Tengo un plan
16/09/2014 en Doce Miradas
Con la llegada de septiembre, me enfrento a mi reválida. Quedé en dibujar, y en recorrer, mi particular Ruta de la Igualdad, ¿recordáis? (Supongo que no: han pasado muchas cosas desde entonces. Aquí está mi compromiso: «Navajas de doble filo«).
El caso es que creo que he suspendido, o en el mejor de los casos, voy por un aprobado raspado.
Los objetivos que me fijé en este plan eran, a priori, sencillos de conseguir, porque me propuse a mí misma dejar de tirar balones fuera y analizar qué cosas puedo hacer y / o dejar de hacer para que, al menos en mi entorno, las desigualdades que tanto me molestan se reduzcan y crezcan, en paralelo, espacios de respeto e igualdad. Ya sabéis: se trataba de fijarme más en lo que puedo hacer que en lo que los demás no hacen, y de ponerme manos a la obra para cambiar el pequeño trocito de mundo en el que habito. Si sólo depende de mí, me dije, nada me impide cambiarlo.
Error.
No había contado con una de las fuerzas físicas más potentes que existen: la inercia. Si recuerdo un poco de lo que aprendí en física, los cuerpos tienden a mantener su posición (ya sea movimiento, ya sea reposo) de forma natural, y sólo una fuerza externa puede hacer que esta tendencia cambie. ¿Es la mera voluntad una fuerza suficiente para hacernos modificar nuestra posición? A veces sí, y a veces no. Vivimos en un tiempo en el que se ha magnificado la voluntad; se nos habla de que “querer es poder” cuando en muchas ocasiones, hace falta mucho más que la fuerza de nuestros riñones para mover las cosas. Ciertos cambios pesan mucho, y necesitan de la contribución de muchos riñones.
Éste es mi Informe de progreso.
Me está costando mucho deshacerme del sentido de “responsabilidad” mal entendido. Es un enanito saltarín que llevo encima de mi hombro derecho, y me engaña constantemente. Me dice que tengo que poder con todo («¡qué menos!»), que merece la pena llegar reventada a la cama si has sido capaz de cumplir con una sonrisa con las dobles jornadas. Me engaña y me torea, porque me hace sentir culpable si me regalo un par de horas de tiempo para mí, para cuidarme o para abandonarme a mi suerte, qué más da. Este dichoso enanito vive a gusto en la inercia y en mi hombro.
Convivo con dos pre-adolescentes chicas, y también ahí, qué queréis que os diga, me veo regular, a punto del suspenso. ¿Les acompaño a comprar ropa a esas tiendas diseñadas por psicópatas del photoshop? ¿Me siento frente a los escaparates con una pancarta para denunciar las tallas imposibles? (Esta campaña merece un vistazo: #stopthebeautymadness, me parece). ¿Les invito a que experimenten con su libertad de horarios y espacios en las fiestas del pueblo, a pesar de saber que los riesgos son reales, o me camuflo detrás de las farolas para vigilarlas? Juntas hemos aprendido a descifrar algunos códigos muy evidentes, como los estereotipos de las series de televisión y de la publicidad, pero cada vez que cazamos uno, lo debatimos, lo criticamos y cambiamos de canal, ¡zas!: nos encontramos otra barbaridad aún mayor. ¿Suprimimos la televisión, Youtube e Instagram de nuestras vidas?
Son sólo dos de mis asignaturas. Tengo más, pero no quiero aburrir a nadie.
«¡Es la inercia, estúpida!». No es suficiente querer que, a igual responsabilidad, mujeres y hombres tengamos igual salario; lo dice la Comisión Europea, ojo. No es suficiente querer que reconozcan nuestra valía profesional para evitar que nos pregunten de forma sistemática cómo vamos a resolver nuestros (sic) conflictos familiares y domésticos en las entrevistas de trabajo. (Para muestra, un botón). No basta con cumplir a rajatabla el horario laboral cuando las decisiones se toman, por inercia, con una copa tras una cena el viernes. No es suficiente querer estudiar cuando la religión que gobierna mi país dictamina que las chicas no podemos acceder a la escuela. (¿Sabe alguien qué ha pasado con las niñas secuestradas en Nigeria o, en su defecto, cuándo dejó de importarnos?) No basta con querer jugar a fútbol para que nos acepten en el equipo del colegio. No es suficiente pensar que toda esta basura publicitaria es vomitiva para que retiren estos anuncios. (Gracias, Arantxa, por ponerlo tan clarito: Mujer y Publicidad)
Cuando la posición es cómoda, cuando todo a nuestro alrededor nos lleva a dejar las cosas como están, la voluntad individual es condición necesaria, pero no suficiente. Yo al menos, me muevo bien con las listas de tareas que concretan la voluntad en hechos… Soy fan de las listas, e incondicional de los hechos.
