Al sur de la igualdad
04/02/2014 en Miradas invitadas
Ines Skotnicka, @agjs, centroeuropea con alma andaluza y bagaje de unos cuantos años pululando por otros países. Lectora obsesiva de todo lo que tenga letras; intentando poner el orden a la infoxicación (www.desinfoxica.com). Economista de profesión, ligada al mundillo de la consultoría, innovación, internacionalización e investigación académica. Sumergida en el océano de tecnología, búsqueda de conocimiento y colaboraciones varias. A veces friki, a veces maruja.
En el Sur se vive genial. Realmente bien. La luz, el calor, la gente, las fiestas. Ser mujer en el Sur (Andalucía, sin ir más lejos) desde luego levanta la autoestima a casi cualquiera (dicho con malicia, premeditadamente). La mujer del Sur ha sido alabada, elogiada, retratada y hasta ridiculizada millones de veces. La mujer en el Sur es bella, alegre, femenina y, casi obligatoriamente, familiar. Pero hacerse valer profesionalmente y socialmente siendo mujer, ser feminista y revindicar -y no luchar, porque esto ya lo han hecho nuestras abuelas (dicho a conciencia)- los derechos, esto ya es otro cantar.
Reconozco que mi escasa docena de años en las tierras andaluzas no dan más que para una mirada muy subjetiva (sesgada por los orígenes norteños y cierta dosis de mordacidad), pero permitidme compartir algunas de mis observaciones.
Aeropuerto del Sur. Un conocido regresa de un viaje de negocios. Sus dos hijos (niño y niña) de corta edad lo esperan. El feliz padre saca regalitos traídos para sus retoños. “Toma, Jaimito, este fin de semana empezamos a jugar juntos”. Un tablero infantil de ajedrez. “Rosita, esto es para que te pintes guapa cuando vayamos a la feria”. El estuche de maquillaje más chillón que existe. Me ahorraré comentarios sobrantes. Y si me decís que esto va cambiando, respondo que puede ser, pero demasiado lento y con demasiados retrocesos, cuando del Sur se trata. Cabe decir, no obstante, que tales estereotipos arremeten no solo contra el futuro de las mujeres, sino también contra la sensibilidad de muchos de los hombres, encorsetados en la denominación de origen del “macho ibérico” del Sur.
Me indigna, me cabrea y hasta me produce cierta risíta sarcástica, por igual, cuando escucho repetirse en diferentes estratos sociales el esquema “no hay como en casa de mi madre”. Typical from South, lo siento pero he de decirlo. Puede que en el Norte seamos más frías o vagas, o simplemente más pragmáticas. Pero, señoras (y señores), no se hace la cama a los niños adolescentes, ni se les lava la ropa mientras sus hermanas faenan en la cocina (presenciado ojiplática en una familia de dos padres profesionales exitosos en sus respectivos campos). No se mandan tuppers con croquetas para que la nuera aprenda «cómo le gustan a mi hijo» ;-). No se escriben justificaciones para que las hijas no suden en las clases de educación física (ahí también está el aprendizaje para trabajo en equipo y para una rivalidad sana), mientras se compra balones a los hijos. Porque, miren, estamos consolidando los mismos estereotipos contra los que luchamos. ¿Es que no se puede ser buena madre y feminista? ¿En el Sur?
Siendo hija y nieta de mujeres que han trabajado fuera de casa durante toda su vida, reconozco que, a pesar de los estandartes ondeantes de la igualdad, nunca llegaremos a tal si de antemano se presupone que una chica o mujer en un momento dado fastidiará a la empresa “queriendo tener descendencia”. ¿Podéis decir que esto se da por igual en el Norte y en el Sur? Posiblemente. Hay numerosas evidencias de preguntas capciosas en las entrevistas de trabajo o frente a las máquinas de café. Pero en el Sur ni siquiera lo preguntan, se da por hecho y ya en la línea de la salida nos quedamos dos o tres pasos atrás. Y si añadimos el ingrediente de los horarios de trabajo totalmente desatinados -justificados por las temperaturas, como si se tratase de llevar agua en los cántaros al sol-, ya tenemos una mezcla explosiva, apta para dinamitar las aspiraciones de cualquiera. Eso sí, el Norte hace algo por cambiarlo; el Sur aún está aferrado a evitar verlo.
