Menos exigencia, más confianza
27/01/2015 en Doce Miradas
¿Recuerdas aquel viral de Dove sobre la distorsión con la que muchas mujeres perciben su propia imagen? “No soy sólo yo…,” fue lo que pensé. Pues bien, hace poco sucedió algo en las bambalinas de este blog relacionado con una foto conjunta de las Doce Miradas. Algo que de nuevo me hizo desear ahondar en este “no vernos bien” tan femenino y en sus posibles consecuencias sobre el desarrollo profesional de las mujeres.
- ¿Podría ser esta autoexigencia exagerada —aparentemente no tan trascendente— la que nos lleva al “como no me veo/oigo bien, mejor no levanto el dedo cuando surge la oportunidad, mejor no saco la patita…”?
- Pero, ¿cuánto sería exceso de autoexigencia lo que nos frena a veces a la hora de enfrentar retos profesionales y cuánto es, en realidad, falta de autoconfianza? Algo así como: “como no estoy segura de poder hacerlo bien, mejor no me arriesgo y lo dejo pasar…”.
- ¿En qué medida nos frenan el exceso de una y la falta de la otra? El exceso de autoexigencia y la falta de confianza, quiero decir. Pero, sobre todo, ¿qué podemos hacer para equilibrar ambas?
Comparto reflexiones.
La belleza es un culto hoy día. Más que nunca. Lo es en todo el mundo y lo es aún de modo predominante entre las mujeres. Es “natural” que queramos vernos bellas y “artificial” lo que necesitamos para estarlo. Crecemos sabiendo que si nacer guapas es una suerte, estar siempre guapas es mejor. Vigila tu figura, opérate si algo te falta o sobra, viste con estilo, maquíllate para esconder tus “pequeñas imperfecciones”. “Arréglate” como si estuvieras rota y el sistema te acogerá mejor.
Y, por favor, gasta. Te sentirás más segura… Tu fuerza abrirá las puertas al pasar.
Recibimos estos mensajes de quienes prometen “ayudarnos” veinticuatro horas al día. Y sus soluciones provocan a conciencia nuestra inseguridad. Ésta se construye de modo inconsciente, sin embargo. Clavo tras clavo se apuntalan nuestras expectativas, discursos y frustraciones. Golpes que en lugar de liberarnos del techo de cristal, nos restan fuerzas para agarrar el martillo con las manos. Golpes que son piedras. La mochila cada vez más llena y nuestra imagen ideal cada vez más lejos… La autoestima, tocada.
Ya no somos tan fuertes. Ya no somos tan seguras.
¿Qué sucede con la autoconfianza? Pues, según parece, además de la brecha laboral, la salarial, la digital y la brecha en la ceja, existe también una brecha entre la autoconfianza masculina y la femenina. Y, al igual que sucede con esta querencia femenina de estar guapas, dicho gap obedece a cuestiones socio-económicas y culturales más que a una cuestión natural.
Según las autoras de “The Confidence Code”, las niñas y las mujeres no suelen ser asertivas porque el aplomo y la seguridad no se premian desde ningún entorno. Son crecientes los estudios que exploran esta menor confianza. McKinsey, por ejemplo, refiere un estudio realizado en Hewlett-Packard cuyo objetivo era estimular la presencia de mujeres en la alta dirección de la compañía. Dicho estudio concluyó lo siguiente: los hombres solicitan un ascenso cuando creen cumplir el 60% de los requerimientos y las mujeres lo hacen cuando creen poseer el 100%. Y cuando se trata de sueldos, según “Women Don’t Ask”, ellos negocian su sueldo hasta cuatro veces más. Cuando ellas se deciden, piden un 30% menos. ¿No es revelador?
Quizá haya también algo del efecto Dunning-Krugger en esto de frenarse. Un curioso fenómeno que explica algunas presidencias de gobierno y muchas direcciones generales. No siempre a cargo de hombres, me consta. Pues bien, según este efecto por primera vez descrito a finales de los 90, “los individuos con escasa habilidad o conocimientos sufren de un efecto de superioridad ilusorio, considerándose más inteligentes que otras personas más preparadas”. Después de todo, según datos de un reciente informe de la OCDE, a pesar de superar a los varones en sus niveles de formación secundaria y universitaria, la cifra de mujeres desempleadas es superior.
