#DOCEDESEOS 2014

diciembre 23, 2013 en Doce Miradas

Doce Miradas Postal

La fábula de Concha Malpuesta

diciembre 17, 2013 en Doce Miradas

Si no lo sabéis, para esta navidad tomad nota. Tener una feminista en la familia o la pandilla levanta cualquier situación. ¿Que entre plato y plato languidece la charla? Provocad a la prima feminista. ¿Que los langostinos han quedado duros? Un buen chiste misógino y todos reirán al unísono, en cómplice fraternidad. ¿Que dos se han enzarzado por la consulta de Catalunya? Preguntad por las Femen.

En esta linea se sitúa el archiconocido yo-estoy-a-favor-de-la-igualdad-de-derechos-pero-no-soy-feminista. Un clásico del género, con el que a todas las militantes nos ha tocado lidiar en alguna ocasión.

Porque el Diálogo Antifeminista de Pacotilla, hay que saberlo, es un género en toda regla. Con sus figuras de estilo, sus tópicos, sus estructuras. Es habitual, por ejemplo, que quien provoca empiece confesando su desconocimiento (yo de feminismo no sé mucho) para a continuación hacer muestra de un aplomo a prueba de balas, convencido de que sus réplicas son originalísimas y definitivas; cuando por lo general es simplemente lo primero que se la ha pasado por la cabeza. El caso de antología es el insuperable El feminismo es lo mismo que el machismo pero al revés, cuyo autor (o autora: haylas, haylas) normalmente acompaña de una expresión satisfecha, como diciendo Ahí te he pillado, eh. Dos de cada tres Diálogos Antifeministas de Pacotilla reproducen este gag.

El yo-estoy-a-favor-de-la-igualdad-de-derechos-pero-no-soy-feminista es más sofisticado. Podría considerarse como uno de esos falsos amigos a los que se refería María Puente el otro día: parece una cosa pero es otra. Este parece una declaración a favor de la igualdad de derechos, pero en realidad es una afirmación que deslegitima la lucha por esa misma igualdad.

 

Decir yo-estoy-a-favor-de-la-igualdad-de-derechos es una manera elegante de no decir nada

Igualdad o derechos son términos consensuales. Pura jerga de contrato social, venida directa de la Revolución Francesa, cuya Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano era literal: reconocía derechos solo para ellos. Las mujeres tuvimos que esperar la segunda mitad del siglo XX para acceder de manera generalizada a todo lo que nuestros compañeros de revolución obtuvieron a finales del siglo XVIII. Son casi dos siglos de diferencia. Decir igualdad de derechos y punto es afirmarse en una tradición según la cual la igualdad es para los iguales y la desigualdad para los diferentes.

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Marcha sobre Versalles. Jornadas revolucionarias del 5 y el 6 de octubre de 1789

Porque ¿qué significa igualdad? ¿Igualdad de partida o igualdad de llegada? ¿Igualdad formal o igualdad de circunstancias? ¿Igualdad es paridad? ¿Igualdad significa unidad, renuncia a la singularidad? ¿Y qué derechos son esos que creemos que deben ser iguales para todos? ¿Tienen las mujeres el mismo derecho que los hombres a usar libremente de su capacidad reproductiva? ¿Todas las personas tienen derecho a contraer matrimonio, con independencia del sexo de los contrayentes? ¿Y todas deben tener derecho a adoptar, con independencia de su orientación sexual? ¿Y a someterse a tratamientos de reproducción asistida? ¿Y a tratamientos hormonales? Cuando empezamos a llenar de contenido esos derechos y debatir sobre las condiciones que deben darse para que se ejerzan en igualdad, la cosa se complica.

 

Si estás en contra del feminismo, devuelve tus derechos

Obviedades. ¿Quiénes lucharon por el sufragio femenino? ¿Y por el reconocimiento del derecho a la interrupción del embarazo? ¿Quiénes luchan hoy de nuevo por ese derecho, cuando se ve amenazado? ¿Quiénes visibilizan la violencia de género? ¿Quiénes se manifiestan contra la esclavitud sexual? ¿Y contra la publicidad sexista? ¿Y contra la ablación del clítoris? ¿Y por la igualdad de salarios? ¿Y a favor de la ley del divorcio? ¿Y de la conciliación laboral?

