La ley del unicornio o cuando la palabra mujer se usa para ocultarnos

septiembre 30, 2014 en Doce Miradas

¿Conocéis la ley del unicornio? La primera vez que yo tuve conocimiento de este particular principio pensé que vendría asociada a que en determinados ámbitos somos como animales mitológicos: ni estamos ni se nos espera. Pero no… tira más bien para otro lado. Fue formulada a través de un tuit por la tecnóloga Emma Jane Hogbin y dice lo siguiente:

If you are a woman in Open Source, you will eventually give a talk about being a woman in Open Source.

Si eres una mujer en el mundo del software libre, es muy probable que impartas una charla sobre ser una mujer en el mundo del software libre.

Y ahí que mi cabecita se rompe en dos, con la usual dicotomía que se me presenta en estos terrenos. Porque, si das la charla, mejoras la visibilidad de las mujeres en ese ámbito. Pero… ¿realmente estás ocupando el lugar que quieres ocupar? Es decir, el de experta en tecnología no por tu sexo sino por tus conocimientos o por tus aptitudes. Por no hablar de los congresos que aprovechan esto para rellenar con mujeres su cartel, en vez de que estén allí para hablar de la temática central del mismo.

Esto mismo lo vi más claro recientemente con el nombramiento de la nueva directora de la BBC: Rona Fairhead. Sí, porque tiene un nombre: Rona Fairhead. Y es que en la mayoría de medios se obvió esa parte (además de su espectacular currículum), quedando oculta bajo el titular de «Una mujer dirigirá por primera vez la BBC«. Por no hablar de los que optaron por definirla basándose en su descendencia: «Mother of three poised to lead the BBC«. ¿Os imagináis estos mismos titulares con hombres como protagonistas?

Titular de The Telegraph

Titular de The Telegraph

Buscando en el principal buscador de internet la frase «primera mujer», fijaos cuáles han sido los resultados sugeridos por el mismo (para echarse a llorar):

google

Entonces me he puesto a pensar en cómo la etiqueta mujer ha sido usada en nuestra contra a lo largo del tiempo. Antes como “mujer de…” para ocultarnos tras un hombre y ahora como “la primera mujer en… ” para ocultar nuestras capacidades. Porque de hecho, muchas personas aún usan esto como arma arrojadiza indicando que ese mérito o respeto es solo porque se trata de una mujer.

Por supuesto, para romper con la ley del unicornio, no hay que dejar de luchar por los derechos de las mujeres. Cuantos más espacios públicos ocupemos, mejor. Pero tendremos que estar alerta sobre los espacios que nos ganamos y que, sin embargo, parece que nos dan por ser mujer y no por nuestras capacidades. La próxima vez, intentaré no preguntar a una mujer qué se siente al ser mujer en su desempeño laboral en vez de interesarme directamente por lo que hace y cómo lo hace. Escribir o hablar sobre esas mujeres no es malo. Lo malo es que directamente digamos que lo hacemos porque son mujeres y obviemos sus capacidades.

La mirada cómic-a de Pernan Goñi

septiembre 23, 2014 en Miradas invitadas

Pernan Soy Pernan Goñi, @pernan, un dibujante freelance que vive y trabaja en Bilbao. Me gustan la pintura y el dibujo, los fanzines y los temas de innovación social. Mi labor consiste en idear y conceptualizar historias basadas en imágenes, realizar graphic recordings, dibujar ideas en reuniones, desarrollar story-boards y animaciones, participar proactivamente en proyectos donde el lenguaje visual sea importante. He realizado trabajos para EiTB, Lan Ekintza-Bilbao, Gobierno Vasco, Museo Guggenheim Bilbao… Y también para un montón de amigas y amigos que lucen sus caricaturas por las redes sociales.

 

Por @Pernan

Bechdel Test – Por @Pernan

 

Martxismo – @Pernan(en) eskutik

(Traducción libre del cómic “Postmoderno Xelebreak / Matxismoa)
Las cuitas de los jóvenes postmodernos
Aventuras y desventuras de artistas que fuimos a Bellas Artes hace tiempo
MACHISMO

Entre los estudiantes de Audiovisuales, los chicos quieren ser directores de cine y las chicas, actrices.

Las mujeres tienen menos oportunidades en el mundo del arte, ya que en un momento de su vida dejan el arte para formar una familia.

Las tías buenas son la obra de arte más grande del mundo.

