Cómo llegar a ser una fresca de cuidado
02/06/2015 en Doce Miradas
Recientemente he tenido oportunidad de reencontrarme con Anna Freixas Farré (Barcelona, 21 de julio de 1946). Cité a Anna en mi post “De mayor quiero ser…”. Y como creo que el intercambio intergeneracional de saberes es muy enriquecedor, le propuse a Anna conversar con ella, una mujer cuya sonoridad catalana y su gracia cordobesa me conquistaron cuando la escuché por primera vez. Estoy segura que volveremos a encontrarnos para compartir saberes, anécdotas, risas y trucos y para seguir tejiendo redes de sororidad. A continuación, nuestra conversación. ¡Que la disfruten!
En primer lugar, Anna, me gustaría que nos hablaras de ti ¿cómo te definirías?
Soy una mujer mayor, tratando de encontrar mi lugar en el mundo. Cosas importantes en mi vida: tener a mi hijo que es una persona empática, incorporarme al feminismo, disponer de una red de mujeres con las que he compartido lecturas, pensamientos, vivencias. Mantener mi red familiar y de amistades en mi ciudad de origen (Barcelona), a pesar de vivir tantos años en Córdoba. Lo que he aprendido de mujeres más mayores que yo que me han ofrecido su conocimiento y experiencia. Y lo que he aprendido de mujeres más jóvenes, de mis alumnas y mis alumnos.
¿A qué se dedica una profesora universitaria jubilada (y jubilosa)?
La jubilación es un tiempo complejo. Es la primera vez en la vida que tienes que decidir cada día el programa a seguir. Antes, la escuela, el trabajo, la vida familiar, etc., marcaban el horario y el contenido. Ahora tienes que dar sentido al día a día, tratando de que no se te escape la vida en las mil cosas que surgen y requieren tu atención.
Dedico algo de tiempo al capítulo ‘cuerpo/salud‘. Voy a Pilates, trato de andar un rato todos los días. Las relaciones ocupan también una parte de mi día: hablar con mis hermanas y mis amigas desperdigadas por el ancho mundo, encontrarme con ellas o conversar por skype, email, teléfono con personas cuya vida me importa y cuya conversación contribuye a mi bienestar.
Entre ellas se encuentran mujeres jóvenes para las que mi opinión puede significar una orientación y la suya para mí una nueva ventana a la vida, al aprendizaje; mujeres más cercanas a mi edad que me permiten sentirme cómoda en el mundo, compartir actividades, descubrimientos, lecturas; y mis amigas mayores cuyo transcurrir por la vida me indica la senda para el buen envejecer.
Desde hace siete años participo en un coro, actividad lúdica que requiere también estudio, tiempo y compromiso. Como sigo ‘activa’, sigo formándome. Y en mi tiempo libre me gusta cantar en el coro, leer, cuidar las plantas, salir a andar, ver películas y series, escuchar música…
¿Para qué usas habitualmente Internet?
Para consultar el correo electrónico, leer periódicos, ver películas, organizar mis viajes, gestionar mis cuentas del banco, mirar el tiempo, leer páginas dedicadas al cine (críticas, valoraciones…), leer algunos blogs de temas que me interesan ―feminismo, literatura, cine―, hacer algún curso de inglés, traducir palabras en los textos que leo en inglés, mirar alguna receta de cocina, averiguar lo que no sé en un momento determinado… También uso un ‘teléfono listillo‘, como lo llamo yo, para mirar el correo, navegar por Internet y comunicarme por WhatsApp o Telegram. Supongo que para más cosas, que ahora no recuerdo.
Tu trabajo ha supuesto una aportación pionera en el desarrollo de la gerontología feminista. ¿Qué es lo que más te ha llamado la atención de las mujeres a las que has escuchado y observado? ¿Qué has aprendido con ellas?
Todo lo he aprendido de ellas. En mis investigaciones han sido ellas la fuente de conocimiento. Yo simplemente me he dedicado a ordenar y organizar sus palabras. Las entrevistas semiestructuradas en profundidad han sido mi metodología más habitual de investigación y gracias a ellas he podido conocer de cerca la realidad de las mujeres en el camino de envejecer.
Me ha sorprendido la capacidad para adaptarse a lo nuevo, para vivir sin demasiado drama lo que la vida les ha ido ofreciendo.
Se ha reeditado vuestro trabajo Abuelas, madres, hijas ¿Cómo surgió y qué podemos encontrarnos en él?
Este trabajo tiene su origen en un proyecto de investigación de I+D+I. Es fundamentalmente una reflexión sobre las ideas, creencias y mandatos que hemos recibido acerca del hacernos mayores. Con los temores y las libertades que todo ello puede implicar.
Es sobre todo una experiencia maravillosa de puesta en común entre mujeres muy diversas, porque no solo había una horquilla de edad de más de 50 años entre las mayores y las jóvenes, sino que dentro de ellas había mujeres con niveles socioculturales muy muy diferentes.
¿Qué recuerdos tienes de tu abuela y de tu madre?
Pienso en mi abuela materna ―curiosamente no en la paterna que era una mujer invisible― que era un ‘personaje’ potente, categórico, con un alto nivel de exigencia y de orgullo personal y del clan familiar que ella contribuyó a organizar y a sostener con numerosas actividades y celebraciones que mantenía unida a toda la familia. Era una mujer empoderada ―como diríamos hoy―. Se mantuvo abierta a la cultura ―a pesar de no tener muchos estudios, como era normal en su época― y sobre todo, a la novedad y la modernidad.