Y además, en el supuesto afán por, no sé como llamarlo, establecer nuevas “reglas de juego”, sobre todo en las administraciones, se cae en lo que, disculpad el extremismo, consideraría igualmente perjudicial para la igualdad que el machismo puro; o sea, la vanagloriada discriminación positiva, muy presente en algunos ámbitos del Sur. Aquí me atrevo decir que el Sur se extiende hasta a los despachos de Moncloa ;-). Señoras del Sur (y algún que otro caballero): si queremos igualdad verdadera, hay que apechugar. Está muy bien (esa caballerosidad sureña me encanta) que nos dejen pasar por la puerta, pero no recibir un sillón en el consejo de administración, un puesto presidencial asignado a dedo, como asumiendo que nunca se ganaría enfrentándose a un hombre. Los derechos que realmente importan son los logrados con esfuerzo, no los regalados para cumplir números de paridad establecidos artificialmente. La no-discriminación ha de ir en ambas direcciones. No podemos pedir respeto a la vez que exigimos “trato de favor”. Igual significa igual. En lo bueno y en lo malo. Y desafortunadamente en el Sur nos falta un poco de coraje para practicar, recalcando palabras de Marta Sanz, el feminismo autocrítico.
Finalmente, desde mi propio “patio” profesional, me produce cierta turbación, denominémosla estratégica, ver aparecer como setas tras la lluvia decenas de empresas de consultoría de igualdad de género por toda la geografía sureña; empresas regentadas en su gran mayoría por las mujeres, aunque posiblemente, por qué no decirlo, surgidas del oportunismo mercantil más que de las convicciones o de las necesidades. He presenciado (por pura casualidad) cómo jovencísimas consultoras intentaban “convencer” con un PowerPoint a un equipo de empresa acostumbradamente masculina, de la necesidad de romper “el techo de cristal” y tras varias horas se quedaban sin el menor avance. Veo que el camino de “quitarse los tacones” y ataviarse en un asexual, igualitario, pero basado en la pura y dura lógica empresarial “mono de trabajo”, todavía queda por recorrer en estos lares.
El futuro del Sur, esto ya se está demostrando en el “Sur lejano” (mujeres activistas y emprendedoras en África, Latinoamérica), es de las mujeres. Por las condiciones biológicas, sociales, culturales y poco a poco laborales. Pero el Sur de Europa parece haberse estancado en los logros pasados, acomodado en su parcial fantasmagoría de la igualdad de oportunidades sobre el papel, mientras la crisis actual golpea a las mujeres con doble fuerza de embestida, socioeconómica y espiritual. Ganar algunas batallas, no es ganar la guerra. Para salir con el escudo (y no sobre el escudo) aún quedan riesgos y sacrificios por acometer. Y me temo que esa disyuntiva más grande, que nos frena y nos hace vacilar, radica en nosotras mismas.
Aunque queda mucho trabajo por hacer, y probablemente muchos sinsabores por soportar, no nos pongamos del todo pesimistas. Hay muchas mujeres en el Sur que desde sus realidades subjetivas están propagando una pugna para que ser (y ejercer de) mujer no sea una desventaja. Ni tampoco una ventaja a priori.
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Hola, Ines. Como ya te avisé, voy a discrepar. Y mucho.
Para empezar, no me gusta nada que me cedan el paso ante las puertas, como si tuviera alguna incapacidad. Pero vamos con lo importante: la discriminación positiva; las cuotas obligatorias de representación femenina. Yo estoy a favor, porque prefiero que se haga cumplir una cuota femenina de, por ejemplo, el 40% a que la inercia imponga la masculina del 90 o del 100.
Y, al hilo de tu artículo. ¿Las mujeres designadas a dedo no merecen tal designación y los hombres sí? ¿Das por hecho que una mujer designada a dedo es una incapaz?
¿Tenemos que conquistar todavía algún derecho? Yo pensaba que ya nos correspondían como ciudadanas, pero, según tu artículo, tenemos que esforzarnos y apechugar para que alguien nos «otorgue» un derecho. ¿Quién? ¿Un hombre? ¿Varios hombres? ¿Es que los derechos son suyos y nos los tienen que ceder?
Sigo. Entonces, ¿no hay más mujeres en el poder porque no las hay válidas? ¿Porque no apechugamos? ¿Seguro que es por eso?
Bueno, ya he escrito bastante de momento. Pero prometo volver si es menester. Gracias por colaborar y hasta prontito.
Buenas noches, Noemi.
Gracias a tí/Vosotras por invitarme.
Ya sabes, discrepar es más que bienvenido. Iré respondiendo poco a poco, a medida que me alcance el tiempo. He intentado prender algunas “llamas”, ya sabes.
