Coronavirus, colonialismo y racismo

12/05/2020 en Doce Miradas

En este período de emergencia sanitaria provocada por la Covid-19 se están visibilizando, también, muchas prácticas y discursos racistas, que si bien no son novedad para las personas racializadas, están teniendo un impacto mucho mayor en este contexto de vulnerabilidad extrema para ellas.

Me gustaría traer a colación un hecho relacionado con dichas prácticas y discursos. El 2 de abril en una intervención televisiva en el canal francés LCI, dos médicos franceses, los profesores Jean-Paul Mira, jefe de reanimación en el Hospital Cochin de París y Camille Locht, director de investigación en el INSERM – Instituto Nacional de la Salud y la Investigación Médica – mantienen una conversación sobre la pandemia y plantean la posibilidad de realizar en África ensayos de la vacuna contra el coronavirus.

«Si puedo ser provocativo, ¿no debería hacerse este estudio en África, donde no hay mascarillas, ni tratamientos, ni reanimación? Un poco como se hace para algunos estudios sobre el sida o con las prostitutas; se prueban cosas porque sabemos que están muy expuestas y que no se protegen.

El profesor Camille Locht le da la razón y añade que están “pensando en paralelo sobre un estudio en África”. Cabe señalar que en la fecha en que conversaban esos médicos, África sólo tenía el 1% de personas infectadas por Covid-19 en el mundo. Por lo tanto, la propuesta no se justifica por el número de contagios; es más bien, una manifestación más de unas prácticas instaladas de desprecio a la dignidad de las personas africanas.

Indignación

En cuanto se viralizó el video de esta conversación, la indignación recorrió las redes. ¡No era para menos!

La OMS, a través de su director, el etíope Tedros Adhanom Ghebreyesus, se sumó a la repulsa de tal propuesta, calificándola de “racista y propia de una mentalidad colonial”.

Y ese es el verdadero motivo de la indignación: el desprecio a la dignidad y vida de las poblaciones africanas planteando disponer de ellas para experimentos médicos. Es la normalidad asumida en mentalidades racistas y coloniales de que algunas vidas valen menos y si se tercia la ocasión, pueden ser utilizadas para proteger las vidas que sí valen.

Es importante recalcar, que lo que se rechaza y condena, no son las pruebas en sí; porque como potenciales enfermas, las personas africanas también debemos participar de forma equitativa y solidaria al avance de la medicina a través de la investigación, siempre y cuando nos beneficie en los mismos términos de equidad y solidaridad. Desgraciadamente, África no está disfrutando en las mismas condiciones de las ventajas del desarrollo médico.

África lleva siendo, desde la colonización, la cobaya histórica de Occidente. Se han realizado pruebas médicas en el continente, saltándose, a veces, olímpicamente, la ética médica. Como ejemplos podemos mencionar los siguientes: el caso de las prostitutas a las que se refiere el profesor Jean-Paul Mira y el de los niños en Nigeria.

Entre julio de 2004 y enero de 2005 la asociación Family Health International, por cuenta del laboratorio estadounidense Gilead Sciences, experimenta sobre 400 prostitutas camerunesas el antiviral Tenofovir, medicamento para prevenir la transmisión del VIH. “Las voluntarias”, muchas veces analfabetas y francófonas recibieron una información escrita en inglés. Algunas mujeres pensaban que les administraban vacunas. Graves faltas éticas fueron denunciadas y las pruebas clínicas interrumpidas. No se sabe cómo quedaron ellas.

En agosto de 2001, problemas similares derivaron en una demanda judicial, que terminó con un acuerdo extrajudicial con indemnización. Una treintena de familias nigerianas del estado de Kano denunciaron al laboratorio estadounidense Pfizzer a causa del test del Trovan, un antibiótico destinado a combatir la meningitis. El estudio fue realizado en 1996 en ocasión de una epidemia de meningitis: sobre un total de 200 niños/as, once fallecieron, mientras que otras/os quedaron con graves secuelas cerebrales y motrices. No se pidió formalmente la opinión de las autoridades de Nigeria ni del comité de ética sobre la información dada a las familias participantes y sobre su consentimiento.

También resulta que muchas pruebas que se practican en África no responden a patologías locales o las poblaciones africanas no tienen los medios económicos para adquirir los costosos tratamientos resultantes por ausencia de un sistema de reembolso o gratuidad de esos medicamentos. El caso de la malaria, que es la enfermedad que mata con mayor frecuencia en África, es ilustrativo al respecto.

Queda claro que a algunos laboratorios farmacéuticos les resulta muy barato, rápido y sin complicaciones administrativas -la corrupción lo facilita- realizar ensayos médicos en África con poco respeto a las normas éticas en vigor. Si esos dos médicos se atreven a decirlo en un programa televisivo, es que esas prácticas racistas y coloniales son estructurales y son reflejo de unas relaciones internacionales de poder donde los países del Norte explotan los países del Sur. Tanto los recursos naturales como las vidas de los pueblos colonizados sirven para nutrir el Norte.

La ética en el desarrollo de nuevos medicamentos por parte de la industria farmacéutica occidental que utiliza a África como laboratorio a cielo abierto para pruebas y a las africanas/os como cobayas es el argumento de El jardinero fiel/The constant gardener (2005), una adaptación cinematográfica de la novela homónima de John Le Carré (2001) dirigida por Fernando Meirelles.

Impacto de estas prácticas sobre las mujeres africanas

Las mujeres, doblemente, como personas que necesitan cuidados médicos y en calidad de cuidadoras de las personas enfermas son, evidentemente, las que resultan más damnificadas por estas prácticas poco éticas.

Considerando que las mujeres son más pobres que los hombres, tienen las tasas de alfabetización más bajas y la responsabilidad social del cuidado, podemos intuir la magnitud del impacto sobre ellas. Esos determinantes sociales de la salud tienen efectos nefastos tanto a nivel físico como emocional. Además, las mujeres están sobre-expuestas a estas prácticas porque son las que más trato tienen con los servicios sanitarios. Por una parte, por razones biológicas de reproducción humana – embarazo, parto, lactancia – y por otra por razones sociales de responsabilidad del cuidado de las personas enfermas. En este contexto, la intersección de los factores biológicos, sociales y económicos, a saber – maternidad, triple jornada, pobreza, analfabetismo, – convierten a las mujeres en el colectivo y la vía más asequibles para perpetrar estas prácticas deshumanizantes. Es aprovecharse de la situación de vulnerabilidad y de su capacidad de dar y cuidar la vida para arrebatar vidas de personas que se consideran menos humanas.

Sin embargo, los pueblos africanos ya no están dispuestos a seguir padeciendo ese saqueo y deshumanización que ya ha durado demasiado.

The following two tabs change content below.

Jeanne Rolande Dacougna Minkette

Activista feminista e investigadora. Soñando con traspasar toda clase de fronteras, lo que me lleva a enredarme en muchas salsas. Aprendiendo con las personas que la vida me pone en el camino. Vibro con la música y venero la naturaleza.

Latest posts by Jeanne Rolande Dacougna Minkette (see all)