Las mujeres en el poder empresarial: justicia y utilidad
29/10/2019 en Doce Miradas
Este blog se subtitula “Nos nos van los techos de cristal, somos más de cielo abierto”. Así lo siento también yo, que entiendo que no existen límites objetivos a la capacidad de las mujeres y que los que se nos imponen no solo impiden nuestro desarrollo de manera injusta sino que, además, niegan avances innegables al resto de la sociedad.
Mucho se habla del modo en que las mujeres se comportan cuando acceden a espacios reservados a los hombres, hasta no hace mucho incluso prohibidos a las mujeres. Mucho se habla, por ejemplo, de si las mujeres juezas —profesión vedada legalmente en España hasta 1.966— juzgan de manera distinta, o si las mujeres directivas de empresas contribuyen a cambios relevantes en la gestión.
Ahora bien, actuemos como actuemos en nuestros espacios de trabajo, no puede negarse nuestro derecho a ocuparlos. Es cuestión de justicia y de igualdad. Ya se ocuparon de que no fuera así en tiempos pasados, pero muy recientes. En estos días en que el franquismo vuelve a estar presente y que solo 44 años después de muerto el dictador se hayan sacado sus restos de un mausoleo público, no está de más recordar que, tras los extraordinarios avances producidos en la II República, la primera de las Leyes Fundamentales adoptada por el nuevo Régimen fue el Fuero del Trabajo, aprobado el 9 de marzo de 1938, algo más de un año antes de terminar la guerra, que, entre otras perlas, decía que “El estado liberará a la mujer casada del taller y de la fábrica”, un compromiso que el Estado cumplió, vaya si lo hizo. Pues bien, hace tiempo que hemos rechazado liberaciones castrantes como ésta y que peleamos por lo que es nuestro, o sea, por la igualdad y la justicia.
Yo tengo cierta idea de cómo nos movemos las mujeres en nuestra vida laboral, en cualquier puesto, pero no puedo sostenerla con mínimo rigor, pues ni lo he estudiado ni me dedico a ello. Por eso, en este año en que celebramos el centenario de la Organización Internacional del Trabajo – OIT -, he creído oportuno repasar su Informe de mayo de 2019 titulado “Las mujeres en la gestión empresarial: Argumentos para un cambio”. Informe realizado a nivel mundial con interesantes y esperanzadores resultados, al menos desde el punto de vista de la actividad económica, que se resumen en que las empresas en las que se fomenta la diversidad de género, en particular a nivel directivo, obtienen mejores resultados y aumentan notablemente su beneficio.
El Informe recoge los resultados de encuestas realizadas en casi 13.000 empresas de 70 países, respondiendo más del 57% de ellas que sus iniciativas a favor de la diversidad de género contribuyen a mejorar su rendimiento empresarial y constatándose que en casi el 75% de las entidades que promovieron la diversidad de género en cargos directivos aumentó su beneficio entre el 5% y el 20%.
El Informe constata que el 57% de las empresas participantes en la encuesta expresó que esta diversidad contribuyó también a atraer y retener a profesionales con talento y que mejoraron la creatividad, la innovación y la apertura, y un porcentaje similar de empresas manifestó que la inclusión de género mejoró su reputación. Además, a escala nacional, el aumento de la integración laboral de la mujer tuvo relación directa con el desarrollo del PIB, tras el análisis de datos de 186 países para el período 1991-2017.
Y ello, partiendo de que, según este Informe, la diversidad de género genera estos beneficios cuando las mujeres ostentan, al menos, un 30% de cargos directivos y de gestión, lo que no se cumple en más del 60% de las empresas, por lo que se ven privadas de todo el talento necesario a los efectos de gestión.
Sin embargo, el Informe recoge también elementos negativos aún presentes y factores clave que continúan dificultando el acceso de la mujer a puestos de toma de decisiones. De un lado, la cultura empresarial que exige disponibilidad constante afecta de manera desproporcionada a la mujer, por lo que se impone insistir en políticas de inclusión y conciliación del trabajo con la vida personal para hombres y mujeres. De otro lado, la llamada “tubería con fugas”, esto es, que la proporción de mujeres que desempeñan cargos directivos en la empresa desciende según se asciende en la jerarquía de gestión – “techo o muro de cristal» -, que engloba todos los obstáculos que ha de superar la mujer en puestos directivos – notablemente, por desempeñar funciones de recursos humanos, finanzas y administración, consideradas menos estratégicas y, por lo general, menos dadas a facilitar una promoción que permita ocupar un puesto de auténtica dirección ejecutiva o en un consejo de administración -. En este sentido se constata que menos de un tercio de las empresas participantes en la encuesta han alcanzado el umbral crítico de un 33% de mujeres en su consejo de administración y que una de cada ocho empresas tienen consejos de administración formados exclusivamente por hombres, así como que la dirección ejecutiva de más del 78% de las empresas participantes es hombre, y solo es mujer, por lo general, en el caso de pequeñas empresas.
Si bien es lástima que el Informe no arroje resultados sobre el impacto que la participación de las mujeres en el poder empresarial tiene sobre la promoción de la igualdad dentro de las empresas, es de resaltar que se ha puesto de relieve su relevancia “si se tienen en cuenta los esfuerzos que despliegan las empresas en otras esferas para lograr únicamente un dos o tres por ciento de aumento de su beneficio”, por lo que “Las empresas deberían considerar el equilibrio de género una cuestión primordial, no solo un aspecto de recursos humanos«.
No soy persona dada a valorar los resultados económicos como elementos positivos de las acciones humanas, pero es claro que, si no se responde a otros estímulos de igualdad y justicia, al menos habrá que reconocer que la participación de las mujeres en la dirección empresarial tiene una justificación clara desde el punto de vista de la estrategia económica.
O sea, que el techo de cristal no solo nos cierra el paso a nosotras, lo que es manifiestamente injusto e insoportable, sino que es también negativo para las empresas y la sociedad en general. ¿No es razón bastante para romperlo ya?