Evidentemente, lo de ceder en las puertas, es un detalle insignificante en un entorno “sensato”, sin embargo, no todos lo son. Dado que mencionas que no te gusta, y a la vez defiendes las cuotas de representación femenina, te devuelvo “la pelota” en forma de algunas preguntas. ¿Porqué tenemos que defender esa desigualdad intergrupal(sea el ámbito que sea) a favor de las mujeres, tolerando las “designaciones” en lugar de luchar porque simplemente haya MERITOCRACIA? (Asexual, o non-gender, como lo llamen) Has dado en el clavo, no quiero tolerar designaciones a dedo ni de hombres, ni de mujeres, ni siquiera de caracoles. Pero lo que me sigue molestando aún más es que las mujeres consideramos esta vía como el camino a seguir, para alcanzar la meta. Es así como yo veo las cuotas (aunque igual entre tanta provocación, he insinuado algo diferente) Quiero creer que el mérito emerge al final, siempre que no nos autosaboteemos (uy, parece que estoy desatando otro trueno) a causa de estereotipos y presiones.
Ya sé que hay “corrientes” que, como Amelia Valcarcel, consideran: “El sistema de cuotas responde entonces a esta constatación (el techo de cristal) y obliga a que, a méritos iguales, el porcentaje de presencia de los sexos sea equitativo. Eso no es una discriminación positiva, sino tratar de interrumpir justamente un mal funcionamiento social” Lo siento, pero a son de ser brutalmente sincera, (e igualmente parecer que creo en los unicornios 😉 ) esto no se cambia en “la recta final” por decretazo. Hay que trabajar las bases(veamos un poco como el positivismo), las mentalidades, la educación. Y espero que entonces no habrá que establecer ningún %. Ingenua,¿ehh? 😉 Y, francamente, igual queremos correr demasiado y resolver en pocas generaciones el embrollo de milenios.
Otra cosa, porque igual no me he explicado bien del todo. Derechos son lo que son, ya los tenemos(de ahí digo que ya no tenemos que luchar por nada, sino reivindicar) Pero la ejecución de estos derechos ya es otro cantar. El ser humano, hembra o varón, es imperfecto, complejo, caótico. Socialmente hablando, no somos altruistas(salvo contadas excepciones), incluso no somos del todo listos como manada. A veces, a pesar de “tener” los derechos, lo que choca son los egoísmos y las aspiraciones. Y, en mi opinión, el feminismo, en términos generales, es una acción social completa. Más allá de “derechos”, jurisprudencialmente hablando.
Bueno, termino. Me he enrollado de nuevo. oooppppssss
PD. Y ojo, la política tal como la han “deformado” los “enchufados” profesionalizados, puede que no es un buen ejemplo, porque habría que partir de la premisa de una falta absoluta de este mérito de muuuuchos para llegar a las “cumbres”… Pero HAY MUJERES EN EL PODER. Válidas, muy válidas, pero una vez más lanzando una pelota, ¿crees que han entrado por las cuotas? ¿La Dama de Hierro en plena epoca ochentera? ¿Merkel post RDA? ¿Rousseff en Latinoamerica?(por decir las más sonadas y despertar enésimo trueno)
Hola, Ines. Gracias por encender estos fuegos.
Te contesto un poco a salto de mata, con ideas sueltas.
Me molesta que se reclame la meritocracia precisamente cuando acceden mujeres al poder y solo entonces. El mérito de un hombre designado no se pone tan en cuestión. Claman contra las mujeres incapaces, no tanto como los hombres. Me molesta que clame contra la discriminación positiva quien no ha dicho nunca ni mu contra la negativa.
Con la discriminación positiva SÍ se cambian las cosas. Donde hay cuotas, hay mujeres. Donde no las hay, no. Ergo funciona.
Y sí, quiero correr. Quiero cambiar las cosas ya. ¿Cuántos siglos más tengo que esperar? ¿A qué tengo que esperar exactamente para que mis derechos sean efectivos? ¿A que el poder masculino me los «otorgue»? Reivindicar es reclamar el ejercicio real y efectivo de los derechos, no solamente su reconocimiento teórico.
Me da igual que las mujeres en el poder hayan entrado con cuota o sin cuota. Tengo, claro, en cambio, que los hombres han entrado por la cuota masculina universal y tácita de aproximadamente el 90 %; que están en el poder por ser hombres, ya que, si fueran mujeres, muchos no estarían, porque a las mujeres nos toca una cuota inferior.
