquí, con nosotras. Queremos ver tus zapatos con los nuestros, en una de las industrias que mueve el mundo, diseñando los coches del siglo XXI,¿ te animas?

Aquí huele a Varón Dandy

abril 14, 2015 en Miradas invitadas

Carmen MuñozCarmen Muñoz, @CarmenMunozL, ha dedicado toda su vida profesional a la comunicación y la gestión empresarial, pero se ve a sí misma como una analista social. Feminista vital, está realizando su tesis doctoral en Sociología sobre los planes de igualdad en las empresas porque la igualdad de género es su verdadera inspiración. Convencida de que la revolución social solo es posible con la participación activa de las mujeres. Un día se puso las gafas violetas ¡y le cambiaron la vida!

 

No sé si os está pasando a vosotras, pero últimamente a mí todo me huele a colonia testosterónica, de esa que, si tienes la mala suerte de que te toque alguien al lado con ella puesta en un largo viaje, prefieres no respirar a morir oliendo tales efluvios. No exagero. Últimamente huele mal, muy mal, porque hay demasiadas malas noticias para las mujeres: un rebrote espectacular de la violencia machista se está convirtiendo en el pan nuestro de cada día y un sarpullido continuo de micromachismos cotidianos nos deja el corazón lleno de ronchas. No, no creáis que estoy exagerando. Estos últimos meses se han convertido en una pesadilla para las mujeres y niñas. Por un lado, porque las cifras que atañen a esta violencia de género crecen sin parar y, por otro, porque no dejamos de oír a nuestro alrededor a los machirulos (no sé quién ha creado este término pero me encanta) con poder, diciendo y haciendo machistadas, de las que en mayor o menor medida se hacen eco los medios de comunicación.

LOS MACHIRULOS

Algunos se ríen condescendientemente, otras nos ponemos de muy mala leche. Pero ocurre que, aunque un político o una institución haga apología del machismo, no pasa nada. ¡Señores, que su sueldo también lo pagamos nosotras! En verano nos desayunábamos con el alcalde de Valladolid, que no quería entrar en un ascensor con mujeres porque podían quitarse la ropa y acusarle de violación. Pues sorpréndanse: ¡se presenta a la reelección!

Alcalde Valladolid

Y no crean que ha empezado mejor la primavera. Estos días hemos tenido de aperitivo a la Guardia Civil haciendo gala de su supina ignorancia en cuanto a violencia de género y con ello riéndose de todas las mujeres con un tuit que solo muestra la falta de interés de algunas instituciones por un tema que debiera ser su prioridad.

Cuando Maltratas

Yo, a todos estos, los trasladaba durante una temporadita a una casa de acogida de mujeres maltratadas y agredidas sexualmente para escuchar en primera persona lo que dicen. Vete tú a saber, igual ni con esas lo entendían. Es lo que tiene la testosterona cuando invade el cerebro: lo transforma en un pene y te deja tonto del culo.

INVISIBILIZADAS

Las buenas noticias, esas que debieran hablar de los logros de las mujeres, o simplemente de mujeres que trabajan y ponen en valor su talento, son muy escasas. Y cuando hablo de trabajo no solo me refiero al ámbito profesional, pues hay actividades que se desarrollan en la sociedad civil que tienen que ver con el asociacionismo, con el voluntariado, con la política de base y con tantas y tantas cosas en las que las mujeres desarrollan un trabajo invisibilizado y de las que apenas se habla. No digamos ya el trabajo doméstico y de los cuidados, en el que desafortunadamente ellas siguen siendo dueñas y señoras, porque mientras ellas limpian la casa y cuidan a toda aquella persona que entra por la puerta, la corresponsabilidad se esfuma por la ventana. Y no exagero: solo hay que hacer una pequeña búsqueda en las estadísticas del INE, en un apartado que se denomina Encuesta de Empleo del Tiempo y te saltan los datos a la yugular: “Las mujeres dedican cada día dos horas y cuarto más que los hombres a las tareas del hogar y sigue habiendo una diferencia de participación en el trabajo no remunerado de 17 puntos porcentuales a cargo de las mujeres (74,7% los hombres y 91,9% las mujeres)”. Sírvanse profundizar, ya que estamos en la cocina.

NI MUJERES PRIVADAS, NI MUJERES PÚBLICAS

Qué bien estaría (o mejor, qué justo sería) hacer un esfuerzo por introducir este tipo de noticias en el discurso mediático cotidiano, para recibir así la consideración que se merece la mitad de la población: nosotras, las mujeres. Romper esa división entre la vida privada y la vida pública es una asignatura pendiente que ya Kate Millett denunció hace más de 40 años: “Ni mujeres privadas, ni mujeres públicas: lo personal es político”. Con esta brillantísima idea desarrolló su tesis doctoral en el emblemático año 1968, publicándose dos años después y siendo un éxito de ventas. Hoy, la brillante Kate Millett vive casi desahuciada a sus 80 años, a pesar de lo que dijo la también escritora feminista Andrea Dworkin allá por 2003: “El mundo estaba dormido y Kate Millett lo despertó”. ¡Es el triste destino de algunas feministas a las que tanto debemos!

LA MASA CRÍTICA DE MUJERES

Pero no se crean, de aquellos polvos estos lodos y aunque sí hemos avanzado, no lo suficiente. Se necesitan mujeres en todos los frentes para convertirse en referentes, para que formemos esa masa crítica de la que hablaba Drude Dalherup, necesaria para influir en todo aquello que nos concierne a nosotras y con ello a este planeta finito en el que vivimos. Cuantas más mujeres haya, mayor será el ejemplo para las generaciones venideras. Es imprescindible. Y esto incluye, aunque a muchas no les guste (soy consciente de que aquí hay gran disparidad de opiniones), a todas aquellas que no son feministas ni de lejos, ni de izquierdas, ni ecologistas, ni internacionalistas. Pero a mí me sirven (aunque no tanto como quisiera), porque crean referentes, porque visibilizan que se puede llegar a donde se quiera, y porque el poder y los puestos de decisión e influencia no son cotos privados masculinos. No solo podemos: ¡debemos!

El problema es que muchas veces nos confundimos. Practicamos poco la sororidad, término creado por nuestra querida Marcela Lagarde, y criticamos a las mujeres por lo que son, en vez de por lo que hacen. ¿Lo han pensado alguna vez? Pues lamentablemente con las mujeres es así, entre nosotras también, y mucho, que aquí no hay quien se salve y un poco de autocrítica no viene nada mal. Sé que cuesta, sobre todo con algunas (me acuerdo ahora mismo de la inadjetivable Fátima Báñez), pero debemos ejercitar la sororidad a cascoporro. Debemos tomar conciencia (que no digo condescendencia) para fijarnos en que, si un hombre se equivoca o fracasa, “el problema es de fulanito”. Si lo hace una mujer, “el problema es de todas las mujeres”. Conciencia sí… y precaución. Si no, luego no nos extrañen los altos porcentajes de deserción que hay en la política y en los altos puestos de empresas y organizaciones copadas por hombres, desafortunadamente casi todas, porque esto de la “maldita paridad”, como algunos energúmenos lo llaman, no termina de ser una realidad. El poder del heteropatriarcado es tan atroz que nos engulle día a día. El otro día un amigo me decía que hasta las listas cremallera en las elecciones son un producto heteropatriarcal. Y no le falta razón.

