El win-win de la igualdad
07/07/2020 en Doce Miradas
De cuando en cuando, llegan propuestas a Doce Miradas para intervenir en algún medio de comunicación o en algún foro relacionado con el feminismo. Hace ya más de un año nos propusieron participar en unas jornadas de transformación empresarial bajo el epígrafe El valor de la igualdad en las organizaciones. Me llamó la atención porque esa brisa llevaba un tiempo agitándome, ya que se ha convertido en habitual buscar, investigar y destacar los múltiples beneficios de la igualdad para las empresas en noticias de los medios de comunicación y en los títulos de jornadas y conferencias. Como si hiciera falta.
La atracción del talento femenino, clave para crear valor y riqueza
La igualdad como oportunidad de crecimiento en las empresas
Las empresas deben feminizarse para no quedarse atrás
Contratar a mujeres aumenta la rentabilidad de las empresas
Hay infinidad de ejemplos. A priori parece que estemos de enhorabuena. Como mujer y como feminista debería celebrarlo y sin embargo creo que hay razones para una reflexión crítica:
- ¿No debería ser la justicia social el principal motivo?
Las empresas deberían contratar mujeres y fomentar el liderazgo femenino y el acceso a puestos directivos por una cuestión de justicia social, de derechos humanos. Somos la mitad de la población y tenemos derecho a ello. Porque sí. Por existir. Por ser la mitad de la humanidad. Es así de sencillo, pero parece no bastar. No es suficiente y se siguen buscando otros argumentos que nos avalen. El principal, por lo visto, es el hallazgo de que somos rentables. Según la OIT, Organización Internacional del Trabajo, 3 de cada 4 empresas que promovieron la presencia de mujeres en cargos directivos registraron un aumento de sus beneficios del 5% al 20% (a partir de encuestas a 13.000 compañías de 70 países).
- Nos atribuyen cualidades, competencias y habilidades por el hecho de ser mujeres
El feminismo siempre ha luchado por romper con los estereotipos y roles de género. Sin embargo, parece que aceptamos de buen grado que esta puerta al mundo empresarial se nos abra por cuestiones como ser más empáticas, flexibles, innovadoras, mejores comunicadoras, eficaces mediadoras, más preocupadas por integrar a todo el mundo y contribuir a un mejor clima en los equipos… ¿Estamos dispuestas a aceptar que somos así por haber nacido mujeres? ¿Nos interesa ensalzar esas posibles habilidades que se nos atribuyen, desarrolladas muy probablemente por haber sido socializadas según el género femenino, ese constructo sociocultural que rechazamos?
- Si dejan de creer que somos rentables, ¿nos envían de vuelta a casa?
Hasta el Fondo Monetario Internacional ha hecho declaraciones sobre lo que subiría el PIB si aumentase la igualdad entre géneros. Con motivo del 8 de Marzo de 2019, Christine Lagarde afirmó que según estudios del FMI si el empleo de las mujeres se equiparara al de los hombres las economías serían más resilientes y el crecimiento económico sería mayor. Añadió además que, para los países situados en la mitad inferior de la muestra en cuanto a desigualdad, cerrar la brecha de género en el empleo podría incrementar el PIB un 35% de promedio. Dado que el principal motivo para buscar la igualdad por parte de los países y las empresas parece ser el económico, ¿qué pasaría si cambian las tornas y dejáramos de ser rentables o de ser percibidas como tales?
- Seguimos estando a prueba, bajo escrutinio
En cuanto a nuestra condición de mujeres, seguimos sometidas a examen, tanto en lo que se refiere al desempeño laboral como al liderazgo femenino en cualquier ámbito. Lo hemos visto recientemente en el terreno político. La aplaudida gestión de la crisis por parte de las dirigentes de Nueva Zelanda, Taiwan, Islandia, Finlandia, Noruega, Alemania… se ha transformado en una búsqueda de las esencias de ser mujer para explicar sus éxitos: cuidadoras, prácticas, comunicadoras, etc. Encuentro peligroso que siga existiendo la tendencia a atribuir tanto los éxitos como los fracasos a nuestra condición de mujeres. Los hombres sin embargo triunfan y fracasan como individuos, no se les juzga como género porque su validez está fuera de toda discusión. No así la nuestra.
Es bueno que todas las partes ganen. Nada que objetar al tan de moda win-win pero sería más gratificante que el motor de este cambio fuera la justicia social en lugar de tener que presentar el aval de la rentabilidad para ‘animar’ a los líderes empresariales y agentes sociales a avanzar en la igualdad. Además, hay algo muy irritante en que con frecuencia seamos nosotras mismas, mujeres feministas, quienes lo pregonemos. No digo que haya que renunciar a jugar esa carta favorable para lograr nuestros objetivos, pero sí que primemos y no olvidemos que, por encima de todas, la carta principal es la de la justicia social.
Puestas a ser pragmáticas, insuperable Diane Lockhart con este consejo a Alicia Florrick en la serie The Good Wife a propósito de los motivos que le llevaron a ser socia de la firma de abogados y que ya traje a colación en uno de mis primeros posts:
“¿Sabes por qué me hicieron socia? Jonas Stern fue demandado por acoso sexual y necesitaba mostrar que tenía una socia en sus filas. Nada más. Cuando la puerta a la que has estado llamando por fin se abre, no preguntas por qué, entras. Así de simple.”
Cuestionable su pragmatismo, sin duda, pero tal vez necesario para ocupar una posición de poder desde la que defender después ideales y principios.
María Puente
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