Por eso, estoy diseñando un Plan de Acción. Por el momento está en fase borrador, pero ya contiene cuatro acciones concretas de obligado cumplimiento, por mucho que insistan mis enanitos. A saber.
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Voy a ser egoísta dos veces al día. Voy a pensar en mí. En mis prioridades, en lo que quiero y en lo que me mueve por dentro. Dedicaré un rato cada día a perderme en mis interiores, y ya veremos si se cae el mundo. Igual resulta que esa responsabilidad es, simplemente, otra forma de engaño. Dos veces al día, «capitana de mi alma».
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Voy a ser intransigente las 24 horas del día. Ni un sólo comentario machista o denigrante para mí, ni para las mujeres que pasan a mi lado. Intentaré extender esta intransigencia a todas las mujeres, a todos esos «cómo os ponéis por tonterías». A veces será sencillo, y bastará con decir “eso que comentas resulta hiriente para muchas mujeres, o al menos, lo es para mí”. Otras veces habrá que levantarse de una reunión, por ejemplo, cuando alguien te mire a ti para servir el café. Iré perfeccionando el “modo respuesta” para que resulte constructivo, pero me propongo escapar, para siempre, del silencio cómplice.
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Voy a dotarme de un detector de violencias. Las de alta intensidad me escandalizan (como a cualquier persona, hombre o mujer, que merezca denominarse como tal), pero existen infinitas expresiones violentas que la inercia ha ido disfrazando a lo largo del tiempo, y me resultan casi invisibles. Violencia es «cosificar» a las mujeres, equiparar mujer con cuerpo, con ama de casa, con pareja de tal, con … Violencia será, a partir de este momento, todas esas situaciones en la que una deja de ser quien un ser entero para convertirse en la etiqueta obligada de nadie. (El informe de la UE me dará algunas pistas).
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No voy a consumir productos que me ignoran, insultan, denigran o faltan al respeto. Y voy a hacer todo lo que esté en mi mano para que nadie más lo haga. Atención señoras y señores creativos: algunas «gracias» no tienen ni gota de gracia. Ni el modelo de coche en colores femeninos que incorpora un asa especial para el bolso (sic), ni los yogures probióticos que me consideran enferma una vez al mes.
La lista de acciones irá creciendo. Tendré que cambiar cosas, moverlas de sitio. Dicen que para generar un movimiento sólo hay que empezar a moverse. Que las cosas se cambian cambiándolas. Necesitaré aplicar una fuerza extra para vencer la inercia. Se me ocurre que muchas mujeres juntas podríamos hacer una lista aún más larga, aún más potente, y de paso, un mundo mejor.
Y se me ocurre que muchos hombres querrán echar una mano.
Si me ayudáis con esta lista y pedaleando, es posible que el próximo septiembre tenga alguna respuesta más para las muchas preguntas que me seguiré haciendo.
Éste es mi plan: «Change«, Tracy Chapman
Pilar Kaltzada
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Cuatro acciones concretas básicas a las que me apunto desde ya mismo. Habría que sumar alguna más como analizar las canciones que gustan al público, qué dicen y cómo lo dicen, o revisar los libros de texto de la gente menuda para denunciar que los clichés que hay en el lenguaje y la forma de contar las cosas. La semana que viene montamos en el insti el Batzorde de Hezkidetza y seguro que a los y las adolescentes se les ocurren algunas más. Seguiremos informando.
Todas esas acciones que sugieres, Mikel, las incorporo a la lista inmediatamente. Necesitamos que las y los docentes tiréis fuerte de este carro, porque la gente menuda tiene mucho que enseñarnos. La inversión en Educación, pese a quien pese, es la que merece la pena de forma más rotunda. Si además consigues que sean ellos y ellas quienes se impliquen en esta tarea, habremos ganado dos veces: en fondo y en forma.
