Un momento, yo no quiero “hombres buenos”
26/11/2019 en Doce Miradas
Cada año alrededor del 25 de noviembre, se suceden las campañas institucionales por el Día Internacional contra la violencia hacia las mujeres, con sus presentaciones oficiales, sus videos, sus carteles, rotulaciones de marquesinas y autobuses, merchandising etc ad nauseam… y como no podía ser de otra manera, cada año llega el momento de opinar sobre el acierto o desacierto de las mismas.
Al igual que las repetitivas campañas de la dirección general de tráfico que buscan reducir las muertes en la carretera utilizando diferentes estrategias comunicativas para llegar a nuestros corazones, nuestra conciencia o nuestro sentido de la responsabilidad, también en esto de la violencia de género, me imagino la tarea de las agencias de comunicación de intentar acordar un enfoque y dar con el eslogan o lema perfecto que logre “persuadir”. Siempre nos quedará en la memoria “Si bebes, no conduzcas”.
Podría darse una conversación como esta:
— ¿Dónde ponemos el foco, en las mujeres, “las víctimas”? ¿En los hombres, los “victimarios”?
— ¡Hay que hacer algo diferente! Este año vamos a poner el foco en ellos, porque ya está bien de señalarles siempre a ellas. Los hombres tienen que saber que la violencia no es un problema de las mujeres, sino un problema de ellos cuyas consecuencias sufren las mujeres. No son ellas las que lo tienen que solucionar, sino ellos.
(Hasta aquí no vamos necesariamente mal, véase esta campaña Argentina que se hizo viral el año pasado.)
— Vale… ¿Pero eso de “victimarios”…? Suena fatal. No va a funcionar porque a nadie le gusta que le llamen machista. Al contrario, tenemos que conseguir que los hombres “compren” el mensaje, que sea en positivo.
(Como escribe esta semana Javier Lopex, “la solución pasa por desarmar – de acciones y argumentos– a quienes agreden”. ¿Pero qué argumentos utilizamos para desarmarles de argumentos?)
— ¿Qué tal suena “Queremos hombres buenos”?
— Mejor todavía, ¿qué tal “Queremos tíos buenos”? (Campaña 25N Diputación Foral de Bizkaia)
Antes de entrar en lo que está ocurriendo aquí, déjame decir que pretender que un hombre resulte más atractivo por el mero hecho de no maltratar, hacer un juego de palabras entre “buen tío” y “tío bueno”, entre “estar bueno” y “ser bueno”, es absurdo, cuando no ofensivo. ¿Esto es un argumento? Solo falta que veamos camisetas en ZARA MAN del tipo “soy feo, pero no maltratador” o perfiles con la frase “No temas, soy un tío bueno” en Tinder. Qué tendrá que ver el tocino con la velocidad.
Pero al grano. Aquí lo que ha pasado es que hemos entrado en la clásica retórica de persuasión llamada “moral reframing”. Básicamente, consiste en reenmarcar un problema político en términos del bien y del mal, una suerte de “truco psicológico” para convencer sobre una posición sin necesidad de análisis. Este argumento apela al comportamiento moral individual para solucionar un problema político colectivo. El primer problema de este argumento es que la violencia de género no tiene que ver con la catadura moral de su protagonista sino con su posición sociocultural dominante.
A nivel puramente comunicativo, es una propuesta que cumple su propósito de no incomodar, lo cual es en sí mismo un problema (el segundo problema de este argumento), ya que nadie puede permanecer en la comodidad cuando comprende la verdadera dimensión de la violencia machista. Es un argumento comodón, precisamente porque nos ahorra tener que enfrentarnos a cuestiones tan pesadas como la profundísima influencia machista que todavía permea toda nuestra historia, cultura y sociedad. Esa cultura, llamada patriarcado, por la que según la interpretación social de los genitales con los que nacemos tendremos unas u otras posibilidades y prerrogativas de poder, autonomía y libertad.
La violencia machista (contra las mujeres y el colectivo LGBTQi) no surge repentinamente por la maldad de un individuo. Al contrario. Se produce por la correcta interpretación que ese individuo hace del mandato tradicional masculino de reservar para sí la función y el poder de vigilancia sobre el orden social, y para ello tiene el derecho, cuando no la obligación, de recurrir al “castigo” si lo considera necesario, en aras de preservar ese orden.
Dejemos las disquisiciones sobre la subjetividad de la virtud y la moral absoluta para la filosofía y las religiones: ¿Robar es malo, aunque tengas hambre? ¿Mentir es pecado, aunque sea para ahorrarle a alguien un disgusto? ¿La violencia es intolerable o a veces necesaria?
