Las mujeres son el motor del mundo
16/12/2014 en Miradas invitadas
Alberto Martínez Cuartero. Soy emprendedor de proyectos para el desarrollo y comunicador social. Postgrado Iberoamericano de Responsabilidad Social Empresarial y Cooperación Internacional al Desarrollo. En 2009, llevé a cabo un proyecto económico fin de carrera, en Ruanda. Allí pude comprobar de primera mano la necesidad de impulsar el empoderamiento de la mujer, porque ésta es el motor de la familia y estoy convencido de que en el siglo XXI será el motor que mueva el mundo @albertoab http://albertomartinezcuartero.com/
Lejos del léxico de catalogar un primer y tercer mundo siempre he defendido que en nuestro planeta existe un único mundo. Este artículo habla de cooperación y “tercer mundo”, pero principalmente va dirigido a ti, que tienes la posibilidad de tener conexión a internet, cinco minutos de tiempo libre que perder leyendo este texto y la oportunidad de cambiar el mundo.
Sé lo que cuesta llegar hasta un puesto de trabajo, sacar adelante a la familia, la casa y hacer realidad los sueños. Mi bisabuela, mi abuela y mi madre eran y son mujeres valientes y luchadoras; por eso lo sé. Me gustaría que hicieras tuyo este artículo y te identificaras con los sueños y realidades de grandes mujeres del llamado “tercer mundo”. Y ponerlas de ejemplo para, a través de ellas, animar a otras mujeres a perseguir sus propios sueños.
En la actualidad, las mujeres sólo gestionan el 0,5% de los recursos de la tierra, y representan el 70% de los 1.300 millones de personas que viven por debajo del umbral de la pobreza. Según informes de FAO, se estima que su contribución a la economía en trabajos no remunerados supone entre un 25% y un 30% del Producto Bruto Mundial.
Aproximadamente en ¾ partes del mundo se tiene la creencia de que un hijo trae prosperidad y seguridad, que puede trabajar en el campo y probar suerte como comerciante, maestro, tendero o carpintero. Mientras tanto una hija no gana nada. Únicamente se ocupa de los hijos, la cocina, cuida a los animales, carga cada día vasijas con agua, las transporta varios kilómetros y realiza incontables trabajos en el hogar. Pero su trabajo no vale nada, no sólo está desvalorizada, además se considera que es una carga, a veces incluso una catástrofe para la economía familiar.
El auge económico de los años 80 y 90 unido a los errores de la cooperación al desarrollo, han llevado a organizaciones sin ánimo de lucro a cometer el error de formular proyectos para el desarrollo, sin conocer las verdaderas necesidades de sus beneficiarios. Hace no muchos años, una ONG insistió en la necesidad de la construcción de un pozo en el centro de una aldea africana, para que alrededor de 120 mujeres se beneficiaran de no tener que caminar ocho kilómetros diarios en busca de agua.
No contaron con la opinión de estas mujeres y en lugar de beneficiadas, fueron las grandes perjudicadas, ya que ese trayecto diario que realizaban era el único momento de ocio para compartir y conversar con otras mujeres alejadas de sus responsabilidad en la casa, en su trabajo, con sus hijos, maridos o familiares a su cargo.
Gracias a este ejemplo y otros muchos que hemos vivido personas que trabajamos en proyectos de cooperación «consideramos que trabajar con y por la mujer es una necesidad urgente e ineludible. No sólo porque es la principal perjudicada por la situación de desigualdad mundial, sino porque hemos aprendido que las iniciativas a favor del empoderamiento de la mujer, suponen una mejora directa de los indicadores de bienestar social en sus familias y comunidades”.
¿Por qué las organizaciones conceden la mayoría de sus microcréditos a mujeres?
Estudios cuantitativos y cualitativos nos muestran como únicamente el 3% de los microcréditos concedidos a mujeres se encuentran en situación de mora, mientras que un 38% de los microcréditos concedidos a hombres nunca son devueltos. Un hombre puede abandonar su hogar familiar, dejar a sus hijos y dejar a su mujer por otra.
Sé que muchos me diréis que las mujeres también pueden hacer esto, pero son raras las ocasiones en las ellas abandonan a sus hijos o sus responsabilidades profesionales o familiares.
Llevo mucho tiempo sosteniendo que la mujer es el motor del mundo y con más motivo lo es en los países africanos y de América Latina. Las mujeres del mundo están en el centro de todo: de la casa, el barrio, la aldea, la familia. La mayoría de las veces, cuando una mujer aporta dinero, los beneficiarios inmediatos son sus hijos. Una madre se interesa en comprar mejor comida o utensilios de cocina, por arreglar el tejado de su casa y por mejorar camas y toallas. Presta más atención al vestuario de sus hijos y a sus necesidades educativas.
En comparación con el hombre pobre, la mujer pobre es más luchadora. Estoy cansado de andar por África y Centroamérica y encontrarme a hombres sentados fuera de casa o en un bar y mujeres vendiendo frutas, verduras, cualquier tipo de producto a la vez que cargan de sus tres o cuatro hijos. El padre se marcha de casa temprano por la mañana y regresa al atardecer. No tiene que ocuparse de los hijos. Pero la madre tiene que arreglárselas todo el tiempo. Además, hay que destacar el derecho de muchos hombres de sentirse con la obligación de llegar a casa para dormir o ver el televisor y no hacer nada más.
