“¡Científica tenías que ser!”

junio 25, 2019 en Miradas invitadas

(A) Ángela Bernardo (León, 1988). Soy licenciada en Biotecnología y trabajo como redactora en Civio, una organización sin ánimo de lucro que lleva a cabo investigaciones periodísticas en diversos ámbitos, incluida la salud. Además, realizo la tesis doctoral a tiempo parcial en Bioderecho y Bioética. Estudio las implicaciones de la edición genómica y su relación con la libertad de investigación.

(G) Guillermo Lazcoz (Vitoria-Gasteiz, 1991). Licenciado en leyes. Mi interés por la bioética me hizo volver a la universidad. Ahora desarrollo una tesis sobre las decisiones algorítmicas aplicadas al campo de la salud, eso que los gurús de la autoexplotación llamaban BigData y ahora pronuncian InteligenciaArtificial. Trato de mantener una línea paralela de investigación sobre prácticas de maternidad subrogada.


 A continuación, nuestra conversación:

(G) Desde la creación en 1915 de la Residencia de Señoritas, dirigida por la ilustre vitoriana María de Maeztu, para fomentar el acceso de las mujeres a la enseñanza superior, la universidad ha cambiado radicalmente, a mejor. Es más, desde 1985 y hasta la fecha, las mujeres son mayoría entre el alumnado universitario. Y, sin embargo, hemos constatado que hoy tan solo representan el 14% del rectorado que dirige nuestras universidades o el 20,8% del profesorado catedrático, ¿quién expulsa a las mujeres del poder en la universidad?

(A) Los datos nos dicen que, a medida que pasan los años y a mayor escala profesional, la representación femenina se reduce gradualmente. Según los últimos estudios oficiales, hoy en día el porcentaje de mujeres menores de 30 años asciende al 60,5% en la universidad pública. Sin embargo, la tasa baja hasta el 26,4% si hablamos del personal docente e investigador mayor de 60 años. Pero ojo, la reducción no se produce solo en la universidad, sino que en los organismos públicos de investigación, como el CSIC o el Instituto de Salud Carlos III, la proporción de mujeres en los escalafones más altos es solo del 25%. Esta disminución ocurre de forma progresiva y da lugar al llamado “gráfico de tijera”, que muestra el injustificado drenaje de mujeres a lo largo de su carrera investigadora o universitaria, como se observa en las siguientes imágenes.

 

(G) Y, sin embargo, la academia guarda una perfecta apariencia de pureza. Es más, no son pocos los estudios que llegan a la conclusión de que la situación general es de neutralidad de género. En Derecho a esto lo llamamos la igualdad formal ante la Ley (artículo 14 de la Constitución), la Ley es igual para todos, luego el problema debe ser otro. Y bajo toda esa normalidad, los Nobel y la mayoría de premios científicos, siguen recayendo en vitrinas de hombres de forma abrumadora. ¿El efecto Matilda?

 

(A)  No existe un factor único que explique la desigualdad en investigación. Para progresar en la carrera científica, por ejemplo, es importante publicar y que otros colegas citen tus trabajos. Curiosamente, hay ciertas evidencias que apuntan a que los artículos publicados por mujeres se citan menos, como se ha mostrado en áreas como las Ciencias Políticas y la Astronomía. Una posible explicación es el fenómeno de la autocita, que parece ser más habitual en hombres. También suele haber menos mujeres en la organización de eventos académicos, pero cuando los organizan ellas, aumenta la cifra de científicas como ponentes; que, por cierto, son más proclives a rechazar ser conferenciantes en un congreso. ¿Puede haber cargas familiares detrás que lo expliquen? ¿O tal vez sea el famoso síndrome del impostor?

(G) Es interesante ver, desde un acercamiento nada científico, cómo el “gráfico de tijera” empieza a recortar de forma significativa la presencia de las mujeres en la carrera científica a partir de los 30 años. Intuitivamente todo esto me lleva a las investigaciones de la catedrática Sara de la Rica sobre la brecha salarial; señala que dicha brecha comienza precisamente a partir de los 30 años, cuando las mujeres deciden ser madres.

