Así celebramos nuestro tercer aniversario

mayo 31, 2016 en Doce Miradas

terceraniversario

Estar a la altura

mayo 24, 2016 en Miradas invitadas

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Zuriñe García, jefa de cocina del restaurante Andra Mari de Galdakao, Bizkaia. Una estrella Michelin.

 

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Os voy a contar brevemente cuál ha sido mi trayectoria laboral. Hace unos diecisiete años empecé a estudiar cocina en la Escuela de Hostelería de Galdakao. Estuve allí dos años, mientras trabajaba también en una panadería. Terminé haciendo las prácticas en el mismo restaurante Andra Mari. Recuerdo que tenía muchísimas ganas de trabajar y muchísima ilusión. En aquella época no había tantos restaurantes y hacer las prácticas allí era un lujo y un privilegio. Acabé las prácticas, conseguí hacerme un hueco en la plantilla y he permanecido en ella desde entonces.

Es cierto que no he podido conocer otras cocinas, pero he tenido la suerte de ver pasar a mi lado a grandes y muy buenos cocineros, como José Miguel Olazabalaga, Andoni Arrieta o Eneko Atxa; y, sobre todo, he tenido la suerte de poder aprender muchísimo de todos ellos.

Desde hace seis o siete años soy la jefa de cocina del Andra Mari. Soy la primera mujer jefa de cocina que ha habido en este restaurante. Es todo un honor, pero también es un reto que da mucho miedo, miedo de no estar a la altura. Y esto me lleva a preguntarme de dónde viene ese miedo, por qué lo he sentido, si yo me esfuerzo y trabajo igual que cualquiera en algo que me gusta muchísimo.

Tengo conmigo un equipo muy bueno. Hemos estado en muchísimos eventos, hemos viajado, hemos cocinado al lado de otros grandes cocineros… Apostamos por ello.

Cuando Doce Miradas me propuso participar en la celebración de su tercer aniversario, decidí colaborar con ellas porque coincido con su forma de pensar sobre el papel de las mujeres, no solo en la cocina profesional, sino en todo espacio laboral.

Mi pregunta es: ¿por qué no? ¿Por qué las mujeres capacitadas no van a hacerse un hueco en un mundo de hombres? Es un quiero y no puedo, un quiero y no me dejan o algo, supongo, más complejo.

Esa es la reflexión que me hago cuando me preguntan (y lo hacen a menudo, además) cómo me siento entre tanto hombre. Entiendo que desde fuera se vea así, pero mi punto de vista es distinto, porque llevo toda la vida trabajando entre hombres; estoy tan acostumbrada que me parece normal, así que acabo siempre respondiendo que me siento igual que ellos, ni mejor ni peor, y que siempre me han tratado bien.

Para acabar, quiero agradecer a Doce Miradas que pensaran en mí para formar parte de este evento. Espero que os guste mucho mi sopa. ¡Ánimo, chicas! Seguro que estaremos a la altura.

Las 12Miradas de 12Nubes

mayo 17, 2016 en Miradas invitadas


chapas12N12Nubes está integrado por un grupo jóvenes de Vitoria-Gasteiz dedicado a debatir, reflexionar, criticar, descubrir, imaginar, construir,… sobre diferentes temas y utilizando diferentes formatos creativos. Ante la oportunidad que nos ofrecían de poder expresar nuestra visión como mujeres, os ofrecemos 12 micro relatos, llenos de contradicciones, virtudes, dudas, ilusiones, complejos, reivindicaciones,… Un punto de vista sincero y real de 12 mujeres jóvenes.

 

 

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Para mí el estar entre dos países supone que a mi alrededor tengo personas de mi misma religión y otras que no; por ejemplo mis amigas. Yo tengo la ventaja de que las más cercanas a mí son de mi religión y me entienden porque comparten mi misma cultura. También tengo amigas que no son musulmanas pero que lo entienden porque llevo muchos años con ellas. El hecho de llevar pañuelo lo llevo bien, pero hay veces que hay cosas que no puedo hacer y me siento como un poco apartada. Luego me doy cuenta de que es por mi religión y no me quejo de ella. Ser de dos países me lía un poco porque yo me crie aquí, con los pensamientos de la gente de aquí, pero en mi país tienen otros pensamientos. Por ejemplo, cuando estás simplemente hablando con un chico, aquí lo ves muy normal y te sientes cómoda y libre; nadie te dice nada. Pero en mi país, si hablas con un chico ya te ven como una p***. Sin embargo, por muchos fallos que tenga, al fin y al cabo es mi país, donde está casi toda mi familia y ahí me siento cómoda con la gente de mi alrededor.