Todo lo que visibilice lo que hacen las mujeres en pro de sí mismas ayuda a avanzar en este dificilísimo camino hacia la igualdad de género. Y como no solo hay un feminismo, sino muchos, que son fruto de tantos años de lucha y Teoría Feminista y, sobre todo, fruto de la sociedad compleja en la que vivimos, me atrevo a afirmar que la frase de María Teresa Fernández de la Vega “cada vez que una mujer da un paso, todas avanzamos”, toma más relevancia que nunca. Evidentemente yo añadiría que el paso tiene que ser hacia adelante. Si no, no vale.

LA IZQUIERDA Y LA GUILLOTINA

Si no fuera por el feminismo, por la lucha de las mujeres que nos antecedieron, es casi seguro que yo no estaría aquí, no ya escribiendo de feminismo y de mujeres. Es que no estaría escribiendo en un medio de comunicación. Es posible que no supiese ni escribir. Y vosotras, queridas lectoras, no podríais, ni sabríais leer. Algo habremos hecho bien. Yo diría que muy bien, después de más de 200 años de lucha desde que Olympe de Gouges en 1791 escribía la Declaración de los Derechos de la Mujer y la Ciudadana. En dicho escrito afirmaba que “la igualdad se había quedado en una consigna, ya que los revolucionarios no querían mujeres ni libres ni iguales”. Acabó en la guillotina. Y es que si analizamos la relación de los movimientos de izquierda con respecto a este tema, tampoco salen muy bien parados a lo largo de la historia: siempre, incluso ahora, ha habido cosas más importantes que la de la igualdad de género. ¡Así nos va!

Y digo que habremos hecho bien, porque si por algo se caracteriza el feminismo es por su lucha pacífica: ni una víctima. Al menos en el “otro bando” porque en nuestras filas muchas mujeres han pagado cara su militancia. Hagan un repaso a la Historia, pero a la que habla de mujeres. Perdonen, no me había dado cuenta de que la Historia, si por algo se caracteriza, es porque de ellas se habla poco: la invisibilización es tremenda y parece que no ha habido mujeres en muchos ámbitos de la política, de la cultura, del arte, de la educación, del deporte y un largo etcétera. El pacifismo es femenino, no tengo ninguna duda. Será que las mujeres, aunque nos tachan a menudo de lo contrario cuando defendemos el derecho al aborto, sabemos del valor de la vida.

FEMINISMO RADICAL

Una no recuerda exactamente cuándo se hizo feminista. Es mi caso, pero tengo plena consciencia de que ha sido un proceso a lo largo de mi vida. Pequeñas cosas que suceden a tu alrededor y que no estás dispuesta a admitir y poco a poco vas tomando conciencia, y cuanta más conciencia tomas, más libre te haces. Es la grandeza del feminismo: te da herramientas para dirigir tu vida, para empoderarte y dejar atrás los miedos que nos inculcan todos los días, las “medias naranjas” y tonterías románticas de ese tipo, y las inseguridades que cercenan nuestras aspiraciones. Es poderoso porque nos enseña a decir NO y nos da la libertad de mirarnos con nuestros ojos, no con los de los demás (sí, pongo el masculino a conciencia).

Durante mucho tiempo me ha fastidiado que me llamaran feminista radical solo por ser feminista, como si serlo implicara la radicalidad. Gasté demasiada energía en explicar que el feminismo radical fue un movimiento dentro de la corriente general en los años 70 que se caracterizaba por su lucha antipatriarcal rechazando hacerlo desde el entramado institucional, teoría que, por supuesto, cuando la contaba, a nadie le importaba. Ahora, en estos tiempos malditos, reconozco que no se puede ser feminista sin ser radical, aunque ello no signifique exactamente la radicalidad teórica de los setenta. En un país donde no hay paz para las mujeres, no se me ocurre otra forma. Les puedo asegurar que si tuviera veinte años estaría en Femen: ¡qué valientes!

A lo largo de la historia si alguna vez ha tomado relevancia el feminismo y han resurgido con más fuerza sus reivindicaciones, ha sido en los momentos de transición hacia formas sociales más justas y liberadoras. Este es uno de esos momentos históricos (por eso parece estar “de moda”) que no podemos dejar pasar. De lo contrario, me temo que el olor a Patrick, a Varón Dandy y a Brummel se quedará impregnado para siempre en nuestras vidas. Así que abramos las ventanas, respiremos, salgamos a la calle, tomemos los puestos de decisión y seamos protagonistas de la revolución social. Sin nosotras, me temo, ¡no es posible!

Creación y Pro-creación

marzo 17, 2015 en Miradas invitadas

Borja Adsuara Doce Miradas

Borja Adsuara Varela. Profesor, Abogado y Consejero de Estrategia Digital. Miembro del Jurado de la Publicidad y ADEI. Ha sido Director General para el Desarrollo de la Sociedad de la Información, Director del Observatorio de Telecomunicaciones y Sociedad de la Información y Director General de Red.es. Conferenciante, colaborador en elconfidencial. Bloguero (menos tecnología y más pedagogía) y empedernido tuitero (@adsuara).

Con esta colaboración, en la semana del “Día del Padre”, pretendo realizar una mirada desde la perspectiva de género, o con las gafas lilas, al Derecho de Autor, y hacer una comparación entre éste y los derechos de los padres y las madres.

La “maternidad” de la obra.Creativity Alex Norris Borja Adsuara Doce Miradas

Uno de los derechos más importantes, si no el que más, del Derecho de Autor, es el derecho “moral”, irrenunciable e inalienable, a “exigir el reconocimiento de su condición de autor de la obra” (art. 14.3º LPI).

Este “derecho a la autoría” se ha comparado tradicionalmente con un derecho a la “paternidad” de la obra; quizá porque la paternidad es la que puede ponerse en cuestión y/o la que debe reconocerse, mientras que “mater semper certa est”.

Y quizá, también, porque el símil al que se recurre tradicionalmente en el tema de las creaciones intelectuales es el de un Dios Creador (Padre) y su creación; pues la creatividad es lo que nos distingue de los animales y nos asemeja a Dios.