Gracias por tu comentario, y por aclararme que la inercia es una propiedad, no una «fuerza»…
Espero ansiosa tus novedades 🙂
Por mucho que te lo propongas, no vas a ser egoísta dos veces al día.
Porque pensar en tí sólo dos veces al día, no es ser egoista.
Aitor, el enanito en mi teclado! Tienes toda la razón. Es una de las muchas trampas semánticas de las que tendré que ir escapando. ¿Puede ser ésta otra acción de «mejora»? Un catálogo de expresiones que esconden un pensamiento dañino. Avancemos, eso es lo que importa. Gracias por tu comentario!
Pilar, para la ayuda cuenta conmigo: lo del egoísmo se me da bien. Musu pila.
Y otras tantas cosas se te dan bien… intentaré aprovecharme de todas, no tengas la menor duda. Muxuak bueltan, Noemi
Un post valiente, que hablar de uno mismo siempre requiere coraje.
He conectado mucho con la parte en la que hablas de la convivencia con una preadolescente, no es evidente cómo ayudarla a que crezca libre en un entorno en el que tendrá que nadar contracorriente si quiere serlo. Pero si no soy capaz de hacerlo ¿qué clase de padre soy?
Así que cuéntame entre los chicos que queremos al menos tener un plan como el que has tenido el valor de compartir.
Y hasta nos den las fuerzas y la coherencia, cumplirlo…
En esta ocupación que citas en concreto, podemos aportarles la voluntad y el acompañamiento, y el tiempo dirá si hubo algo de acierto. Es, tienes razón, la tarea más compleja a la que nos enfrentamos madres y padres. Les ayudaría mucho tener identificadas esas cosas que estaría bien que hiciesen, otras que mejor deberían dejar de hacer, otras muchas que denunciar y por supuesto, también las que que aplaudir. Entre todos, podemos echarles una mano, porque las asignaturas que dejemos suspendidas, lamentablemente, las van a heredar.
Apuntado quedas, Guiller. Mila esker!
Totalmente de acuerdo, lo comparto. Sí tenemos que trabajar para una vida mejor, y cuantas más personas seamos tu plan sera mas viable.
Gracias por la compañía en este Plan-colectivo que tenemos que ir aplicando. Abrazo, Itziar
Tú enanito tiene que saltar de hombro!
¿Qué nos pasa a las mujeres con la responsabilidad, la culpa, la exigencia que nos imponemos, …?
Yo, desde luego, te doy bastante más que un aprobado Ms. Kaltzada
Tenemos, sí, una asignatura pendiente muy importante. No me gusta generalizar, pero en este caso, creo que aplica a muchas (demasiadas) mujeres. Gracias por tus ánimos. De la nota, hablamos, si te parece, cuando entre todas y todos vayamos completando el Plan!
Un abrazo
Me encantaría hacer ese plan desde esta parte de la barrera…mejor dicho, igual lo primero que hemos de hacer es quitar las puñeteras (con perdón) barreras que han construido y diseñado ese enanito (si enanito y no enanita) que nos atormente.
muxus
No hay barreras, no hay dolor 🙂 Gracias Juanjo, si sumamos todo tipo de miradas, seguro que somos capaces de afinar con las acciones. Y cada vez estoy más convencida de que se trata, precisamente, de eso: hacer. La igualdad es una carrera de fondo en la que vamos a ganar tanto hombres como mujeres, demasiado importante para que la enfrentemos cada cual desde su propia visión. Mejor juntos, qué duda cabe.
Manos a la obra, que tenemos «tajo» para rato.
Mila esker, maestro.
Hola Pilar:
Todavía nos queda mucho por lo que luchar y mucho por lo que ser consciente, porque las creencias son mucho más profundas de lo que creemos.
Nuestro lenguaje dice como observamos el mundo:
1. Dices que quizás seas egoísta por pensar en ti, por cuidarte, por dedicarte espacio… que esta «responsabilidad» quizás sea un engaño… El engaño es que creamos que dedicarnos tiempo es ser egoísta, ahí hemos de tomar conciencia de lo profundo de este tatuaje cuando amarse, cuidarse, quererse ha de ser nuestro objetivo cada día, cada minuto, cada segundo. Es nuestra responsabilidad, la de todas y todos.