2

¿Cómo te puedes enfrentar a un choque entre culturas? ¿Qué es lo que puedes llegar a perder cuando eliges tirar por un lado o por el otro? Pues bien. Tres datos sobre mí: gitana, africana y finalmente vasca. Estos hechos marcan mi vida: madre gitana, padre africano y yo nacida en Bilbao. Cuando eres niña y creces en un entorno gitano, lo que se espera de ti es que encuentres un buen marido -eso sí, gitano- y que te hagas valer. ¿Qué entienden ellos por hacerse valer? Pues fácil: llegar virgen al matrimonio y ser una buena ama de casa. Si cumples con esas dos cosas, serás una gitana digna y llevarás la honra a toda tu familia. Crecer en un entorno africano no cambia mucho las cosas. Es cierto que no te obligan a llegar virgen al matrimonio pero generalmente son bastante machistas y, al igual que en la cultura gitana, las mujeres deben trabajar en casa y cuidar a los hijos. Sin embargo, yo me siento especial porque a pesar de todas estas cosas que ocurren de forma general, puedo decir que no incluyo a mi padre y a mi madre, y me alegro.
Mi padre lo único que quería es que fuese feliz. A veces ciertas cosas no las podía evitar pero siempre entraba en razón. Mi madre… Mi madre quiere que siga la cultura gitana pero tampoco me insiste mucho. En el fondo creo que simplemente se siente culpable por que ella se escapó con mi padre y tampoco siguió las leyes gitanas. Es difícil crecer en un entorno así ya que las familias de ambos progenitores esperan cosas diferentes y al final los que sufren son los niños, puesto que si no cumplen las exigencias de la familia materna en este caso, son rechazados y es como si nunca hubieran nacido. Pero sinceramente no me preocupa mucho, ya que no quiero ser lo que ellos quieran que sea. Me gusta elegir mi futuro sin que nadie me diga qué es lo que debo hacer. No obstante debe quedar claro lo orgullosa que me siento de ser gitana, africana y vasca. Porque para mí, a pesar de que ambas culturas tienen cosas negativas también las tienen positivas y para mí estas son mucho más importantes. Una de las que más orgullosa me siento es la unión familiar. Siempre tengo en mente estas palabras de mi madre y de mi padre: «La familia es todo y siempre va a estar ahí cuando la necesites».

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No tengo mucha experiencia en sobre qué es ser mujer ya que solo tengo 18 años, pero viendo lo que he visto a mí alrededor me he hecho una pequeña idea… Para mí ser mujer es ser un superhéroe. Sí, en masculino. Un SUPERHÉROE, porque no solo es ahora cuando la mujer está luchando por sus derechos. Desde mujeres como Clara Campoamor, las mujeres han podido luchar por lo que les pertenece, por ser iguales que los hombres, para que se les valore y no se les diga que solo sirven para tener hijos o cuidar la casa. He llegado a la conclusión de que todo lo luchado por nuestras superhéroes no ha servido para nada. Es un poco cómico que estando en el 2016 parezca que estamos otra vez en 1900 donde la mujer no valía literalmente “una mierda”; y, sinceramente, yo no quiero que mis hijos crezcan en un mundo en donde la mujer no vale igual que un hombre, donde no puede aspirar a ser
presidenta del gobierno, o simplemente tiene que estar sometida a un hombre. Para concluir, me gustaría añadir una frase de Clara Campoamor en su discurso para defender el voto de las mujeres: “Defendí en Cortes Constituyentes los derechos femeninos. Deber indeclinable de mujer que no puede traicionar a su sexo.”

4

Tengo 16 años. Soy de Marruecos pero vivo en España. Vivo entre dos culturas muy diferentes. Aquí en España tengo más libertad y me siento más segura que en Marruecos. Cuando estoy allí cambia mi forma de ser y hasta mi forma de vestir. No puedo salir sola ni tampoco puedo estar en la calle hasta la noche. En cambio aquí sí. Aquí mis padres me entienden y me dejan hacer  cosas que en Marruecos  no me dejan. Mi padre, por ejemplo, cuando vamos a Marruecos cambia su forma de pensar simplemente  por el miedo a que me pase algo, porque allí la gente en la calle se atreve hasta tocarte, insultarte, decirte cosas feas, etc., simplemente  por el hecho  de que seas mujer. A un hombre no le hacen lo mismo y puede hacer, vestir, decir… lo que quiera.

