No nos gusta que nos cuestionen

21/02/2017 en Miradas invitadas

Mikel Otxotorena. (Hernani, Gipuzkoa, 1974.) Sociólogo de formación. Máster en Cooperación Internacional para el Desarrollo (HEGOA) y Máster en Igualdad entre Mujeres y Hombres (UPV/EHU). Mi trayectoria profesional se ha forjado en el ámbito de la cooperación internacional al desarrollo y en el de la igualdad entre mujeres y hombres. En la última década mis inquietudes, militancia y trabajos como consultor de género y masculinidades, a nivel nacional e internacional, han estado vinculados principalmente a la igualdad, con especial hincapié en el trabajo con los hombres y las masculinidades desde una perspectiva feminista y LGTBQI+.

Hace muy pocas semanas le dimos la bienvenida al nuevo año y las dinámicas vinculadas a las desigualdades entre mujeres y hombres siguen presentes. Esto no ha cambiado nada. Seguimos asistiendo a asesinatos de mujeres, agresiones sexuales, agresiones fóbicas a personas LGTBQI+[1], reacciones sexistas en todas las esferas de la sociedad y un largo etc. Da igual que cambiemos de año, que el día a día sigue igual de hostil.

En este artículo, sin embargo, no me voy a centrar en quienes sufren de manera más directa y violenta las consecuencias de estas desigualdades. En esta ocasión quisiera poner la lupa sobre nosotros, los hombres. No para hablar de nuestros protagonismos, sino más bien para analizar qué pasa cuando esos protagonismos son cuestionados mediante diferentes argumentos, y qué debates y/o elementos deberíamos introducir al analizar este tema.

Es habitual que ante un cuestionamiento de nuestros argumentos (al margen del tema que estemos tratando) nuestra reacción sea cierta incomodidad, ya que de alguna manera nuestros protagonismos también se ponen en cuestión. Por supuesto que ni todas las incomodidades, ni todas las formas de cuestionar nuestros argumentos son iguales. Algunas nos generan más incomodidad que otras. Y como consecuencia generan reacciones diferentes. Pero quisiera centrarme en aquellos cuestionamientos bien argumentados para hacer el análisis de las reacciones que generan desde una perspectiva de género. Por ejemplo, ¿reaccionamos los hombres de la misma manera cuando el cuestionamiento de nuestros argumentos (y por tanto de nuestros protagonismos) proviene de una mujer u hombre cisgénero, de un hombre gay, de una lesbiana o de una persona transexual? O ante ciertos argumentos o discursos de los feminismos, ¿por qué se generan semejante abanico de reacciones por parte de los hombres? Las reacciones van desde las más reaccionarias, pasando por la indiferencia (o mal llamada neutralidad), el victimismo, hasta la autodefensa mediante lo políticamente correcto.

Quizás debamos poner la atención en la lógica jerarquizada, consciente o inconsciente, de las identidades de género que tenemos como fruto de la socialización que recibimos como mujeres y hombres. Desde esta lógica, las opiniones de las mujeres, por ejemplo, se miden desde un prisma androcéntrico y no tienen el mismo peso que la de los hombres. Esta jerarquización patriarcal también se da entre los propios hombres, por supuesto, pero parece que no tocan tanto la fibra sexista como cuando provienen de las mujeres.

Encontramos una infinidad de ejemplos sobre estas reacciones (generalmente en los hombres) que nos indican que algunos argumentos feministas dan en el punto de flotación de la hombría. Vean, o mejor dicho lean por ejemplo los comentarios que aparecen en un artículo reciente de Barbijaputa. Detrás de muchos de estos comentarios nos encontramos con la idea de “tú a mí no me cuestionas” o “quién eres tú para cuestionarme a mí”.

Hay quien dirá que se reacciona de esta manera por las formas de presentar los argumentos. Y sí, las formas son importantes, pero muchas veces el fondo de la cuestión queda difuminado y no se va más allá. Quizás la pregunta clave sea: ¿por qué nos molesta?