(A) Sí, no solo sucede en ciencia, claro, pero las peculiaridades de la profesión penalizan a las investigadoras. De hecho, hace unos meses lo denunciaron con la campaña #OCientíficaOMadre, ¿la recuerdas? Si bien es cierto que hubo algunos cambios legislativos, haber sido madre recientemente te impide acceder todavía hoy, por ejemplo, a uno de los contratos de investigación más prestigiosos en España, los Ramón y Cajal. Hablando de iniciativas, en 2018 se importó a España el manifiesto @No_Sin_Mujeres, por el que académicos de ciencias sociales se comprometen públicamente a no participar en ningún evento académico de más de dos ponentes donde no haya al menos una mujer en calidad de experta.

(G) Efectivamente, y lo firmé con cierto entusiasmo, pero sigo viendo demasiadas mesas que cojean de la misma pata, creo que necesitamos ir mucho más allá; no sería complicado demandar que publicásemos datos sobre el impacto de género que tienen nuestras carreras investigadoras, quiero decir, ¿cómo citamos? ¿a quién contratamos o promocionamos? ¿quiénes participan en los eventos académicos que organizamos? Todo es ponerse, ¿alguno se anima?

(A) Volviendo a la carrera de obstáculos… La carrera científica es particularmente precaria en España.

(G) Sí, nos llenamos de emoción con la llegada del Ministro astronauta, pero nos encontramos, una vez más, con agua de borrajas. Temporalidad y salarios por los suelos no parecen la mejor fórmula para retener el talento de quien asume (por imperativo cultural) de forma mayoritaria el trabajo reproductivo y de cuidados en nuestra sociedad.

(A) Es curioso, porque también existen barreras a la hora de pensar qué quieres llegar a ser. Pero no ocurre solo en la edad adulta, sino desde la infancia. Por ejemplo, la iniciativa “Dibuja un científico” nos enseñó cómo los estereotipos culturales, también aquellos relacionados con la investigación, se aprenden con la edad. Para evitarlo necesitamos educación, sí, pero también visibilidad. Mostrar que hay mujeres que han llegado a la investigación y han desarrollado carreras extraordinarias. En otras palabras, que el papel de las científicas no se reduzca solo a las brillantes Marie Curie y a Rosalind Franklin.

(G) Y enterrar la sinrazón patriarcal.

(A) Porque como decía Emily Dickinson, “ignoramos nuestra verdadera estatura hasta que nos ponemos de pie”. Pero para ponernos de pie, tenemos que poner patas arriba la investigación en términos de género, literalmente.

(G) Amén.

Perdonen el desorden

junio 18, 2019 en Doce Miradas

La mudanza es una experiencia transformadora. En el momento, tiene la capacidad de sacar de mí lo peor que llevo dentro: me impaciento, me desespero, me angustio, me pongo triste, me arrepiento, me quejo… Es una situación que te deja la vida desordenada durante una temporada: nunca he vivido un traslado sin tensión, y llevo unos cuantos sobre la espalda.

Y es que, con el paso del tiempo, las cosas de una (sus pertenencias, sus dudas y sus certezas) se van acomodando al lugar en el que residen y, gracias a ello todo resulta más eficiente. Lo mismo encuentras a la primera la ropa que te quieres poner por la mañana, que siempre tiene a mano ideas preconcebidas sobre la mayoría de las cosas, que te simplifican mucho el ejercicio de descarte tan necesario para sobrevivir. Puedes prepararte un café con los ojos cerrados, como puedes abandonar rápidamente lecturas, músicas o personas que, por experiencia acumulada, sabes que no deben tener acceso a tu vida. Las rutinas tienen mala fama, pero me resultaría muy difícil salir al mundo cada día empezando de cero.

