Miradas compartidas desde el confinamiento

16/06/2020 en Miradas invitadas

Somos Pepa Bojó Ballester, Leticia Eizaguirre Altuna, Miren Elejondo Aguirregomezcorta, María Feijoo González, Begoña Garcés Vidador, Cristina Giménez García y Helena Ayerbe Gartxotenea, un grupo de mujeres que queremos compartir nuestro punto de vista sobre el modo en el que los distintos poderes están conduciendo el recorrido de la crisis sanitaria provocada por la covid-19 y sobre algunas medidas que han contribuido, en nuestra opinión, a acrecentar el malestar y la preocupación por el tipo de sociedad a la que nos pueden dirigir.

Nuestro objetivo no es ofrecer una visión negativa de la gestión, sino aportar ideas críticas al debate para construir una sociedad civil madura y autónoma que nos permita avanzar hacia una organización social, dinámica y participativa de la democracia.

Hay aspectos sobre los que se debe reflexionar de manera crítica y constructiva para poder así diseñar estrategias adecuadas que sirvan para fortalecer a la sociedad.

En esta grave crisis sanitaría, muy difícil de afrontar dado lo imprevisible y desconocido de esta pandemia, nos encontramos con la verdadera situación del sistema sanitario y con errores que no deberían repetirse.

Ilustración de Vir Palmera

Se ha puesto al descubierto un modelo de gestión sociosanitaria en el que priman los intereses económicos sobre el bienestar de las personas y el sostenimiento de la vida de calidad. Como ejemplos lamentables, podemos destacar la falta de recursos para la protección del personal sanitario o la gestión de las residencias de mayores, sobre todo las privadas. 

Nuestra reflexión gira también en torno a la gestión del conflicto y las medidas de confinamiento que cuestionan la calidad democrática de nuestro Estado: las estrategias que se han seguido para el control de la población, la innecesaria presencia fáctica del ejército y su blanqueamiento social contribuyen a dejar en mínimos la responsabilidad civil e individual.

Se ha infantilizado a la sociedad, nos hemos sentido tratadas como menores de edad, con un modelo de control autoritario y una gestión basada en la vigilancia y el castigo que, paradójicamente, apela continuamente a la responsabilidad personal y ciudadana. 

No se han admitido iniciativas que habrían supuesto una mayor implicación de la ciudadanía en la superación de esta crisis. En algunos municipios incluso se ha rechazado la colaboración de chicas y chicos, jóvenes voluntarios que se ofrecieron para asistir a las personas más vulnerables.

Un modelo de poder autoritario es totalmente incompatible con el desarrollo de la responsabilidad, ya que esta exige autonomía, capacidad de pensamiento crítico, conocimiento y sobre todo confianza y se basa en el uso de la pedagogía. Esta estrategia por la que apostamos ayuda a generar una sociedad más responsable, autónoma y madura.

En ese sentido, consideramos que el papel de las fuerzas del orden debería ser el de informar, asesorar, acompañar e incluso escuchar, ya que una parte importante de la gente que ha sido multada tenía una razón para estar en la calle, pues no no todas las personas poseen las mismas condiciones de vida (algunas carecen hasta de “techo”) ni los mismos recursos para gestionar la angustia o la soledad. 

No debemos admitir una estrategia basada en infundir y potenciar el miedo, ya que este nos colapsa e impide pensar y es la herramienta sobre la que se basa el control social. Con el miedo las personas anhelamos seguridad, incluso a veces a cambio de perder derechos y libertad, pero la seguridad total es un espejismo, no existe en términos absolutos y, a su vez, la pérdida de derechos y libertades es una realidad que también provoca enfermedad.

No podemos aplaudir las actuaciones de vigilancia vecinal. Es lamentable que desde las ventanas se controle, grite, insulte e incluso denuncie a vecinas y vecinos, sin conocer su realidad ni sus motivos, y que este hecho se identifique como un acto de solidaridad, cuando la solidaridad se basa en la empatía y la ayuda. Qué decir de los vergonzoso aplausos a los abusos policiales desde muchos balcones.

Nos gustaría que en las mesas de gestión de la crisis, además de personas expertas (en este caso, en salud y epidemiología), se sentaran también personas conocedoras de la realidad de diferentes ámbitos sociales y de colectivos con necesidades específicas con riesgo de vulnerabilidad, ya que es imprescindible conocer la realidad de dichos colectivos para elaborar protocolos adecuados.

Sin embargo, las duras medidas de confinamiento no han tenido en cuenta el impacto que podían tener en diferentes grupos más vulnerables, en niñas y niños pequeños, gente mayor, personas con problemas de salud mental,  trastornos conductuales o pluridiscapacidades, colectivos de personas refugiadas, sin techo, familias con muchas dificultades y falta de recursos y mujeres, niñas y niños con riesgo de sufrir maltrato o abusos de todo tipo, entre otros. Las consecuencias para su salud y sus propias vidas son más graves y las estamos conociendo ahora.

Pensamos que estas medidas deberían revisarse, flesibilizarse y adaptarse a estos colectivos y también a las características de las poblaciones y al número de habitantes. Entendemos que en un primer momento es normal no saber y tomar decisiones drásticas y generales para todo el territorio y todos los colectivos, pero también hemos visto modelos de confinamiento menos estrictos en los países vecinos que, creemos, se podrían valorar.  

Efectivamente ahora hay mucho que hacer, vamos a ver las consecuencias del confinamiento, nos vamos a enfrentar a una crisis económica y laboral, pero también a una crisis del modelo de cuidados que ahora va a ser crucial resolver. Realmente vamos a retomar la realidad, dado que la sociedad ya estaba en crisis: el modelo de crecimiento ilimitado ya no puede sostenerse.

Nos preocupa que, una vez más, los colectivos más vulnerables, los que ocupan los puestos de trabajo más precarizados, pierdan más derechos y capacidad de autonomía y autogestión.

Por todo ello queremos contribuir a la reflexión proponiendo una gestión de las consecuencias de esta crisis con una mirada global y social que ponga el cuidado de la vida y la sostenibilidad en el centro, una gestión encauzada a generar una sociedad más igualitaria, justa socialmente, que genere mayor bienestar para toda la ciudadanía, deseando también que la sociedad civil sea verdaderamente agente de interlocución y motor del necesario cambio social. 

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