Las chicas vienen a estudiar Bellas Artes para pillar con un marchante o galerista rico.

En Historia del Arte no damos trabajos de mujeres porque las labores del hogar no son interesantes.

Follar con las de Bellas Artes es más fácil que con las otras.

Sí, sí, alumnos y profesores de Bellas Artes nos regalaron con estas perlas no hace tanto.

Tengo un plan

septiembre 16, 2014 en Doce Miradas

Con la llegada de septiembre, me enfrento a mi reválida. Quedé en dibujar, y en recorrer, mi particular Ruta de la Igualdad, ¿recordáis? (Supongo que no: han pasado muchas cosas desde entonces. Aquí está mi compromiso: «Navajas de doble filo«).

El caso es que creo que he suspendido, o en el mejor de los casos, voy por un aprobado raspado.

Los objetivos que me fijé en este plan eran, a priori, sencillos de conseguir, porque me propuse a mí misma dejar de tirar balones fuera y analizar qué cosas puedo hacer y / o dejar de hacer para que, al menos en mi entorno, las desigualdades que tanto me molestan se reduzcan y crezcan, en paralelo, espacios de respeto e igualdad. Ya sabéis: se trataba de fijarme más en lo que puedo hacer que en lo que los demás no hacen, y de ponerme manos a la obra para cambiar el pequeño trocito de mundo en el que habito. Si sólo depende de mí, me dije, nada me impide cambiarlo.

Error.

No había contado con una de las fuerzas físicas más potentes que existen: la inercia. Si recuerdo un poco de lo que aprendí en física, los cuerpos tienden a m317806_4722649061481_67290471_nantener su posición (ya sea movimiento, ya sea reposo) de forma natural, y sólo una fuerza externa puede hacer que esta tendencia cambie. ¿Es la mera voluntad una fuerza suficiente para hacernos modificar nuestra posición? A veces sí, y a veces no. Vivimos en un tiempo en el que se ha magnificado la voluntad; se nos habla de que “querer es poder” cuando en muchas ocasiones, hace falta mucho más que la fuerza de nuestros riñones para mover las cosas. Ciertos cambios pesan mucho, y necesitan de la contribución de muchos riñones. 

Éste es mi Informe de progreso. 

Me está costando mucho deshacerme del sentido de “responsabilidad” mal entendido. Es un enanito saltarín que llevo encima de mi hombro derecho, y me engaña constantemente. Me dice que tengo que poder con todo («¡qué menos!»), que merece la pena llegar reventada a la cama si has sido capaz de cumplir con una sonrisa con las dobles jornadas. Me engaña y me torea, porque me hace sentir culpable si me regalo un par de horas de tiempo para mí, para cuidarme o para abandonarme a mi suerte, qué más da. Este dichoso enanito vive a gusto en la inercia y en mi hombro.

Convivo con dos pre-adstop-beauty-madness-belleza-como-combatirla-1olescentes chicas, y también ahí, qué queréis que os diga, me veo regular, a punto del suspenso. ¿Les acompaño a comprar ropa a esas tiendas diseñadas por psicópatas del photoshop? ¿Me siento frente a los escaparates con una pancarta para denunciar las tallas imposibles? (Esta campaña merece un vistazo: #stopthebeautymadness, me parece). ¿Les invito a que experimenten con su libertad de horarios y espacios en las fiestas del pueblo, a pesar de saber que los riesgos son reales, o me camuflo detrás de las farolas para vigilarlas? Juntas hemos aprendido a descifrar algunos códigos muy evidentes, como los estereotipos de las series de televisión y de la publicidad, pero cada vez que cazamos uno, lo debatimos, lo criticamos y cambiamos de canal, ¡zas!: nos encontramos otra barbaridad aún mayor. ¿Suprimimos la televisión, Youtube e Instagram de nuestras vidas? 

Son sólo dos de mis asignaturas. Tengo más, pero no quiero aburrir a nadie.