La violencia de género no se debería abordar como un argumento filosófico, sino como un sistema social que ha funcionado durante siglos. Ante esta realidad, pedir “tíos buenos” es un tratamiento demasiado superficial.
El diablo mismo es bueno cuando está contento. Thomas Fuller
El tercer problema de este argumento es que no es efectivo. “Sean ustedes buenos.” ¿Ustedes quienes?¿Quién se va a dar por aludido? Pocos o ningunos. Porque nadie se tiene por malo.
Dudo que cualquier hombre no sepa que controlar, abusar, humillar, agredir, insultar, matar es malo. Cuando aparecen estas “maldades” suelen motivarse por el comportamiento de la víctima. “No la estoy controlando, es que sé que me está poniendo los cuernos”; “No la insulto, es que está muy subidita”; “No es agresión, es que me estaba provocando.”
El cuarto problema con el argumento “buenista” es que no es innovador. Más bien todo lo contrario. Es lo de siempre. Es continuar pensando que cuando una mujer sufre maltrato, es porque ha tenido la mala suerte de toparse con un “hombre malo”, una especie de anomalía a la buena educación y la decencia. A esos “hombres malos” lo que les pasa es que se les ha ido la pinza, han bebido, o “sufren” de alguna otra circunstancia que acaba siendo, cuando no un atenuante, directamente una justificación. Nos permite concebir que el solo acto de no humillar, no agredir, no asaltar, no controlar, se llega a la categoría extraordinaria de virtud. Porque pudiendo ser malo, eres bueno. ¡Admirable!
Confieso que no he intercambiado opiniones con compañeros hombres, el “target” de esta campaña, pero intuyo que más de uno no se sentirá atraído por cierto tono paternalista, condescendiente y simplón. La vida es un poco más complicada.
Últimamente estoy viendo esto de los “hombres buenos” en varios contextos, sean libros, campañas, o conversaciones. Ojo, comprendo la dificultad de “convencer”, sea individual o colectivamente, a quienes están en posiciones de poder, y no, no tengo la receta mágica. Es más, afirmo que tal posibilidad no existe.
La raíz de la violencia de género no está en la capacidad de bondad humana. Está en la desigualdad del valor social ente lo masculino y lo femenino, en la desigualdad de poder, y por tanto debe tener una lectura, una interpretación y una solución política, no ideológica, ni mucho menos moralista.
Espero que la frase «queremos tíos bueno» no quede en nuestra memoria.
Me parece inadecuado y simplista decir que la religión y la filosofía son disquisiciones sin valor efectivo. Demuestra falta de perspectiva y , seguramente, un prurito de pose radical ( lo íntimo es político, el patriarcado etc). Todos esos conceptos, incluido el de lo político, tienen bases filosóficas y religiosas y , por supuesto biológicas. Hace falta pensar bien para actuar bien ( aunque para ello no haga falta necesariamente hacer filosofía o leer filosofía). Ser radical es estar en las raíces y , generalmente , eso supone perspectiva del fenómeno humano y serenidad. Hay mucho de lo que se dice actualmente que hay que valorarly pensar bien. Por ejemplo que significa que todas y todos debiéramos ser feministas? No confundir la libertad de pensamiento crítico y el pluralismo con la acción política directa y sus frases.
Gracias por leer y por su comentario. No he dicho que la filosofía y las religiones no sean disquisiciones efectivas. De hecho vemos sus efectos y su influecncia cultural e histórica en el «fenómeno humano»cuando creamos las estructuras sociales que determinan nuestras vidas, en este caso estructuras sociales con resultados injustos. Mi opinión es que la violencia de género tiene su raíz en la desigualdad del poder presente en nuestra estructura social y por tanto urgen acciones políticas antes que lecciones morales. En cuanto al significado de por qué deberíamos todos y todas ser feministas, propondría el ejercicio a la inversa: por qué no debiéramos ser todos y todas feminsitas? Un saludo y de nuevo gracias por su opinión.
En pocas palabras, hace ya algún tiempo cuando oia eso de «hombres buenos», y con retranca, decía algo así como:»quiero ser malo, hombre malo»;»¡pero como puedes decir eso!», me dijo alguien, a lo que respondía con «si malo hacia mis privilegios, malo para con el heteropatriarcado capitalista». Mi intención, con torpeza expresada, era la de visibilizar algo que vertebra el imaginario social de opresión en el que vivimos (político-social-económico-antropológico, etc.), imaginario en el que los hombres somos parte del problema y en el que somos campeones en eso de tirar balones fuera -nos ponemos la camiseta y/o la ensaña feminista y, como por arte de magia, nos apuntamos al feminismo.