Todo este orden (que responde a cada persona y es, por lo tanto, de naturaleza variable) salta por los aires cuando te mudas. La vida me ha ensañado que, aunque hay excepciones, se cambia por necesidad y no por gusto. La comodidad, la pereza y la complacencia tienden a ser conservadoras, a empujarte (suavemente) a que dejes las cosas como están. Intuyo que es por eso que somos las mujeres quienes estamos a la cabeza de esta mudanza masiva a la que hoy quiero referirme: porque somos mayoritariamente nosotras quienes ya no estamos cómodas en una casa que no se adapta a nuestras necesidades. (¡Ah!, y porque queremos).

Hablo de un traslado colectivo y de grandes dimensiones. Se ve en la calle, en las conversaciones, en las agendas políticas. Es como si, de repente en algunos casos y de forma gradual en otros, estuviese produciéndose una mudanza masiva desde certezas asentadas hacia un nuevo territorio todavía por descubrir. Es ahí donde todas las cajas que nos ha dejado el camión a las puertas tendrán que encontrar su lugar.

Cambio de posiciones. Si pica, sana

Algunos hombres intuyen que en este traslado les va a tocar una habitación más pequeña. Se revuelven, porque cuando miden los nuevos metros cuadrados comprueban con disgusto que no les caben todas las cosas que traían consigo, “sus cosas”. Está gráficamente expresado en este vídeo. (El humor es un arma cargada de futuro, como recordaba María Puente hace unas semanas).
Los privilegios se construyen centímetro a centímetro y a partir de las certezas. A quienes han sido educados formal e informalmente para tenerlo todo a su disposición, el cambio no les sale a cuenta. Me hago cargo.

Hay dos noticias sobre esto: una mala y otra buena.
Para ellos, la mala es que el cambio es inevitable: por mucho que lo llamen imposición, revanchismo o mala leche, es un movimiento de corrección de desigualdades seculares. De paso, es más que posible que el feminismo ayude a enderezar otras muchas ineficacias que venimos arrastrando, porque está trayendo al debate cuestiones (la economía de los cuidados, la sostenibilidad de la vida, el buen trato…) con las que podemos hacer frente a los problemas acuciantes que nos sacuden cada día. Dice Nancy Fraser que estamos ayudando a superar la crisis del capitalismo; una bola extra que no se esperaba nadie, ¿verdad?.

Y la buena noticia, que la hay, es que, queridos nuestros, terminarán ustedes por acostumbrarse. Créannos: se lo decimos por experiencia. Las mujeres llevamos siglos acostumbradas a ocupar mucho menos espacio del que nos corresponde. Históricamente se nos ha pagado menos, se nos ha visto menos, y se nos ha escuchado menos, como contaba hace poco Ana Erostarbe aquí. No aspiramos a que ustedes cobren menos, no se les vea o no se les oiga; simplemente, la sociedad está corrigiendo las desigualdades para que podamos compartirlo todo, derechos, obligaciones, espacios y tiempos. Piensen que más pronto que tarde las estrecheces que ahora temen serán tan normales como las limitaciones que hasta ahora la otra mitad de la Humanidad ha padecido.

Renunciar es siempre doloroso, cierto. Los cambios son como las cicatrices: si pican, es que algo está sanando.

Muchas mujeres también estamos descolocadas. Sabemos que esta transformación es profunda e imparable, que está aquí para remover los cimientos y, por lo tanto, ninguna podrá quedarse en el exacto lugar en el que ahora está.

Muchas mujeres antes que nosotras se enfrentaron a este desorden. Aprendieron a aprender sobre ellas mismas y sobre la sociedad en la que vivían, a identificar los cambios esenciales y a trabajar juntas por hacer que fuesen posibles. Esta casa de la que ahora nos mudamos, con todos sus defectos, la han construido también grandes mujeres, a las que debemos agradecérselo.

Si nos diesen un euro cada vez que a cualquiera de nosotras nos preguntan qué quieren en realidad las mujeres, seríamos inmensamente ricas. No tenemos las respuestas, yo al menos no las tengo, porque voy descubriendo nuevas preguntas a cada paso que doy, y me doy cuenta de que la construcción es lenta, a veces demasiado lenta y dolorosa.

El día en que Suecia pasó de conducir por la izquierda a la circulación por la derecha. Cambiar no es fácil.

