Alicia nos explica cosas

25/04/2017 en Doce Miradas

Habéis visto ya este video? Hacedme un favor, vedlo (incuso si lo habéis visto). Quedamos aquí mismo otra vez dentro de 5 minutos y 46 segundos.

Para quien aun no se haya enterado, Alicia Ródenas presentó este vídeo, colmísimo del minimalismo, a la séptima edición del concurso de vídeos de su instituto, el IES Diego de Siloe Bilingual Highschool Albacete. Última comprobación, más de 570,000 visualizaciones en Youtube.

No sé si ha ganado el certamen cinematográfico (el año pasado lo ganó con un delicadísimamente desgarrador vídeo sobre el Alzheimer), pero ya ha triunfado. Técnicamente es una joya de la economía del cine.

Ródenas parece estar susurrándonos el mantra «menos en más» con su puesta en escena: su voz. Y la intensidad in crescendo de gestualidad cada vez que nos asesta otras frase. No es más que su voz. Su voz.

Pero aquí va lo que quiero hacer notar: lo que dice, el contenido, las palabras, no son suyas. Ella, con su voz, nos repite las palabras de otras personas. Son las frases con las que todas las personas (vale, la mayoría) socializamos a todas las personas (vale, la mayoría). Y así, a través de millones de inputs desde que nacemos, producimos esta sociedad jerarquizada y desigual, que da como resultado la violencia de género. Esta violencia específica que, según la LEY ORGÁNICA 1/2004, de 28 de diciembre, de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género, es «el símbolo más brutal de la desigualdad existente en nuestra sociedad

Alicia no nos está explicando su teoría, idea, concepto, argumento. Se limita a repetir aquello que otros dicen. Te vuelve el espejo.

Y de esta sutil manera da con una de esas estrategias de la retórica dignas de Demóstenes o Cicerón, por la que utilizando las palabras del adversario, queda probado su argumento. Quod erat demostrandum.

¿Cómo llevar la contraria a quien se limita a repetir lo que tu dices? ¿Acaso ha atacado o criticado a alguien? ¿Ha dicho alguna mentira? ¿Alguna barbaridad? ¿Estas frases no las escuchamos, no las decimos, a lo largo de nuestras vidas? ¿Vamos a cuestionar a Alicia?

Parece que entre la estudiante y la bloguera Ro de la Torre, autora del texto, han roto el continuo espacio-tiempo, cortocircuitando a más de uno. El Instituto albaceteño ha tenido que desactivar los comentarios «debido a la proliferación de insultos y vejaciones» (la negrita es mía aunque no sé por qué habría de destacar algo que a nadie sorprende a estas alturas de neomachismo en flor).

Pero esta vez no va a haber «mansplaining» posible.

Barbijaputa nos explica como «En todo artículo sobre feminismo o conversación sobre el tema, se repiten las mismas consignas machistas, da igual que el debate sea en la Red, que sea en un grupo de amigos, que sea en Almería que en Cuenca. Siempre, siempre, oirás las mismas excusas o explicaciones sobre por qué las cosas son como son. Son los mansplainers«.

¿Mansplaining? Jaime Rubio Hancock, en un ejercicio de modestia que él mismo denomina «metamansplaining», nos explica la raíz y el significado del término, originado por un ensayo de Rebecca Solnit titulado «Los hombres me explican cosas». Según Rubio, se trata del «fenómeno» por el que muchos hombres se sienten felizmente obligados a explicar a las mujeres cualquier cuestión, aunque ellas no precisen de ninguna explicación, remarcando de manera condescendiente y paternalista su autoridad universal. Pero Rubio y Barbijaputa, como muchos de los comentaristas que he leído sobre el término, parecen olvidarse de lo central del ensayo de Solnit y su relación con el vídeo de Ródenas.

Aunque no niego que el fenómeno existe, detenerse, o mejor dicho, entretenerse solamente con lo «pesados» que pueden ser algunos hombres yerra el tiro.

De hecho, Solnit no acuñó el término. Más bien aprovecha la anécdota para abordar la verdadera cuestión: la alarmante falta de credibilidad que tenemos las mujeres. El mansplaining es sólo una técnica más que expresa la eterna duda sobre la palabra de las mujeres.

La credibilidad es una herramienta básica de supervivencia, escribe Solnit. A los hombres se les presupone y a las mujeres no. Esta desigualdad, la desigualdad del valor de nuestra palabra, transcurre en gradaciones históricas y globales (desde el nulo valor jurídico del testimonio de una mujer en Arabia Saudí, hasta, por ejemplo, tu hermana que tendría que convencer, no ya a la policía, sino muy posiblemente incluso a su propia familia y amistades, si su marido, ese excelente trabajador, vecino y padre de familia, fuese un maltratador), y da como último resultado la violencia, como bien lo expresa la LOVG 1/2004.

Las mujeres gastamos mucha, mucha energía, teniendo que convencer, que se nos escuche, simplemente, que seamos audibles y creíbles. Cuántas veces escuchamos que aquello que acabamos de relatar no es así en realidad, que hemos interpretado erróneamente tal o cual episodio de nuestra propia vivencia, que no somos objetivas, que somos incluso deshonestas, en definitiva, que no somos testigos fieles de nuestras propias vidas. Nuestra voz, nuestras opiniones, nuestros conocimientos e incluso nuestra presencia están continuamente cuestionadas. Especialmente en cualquier contexto de poder.

¿Y qué nos explican Alicia, Ro y Solnit?

Cada una a su manera están expresando básicamente lo que se llama el iceberg de la violencia:

Son las formas sutiles e invisibles que conceden a ellos la presunción de la razón y a nosotras no. Sin ellas no se sostendría la desigualdad que necesariamente acaba en violencia.  Por ello es una cuestión de derechos humanos.

Su voz de mujer hace que la cuestionemos. Pero Alicia, nos obliga escuchar porque son nuestras propias palabras.

Yo no cuestiono a Alicia.

 

Y no os marchéis sin ver  (e)stereotipas. Feminismo pop latinoamericano. #Muyfan

 

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Christina Werckmeister

Agridulce mezcla de fe en la naturaleza humana con una pizca de sano sarcasmo. Reiteradamente reinventada en lo profesional, sin embargo tiendo siempre hacia la justicia social. Todo me interesa.