Concluyendo…
Mi propia experiencia vital, y la de muchas amigas y mujeres que conozco, me dice que nos exigimos demasiado. Los datos muestran además que tendemos a estar menos seguras de nuestras propias capacidades de lo que los hombres están de las suyas. Y para medrar, la autoconfianza importa tanto como las competencias adquiridas. Eso es un hecho.
¡Empoderémonos entonces! Buceemos en nuestras profundidades. Es hora de enfrentarse al origen de nuestros miedos y de firmar una tregua. Soltar las amarras de tanta autoexigencia y permitirse “ser”. Sin ansiedad. Y, sobre todo, es hora de hacer un hueco cómodo a la mediocridad. Uno mullido. Porque debemos permitirnos fallar. Errar es condición humana y ahí arriba, al otro lado del cristal, se yerra también a diario. A menudo con estruendo.
Alguien tiene que hacerlo, además.
Como dijo Emma Watson ante la ONU, en su discurso de presentación de #HeForShe: “¿Si no soy yo, quién?”. El ligero temblor en su voz es… hermoso. Su fragilidad, pura fuerza. De modo que aquí va mi conclusión: las mujeres sólo avanzaremos si cada una de nosotras trabaja para quererse más, si trabaja para abandonar su zona de confort. Sin importar si los resultados prometen ser sobresalientes. No miremos a los lados. Menos autoexigencia, más confianza en nuestras propias capacidades. Debemos aprovechar la oportunidad real que tenemos de transformar esta sociedad que tan difícil nos lo pone desde siempre y tan injusta es. Cuanto más alta nuestra voz, mayor el margen de maniobra. Y si la oímos temblar, recordemos que aun así es poderosa. Ya lo dijo Eleanor Roosevelt: “Debes hacer las cosas que crees que no puedes hacer”.
Hacemos falta, señoras. Aunque sabemos que se dice pronto y se tarda más. Yo ahora mismo, buceo…
Ana Erostarbe
Latest posts by Ana Erostarbe (see all)
- Sencillamente ridículo - 08/09/2020
- Cada voz cuenta, cada paso cambia - 10/12/2019
- Silencio - 02/04/2019
Hola, Ana. Vengo con un ejemplo de lo que cuentas. Casualmente estoy leyendo la biografía que Donald Spoto escribió sobre Grace Kelly y una de las primeras frases que recoge de ella es que nunca se sintió guapa ni inteligente ni desenvuelta en el trato social. Para flipar un rato, ¿verdad?
Gracias por romper el hielo, Noemí. Siempre valiente. Muy fuerte lo que cuentas y, sobre todo, muy ilustrativo. ¿Quién y Grace Kelly?
[…] ¿Tú también te ves mal en las fotos? […]
Gracias Ana. Estaba dándole vueltas a tu argumentación, y he llegado al comentario de Noemi, pensando, precisamente, cuántas veces he dicho, y he escuchado, cosas como las que señalas. En cuántas ocasiones minusvaloramos nuestros resultados, les quitamos importancia, o simplemente, nos sabemos cómo responder. ¿Por sorpresa ante el reconocimiento? ¿Por modestia, mal entendida? ¿Por falta de confianza? Supongo que habrá una combinación de todos estos factores, y de muchos más. Me quedo con la invitación a saltar del final de tu post. Abrazo
Gracias a ti, Pilar. Entiendo perfectamente lo que dices y, de hecho, me siento muy reflejada. Por un lado, me gusta halagar a quien creo que lo merece porque parto de que no puede ser que sólo oigamos lo malo (hombres y mujeres), pero admito que me cuesta recibir piropos. Les resto importancia cuando llegan, restando a su vez valor a la opinión de quien me los regala, supongo. Nunca lo había mirado de este lado. En todo caso, lo verdaderamente divertido es que si creo haber hecho algo bien y los piropos no llegan, me frustro 😉 Algo tendrá que ver con la necesidad de reforzar la confianza en una misma a través de las opiniones de los demás. Too much thinking anyway!! Mejor saltar más y pensar menos. Abrazo también para vos.
Eso es! Escribamos, hablemos, expresémonos, opinémos. Así podremos superar el miedo a equivocarnos, a no hacerlo bien, a no ser ocurrentes, oportunas, inteligentes. Pasar a la acción!!