Sin embargo, es un término (el de la paternidad de la obra) y un símil que no me parecen correctos, ni justos; pues mucho más correcto y “justo” (en el sentido de “justicia” y “ajustado a la realidad”) me parece hablar de la maternidad de la obra.

En efecto, las obras se conciben, se gestan durante un periodo y se dan a la luz, con esfuerzo, como una madre con su hijo. No en vano, a las obras se les llama “partos de la inteligencia” y “editar”, originariamente, significaba en latín: “parir”.

¿Son los hijos “obras en colaboración” u “obras colectivas”?

Por otro lado, para analizar los derechos de los padres y madres sobre los hijos, podemos darle la vuelta a esta comparación entre la creación y la pro-creación, y estudiar los derechos de los distintos autores sobre una obra común.

En este sentido la LPI habla (art. 7) de la “obra en colaboración”, como  “resultado unitario de la colaboración de varios autores” y dice que los derechos de éstos sobre aquella, salvo pacto, son los mismo que los de una comunidad de bienes.

Por otra parte, dice (art. 8) que la “obra colectiva” es “la creada por la iniciativa y bajo la coordinación de una persona… que la edita y divulga bajo su nombre y está constituida por la reunión de aportaciones de diferentes autores”.

Y que esa “contribución personal se funde en una creación única y autónoma, para la cual ha sido concebida, sin que sea posible atribuir separadamente a cualquiera de ellos un derecho sobre el conjunto de la obra realizada”.

Y añade a continuación que “salvo pacto en contrario, los derechos sobre la obra colectiva corresponderán a la persona que la edite y divulgue bajo su nombre”. Luego no se dan los mismos derechos que en la obra en colaboración.

La madre tiene “mejor derecho” que el padre.

Aplicando el símil a la procreación, ¿son los hijos unas obras en colaboración o unas obras colectivas, en las que, aparte de los autores que hacen su aportación inicial, hay una persona que asume el trabajo y riesgo de la gestación y el parto?

Creo que es de justicia reconocer que la madre tiene mejor derecho que el padre, puesto que es doble: como co-autora y como editora. Lo cual no quiere decir que el padre no tenga también un derecho, como co-autor, que debe garantizarse.

Ahora bien, no parece que la “iniciativa” (concepción) y “divulgación” (crianza) de esas “obras colectivas” (hijos) se haga -exclusivamente- bajo la responsabilidad y nombre de la madre, sino que parece que es (o debería ser) algo compartido.

Y tampoco parece que los derechos (y deberes) sobre esas “obras colectivas” (los hijos) correspondan -exclusivamente- a la madre, por mucho que los haya editado o parido; sino que corresponden -por igual- a los padres y a las madres.

Y esa compartición en igualdad -de los derechos y deberes de madres y padres sobre los hijos- debe darse desde el mismo momento del nacimiento y durante toda la vida de estos, tanto si los progenitores viven juntos, como si se separan.

Los hijos como “Creative Commons”.

Creative Commons Borja Adsuara Doce MiradasAunque se trata de una “licencia” pedagógica, digamos que los hijos son como unos “Bienes Comunes” resultado de la creación o, en este caso, la procreación; y los derechos y deberes sobre ellos no son exclusivos de uno, sino compartidos.

Y hay que intentar mantener dicha situación, tanto durante la con-vivencia de los progenitores, como en el caso de la ruptura de dicha con-vivencia. Para lo cual, se deberían aplicar tres reglas como punto de partida (salvo pacto en contrario):

  1. Custodia Compartida: Esto es, compartir los cuidados que necesitan los hijos. Que no quiere decir ni que sea al 50% ni que haya un único modo de hacerlo. Quiere decir que ambos progenitores tienen el derecho y el deber de hacerlo.
  2. Cuentas Claras: Compartir en una cuenta conjunta y transparente los gastos de los hijos, realizando -ambos progenitores- sus aportaciones en proporción a sus ingresos. Compartir no quiere decir, tampoco aquí, que sea “al 50%”.
  3. Cada uno en su Casa: Liquidar la Casa Común, porque la vivienda es lo único que no se puede compartir. Y no es verdad que los hijos necesiten una casa; necesitan dos, para poder estar -en igualdad- con su madre y con su padre.

Conclusión.

Como dice el manifiesto de Doce Miradas: construyamos un espacio común para hombres y mujeres, que sea más justo y equilibrado, desprogramando los roles de género, socialmente construidos, en todos los ámbitos: profesional y familiar.

¿Literatura de mujeres?

marzo 3, 2015 en Miradas invitadas

elena_sierra (2)Soy Elena Sierra, licenciada en Ciencias de la Información y colaboradora de los periódicos El Correo y Bilbao. Como leo rápido, me especialicé en Cultura-Libros. De vez en cuando escribo algún guion, organizo alguna jornada o escribo alguna nota de prensa (la mayor parte de esto lo hago en colaboración con la empresa Biografías Personales), pero fundamentalmente leo, pregunto y escucho. Intento que las preguntas sean siempre más cortas que las respuestas porque creo que es un buen camino hacia el conocimiento; también creo que si se dejara escribir y hablar más a las mujeres en los medios, todo sería mejor.

Me he equivocado de libro, pensé, sentada en la estación de autobuses.
Punto uno: voy a una ciudad en fiestas y a ver a mis sobris, y este es un libro de muerte y duelo. Pero en circunstancias normales, eso no tendría importancia y hasta me haría gracia, por resumir tan bien lo que somos.
Punto dos, y éste sí: es un libro sobre la muerte de un hijo, la ruptura de una pareja y el dolor, y está escrito por un hombre.
Y allí, sentadita en la estación, casi en off, me activé y me puse a pensar en otras cosas que, como todo está conectado, acabaron siendo la misma cosa.

El día anterior habíamos estado hablando de amor y de hablar del amor; para ser más exacta, había que presentar un libro sobre el amor, o sobre las relaciones -no, no es lo mismo, aunque te digan que sí-, y para hacerlo nos habían invitado a tres mujeres. Con la autora éramos cuatro. Habíamos reflexionado sobre eso, sobre el hecho de que para presentar a una mujer y su libro sobre las relaciones nos hubieran invitado a tres mujeres más… Ya se sabe, son nuestras cositas. Aunque hay que decir que el libro se salía un poco de ‘la norma’. Tanto, que alguien dijo que algunos cuentos de la autora en cuestión eran para hombres o masculinos, y yo tiemblo, pero es otro tema.