Es un placer charlar con usted. Hasta la próxima.
Hola Inés,
estoy de acuerdo contigo en que queda mucho camino por recorrer.
Lo que me incomoda un poco es esa línea que pareces querer trazar entre norte y sur. No me queda del todo claro sobre qué paralelo la haces caer. (Caiga donde caiga, me parece mal hacer esa distinción).
Yo vivo en el sur y constato mucho de lo que dices. Vivo en el sur de Alemania que, curiosamente, para otros muchos es el norte. Me he criado en esa Europa del sur, que pareces despreciar (al norte de España, al fondo a la derecha). Que estamos a la cola de todo es bien sabido y no hace falta hacer leña del árbol caído pero la cuestión que tratas se lleva un suspenso también en centroeuropa.
Mi abuela, una señora de padre catalán y madre murciana, tenía actitudes más modernas que mis jóvenes vecinas centroeuropeas.
SÍ a mucho de lo que dices. NO a que el problema se dé sólo en el sur de Europa.
Lamentablemente, está bastante más generalizado. Prueba de ello es que en Alemania hay muchas más mujeres que se quedan en casa, a pesar de tener mejores condiciones laborales en lo referente (por ejemplo) a la maternidad. En España, donde la conciliación familiar es un mito, conozco pocas mujeres que no estén trabajando para sacar a sus familias adelante (empezando por mi bisabuela, siguiendo por mi abuela y continuando por mi madre)
… y lo de la puerta: a mí SÍ que me gusta que me la sujeten pero del mismo modo la sujeto yo al que viene detrás (sea hombre o mujer). No es una cuestión de sexos. Es una cuestión de respeto.
¡Un saludo!
Hola Nuria,
Gracias por leerlo y por comentar.
Lo primero, PARA NADA!, desprecio ninguno. Al contrario, adoro este Sur que he intentado dibujar. Lo que no me hace cerrar los ojos a ciertas cosas que perduran y hacen la convivencia social (y me temo que el futuro de la igualdad de genero más complicado)
Lo segundo, mi emplazamiento de la frontera entre Sur y Norte es puramente figurativa, aunque para “picar” a algunos amigos, le he dado matiz geográfico. Me gusta pinchar! 😉 Estoy muy de acuerdo contigo que este estereotipo sureño está en las mentes. Y, igual como dije que hay diferencias culturales que voy arrastrando desde mi tierra, familia, tradiciones, también concuerdo contigo que desigualdades flagrantes las hay desde el Polo Norte, hasta el Sur. Este y oeste. Pero también, te confieso, que intenté “jugar” con algunas anécdotas vividas que si me han chocado.
Alemania, Polonia, Grecia o … Antequera, tal como dije a Noemi, hay trabajo por hacer. Puede que el más gordo ya está hecho pero si que no nos podemos “relajar”.
Lo de la puerta, ainks!, parece que he desatado una tormenta 😉 La puerta es lo que es. Una puerta. O un símbolo. Según se mire. Según que momento. Según quien la abre… Yo no me aferraria a la mera cuestión de respeto, o educación.
En fin, espero que veremos muchas menos desigualdades, estemos donde estemos.
Viel Gluck!
Hola Inés,
Gran artículo de opinión!!! Imposible no estar de acuerdo contigo. Sólo una salvedad….El «Sur» se extiende hasta el cantábrico. No es algo arraigado de Madrid «hacia abajo». Tristemente la no coincidencia de horarios de los colegios con los trabajos, la jornada de mañana y tarde de mi trabajo…o al contrario….los turnos de noche por ejemplo!!! Yo también soy hija de una madre trabajadora. Y soy nieta de una abuela trabajadora. Llegando aun hasta mi bisabuela que era maestra!!! Y aquí en España hay cosas que han cambiado….Si, es cierto. Ya no necesitas la autorización paterna o de tu marido para abrir una cuenta bancaria para que te ingresen tu nomina, como siempre cuenta mi madre!!! Esa infantilización de la mujer, como ser que debe ser tutelado ha cambiado bastante (es evidente que no me voy a meter con la polémica ley del aborto)…Pero también es cierto que hay otra seria de cosas que no varían, o que si lo hacen es demasiado lento. La «discriminación positiva» me parece una aberración. Creo que poner a una mujer en un puesto por el hecho de ser mujer es terrible. Hay un articulo muy bueno que he leído recientemente en El Pais que me ha gustado mucho. «La mujer normal ha muerto» http://blogs.elpais.com/mujeres/2014/01/la-mujer-normal-ha-muerto.html. Es otro frente mas que tenemos abierto, y con el que ademas es muy difícil luchar. En fin, que como decía Neruda…A veces sucede que me canso de ser hombre!!! Yo lo cambiara por A veces sucede que me canso de ser mujer!!! Menos mal que solo me sucede a veces!!!