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Llevo en España desde que tenía 4 años. Nací en Mauritania pero siempre me he considerado saharaui, porque toda mi familia es de allí. Así que se me mezclan muchas culturas. Ahora tengo 16 años y mi visión de la vida como mujer no siempre es la misma, porque no en todos los sitios soy de la misma manera ni me siento de la misma manera. Cuando estoy en mi país tengo que ser y vestir de una forma. No me incomoda ni mucho menos, porque me siento a gusto vistiendo y siendo de esa forma. Pero el problema llega cuando estoy aquí. Porque a mí me gusta seguir mi religión y ponerme mi hijab, pero se me complican las cosas cuando veo que mis compañeras no tienen las mismas condiciones que yo… No tienen que llegar a casa a una hora determinada, no tienen que vestir de una manera y sus padres no les ponen las mismas normas que me ponen a mí los míos. Eso hace que mis padres tengan que ceder en unas cosas y yo en otras. Todas estas condiciones me afectaban cuando yo no sabía exactamente lo que quería hacer. Pero me di cuenta de que aunque mi religión y mi cultura fuera la misma que la de ellas, tampoco me sentiría igual que ellas. Por eso mi hijab no me hace sentir inferior a nadie  y he aprendido que no todos somos iguales pero valemos lo mismo.

6

Cuando llegué a este país me sentí triste. Estaba echando de menos a mi familia, mis amigos y el colegio donde estudiaba. Me sorprendió ver cómo los chicos hacen las tareas domésticas  y las chicas hacen  las mismas cosas que los chicos. Aquí las chicas tienen libertad de expresión y de decidir lo que ellas quieren hacer. En mi país las chicas son las que hacen todos los trabajos de casa. En Pakistán las mujeres no pueden trabajar. No tienen  libertad  de expresión para decir lo que ellas quieran. Los padres son los que deciden  con quien van a casar a una chica. Sin embargo, me encanta la comida de mi país, la ropa de mi país y escuchar la música de mi país, ver películas etc. Allí las personas viven juntas como una gran familia. Me gusta mucho. Hay muchas cosas de mi lugar de origen que me gustan y hay otras cosas que no, como el maltrato que sufren las mujeres de allá y también aquí.

7

He nacido aquí pero por tener padres de otro país se me considera española pero de segundo plano. Lo que más rabia me da no es eso, sino que a veces puedes sentir que no eres de ninguna parte; porque también cuando voy a Sahara se me considera saharaui pero de diferente  pensamiento, porque  me he criado aquí. También como adolescente mis mundos chocan. No me siento comprendida por mis padres: si estoy aquí no puedo hacer ciertas cosas y si estoy allí tampoco. He luchado bastante para poder hacerle entender a mi madre que hay ciertas cosas que las va a tener que ver y aguantar aunque ella no quiera por nuestra forma de pensar. A veces no me siento de ninguna parte del mundo y otras de todo el mundo.

8

Creo que vivimos rodeados de estereotipos y esto me condiciona. ¿Será que no puede haber chicas rubias con ojos claros que sean vascas? Cuando me preguntan suele molestarme. ¿Por qué será que si les digo que canto rap se burlan de mí? ¿No puede haber mujeres apasionadas por el rap que sean rubias? He aquí el primer estereotipo que más me molesta: las rubias son tontas. ¿Mi color de pelo y mi sexo son directamente proporcionales a mi inteligencia? El segundo estereotipo que no me gusta nada: si eres rubia, alta y guapa, eres una Barbie. ¿No aspiro a más que a parecerme a una muñeca? Aquí va otro de los que tampoco me gusta: “eres rubia y guapa, podrás casarte con alguien con dinero». ¿Mi objetivo en esta vida es ser la esposa de alguien? Aquí entra también lo de “Eres mujer, tú a fregar», “¿Para qué estudias? Si no vas a llegar a nada. ¿No ves que eres mujer?». Y demás. Mi mundo no es perfecto pero es lo que quiero. Canto rap y eso me apasiona. Soy vasca. No tengo por qué ser una Barbie; no soy tonta, me gusta estudiar y documentarme. Me creo totalmente capacitada como para que no me tenga que mantener un hombre que cree que soy un cacho de carne. No soy una mujer florero. YO SOY VÁLIDA. Estos dos
mundos chocan continuamente, porque para lo que algunos es un comentario, para otros es una falta de respeto.