sciencie fiction from women for women

Allí estaba yo, con el libro de un autor que me gusta mucho, cuyas frases releo nada más leerlas, dándole vueltas a la etiqueta. La de literatura de mujeres. Para mujeres. Este libro tenía, en teoría, todas las papeletas para ser catalogado como tal. Ay, madre, sentimientos, emociones, lágrimas, relaciones en peligro, la figura del hijo. ¡El hijo! (Este también es otro tema, me estoy liando)
Excepto una papeleta, la más grande, el as, la vacuna: su autor es un hombre y parece que inmediatamente está salvado de caer en ese montón. El de la prevención, el de si ers hombre, no te gustará; el de si de verdad te gusta leer, esto no es para ti. Esto es solo literatura para mujeres.
Miré la faja -sí, la faja- y leí: «Una de las apuestas más personales y valiosas de nuestra prosa actual», «Excelente escritor», «El mejor exponente de su generación», «Uno de los escritores decisivos de la nueva narrativa española». Me pregunté si eso se escribiría si quien hubiera escrito esta historia de pérdida hubiera sido una mujer.
Me respondí que no. Tristemente, no.
No habría salido del montón de la prevención. Probablemente habría sido publicado por otro tipo de editorial, con otro tipo de portada, y otro tipo de reclamos. Algunos pensarían que no iba con ellos, como algunas pensarán que este libro del que hablo no sería de su gusto. La etiqueta funciona. Divide (en dos), desprecia y reduce (a una, mientras tiene el poder de ensalzar al otro sin tener que mencionarlo siquiera), te convence de algo que no es real. He leído varios best-sellers que entrarían, por lo que creo deducir tras décadas de lecturas, en la categoría de libros para mujeres, pero que se venden como libros sin más y en estanterías de géneros sin más (espías, historia); es decir, si llegan a ser despreciados es porque son un rollo o están mal escritos y no porque, de entrada, son para mujeres y están escritos por mujeres.

Leo. A veces cuando me preguntan qué hago, respondo que leo. Me parece más definitorio de mí que mi trabajo: leo y aprendo, leo y me planteo, leo y pienso, leo y muto, y cuanto más leo, más quiero. Por supuesto me fijo en los nombres que hacen posible la existencia de las novelas y los ensayos y los poemas que leo, pero no son la razón en la que baso mis elecciones. Si es un hombre o una mujer, no me importa (a no ser que ya haya leído algo suyo anteriormente, a no ser que haya leído algo sobre su historia que me parezca maravilloso). Me niego a asumir esa separación que parte de una concepción sexista de todo, y del desprecio sistemático de una parte o lo que se asocia eternamente a ella, porque todo está conectado.
Y sin embargo, confieso: me descubro cada vez más buscando nombres de mujeres en las portadas de los libros que elijo, porque estoy hasta el moño de que me digan que no pasa nada, que es algo natural que sus obras no estén en las listas, ni sus culos en las academias, ni sus firmas en los suplementos culturales, ni en sus cuentas corrientes los importes de los premios porque no dan la talla. Ya, ya.

Sororidad: ¿Hace cuánto que no compruebas tus privilegios?

febrero 17, 2015 en Miradas invitadas

cwlChristina Werckmeister Lacarra (Los Ángeles, 1966) (@cwerckmeister). Licenciada en Filología Clásica, mi trabajo como co-fundadora y directora del Itinerario Muralístico de Vitoria-Gasteiz me permitió desarrollar mi marcada visión social. Uno de nuestros mayores objetivos es utilizar la producción de arte urbano monumental, creado de forma comunitaria y libre de estigmas elitistas, como herramienta de concienciación y crítica. Varios proyectos se han centrado en la equidad de género de manera explícita. Ahora, tras más de 20 años en el mundo laboral, he decidido volver a la esfera académica, estudiando por la rama de políticas públicas un Máster de Mujeres y Ciudadanía en la Universidad de Barcelona.

 

¡Hola Docemiradas! Y gracias por la invitación. Es un honor participar en esta gran plaza pública. ¡Qué importante para el feminismo es esta posibilidad tecnológica de intercambio de ideas, críticas y propuestas! Es como una recreación virtual de aquellas asambleas y grupos de debate donde confrontábamos conceptos, el primero de ellos incluso nuestro propio sexismo, para armar nuevas estructuras y andamios sobre los que elevarnos entre todas.

Acabo de releer (¡y recomiendo!) a la gran  Bell Hooks, El feminismo es para todos. Nos pide que no perdamos esas ganas de debatir dentro del propio feminismo, porque es la base de la verdadera sororidad. Ella recuerda los 60 y 70 donde se fueron forjando los feminismos de la Segunda Ola:

En vez de abandonar su visión de sororidad ante la imposibilidad de alcanzar una utopía,
crearon un verdadera sororidad, que tuvo en cuenta las necesidades de todas.
Éste era el duro trabajo de solidaridad feminista entre mujeres.

Pero Hooks nos advierte:

La sororidad nunca hubiese sido posible cruzando las fronteras de raza y clase 
si algunas mujeres individualmente no hubiesen estado dispuestas 
a ceder su poder de dominar y explotar a grupos subordinados. 

 

Por ello es importante comprobar constantemente nuestros propios privilegios de poder.

Observo una insidiosa tendencia en mí misma: con frecuencia olvido mis privilegios de clase, etnia, capacidad funcional, sexualidad (etc). Pero no soy la única. Como feministas, hablamos, pensamos y escribimos sobre diferentes tipos de subordinación y cómo operan «interseccionalmente«.  Género, clase, etnia, capacidad funcional, sexualidad, religión, edad (¡y más!) crean un sistema social de opresiones y privilegios que funcionan simultáneamente, aunque no todas con la misma intensidad. Sin embargo, nos resulta más fácil, y a menudo más urgente, ver las opresiones que los privilegios, especialmente si son los nuestros.

Claro está, el género atraviesa toda esta diversidad, y eso nos une. Pero lo que tenemos en común tampoco borra las diferencias ni las desigualdades entre nosotras. Y de la misma manera que criticamos el pensamiento androcéntrico que toma el concepto hombre por toda la humanidad, por eso también debemos hablar de mujeres y no de la mujer. Por eso decimos feminismos y no feminismo. Sabemos además que hay un feminismo occidental, blanco y heterosexual y de clase burguesa cuya hegemonía hemos de cuestionar las que «nos criamos» en él. Aquí tenéis un interesante debate donde ganó la moción «El Feminismo ha sido secuestrado por mujeres blancas de clase media» que propuso Myriam Francois-Cerrah.

¿Recordáis esa secuencia de la película La Vida de Brian de Monty Python donde se reúnen el «Frente Judaico de Popular» en el anfiteatro romano? Judith empieza la discusión declarando: «Yo creo, Ned, que un grupo anti-imperialista como el nuestro debe reflejar las divergencias de las bases.» Cada uno de los pomposos pronunciamientos androcéntricos tipo «Es el derecho inalienable de todo hombre…» , es interrumpido machaconamente por Stan con un «y mujer«. Casi que podríamos sustituir las palabras «grupo anti-imperialista» por «grupo feminista» y recordar machaconamente que cada vez que nombramos nuestras opresiones debemos nombrar también nuestros privilegios.