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 Antisufragistas en Estados Unidos (1911)

A las mujeres que desprecian el movimiento feminista siempre me dan ganas de decirles que devuelvan los derechos. Que renuncien al derecho de voto, al derecho a la educación, al derecho a no ser violadas, al derecho a interrumpir el embarazo de su hija, al derecho a firmar un contrato de trabajo y abrir una cuenta bancaria, al derecho a exigir el mismo sueldo por el mismo trabajo, al derecho a reclamar medidas que garanticen un reparto igualitario de las tareas de cuidado. Que renuncien.

 

Los únicos movimientos que defienden los derechos de las mujeres como un objetivo en sí mismo son los que se llaman a sí mismos feministas

Más obviedades. Si hablamos de igualdad de derechos entre hombres y mujeres hablamos del resultado de la lucha histórica de grupos de mujeres organizadas que se llaman a sí mismas feministas. ¿Por qué se pretende separar a esos grupos de sus logros históricos? Para deslegitimarlos. Para que se nos olvide que ningún otro movimiento ha luchado por la igualdad de derechos entre los hombres y las mujeres. Ni el marxismo, ni el socialismo, ni el liberalismo, ni el anarquismo, ni el ecologismo, ni el nacionalismo, ni el antirracismo. Si eres mujer, tus derechos los han conseguido otras mujeres, organizadas colectivamente, que se llamaban a sí mismas feministas y que actuaban al margen (y casi siempre en contra) de las ideologías y las organizaciones políticas de su tiempo.

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Manifestación por la despenalización del adulterio frente a los juzgados de Barcelona en 1976. Foto de Pilar Aymerich

Pero eso era antes. No me extiendo sobre este punto porque todos los posts de este blog contienen ejemplos de lo contrario. Afirmar que la desigualdad ya no existe es una estrategia para perpetuarla.

Solo un apunte, inevitable. Esta misma semana llega al Consejo de Ministros la propuesta de reforma de la ley del aborto que pretende sustituir la legislación anterior, basada en plazos (las mujeres pueden decidir libremente sobre la continuación de su embarazo durante las primeras 14 semanas),  por otra, basada en supuestos, que limitará drásticamente la libertad de las mujeres sobre sus propios derechos reproductivos. Aunque polémica, la reforma no levanta demasiadas voces críticas en el arco parlamentario o solo de manera anecdótica. Con la que está cayendo, a quién le importa que las mujeres no puedan abortar. Si no fuera por el ruido que están metiendo las organizaciones feministas, casi podría pasar desapercibida.

 

La igualdad de derechos ayuda, pero no garantiza que desaparezcan los sistemas de dominación

Decir yo-estoy-a-favor-de-la-igualdad-de-derechos supone, por tanto, posicionarse en una idea formalista (y voluntariamente ingenua) de la desigualdad. Supone querer ignorar que las desigualdades más arraigadas responden a realidades estructurales; formas de organizar el mundo tan viejas y tan interiorizadas que apenas somos capaces de reconocer, que no se miden ni se cambian fácilmente, que casi nunca se dejan atrapar, que a veces ni siquiera se nombran. A diferencia de la retórica de la igualdad, que se centra en los aspectos formales, el feminismo se preocupa por  las relaciones de poder y los sistemas de dominación, por los mecanismos que los sostienen, perpetúan y naturalizan.

Pongamos el caso de la maternidad. Por ley, se puede reconocer el derecho de las mujeres a ausentarse temporalmente de su puesto de trabajo, regular el plazo y las prestaciones. Pero por ley no se transforma la mentalidad de las personas. Por ley no se puede mitigar el sentimiento de culpa de las que, en ejercicio de su derecho, deciden volver en seguida a su trabajo. No se pueden controlar las normas sociales que dictan cómo debe vivirse la experiencia de la maternidad, que consideran que la responsabilidad de la madre es naturalmente mayor que la del padre y aplican diferentes varas de medir las exigencias que recaen sobre unas y otros.

 

El feminismo es radical siempre

Llegado este punto de la conversación, quien ha empezado con el yo-estoy-a-favor-de-la-igualdad-de-derechos-pero-no-soy-feminista, suele sentir la necesidad de aclarar: Bueno, yo con eso estoy de acuerdo, pero es que las feministas radicales… Feministas radicales somos todas. Porque no hay manera de cuestionar las relaciones de género sin cuestionarlo prácticamente todo, desde la economía (¿qué sería del modelo de trabajo industrial, basado en la jornada de ocho horas cinco días a la semana, sin la división sexual del trabajo en virtud de la cual las tareas domésticas salen gratis?) hasta el lenguaje, pasando por la ciencia o la televisión.

