Doce Miradas, un año, un manifiesto

mayo 26, 2014 en Doce Miradas

Este miércoles 28 de mayo, todas las personas que formamos Doce Miradas, podremos por fin celebrar nuestro primer añito de vida: las que nos leéis, las que comentáis, las que tuiteáis, las que trabajáis por romper techos de cristal, las que nos regaláis vuestra mirada invitada…

Y hablando de regalos, hoy os dejamos el que nos ha hecho Pernan Goñi poniendo imagen a nuestro manifiesto, lo único que teníamos claro cuando arrancamos esta aventura.

QUEREMOS

Igualdad

Construir un espacio común para hombres y mujeres que sea más justo y equilibrado.


Manifiesto-12Miradas-1--2-Circulo

Impulsar la participación y reconocimiento de la mujer en la esfera pública.


Manifiesto-12Miradas-1--3-Papelera

Desprogramar los roles de género, socialmente construidos.


Manifiesto-12Miradas-1--4-Futuro

Ofrecer a la infancia imaginarios alternativos que conformarán las actitudes del futuro.


Manifiesto-12Miradas-1--5-TeoriaPractica

Evidenciar que el reconocimiento de derechos legales no implica su puesta en práctica en la sociedad.


Manifiesto-12Miradas-1--6-Expres

Incidir en la importancia de las personas como agentes de cambio, no sólo en sus relaciones sino también en sus entornos.


Manifiesto-12Miradas-1--7-Juntas

Y nos comprometemos, en definitiva, a trabajar para hacernos visibles y construir un nuevo discurso que acelere este cambio.

Sexy y mandada

mayo 20, 2014 en Doce Miradas

Acompañadme en este recorrido intelectual y sentimental por el que he transitado en las últimas semanas: una novela me ha llevado a las it girls, de ahí he pasado a las flappers y ya veremos a dónde nos lleva esta reflexión mía sobre las mujeres en la historia y en la cultura popular.

 Todo empezó con una novela

La novela es Betibú, de Claudia Piñeiro, una escritora argentina que cultiva, entre otros, el género negropolicial. Betibú es su décima novela. La publicó en 2011.

La protagonista de Betibú es Nurit Iscar, una escritora en horas bajas que tiene que aceptar un trabajo puramente alimenticio, contratada, además, por un examante que no se portó bien con ella y le puso el sobrenombre de Betibú porque, según él, se parecía a Betty Boop, el dibujo animado creado por Grim Natwick en 1930.

Betty BoopBetty Boop

(commons.wikimedia.org)

Piñeiro dedica un par de páginas a hablar de Betty Boop. Una de las amigas de la protagonista dice de ella que encarna el prototipo de mujer “sexy y mandada” y, como me ha hecho gracia la expresión, la he puesto en el título del artículo.

¿En quién se inspiró Betty Boop?

Hay quien dice que, para crear a Betty Boop, Natwick se inspiró en la actriz Helen Kane y así lo defiende Piñeiro en la novela;  hay quien dice, en cambio, que se inspiró en otra actriz: Clara Bow.

En realidad, pudo haberse inspirado en las dos, pues, además de parecerse físicamente, Kane y Bow llevaron vidas bastante paralelas.

Las dos eran neoyorkinas (Bow nació en Brooklyn y Kane en el Bronx) y coetáneas (Kane nació un año y seis días antes que Bow y murió un año y un día después), fueron tremendamente conocidas y populares en su época (Bow llegó a recibir 45.000 cartas de admiradores en un mes; en cuanto a Kane, se comercializaron muñecas que llevaban su nombre y se organizaban  concursos de imitadoras de su aspecto) y las dos se comportaban pública y privadamente de manera “escandalosa”.

Bow, además, fue la primera it girl de la historia (la empezaron a llamar así después de protagonizar la película It)  y tanto ella como Kane, por sus papeles de “marimacho” y desenvueltas, encarnaron el espíritu flapper de la época.

¿Qué fueron las flappers? ¿Qué fue de ellas?