Una parte de mi desconcierto en este traslado me llega por esa supuesta omnisciencia que nos avala a las mujeres por el mero hecho de serlo, que implícitamente nos señala como sabias y empoderadas, feministas y listas, conscientes, estudiosas de la materia; y asertivas, además. Es como si además de ser pájaros tuviésemos que ser ornitólogas.
Ante la pregunta, muy recurrente, de “¿qué tenemos que hacer los hombres?” yo no tengo respuesta en la mayoría de las ocasiones. “No sé”, respondo, “improvisemos”. Las miradas de desaprobación o los comentarios del tipo, “ajá, no lo sabes, vaya feminista de pacotilla” indican que, una vez más, se nos supone abnegadamente dispuestas a solucionar la papeleta, a velar por la paz, a  poner orden en el caos de casa común de la convivencia en igualdad.

Por eso, voy avisando: perdonen el desorden, señoras y señores, pero una mudanza es caótica, y hay muchas cosas que ir solucionado y decidiendo. Cambiar no es fácil para nadie, y en efecto, toca improvisar. Y es que, además, los últimos inquilinos dejaron la cosa y la casa bastante revueltas.

Es un trabajo común, y más vale que vayamos haciendo, todas y todos, nuestra parte.

Qué hacer durante la mudanza. Algunas pistas…

  • A los hombres que se sienten descolocados porque ahora no saben si cuando salen a ligar son ofensivos, por favor, háganselo mirar, y hasta que no lo resuelvan, absténganse, porque son ustedes un peligro.
  • A las mujeres que no saben si depilarse las ingles es claudicar ante el patriarcado, relájense, y hagan lo que consideren oportuno, que esto también va de crearse el mundo a su medida, en la que caben los deseos propios, las contradicciones y los “no sabe / no contesta”.
  • A los medios de comunicación que se quejan porque “no hay mujeres que quieran hablar sobre aeronáutica”, hagan su trabajo correctamente. Las hay y con una voz alta y autorizada y si todavía no están en la palestra pública no es por falta de méritos. Su tarea, recuérdenlo, es contar lo que pasa y las mujeres forman parte de eso que ocurre, aunque no quieran verlas. Búsquenlas.
  • A las jóvenes que no saben si deben escuchar reguetón porque las letras son abominables, busquen artistas que escriban y se expresen de otra forma, y no renuncien a bailar lo que quieran, como quieran, con quien quieran, donde quieran y cuando quieran. De hecho, no renuncien a nada.
  • A los jóvenes a los que les preocupa que sus chicas (sic) anden por ahí por la noche, preocúpense más de los chicos que andan por ahí. No controlen a la víctimas: den un paso al frente contra los agresores.
  • Para la clase política que embadurna de podredumbre nuestro espacio público, cuestionando nuestros derechos, atacando nuestras libertades y buscándonos la boca para ganar unos pocos votos, solo desprecio. (Y en la minúscula parte que a mí me corresponde, ni un voto).
  • Y a las y los políticos que pueden y quieren urbanizar de otra forma los alrededores de la nueva casa, pasen y remánguense, que aquí hay tarea de sobra. Las políticas públicas son fundamentales para ordenar el tráfico y las estancias, y las necesitamos, más que nunca, en todos los ámbitos.

Y, por último, aunque no por ello en último lugar, un mensaje para las mujeres que no tienen nada, para las olvidadas siempre, para las que la vida no cambia en absoluto porque otras lleguen al Ibex 35; para las que creen que en esta nueva casa no habrá espacio para ellas: si no cabemos todas, no habrá servido de nada.

Mientras estamos en casa ajena, ninguna tiene nada, todas somos las “nadie”. Y por eso, precisamente por eso, estamos de mudanza.

PS: 

Nina Simone siempre lo dijo todo mucho más claro que cualquiera. Mudanza tras mudanza, este himno siempre está ahí.