Elena, es lo bueno de compartir, ¿no? ¿Cuántas veces pasa que hasta que compartes miedos no eres consciente de que tus miedos son, en realidad, compartidos? Terapia grupal y calentamiento colectivo. Lo de pasar a la acción ya es individual y da mucho miedito, pero…, como bien dices, toca!
¡¡Gracias Ana!! :’) Cuanto lo hemos compartido… Fuerza a todas! Y fuera el miedo a hacerlo mal 😀 ¡¡Vamos!!
Elena, millón de gracias a ti por compartir el post con esa energía que trasladas. Es el mejor de los halagos, supongo. Saber que te has desnudado lo suficiente como para hacer que otras personas se hayan sentido identificadas contigo. Gracias.
Gracias Ana por tus tan acertadas reflexiones. Tengo una niña de 8 años y no sé si es por casualidad, porque lo lleva en sus genes o por su condición de «mujer» o porque sí… que ya empieza a dar señales de su autoexigencia y falta de autoconfianza que no observo en mi otro hijo varón. Casualidad? Tiempo al tiempo.Trabajo tenemos los padres en intentar cambiar las generaciones venideras, hombres y mujeres!!
Gracias a ti, querida Usoa, por participar. La suerte de esa niña (que para mi suerte conozco), es que tanto su madre como su padre estarán pendientes de que afloje. El otro día leí en uno de los libros que menciono más arriba (The Confidence Gap), que el deporte debe de ser estupendo para aumentar la confianza de las niñas y enseñarles de manera natural en qué consiste eso de perder, frustrarse y fallar. Que siga dándole a la pelota, que arte ya tiene. Abrazo, guapa.
Gracias por el post Ana Erostarbe, se necesita repetir una y mil veces que valemos, que podemos, que llegamos…. Ayer precisamente discutía con mujeres que decían que no tenía tanta importancia la no presencia de mujeres en el nuevo gobierno griego, porque entendían que había escogido a los mejores. A LOS MEJORES. Este hecho, que es una anécdota dentro del acontecer diario, comparte la peligrosa base común de la cultura patriarcal, esa cultura que nos ha impregnado de una aparente fragilidad, resignación y flaqueza biológica, que con el paso del tiempo ha calado en el imaginario colectivo femenino. Es hora de despertar y de enfrentarse con la realidad, con la impuesta y con la propia, sabiendo que el resultado de esa lucha sólo mejorará nuestra existencia , así que en marcha mujeres!!! No queda otra.
Gracias a ti, Celia. Respecto a Grecia y «sus mejores», desconozco los datos del país, pero no creo que difieran mucho de los de España. Aquí las mujeres representamos el 60% de las licenciaturas y sin embargo, sólo ocupamos el 10% de los puestos de alta dirección. Debe de ser que también aquí sólo se elige a los mejores. Las mejores, en cambio, se quedan por el camino…
Lo que parece claro es que mientras no miremos de frente los datos y datos que reflejan la desigualdad, no solucionaremos nada. Pero todos sabemos a estas alturas que para no encontrar, basta con no buscar. Está feo eso de citarse a una misma, pero si quieres un espejo hecho pedazos, echa un ojo a mi post anterior: http://docemiradas.net/las-mujeres-el-poder-y-la-pasta-2/ Muchas gracias por entrar, la semana pasada y ésta.
Es probable que tengamos que repensar eso de que “las mujeres no nos valoramos” bajo la perspectiva del Efecto Dunning-Kruger… Bromas, o no tan bromas, aparte, seguramente seamos más realistas respecto a nuestras capacidades y a las posibilidades que nuestro entorno nos permite.
No recuerdo si era Cheryl Sandberg quien en Vayamos adelante. Las mujeres, el trabajo y la voluntad de liderazgo, recordaba otro experimento donde la negociación de sueldo en un empleo realizada de forma decidida, por parte de aspirantes de ambos sexos ante jefes y jefas, mostraba que los hombres eran bien valorados por sus jefes no tanto por sus jefas mientas que las aspirantes eran mal valorados por ambos. Juan Carlos Cubeiro resume el libro en su blog
Recientemente he tenido noticia de un estudio realizado por la consultora internacional Bain & Company, «Everyday Moments of Truth», confirma que casi la mitad de las nuevas empleadas (43%) aspiran a alcanzar un puesto de alta dirección, pero que, pasados esos cinco años, solo el 16% sigue manteniendo este deseo. El informe sugiere que un motivo importante de esa pérdida de ambición profesional es el hecho de que «las mujeres carezcan de reconocimiento y apoyo por parte de sus jefes durante el periodo medio de su carrera, que es precisamente cuando se materializan las aspiraciones laborales y se construye -o erosiona- la confianza».