Copio y adapto de Wikipedia una definición básica de flapper:

Flapper es un anglicismo que se utilizaba en los años 1920 para referirse a un nuevo estilo de vida de mujeres jóvenes que usaban faldas cortas, no llevaban corsé, lucían un corte de cabello especial (denominado bob cut), escuchaban música no convencional para esa época (jazz) y  también la bailaban. Usaban mucho maquillaje, bebían licores fuertes, fumaban y conducían. En general, su conducta suponía un desafío a lo que entonces se consideraba socialmente correcto.

Las flappers, además de una disidencia estética, que ha sido la que más ha perdurado, también supusieron una disidencia ética, un profundo cambio en el estilo de vida de las mujeres, porque hablaban abiertamente de sexo y de contracepción y ponían el pie en lugares públicos, lúdicos y laborales, que hasta entonces habían sido solo de y para hombres.

Pero su apuesta ética, que fue poderosa y nada desdeñable, se ha diluido, hasta perderse, diría yo, pues de ellas en el imaginario colectivo ha quedado poco más que las faldas, los collares largos y los tacones; han quedado reducidas a lo accesorio. Quizás porque su “reinado” acabó abruptamente, en 1929, con el crash de Wall Street, la subsiguiente Gran Depresión de los años 1930, su reacción conservadora y el despertar del extremismo religioso, tan dañiño todo ello para las libertades, especialmente las de las mujeres.

¿A qué os suena esto?

Salta a los ojos el pareacción susan faludiralelismo con lo que vivimos hoy en día. Por eso me he acordado irremediablemente de un libro que en su época marcó mi formación emocional: se trata de Reacción, de Susan Faludi, y habla (o hablaba, porque se publicó en Estados Unidos en 1991, hace ya un tiempecito) de esto mismo, de cómo en los años 1980 “antes de que los logros feministas llegaran a consolidarse en un auténtico cambio institucional, se desató un vasto e insidioso contraataque, en muy diversos frentes”. Uno de esos frentes, muy virulento, fue la cultura popular.

Susan Faludi, que cumple años el mismo día que yo, maneja y defiende brillantemente la tesis de que varias veces en la historia, cuando las mujeres estamos a puntito de lograrlo, de consolidar nuestro poder, ¡zasca!, viene una ola reaccionaria que vuelve a ponernos «en nuestro sitio”.

He vuelto a hojear Reacción (Backlass) y he redescubierto con sorpresa que la cuarta parte se titula “Repercusión de la reacción sobre la mente, el trabajo y el cuerpo de las mujeres” , uno de sus apartados “Los salarios de la reacción: sus repercusiones para las mujeres empleadas” y otro “Los derechos reproductivos bajo la reacción: invasión del cuerpo de la mujer”.

En fin, todo este recorrido mío ha sido para concluir en algo que ya sabíamos: que los avances en la conquista de la igualdad no han sido continuos ni lineales, que hemos conocido épocas de progreso y épocas de retroceso. Y es evidente que ahora nos toca recorrer lo ya andado y, en parte, volver a empezar. ¿Desde la casilla de salida?

Me llamo Isabel y soy empresaria

mayo 13, 2014 en Miradas invitadas

isabel iglesiasIsabel Iglesias (@enpalabras) es consultora especializada en el análisis estratégico y dinamización de la información. Investigadora de nuevas realidades, alérgica a los tópicos, bloguera… Y desde hace un tiempo productora, aportando un granito de arena a esas nuevas realidades por descubrir con la película Máscaras.

No “mujer empresaria”, ni “emprendedora”. Y, puesto que me toca firmar en la parte contratante como empleadora, tampoco me gusta la palabra “autónoma” ni lo de “por cuenta propia”. Soy empresaria y trabajadora de mi empresa. Pero mejor me explico y empiezo por el final.

Como trabajadora, quisiera horarios, vacaciones y derecho a una baja sin que apareciera la inspección de trabajo. Asumo que, si las cosas no funcionan, voy a perder la inversión realizada, pero, al menos, tras haber estado años contribuyendo a la caja común (¿?) de la Seguridad Social, la que mantiene al resto, porque para quienes cotizamos al régimen especial de trabajo autónomo tres meses de impago implican embargo directo, al menos me gustaría que el derecho a paro me garantizara un paréntesis mínimo para reenfocar mi vida. Pero las cosas nunca fueron así ni han mejorado con la última reforma gubernamental.