A esta radicalidad me refiero. La que aborda los problemas de raíz y no solo su manifestación superficial.

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Che queer

Concha Malpuesta es un personaje de ficción

Siguiendo la estructura habitual de esa conversación, lo siguiente suele ser: Es que el feminismo tiene mala imagen. Volvemos al terreno de las obviedades. Tiene mala imagen porque cuestiona el status quo y quienes dominan el status quo suelen ser los mismos que controlan la formación de la opinión pública.

Para acabar, un comentario rápido sobre el argumento sexista que quiere hacer creer que el feminismo es un movimiento dogmático. Aunque muchas de sus acciones públicas se realicen a través de grupos estructurados, el feminismo no es un partido político, ni una organizacion, ni siquiera un conjunto de organizaciones. Es un punto de vista que cada cual ejerce como le da la gana.

Como se suele decir: hay tantos feminismos como feministas. En estos vídeos para Pikara Magazine Alicia Murillo y Bárbara Sánchez lo explican muy bien. Tenedlos listos en el móvil para estas fiestas. ¡Veréis qué éxito!

 

¿Quiénes somos las feministas? Parte 1:

http://www.youtube.com/watch?v=Xkwi56r9F64

¿Quiénes somos las feministas? Parte 2:

http://www.youtube.com/watch?v=mezbh0nlzKQ

 

*Concha Malpuesta es un personaje imaginado por la videoblogger Alicia Murillo. Encarna el estereotipo más extendido de la feminista como una mujer dogmática, hostil y resentida.

 

Foto de portada: El lugar de las mujeres es en la revolución. Autora desconocida.

Mujer y Televisión ¿Un nuevo paradigma?

diciembre 10, 2013 en Miradas invitadas

Pedro FuentesPedro Fuentes es guionista de cine y televisión. En cine ha escrito películas como Zorion Perfektua o María la Portuguesa y en televisión ha trabajado en series como Hasiberriak, Go!azen o Goenkale, serie en la que sigue escribiendo en la actualidad. También ha sido profesor de guión de series de televisión en escuelas como Artebi, Anima Eskola o Gidoi Faktoria.

Vamos a contar un cuento. A todas y todos nos gustan los relatos porque nos hacen creer en otros mundos posibles, mejores en la mayoría de los casos; nos permiten soñar con universos paralelos en los que la fantasía se hace realidad y además, qué narices, la Navidad está asomando y aunque es una época casi siempre dura donde la felicidad se torna en espejo cruel, también es tiempo de reunión y de contar historias.

Así pues, érase una vez un tiempo y un lugar en el que las mujeres y los hombres eran iguales; en el que las historias se contaban desde todos los puntos de vista posibles y no solo desde la óptica del que tenía el poder, bien fuera debido a su condición social, su raza o su sexo.

Un momento. La historia no empieza mal pero vamos a deternernos un instante antes de abordarla por completo, no vaya a ser que el cuento sirva más para esconder una problemática que para exponerla. Y es que al margen de la ficción, la realidad nos demuestra de forma obstinada que lo que pasa es exactamente lo contrario: quien tiene el poder relata el mundo. No hace falta investigar mucho para darse cuenta de ello y más aún si nos referimos al cine. Sin ir más lejos, hace unos días apareció en los medios una gráfica de la New York Film Academy que muestra de forma inequívoca que el papel de la mujer en el cine es muy menor.

Gráfica publicada en la New York Film Academy.

Gráfica publicada en la New York Film Academy.

La gráfica está en inglés pero es fácilmente entendible. Los números son sangrantes y deberían hacernos enrojecer. También existe otra prueba irrefutable de la presencia casi nula de la mujer en el cine y de la que se ha hablado en más de una ocasión en este blog: el famoso test de Bechdel, aquel mediante el cual se mide si una película es sexista o no en base a tres parámetros muy sencillos:

– En la película tienen que aparecer al menos dos mujeres en pantalla cuyos personajes tengan nombre.

– Esas mujeres tienen que hablar entre ellas.

– El tema de conversación no puede ser un hombre.