«¡Es la inercia, estúpida!». No es suficiente querer que, a igual responsabilidad, mujeres y hombres tengamos  igual salario; lo dice la Comisión Europea, ojo.  No es suficiente querer que reconozcan nuestra valía profesional para evitar que nos pregunten de forma sistemática cómo vamos a resolver nuestros (sic) conflictos familiares y domésticos en las entrevistas de trabajo. (Para muestra, un botón). No basta con cumplir a rajatabla el horario laboral cuando las decisiones se toman, por inercia, con una copa tras una cena el viernes. No es suficiente querer estudiar cuando la religión que gobierna mi país dictamina que las chicas no podemos acceder a la escuela. (¿Sabe alguien qué ha pasado con las niñas secuestradas en Nigeria o, en su defecto, cuándo dejó de importarnos?) No basta con querer jugar a fútbol para que nos acepten en el equipo del colegio. No es suficiente pensar que toda esta basura publicitaria es vomitiva para que retiren estos anuncios. (Gracias, Arantxa, por ponerlo tan clarito: Mujer y Publicidad)

Cuando la posición es cómoda, cuando todo a nuestro alrededor nos lleva a dejar las cosas como están, la voluntad individual es condición necesaria, pero no suficiente. Yo al menos, me muevo bien con las listas de tareas que concretan la voluntad en hechos… Soy fan de las listas, e incondicional de los hechos. 

Por eso, estoy diseñando un Plan de Acción. Por el momento está en fase borrador, pero ya contiene cuatro acciones concretas de obligado cumplimiento, por mucho que insistan mis enanitos. A saber.

  • Voy a ser egoísta dos veces al día. Voy a pensar en mí. En mis prioridades, en lo que quiero y en lo que me mueve por dentro. Dedicaré un rato cada día a perderme en mis interiores, y ya veremos si se cae el mundo. Igual resulta que esa responsabilidad es, simplemente, otra forma de engaño. Dos veces al día, «capitana de mi alma».

  • Voy a ser intransigente las 24 horas del día. Ni un sólo comentario machista o denigrante para mí, ni para las mujeres que pasan a mi lado. Intentaré extender esta intransigencia a todas las mujeres, a todos esos «cómo os ponéis por tonterías». A veces será sencillo, y bastará con decir “eso que comentas resulta hiriente para muchas mujeres, o al menos, lo es para mí”. Otras veces habrá que levantarse de una reunión, por ejemplo, cuando alguien te mire a ti para servir el café. Iré perfeccionando el “modo respuesta” para que resulte constructivo, pero me propongo escapar, para siempre, del silencio cómplice.

  • Voy a dotarme de un detector de violencias. Las de alta intensidad me escandalizan (como a cualquier persona, hombre o mujer, que merezca denominarse como tal), pero existen infinitas expresiones violentas que la inercia ha ido disfrazando a lo largo del tiempo, y me resultan casi invisibles. Violencia es «cosificar» a las mujeres, equiparar mujer con cuerpo, con ama de casa, con pareja de tal, con … Violencia será, a partir de este momento, todas esas situaciones en la que una deja de ser quien un ser entero para convertirse en la etiqueta obligada de nadie. (El informe de la UE me dará algunas pistas).

  • No voy a consumir productos que me ignoran, insultan, denigran o faltan al respeto. Y voy a hacer todo lo que esté en mi mano para que nadie más lo haga. Atención señoras y señores  creativos: algunas «gracias» no tienen ni gota de gracia. Ni el modelo de coche en colores femeninos que incorpora un asa especial para el bolso (sic), ni los yogures probióticos que me consideran enferma una vez al mes.

La lista de acciones irá creciendo. Tendré que cambiar cosas, moverlas de sitio. Dicen que para generar un movimiento sólo hay que empezar a moverse. Que las cosas se cambian cambiándolas. Necesitaré aplicar una fuerza extra para vencer la inercia. Se me ocurre que muchas mujeres juntas podríamos hacer una lista aún más larga, aún más potente, y de paso, un mundo mejor.

Y se me ocurre que muchos hombres querrán echar una mano.

Si me ayudáis con esta lista y pedaleando, es posible que el próximo septiembre tenga alguna respuesta más para las muchas preguntas que me seguiré haciendo.

Éste es mi plan: «Change«, Tracy Chapman

No somos culpables de nuestras violaciones

septiembre 9, 2014 en Miradas invitadas

Belén PeraltaBelén Peralta, , comenzó como locutora y redactora en la Cadena SER en 1984 y, a partir de ahí, ha desarrollado toda su carrera profesional en torno al mundo de la comunicación y el periodismo, siendo los estudios de género uno de los temas en los que se ha especializado. En la actualidad se encuentra escribiendo su próxima novela, Olor a tarta de manzana, y prepara un proyecto para crear una gestora cultural, La Alquería, que prestará especial atención a las mujeres maltratadas y en riesgo de exclusión social, entre otros colectivos.