Lo de “trabajadora autónoma” simplemente no es correcto (tampoco en masculino), porque lo de ir por libre implica asumir todas las responsabilidades y eso se traduce en dependencias múltiples. Y ya no lo digo por los horarios interminables ni por el exceso de trabajo, sino por lo complicado que resulta averiguar, cuando las cosas no marchan, si has fallado en el diseño del servicio, en el de la oferta, en la venta o en la ejecución. O tal vez no estás eligiendo bien tus relaciones, o el segmento de mercado… Pero, ¿con quién lo hablas? Lo de “autonomía” se traduce más bien en “indefensión”. En mi caso, recuerdo haberme sentido reconfortada cuando me encontré con la declaración de consultoría artesana.

La confusión no es sólo terminológica, sino también conceptual, porque no se trata de generar el propio puesto de trabajo, sino el contexto en el que realizar tu trabajo y a la vez conseguir ingresos para poder vivir de esa actividad. Y esto me lleva a lo de “por cuenta propia”. Sí, es cierto, las decisiones son mías, pero el precio es alto, así que, igual que asumo la responsabilidad sobre mis errores (las micropymes no cotizamos en bolsa, de manera que no hay fondos ciudadanos para cubrir las pérdidas), reclamo el derecho a no tener que soportar esta queja que no cesa contra al sistema, como si no formáramos parte de él. Y aquí entra lo de “emprendedora”, porque ¿es que hay alguna otra forma de concebir la propia vida?

La presión en este asunto del emprendimiento, que con la crisis se está haciendo insoportable, no es sino el ilusorio intento de encubrimiento y control sobre las escandalosas cifras del paro, al tiempo que se impulsa la nueva versión de la industria del ladrillo: el consumismo (que no el uso) de lo digital y la lucha por su control. El monopoly se juega en círculos cada vez más restringidos porque tras la burbuja de las start ups las cifras demuestran que la media de edad en las nuevas altas en el régimen de trabajo autónomo supera los cuarenta años, y cabe preguntarse qué eran antes esas personas a las que ahora se llama “emprendedoras”.

Cuando Noemí Pastor me invitó a escribir una colaboración para Doce Miradas, me sugirió que podía aprovechar para hablar de mi libro, pero como su origen ya se explica en la introducción, me pareció más justo escribir en primera persona el espíritu que intenta recoger, que no es otro que poner de manifiesto

la constante omisión, por pudor, cuando no malintencionado olvido, respecto a la inexistencia de datos que relacionen el trabajo y la ocupación de las mujeres con el dinero, y de legitimar sus intereses y aportaciones económicas, incluso cuando estas se referían claramente a “actividades extradomésticas remuneradas”.

Tras la expresión de “actividades extradomésticas remuneradas” se han ocultado de forma sistemática auténticas iniciativas empresariales que en muchos casos no solo constituían el único soporte de la economía familiar, sino que también crearon y dinamizaron auténticas redes comerciales. Y todo esto en una época en la que la tradición, pero sobre todo la ley, prohibía a las mujeres ejercer y liderar ningún tipo de actividad económica remunerada e incluso disponer de su propio dinero en casos de herencias. ¿Y ahora que las leyes han cambiado? Pues hemos pasado de la invisibilidad a ser objeto de deseo para las marcas. A lo de generadoras de riqueza y empleo, en cambio, aun le falta.

El libro se titula Empresarias Xubiladas, una categoría difícil de rastrear en fuentes documentales tradicionales, pero también en Internet, lo cual es lógico, ya que no deja de ser un reflejo de lo no virtual, como se pone de manifiesto en la red que se va tejiendo en torno a las Doce Miradas de esta casa. Por eso, más que un libro, diría que es la publicación de un enfoque de estudio sobre la radiografía de esa amplia realidad que se escurre entre las empresarias millonarias que saltan a los titulares y la mujer trabajadora por cuenta ajena. El objetivo eran empresarias “de a pie”, cuya “supuesta falta de excepcionalidad” no suele merecer la categoría de referenciable en los canales oficiales.