Ain’t got no

Presupuesto con perspectiva de género: Instrumento estratégico para la transformación social

junio 11, 2019 en Miradas invitadas

 

 

IRATI TRANCHE OTXANDORENA. Estudié economía para comprender lo que nos está pasando, la complejidad de la sociedad, y adquirir herramientas para su cambio; y desde que me puse las gafas moradas, soy también feminista: economista feminista. Me especialicé en política económica, y ahora intento poner todo eso en práctica a través de las políticas públicas.

 

 

Las mujeres estamos dando   pasos continuamente para ocupar el espacio y la vida pública ( este blog es buena muestra de ello – ¡gracias “Doce miradas”!-), pero todavía tenemos mucho por conseguir. Una de las consecuencias de esta falta de visibilidad es que la mayoría de las políticas públicas ignoran nuestras necesidades y prioridades. Y esto no es baladí.

En el 2018, el gasto público del Estado español supuso el 41,30% del PIB (aunque sabemos que este índice deja de lado una parte importante del trabajo que no que hacen, sobre todo las mujeres, como los cuidados, refleja el peso que tiene en la economía). Es decir, casi la mitad del valor monetario de los bienes y servicios finales producidos en el país lo generó el sector público. Esto supone que las políticas públicas son cruciales en la configuración de la sociedad y en las vidas de las personas. Así mismo, en la construcción de una sociedad feminista, el sector público tiene un papel importante.

El presupuesto es la herramienta básica de las instituciones del sector público para materializar las políticas públicas; sin embargo, los organismos o departamentos de igualdad disponen menos de un 1% del presupuesto público para fomentar la igualdad, mientras que el resto de los ministerios, consejerías, áreas, disponen del 99% del presupuesto público para seguir haciendo las políticas de siempre. El aumento o disminución del servicio de transporte público, por ejemplo, tiene un mayor impacto en las mujeres que en los hombres ya que estos utilizan más el transporte privado. Muchas de las prestaciones están ligadas al trabajo remunerado, y por tanto, excluyen a todas aquellas personas, en su gran mayoría mujeres, que no han trabajado en el mercado laboral formal. Es decir, la mayoría de las políticas, no son neutras, y por tanto, traen consigo un aumento en la desigualdad de género.

¿Esto qué significa? Que aumentar partidas concretas, para llevar a cabo ciertas políticas compensatorias no es suficiente. Hace falta que se entienda la desigualdad como un problema estructural, y por tanto, que se ponga en el centro de los debates.

Esto supondría un cambio profundo, orientando todas las políticas públicas hacia la erradicación de la desigualdad. El instrumento estratégico para conseguirlo es el PRESUPUESTO CON PERSPECTIVA DE GÉNERO.

Presentación de Caterina de Tena y Rosana Pastor en el taller “Integrando la perspectiva feminista en el diseño y evaluación de políticas públicas”.IV Encuentro Municipalista contra la Deuda. Octubre 2018. Córdoba.

El presupuesto con perspectiva de género une dos aspectos que generalmente se plantean de forma bien separada: la igualdad de género y la eficiencia pública, ya que uno de los objetivos es el uso efectivo de los recursos.
El presupuesto con perspectiva de género implica un cambio de enfoque, en el que se tienen en cuenta los diversos perfiles además de género, edad, clase… contribuyendo así a proporcionar las mismas oportunidades para todas las personas. Se tiene en cuenta el impacto directo que tienen los presupuestos pero también la relación con las normas y funciones, así como los diferentes comportamientos que tienen en la sociedad los diferentes grupos. Es decir, integra las dimensiones sociales en el proceso de planificación y presupuestario de los gobiernos.

El PPG no solo implica reformas en la gestión pública, sino que refuerza y ayuda a mejorar la gestión económica y financiera, consiguiendo maximizar el impacto de los recursos utilizados en los servicios atendiendo a la diversidad de la sociedad, y además, fomenta la transparencia, ya que provee de información más detallada, y accesible a toda la ciudadanía.

