Una mera coincidencia

03/05/2016 en Doce Miradas

Este año había dudas sobre cómo enfrentar la doble celebración del Primero de Mayo. En casa propusieron dividir el día en sus dos mitades: las felicitaciones por ser trabajadora llegarían hasta el mediodía, y a partir de esa hora, nos centraríamos en las que corresponden por ser madre. Aunque parecía buena idea, la descartamos enseguida, porque ambas ocupaciones son de jornada completa, y nos parecía injusto repartir la gloria.
La coincidencia de este año me ha dado que pensar. No es más que eso, una mera coincidencia, pero en ella se cruzan varias miradas complementarias, y no he querido dejar pasar la oportunidad.

Los «Días de…» suelen ser resbaladizos, porque a nada que te despistes, derivan en faustos que nada, o bien poco, tienen con su motivación original. Primer consejo: precaución.

Resulta que no todos los «Días de…» son iguales. ¿Será sólo una mera casualidad? Frente al Día del Padre y su lugar previamente fijado y reconocido, el 19 de marzo, el día reservado para homenajear a la madres es errante, itinerante en las hojas del calendario. En nuestro entorno toca el primer domingo de mayo, sin color rojo exclusivo. ¿Será tal vez porque es un día de “lo doméstico”, de puertas para adentro?

¿Celebrar? ¿Reivindicar? ¿Comprar?

He intentando seguir la pista de este día, y buceando un poco más en el tema, parece que no siempre fue una celebración tan naïf como suele serlo hoy en día. La Historia es un tesoro, y también una fuente de aprendizaje.

Imagino la cara de hastío de Julia Ward Howe si tuviese que padecer la tormenta consumista, de colonias, flores y corazones que lo inunda todo en estas fechas. Su trabajo activista y su militancia en todo tipo de causas sociales, del lado de los derechos de las mujeres siempre, le llevaron a proponer en 1870 la «Proclama para el día de las madres», con el impulso de acciones para conseguir la concordia entre países sobre la base del trabajo de las madres en favor de la cultura de la paz y anti-belicista. Este párrafo condensa sus peticiones:

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Julia Ward Howe, «La proclama del día de las madres»

¡Levántense, mujeres de hoy! ¡Levántense todas las que tienen corazones, sin importar que su bautismo haya sido de agua o lágrimas! Digan con firmeza: ‘No permitiremos que los asuntos sean decididos por agencias irrelevantes. Nuestros maridos no regresarán a nosotras en busca de caricias y aplausos, apestando a matanzas. No se llevarán a nuestros hijos para que desaprendan todo lo que hemos podido enseñarles acerca de la caridad, la compasión y la paciencia’. Nosotras, mujeres de un país, tendremos demasiada compasión hacia aquellas de otro país, como para permitir que nuestros hijos sean entrenados para herir a los suyos. Desde el seno de una tierra devastada, una voz se alza con la nuestra y dice ‘¡Desarma! ¡Desarma!’ La espada del asesinato no es la balanza de la justicia.

La sangre no limpia el deshonor, ni la violencia es señal de posesión.
Julia Ward Howe, Proclama del día de las madres

 

¿Sabrán algo de todo esto los supermercados que nos aplastan con sus folletos comerciales? Esta Proclama sirvió de base para otras pioneras. La consolidación en el calendario de festividades del Día de la Madre en Estados Unidos fue un logro, entre otras, de la activista Ana Jarvis. Woodrow Wilson instauró este día, en reconocimiento por la labor social que realizó la propia madre de Jarvis, atendiendo en colegios sociales a niñas y niños desfavorecidos, y durante la Guerra de Secesión en el cuidado de los heridos. La dicha duró poco, porque el texto firmado por el presidente tenía poco que ver con la propuesta original del grupo de mujeres liderado por Jarvis; habían desaparecido las referencias sociales, para quedar circunscrito al ámbito doméstico. Sólo unos años President_Woodrow_Wilson's_Mother's_Day_Proclamation_of_May_9,_1914_(Presidential_Proclamation_1268)._-_NARA_-_299965más tarde, la propia promotora encabezó las protestas que denunciaban la hipocresía de esta decisión presidencial. Tanto protestó la buena de Jarvis que llegó a ser detenida, “por perturbar la paz debido a manifestaciones ruidosas”.

La celebración del Día de la Madre tiene muy poco, o nada, de aquella idea original de reconocer una contribución social de estas mujeres y madres, y casi nos resulta inconcebible que alguna vez haya existido tal pretensión.

Los criterios comerciales han resuelto el debate. Si echáis un vistazo a los anuncios de regalos propuestos para el Día de la Madre, queda claro quién ha ganado la partida. La publicidad de estos días nos sitúa más cerca del ideario de la Sección Femenina del régimen franquista español que del trabajo social y comunitario de los movimientos feministas. Os propongo esta pregunta: «¿qué resulta más anacrónico, el texto o la imagen siguiente?».

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“A través de toda la vida, la misión de la mujer es servir. Cuando Dios hizo el primer hombre, pensó: no es bueno que el hombre esté solo. Y formó a la mujer para su ayuda y compañía, y para que sirviera de madre. Pensó en la mujer después, como un complemento necesario, esto es, como algo útil”

(Formación Político-Social Bachillerato, 1963).