No es que los privilegios sean lo opuesto a las opresiones, pero en este «sistema» definitivamente tienen una relación que no se puede obviar. Gozar de ciertos privilegios no te convierte necesariamente en opresora (aunque puede que también) pero sí te beneficias. Y si te beneficias injustamente de la estructura social, también es tu responsabilidad cambiarla.  Algunas personas, o no se dan cuenta, o directamente lo niegan

¿Por qué algunas personas se empiezan a poner nerviosas cuando hablamos de sus privilegios? Parece que les invade un sentimiento de negación tal vez enraizado en un sentimiento de culpa. ¿Cuántas veces hemos oído?: «Espera un momento, yo no he tenido ningún privilegio. Todo lo que yo tengo, todo lo que soy me lo he ganado yo. A mí nadie me ha dado nada gratis«. Bueno, sabemos que eso no es verdad. Aquí tenéis un buen artículo de Jamie Utt  sobre cómo hablar de privilegio con alguien que no sabe lo que es. Parafraseando a Utt, una definición de «privilegio de identidad» sería: Cualquier beneficio o ventaja que recibes en la sociedad solamente por tu identidad de etnia, religión, género, sexualidad, clase-riqueza, habilidad funcional o estatus migratorio.

Yo, como mujer cis-género, blanca, occidental, sin diversidad funcional, heterosexual, de clase media y formada en el feminismo hegemónico, cada mañana cuando salgo por la puerta sé que no tengo que gastar ni una neurona en:

  1. Planificar mis movimientos para evitar barreras urbanas, arquitectónicas, ni preocuparme de que me tomen en serio y me respeten como persona adulta.
  2. Mostrarme afectiva con mi pareja en público.
  3. Llevar un pañuelo en la cabeza cuando subo a un transporte público.
  4. Acudir a cualquier centro de salud si me encuentro mal.
  5. Sentirme estigmatizada por mi profesión; todo lo contrario se me tendrá por una mujer digna de respeto por «proteger» mi sexualidad.

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Y así muchas cosas más. Como no tengo que gastar neuronas, es fácil que se me lleguen a olvidar. Y de ahí rápidamente a racionalizar que todo lo que tengo me lo he ganado, o lo que es peor, que soy mejor, más avanzada, más libre, más lista; cosa que simplemente no es verdad. Según Shankar Vedantam, «Los que viajan con la corriente siempre pensarán que son buenos nadadores«.

El feminismo de la interseccionalidad nos explica y nos expone estas estructuras vivas y por dónde hay que atacarlas. Pero a la vez que nos abre los ojos, nos obliga a volver la mirada sobre nosotras mismas, comprobando continuamente nuestros privilegios. El espíritu crítico feminista para revisar y corregir el pensamiento androcéntrico, también nos lo debemos aplicar para evitar un feminismo hegemónico.

Quiero esforzarme en escuchar y aprender de todos los feminismos. Quiero resistir la tentación de buscar elegantes teorías que lo explican todo. En cambio, quiero «confrontar» y revisar continuamente diferentes perspectivas, prioridades y necesidades. Quiero apoyar las decisiones que tomen otras mujeres aunque yo no siempre las comparta para mí misma. Quiero tratar de ceder mis privilegios y descolonizar mi mirada. Es la promesa fundamental de emancipación que contiene el feminismo.

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Fotografía: Deia, 2013

 
 
Mural Giltza Bat
(por Verónica y Christina Werckmeister Lacarra)
 
Diálogo entre mujeres:
colores atravesando sus cabezas y corazones,
sobre un fundo de encaje de nudos
que ilustra la complejidad de su relación.
Más información, aquí.

De sostener la mitad del cielo a mujeres sobrantes

febrero 3, 2015 en Miradas invitadas

Natalia Doce Miradas InvitadaNatalia G. Collado (@NatdiMontgo) es emprendedora (lo que toda la vida se ha conocido como empresaria) especializada en China. Licenciada en Ciencias Políticas y de la Administración, con especialidad en Estudios Internacionales, por la UCM. Máster en Gestión de la Cooperación al Desarrollo y Ayuda Humanitaria por la U. Pontificia de Comillas y en Estudios de Asia Oriental por la UOC. Diploma de Estudios Avanzados en Estudios de Paz y Seguridad Internacionales por el Instituto Universitario Gutiérrez Mellado. También ha realizado programas de posgrado y especialización en la Beijing Foreign Studies University o la China-Europe International Business School (CEIBS) (Shanghai), siendo de la primera generación de personas becadas por la Fundación ICO en China. Ha escrito numerosos trabajos académicos y de divulgación sobre China y España, cuestiones de seguridad internacional o paz post-conflicto. Durante más de una década ha vivido en Pekín, Shanghai y Nanchang, promoviendo intercambios comerciales con empresas y administraciones públicas españolas.

Tal mes como el que inauguramos con este nuevo post, hace ya diez años, y con la ilusión y valentía de quién comienza a sentirse no sólo parte de este mundo sino mirada activa del mismo, me aventuraba a escribir un artículo en el que analizaba el rol de la mujer en la sociedad china.

Una década es mucho tiempo. Inmenso cuando se trata de revisar la experiencia vital de una persona, los conocimientos y experiencias adquiridas y la madurez de su mirada. E inconmensurable, si queremos estudiar la evolución de un país, y en este caso de un país con una complejidad geográfica, étnica y social tan ingente como China.

Mao Zedong Mujeres mitad cielo

Póster propagandístico, 1983.

Ya no tanto la transformación de China en sí misma, sino el ritmo de la misma, supone un hito histórico sin precedentes. Ha superado las previsiones más clarividentes y sigue sumiendo en el desconcierto a quienes intentan dibujar con pinceladas el horizonte más cercano. Es fundamental, por tanto, tener en cuenta dicho contexto si aspiramos a comprender la evolución del rol de la mujer en China durante los últimos diez años.

Mao Zedong afirmaba a mediados del siglo XX que «la mujer sostiene la mitad del cielo». Manifestaba así su rechazo y oposición a un sistema tradicional que, basado en el Confucionismo había marginado a la mujer al acatamiento de un sistema patriarcal, patrilineal y patrilocal en donde su valor se reducía meramente al de una propiedad y, consecuentemente, cuyo destino estaba escrito por quiénes las poseyesen.

Hace diez años, y analizando el primer lustro del siglo XXI, apuntábamos un escenario muy diferente al concebido por el fervor maoísta sobre la liberación de la mujer y la utopía igualitaria. Junto a las amenazas tradicionales que, lejos de extinguirse, se habían ido adaptando al devenir político, económico y social de China, añadíamos nuevos desafíos. A saber: prostitución y tráfico sexual; discriminación y explotación laboral; diferencias salariales; mayor presión curricular; problemas de conciliación familiar; depresión y suicidio.

