Veinte años de un Alarde de la alegría y empoderamiento

19/06/2018 en Miradas invitadas

Rosario Arribas Diez. Nací en Mecerreyes, un pueblecito de Burgos. Llevo 46 años viviendo en Irún. Estoy ligada al feminismo desde principios de los 80. Pertenecía al grupo de mujeres que planteamos la reivindicación de participar en el Alarde. Desde entonces estoy en la Junta que organiza el Alarde igualitario que se celebra cada 30 de junio. Estos 22 años de conflicto han sido muy importantes y toda una experiencia en lo político, personal y vital.

 

Este año se cumplen 20 años del primer Alarde con mujeres en Irun.

Nos han preguntado muchas veces cómo fuimos tan atrevidas de meternos en este fabuloso lío, viendo lo que teníamos enfrente, y siempre respondo igual. No teníamos ni idea, pensábamos que no iba a ser fácil, pero ni idea de lo que se nos venía encima.

En un primer momento no fuimos valientes. Valientes tuvimos que ser después, cuando tuvimos que hacer frente a las consecuencias. En un primer momento fuimos ingenuas, atrevidas, un tanto inconscientes y jóvenes, 22 años mas jóvenes que ahora. Pensábamos que teníamos la razón y también la ley de nuestro lado y desconsideramos las fuerzas que teníamos en contra.

Como 22 años de conflicto, con sus procesos judiciales, rupturas sociales, familiares y personales, es algo muy prolijo y largo de contar, me voy a referir a algunas claves que en mi opinión han sido determinantes.

En este momento en Irun se celebran dos alardes: uno igualitario que organizamos un grupo de particulares con la financiación de Emakunde y la Diputación Foral, y otro, que parte del Alarde que se venía celebrando desde hace más de 100 años, que era municipal y multitudinario, y que consiguieron privatizar para así eludir la sentencia del TSJPV que obligaba a integrar a las mujeres, y donde las mujeres seguimos sin poder participar.

A menudo me he preguntado cómo es posible que una demanda que afecta a la igualdad entre hombres y mujeres resulte tan controvertida y lleve a un enquistamiento semejante y a una fractura social difícil de imaginar en pleno siglo XXI.

No me puedo extender con los antecedentes, porque sería muy largo, así que me voy centrar en un par de factores que en mi opinión han sido claves.

La posición de la institución municipal y la estigmatización de que fuimos objeto el colectivo que encabezamos la reivindicación.

En Irun el gobierno municipal del Partido Socialista PSE, con la aquiescencia de PNV y PP, ha sido incapaz de tener una postura de compromiso y proactiva a favor del derecho de las mujeres a participar en el Alarde. Más bien han mostrado de manera clara e inequívoca su apoyo al Alarde discriminatorio, esto incluso con una sentencia judicial en firme a favor de la reclamación de las mujeres. El cálculo electoral, o sea, el miedo a que una postura favorable a las mujeres se tradujese en una pérdida de votos les ha llevado a aliarse con el sector más tradicionalista y machista de nuestra ciudad, y a día de hoy, estas fuerzas políticas, con el alcalde a la cabeza, el día 30 de junio reciben desde el balcón del ayuntamiento al Alarde que no permite la participación de las mujeres y se ausentan cuando llega el Alarde igualitario.

Es evidente que cuando los poderes públicos y las instituciones se ponen a la cabeza y lideran estos procesos de cambios sociales, se acortan los tiempos y se evitan a menudo quiebras y fracturas sociales como la que hemos vivido en nuestra ciudad.

Como se ha demostrado en la gestión de situaciones semejantes, no caben equidistancias ni neutralidad en casos como éste y mucho menos de responsables políticos. El mensaje a la sociedad ha de ser claro y diáfano: o se está con la igualdad y las personas que la defienden o se está con quienes piensan que hay espacios donde a la mujer se la puede seguir discriminando.

El otro factor es la estigmatización de la que fuimos objeto  las integrantes del grupo promotor.

No es entendible que una reivindicación como la igualdad y la no discriminación no haya estado apoyada por sectores más numerosos de nuestra ciudad, ni siquiera los llamados progresistas, si no es por el proceso de estigmatización al que se nos sometió al grupo que planteó la reivindicación.

Desde el minuto cero, el sector más reaccionario y misógino pone en marcha una campaña de acoso que se concreta en cosas como pasquines que pedían el boicot a nuestros comercios, hacer público por medio de hojas la condición homosexual de personas concretas, llamadas telefónicas amenazantes, señalamiento en los colegios de nuestras hijas e hijos y un largo etcétera. De este modo, ante el clima que se genera y el precio que hay que pagar por apoyar la reivindicación, cualquier intento de ampliar nuestra influencia y recabar apoyos entre la ciudadanía está abocado al fracaso.

Fue un proceso rápido, y más rápido en cuanto que la institución municipal nos dio la espalda. De hecho, personas que habían mostrado su apoyo inmediatamente dieron un paso atrás y se retiraron. Hacía falta mucho valor para dar la cara en una situación semejante.

Como bien sabemos, una vez que se ha estigmatizado a un grupo, es muy difícil conseguir que sectores importantes de la sociedad se acerquen a él y hagan suya la reivindicación, por muy justa que ésta sea.

El ganar sociedad en estas condiciones ha sido un proceso lento y largo, pero no tenemos la menor duda de que la nuestra es una causa ganada y, aunque nos ha costado muchísimo trabajo, todo esto está siendo una revolución para esta ciudad.

Cada año miles de personas discuten sobre la igualdad, tienen que interrogarse sobre dónde y con quién quieren estar el 30 de junio, cientos de chicas jóvenes que salen por primera vez tienen que peleárselo en casa, en la cuadrilla, en el trabajo, y cada persona que ese año da un paso al frente es una persona que ha tomado conciencia de la importancia de la igualdad entre hombres y mujeres.

Yo he salido desde el primer año, he sufrido las consecuencias, porque tengo un negocio, pero cada 30 de junio, cuando veo las filas y filas de jóvenes, sobre todo mujeres, cuando las veo emocionarse, llorar de alegría, disfrutar y poner tanto empeño en hacerlo bien para ganarse el respeto del público, también yo lloro de alegría, doy por bien empleado todo lo que he hecho y también pienso que algunos de nuestros gobernantes no se merecen estas ciudadanas.

En la actualidad hacemos un Alarde magnifico, compuesto por unas 1.300 mujeres y hombres que desfilan y algunos miles en las aceras que nos aplauden y apoyan. El nuestro es un Alarde de alegría, de empoderamiento, de valientes, de resistentes. Ya han pasado los años en los que éramos unos pocos cientos protegidas por un cordón policial para evitar que nos agredieran, éramos el blanco de los insultos más groseros y machistas y cientos de personas nos daban la espalda. Ha sido duro, ha sido largo también, yo he oído insultos de todo tipo mientras desfilaba, pero también he visto a mujeres y algunas muy mayores gritándonos ¡valientes! y llorando de la emoción a nuestro paso.

Por último, este 21 de junio vamos a celebrar una gala de reconocimiento a tantas personas que hemos sabido resistir para sacar esto adelante, con la asistencia de las instituciones que nos han apoyado, como Emakunde, el Ararteko y la Diputación Foral.

Para más información:

Página web: www.alardepublico.org

Instagram: @irungoalardepublikoa

Facebook: Irungo Alarde Publikoa

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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