El deporte no era para nosotras

diciembre 18, 2018 en Miradas invitadas

Nekane Arzallus Iturriza (@ergobi).
Nací en Ergobia, el mejor lugar posible, imprime carácter. No comprendo ni imagino mi vida sin el deporte, reconozco que es mi pasión, aunque como tantas otras mujeres no puedo ejercerlo de manera profesional. Soy la única mujer presidenta de un club de la ACB y segunda en la historia tras Pepita Merçe. Intento abrir camino y derribar muros. Me apasiona trabajar con personas y creo que la voluntad férrea nunca está reñida con una sonrisa.

El deporte no fue pensado para las mujeres, ni para que lo practicáramos, ni siquiera para que lo viéramos. En el mundo del deporte ni se nos esperaba ni se nos deseaba. Fue creado por el hombre y para el hombre, para el más rápido, el más fuerte, el más alto y después convertir al vencedor, aún creo que lo seguimos haciendo, en un semidiós. Quizás por eso hablamos de una de las actividades que presenta más resistencias a la igualdad, uno de los ámbitos donde esa desigualdad se admite de una manera más natural.

Esta especie de comprensión ante la desigualdad explica que parezca admisible una infrarrepresentación de las mujeres en los órganos de poder del deporte, que se siga hablando más del aspecto físico de nuestras deportistas que de sus logros, que tengamos una ley de hace 30 años que claramente discrimina a las mujeres por el hecho de serlo ya que sólo considera profesionales a algunas ligas masculinas. No podemos imaginar que un convenio colectivo sólo pudiera ser aplicado para los hombres de cualquier empresa sin una protesta política, ciudadana o legal inmediata.

Las mujeres estamos aquí, hemos recorrido un largo camino de reivindicaciones políticas, sociales y también en el ámbito deportivo, recuperando terrenos que nos son propios. Ningún logro nos ha sido regalado, lo hemos peleado y conseguido. Lo cierto es que pese a quien pese hacemos deporte, hablamos de deporte, entendemos de deporte, vemos deporte, ocupamos puestos de gestión y de poder en el mundo del deporte. Pero de manera claramente insuficiente.

En los años 70 las mujeres no éramos animadas a la práctica deportiva. Ésta estaba supeditada, en la gran mayoría de los casos a tu familia, a tu colegio y a la modalidad deportiva que se hiciera en tu pueblo y nunca, o casi nunca con perspectivas de que pudiera ser nuestra profesión. Y a pesar de ello siempre me recuerdo practicando ciclismo, fútbol, tenis, baloncesto, golf. No entiendo la vida sin deporte, aunque las estructuras sociales, políticas, deportivas, los estereotipos y prejuicios de cada época quisieran entender el deporte sin mujeres, sin mí.

Siempre he respirado deporte, me hubiera gustado llegar a ser profesional, pero la verdad es que se quedó en un sueño, en un sueño que no pudo convertirse en realidad. Y no pudo convertirse en realidad entre otras cosas porque no tuve ni el respaldo, ni la ayuda para intentarlo, y no lo tuve por una sencilla razón, porque era mujer.

Eran tiempos en los que si una quería comprarse una bicicleta de carreras, en la tienda te decían que no, que una mujer no podía llevar una bicicleta así (tuve suerte de tener un padre comprensivo y conseguí salir de la tienda con la bicicleta de carreras). Si hacías el intento de entrar en el equipo de futbol de la ikastola te decían que lo sentían mucho, pero que las “niñas” no jugaban al futbol (me corté el pelo para engañar al entrenador, pero esta vez no lo conseguí). Todo esto me frustró, pero lejos de desanimarme y de apartarme del deporte, hizo que mi vida siguiera ligada al deporte de otra manera.

Durante años he estado vinculada a diversas modalidades deportivas de diferente manera: voluntaria, delegada de equipos, arbitra, directiva, vamos, de lo que hiciera falta, y he disfrutado y aprendido de todas ellas.

Hoy soy presidenta del Gipuzkoa Basket Club, el GBC de baloncesto masculino. Única mujer presidenta de un club de los 18 que componen la ACB, la segunda liga profesional más importante del mundo tras la NBA. En esta competición, en 2018, participamos 3 mujeres: una árbitra, una entrenadora y una presidenta. Esta es la pírrica realidad.