Hola Lara,
Gracias por comentar. Pues mira, coincido contigo (poniendo al margen tono de mi post, a veces jocoso) en esto de «me canso de ser mujer». A veces.
Como dije en el post, mi punto de vista es muy subjetivo, y sesgado. Creo que mucho se ha hecho y logrado ya. En España, en el Sur o en general en Europa. Pero ahora que ya tenemos por lo menos gran parte de herramientas a mano, tenemos que usarlas sabiamente. Y si bien, hay muchas mujeres en «las cumbres», a mi francamente me sigue preocupando la base de la pirámide, la cotidianeidad que, según mi comprensión, no ha cambiado tanto.
A ver si alguna vez fuera del ámbito más personal, dejemos de vernos como ellos y ellas.
Hola Inés, gracias por ser nuestra mirada invitada y suscitar el debate. Allá voy. Como mujer que está a favor de la discriminación positiva, discrepo de lo que comentas en tu entrada. Es la ‘trampa nº 5’ de mi último post La mujer pelota y otras trampas a evitar. http://docemiradas.net/la-mujer-pelota-y-otras-trampas-a-evitar/
-La vanagloriada discriminación positiva, como dices, en mi opinión, ni siquiera es ‘vanagloriada’, ya que cuenta con muchos detractores y detractoras.
-Dices que la discriminación positiva es igualmente perjudicial para la igualdad que el machismo puro. Encuentro imposible esa afirmación. El machismo puro produce la hegemonía de los hombres en los trabajos, en los puestos de dirección y en la vida en general. La discriminación positiva persigue y aspira a la igualdad de oportunidades entre mujeres y hombres, para que haya también mujeres en cargos de dirección y responsabilidad, que tengan su oportunidad de ser consideradas una opción. En ningún momento busca la hegemonía de las mujeres. Por tanto, ¿cómo puede ser igualmente perjudicial?
-Creo entender que te parece mal que se asigne un puesto presidencial en el consejo de administración a una mujer por el sistema de cuotas. ¿Crees que los hombres miembros de los consejos de administración son siempre elegidos de acuerdo a unos criterios objetivos fruto de unos procesos en los que también se tuvieron en cuenta a mujeres que por su formación y trayectoria podrían haber sido consideradas como aspirantes? Debo ser muy desconfiada.
-Dices ‘Los derechos que realmente importan son los logrados con esfuerzo, no los regalados para cumplir números de paridad establecidos artificialmente’. Los derechos ni son regalados ni habría por qué dejarse la piel por que se cumplan y se respeten. Tenemos unos derechos que deben respetarse y garantizarse. Y si la discriminación positiva es el medio o la vía para garantizar dicho derecho a la igualdad de oportunidades, bienvenida sea. Sin complejos. Porque sin la discriminación positiva, es decir, de forma natural, ya vemos que dicha igualdad no se garantiza en absoluto. Esa idea de que hay que esforzarse el doble y sólo así me sentiré reconocida y sólo si sufro lo indecible por conseguirlo sentiré que lo merezco es para mí un terrible problemón que tenemos una gran mayoría de mujeres (creo que yo no lo tengo, aunque no me he visto en una situación de prueba). Los hombres en esto son mucho más prácticos y si alguien les ofrece un puesto de responsabilidad suelen dar por descontado que se lo merecen y aceptan sin dramas ni aspavientos. Pero por lo visto nosotras hemos nacido para santas y mártires. Pues bien, a mí no me va el martirologio. No creo en la santificación de este doble o triple esfuerzo o esfuerzo sobrehumano que muchas mujeres piensan que deben hacer en esta vida. No estoy de acuerdo con que las mujeres debamos subir por el rocódromo y los hombres por las escaleras mecánicas o el ascensor. Que lo disfruten las masoquistas.
