La guerra de los roles

16/07/2013 en Doce Miradas

Creer en la igualdad de oportunidades depende fundamentalmente de una misma. Lo complicado de la labor consiste en cómo hacer ver a los demás la autosuficiencia de la que disponemos. Para ello no hay mejor camino que demostrar, pero ¿por qué tenemos las mujeres que estar continuamente probando nuestras capacidades ante los demás?

Soy mujer y me dedico a la cobertura de conflictos bélicos, y siempre he pensado que los más complicados son los personales, aquellos que no se dan en una zona de guerra, aquellos que se producen en el entorno familiar y social. Muchas veces nos vemos obligadas a salir al paso de aquello que la sociedad nos cuestiona: «Con esa vida que llevas, será imposible mantener una relación estable…», «¿Qué hay de los hijos? Algún día querrás ser madre, tendrás que dejar tu trabajo…».

A lo largo de estos años, he trabajado con cientos de hombres, compañeros a los que jamás he escuchado que se les pregunte si quieren ser padres, novios, maridos, o qué harán cuando decidan formar una familia. El rol de la mujer sigue siendo, sin embargo, el mismo, aquel que obliga a decidir entre ella y los demás. Curiosamente la mayoría de las preguntas siempre han venido por parte de mujeres, por ello en ocasiones pienso hasta qué punto no somos nosotras mismas quienes ponemos barreras.

No me siento más o menos realizada por no tener hijos, tampoco creo que ésa sea mi misión. La única en la que creo es en la de conseguir ser feliz en un mundo empeñado en que no lo seamos; difícil tarea, pero os aseguro que hay instantes en los que se puede paladear. Y en ello estamos.

Hace un tiempo, una compañera de Sky News, Alex Crawford, decía: «Sólo espero ser un modelo para mis hijas». Esas declaraciones las ofreció mientras cubría la revolución libia desde el frontline. Como Alex Crawford y otras tantas mujeres que un día apostamos por librar nuestra propia batalla en zonas de guerra, poco a poco hemos conseguido hacernos un hueco en una sociedad informativa generalmente masculinizada y especialmente, en un contexto complicado como es la cobertura de conflictos. Hemos sabido demostrar que ser mujer y visitar morgues, compartir días y semanas con rebeldes, esquivar morteros, y utilizar teléfonos satélites, entre otras cosas, no es cuestión de la cantidad de testosterona que uno tenga, si no de la capacidad y responsabilidad que uno disponga.

Karen Marón, compañera de guerras dice: » No hay nadie como una mujer para entender y contar el dolor de las víctimas», y quizá tenga razón, pero también añadiría que nadie como una mujer para convertirse en moneda de cambio o en trofeo dentro de un contexto bélico.

Foto ©VollDamm

Foto ©VollDamm

Hay veces en las que no vale sólo con demostrar, tenemos que convertirnos en «uno» más y eso nos hace perder la perspectiva de lo que realmente somos y queremos.

Recuerdo leer una entrevista a Antonio María Ávila, Director de la Federación del Gremio de Editores de España, en la que se hablaba del aumento del índice de lectura femenina etc. y en ella saltaba una frase que me escocía en los ojos: “las mujeres son conscientes de que para triunfar profesionalmente, y en la vida en general, todavía deben demostrar su valía».

Y efectivamente, somos conscientes, al igual que el género masculino sabe que lo somos y por ello quizá hoy en día se nos sigue exigiendo más, porque saben que haremos lo posible por encontrar el hueco que buscamos. Y en ocasiones eso asusta. No se trata de arrebatar posiciones, se trata de igualar y de aplicar medidas similares para ambos géneros. No se trata de demostrar, se trata de respetar la libertad que como personas, independientemente del sexo, tenemos por derecho. No soy más que tú, pero tampoco menos.

Las mujeres llevamos a cabo una labor de incorporación al mercado laboral intensa, abocada a demostrar continuamente nuestra valía y ello procurando no desatender nuestra «función» impuesta de ser madre, esposa, novia, hija, ama de casa… y aunque la expresión resulte desagradable, es como si se esperara de nosotras eso del «dos al precio de una».

La exigencia social de todo ello no la marca exclusivamente el hombre, también nosotras somos culpables y somos quienes primero lanzamos la crítica. Así que nadie crea que escribo para culpabilizar o martirizar a un determinado género, mientras haya mujeres que crean que si una mujer por ejemplo, fuma o se toma una cerveza, «es porque somos tan infelices con nuestras vidas que nuestro deseo de incorporarnos a los roles masculinos y adoptar sus costumbres acabará por matarnos», tal y como declaró en una conferencia una doctora brasileña, estamos listas. Imagino que la doctora se expresaría dentro de su preocupación por nuestra salud, que debiera ser generalizada porque si un cigarro me mata a mí no me mata más por ser mujer. Pero hay que empezar a desterrar ese tipo de expresiones y para ello hay que empezar por no establecer diferencias. Ardua labor que nos atañe a todos.

 

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Periodista en zonas de conflicto especializada en Derechos Humanos. Viajera empedernida, contadora de historias y aprendiz de vidas ajenas.

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