El síndrome de la impostora llama a tu puerta
16/10/2018 en Doce Miradas
Hace ya unos años, una campaña publicitaria grabó a fuego en mi mente el ya famoso slogan de «Hola. Tú no me conoces. Soy tu menstruación. Y no me voy a perder ninguna de tus fiestas». Esa misma escena se recrea en mi mente con bastante asiduidad, pero con otro protagonista: Toc, toc. ¿Lo oyes? Aquí está. Cuando la visibilidad llama a tu puerta, el síndrome de la impostora va de la mano y tampoco se pierde ninguna de tus fiestas.
Si no sabes de qué hablo quizás sea porque eres una persona afortunada o porque no le has puesto aun nombre a algo relativamente común que consiste en asumir que tus triunfos son cuestión de suerte, que se deben a factores externos, que no eres tan capaz como todo el mundo cree, que no estás a la altura, que pasabas por allí cuando se repartían los éxitos… en definitiva: que eres una IMPOSTORA. Un auténtico FRAUDE. Así, con mayúsculas.
Un síndrome que no nos entró un día de sopetón, sino que se ha ido gestando durante mucho tiempo cual virus que necesita de su periodo de incubación. Y aunque este virus ataca tanto a hombres como a mujeres, nosotras somos más propensas a “pillarlo” porque desde pequeñas llevamos recibiendo mensajes velados (algunos no tanto) que van atacando al sistema inmunológico de nuestra confianza. Del “no seas mandona” que nuestras niñas escuchan al “tiene dotes de liderazgo” que escuchan ellos; del “qué guapa eres” al “qué listo eres”; del “eres muy trabajadora” al “eres brillante”. Y la cosa no para ahí. Cuando crecemos, sentimos que tenemos que demostrar nuestra valía una y otra vez (a nosotras mismas y a los demás), algo que llamamos el sesgo de «demuestra tu valía de nuevo». También descubrimos que hay menos comportamientos aceptables para mujeres que para hombres (sesgo de la cuerda floja), como por ejemplo, ser asertivas, momento en el que somos tildadas como más difíciles y menos amables. Lo nuestro es permanecer sutiles, amables, dulces… o sufrir las consecuencias. Por ejemplo, en este estudio de Harvard y CMU en el que hombres y mujeres negociaron una oferta de trabajo leyendo el mismo guion, ellas fueron percibidas negativamente por negociar mientras que ellos no.
Los síntomas para el diagnóstico suelen ser claros y cumplen hasta un ciclo, que arranca cuando una nueva oportunidad se presenta ante nosotras:
- Tras la emoción inicial, el miedo empieza a apoderarse de nuestro cuerpo y nuestra mente, generando un discurso de que no seremos capaces. Queremos pilotar por debajo del radar. Volvernos invisibles para no sufrir con los comentarios sobre lo que hacemos. Nos cuesta ser las primeras en coger el micrófono en el turno de preguntas de una conferencia, expresar nuestra opinión en público o aceptar que nos han ofrecido una oportunidad por nuestra valía y no por la cuota de ser mujer. Aplicamos aquello de “en comunidad no muestres habilidad” pero de manera constante, considerando que es más rentable socialmente no destacar por nuestro talento.
- Convencidas de que somos una farsa, nos da por procrastinar y/o trabajar más y más para alejar el fantasma del fracaso. Resultado: sobresfuerzo y un perfeccionismo enfermizo donde “lo mejor” mata a “lo bueno”.
- Tras esto, suele llegar el éxito, pero es efímero y dura menos que la caducidad de un yogurt. No nos da ni tiempo a disfrutarlo como se merece. Siempre hay un “pero”, por pequeño que sea, que proyecta su larga sombra y ensombrece todo.
- Así que el siguiente paso es inevitable: negación del éxito y otra vez empezamos en la casilla de salida.
Pero tranquilas, que aquí vengo yo con aquello de que “consejos vendo, que para mí no tengo”:
- Como en muchas ocasiones sucede, el primer paso es reconocer el problema. Darnos cuenta de lo que nos pasa. Para ello toca trabajar mucho la interioridad para autorreconocernos y autolegitimarnos. Dicho más sencillo, ganarnos la confianza de nuestra rival más dura e implacable: nosotras mismas.
- Practicar la sororidad y contrastar con otras personas nuestra sensación. Alguien que lo vea desde fuera. Seleccionar esa persona es clave porque si no, te puede pasar como a mí: cuando me invitaron hace unos meses a dar una conferencia en el Parlamento Europeo, llamé a mi madre para contárselo. Su respuesta: “Hija, ¿no será un poco mucho para ti?”. Justo las palabras de ánimo que estaba necesitando… Obviamente ella no me lo decía desde una falta de convicción de mis capacidades, sino por evitarme el sufrimiento de los nervios y el propio ciclo de la impostora fustigándome (esto de evitar sufrimientos en niñas, jóvenes y mujeres adultas requiere de otro post…). Por suerte, hice otra llamada que me ayudó a acallar al síndrome y dar el paso (millones de gracias, Esti 😉 ). Necesitamos personas que nos empujen hacia arriba, porque hacia abajo las circunstancias ya nos están empujando todos los días.
- Asociado a esto último, tú también puedes contribuir a paliar el síndrome de impostora de otras mujeres, ayudándolas a brillar y no apagando luces.
- No pierdas por adelantado. Primero juega el partido. Hasta de las peores derrotas se aprende.