Pero, ¿cuál es la situación hoy en día? ¿Se han despejado los nubarrones que cubrían la mitad del cielo hace una década?, ¿Nos encontramos más cerca de alcanzar esa sociedad igualitaria que auspiciaba Mao Zedong?, O por el contrario, y coincidiendo con el cambio de liderazgo y la llegada de Xi Jinping al poder (14 de marzo de 2013), ¿están resucitándose los valores tradicionales y el Confucianismo?[1].

En este sentido, y puesto que un análisis pormenorizado de cada uno de los desafíos nos obligaría a su vez a desmembrar la complejidad y diversidad del país, me gustaría destacar lo que a mi modo de ver resulta extremadamente llamativo, paradójico y novedoso si lo comparamos con el rol de la mujer hace una década.

«Es preferible criar cisnes que tener hijas» (dicho tradicional chino)

En una sociedad donde hasta finales del siglo XX prácticamente el 80% de la población trabajaba la tierra, el nacimiento de una hija suponía una desgracia familiar en tanto en cuanto no podía colaborar en el trabajo agrícola y el sostenimiento de la unidad familiar.

Por todos es conocido el abandono e infanticidio femenino que, recrudecido a raíz de la aprobación de la política del «hijo único» en 1979, ofrece hoy un panorama de tal desequilibrio cuantitativo entre hombres y mujeres que sociólogas como Valerie Hudson han llegado a sostener que podría poner en riesgo cualquier atisbo de democracia en China. Se calcula que en la isla de Hainan hay 135,7 hombres por cada 100 mujeres.

No obstante, y si bien se mantienen medidas como la prohibición de conocer el género del bebé durante el embarazo para evitar abortos selectivos, lo cierto es que esta situación ha cambiado exponencialmente. La mujer ya no es una «boca que alimentar». No sólo se ha independizado económicamente, sino que se ha convertido en muchos casos en el sostén familiar.

Mujeres chinas directivas

Grant Thornton International Business Report 2013

El Informe Hurun calcula que 17 de las 358 personas supermillonarias chinas (fortunas superiores a los mil millones de dólares) en 2014 son mujeres. Asimismo, y según el informe de Grant Thornton:

  • El 51% de los puestos de alta dirección está ocupado por mujeres.
  • El 21% de las empresas que cotizan en Bolsa tienen mujeres en sus Consejos de Administración.
  • A nivel mundial cuatro empresas tienen Consejos de Administración formados exclusivamente por mujeres. Dos de esas empresas son chinas: Shenzhen-based Ceetop Inc. y China Teletch Holding Inc.
  • La mitad de las mujeres billonarias hechas así mismas son chinas.

Evidentemente, existe todavía mucho terreno que conquistar y en el que trabajar para eliminar las rémoras del pasado y las desigualdades intrínsecas a un país con una disparidad generacional, geográfica y educativa muy significativas. Sin embargo, y los datos son incontestables, las mujeres chinas no están inhibidas a la hora de perseguir su propio crecimiento profesional y el éxito financiero.

Zhang Xin CEO de SOHO

Zhang Xin, CEO de SOHO (Empresa Constructora e Inmobiliara) ocupa el puesto número 62 en el listado de las 100 Mujeres más poderosas del mundo elaborado por Forbes.

«Existen treinta y seis virtudes, pero no tener herederos supone una maldición que niega todas ellas» (Mencio)

Mercado de casamiento

Mercado de «casamientos» en la Plaza del Pueblo, Shanghai.

El filósofo chino Mencio, el más eminente seguidor del confucianismo, subrayaba con esta frase una de las raíces básicas del concepto de «amor filial»: la perpetuación del linaje familiar.

Actualmente, y a pesar de la incorporación de valores individuales y mercantilistas, la idea de la descendencia como un deber hacia los progenitores y antepasados sigue fuertemente arraigada en el inconsciente colectivo de la sociedad china.

Como denuncia la socióloga Leta Hong Fincher en su obra Leftover Women: The Resurgence of Gender Inequality in China (2014) lejos de contemplar una adaptación de los valores tradicionales al contexto actual y las necesidades de la sociedad moderna, se está produciendo sin embargo un resurgir, avivado incluso por entidades gubernamentales, de los principios más ancestrales de la piedad filial.

Desde el año 2007 medios informativos, revistas, webs e incluso la Federación All-China Women (una organización gubernamental fundada en 1949 con el objetivo de defender los derechos de la mujer en China) vienen insistiendo de forma reiterada en que las mujeres de más de 27 años que permanecen solteras son «leftover women» (mujeres sobrantes).

Ni los estudios, ni la experiencia ni el poder adquiridos son relevantes mientras no estén casadas y no hayan tenido descendencia. «Las chicas hermosas no necesitan mucha formación para casarse con una familia rica y poderosa, pero las jóvenes con una apariencia normal o fea lo tendrán difícil. Este tipo de chicas confían en los estudios para aumentar su competitividad. La tragedia es, que no se percatan de que las mujeres a determinada edad valen menos que nada. Así que para cuando consiguen su Título o su Doctorado, ya son viejas, como perlas amarilleadas» (Texto publicado en la Federación All-China Women con motivo del Día Internacional de la Mujer en marzo de 2011).

Algunas voces desde el Gobierno justifican esta renovada forma de coerción social como herramienta para corregir las consecuencias derivadas del sistema de Planificación Familiar y alcanzar una mayor estabilidad social. Pero lo cierto es que (y contra lo que hace una década e incluso hace más de medio siglo podría preverse) las mujeres chinas vuelven a enfrentarse hoy día a antiguas rémoras que las privan de la independencia conquistada durante décadas de lucha.

Un ejemplo muy significativo de esta regresión lo descubrimos en la nuevas leyes aprobadas por la Corte Suprema de China y relativas al régimen legal de las parejas casadas.

  • El 1 de mayo de 1950, y con el objetivo de evitar el desamparo y desprotección de la mujer en caso de divorcio, Mao Zedong aprobaba la Ley de Matrimonio de la República Popular de China, en la cual se garantizaban los mismos derechos tanto para el marido como para la mujer con respecto a la posesión y gestión de la propiedad familiar (Artículo 10).
  • No obstante, y desde el año 2011, la Corte Suprema aplica única y exclusivamente el régimen de separación de bienes, por lo que los bienes materiales, en concreto la vivienda conyugal, pertenece a quien haya firmado las Escrituras. Teniendo en cuenta que las mujeres aparecen sólo en un 30% de las Escrituras, al margen del importe aportado para la compra de la vivienda, la desprotección y el ostracismo al que se enfrentan en caso de divorcio son manifiestos.