No quiero decir con esto que no sea importante abordar la presencia de las mujeres en los consejos de administración de grandes empresas o en las elites del poder, pero, y a la vista está, ¿presencia implica participación?, ¿de verdad interesa reivindicar un sistema que no reconoce la necesidad y el valor de la diferencia? ¿De qué sirve hablar de sexismo en las finanzas, sin tener en cuenta que el dinero solo sigue las rutas ya trazadas?

El problema es que los círculos de poder son egocéntricos, autocomplacientes. Se miran mucho y hacen poco. Casi siempre, para quienes los persiguen, el objetivo no es “hacer”, sino “entrar”, ser reconocido. Por eso creo que no se trata de asaltar el espacio, sino de buscar mecanismos para provocar cambios en esas reglas de juego que solo permiten los relevos imprescindibles y en las que, sencillamente, las mujeres no hemos estado.

Y le llega el turno a la palabra empresario, ria, que sólo en su cuarta acepción recoge (en masculino, eso sí) lo que supone más del 90 % del tejido productivo: “titular propietario o directivo de una industria, negocio o empresa”. Pero en realidad no sé si debo criticar este sesgo concreto de la RAE cuando, tras años de “militancia” en las organizaciones empresariales (sectoriales, geográficas, grandes y pequeñas), en ocasiones he tenido callar ante reproches que señalaban que luce más apuntarse a saraos que a cargos de representación. Sí, a algunas habría que pedirles que devuelvan sus derechos.

nellie-cashman-stamp

Sello conmemorativo de Nellie Cashman, empresaria irlando-estadounidense (1845-1925)

Cierto que la explicación es algo más compleja, pero, si queremos cambiar las reglas del juego, hay que salir a jugar. Ya hemos aprendido a asumir riesgos, a iniciar nuevos caminos, a convivir con la posibilidad del fracaso. Ya no queremos esa imagen de eternas principiantes. Las mujeres empresarias estamos asumiendo, junto con los hombres empresarios, la complicada tarea de responsabilizarnos en la toma de decisiones en los difíciles retos de esta dura etapa.

Ya está aquí el evento rompedor

mayo 6, 2014 en Doce Miradas

Imagen de Julia Serrano

Imagen de Julia Serrano

Parecía que no iba a llegar nunca, pero llega. Quedan solo tres semanas para celebrar el primer aniversario de Doce Miradas con un evento rompedor.

Será el miércoles 28 de mayo a las 17:30 en la Universidad de Deusto, concretamente en el auditorio de La Comercial del campus de Bilbao. La asistencia será libre y gratuita, pero necesitamos que os inscribáis. Traed, si queréis, a vuestras hijas e hijos.

¿Qué vamos a hacer? En primer lugar, repasar este año que ha transcurrido en vuestra compañía, en la de las miradas invitadas en especial, y daros las gracias por ello.

Luego vendrá el plato fuerte, con dos personas expertas: Maru Sarasola, consultora en igualdad, e Ibon Uribe, alcalde de Galdakao y miembro del Observatorio de la Violencia de Género de Bizkaia, en representación de la Asociación de Municipios Vascos (EUDEL). ¿De qué hablaremos? Pues de nuestro libro: los techos de cristal, la representación o infrarrepresentación de las mujeres en la vida pública y en los foros de decisión, los estereotipos dañinos…

A continuación celebraremos un coloquio lo más abierto y participativo posible y acabaremos tomando un vinito de Remírez de Ganuza.

¿Quién va a estar con nosotras? Además de Maru e Ibon, Pernan Goñi con su graphic recording, Iñigo Ibáñez haciendo fotos y Josi Sierra emitiendo en streaming.

Por supuesto que intentaremos reunirnos físicamente las Doce Miradas, cosa que hasta hoy nunca ha sucedido. ¿Cómo nos reconoceréis de entre los centenares de miles de personas que acudirán a nuestro evento? Muy fácil: luciremos los broches de la foto, diseño exclusivísimo para nosotras y solo para nosotras, a cargo de May Serrano.

broches

Entonces, ¿qué?, ¿qué os parece el plan? ¿Nos juntamos ese día y rompemos varios techos? No necesitáis traer la herramienta. Os la proporcionamos nosotras.

Cuándo: miércoles 28 de mayo a las 17:30.
Dónde: auditorio de La Comercial, Universidad de Deusto (campus de Bilbao).
Inscripción: formulario.