Gracias a este sencillo test se ha descubierto que gran parte de los films más famosos de la historia del cine no aprueban, demostrando así que la presencia de la mujer en la gran pantalla ha estado siempre supeditada a la figura masculina.

Pero hete aquí que el cine, sobre todo el que nos llega de Hollywood, está viviendo una de las mayores crisis creativas que se conocen. La mayoría de los films son remakes, segundas, terceras o cuartas partes de éxitos previos, adaptaciones de sagas literarias adolescentes o historias de superhéroes. Películas esquemáticas, donde prima la acción y donde los personajes son poco más que estereotipos al servicio de lo que ocurre en la pantalla. Es probable que estas cintas sean rentables debido a su explotación mundial y que el negocio se mantenga, pero lo que no se puede negar es que han dejado de contar historias que puedan llegar al espectador medio, que emocionen o que sorprendan mínimamente.

Y mientras esto ocurre en el cine, resulta que en televisión las series están viviendo una edad de oro. Toda la profundidad, todo el espectro de temas que interesan al ser humano, el reflejo y retrato de la sociedad que vivimos y que cualquier ficción que se precie debería ser, está siendo tratado de forma veraz por la televisión. ¿Cuál es la razón de esto? ¿Por qué está ocurriendo el fenómeno?

Decía Elvira Lindo en un magnifico artículo que las novelas sobreviven gracias a la pasión femenina por la psicología humana, por la introspección del comportamiento del ser humano. El hombre está quizá más preocupado, educado o condicionado para la acción y es por esto que parece que últimamente el cine es para los hombres y la televisión es para las mujeres.

Lo que acabo de formular es una teoría que no está en absoluto demostrada aunque sí es cierto que en términos publicitarios y de target comercial, el público más importante para los anunciantes es el femenino y seguramente por ello, la televisión se escribe y se produce para la mujer o al menos se le tiene más en cuenta que en otros ámbitos.

Tradicionalmente este interés en la mujer se ha traducido en la creación de productos supuestamente femeninos como los denostados culebrones sudamericanos o las películas de sábado por la tarde que se emiten en todas las cadenas (y que en ocasiones también son disfrutables pero esto es harina de otro costal) pero en la actualidad y en las cadenas de todo el mundo, están apareciendo productos de un gran valor y que tratan la problemática de género como no se había hecho hasta ahora. El papel de la mujer en la sociedad está cambiando y asimismo lo están haciendo los productos que se crean para su consumo.

Volvamos, ahora sí, al cuento que nos queríamos contar ¿Y si el tiempo en el que la ficción que describe el mundo desde otro punto de vista de vista ha llegado? ¿Y si el lugar en el que eso ocurre es sorpresivamente la televisión? Por supuesto, hay muchos otros factores para la emergencia del fenómeno, entre ellos la búsqueda de nichos comerciales de las cadenas por cable de Estados Unidos, que han sido las promotoras de este advenimiento. Por otro lado, tampoco hay que ser ingenuo, ya sabemos que la televisión es a menudo un monstruo creador de grandes males. Pero hoy nos toca regalarnos algo, hoy viene a cuento soñar y es por eso que vamos a repasar algunas series que nos ofrecen otro punto de vista. Series todas ellas que superan con creces el Test de Bechdel y a las que merece la pena echar un vistazo. Series que nos permiten creer en que quizá un nuevo tiempo está por venir.

De izda a dcha: Lena Dunham, Laura Linney, Gillian Anderson, Sidse Babett Knudsen y Julianna Margulies.

De izda a dcha: Lena Dunham, Laura Linney, Gillian Anderson, Sidse Babett Knudsen y Julianna Margulies.

GIRLS

Lena Dunham es la creadora, productora ejecutiva y protagonista de esta serie sobre veinteañeras que intentan buscar su lugar en el mundo y que en Estados Unidos emite la HBO. La serie transcurre en Nueva York y trata de forma desenfadada, irónica y a veces incluso cruel los conflictos de estas chicas que están empezando a vivir de forma independiente. A pesar del humor, las situaciones que se presentan son duras: se habla de acoso laboral, de sexo, de relaciones problemáticas entre chicos y chicas, de la dificultad de sobrevivir en un mundo exigente cuando no eres precisamente una top model. Temas profundos tratados con desenfado. Por otro lado es una serie curiosa, una de las pocas obras audiovisuales que no pasaría el test de Bechdel si lo aplicáramos al contrario.