Algunas paradojas y contradicciones…

Podríamos extendernos indefinidamente y continuar analizando tanto los logros alcanzados durante la última década como los desafíos de género que siguen imperando en la sociedad china. Sin embargo, mi intención al hacer hincapié en los dos puntos subrayados anteriormente, ha sido la de exponer las paradojas y contradicciones a las que se enfrenta la sociedad china en su totalidad y las mujeres, en particular, como sostenedoras de esa «mitad del cielo».mujeres chinas

Las sociedades, como cuerpos naturales que son, se transforman continuamente. «Panta Rei» (todo fluye) sostenía Heráclito. No obstante, el feroz y vertiginoso ritmo con el que esas transformaciones se han venido sucediendo en China desde 1979 ha sido de tal envergadura y excepcionalidad que están provocando serias anomalías y perturbaciones en el equilibrio natural de la sociedad así como resucitando lacras del pasado que se tenían como extintas.

La sociedad china ha sido incapaz de avanzar al mismo ritmo que lo hacía su economía o que el país se abría e incorporaba al escenario mundial. Y consecuencia de ello lo hemos podido observar previamente. Al mismo tiempo que las mujeres ocupan el 51% de los puestos de alta dirección (en Europa este porcentaje se reduce al 25%) la sociedad reprueba a aquellas mujeres que priorizan su formación y desarrollo profesional sobre la observancia de valores tradicionales como la «piedad filial», el matrimonio y la perpetuación del linaje.

Así pues, a tenor de lo que observábamos hace diez años y a modo de conclusión, podemos atrevernos a dibujar un horizonte en el que los nubarrones seguirán cubriendo la «mitad del cielo» mientras no exista un firme esfuerzo colectivo, amparado y sostenido por las entidades gubernamentales, para eliminar los desafíos que coleteaban del pasado y las paradojas e incongruencias que, pese al fortalecimiento de la conciencia de género, han surgido en los últimos años y amenazan, no sólo con demoler los triunfos alcanzados, sino con poner en grave riesgo el equilibrio social del país.

[1]El 12 de febrero de 2014, el Presidente Xi Jinping defendía la recuperación de los valores tradicionales y las enseñanzas de Confucio en las Analectas, como contrapunto a la ideología capitalista.

Suelo pegajoso

enero 20, 2015 en Miradas invitadas

Celia Photoshop«Nacida en Deusto un 10 de Abril de 1964, año marcado por una excelente cosecha. Criada y formada en la barrica universitaria tanto de Leioa como de Deusto, sigo ganando cuerpo elaborando mi «bouquet», con trabajo sindical.  Dedicada siempre a despertar paladares y conciencias, he descubierto detrás de una cámara fotográfica, que el paisaje que más me gusta es el humano. En constante aprendizaje, puedo presumir de mi mejor título:ser la hija de José y Soledad, mis eternos pedagogos.» (@celiaheras)

El 2014 cerró sus páginas con 56 mujeres asesinadas y Enero ha incrementado la cifra con otras 2 víctimas más  que ya no tendrán que esperar ninguna medida gubernamental que palíe la desigualdad y la discriminación que sufrieron. Y lo peor  de todo es que las perspectivas auguran tiempos poco propicios para buscar soluciones a esta barbarie.

Pero aparte de esa violencia criminal, existe otro tipo de violencia más sutil y cotidiana, que limita o neutraliza las potencialidades presentes y futuras de las mujeres. Se trata de una violencia estructural que se suele denominar “techo de cristal”, entendiendo por este término aquella barrera invisible, difícil de traspasar en la vida laboral de las mujeres que impide seguir avanzando y creciendo profesionalmente.

Estando profundamente de acuerdo con ese término, a mí me gusta más «suelo pegajoso”, término al que ya se refirió Begoña Marañón en su post, y que define el gran obstáculo que nos impide lanzarnos a tener una vida laboral y personal  con equidad. Por tanto, es un término que me resulta más completo a la hora de identificar las barreras, impedimentos, obstáculos que tenemos las mujeres en el sistema patriarcal.

Celia Heras Forges Ama de casaCon la crisis, las dificultades existentes para desarrollar nuestra carrera profesional, se han visto acrecentadas, pretendiendo devolvernos al ámbito privado doméstico, del cuidado de las personas. Un trabajo que siempre se ha dirigido hacia las mujeres porque parece ser que nacemos con esa «gracia». Esto me recuerda un antiguo chiste de los años 70 de una mujer renovando su carnet de identidad y la pregunta del funcionario de turno: ¿profesión ? Y dice ella: secretaria, cocinera, camarera, limpiadora, enfermera, peluquera, planchadora, amante, madre, suegra, hija, ….. Y le dice el funcionario: no cabe todo… Responde ella: ahhh pues ponga sus labores.

Esto, que era un chiste, para nuestra desgracia era, o es, una gran verdad institucionalizada. La mayoría de las mujeres tenían de profesión «sus labores» y en este grupo entraba, como no, el cuidado de lo que hoy llamamos personas dependientes. Y aunque es una tarea digna y enriquecedora, no es lo que el sistema patriarcal establece como una carrera profesional, y mucho menos como algo para hombres.

Aunque las cosas han ido cambiando, todavía en el subconsciente colectivo permanece esa idea. No hay más que leer los convenios laborales y ver quién se acoge mayoritariamente a las medidas  para conciliar vida laboral y familiar.

Los  gobiernos siguen sin  ver ni reconocer que los cuidados de las personas dependientes, tanto por edad como por discapacidad, son tarea tanto de hombres como de mujeres, incluido el Estado y todos sus estamentos.

Los países nórdicos que avanzan en sociedades del bienestar social, trabajan institucionalmente la igualdad entre hombres y mujeres no sólo en las empresas, también en los hogares.

Fuente: PPIINA

Invertir en que los hombres compartan los cuidados es contribuir a que la mitad de la población no sufra la adhesividad permanente a este suelo pegajoso que limita el progreso de una sociedad en su conjunto. Un gobierno progresista y con visión lo tiene que tener claro.

Desde la sociedad civil, la plataforma PPIINA lleva tiempo concienciando, reivindicando y haciendo propuestas para lograr permisos iguales e intransferibles de nacimiento y adopción para mujeres y hombres.

El grado de escucha por parte de quienes toman decisiones en el ámbito institucional y laboral es, para nuestra desgracia, demasiado lento y en ocasiones diríamos que hasta sordo, pero eso no impide que sigamos avanzando para construir un mundo más igualitario y por tanto más justo. Nadie dijo que fuera fácil , pero al menos es ilusionante, algo con lo que el ser humano debe de convivir en estos tiempos de crisis.

