El futuro ya no es lo que era
18/03/2014 en Miradas invitadas
Itziar Elizondo (Donostia).
Licenciada en Periodismo por la UPV, ha sido jefa de prensa de Emakunde, asesora de Políticas de Igualdad en la Diputación de Córdoba y coordinadora de proyectos de género en Fundación Directa. Socia fundadora de e-mujeres.net, es coautora “Nosotras 2.0. Mujeres y Redes Sociales” (Ameco, 2011) y “El burka como excusa” (Ed. Saga, 2010).
El futuro iba a ser, por fin, nuestro. Nuestro porque habríamos conseguido reunir toda la inteligencia colectiva necesaria para vivir una vida plena. Una vida en la que el trabajo, el ocio, la cultura, se habrían confabulado para dignificarnos como seres humanos. Por fin habríamos dado en la diana, después de siglos y siglos de brutalidad y barbarie en todas sus formas.
El progreso científico, económico, cultural y social habría permitido un reparto equitativo del trabajo y la riqueza, lo que nos habría llevado a disfrutar del tiempo de una forma equilibrada y feliz: tiempo para cultivarnos, tiempo para amarnos, tiempo para estar solas y solos, tiempo para la amistad y la vida social. Es decir, tiempo para trabajarnos como trabajadores y como personas.
El futuro, nuestro futuro, iba a ser eso: un aliño de vida griega clásica con tecnología. A partir de ese cóctel multiépoca nos habríamos liberado de las pesadas cargas de la supervivencia para habitar formas de vida más imaginativas, afanadas en descubrir y crear; vidas en las que el bienestar de las y los otros constituiría la garantía del nuestro propio.
Y todo ese futuro estaba ahí, a pesar de la bulimia endémica del consumismo. Esa debilidad alimentada por los intereses corporativos nos había construido previamente como seres expuestos a prostituciones de toda índole. Y, sin embargo, lo habríamos conseguido: sociedades en que la racionalidad ilustrada se habría impuesto a la irracionalidad de las religiones, a las dictaduras macroeconómicas, a las esclavitudes consumistas, a las macroverdades del sistema patriarcal. Y nos habríamos salvado. En algún momento del futuro, nos habríamos salvado.
Pero una mañana de 2008, un palabro con connotaciones nauseabundas desencadenó una turbulencia a escala global que cambió nuestras vidas y, de paso, nuestro futuro.
Hipotecas basura, las bautizaron los teólogos económicos.
Y a partir de ahí, ese futuro que podría haber sido nuestro se resquebrajó.
Porque nuestro presente se ha convertido en la selva capitalista en toda su expresión: ayudas, ayudas y ayudas a los bancos (que, sin embargo, no las utilizan para dar crédito a empresas e individuos) y recortes, recortes y más recortes al sistema del bienestar, con la excusa de que es inviable económicamente. No cejan en una cruzada informativa que pretende poner la responsabilidad del descalabro en las conquistas de derechos sociales para tapar a los auténticos responsables: la jauría depredadora del capital que saquea y corrompe para imponer su ley.
Así, en este presente descalabrado, informe y atemorizado, ellos y sus ansias carniceras están construyendo el relato del futuro que les conviene.
Por ahora.
La crisis económica ha servido para evidenciar la auténtica crisis que nos (pre)ocupa: la crisis de la representación y de la gestión política. Las y los políticos europeos se muestran incapaces de defender los intereses generales de la ciudadanía frente al totalitarismo de mercados y corporaciones, cuyas decisiones hoy por hoy aniquilan derechos elementales impunemente.
Porque ahora tú, sí, tú, no eres más que un recurso nimileurista (no te quejes: si ganas mil euros, considérate un recurso humano bien pagad@), a quien más te vale no caer enferm@ ni tener demasiadas aspiraciones universitarias, si careces de recursos económicos. Ni se te ocurra ser mujer monoparental, ni tener un momento de debilidad vital que te impida ser un recurso eficaz, que es para lo que has nacido. Te echarán de la empresa sin más contemplaciones, porque con las llamadas reformas estructurales ya no eres una ciudadana, un ciudadano, una persona con fortalezas y debilidades.
Un robot sin fisuras. Eso es lo que eres, a ver qué te habías pensado.
Un robot obligado a mostrar constantemente su valor añadido: no supones un gasto para el Estado y en tu trabajo no eres –todavía- sustituible, porque produces según los cánones. Y si estás en paro, es tu culpa, porque te lo has montado muy mal, no eres más que el resultado de tu falta de inteligencia estratégica como recurso.
Con este presente, si quieres habitar su futuro tendrás que supeditarte sin matices a sus reglas y a su modelo. A esas reglas que ellos mismos se cargan, como aquella neoliberal de que no hay que proporcionar ningún tipo de ayudas, a no ser de que se trate de los bancos, claro. O el de la libre competencia, cuando se trata de favorecer a amigos o familiares. Y todo con dinero público, claro está.
En lo que respecta al modelo, no sabemos exactamente lo que están tramando. Porque parte del ideario capitalista se basaba en la utopía del progreso, en que la siguiente generación viviese mejor que la anterior y tuviera mayor capacidad de consumo para que la maquinaria funcionase.