THE BIG C

The Big C nos cuenta la historia de Cathy Mathison, una mujer de 42 años a la que un día diagnostican un cáncer terminal. En contra de lo que se pudiera esperar debido a la premisa, no estamos ante una serie depresiva. Muy al contrario nos hallamos con que cada capítulo nos ofrece como regalo una alegría de vivir genuina. Gran parte del mérito lo tiene la actriz protagonista, Laura Linney, pero también la forma en la que su personaje gestiona el poco tiempo que le queda por vivir. Cathy decide no contar a nadie que se muere, por el contrario elige empoderarse, tomar las riendas de su vida y llevar a cabo todo aquello que cree que debe hacer. Nadie en su entorno la entiende, y de hecho, en muchas ocasiones piensan que está loca. Cathy solo tiene al espectador como cómplice y de esa complicidad nacen las preguntas que constantemente nos hacemos al contemplar esta maravillosa ficción. ¿Qué decisiones tomaría yo si mi tiempo se acabara? ¿Por qué no lo hago ya? ¿Cuáles son los miedos que lo impiden?

Esta serie solo tiene un “pero”, su primera temporada es excelente pero las restantes no tanto. Si alguien se quiere acercar a ella, seguro que nunca olvidará esta primera pero que se olvide de las demás.

THE FALL

The Fall es una miniserie de la BBC en la que Gillian Anderson, a la que todos y todas conocemos como la Dana Scully de Expediente X, interpreta a una policía de Scotland Yard que se enfrenta a un asesino múltiple de mujeres. En primer lugar, esta serie sorprende al descubrir a Gillian Anderson en un papel completamente distinto al que estábamos acostumbrados y en segundo lugar al comprobar que estamos ante una grandísima actriz, plena de matices, de miradas y gestos que consigue una composición de personaje que está en las antípodas de lo que conocíamos de ella. Pero si “The Fall” está en esta selección no es por la actuación de la actriz, es por el personaje que interpreta: la policía Stella Gibson es una mujer en un mundo de hombres de la que todos desconfían precisamente por ser buena profesional, una mujer que es criticada por comportamientos que en el hombre son reconocidos como positivos. Stella es una mujer fría y directa, que lidia con un mundo difícil y hostil pero que aún así consigue salir airosa. Una serie muy interesante y que está a la espera de estreno de su segunda temporada.

BORGEN

Borgen es una serie danesa que nos cuenta la historia de Birgitte Nyborg, la primera mujer en ser Primer Ministro de Dinamarca. Por supuesto, Birgitte es un personaje de ficción pero la situación que nos describe es muy real. Borgen habla de las interioridades de la alta política, de los entresijos en los pasillos del poder pero también deja mucho sitio para contar las dificultades que entraña la conciliación de la vida laboral y familiar. De cómo una mujer, que además de Primer Ministro de un país, es también madre y esposa, de lo difícil que eso es y del alto precio que a veces hay que pagar.

THE GOOD WIFE

The Good Wife es la mejor serie que actualmente se emite en abierto en Estados Unidos. Además de una serie de abogados con sus casos semanales, siempre conectados con la actualidad, nos cuenta la vida de Alicia Florrick. Alicia es la mujer de un político norteamericano que se ve obligado a admitir en público y en rueda de prensa sus escarceos sexuales. Alicia aparece a su lado como una mujer sumisa, supeditada a la figura de su cónyuge. Tras esta humillación, Alicia se separa y se hace con las riendas de su vida. Hasta el comienzo de la serie había vivido como ama de casa y se había dedicado a criar a sus hijos dejando de lado su carrera profesional pero ahora no tiene más remedio que ponerse a trabajar y lo hace retomando su profesión de abogada en el bufete de un antiguo compañero de clase. Alicia empieza desde cero en la firma, casi como una becaria, pero a pesar de los titubeos iniciales, pronto va cogiendo experiencia y sobre todo, confianza.

The Good Wife es una serie compleja y así también su protagonista. Alicia es contradictoria, una mujer que intenta deshacerse de las cadenas que una sociedad machista le impone y que cada vez que consigue un logro no puede evitar sentirse culpable, razón por la cual a veces da pasos atrás. Como la protagonista de Borgen, tiene grandes dificultades para conciliar su vida laboral y familiar y de hecho nunca sabe si lo que hace es correcto o si en lugar de hijos está criando unos monstruos. Una serie muy interesante y que, como su protagonista, crece con cada nueva temporada.