La noticia venía en la sección de economía del diario ABC de 21 de enero de 2015
El libro de Linda Babcock y Sara Leschever, fue publicado por editorial Vergara con el título Si lo quieres, pídelo.
Adjunto unaa entrevista: http://m.semana.com/agenda/articulo/entrevista-revista-semana-sara-laschever-autora-junto-linda-babcock-del-libro-women-dont-ask/65057-3
Sigamos adelante…
Disculpad, veo que las palabras enlazadas pierden el link.
Por orden:
Estudio «Everyday Moments of Truth», citado en http://www.abc.es/economia/20150121/abci-caidas-aspiraciones-laborales-mujeres-201501201934.html
Blog de Juan Carlos Cubeiro: http://jccubeirojc.blogspot.com.es/2013/07/vayamos-adelante-el-liderazgo-femenino.html
A ver si esta turista digital ha acertado con el camino
Esta turista digital ha acertado perfectamente con el camino. Gracias por echar a andar, María Luisa. Respecto a los links que comentas, leí a Sheryl Sandberg empujada por aquel vídeo tan estupendo de una charla suya que habrás visto, pero que dejo aquí por si alguien quiere recuperar: http://www.ted.com/talks/sheryl_sandberg_why_we_have_too_few_women_leaders?language=es En todo caso, no recuerdo si citaba el ejemplo que mencionas. Tampoco sabía que que «Ask for it» está traducido. Gracias por indicarlo. Por lo que yo sé, «Women Don’t Ask» aún está sólo en inglés y yo, debo decir que no he leído más que reseñas.
Sobre la investigación que mencionas, he leído el artículo e imagino que los datos serán fundados. De cualquier modo, lo realmente importante es el enfoque posterior. Qué se puede hacer para cambiar la cultura empresarial y ajustar los modelos directivos para que las mujeres encajen. Es el mejor modo de que no perdamos la motivación. Resulta muy comprensible que tantas mujeres que eligen tirar la toalla por rechazar la opción de tener que comportarse de acuerdo con modelos masculinos para medrar. Hay que adaptar el modelo.
Gracias mil de nuevo por lectura y participación. Sigamos adelante.
El principal factor que hace que los hombres lleguen con más frecuencia a puestos de responsabilidad no tiene que ver tanto con la autoconfianza, sino con la asunción del riesgo. O sea, actuar a sabiendas que te puede salir bien, o te puedes dar la torta del siglo. La conducta de riesgo no solo se materializa en subirse a lo más alto del árbol, sino es también la fuerza que te empuja a conseguir cosas en la vida. La mujeres sois menos propensas al riesgo, lo queréis tener todo atado y bien atado antes de dar ningún paso. Hay una relación directa entre la testosterona y las conductas de riesgo. La testosterona es la responsable directa de que muchos más hombres que mujeres fallezcan en accidentes durante la última fase de la adolescencia, que es donde se alcanza el pico. Esta tendencia se mantiene durante otras etapas de la vida, aunque de manera cada vez menos acuciada hasta llegar a la vejez. El riesgo impulsa los avances personales y sociales, y esta es una conducta mayoritariamente masculina. Científico.
[…] que nosotras las mujeres nos ponemos en la conquista del terreno público (asunto de mi reflexión anterior), el menú del día es: ¿cuánto tiene que ver la acción/inacción masculina (voluntaria o […]
Mielestäni se anonyymiys pitäisi kyllä saada takaisin, eikö ole parempi että keskustelua syntyy eripuolilta? Nyt voi käydä niin että pelkästään sinun "ihailijasi" ovat täällä yhtymässä juttuihisi. Itse en ainakaan ole läheskään aina samaa mieltä, ja joskus jutuissasi on suorastaan virheellistä tietoa. Mutta ihan tärkeitä aiheita nämä silti ovat, eri näkökulmista tuskin on haittaakaan?