Poco podía imaginarme que el día en que comenté en mi Facebook un fragmento de las desafortunadas declaraciones del alcalde de Valladolid, -Francisco Javier León de la Riva (Valladolid, 1945)- sobre las agresiones sexuales a mujeres, se originaría tal cúmulo de opiniones y un debate vivo, abierto, y repleto de testimonios de chicas que habían vivido en silencio, algunas, como yo, durante muchos años, el viento de su desgracia, como le ocurrió a la cándida Eréndira de García Márquez.

Sensaciones encontradas
violencia contra las mujres Doce Miradas

Esto produjo en mí sensaciones encontradas. Por un lado, me sentía felizmente abrumada por la respuesta que se generó y que provocó una ola de empatía entre todas las mujeres que aportaban testimonios, y aquellos y aquellas que leían y comentaban. Eso sí, el porcentaje masculino era tristemente muy inferior al femenino, no sé -o no quiero pensar- por qué. Se supone que este tema tan doloroso, tan triste, también debe afectarles a ellos ya que las atacadas son sus mujeres, sus hijas, hermanas o amigas. Pero también por un simple sentimiento de empatía. Sin embargo, solamente fueron tres o cuatro hombres los que comentaron y dieron al “Me gusta”, siendo la mayoría abrumadoramente femenina. Me dio la impresión de que, en este tema, como ocurre en tantos otros, seguimos luchando solas. Unidas unas a otras, sí, de forma colectiva, pero sin el apoyo de los hombres. Son compañeros de vida (padres, hijos, hermanos, amigos, pareja), y nos sirve su opinión. A mí, al menos, me interesa.
Decía que esta avalancha de comentarios relatando duras experiencias de agresiones sexuales me provocó sensaciones encontradas. Si la primera fue de satisfacción por el debate que se abrió y la empatía que se palpaba, la otra fue de desolación absoluta. Era sobrecogedor leer uno, tres, siete y más testimonios de mujeres que un día vieron cómo se les atacaba en su libertad, no solo sexual sino personal, es decir, a todos los niveles.

Agredida sexualmente
Yo misma fui protagonista de una agresión sexual en forma de intento de violación a manos de dos desgraciados indeseables. Tenía 18 años y trabajaba en la radio, en la cadena SER como locutora. Era muy temprano cuando me encaminaba hacia la emisora por una calle desierta -aunque daba a la avenida principal de la ciudad- y todavía estaba oscuro. Dos tíos repugnantes me atacaron por detrás y me agarraron de las muñecas mientras uno de ellos me desabrochó el pantalón y empezó a bajármelo junto con la ropa interior. El otro, mientras, me obligó a ponerle mi mano sobre sus genitales que estallaban por debajo de su vaquero. El siguiente paso, obviamente, hubiera sido la violación de no ser porque, a pesar de que el pánico me atenazaba, logré sacar fuerzas de no sé aún dónde -la adrenalina es lo que tiene- y pegué un alarido horripilante, horrísono. El terror, el espanto, se me escapaba en esos momentos por la boca. Y debí hacerlo de maravilla, porque aquellos dos cerdos salieron pitando por un callejón adyacente. No conseguí verles el rostro, ni la ropa, ni prácticamente pude fijarme en su complexión. Solamente recuerdo que uno de ellos era rubio, o al menos, así me lo pareció. Sé que eran jóvenes, poco más. Eso pasó a las ocho menos cuarto de la mañana y eran las dos de la tarde y aún tenía las señales en las muñecas y el horror instalado en mi cuerpo. Porque eso sí, tiré hacia adelante y seguí hacia la emisora, donde cumplí con mi jornada laboral. Cometí un error tremendo que ahora no hubiera repetido. La inexperiencia de mis por aquel entonces 18 años hizo que, como no había posibilidad de identificarlos, desechara la idea de la denuncia. Craso error. Por pocos datos que hubiera dado, considero imprescindible no callarse, denunciar, primero por la posibilidad de poder atrapar a esta gentuza, pero además porque así ayudas a otras mujeres y evitas futuras agresiones. Jamás sabré si volvieron a atacar a alguna otra chica. Espero que no.
El contar mi caso en Facebook, al hilo de las declaraciones del alcalde de Valladolid en el que a las mujeres nos tacha poco menos de incitadoras de agresiones sexuales -reales o inventadas-, provocó una avalancha de comentarios y testimonios, algunos de ellos realmente estremecedores. Uno de los contertulios masculinos me impactó con su comentario, que venía a decir que no podía imaginarse que hubieran tantos casos de agresiones sexuales en su entorno, que tenía conocimientos de estos casos a través de los medios de comunicación, pero que no se figuraba que tantas mujeres hubieran sufrido esta desgraciada situación y que no se conocieran sus historias.