Es un proceso que implica la transformación de los presupuestos, y por tanto ,de las políticas, mediante una reflexión sobre algunas cuestiones: cómo se recaudan los fondos y cómo se pierden los ingresos; si contribuye a cerrar la brecha de género; cómo afectan los ingresos y los gastos al trabajo no remunerado…

Para que esto sea posible, hace falta usar varias herramientas analíticas, que deberán recoger información desagregada por género. En cuanto al gasto, se deben analizar las políticas de los departamentos para, mediante indicadores, evaluar cómo aumentan o reducen las desigualdades. Además, es importante preguntar a las personas usuarias de los servicios si estos cubren las necesidades prioritarias. También es interesante saber a qué personas en concreto beneficia ese servicio dentro de los hogares, . En cuanto al ingreso, al impacto fiscal, hay que analizar cuánto tributan hombres y mujeres, y analizar la evasión fiscal así como la dependencia de impuestos indirectos. Por último, es también necesario analizar cómo invierten su tiempo los hombres y mujeres teniendo en cuenta el trabajo de cuidados no remunerado y cómo evoluciona este en función de las políticas, ya que las decisiones vitales están directamente relacionadas con el uso de este tiempo.

En las próximas semanas se conformarán los Gobiernos de las diversas instituciones y empezarán a trabajar para llevar a cabo sus proyectos y programas para los próximos cuatro años. Creo que tanto desde las instituciones como desde la sociedad civil debemos poner encima de la mesa la necesidad de tener unos presupuestos con perspectiva de género por varias razones: para conocer la sociedad en la que vivimos, mediante la información sobre el impacto que las políticas públicas tienen en nosotras y nuestras vecinas; y para seguir construyendo una sociedad  más igualitaria e inclusiva, es decir, una sociedad feminista.

Este artículo se ha nutrido sobre todo de los siguientes materiales:

Algunos links interesantes para profundizar sobre el tema:

Otro grupo de hombres atenta contra la libertad sexual de una mujer

junio 4, 2019 en Doce Miradas

Trece años de cárcel para cada uno de los miembros de ‘la manada’ de Bilbao.

 

El 28 de mayo hemos conocido la Sentencia dictada por la Audiencia Provincial de Bizkaia que condena a cada uno de los tres acusados a las siguientes penas: a) por delito contra la libertad sexual: diez años de prisión; inhabilitación para el sufragio pasivo; prohibición por quince años de acercamiento a menos de quinientos metros del lugar de residencia, trabajo o frecuencia de la víctima y comunicación con ella por cualquier medio; libertad vigilada por seis años una vez cumplidas las penas de prisión impuestas, con la obligación de participar en programas formativos de educación sexual e igualdad de género; b) por delito de descubrimiento y revelación de secretos: tres años de prisión y multa; c) indemnización a la víctima en 20.000 euros de manera conjunta y solidaria. Además, el Tribunal mantiene la situación de prisión provisional de los tres condenados.

Hay que hacer notar que las acusaciones – Ministerio Fiscal y la denunciante – solicitaron penas de prisión – mayores por parte de la denunciante – por delitos de abuso sexual y de descubrimiento y revelación de secretos, sin que se hubiera solicitado la calificación de los hechos como agresión sexual, esto es, sin que nadie alegara que el ataque a la libertad sexual de esta mujer se hubiera producido mediando violencia o intimidación.

La Sentencia merece ser leída, difundida y comentada. Es una Sentencia seria, muy bien argumentada y didáctica, en la que se analizan cuestiones siempre problemáticas en relación con los delitos contra la libertad sexual y su percepción por la ciudadanía – en más de un sentido -: el principio constitucional de presunción de inocencia; la valoración de la declaración de la víctima, que puede ser prueba de cargo suficiente aunque fuera la única disponible; las limitaciones de la memoria humana y las distintas reacciones de cada persona ante situaciones de estrés; el ataque a la libertad sexual de la persona “privada de sentido” – según el término del Código Penal para calificar el delito de abuso sexual en una modalidad -; la prueba de la existencia o no del consentimiento… -. De todo ello se ocupa la Sentencia con un exquisito y concienzudo análisis de toda la amplia prueba practicada – las declaraciones de los tres acusados y de la denunciante y de quince testigos y seis ertzainas y otras tantas peritos que analizaron muestras químicas y biológicas, así como cuatro doctoras y doctores sobre la situación de la víctima y el visionado de diversas grabaciones, entre ellas, la realizada por uno de los acusados, difundida a los otros dos -.