9

Cuando me dijeron «¿Te gustaría participar en Doce Miradas y contar que es para ti ser mujer?» Lo primero que pensé fue «¿Y qué digo yo? Tengo una vida normal y corriente…» Sin embargo, hay una canción que a mí me gusta mucho, y dice así: «No hay nada malo en ser como eres», «Me olvidé de qué hacer para encajar en el molde». Me gustan mucho esas dos citas de la letra porque tratan de todos los estereotipos que hay hoy en día y los cánones de belleza imposibles de cumplir. También se refiere a cómo las mujeres estamos sometidas a sufrir la mayor parte de esos cánones y sentir que no logramos ser como nos marcan. Quiero decir: todas las mujeres somos como somos, deberíamos estar orgullosas, luchar para hacernos oír, no dejarnos someter por los cánones, por el qué dirán, por nada ni por
nadie. Es algo que yo llevo pensando toda mi vida: que no dejemos que nadie nos maltrate y use a su manera ni que nos reprochen imperfecciones que en realidad no existen, para hacernos cambiar. Si no te quieren como eres, no te preocupes, seguro que hay alguien que sí que lo hace. Tan solo espera, lucha y no cambies; porque eres perfecta porque eres tú y vales millones.

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Soy una joven saharaui de 17 años que he estudiado y vivido aquí casi toda mi vida. No me ha resultado muy difícil acostumbrarme a esta sociedad, ya que en su gran mayoría, es muy abierta… Aun así, siempre hay un punto en el que me siento diferente. Dejando aparte el idioma, hay otros aspectos como la vestimenta, la cultura, la religión,…. en los que siempre me he permitido el lujo de ser diferente. Mientras mis compañeras llevan 12N_grupopantalones ajustados y tirantes, yo llevo manga larga y velo; lo cual desde mi punto de vista es normal, ya que soy musulmana y así elijo vestir. Pero desde el punto de vista de otros es injusto para la mujer, intolerante e incluso carente de sentido. Lo comprendo. Todas las personas tenemos un punto de vista distinto. Pero es cierto que en muchos aspectos, la sociedad en la que vivimos es injusta, porque no juzgamos a la gente por llevar el pelo verde, amarillo, rojo, (cada cual es libre de hacer lo que quiera) pero sí la juzgamos por llevar vestimenta propia de su país o llevar el pelo tapado… ¿Por qué? Somos una sociedad que presume de libertad de expresión, de diálogo, del respeto al prójimo y aun así miramos con inferioridad, e incluso pena, a la mujer árabe. Porque creemos que es esclava de la religión o de la figura masculina sin ni siquiera plantearnos el hecho de que quizás vaya así por gusto, igual que aquellas que se tiñen el pelo de colores.

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Dos géneros. Masculino y femenino; uno el superior y otro el inferior. Así es como se distingue a hombre y mujer. Por una parte bien, porque por lo menos nos reconocen como mujeres y no como cosa o animal. Pero por otra, la utilizan como excusa para posicionar a una niña, chica o mujer en un mundo en el que se siente inferior. Se ponen a pensar que no valemos nada sin ellos, que no somos nada, que no somos útiles hasta que ellos nos necesiten… ¡¡¡Y no es así!!! Hay que sacar esa ira, rabia, molestia y coraje y transformarla en energía, valentía y decisión, para poder sacar esa persona-mujer que llevamos dentro y sentirnos bien a la par que ellos. Porque ellos sin nosotras no existirían al igual que nosotras sin ellos. Por eso mismo debemos caminar al lado de ellos, de la mano, y no detrás mirando sus espaldas. Llevo tantos años conviviendo con tratos/comentarios machistas con mis padres que ya me acostumbré y hasta los veo normales. Luego en la calle, no lo aguanto: bastante tengo en casa. Mi padre no sé si se da cuenta de que me duele o me molesta cuando me dice que no debo salir sola a la calle y de noche. También que no debo llegar tarde; que como señorita que soy no debo estar andando por la calle porque no soy un perro sin dueño. Y ahí está esa comparación con un animal. Luego mi madre: llamando a mis hermanos machistas y ella es la primera en hacer comentarios como «mira tu hermana: parece una cualquiera subiendo ese tipo de fotos a Face». Y yo le digo «¡Si no está mostrando nada! Simplemente se siente orgullosa de ser mujer y encima es guapa». Al final acabamos discutiendo pero yo la quiero un montón y es mi ejemplo a seguir. Porque a pesar de estar sola ahora, lucha por sacarnos adelante a todos sus hijos. Ahora tengo 18 años. Soy latina y en ocasiones me tocó pasar por situaciones de machismo y al mismo tiempo bulling, lo peor del mundo. En primaria, los chicos se metían conmigo por mi color de piel, por ser una niña que no podía defenderme, por ser de otro país, por ser débil «como una chica», decían ellos. Al final crecí con esas palabras en la cabeza y por eso, y por otras razones, soy como soy. Este último año de mi vida he recibido apoyo. Antes no podía mostrar mis lágrimas porque me sentía débil y ahora lo hago no por ser débil, sino simplemente porque soy un ser humano y tengo sentimientos. Ahora hablo, pero no hablo para responder a comentarios que para mí son irrelevantes ya que «donde la ignorancia habla, la inteligencia calla». También ya soy capaz de relacionarme con otra gente sin sentirme inferior por el color de piel, y aprendí a querer la mía. Las mujeres somos y seremos útiles no por ellos, sino por nosotras mismas. Somos y seremos independientes, no por ellos, sino para demostrar que somos capaces. Somos y seremos fuertes para superar cualquier cosa y seguir hacia adelante, mirando hacia el frente, junto a ellos, de la mano.