“No puedes ser lo que no puedes ver”. Esta frase de Marian Wright Edelman se ha convertido en una de las frases de referencia en mi presencia pública. El día que acepté el cargo de presidenta del GBC mi teléfono se colapsó. Era una mujer. Esa fue la única razón del alboroto. Todavía estábamos así. Por eso hoy, uno de mis principales objetivos es visibilizar mi trabajo, intentando desmontar dentro y fuera de las canchas estereotipos y prejuicios. Repito allí donde tengo posibilidad de hacerlo que las mujeres podemos, debemos estar en cualquier cargo de liderazgo y responsabilidad y que no tenemos nada que demostrar. Podemos hacerlo porque estamos preparadas, porque somos la mitad de la población y porque queremos ocupar la cuota de responsabilidad que nos corresponde, también en el terreno deportivo.

Espero que la visibilización de mi trabajo anime a otras mujeres a pensar que es posible y deseable trabajar en este ámbito y poner nuestro esfuerzo y nuestro talento al servicio de muchas de las caras del deporte: ser arbitras, monitoras, entrenadoras, directivas, médicas, periodistas. Me preocupa que en este momento seamos islas en un entorno androcéntrico y que sirvamos de excusa para que muestren la excepcionalidad como norma.

El mundo del deporte fue creado para exaltar una serie de estereotipos de género arraigados de un modo especial en un concepto específico de masculinidad. Las mujeres que vamos rompiendo estos espacios tenemos que formarnos en feminismo. Primero para saber ver estos estereotipos y tener herramientas para desactivarlos y no reproducirlos. Y segundo porque necesitamos tener un discurso y un compromiso con las personas que nos escuchan y siguen. Somos conscientes de que en cualquier entrevista se nos harán preguntas que no se le harían jamás a un hombre en un cargo similar, que pondrán perpetuamente en duda nuestro trabajo cuestionando nuestra capacidad, hombres y algunas mujeres.

Las estructuras deportivas que viven entre leyes igualitarias mantienen de formas diversas la desigualdad. Las fotografías ponen de manifiesto la realidad y rompen con el denominado “espejismo de la igualdad”. La última foto de la reunión de dirigentes de las Federaciones Deportivas Españolas era devastadora: sólo 3 de las 66 federaciones tienen como presidenta a una mujer. La foto de la presentación del mundial de baloncesto femenino que ha tenido lugar este año en España ha sido también tremenda y muy comentada, sólo una mujer en la foto.

Los datos son reveladores en las estructuras deportivas españolas. 1180 hombres frente a 426 mujeres juezas, 585 entrenadores frente a 137 entrenadoras, 21 hombres al frente de entidades internacionales del deporte frente a 2 mujeres. Todo lo contrario de las becas que se ganan deportistas por su méritos: 114 hombres y 142 mujeres. El problema, por tanto no está en las deportistas, sino en las estructuras que impiden el acceso a las mujeres.

El último informe de la auditora Sport Intelligence de 2017 nos dice que por cada mujer futbolista profesional en el mundo, hay 106 futbolistas hombres que se ganan la vida con el juego a tiempo completo. No solo eso, sino que las mujeres de la élite ganan una centésima parte de las sumas de sus homólogos masculinos. Nada justifica este hecho.

Y sin embargo y aunque parezca contradictorio el deporte se convierte también en uno de los medios más eficaces para la lucha por la igualdad. Mujeres iraníes se disfrazan de hombres para poder entrar a los estadios de fútbol a animar a sus equipos y utilizan la difusión de estos actos para luchar contra la terrible situación de las mujeres en Irán.

Hay un largo camino que debemos recorrer. Y debemos dar un paso adelante. El deporte es poliédrico, podemos, debemos trabajar en muchos campos para su promoción y para conseguirla en igualdad. El deporte de élite es la más alta expresión de una cadena y su máximo punto de visibilidad y referente para una inmensa cantidad de deportistas. Representamos a nuestras disciplinas deportivas, a nuestros territorios, tenemos una visibilidad incomparable con casi cualquier otra actividad humana. Por eso debemos tener una especial responsabilidad con los valores y actitudes que queremos transmitir.

Mi compromiso personal es seguir trabajando, allí donde se me requiera para conseguir la visibilidad del trabajo que realizo. Quiero pensar que en alguna medida estoy colaborando a la ruptura de techos de cristal para que otras mujeres que vengan puedan hacer del deporte su profesión. La pasión la tenemos.