Merece leerse la Sentencia, sí, en la que consta que en alguno de los informes de la defensa se alegó incluso haberse visto “cierto jolgorio” en lo visionado de las grabaciones, en desdichada apelación irrespetuosa y claramente ofensiva hacia la víctima, remedando los términos utilizados por el magistrado que suscribió el voto particular a la Sentencia de la Audiencia Provincial de Navarra sobre el grupo conocido como “La Manada”.

Merece subrayar asimismo que esta Sentencia expresa con rotundidad que “no estamos juzgando a la joven, sino los actos que, sobre ella (no con ella…) realizaron los acusados” y que la denunciante “estaba incapacitada para consentir o dejar de hacerlo, y pese a ello, en algunos momentos llega a verbalizar el NO”, situación derivada de una excesiva ingesta de alcohol y cocaína, incompatible con el consumo de una sustancia prescrita por el médico que la asistía.

Los hechos probados, finalmente, revelan que la víctima, privada de sentido, como se ha dicho, fue objeto de actos sexuales por parte de los tres acusados – entre ellos penetraciones anal y vaginal, felación… -, hechos que se califican, como ya he comentado, de abuso sexual – calificación en la que coincidieron el Ministerio Fiscal y la defensa de la denunciante -. A hacer notar que los delitos de abuso sexual lo son cuando se atenta contra la libertad o la indemnidad sexual de una persona mediante actos no consentidos, situación que concurre en quien está privada de sentido, como la víctima en este concreto supuesto. No es la penetración la que califica los hechos como “agresión sexual” y la falta de penetración como “abuso sexual” en el Código Penal español, sino que la diferencia entre ambos delitos es la utilización de violencia o intimidación o no – lo que se discutió, precisamente, en el caso de “La Manada” -.

A destacar igualmente la condena a libertad vigilada por seis años una vez cumplidas las penas de prisión impuestas, con la obligación de participar en programas formativos de educación sexual e igualdad de género, algo que facilitará, no solo el castigo sino su resocialización auténtica en una sociedad que ha de garantizar la libertad y la igualdad de todas las personas.

Hay que poner de relieve también, aunque probablemente sea innecesario, que los hechos se enjuician y valoran según el Código Penal vigente. No se está analizando lo que podría ser según una nueva regulación de los delitos contra la libertad sexual, cuyo examen ya comenzó en la primavera de 2018, si bien desconozco el estado de los trabajos de la Comisión de Codificación. Nueva regulación que viene obligada por el Convenio del Consejo de Europa sobre prevención y lucha contra la violencia contra las mujeres y la violencia doméstica – el conocido como “Convenio de Estambul” -, que plantea tipificar como delito “la penetración vaginal, anal u oral, no consentida”, así como “los demás actos de carácter sexual no consentidos”, en lo que ha dado lugar a la sustitución del “No es no” por el “Solo sí es sí”, pero que, en el caso analizado, carece de mayor relevancia, ya que, como he dicho, se considera que la víctima no consintió tales actos y que, en consecuencia, hubo delito de abuso sexual.

Quedan para otra ocasión otros análisis de más largo recorrido, como el del alcance de la previsión del propio Convenio de Estambul sobre la obligación de los Estados firmantes – entre ellos, España – de adoptar medidas para tener en cuenta la perspectiva de género en la investigación y enjuiciamiento de este tipo de violencia.

Una nota final y tangencial, aunque clave para la convivencia libre, para la reflexión: la Sentencia también pone de relieve que, de no haberse contado con la grabación de las cámaras de un local de “vending” cercano, el asunto no habría podido llegar a ser juzgado porque habría resultado imposible identificar a nadie, lo que me lleva a reflexionar una vez más sobre la conveniencia y oportunidad – o no – de la proliferación de cámaras de grabación y videovigilancia en nuestras calles.