- Lo dicho antes: ¿nada nunca es suficientemente bueno si lo haces tú? Baja el pistón de tu perfeccionismo.
- Date el permiso de disfrutar de los éxitos más de cinco minutos y acepta las felicitaciones y los elogios. Ya va siendo hora de abandonar la modestia mal entendida.
Y a ti, ¿cuántas veces te ha tocado en la puerta el síndrome de la impostora? La próxima vez, cántale por Pimpinela:
¿Quién es?
Soy yo
¿Qué vienes a buscar?
A ti
Ya es tarde
¿Por qué?
Porque ahora soy yo la que quiere estar sin ti.
.
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Eskerrik asko Lorena. Oso artikulu interesgarria! Norberaren hausnarketarako oso ona!
Eskerrik asko zuri, Itsaso!!!
Súper interesante. Gracias por compartirlo.
Muchas gracias Laura 🙂
Qué bueno Lorena !! cierto, ciertísimo … La respuesta de tu madre, que quiere lo mejor para tí me conecta con alguna frase que escuché de la mía y que espero ser capaz de no ofrecer a mi hija 🙂
Cantaré por Pimpinela …jajaja
Jajajajaja. «Pimpinelaremos» en nuestras vidas a partir de ahora 😉
Hola!! Aunque leo los artículos y además me llegan a mi correo, no suelo hacer ningún comentario. Pero este es del todo cierto y que «suerte» tenemos algunas de llegar a conseguir lo que queremos. No es esfuerzo, sino «suerte», así que seguiremos «jugando» a ver si hay más «suerte».
Muy interesante. Gracias por el artículo Lorena
Gracias a ti por comentar Amaia. Hace mucha ilusión leeros.
Me ha encantado, Lorena! Gracias
¡Muchísimas gracias Miriam!
Lorena, benetan sentitu eta bizi izan dut zuk azaldu duzun egoera. Gainera normala egiten zitzaidan horrela jokatzea, ni baino hobeak badaudela uste dudalako. Baina, zer demontre, dena ez da zoriz gertatzen. Hobeak edo okerxeagoak izango gara gure lanean, baina ahalegin handia egin izanaren ondorio da hori. Gizonezkoek ez dutela onak direnik frogatu behar guk egiten dugun bezala. Eman diezaiogun geure buruari sari bat, egiten duguna GURE eginahalean emaitza baita.
Eskerrik asko zure hitzengatik Agur!!!
Hola Lorena
Gracias por dar visibilidad a esta lacra .
Bueno para vosotras y también para nosotros.
Zorionak
Eskerrik asko Josetxo! Sí… mal que ataca a todos los bandos.
Muchas gracias Lorena, muy interesante, estoy de acuerdo contigo en la existencia de esta necesidad de muchas mujeres ( también de muchos hombres) de brillar o mejor aún de ser valoradas y reconocidas sus aportaciones, y de hacerlo con naturalidad y confianza, cuando corresponda. Creo que podemos hacer mucho entre todos para generar esa confianza. Un cordial saludo.
Muchísimas gracias Adolfina. Efectivamente, la clave es trabajar la confianza 🙂
Genial! El merecimiento o la falta de…temazo…la semana pasada mismamente lo sufrí…suerte de esa llamada y de unos bailecitos que pude marcarme que me hicieron conectar con el cuerpo, donde reside mi verdad.
Muchas gracias Lorena por visibilizar nuestras sombricas
Gracias a ti Cárol por el comentario. Espero que los bailecitos fueran con Pimpinela de fondo jejeje. Es increíble la de ataques del síndrome que sufrimos…
Es cierto! Y en todas las edades y etapas de la vida!
Recuerdo perfectamente ganar «solamente por suerte» campeonatos de cartas en bares, en los que la mayoría absoluta de participantes eran hombres de más de 40. E incluso prohibir la participación por ser mujer de unos 20. Ay! Con qué alegría celebré aquellas victorias!
Y a seguir acumulando victorias en la vida!
Parece que en ocasiones solo nosotras tenemos suerte 😉
Gracias Lorena por sacar a la luz este artículo, es muy bueno y me he visto reflejada en casi todo. Y me he dado cuenta que a medida que voy creciendo.y me ha encantado la visibilidad del sesgo de la cuerda floja!
El sesgo de la cuerda floja es tremendo. Yo no había sido consciente hasta que empecé a leer sobre él… Sutil en la mayoría de ocasiones.
[…] He tenido que luchar contra mi impostora. Esa que me decía que yo no era suficiente y que hay gente mucho mejor (que la hay, sin duda). Esa que me decía que no merecía lo que me estaba pasando y que yo era una impostora. Supongo que en docemiradas lo explican mejor que yo. […]
[…] cuando llegamos a etapa profesional, el agujero persiste (no solo por el síndrome de la impostora, del que ya hablé en este blog anteriormente). Un análisis que hizo la empresa tecnológica […]
Gracias por el artículo, esta clero como lo planteas desde el papel que la sociedad patriarcal le asigna a la mujer. No se si con ese nombre, pero algo asi ocurre a los varones: hay una cita de Borges (que escuche alguna vez y nunca encontré) en la que describe como, luego de publicar algo en un diario, esta toda la mañana esperando que sus amigas y amigos escritores le telefoneen para defenestrarlo. Cuando las comunicaciones que recibe son de felicitación se dice, «no, hoy tampoco se dieron cuenta».
Sin compararme con Borges, me siento muy identificado de lo que describís.