Me parece que plantear este problema como algo solamente íntimo, personal, cotidiano -que claro que conlleva un cambio en nuestras prácticas privilegiadas- es mirar nada más que ensimismarnos en un árbol. Cuando la movida es todo un bosque imaginario en el que lo personal es político.
Gracias Gerardo, lo que comentas my interesante y tan entendible! Gracias por leer y aportar tu opinión como «target»
Gràcies
Comparto y me uno a tu comentario.
Ahora más que nunca es preciso ser muy rigurosos con nuestra mirada y posicionamiento-masculino-, con respecto a lo que se presenta en los medios y en la vida de la calle, en los hogares, en lo laboral.
La radicalidad de las movilizaciones y el clamor de los feminismos, no nos pueden dejar indiferentes. Tampoco protegidos en los espaciosos de confort del igualitarismo, simple y buenista, tal vez de base liberal capitalista.
Es urgente revisar y revisar (nos) a fondo. Sacar de raíz todo cuanto hemos venido engendrando, aspectos a menudo que por “ser buenos”, dejamos en la reserva. Ya no más. De este modo, simplemente seguimos sosteniendo y nutriendo el sistema de la cultura machista heteropatriarcal.
Interesantisimo análisis, gracias.
Quizá un problema es que quien debe cuestionar el statu-quo somos también los hombres, hacia otros hombre y abusando de nuestro poder de ser escuchados (indebidamente) mas que las mujeres. la idea clásica de que es mejor usar una cuña dela misma madera. Otras lucha políticas han prosperado cuando los victimarios también se han opuesto.
Algunos hombres, mas bien regulares, nos oponemos poco, y mal al patriarcado, pero ahí estamos, modestamente. Personalmente confío mas en los hechos que en las campañas.
En fin, me lio, yo tampoco tengo soluciones.
Gracias, también por leer y reflexionar, que de eso se trata. Entre todas las personas construiremos una sociedad más feminista e igualitaria, con todas las estrategias a nuestro alcance, poelíticas y también como tu bien dices, personales y con tus pares. Un buen sitio para empezar sería como dijo Kelley Temple, activista feminista de Rein Unido «Los hombres que quieren ser feministas no necesitan que se las haga un espacio en el feminismo. Necesitan hacer de el espacio que ya tienen en la sociedad y transformarlo en más feminista.» Salud!
Qué curioso cómo interpretamos de diferente manera los mensajes!. Quizá porque yo no soy «target»?. Cuando ví el eslogan de la DFB pensé que era acertado. Me llevó a pensar en «tío bueno» no desde la bondad espiritual sino la bondad de más afectivo-sexual.
La expresión «tío bueno» me conecta con el tío atractivo sexualmente.
Y , al parecer, en nuestro imaginario el tío bueno es el tío «malote».
Pensé que la campaña iba dirigida precisamente a eso, a que nos cuestionemos ese modelo de tío que nos atrae, que nos «mola», que nos «pone».
El estereotipo del «pagafantas» frente al «malote».
Agradezco mucho poder intercambiar impresiones a propósito de su artículo ( es la primera vez que uso internet para esto). Agradezco , igualmente, su trabajo y su respuesta.
Usted habla de acción política y no de acción moral debido a que el núcleo del problema es una desigual distribución del poder ( no solo pero eminentemente políticamente sancionado y legalizado) y porque esta situación es injusta.
Injusta.
He ahí su acción moral, su posicionamiento moral pre-politico.
Estoy de acuerdo con usted en el calificativo moral: injusto. Pero, a partir de aquí, que significan exactamente los pasos políticos a dar que se proponen? Que implicaciones y consecuencias reales y concretas en la España ( o en su lugar de implementación) de 2020 tienen esas medidas políticas? Implicaciones legales, educativas, en las relaciones entre sexos-geberos, en el ámbito laboral etc. En fin en la estructura social.
Usted parte de una evaluación y valoración moral en su acción politica. No la esconda ni la minusvalore como meta disquisición.
Usted entiende que su propuesta conduce a una sociedad más justa, mejor, es decir de hombres y mujeres mejores ( más buenos si me lo permite). Por qué no reconocerlo? Así podemos pensar y valorar mejor lo que se pretende y , sobre todo, lo que efectivamente se consigue ( bueno o a mejor y malo o a peor) con el cambio que , legítimamente, propone
Estoy de acuerdo, identificar con exactitud lo que queremos conseguir nos ayuda a conseguirlo.
Por ejemplo, igualmente buenos.
Ciertmente inadecuada la campaña de la dipu. Poco más que decir. Ah bai, eskerrik asko!
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