Ideas para unas navidades más feministas

diciembre 11, 2018 en Doce Miradas

¿El estrés navideño es una problemática feminista?

 

 

Las Navidades son una conocida época de estrés, pre, inter y post traumático. Llena de sentimientos encontrados para muchas personas. Buenos momentos mezclados con tensiones, prisas mezcladas con risas, lágrimas con sonrisas, luces con sombras, buenos recuerdos con… agotamiento. Para nostoras también… pero más.

Para las mujeres es una época de discriminación directa e indirecta.  Directa porque directamente tenemos que hacerlo todo. Indirecta porque las fechas en el calendario son aparentemente neutras, ¿no?

 

«…se considera discriminación indirecta por razón de sexo la situación en que una disposición, criterio o práctica aparentemente neutros pone a personas de un sexo en desventaja particular con respecto a personas del otro…» (Ley Orgánica 3/2007, de 22marzo, para la Igualdad Efectiva de Hombres y Mujeres Artículo 6)

 

Por ello, este año podemos llevar a cabo un Plan de Igualdad Navideño (PIN), con líneas estratégicas, medidas y acciones positivas.

Y con acciones positivas no me refiero a «hacer las cosas muy bien».

Lo único que quiero para Navidad es la abolición del heteteropatriarcado imperialista blanco supremacista capitalista»

«Las acciones positivas son medidas a favor de las mujeres para corregir situaciones manifiestas de desigualdad respecto a los hombres. Son de medidas específicas de carácter temporal, y por tanto, están destinadas a desaparecer cuando las condiciones de desigualdad lo hagan.»

Puedes decidir tu misma, cuando haya desaparecido el patriarcado, para empezar a retirar la necesidad de estas acciones positivas.

 

 

 


1. Estrategia y diagnóstico de situación:

Sororidad y alianzas: Poneos de acuerdo. Avisa a tu madre, hermanas, primas y demás familiares mujeres. Formad una comisión. Empoderaos haciendo un diagnóstico de situación. Todo lo que se mide se puede mejorar. Analizad vuestro historial navideño, examinando las estadísticas de navidades pasadas, identificando con detalle todas las tareas y trabajos desagregadas por sexo.

Importantísimo, recuerda, nos referimos no solo a labores físicas (quién pone la mesa, prepara las camas, compra y cocina la cena, guarda las sobras, limpia los baños). También hay que tomar nota de la propia gestión del evento (quien se encarga de que todo esté perfecto y a tiempo). Os podéis basar en vuestro estudio para realizar el paso 2.

Haced público vuestro estudio. Haz visible lo invisible.

Consejo: una vez publicado vuestro estudio, si vuestros compañeros salen con aquello de «mujer, nadie te lo exige, es mejor simplificar las cosas, no te agobies tanto, a mi no me importa que cenemos huevos fritos» — tomadles la palabra: se anulan las navidades. A ver qué pasa.

2. Los preparativos: hacer un calendario de adviento a la inversa:

Mientras la familia aguarda con impaciencia el día D (24 de diciembre fun fun fun), haced un cálculo hacia atrás en el tiempo. Vuestro calendario debe inluir hasta el 7 de enero como mínimo.

MODELO TIPO (excel, tabla, base de datos…. libre)

Desde octubre/noviembre:

Hay que empezar a preguntar quién va a venir. Realizar consultas, llamadas. Empiezan las preocupaciones. Recuerda que las mujeres somos más que las anfitrionas de la tradición por excelencia. Somos también las guardianas de la armonía emocional de los siguientes tres meses. Si es necesario, hay que negociar con aquellas personas que muestren reticencias, asegurando que se hará todo lo posible para que nadie se incomode, estando al quite de cualquier situación tensa para desactivarla en lo posible. Si algo sale mal, puede haber sido nuestra responsabilidad no haber percibido tensiones a tiempo para suavizarlas, animado lo suficiente o en general haber garantizado que éstas navidades van a ser maravillosas.