Las mujeres no queremos ni morir, ni sufrir. ¡Queremos “despegar” y vivir!.

Las mujeres son el motor del mundo

diciembre 16, 2014 en Miradas invitadas

alberto martinez cuarteroAlberto Martínez Cuartero. Soy emprendedor de proyectos para el desarrollo y comunicador social. Postgrado Iberoamericano de Responsabilidad Social Empresarial y Cooperación Internacional al Desarrollo. En 2009, llevé a cabo un proyecto económico fin de carrera, en Ruanda. Allí pude comprobar de primera mano la necesidad de impulsar el empoderamiento de la mujer, porque ésta es el motor de la familia y estoy convencido de que en el siglo XXI será el motor que mueva el mundo @albertoab http://albertomartinezcuartero.com/

Lejos del léxico de catalogar un primer y tercer mundo siempre he defendido que en nuestro planeta existe un único mundo. Este artículo habla de cooperación y “tercer mundo”, pero principalmente va dirigido a ti, que tienes la posibilidad de tener conexión a internet, cinco minutos de tiempo libre que perder leyendo este texto y la oportunidad de cambiar el mundo.

Sé lo que cuesta llegar hasta un puesto de trabajo, sacar adelante a la familia, la casa y hacer realidad los sueños. Mi bisabuela, mi abuela y mi madre eran y son mujeres valientes y luchadoras; por eso lo sé. Me gustaría que hicieras tuyo este artículo y te identificaras con los sueños y realidades de grandes mujeres del llamado “tercer mundo”. Y ponerlas de ejemplo para, a través de ellas, animar a otras mujeres a perseguir sus propios sueños.

En la actualidad, las mujeres sólo gestionan el 0,5% de los recursos de la tierra, y representan el 70% de los 1.300 millones de personas que viven por debajo del umbral de la pobreza. Según informes de FAO, se estima que su contribución a la economía en trabajos no remunerados supone entre un 25% y un 30% del Producto Bruto Mundial.El desarrollo sostenible tiene rostro de mujer.2

Aproximadamente en ¾ partes del mundo se tiene la creencia de que un hijo trae prosperidad y seguridad, que puede trabajar en el campo y probar suerte como comerciante, maestro, tendero o carpintero. Mientras tanto una hija no gana nada. Únicamente se ocupa de los hijos, la cocina, cuida a los animales, carga cada día vasijas con agua, las transporta varios kilómetros y realiza incontables trabajos en el hogar. Pero su trabajo no vale nada, no sólo está desvalorizada, además se considera que es una carga, a veces incluso una catástrofe para la economía familiar.

El desarrollo sostenible tiene rostro de mujer3

El auge económico de los años 80 y 90 unido a los errores de la cooperación al desarrollo, han llevado a organizaciones sin ánimo de lucro a cometer el error de formular proyectos para el desarrollo, sin conocer las verdaderas necesidades de sus beneficiarios. Hace no muchos años, una ONG insistió en la necesidad de la construcción de un pozo en el centro de una aldea africana, para que alrededor de 120 mujeres se beneficiaran de no tener que caminar ocho kilómetros diarios en busca de agua.

No contaron con la opinión de estas mujeres y en lugar de beneficiadas, fueron las grandes perjudicadas, ya que ese trayecto diario que realizaban era el único momento de ocio para compartir y conversar con otras mujeres alejadas de sus responsabilidad en la casa, en su trabajo, con sus hijos, maridos o familiares a su cargo.

Gracias a este ejemplo y otros muchos que hemos vivido personas que trabajamos en proyectos de cooperación «consideramos que trabajar con y por la mujer es una necesidad urgente e ineludible. No sólo porque es la principal perjudicada por la situación de desigualdad mundial, sino porque hemos aprendido que las iniciativas a favor del empoderamiento de la mujer, suponen una mejora directa de los indicadores de bienestar social en sus familias y comunidades”.

Mi trabajo Diario

¿Por qué las organizaciones conceden la mayoría de sus microcréditos a mujeres?

Estudios cuantitativos y cualitativos nos muestran como únicamente el 3% de los microcréditos concedidos a mujeres se encuentran en situación de mora, mientras que un 38% de los microcréditos concedidos a hombres nunca son devueltos. Un hombre puede abandonar su hogar familiar, dejar a sus hijos y dejar a su mujer por otra.

Sé que muchos me diréis que las mujeres también pueden hacer esto, pero son raras las ocasiones en las ellas abandonan a sus hijos o sus responsabilidades profesionales o familiares.

Llevo mucho tiempo sosteniendo que la mujer es el motor del mundo y con más motivo lo es en los países africanos y de América Latina. Las mujeres del mundo están en el centro de todo: de la casa, el barrio, la aldea, la familia. La mayoría de las veces, cuando una mujer aporta dinero, los beneficiarios inmediatos son sus hijos. Una madre se interesa en comprar mejor comida o utensilios de cocina, por arreglar el tejado de su casa y por mejorar camas y toallas. Presta más atención al vestuario de sus hijos y a sus necesidades educativas.

En comparación con el hombre pobre, la mujer pobre es más luchadora. Estoy cansado de andar por África y Centroamérica y encontrarme a hombres sentados fuera de casa o en un bar y mujeres vendiendo frutas, verduras, cualquier tipo de producto a la vez que cargan de sus tres o cuatro hijos. El padre se marcha de casa temprano por la mañana y regresa al atardecer. No tiene que ocuparse de los hijos. Pero la madre tiene que arreglárselas todo el tiempo. Además, hay que destacar el derecho de muchos hombres de sentirse con la obligación de llegar a casa para dormir o ver el televisor y no hacer nada más.El desarrollo sostenible tiene rostro de mujer

Según Muhammad Yunus, conocido como «el banquero de los pobres»: “Los hombres son como los pavos reales; si les das dinero, su prioridad será comprarse un reloj, una buena camisa, una radio”. “Si quieres desarrollo en términos de calidad de vida: educación, vivienda, alimentación y compromiso piensa como una mujer y acertarás».

Por todos estos motivos, pienso sin lugar a dudas, que con la crisis cada vez más profunda que vivimos, si no hubiesen existido las mujeres con su valentía y su creatividad, en todos los países del mundo hubiesen explotado mayores conflictos que los que vivimos ahora. Estoy convencido de que pese a todos los problemas que sufren los países empobrecidos, éstos van a va a despegar gracias a las mujeres. Estoy convencido de que pese a los recortes en educación, sanidad y derechos sociales que se están sufriendo en Europa y EE.UU, las mujeres van a empujar a las organizaciones sociales, movimientos y organismos para cambiar la situación y poner a las personas en el centro de cualquier política. Estoy convencido de que la mujer es y será el verdadero motor del mundo que haga de este siglo XXI un mundo más justo.