Hola María,
Gracias por comentar. Discrepar es lo mejor cuando de «miradas» personales se trata. 😉
Pues, mira, me alegro mucho que mencionas tu post y la disyuntiva sobre las cuotas. Creo que lo optimo cara futuro, sería no tener que posicionarse en ninguna de las posturas, ni la natural, ni la forzada. Sino, apostar por un cambio desde los inicios. No digo tajantemente que en algunos ámbitos las cuotas no sean necesarias, pero en lo general, me parece, han «calmado algunas conciencias» y no precisamente por resolver el problema.
Y si, algunos, sobre todos desde los ámbitos de poder, politica y administración, han hecho de la discriminación positiva, una coletilla que usan a diario. Sin pensar lo que implica. A eso me referias. Y lo siento, en esto igual he sido muy «localista», Despeñaperros pá bajo a veces hasta da grima quien, porque y cuando lo usa.
Y uffff, la martirologia de la mujer tampoco me va. Pero sigo, con mi cabezonería polaca jjj, empeñanda en la idea que si hay que cambiar algunas cosas es por parte de los hombres. A ver si me explico brevemente. No es que mujer debe currar doble para demostrar algo, sino que los hombres han de dejar de ser obsequiados con ciertos privilegios (sin ir más lejos, defiendo a muerte el tema de que ambos padres deberían obligatoriamente tener una baja paternal. Esto posiblemente ajustaría mucho la linea de la salida en las carreras profesionales. es solo uno de los ejemplos pero hay varios, y de ahí mi post. Estas pequeñas-grandes tonterías que puede que están a mano para cambiar. Y es como entiendo reivindicar.
Otro detalle interesante, que coincido contigo da para muuucho debate, es que las mujeres nos creemos nuestro valor y aceptamos nuestras propias aspiraciones. Aquí habría que analizar mucho, mucho. Desde las mentalidades hasta el funcionamiento de ciertas organizaciones (muy conocidas y que dictan el ritmo del feminismo)
Por no enrollarme demasiado, a ver si en algún momento coincidimos y charlamos sobre estos temas.
Hola Inés,
Pues si no te importa, yo también discrepo en algunas cosas de tu artículo aunque tengo que decir, que estoy de acuerdo en la línea general. Discrepo en lo de la meritocracia porque si bien es el sistema ideal y al que deberíamos encaminarnos (basta ya de tantas nominaciones a dedo!), es igual de negativo para mujeres como para hombres. Reclamemos, por lo tanto, arrinconar las nominaciones a dedo. Pero todas. Ahora, que si un hombre se sienta en un sillón porque sí, reclamo mi derecho también a sentarme en el mismo sitio y del mismo modo.
Por otro lado, en cuanto a la discriminación positiva, y estando de acuerdo contigo en que igualdad para todo y esfuerzo y sudor en ello, también creo que si el camino hay que hacerlo andando y que, aunque no es la mejor solución, ni tan siquiera la solución, si que creo que hoy por hoy es más que necesaria para que se empiece a instalar en los imaginarios que las mujeres podemos, sabemos y debemos estar en determinados sitios. Luego, cuando ya estemos sencillamente porque sí, entonces habrá que eliminar la discriminación positiva. Pero simplemente porque ya no tendrá sentido.
Y mi última discrepancia: aunque lo del Norte o Sur es relativo en función del punto de referencia, creo que según escribes en tu artículo, tú lo consideras Norte. Y aquí, aún seguimos las madres con los tupers, haciendo camas a quien tiene dos manitas para hacerlas y, unas cuantas veces, educando en desigualdad. Yo, por mi parte, discriminatorio o no, sigo admitiendo el tuper de croquetas o del cocido de mi madre, para qué nos vamos a engañar.
Abrazo
Hola Miren,
Gracias por leer y comentar.
Pues eso deseo yo, meritocracia para todos. Entonces sí, me imagino, la sociedad funcionaría. Pero como, me temo, aún queda el camino por recorrer y lo que se ve son más asignaciones a dedo, hombre o mujer.
Ohhhh, Miren, si que estáis más cerca del Norte que del Sur. Creeme 😉 Y un poquito de desigualdad en la educación se puede escapar a cualquiera, cuando de cariño se trata. Sin embargo, yo aquí(en el Sur-Sur) en casa de amigos he oído un padre sacar a su hijo de pocos años argumento «porque el macho es el macho». O «no colorees dibujo de Supernenas, ¿Qué quieres que se rían de ti o convertirte en marica?» (que conste que hablo de gente con formación, carreras, profesionales etc.) Tupper- es figurativo jjjj(o igual, la envidia me pudo, porque mi madre no me manda nada 😉 )
Gracias por opinar.