No somos culpables de nuestras violaciones

09/09/2014 en Miradas invitadas

Belén PeraltaBelén Peralta, , comenzó como locutora y redactora en la Cadena SER en 1984 y, a partir de ahí, ha desarrollado toda su carrera profesional en torno al mundo de la comunicación y el periodismo, siendo los estudios de género uno de los temas en los que se ha especializado. En la actualidad se encuentra escribiendo su próxima novela, Olor a tarta de manzana, y prepara un proyecto para crear una gestora cultural, La Alquería, que prestará especial atención a las mujeres maltratadas y en riesgo de exclusión social, entre otros colectivos.

Poco podía imaginarme que el día en que comenté en mi Facebook un fragmento de las desafortunadas declaraciones del alcalde de Valladolid, -Francisco Javier León de la Riva (Valladolid, 1945)- sobre las agresiones sexuales a mujeres, se originaría tal cúmulo de opiniones y un debate vivo, abierto, y repleto de testimonios de chicas que habían vivido en silencio, algunas, como yo, durante muchos años, el viento de su desgracia, como le ocurrió a la cándida Eréndira de García Márquez.

Sensaciones encontradas
violencia contra las mujres Doce Miradas

Esto produjo en mí sensaciones encontradas. Por un lado, me sentía felizmente abrumada por la respuesta que se generó y que provocó una ola de empatía entre todas las mujeres que aportaban testimonios, y aquellos y aquellas que leían y comentaban. Eso sí, el porcentaje masculino era tristemente muy inferior al femenino, no sé -o no quiero pensar- por qué. Se supone que este tema tan doloroso, tan triste, también debe afectarles a ellos ya que las atacadas son sus mujeres, sus hijas, hermanas o amigas. Pero también por un simple sentimiento de empatía. Sin embargo, solamente fueron tres o cuatro hombres los que comentaron y dieron al “Me gusta”, siendo la mayoría abrumadoramente femenina. Me dio la impresión de que, en este tema, como ocurre en tantos otros, seguimos luchando solas. Unidas unas a otras, sí, de forma colectiva, pero sin el apoyo de los hombres. Son compañeros de vida (padres, hijos, hermanos, amigos, pareja), y nos sirve su opinión. A mí, al menos, me interesa.
Decía que esta avalancha de comentarios relatando duras experiencias de agresiones sexuales me provocó sensaciones encontradas. Si la primera fue de satisfacción por el debate que se abrió y la empatía que se palpaba, la otra fue de desolación absoluta. Era sobrecogedor leer uno, tres, siete y más testimonios de mujeres que un día vieron cómo se les atacaba en su libertad, no solo sexual sino personal, es decir, a todos los niveles.

Agredida sexualmente
Yo misma fui protagonista de una agresión sexual en forma de intento de violación a manos de dos desgraciados indeseables. Tenía 18 años y trabajaba en la radio, en la cadena SER como locutora. Era muy temprano cuando me encaminaba hacia la emisora por una calle desierta -aunque daba a la avenida principal de la ciudad- y todavía estaba oscuro. Dos tíos repugnantes me atacaron por detrás y me agarraron de las muñecas mientras uno de ellos me desabrochó el pantalón y empezó a bajármelo junto con la ropa interior. El otro, mientras, me obligó a ponerle mi mano sobre sus genitales que estallaban por debajo de su vaquero. El siguiente paso, obviamente, hubiera sido la violación de no ser porque, a pesar de que el pánico me atenazaba, logré sacar fuerzas de no sé aún dónde -la adrenalina es lo que tiene- y pegué un alarido horripilante, horrísono. El terror, el espanto, se me escapaba en esos momentos por la boca. Y debí hacerlo de maravilla, porque aquellos dos cerdos salieron pitando por un callejón adyacente. No conseguí verles el rostro, ni la ropa, ni prácticamente pude fijarme en su complexión. Solamente recuerdo que uno de ellos era rubio, o al menos, así me lo pareció. Sé que eran jóvenes, poco más. Eso pasó a las ocho menos cuarto de la mañana y eran las dos de la tarde y aún tenía las señales en las muñecas y el horror instalado en mi cuerpo. Porque eso sí, tiré hacia adelante y seguí hacia la emisora, donde cumplí con mi jornada laboral. Cometí un error tremendo que ahora no hubiera repetido. La inexperiencia de mis por aquel entonces 18 años hizo que, como no había posibilidad de identificarlos, desechara la idea de la denuncia. Craso error. Por pocos datos que hubiera dado, considero imprescindible no callarse, denunciar, primero por la posibilidad de poder atrapar a esta gentuza, pero además porque así ayudas a otras mujeres y evitas futuras agresiones. Jamás sabré si volvieron a atacar a alguna otra chica. Espero que no.
El contar mi caso en Facebook, al hilo de las declaraciones del alcalde de Valladolid en el que a las mujeres nos tacha poco menos de incitadoras de agresiones sexuales -reales o inventadas-, provocó una avalancha de comentarios y testimonios, algunos de ellos realmente estremecedores. Uno de los contertulios masculinos me impactó con su comentario, que venía a decir que no podía imaginarse que hubieran tantos casos de agresiones sexuales en su entorno, que tenía conocimientos de estos casos a través de los medios de comunicación, pero que no se figuraba que tantas mujeres hubieran sufrido esta desgraciada situación y que no se conocieran sus historias.

Mi catarata de reflexiones sobre el tema
Mujer, denuncia tu violación.Esto provocó en mí varias reflexiones: ¿por qué callan las mujeres ante este tipo de ataques? ¿O realmente no callan pero los medios no se hacen tanto eco como debieran e invisibilizan estas situaciones en la medida que les es posible? ¿Cuándo dejarán algunas mentes -no ya retrógradas, sino cavernícolas- de acusar a la víctima y no al violador? Porque no he contado un “pequeño” detalle: lo primero que me preguntó mi novio fue que qué ropa llevaba puesta. Lo miré con asombro y le dije: “Unos pantalones vaqueros y una camisa ancha de manga corta”. Creo que jamás debí contestarle, sino mirarle con desprecio, darme media vuelta y decirle adiós para siempre. Quizá lo hice porque tenía 18 años. Ahora, con 47, afirmo que no me volvería a pasar. Las víctimas no somos culpables de nuestras violaciones, que les quede claro a los y las que piensan así. Sí, por desgracia también hay mujeres que lo creen. Aunque parezca inaudito.

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Somos mujeres. Somos personas. Gente con sueños que imagina una sociedad diferente. Gente que reclama un espacio común para mujeres y hombres que sea más justo y equilibrado. Y después de mucho cavilar, somos doce mujeres con ganas de trabajar para lograrlo. ¿Quieres saber quiénes somos?.