Hasta aquí el relato de estas series. Quedan muchas en el tintero. Algunas tan interesantes como “Orange is the new black” donde nos cuentan la vida de una cárcel de mujeres en tono de tragicomedia. Otras de género como Homeland o Damages donde la protagonista también es una mujer o las más cercanas como Isabel o El tiempo entre costuras. No sé, si como he intentado argumentar, la televisión es el terreno de la mujer en contraposición al cine; ni siquiera yo estoy seguro de ello pero mi intención con este artículo es abrir un debate y aquí están los primeros argumentos. Nos vemos en los comentarios.

Colorín, colorado.

 

La mujer pelota y otras trampas a evitar

diciembre 3, 2013 en Doce Miradas

No están todas las que son, sino sólo aquellas trampas que han llamado mi atención en los últimos tiempos. ¿Quién las pone? Es difícil saberlo. La mayoría, eso tan difuso que llamamos sociedad.

1-La mujer pelota, utilizada como rebote contra las demás

Hace medio año leí el magnífico libro de Rosa Montero La ridícula idea de no volver a verte, una preciosa historia sobre el amor y el duelo, en el que confluyen las experiencias vitales de la propia autora y de la premio Nobel, Marie Curie, tras el fallecimiento de sus parejas. Además de interesarme y emocionarme, descubrí el término mujeres pelota que, según explica Rosa Montero, utilizaba Simone de Beauvoir para referirse a aquellas mujeres “que tras triunfar con grandes dificultades en la sociedad machista, se prestaban a ser utilizadas por esa misma sociedad para reforzar la discriminación; y así, su imagen era rebotada contra las demás mujeres con el siguiente mensaje: ‘¿Veis? Ella ha triunfado porque vale; si vosotras no lo conseguís no es por impedimentos sexistas, sino porque no valéis lo suficiente’. ¿Fue Marie Curie una mujer pelota?”, llega a preguntarse Montero en su libro.

No acierto a comprender el comportamiento de dichas mujeres, que en la actualidad también existen y que yo llamaba para mí mujeres esquirolas antes de conocer el término de Beauvoir. Imagino que les tienta el hecho de saberse únicas y de constituir una excepción. No obstante, aunque alguna caiga en esa trampa creo que son mayoría aquellas que después de triunfar dedican parte de su tiempo y energía a allanar el camino a las demás.

Fotografía de Iratxe Gallo.

Fotografía de Iratxe Gallo.

2-Una reivindicación eternamente aplazada

Las mujeres que son madres suelen manifestar que luchan por la igualdad de derechos y oportunidades para que el día de mañana sus hijas vivan en una sociedad más justa. Me pregunto si esa afirmación no encierra la trampa del aplazamiento de una causa que deberían aspirar a disfrutar también ellas mismas y su generación. A veces tengo la impresión de que han renunciado a alcanzar ese estado para su propio presente o futuro inmediato. Muchas de esas hijas también serán madres algún día y quizás experimenten ese mismo sentimiento de renuncia, conformadas y colmadas con el bienestar futuro de sus hijas. Si tenemos en cuenta que la mayoría de las mujeres son madres, ¿no sería entonces la lucha por la igualdad una reivindicación eternamente aplazada para ‘el día de mañana’?

3-Matemáticas tendenciosas

¿Te suena esta canción? Una amiga, compañera de trabajo, conocida (o tú misma) comenta que se está planteando dejar el trabajo y dedicarse por completo al cuidado de su familia. Han hecho cuentas. Su pareja tiene un trabajo mejor remunerado y el dinero que les cuesta pagar a una persona para que se ocupe de la casa y los hijos es casi lo mismo que gana ella. Conclusión: no compensa. Para eso mejor me quedo yo en casa y así al menos los niños están con su madre. El sentimiento de culpa hace el resto del trabajo y, de pronto, parece que trabajar es un capricho egoísta en el que se ha empeñado la mujer. Está claro que cada pareja sabe lo que mejor le conviene y es libre de tomar sus propias decisiones, pero no debería tomarse por la razón equivocada y ésta a  mi juicio lo es. Cuando se paga a una persona de apoyo en las tareas domésticas y cuidado de los hijos se está pagando para que ambos miembros de la pareja obtengan cierto margen para desarrollar su vida laboral y otras facetas de su vida personal. Por tanto, debería restarse ese sueldo a la suma de los sueldos de ambos miembros de la pareja y valorar entonces si merece la pena. Dar por hecho que el sueldo dedicado al cuidado del hogar y de la prole debe salir del sueldo de la mujer es a todas luces una injusticia profundamente machista. No hace falta recordar que las personas que carecen de independencia económica, sean hombres o mujeres, quedan en una situación vulnerable.