Todo apunta a que esto es un laboratorio de pruebas para alcanzar la perfección en un estadio superior de capitalismo. Un capitalismo perfeccionado en el que las reglas de funcionamiento, cuando existen, benefician al capital. El valor trabajo está depauperado. Siempre hay mano de obra más barata en alguna parte. Y cuando los chinos comiencen con esa antigualla de las reivindicaciones laborales, recurriremos a los africanos. Por ahora, ya se ha alcanzado un objetivo importante: aniquilar el modelo social-capitalista europeo con el consentimiento de políticos y alguna protesta ciudadana (movimiento 15M).
El futuro de cualquier sociedad está en la educación, en la investigación y en la cultura. A tenor de las medidas impulsadas por el gobierno conservador español, el futuro de ese territorio llamado España está en ser la pandereta del pasado. Un país repleto de camareros baratos para el turismo y para el consumo interior bruto de bares. Las y los jóvenes más preparados, más emprendedores, y con más capacidad de riesgo están abandonando la España cañí para emigrar a otros países con oportunidades laborales de acuerdo a su formación. Si el modelo alcanza su esplendor, dentro de nada ni eso. Sólo tendrán acceso a un nivel superior de estudios quienes se lo puedan permitir económicamente, y el resto a matarse por una beca.
No nos queda otra que reivindicar la política en mayúsculas. Ello implica el compromiso y la participación de la ciudadanía en todos los frentes, off y online. Vivir, en ese futuro que nos han robado, es una forma de acción política. Cada cual, en su día a día y lugar: en la escuela, en la visita al médico, a la hora de contratar un servicio, opinando en las redes electrónicas. Y, por supuesto, con el voto.
Es eso, o que desaparezca nuestro futuro. Nuestro futuro como ciudadanas y ciudadanos.
La empresaria islandesa Halla Tomasdottir es una firme partidaria de incorporar women values para superar la crisis. En 2007, Halla y su socia, Kristin Petursdottir, fundaron Audur Capital con el objetivo de incorporar mayor diversidad, responsabilidad social y valores femeninos a los servicios financieros. Estos valores incluyen independencia, conciencia de riesgo, comunicación directa, capital emocional y beneficios a partir de unos principios sólidos.
Sin embargo, un pequeño país, de apenas 300.000 habitantes, se ha convertido en el territorio utópico de la decencia democrática: Islandia. La isla de las mujeres, pues son ellas, las responsables políticas y económicas del país, quienes negaron la mayor a la teología neoliberal cuando saltaron las alarmas en plena crisis de deuda, en 2008 al dejar caer a los bancos en vez de rescatarlos y afianzar el estado del bienestar para proteger a las y los ciudadanos. Porque, como apuntan las economistas feministas, el patriarcado está en el origen de las desigualdades y de la desnaturalización de la actividad económica.
La fórmula islandesa para salir de la crisis ha tenido una importante componente feminista, con su primera ministra Jóhanna Sigurðardóttir, feminista y abiertamente lesbiana, a la cabeza que estuvo en el cargo entre 2009 y 2013. En unas declaraciones realizadas a El País, apuntaba: “En los años que precedieron al crash, el sector financiero había sobrepasado todos los límites, corriendo inmensos riesgos, acumulando deuda… podríamos calificarlo de juego. Era una cultura de jóvenes varones de la que las mujeres estaban totalmente ausentes. Y muchos otros actores contribuyeron a exacerbar esa cultura, atribuyendo a los personajes destacados del sector financiero cualidades estrechamente relacionadas con las nociones estereotipadas de masculinidad. Por otro lado, los estudios demuestran que una representación más equilibrada de mujeres y hombres en puestos de dirección económica se traduce en decisiones más imparciales y sensatas. Así que podemos hablar claramente de un crash de los valores masculinos”. Ya entonces todo un símbolo del patriarcado como el Financial Times, señaló que las mujeres islandesas habían alcanzado el poder para arreglar el estropicio que habían provocado los excesos de testosterona financiera. Seis años después el paro es de un 4%, y con el centro-derecha en el poder, reconstruir el Estado del Bienestar sigue siendo el principal objetivo de la acción de gobierno.
Islandia nos ha enseñado, en definitiva, que otra salida a la crisis es posible. Tal y como se señalaba en las conclusiones del IV Congreso de Economía Feminista que se celebró el pasado mes de octubre, hay que repensar el modelo económico desde una mayor aproximación a la ecología y a la sostenibilidad de la vida en el marco de un Estado del Bienestar fuerte.
Sin embargo, las instituciones europeas no parecen verlo así. La semana pasada el pleno del Parlamento Europeo rechazaba un informe presentado por la eurodiputada Inés Zuber en la que denunciaba que los principios de igualdad que defiende la UE se están yendo al traste ante las medidas de austeridad que se están implementando en la mayoría de los países del continente. Lo terrible no fue que las y los parlamentarios conservadores rechazaron en bloque dicho informe, sino que incluso algunos parlamentarios socialdemócratas, liberales y verdes también lo hicieran. Y algo peor: la poca repercusión que una noticia así ha tenido en los medios de comunicación.