2. Estoy de acuerdo contigo que callar no es el camino, ahora cada persona tiene su momento y su lugar, y es importante saber entender la construcción del otro, de la otra, de su mundo y que quizás más que mostrar el espejo real de la desigualdad, sea mejor ser el ejemplo de una sociedad igualitaria en la que todos ganemos y nadie le tenga que decir a nadie que está equivocado.
3. Sigo pensando en visibilizar con el ejemplo, con tu vida con tu hacer, con tu valentía, nada mejor que mostrar los beneficios de algo, en vez de hablar de las maldades de otro, para que las otras personas quieran vivir una vida en igualdad.
4. Cuando nos enfocamos en negativo las probabilidades de hacer justo lo que no queremos son casi del 100%, porque en el momento que el día a día como tú dices, la inercia nos arrastra el NO gana puntos, así que mejor centrarse en adquirir o consumir productos que se acercan a mi forma de pensar, de sentir y de vivir, en el que tratan a la mujer en igualdad. Me centro en lo que quiero y en quién me lo da y me olvido de quien para mi deja de existir.
Creo que tus reflexiones, tu actitud no es una cuestión de nota sino de actitud frente a la vida, a una mejor vida para ti y para las mujeres y para la sociedad. Todo aquello que está en movimiento no ha de ser valorado porque en el instante siguiente ya es mejor de lo que era antes y nunca sabes a donde puede llegar si no le pones límites.
Quizás es el momento de dejar la fuerza, para usar el poder, el convencimiento de que estoy donde quiero estar, avanzo hacia donde quiero avanzar y punto.
Gracias Isabel por tu comentario y por tus reflexiones. Muy de acuerdo con lo que dices sobre el momento y el «cómo» de cada persona, si no somos capaces de entendernos desde ese punto, seguro que caemos una vez más en mirada dogmáticas. Y por supuesto, subscribo al 100% que el lenguaje nos muestra mucho más de lo que a veces pensamos. «Egoismo», «responsabilidad»… tarea importante: revisar las palabras y sus porqués. Me lo apunto al Plan 🙂
Siempre soy partidaria de enfocar desde el lado positivo, desde lo que quiero, pero creo que en este tema, tengo que ser más asertiva, y no dejar pasar la denuncia de lo que no quiero. Sobre el consumo de productos y marcas con las que me identifico, no tengo dudas, pero … el pero es que me parece imprescindible que también ayudemos a crear ejemplos de lo que no queremos aceptar.
Todo suma, todo es crecer.
Lo dicho: gracias!
Pilar, te aconsejo que vivas tu pelea con espíritu deportivo: unas veces se gana, otras veces se pierde. Unas se sube y otras se baja. Fortaleza y flexibilidad, sino te quemarás en el intento y necesitamos una Pilar fuerte!
De subir y bajar sé que tienes mucha experiencia, Juan Carlos. Probablemente eso que dices es algo que te enseñan, entre otras, las montañas. El espíritu deportivo también nos lo enseña la vida, verdad? Lo importante, tienes razón, es disfrutar con el camino, y con la ilusión de la cima. Gracias por tu visita: ¡me encanta verte por aquí!
Abrazo
Nuestras intenciones están llenas luego de incumplimientos. Ha pasado, pasa y pasará. Tenemos que aprender a convivir con nuestros defectos y reconocernos también en ellos. Nos hacen personas. Imperfectas, menos mal. Ánimo con los planes. A veces cambiar las cosas empieza por ahí… aunque luego no los cumplamos. Ánimo. Besos.
Pues así es, Julen. Cada intención tiene un reverso peligroso, aunque inevitable. Me mueve la idea que apuntas al final de tu comentario: cambiar desde una misma, a pesar de los pesares. Me has ayudado a recordar la canción de Silvo Rodríguez, ¿la conoces?
“El que tenga una canción tendrá tormenta,
el que tenga compañía, soledad.
El que siga buen camino tendrá sillas
peligrosas que lo inviten a parar.
Pero vale la canción buena tormenta,
y la compañía vale soledad.
Siempre vale la agonía de la prisa,
aunque se llene de sillas la verdad.
http://www.youtube.com/watch?v=a2fRztwILjM
Pues eso. Que vale, que está bien ponerse a hacerlo.
Gran abrazo