Mi catarata de reflexiones sobre el tema
Mujer, denuncia tu violación.Esto provocó en mí varias reflexiones: ¿por qué callan las mujeres ante este tipo de ataques? ¿O realmente no callan pero los medios no se hacen tanto eco como debieran e invisibilizan estas situaciones en la medida que les es posible? ¿Cuándo dejarán algunas mentes -no ya retrógradas, sino cavernícolas- de acusar a la víctima y no al violador? Porque no he contado un “pequeño” detalle: lo primero que me preguntó mi novio fue que qué ropa llevaba puesta. Lo miré con asombro y le dije: “Unos pantalones vaqueros y una camisa ancha de manga corta”. Creo que jamás debí contestarle, sino mirarle con desprecio, darme media vuelta y decirle adiós para siempre. Quizá lo hice porque tenía 18 años. Ahora, con 47, afirmo que no me volvería a pasar. Las víctimas no somos culpables de nuestras violaciones, que les quede claro a los y las que piensan así. Sí, por desgracia también hay mujeres que lo creen. Aunque parezca inaudito.

Venciste, mujer, con no dejarte vencer

septiembre 2, 2014 en Doce Miradas

Las mujeres del Valle de Hushé, una región de alta montaña del norte de Pakistán, aceptan la tiranía de la sociedad en la que viven como un antojo imperturbable del destino. Se levantan a las cuatro de la mañana y sus días se extienden sin aliento durante dieciocho horas sin fin. Suyo es el cuidado de niños y ancianos, el del campo y el ganado. También la recogida y el transporte del agua.

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Fotografía de Ibon Azpilikueta

Baltistan Fundazioa —ONG de cooperación internacional al desarrollo impulsada por montañeros vascos en recuerdo de Félix Iñurrategi— lleva muchos años impulsando el desarrollo integral de las personas de esta comunidad, con especial hincapié en sus mujeres. El objetivo es que éstas adquieran conciencia de sus derechos y comiencen a ejercerlos. Que ese destino imperturbable cambie. Y mi objetivo hoy es acercaros la labor que esta organización desarrolla allí.

El Valle de Hushé es una zona de viviendas frágiles que habitualmente sólo disponen de una habitación compartida por todos los miembros de la familia: abuelos, padres e hijos. Sus habitantes viven de una agricultura de supervivencia basada en el cultivo del trigo, la producción de verduras para el autoconsumo, albaricoques y algunas otras frutas. “Son las mujeres las que soportan el mayor peso de esta economía; agricultura y ganadería son atendidas por ellas, así como las personas ancianas, niñas y niños”, relata Sarai Martín, responsable de Género de Baltistan Fundazioa.

Fotografía de Ibon Azpilikueta

En una sociedad que casa a sus hijas a los doce años y que desalienta a las familias para que no las envíen al colegio, en Baltistan Fundazioa saben que la educación es precisamente la llave de su presente y su futuro. De ahí la importancia de los centros de mujeres que promueven en la zona con el objetivo de ofrecerles formación, facilitar reuniones y otras actividades colectivas sobre agricultura, higiene, nutrición, manualidades… Lugares en los que poner en común sus necesidades y también sus sueños. En los que aprender a progresar en su autonomía y crecimiento personal para poder liberarse de los valores tradicionales y conservadores que rigen sus vidas.

3 Centro de formación de mujeres en Machulo

Centro de formación de mujeres en Machulo. Fotografía de Xabier Bañuelos

Nada mejor para profundizar en lo que estos centros están haciendo posible que conocer la historia de algunas de estas mujeres que han cambiado su destino gracias a ellos. Mujeres llenas de coraje y valentía, que no se han dejado vencer. Próximamente se editará un libro con sus historias, no con sus fotografías: no pueden ser fotografiadas ni su imagen pueden ser reconocida en los medios. Van ahora algunas pinceladas de la vida de cinco de ellas; suficiente para dibujar la crudeza de su realidad.