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Fantástico post, Itziar. Muchas gracias por compartir estas reflexiones. Y fantástica intervención de Halla Tomasdottir.
Afortunadamente el futuro no existe 🙂 Solo existe cada instante que vivimos y el pasado que se archiva en la nube o en las memorias afortunadas. Así que, espero que la diversidad de ideas y de pensamientos, y la diversidad de miradas sobre la realidad, nos permitan en cada instante tomar las mejores (o menos malas) decisiones y liderar nuestras vidas, proyectos, comunidades, sociedades.
La crisis del modelo capitalista, consumista, especulativo, de «recursos» humanos productivos, nos puede ayudar a construir alternativas (con experiencias reales ya en marcha) basadas en el bien común, el intercambio de saberes y tiempo entre personas diversas, que contribuyen con su dedicación reproductiva y los cuidados, a la sostenibilidad de la vida. Eso, siempre que hagamos caso a Einstein y no nos obcequemos buscando resultados diferentes si hacemos siempre lo mismo y son siempre lOs de siempre quienes toman decisiones.
Sí, mujeres y hombres pensamos y actuamos diferente. También cada persona, independientemente de si somos hombres y mujeres nos comportamos de maneras distintas (según nuestro estado de ánimo, con quién nos relacionemos, etc.). Afortunadamente la diversidad y la complejidad existen. Homogeneizar nuestros pensamientos, deseos, comportamientos, vidas quizá es lo que tratan de hacer (y a veces consiguen) los «mass media» y las modas consumistas de cada temporada.
No me importa el futuro, me (pre)ocupo de vivir el día de hoy con intensidad y aprendiendo y reflexionando con posts como éste, sobre las prioridades que quiero tener en mi vida.
La mejor explicación que he leído. Felicidades y la comparto.
Me ha encantado el artículo, y la frase de «Un robot sin fisuras. Eso es lo que eres, a ver qué te habías pensado», me ha llegado al alma, porque es en lo que pretenden convertirnos. Si en broma había comentado alguna vez que me iba a nacionalizar finlandesa, ahora, aunque no lo haga, me he sentido satisfecha con descubrir que no soy la única mujer en el mundo que cree, que la solución esta en las mujeres. Dicho sin ánimo de ofender o de sacar a relucir feminismo cañi. En Finlandia si lo han entendido perfectamente y a los que digan que es un país pequeño, les contestaría que si ellos lo han conseguido siendo pequeños, que pasa con el resto!!!. Nos hemos acomodado, no puedo decir que no me importa el futuro, porque no es cierto, me importa y mucho. Sobretodo porque ahora mismo ya no esta en mis manos, sino en las de la banca, seguros, organizaciones politicas etc. Yo puedo vivir al día, pero lamentablemente lo hago porque mis ingresos y mis gastos me lo exigen. Quiero mi futuro, ese que me han ido robando a partir de un capitalismo desmedido y cruel, mientras he sido un robot sin fisuras, me han golpeado como si fuera un balón de boxeo. Ahora que ya no puedo serlo, ni siquiera me dejar soñar con el poco futuro que tengo. Somos capaces de ser consumistas porque nos obligan de forma sugerente a formar parte de ese mundo, pero incapazaces de encontrar soluciones para salir de esta masacre que se esta cometiendo contra todos nuestros derechos. Quizás deberíamos hacer lo que oí en una manifestación hace ya años (en contra de la guerra en Irak), en Cadiz: Tanques si, pero de cerveza y con tapitas en la mesa. Seguro que ahí nos encontrabamos todos y nos poníamos de acuerdo. O no; pero a esa manifestación no haría falta ni publicitarla. Por favor, recordemos quienes somos, que queriamos, que nos han dado y como deberíamos responder.
El artículo impecable, felicidades a Itziar Elizondo.
Quizá soy pesimista, pero creo que de ésta los españoles tampoco aprenderemos….la crisis política y de valores que ha creado la estafa financiera ha servido como caldo de cultivo para que surja el sentimiento de querer cambiar, de buscar otro modelo, pero oyendo los cantos de la sirena de una leve recuperación económica, que aunque los problemas originales siguen estando ahí (la deuda privada sigue sin resolverse a modo de ejemplo), aceptamos este devenir como lo esperable, «qué vamos a hacer,las cosas son así»….
Por cierto, para ver los grises de la recuperación de Islandia este documental da unas cuantas reflexiones….ni todo ha sido tan bonito ni tampoco se dejaron en manos del capitalismo desaforado http://www.rtve.es/noticias/20130607/portada-laboratorio-islandes/680722.shtml
Queridas:
Muchas gracias por compartir vuestros comentarios. A pesar de todo, tenemos que ser optimistas. Como dice Ada Colau, «el pesimismo le conviene al poder. Si piensas que no se puede hacer nada, no protestas, te quedas en casa y te preocupas solo por ti; total, todo el mundo va a la suya… Pero la sociedad civil está desafiando este discurso oficial y eso quiere decir que no somos tan malos y egoístas como nos querían hacer creer».
Un beso y gracias.
Itziar Elizondo