Cada voz cuenta, cada paso cambia
10/12/2019 en Doce Miradas
No es la primera vez que traigo el test de Bechdel a colación en este blog. A través de tres sencillas preguntas, este test permite determinar si una película discrimina a las mujeres o no:
- ¿Hay al menos dos mujeres con nombre propio en la historia?
- ¿Conversan entre ellas en algún momento?
- ¿Conversan sobre cualquier tema no relacionado con un hombre?
Tres preguntas aparentemente básicas, que no debiera costar responder afirmativamente, salvo en el caso de historias contadas. Al fin y al cabo, las mujeres somos la mitad de la población, y la lógica mandaría que estemos integradas de manera natural en lo que sea que se relate. Sin embargo, menos del 50% de las películas premiadas con un Óscar cumple con los requisitos mínimos de este test. Una cifra que, coincidiréis, cuando menos, da que pensar.
Disponer de un cuestionario tan sencillo para el cine dota de una herramienta útil a quienes miramos la realidad (y la ficción) de manera crítica. Permite identificar el desequilibrio, contabilizar y, llegado el momento, sumar los datos para generar una imagen global de lo que pasa con la presencia de las mujeres en la pantalla. Pero, sobre todo (y gracias al empuje social), ofrece a guionistas y realizadores una herramienta de reflexión, medida y corrección.
Y llego con esto hasta este otro gran tema, al que también regreso en este blog: la invisibilidad de las mujeres en la esfera pública; una cuestión que me interpela de manera particular (y que está, de hecho, en los orígenes de Doce Miradas). Qué hay detrás de esta falta de visibilidad femenina y, sobre todo, qué se puede hacer para cambiar. Mis preguntas en torno a este tema suelen ser más o menos estas:
- ¿Por qué habiendo mujeres profesionales en todos los ámbitos se organizan tantos y tantos eventos en los que las mujeres estamos desaparecidas? (Véase foto 1)
- ¿Por qué a menudo la única mujer presente es la conductora o la representante política de turno a la que le toca dar “la nota de color”? (Véase foto 2)
- ¿Cómo es posible que haya premios empresariales con décadas a sus espaldas en los que se premia, año tras año, a hombres, sin reparar siquiera en que quizá sea hora de mirar este mundo compartido de manera más integradora? (Véase foto 3)
Me cuesta entender cómo algo tan ilógico, tan manifiestamente escorado, además de tan incoherente con el discurso de las instituciones públicas, sucede y sucede, y vuelve a suceder. Y en mis diatribas, me pregunto a menudo qué pasará (o qué no) por la cabeza de la Organización, qué pensarán los premiados o los ponentes cuando comprueban que (tampoco hoy) les acompañará ninguna mujer ahí arriba. ¿No comprenden acaso que la ausencia de mujeres en la tarima no solo no les es ajena, sino que su presencia es causa de la misma? Hay, por fortuna, honrosas excepciones como la de @No_Sin_Mujeres, iniciativa que recomiendo visitar a aquellos que quieran mostrar públicamente su compromiso de no participar en eventos profesionales sin presencia de mujeres. Nos hacéis falta. Con un paso al frente, colegas, compañeros.
Pero, sobre todo, por cuota de responsabilidad, suelo preguntarme por qué apoyan las instituciones, mis instituciones, con su mera presencia, si no con financiación o recursos de otro tipo, eventos en los que se menosprecia a las mujeres, ignorando nuestra existencia y capacidades. ¿Apoyarían con la misma corrección a empresas u organizadores de eventos que estuvieran contaminando abiertamente? ¿Apoyarían con el mismo sentido de la responsabilidad eventos xenófobos? ¿Por qué apoyan entonces eventos machistas?
En todo caso, partiendo de la idea —ingenua, quizá— de que muchos de estos errores no se cometen con vocación sino con ausencia de reflexión (o insuficiente esfuerzo y dedicación), propongo a continuación algunas preguntas básicas, en la línea del test de Bechdel, para ayudar a quienes se enfrentan a la ardua misión de organizar, tomar parte o representar a lo público en eventos en los que la mitad de la población no quede indignamente representada o desaparecida. Después de todo, hay más mujeres con educación superior (53%) que hombres (46%) desde hace décadas. Y hoy proliferan además los lugares en los que encontrar mujeres profesionales para participar en eventos de todo tipo. Estamos levantando el dedo aquí detrás. No debiera de costar…
De modo que, al grano. Si organizas, participas o representas a una institución en un evento, atención, preguntas:
- ¿La presencia femenina es de al menos un 30%?
- ¿La presencia de esas mujeres está relacionada directamente con el contenido central del evento (nada que ver con necesidades técnicas, como la dinamización, lengua signos… o con la representación corporativa)?
- ¿La comunicación del evento es inclusiva (desde los textos, el orden en el que se nombra a participantes hasta la imagen final que se envía a medios, publica en redes…)?
Si la respuesta es sí en todos los casos, adelante. Mission accomplished.
Si las respuestas son negativas, haz algo. La disculpa posterior se agradece, pero necesitamos acciones preventivas.
- Si la respuesta es no, Organización, sigue trabajando, pide referencias, busca referencias. Las mujeres debemos estar en todas las funciones. No formamos parte del continente, sino del contenido.
- Si la respuesta es no, ponente o premiado, hazlo notar, agradece invitación, valora nivel de desequilibrio y atrévete a decir que así, tú no.
- Y si la respuesta es no, Institución, apúntalo con contundencia o, mejor, represéntanos a todos y todas, y declina asistencia. Probablemente sea el modo más rápido de que las cosas cambien.
No mires a la derecha ni la izquierda, no esperes a que el resto lo haga por ti. Cada voz cuenta. Cada paso cambia.
Ana Erostarbe
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