Haleema es la más joven. Su historia se desarrolla en el umbral de la pobreza. Con 13 años estudia tercero de Bachillerato y cuida del ganado: la base de la economía familiar. Inteligente y trabajadora, sus asignaturas favoritas son el urdu y el inglés, idioma que aprovecha para practicar si algún turista llega a la aldea. Ahora su sueño es convertirse en profesora y todo lo que necesita para conseguirlo es que alguien la siga guiando en ese camino que ha emprendido para cambiar su destino.

Zubaida tiene 23 años y, a diferencia del resto de las chicas del valle, está muy preparada. Su padre, propietario de una tienda, quiso que sus hijos alcanzaran la educación que él no había tenido. Un medio que los alejara de la pobreza. Lamentablemente, su muerte temprana hizo que su hija tuviera que asumir las responsabilidades domésticas, impidiendo que continuara con sus estudios superiores. Pronto, a pesar de la oposición de su propia madre, Zubaida abrió una tienda de mujeres: una habitación alquilada en la calle principal. Una calle donde hasta la fecha sólo los hombres habían abierto tiendas. Más tarde supo de las clases de costura y punto de Baltistan Fundazioa, y hoy día se gana la vida bordando y es una mujer de referencia en su pueblo.

Kulsum, 55 años, se casó a los 10 con su primo Haji Ali, que entonces tenía 12. Dio a luz a cinco hijas y dos hijos. Sólo tres de ellos sobrevivieron. Una de sus hijas murió siendo un bebé de meses, el mayor de los varones murió a los siete y el pequeño a los tres. En el primer aniversario de su muerte, su marido se casó con otra mujer porque ella ya no podía darle otro varón para llevar el apellido de la familia. Tras una vida dedicada al campo y a la crianza de sus hijos, hoy día Kulsum es una de las primeras mujeres con plaza en el Consejo del Valle; algo poco habitual en una sociedad regida por hombres, cuyas normas desalientan a las mujeres a participar en política, frenando así su desarrollo y avance.

La vida de Zakia Bi, 60 años, es una historia de sufrimiento y lucha que ella misma resume como de una esclava. A Zakia Bi la casaron con 12 y tuvo dos niños y una niña. A costa de saltarse una comida diaria, pudo proporcionales la educación que ella no había conocido. Gracias a la formación de sus hijos, la situación económico-familiar —siempre unida al procesamiento del albaricoque— fue mejorando sustancialmente, hasta que el primero de ellos murió de cáncer y la vida dio un giro. Cinco años más tarde lo hizo el segundo y poco después, su marido… Su vida iba a la deriva hasta que BF la ayudó a crear su propio vivero con más de 33 albaricoqueros. Zakia Bi pudo alcanzar un imposible.

4 curso de secado del albarocoque

Curso de secado del albaricoque

Abida Khatoon es un claro ejemplo de valentía y fuerza interior. A pesar de que, vivió su infancia confinada en una pequeña habitación debido a la poliomielitis que pasó a los 5 años, llegó a educarse y auto-empoderarse, contribuyendo de forma muy activa a la economía familiar. Fue su padre quien hizo que recibiera clases con el sastre del pueblo; también fue él quien —tras mucho sacrificio y esfuerzo— le compró una máquina de coser. Ella tenía 16 años y, desde entonces, su costura se convirtió en una valiosa fuente de ingresos para la familia. El apoyo de BF le permitió contratar y formar a otras mujeres en labores de corte y confección, empoderándolas para convertirse en miembros activos de su sociedad.

5 mujeres cocinando en Machulo

Mujeres cocinando en Machulo

Uno de los mayores éxitos conseguidos por Baltistan Fundazioa ha sido que las mujeres contribuyan a la economía familiar creando sus propios negocios. Sólo por esta aportación económica que realizan y no por el convencimiento de que es su derecho, la sociedad en general y los hombres en particular, van dejando espacio a las mujeres, permitiéndoles acceder a la educación y a los centros de mujeres. Un rayo de luz al final del túnel.

Desde este nuevo empoderamiento, las mujeres podrán a continuación implicarse en la política local y ser ellas mismas quienes desde este nuevo status promuevan la independencia político-social de las mujeres en sus comunidades.

Ya lo dijo Calderón de la Barca en el siglo XVII: “Venciste, mujer. Con no dejarte vencer”.

Mi agradecimiento a Sarai Martín y Jon Mancisidor.