 

Los trabajos, las mujeres
En casa no sabíamos bien qué celebrar el 1 de mayo, ni cómo. Y mientras debatíamos sobre estas cosas, en la calle cientos de personas se manifestaban en conmemoración del Día del Trabajo, la segunda cita del mismo domingo (esta sí, roja). Una mera coincidencia, y también una buena forma de visualizar la diferente consideración del trabajo productivo y reproductivo, según la terminología al uso (que no termina de dejarme satisfecha, dicho sea de paso). Es un debate clásico, y un debate pendiente.

Como recordaba hace unos días Fina Rubio, presidenta de la Fundación Surt: «El trabajo no es solo una mercancía, es todo aquello que hace que una sociedad funcione. Ésta no se mantiene solo por las mercancías, sino porque hay muchos trabajos -transparentes en nuestra sociedad- que hacen que no se desmorone». Pero no todos los trabajos que son fundamentales para que nuestras sociedades avancen son de la misma naturaleza, ni todos t977274-6f142e8c-033d-11e4-a85d-b094767f573dienen la misma valoración y posición en nuestra escala de reconocimientos.
El primero se anhela, el segundo se tolera, o se asume con resignación. Así están las cosas.

Ambos trabajos están intrínsecamente unidos, porque es la agenda doble de responsabilidades familiares y de cuidados no (supuestamente) productivas la que en gran medida sigue penalizando el acceso y participación normalizada de las mujeres en el mercado laboral.

Esos trabajos transparentes me hacen pensar que la coincidencia de este año tiene una realidad conectada tras de sí. Porque hablar de derechos laborales para las mujeres es hacerlo, en gran medida, de cómo resolvemos este debate. La conciliación, mejor llamada corresponsabilidad, sigue siendo la asignatura pendiente y lacerante que impide que hombres y mujeres puedan aspirar a salir de la misma línea en la carrera profesional, y que una vez en ella, puedan competir en igualdad de condiciones.

 

¿Cuánto nos cuesta esta discriminación?
La pregunta no es retórica, y creo que conviene intentar responderla. En demasiadas ocasiones, el coste de la no igualdad suele quedar circunscrito a la opinión (a mí no me parece que sea para tanto, a mí esto no me ha pasado, eso era antes, ahora tenemos más oportunidades, etc.). No nos vendría mal tener un marco de referencias objetivas para visualizar esta realidad sobre la base de otros criterios; los contables, por ejemplo.

Según la consultora Mckinsey Global, cada uno de los estados y ciudades de Estados Unidos podría llegar a incrementar en hasta un 10% su PIB a través de medidas concretas que faciliten la incorporación real de las mujeres a la actividad productiva. Bastaría con corregir las deficiencias, ni tan siquiera sería preciso aplicar medidas extra que prioricen, la incorporación de las mujeres. Sería suficiente con solventar los errores, históricos, de la distribución desigual de las responsabilidades.

En el mundo, las cifras que maneja esta misma firma, son todavía más llamativas, y dignas de reflexión. Adelanto mi conclusión: la igualdad sale a cuenta, y la falta de igualdad es un lujo que no podemos permitirnos.
PNG_QWeb_Gender_IP_ex1_20150923_1536pxLa participación equitativa de hombres y mujeres aportaría un 26% de incremento al PIB mundial, unos 28 trillones de dólares en una década. El equivalente a la combinación de las economías actuales de China y USA.

Si este objetivo nos parece excesivamente ambicioso, visto de dónde partimos, hay una vía intermedia: si las economías con mayor gap de género acortasen estas diferencias hasta equiparse con las que de menor gap, podrían generar 12 trillones de dólares extras  en 10 años (la suma de los pesos actuales de las economías de Japón, Alemania y Reino Unido). Sería suficiente con aplicar medidas ya experimentadas en otros lugares; no hay que inventar nada nuevo.

 

¿Avanzamos?
Parece que no, o que los pequeños avances que se producen, de forma casi imperceptible en el contexto más inmediato, no son suficientes para garantizar el cambio que se necesita. El último informe de la Encuesta de Población Activa para Euskadi nos da un pequeño respiro, pero no aporta aliento suficiente.
La estructura del empleo femenino es la constatación de un fracaso social, en el que todavía no estamos poniendo esfuerzo suficiente. El trabajo de las mujeres sigue siendo parcial, mal pagado, insuficientemente reconocido y acotado a ámbitos de limitada proyección profesional o económica. (Cada año el sindicato UGT publica un informe sobre esta cuestión, y es interesante constatar la exasperante lentitud con la que, en el mejor de los casos, se producen ciertos avances). Un trabajo lastrado por muchas razones, y entre ellas (vuelvo a la coincidencia), el no haber resuelto aún la enorme injusticia de la falta de corresponsabilidad.

Bonus Track

Hay muchas razones para que la falta de igualdad sea una cuestión de máxima prioridad en nuestras agendas, públicas o privadas. La coincidencia del Primero de Mayo me ha puesto unas cuantas ante los ojos, pero seguro que a ti, lector o lectora, se te ocurren otras muchas.

Y si por no se te ocurre ninguna, te dejo la referencia de una conferencia muy inspiradora, de Chimamanda Adichie: We all should be feminists. Esta misma historia ha dado lugar a un pequeño librito, que se ha incluido ya entre las lecturas recomendadas de los colegios suecos, para jóvenes de 16 años.

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Pilar Kaltzada

Periodista. Suelo escribir, leer, pensar y dudar, no siempre en ese orden. La mayoría de las veces no soy partidaria… Cuando descubrí que lo esencial es invisible a los ojos me quedé más tranquila, porque muchas de las cosas que veo no me gustan. Yo, por si acaso, sigo mirando.

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