Mi madre ―digna hija de mi abuela― era algo más difícil e imprevisible. De ella tengo recuerdos contradictorios, que han ido suavizándose con los años. Quizás porque ahora soy más benevolente o porque Dolores Juliano me ayudó a pensar en «que cada madre hace lo que ‘puede’ en cada momento». Ahí, bajé el listón!
¿Cómo nos relacionamos las mujeres entre nosotras?
Los vínculos se nos dan muy bien. Somos expertas creadoras y mantenedoras de ellos y eso nos da una enorme confianza y tranquilidad para afrontar las diversas sorpresas con que nos obsequia la vida.
Tememos el conflicto. No nos gustan los desencuentros y nos sentimos mal en ellos, quizás porque tememos la pérdida del afecto, el desamor, el abandono de las personas que constituyen nuestra red más cercana.
Las relaciones intergeneracionales son una fuente de salud para las mujeres de todas las edades. Salud física, mental, integral. En ellas nos transmitimos conocimientos, serenidad, lucidez, libertad…
¿Qué (pre)ocupa a las mujeres mayores?
Una de las cosas que más preocupa a las mujeres mayores es tener que depender de alguien. Que llegue un día que tengan que pedir favores y no puedan ser ellas las que resuelven todas sus cosas y también las de los demás.
Cuidamos a lo largo de la vida, pero llegado el momento no tenemos la humildad suficiente para pedir ayuda y recibirla sin sufrir.
Temen la dependencia física y en muchos casos también la dependencia económica. Especialmente aquellas que hicieron opciones amorosas que las han apartado del mercado laboral y, llegado el momento ‘de la verdad’, el dinero para vivir no puede improvisarse.
Reivindicas el «ser vieja«. ¿Por qué rechazamos la vejez?
Básicamente por la desvalorización que la sociedad tiene de la vejez, en la que ser viejo o vieja supone estar decrépita, enferma, ser fea y desagradable a la vista. Para muchas personas la vejez contiene la idea de entrar en un terreno devaluado, ser considerada un estorbo.
No podemos ser mayores y jóvenes a la vez. Por lo tanto, tenemos que revisar la definición de la belleza en la que solo se incluye el modelo del cuerpo joven. Definir una belleza de la edad, de las personas mayores, una belleza de las relaciones, del espíritu de cada persona.
Somos un enorme negocio para la industria (cosmética, médica, estética), que no respeta nuestro cuerpo y nuestra vida. Que nos enferma y además nos arruina, porque todo eso no es precisamente barato.
Otro trabajo muy esperado es tu libro sobre sexualidad en las mujeres mayores. ¿Qué nos encontraremos en él? ¿Cuándo saldrá a la venta?
Con este trabajo, fruto de otra investigación de I+D+I, pretendo normalizar la conversación acerca de la sexualidad de las mujeres después de la menopausia. Darle carta de naturaleza y que, entre todas, podamos romper muchos de los mitos que la envuelven.
En él podemos encontrar las palabras y experiencias de más de 700 mujeres cuyas vivencias y deseos van del cero al infinito, porque también en este temas somos muchas, muy diversas y cabemos todas.
Está claro que la sexualidad no termina en la menopausia, el deseo permanece, se transforma, se potencia; pero también es cierto que no es un mandato ni una obligación. Para muchas mujeres prescindir de la sexualidad es una decisión que parte de su libertad. Me parece muy interesante este mosaico de posibilidades. Nada es blanco o negro. Espero que esté disponible a finales de este año 2015.
Además de leer y poner en práctica tu libro «Tan Frescas…«, ¿qué consejos darías a las mujeres mayores del siglo XXI para vivir nuestras vidas en plenitud?
Es difícil dar consejos, porque lo que para una mujer es un deseo para otra es un horror. Pero hay algunas cosas que nos vienen bien en el camino de la vejez:
Pensar que ‘nunca es tarde’ y que por lo tanto podemos incorporarnos a actividades, temas, y vivencias que deseamos pero que no hemos puesto en práctica hasta el momento.
Tenemos que poder decidir qué tipo de anciana queremos ser y poner en práctica lo que nos llevará a conseguirlo. No tenemos modelos, así que entre todas podemos conversar y ayudarnos a ver el camino de cada una.
Tenemos que aceptar nuestros cuerpos cambiados a lo largo de los años, sin sufrir demasiado. Reivindicar una moda cómoda y con estilo, no someternos a torturas y negocios de la industria cosmética. Darnos permiso para ser raritas, diferentes, divertidas. Querernos, cuidarnos, reírnos mucho.
¿Y a las mujeres más jóvenes?
Creo que los mismos consejos valen para ellas, porque si trazan su camino, se aceptan corporalmente, piensan en su futuro, se quieren y se ríen, pueden llegar a ser unas frescas de cuidado.
¡¡Muchas gracias, Anna por compartir tu frescura y tu forma de ver la vida!!
Conferencia de Anna Freixas Farré en la Escuela para la Igualdad y el Empoderamiento del Ayuntamiento de Vitoria-Gasteiz (13 de mayo de 2015)
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¡Enhorabuena por la interesante entrevista!, es cierto lo de la desvalorización de la vejez. Mujer interesante y con mucho mucho que decir y aportar Anna Freixas.