4-En busca de la prueba definitiva

Es ‘el pan nuestro’ de los medios de comunicación. Día sí y día también nos desayunamos con algún nuevo estudio sobre el cerebro de hombres o de mujeres que supuestamente explica por qué unos y otras actuamos de tal o cuál manera o tenemos mayores capacidades y habilidades para esto o lo otro. Algunos son serios y rigurosos y otros resultan rocambolescos y sospechosos. ‘Un estudio realizado por investigadores de Toronto revela que los ejecutivos varones soportan mejor el estrés que las mujeres’. Por ejemplo. Así suelen empezar dichas noticias. El estudio del cerebro es apasionante, pero con frecuencia se instrumentaliza la ciencia al servicio de determinadas ideologías.

Parece que aún se busca la prueba definitiva que demuestre que las mujeres somos menos o más que los hombres. Personalmente, creo que no hay que caer en la trampa de entrar al trapo. Por mí pueden seguir loncheando cerebros. No necesito pruebas para saber que merecemos igualdad de derechos y oportunidades PORQUE SÍ. Porque existimos, porque somos personas, porque estamos aquí y lo reivindicamos. Porque es de justicia. En ocasiones somos las mujeres quienes nos aferramos a alguno de estos estudios, cuando nos son favorables, para argumentar que tenemos derecho a ocupar determinada posición en el trabajo, por ejemplo, porque un estudio revela que nuestra capacidad de comunicación es superior, que somos mejores en las relaciones interpersonales, que somos mejores jefas, etc. Y a veces, por un efecto de compensación, supongo, se cae en una exaltación de la mujer en la que no creo. No creo que seamos mejores jefas sólo por ser mujeres (como tampoco creo que seamos peores jefas sólo por ser mujeres), ni que el mundo estaría mejor gobernado por mujeres. Es un error participar en dicho debate, ya que significa que seguimos poniendo en cuestión, en pleno siglo XXI, la legitimidad de la igualdad de derechos y oportunidades entre mujeres y hombres.

5-Un exacerbado pundonor

La discriminación positiva y el sistema de cuotas tienen poca aceptación incluso entre las mujeres. Son muchas las que rechazan este sistema igualatorio porque afirman no querer nada que no se hayan ganado por sí mismas. Cuando hablamos de logros laborales, las mujeres tendemos a pensar que tal vez no lo merezcamos. Parece como si necesitáramos haber sufrido mucho por el camino para creer merecerlo. Los hombres suelen dar por descontado que se lo merecen. Nosotras somos propensas a caer en la trampa de un exacerbado pundonor y una sobredosis de integridad y dignidad malentendidas.

Imagino que quien rechaza este sistema artificial a favor de la mujer, lo hace porque considera que el sistema ‘natural’, que como se puede comprobar produce discriminación positiva a favor del hombre, brinda igualdad de oportunidades a mujeres y hombres. Quien rechaza el sistema corrector cree, por lo visto, que todos los cargos de responsabilidad se están otorgando de forma justa, de acuerdo a criterios objetivos, a la persona más capacitada posible en cada caso, que casualmente suele ser hombre. ¿Alguien se cree esto de verdad? Creo que hay mujeres que incluso reconociendo que el sistema ‘natural’ las discrimina y relega, consideran que es de ley esforzarse doblemente y que así cualquier logro obtenido, si llega, les satisfará en mayor grado. Personalmente, soy poco amiga del martirologio, así que SÍ a las medidas de discriminación positiva. Sin complejos.

Cuando se pide a la gente que se pronuncie si está a favor o en contra de dicha cuestión, nunca se formula la pregunta completa, que en mi opinión debería ser más o menos así:

¿Estás a favor de implantar un sistema artificial de discriminación positiva a favor de las mujeres que iguale a hombres y mujeres en oportunidades?

 O por el contrario:

¿Estás a favor de mantener el actual sistema ‘natural’ de discriminación positiva a favor de los hombres que desiguala y relega a las mujeres?