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Pronto cumpliré los 20 y quiero expresar cómo es que en tu propio entorno te siguen tratando como una niña cuando ya no lo eres. A veces pienso en lo mucho que de pequeña decía, “yo quiero ser mayor”. Pero ahora que ya que lo soy, me doy cuenta de que no tiene nada que ver que seas mayor o no para que te traten bien, sin que haya discriminación alguna por ser mujer o hombre. Me gustaría que, por un día, alguien intentara estar en mi cuerpo y en mi mente; que se diera cuenta de que ser yo -o ser la persona que lea esto- no es fácil. Porque no es fácil ponerse en la piel del otro. Por eso, no debemos juzgar a nadie. Como mujer me gustaría dar apoyo a otras mujeres que se sienten como yo, que muchas veces me he sentido utilizada a la hora de estar con un chico, porque ellos a veces solo se fijan en un buen culo o unas buenas tetas y ya está. Y no se dan cuenta de que detrás de ese físico hay un corazón y un alma.

 

 

Te invitamos a nuestro tercer aniversario…¿te apuntas?

mayo 10, 2016 en Doce Miradas

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Una mera coincidencia

mayo 3, 2016 en Doce Miradas

Este año había dudas sobre cómo enfrentar la doble celebración del Primero de Mayo. En casa propusieron dividir el día en sus dos mitades: las felicitaciones por ser trabajadora llegarían hasta el mediodía, y a partir de esa hora, nos centraríamos en las que corresponden por ser madre. Aunque parecía buena idea, la descartamos enseguida, porque ambas ocupaciones son de jornada completa, y nos parecía injusto repartir la gloria.
La coincidencia de este año me ha dado que pensar. No es más que eso, una mera coincidencia, pero en ella se cruzan varias miradas complementarias, y no he querido dejar pasar la oportunidad.

Los «Días de…» suelen ser resbaladizos, porque a nada que te despistes, derivan en faustos que nada, o bien poco, tienen con su motivación original. Primer consejo: precaución.

Resulta que no todos los «Días de…» son iguales. ¿Será sólo una mera casualidad? Frente al Día del Padre y su lugar previamente fijado y reconocido, el 19 de marzo, el día reservado para homenajear a la madres es errante, itinerante en las hojas del calendario. En nuestro entorno toca el primer domingo de mayo, sin color rojo exclusivo. ¿Será tal vez porque es un día de “lo doméstico”, de puertas para adentro?

¿Celebrar? ¿Reivindicar? ¿Comprar?

He intentando seguir la pista de este día, y buceando un poco más en el tema, parece que no siempre fue una celebración tan naïf como suele serlo hoy en día. La Historia es un tesoro, y también una fuente de aprendizaje.