Según Muhammad Yunus, conocido como «el banquero de los pobres»: “Los hombres son como los pavos reales; si les das dinero, su prioridad será comprarse un reloj, una buena camisa, una radio”. “Si quieres desarrollo en términos de calidad de vida: educación, vivienda, alimentación y compromiso piensa como una mujer y acertarás».
Por todos estos motivos, pienso sin lugar a dudas, que con la crisis cada vez más profunda que vivimos, si no hubiesen existido las mujeres con su valentía y su creatividad, en todos los países del mundo hubiesen explotado mayores conflictos que los que vivimos ahora. Estoy convencido de que pese a todos los problemas que sufren los países empobrecidos, éstos van a va a despegar gracias a las mujeres. Estoy convencido de que pese a los recortes en educación, sanidad y derechos sociales que se están sufriendo en Europa y EE.UU, las mujeres van a empujar a las organizaciones sociales, movimientos y organismos para cambiar la situación y poner a las personas en el centro de cualquier política. Estoy convencido de que la mujer es y será el verdadero motor del mundo que haga de este siglo XXI un mundo más justo.
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Gracias Alberto y gracias a los hombres como tu.
Las mujeres siempre hemos sido el motor del mundo y somos las que traemos, con la maternidad, el don de crear y construir. Pero todo aquello que la mujer construye con esfuerzo y con tesón, el hombre lo destruye. No hay más que ver los números de la violencia contra la mujer, contra los hijos, las guerras, las violaciones y demás barbaries con las que los hombres siembran el horror día a día en todos los confines del mundo.
La buena noticia es que hay muchos hombres que no son así, que también construyen día a día mano a mano con las mujeres. Estos son los hombres que, a mi juicio, deberían organizar asociaciones de hombres en las que se trabaje en pos de elevar el nivel de consciencia de los hombres. Esos hombres que han comprendido que honrar y validar su naturaleza femenina es fundamental para alejarse de los patrones que han dominado a lo largo de tantas y tantas civilizaciones y que les han servido para justificarse. Todavía son muchos los hombres que se sienten ¨más hombres¨ cuando hacen alarde de virilidad (qué entenderán por virilidad!!), de violencia, de competitividad… hombres que siguen funcionando con su cerebro más primitivo, y que ya no deberían de tener cabida en el mundo de hoy.
Estoy de acuerdo, las mujeres son muy responsables y trabajadoras; reconozco que el sistema patriarcal les ha negado históricamente las oportunidades de desarrollo, para usufructuar sus recursos productivos.
Me he capacitado, y desarrollado un proceso de autoconocmiento en base a la perspectiva de género, en grupos de hombres en proceso de alejarse de practicar la violencia de género; estamos avanzando con grandes dificultades; trabajamos con alrededor de 50 hombres semanalmente en un programa que contempla tres niveles: en el primero, nos capacitamos con la técnica del «Retiro» o «Tiempo fuera», consistente en percibir el momento en que empiezo a «enojarme» porque no se cumplen mis expectativas que la pareja, las hijas/os… hagan lo que yo deseo.
Nos capacitamos en identificar, analizar y reflexionar los pensamientos asociados a ese enojo, también las emociones presentes en el suceso y sus manifestaciones corporales.
El objetivo es mostrar los mandatos patriarcales absurdos que sustentan nuestras conductas machistas y misógenas.
Atras del enojo, puede haber frustración, miedo, dolor, celos, inseguridad…
Trabajamos en grupo, haciendo análisis de sucesos donde hayamos actuado con violencia(física, emocional, sexual, económica, simbólica)
En este análisis demostramos que tal suceso se pudo haber evitado si, reconociendo las señales (de pensamiento, emociones y corporales), nos hubiéramos Retirado a tranquilizarnos, y desechando los pensamientos «basura», generamos alternativas de diálogo, y propuestas no violentas.
Este proceso de Retirarse, no es fácil, los hombres tenemos que desestructurar el hábito de decenas de años de atacar, dominar, imponer, avasallar… por mandato milenario… sobre las mujeres y los más débiles.
Por otro lado el sustento ideológico y cultural está de contínuo «reforzando» tales conductas.
En el segundo nivel profundizamos en el reconocimiento de emociones y sentimientos en nuestras historias de vida… resignificando aprendizajes que nos incitan a atacar.Por ejemplo, «mi madre era comerciante, me pasaba a dejar en la guardería a las 9 am, y regresaba por mi a las 18 h pm, yo me vivía abandonado», este sentmiento de bandono, cuando llego a casa y no está mi compañera, me «motiva» a «reclamar… exasperádamente su abandono».
Mi trabajo será resignificar ese sentimiento de abandono por otro de seguridad, pues ahora soy un adulto que puedo esperar a mi compañera con seguridad y tranquilidad y no estarla fastidiando por el «tiempo» de tardanza…
En tercer nivel trabajamos más a fondo los procesos de escucha, propuestas,y negociación de intereses y necesidades propias y de la pareja.
Bien tenemos mucha deserción. Los hombres que terminan su proceso son unos amorosos… sin embargo.. siempre hay que estar atentos a que «no se nos salten la cabras»… recordando que estamos inmmersos todavía en un mundo patriarcal y machista que nos incita a regresar al uso faccioso del poder destructivo.
Abrazos a todas/os