¿Por qué nos toca la fibra? Pregunta sencilla de hacer pero difícil de contestar. A la hora de construir las respuestas es necesario incluir algunos debates que hasta la fecha apenas se han dado por parte de los hombres, como por ejemplo:

  • El papel que juegan en mi malestar los privilegios y las relaciones de poder. Dicho de otra manera, la mochila de sexismo que tengo (en el grado que sea), ¿qué lugar tiene en mi malestar?
  • Comenzar la tarea de responder a la pregunta planteada, desde lo social hasta lo individual, nos puede permitir encontrar algunas respuestas en el camino. Comenzar a mirarnos y analizarnos los hombres, como grupo social y terminar haciendo ese mismo trabajo como individuos, es un camino interesante. Seguramente no agradable, ya que lo más probable es que nos encontraremos con muchas contradicciones entre la teoría y la práctica. Pero será necesario realizar ese camino.
  • Ser conscientes de en qué modo, en mayor o menor medida, contribuyo a la reproducción del sexismo. Como dice Barbijaputa en el artículo mencionado, desde el momento en el que un hombre piensa que él ya no forma parte del problema, y que el machismo se ha evaporado de su cuerpo como si fuera agua, se convierte en algo más peligroso que un simple machista. Uno de los errores en el cual caemos es agrupar a los hombres en dos bloques o en uno: buenos y malos. O todos malos por el simple hecho de ser hombres. Pero sabemos que es más complejo que todo ello y que ciertas clasificaciones no sirven de nada. Es más, nos distorsionan el análisis, las reflexiones que podamos hacer.
  • Para todo esto, entender, aprender y vivir qué nos dicen los feminismos será imprescindible. Y subrayo vivir, ya que la teoría es relativamente fácil de repetir. Los hombres tendemos a asimilar la oratoria y el discurso enseguida. Hemos sido y seguimos siendo socializados para manejarnos en lo público, con todo lo que ello conlleva de protagonismos. Poner en práctica en nuestra cotidianidad lo teórico será imprescindible. Pero existe otro movimiento que tiene que estar presente: el movimiento LGTBQI+, con todas sus teorías, variedad y corrientes. Como digo siempre, la misoginia y la homofobia son los dos pilares fundamentales de la masculinidad sexista. Con lo cual algo tendremos que aprender de quienes llevan trabajando desde hace años para erradicar estas dos fuentes de discriminación que van de la mano.
  • Relacionado con lo anterior y para que las tripas no se nos revuelvan, será importante entender que las mujeres deben liderar los feminismos y que nuestro trabajo y lugar debe estar como aliados. Si lo comparamos con el trabajo del movimiento LGTBQI+, a nadie se le ocurriría pensar o decir que las personas heterosexuales deberían dirigir o co-dirigir ese movimiento.

Algún hombre que esté leyendo este artículo pensará que como tal, no se siente nada identificado con lo que está leyendo y siente la necesidad de hacer público su desacuerdo. Por supuesto que mostrar un desacuerdo es algo positivo, siempre y cuando se haga desde el respeto. No obstante, lo que pretendo es que pongamos el foco de atención en lo que me está motivando, lo que me lleva precisamente a tener que hacer público mi desacuerdo. Las respuestas que obtengamos nos ayudarán a entender cómo el sexismo puede o no estar presente y a qué nivel está jugando sus cartas.

Entraremos en un terreno farragoso. Pero nadie dijo que fuera fácil. Y al fin y al cabo lo que estamos planteando es desaprendernos de una manera concreta de ser hombres, y aprender a vivir como hombres de una forma más justa, democrática, equitativa e igualitaria. ¡Casi nada! Pero o entramos al barro siendo cuestionados y cuestionándonos nosotros mismos o no avanzaremos en la construcción de esas sociedades tan anheladas.

[1] LGTBQI+: estas siglas se refieren al movimiento de Lesbianas, Gays, Transexuales, Bisexuales, Queer, Intersexuales. El “+” se añade para denotar la amplia diversidad de orientaciones e identidades, y así incluir a aquellas personas que no se identifican con las categorías anteriores.

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Somos mujeres. Somos personas. Gente con sueños que imagina una sociedad diferente. Gente que reclama un espacio común para mujeres y hombres que sea más justo y equilibrado. Y después de mucho cavilar, somos doce mujeres con ganas de trabajar para lograrlo. ¿Quieres saber quiénes somos?.