Imagino la cara de hastío de Julia Ward Howe si tuviese que padecer la tormenta consumista, de colonias, flores y corazones que lo inunda todo en estas fechas. Su trabajo activista y su militancia en todo tipo de causas sociales, del lado de los derechos de las mujeres siempre, le llevaron a proponer en 1870 la «Proclama para el día de las madres», con el impulso de acciones para conseguir la concordia entre países sobre la base del trabajo de las madres en favor de la cultura de la paz y anti-belicista. Este párrafo condensa sus peticiones:

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Julia Ward Howe, «La proclama del día de las madres»

¡Levántense, mujeres de hoy! ¡Levántense todas las que tienen corazones, sin importar que su bautismo haya sido de agua o lágrimas! Digan con firmeza: ‘No permitiremos que los asuntos sean decididos por agencias irrelevantes. Nuestros maridos no regresarán a nosotras en busca de caricias y aplausos, apestando a matanzas. No se llevarán a nuestros hijos para que desaprendan todo lo que hemos podido enseñarles acerca de la caridad, la compasión y la paciencia’. Nosotras, mujeres de un país, tendremos demasiada compasión hacia aquellas de otro país, como para permitir que nuestros hijos sean entrenados para herir a los suyos. Desde el seno de una tierra devastada, una voz se alza con la nuestra y dice ‘¡Desarma! ¡Desarma!’ La espada del asesinato no es la balanza de la justicia.

La sangre no limpia el deshonor, ni la violencia es señal de posesión.
Julia Ward Howe, Proclama del día de las madres

 

¿Sabrán algo de todo esto los supermercados que nos aplastan con sus folletos comerciales? Esta Proclama sirvió de base para otras pioneras. La consolidación en el calendario de festividades del Día de la Madre en Estados Unidos fue un logro, entre otras, de la activista Ana Jarvis. Woodrow Wilson instauró este día, en reconocimiento por la labor social que realizó la propia madre de Jarvis, atendiendo en colegios sociales a niñas y niños desfavorecidos, y durante la Guerra de Secesión en el cuidado de los heridos. La dicha duró poco, porque el texto firmado por el presidente tenía poco que ver con la propuesta original del grupo de mujeres liderado por Jarvis; habían desaparecido las referencias sociales, para quedar circunscrito al ámbito doméstico. Sólo unos años President_Woodrow_Wilson's_Mother's_Day_Proclamation_of_May_9,_1914_(Presidential_Proclamation_1268)._-_NARA_-_299965más tarde, la propia promotora encabezó las protestas que denunciaban la hipocresía de esta decisión presidencial. Tanto protestó la buena de Jarvis que llegó a ser detenida, “por perturbar la paz debido a manifestaciones ruidosas”.

La celebración del Día de la Madre tiene muy poco, o nada, de aquella idea original de reconocer una contribución social de estas mujeres y madres, y casi nos resulta inconcebible que alguna vez haya existido tal pretensión.

Los criterios comerciales han resuelto el debate. Si echáis un vistazo a los anuncios de regalos propuestos para el Día de la Madre, queda claro quién ha ganado la partida. La publicidad de estos días nos sitúa más cerca del ideario de la Sección Femenina del régimen franquista español que del trabajo social y comunitario de los movimientos feministas. Os propongo esta pregunta: «¿qué resulta más anacrónico, el texto o la imagen siguiente?».

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“A través de toda la vida, la misión de la mujer es servir. Cuando Dios hizo el primer hombre, pensó: no es bueno que el hombre esté solo. Y formó a la mujer para su ayuda y compañía, y para que sirviera de madre. Pensó en la mujer después, como un complemento necesario, esto es, como algo útil”

(Formación Político-Social Bachillerato, 1963).

 

Los trabajos, las mujeres
En casa no sabíamos bien qué celebrar el 1 de mayo, ni cómo. Y mientras debatíamos sobre estas cosas, en la calle cientos de personas se manifestaban en conmemoración del Día del Trabajo, la segunda cita del mismo domingo (esta sí, roja). Una mera coincidencia, y también una buena forma de visualizar la diferente consideración del trabajo productivo y reproductivo, según la terminología al uso (que no termina de dejarme satisfecha, dicho sea de paso). Es un debate clásico, y un debate pendiente.

Como recordaba hace unos días Fina Rubio, presidenta de la Fundación Surt: «El trabajo no es solo una mercancía, es todo aquello que hace que una sociedad funcione. Ésta no se mantiene solo por las mercancías, sino porque hay muchos trabajos -transparentes en nuestra sociedad- que hacen que no se desmorone». Pero no todos los trabajos que son fundamentales para que nuestras sociedades avancen son de la misma naturaleza, ni todos t977274-6f142e8c-033d-11e4-a85d-b094767f573dienen la misma valoración y posición en nuestra escala de reconocimientos.
El primero se anhela, el segundo se tolera, o se asume con resignación. Así están las cosas.