En un capítulo de la serie The Good Wife, la socia del bufete, Diane Lockhart, dice algo que viene al hilo de lo que estoy comentando. Atención spoiler, voy a desvelar algo de la última temporada. La situación es la siguiente: han ofrecido ser socia a Alicia Florrick, la protagonista de la serie. La alegría y orgullo iniciales se vienen abajo cuando Alicia descubre que han hecho esa misma propuesta a varios compañeros de la empresa y que el bufete necesita desesperadamente una inyección de capital que proporcionarán los nuevos socios. Enfadada y ofendida, se atrinchera en su despacho y se niega a participar en la copa de celebración que tiene lugar en el bufete. Y entonces su jefa Diane le cuenta una experiencia personal:

“¿Sabes por qué me hicieron socia? Jonas Stern fue demandado por acoso sexual y necesitaba mostrar que tenía una socia en sus filas. Nada más. Cuando la puerta a la que has estado llamando por fin se abre, no preguntas por qué, entras. Así de simple.”

¿Así de simple? Parece que no.

6-False friends

Quien haya estudiado inglés en alguna ocasión estará familiarizado con la expresión. Se refiere a aquellas palabras inglesas que son muy parecidas a palabras en español pero cuyo significado no tiene nada que ver. Nos confiamos y nos engañan. Creo que en el ámbito de la igualdad, también existen los false friends. Yo he encontrado estos:

Las mujeres de verdad tienen curvas…o no

¿Recuerdas esa película de 2002? Las mujeres de verdad tienen curvas, se titulaba. La vi con agrado y recibí con simpatía lo que entonces me pareció una reivindicación liberadora. El filme era bienintencionado, sin duda, pero con el tiempo me he dado cuenta de que esta afirmación, que ha trascendido más allá de la película, es un false friends de los gordos. Porque ¿qué hay de liberador en esa expresión para aquellas mujeres flacas y lisas, sin curva alguna? La afirmación ‘las mujeres de verdad tienen curvas’ no es sino otra cara de la misma moneda. La obsesión por meter a las mujeres en un molde, negando la diversidad de cuerpos y naturalezas que existen. A veces tengo la sensación de que hablan de solomillos. La mujer, al punto, parece decir la sociedad. Y no se perdona a la que no logra el punto. La gordura se castiga con el rechazo. Y la delgadez extrema, aunque goza de mayor prestigio social incluso en estados avanzados, también llega un momento en que se castiga cruelmente. ¿Cuántas veces has escuchado o has dicho tú misma “esa está anoréxica”? Lo decimos sin piedad, olvidando que es una enfermedad grave. ¿Acaso se atreve alguien a decir ‘esa está cancerosa’? Que no nos confundan los ‘falsos amigos’. Las mujeres de verdad somos todas.

Soy mujer y puedo hacer varias cosas a la vez

¿Qué llevamos, una década con esta cantinela? No sabría decir desde cuándo se repite esta bromita como un mantra. Lo mismo lo dice una mujer de sí misma, que lo dice un hombre: “eh, que soy un hombre, y no sé hacer dos cosas a la vez”. Me llamaba la atención tanto regocijo y complacencia por parte de ambos sexos. Raro, ¿no? Al fin y al cabo, en apariencia, la frase ensalza a la mujer y tacha al hombre de inepto. Pero a nada que le dediques un pensamiento le ves el truco. Cuando se dice que las mujeres podemos hacer varias cosas a la vez, por desgracia nadie se está refiriendo a que podemos operar como brokers en el parqué neoyorquino de Wall Street, mientras realizamos una intervención pionera de neurocirugía, instantes después de haber participado en el consejo de administración de IBM. No. Nada más lejos. Se refieren a que la mujer puede/debe lidiar con todo, es decir, cargar con la retahíla diaria ya sea doméstica o laboral. Según se desprende de este mantra de nuestros tiempos, los hombres no. Ellos sólo pueden/deben/quieren dedicarse a un trabajo relevante y trascendente y no deben ser distraídos con chucherías cotidianas. Pero ¡sorpresa! soy mujer y resulta que también a mí me gusta poder concentrarme en un asunto importante sin que me distraigan tareas fastidiosas y de menor calado. Sospecho que nos pasa a muchas.

Quedan más ‘false friends’ y más trampas de las que hablar, así que CONTINUARÁ…