Ambos trabajos están intrínsecamente unidos, porque es la agenda doble de responsabilidades familiares y de cuidados no (supuestamente) productivas la que en gran medida sigue penalizando el acceso y participación normalizada de las mujeres en el mercado laboral.

Esos trabajos transparentes me hacen pensar que la coincidencia de este año tiene una realidad conectada tras de sí. Porque hablar de derechos laborales para las mujeres es hacerlo, en gran medida, de cómo resolvemos este debate. La conciliación, mejor llamada corresponsabilidad, sigue siendo la asignatura pendiente y lacerante que impide que hombres y mujeres puedan aspirar a salir de la misma línea en la carrera profesional, y que una vez en ella, puedan competir en igualdad de condiciones.

 

¿Cuánto nos cuesta esta discriminación?
La pregunta no es retórica, y creo que conviene intentar responderla. En demasiadas ocasiones, el coste de la no igualdad suele quedar circunscrito a la opinión (a mí no me parece que sea para tanto, a mí esto no me ha pasado, eso era antes, ahora tenemos más oportunidades, etc.). No nos vendría mal tener un marco de referencias objetivas para visualizar esta realidad sobre la base de otros criterios; los contables, por ejemplo.

Según la consultora Mckinsey Global, cada uno de los estados y ciudades de Estados Unidos podría llegar a incrementar en hasta un 10% su PIB a través de medidas concretas que faciliten la incorporación real de las mujeres a la actividad productiva. Bastaría con corregir las deficiencias, ni tan siquiera sería preciso aplicar medidas extra que prioricen, la incorporación de las mujeres. Sería suficiente con solventar los errores, históricos, de la distribución desigual de las responsabilidades.

En el mundo, las cifras que maneja esta misma firma, son todavía más llamativas, y dignas de reflexión. Adelanto mi conclusión: la igualdad sale a cuenta, y la falta de igualdad es un lujo que no podemos permitirnos.
PNG_QWeb_Gender_IP_ex1_20150923_1536pxLa participación equitativa de hombres y mujeres aportaría un 26% de incremento al PIB mundial, unos 28 trillones de dólares en una década. El equivalente a la combinación de las economías actuales de China y USA.

Si este objetivo nos parece excesivamente ambicioso, visto de dónde partimos, hay una vía intermedia: si las economías con mayor gap de género acortasen estas diferencias hasta equiparse con las que de menor gap, podrían generar 12 trillones de dólares extras  en 10 años (la suma de los pesos actuales de las economías de Japón, Alemania y Reino Unido). Sería suficiente con aplicar medidas ya experimentadas en otros lugares; no hay que inventar nada nuevo.

 

¿Avanzamos?
Parece que no, o que los pequeños avances que se producen, de forma casi imperceptible en el contexto más inmediato, no son suficientes para garantizar el cambio que se necesita. El último informe de la Encuesta de Población Activa para Euskadi nos da un pequeño respiro, pero no aporta aliento suficiente.
La estructura del empleo femenino es la constatación de un fracaso social, en el que todavía no estamos poniendo esfuerzo suficiente. El trabajo de las mujeres sigue siendo parcial, mal pagado, insuficientemente reconocido y acotado a ámbitos de limitada proyección profesional o económica. (Cada año el sindicato UGT publica un informe sobre esta cuestión, y es interesante constatar la exasperante lentitud con la que, en el mejor de los casos, se producen ciertos avances). Un trabajo lastrado por muchas razones, y entre ellas (vuelvo a la coincidencia), el no haber resuelto aún la enorme injusticia de la falta de corresponsabilidad.

Bonus Track

Hay muchas razones para que la falta de igualdad sea una cuestión de máxima prioridad en nuestras agendas, públicas o privadas. La coincidencia del Primero de Mayo me ha puesto unas cuantas ante los ojos, pero seguro que a ti, lector o lectora, se te ocurren otras muchas.

Y si por no se te ocurre ninguna, te dejo la referencia de una conferencia muy inspiradora, de Chimamanda Adichie: We all should be feminists. Esta misma historia ha dado lugar a un pequeño librito, que se ha incluido ya entre las lecturas recomendadas de los colegios suecos, para jóvenes de 16 años.