Noviembre/Diciembre:

Empieza la coordinación fina. ¿Todo el mundo tiene su viaje organizado? Hay que comprar billetes antes de que suban los precios? ¿Cuanto tiempo se van a quedar? ¿Hay camas suficientes? ¿Las camas tienen sábanas y mantas? ¿Éstas están limpias? Si no hay sitio en casa, hay que organizar alternativas. ¿Habrá regalos para todos y todas? Hay suficiente vajilla, cubertería, mantelería? ¿Funciona el horno? etc etc etc

Economía y finanzas: ¿Tenemos el dinero necesario para nuestras pretensiones navideñas? ¿Hay que empezar a comprar besugos y congelarlos? ¿Hay que realizar compras a plazos? ¿Hay que fabricar juguetes y detalles a mano?

Diciembre:

Planificación de horarios, actividades paralelas infantiles (¿qué se organiza durante todo el periodo no escolar?) Actividades paralelas adultas o mixtas (aperitivos, decoración del árbol y/o belén, excursiones de día). Recuerda ser sensible a las edades y gustos del público, tiene que haber algo para todos y todas. Que nadie se sienta fuera.

Realización de compras de último minuto. Envoltura de regalos. Recordar y realizar llamadas telefónicas personalizadas a familiares lejanos o cercanos que no han podido venir. Tener en cuenta no solo tu familia sino también la de tu pareja. Enviar regalos, postales etc si es el caso. Planificación de visitas a otros familiares, residencias de mayores etc

El menú. ¿Tradicional o innovador? ¿Hay que mejorar el del año pasado? Comprar, preparar, cocinar, guardar, congelar, sacar la basura, llevar las botellas al contenedor.

Limpieza previa y posterior. Decoración: recordar dónde está la caja polvorienta de titos (no olvides detalles como el de disponer la estrella de belén de la bisabuela de tu pareja que tanto le gusta)

En fin, creo que lo habéis entendido. El demonio está en los detalles.

3. Implantación:

Desarrollad bien vuestro plan. Convocad una reunión familiar en octubre para la asignación de tareas igualitarias y nombrad una comisión de seguimiento paritaria.

4.Resultados

En enero se ha de volver a reunir la comisión para evaluar los resultados y realizar recomendaciones y cambios para el año siguiente.


 

«Tips» y sugerencias para una Navidad más feminista

Una decoración feminista

Puedes introducir símbolos feministas que se recordarán para siempre y se incorporarán a la caja de titos navideños:

Regalos para romper esteretipos, jugamos a otros roles:

Juegos de sobremesa

En realidad toda la velada puede servir para jugar al bingo feminista en familia. Aquí tienes el tablero y las instrucciones

Vestuario

O nos vestimos todos y todas sexy, o nadie.

 

Villancicos

Podéis componer los vuestros… aquí tenéis un ejemplo:

 

Conversaciónes, chistes y acoso

No os podría dejar sin proponer una estrategia:

Es importante mentalizarse de que no es nuestra responsabilidad agotarnos con argumentos, explicaciones sobre lo obvio.

¿Por qué no volver la situación del revés? Utiliza esta sencilla pregunta, machaconamente si es necesario:

¿Explícame por favor por qué?

Ejemplos prácticos:

– Por favor, no es momento de charlar con tus amigos/hermanos/cuñados, hay que fregar.

– Cariño, estamos muy agusto… anda, no nos cortes el rollo. Ya lo harás cuando sea.

¿Explícame por favor por qué?

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El sexo es bonito… pero la Navidad es más frecuente

– Chiste soez machista

– Manolo, ese chiste es machista.. No es gracioso

– ¡No seas tan estrecha/absurda/exagerada/histérica!

¿Explícame por favor por qué?

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-Amigos/maridos-parejas/cuñados se arriman/tocan/besan cuando tu no quieres

– Manolo, eso es acoso.. No es gracioso

¡No seas tan estrecha/absurda/exagerada/histérica!

¿Explícame por favor por qué?

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Creo que os podéis hacer una idea. Intuyo que pueden ser momentos de «mansplaining»… abortados.

Finalmente, si nada funciona, retírate con elegancia, no sin antes dejar rellenado un detalle didáctico:

 

 

 

¡Buena suerte y feliz Navidad!

Algoritmos, ¡¿en serio?!

diciembre 4, 2018 en Miradas invitadas

Alejandra Díaz-Ortiz, @alediazortiz, es una escritora mexicana radicada en Madrid desde hace tantos años que ya perdió la cuenta. Cuentos chinos, con prólogo de Luis Eduardo Aute, fue su primer libro de microrrelatos, al que siguieron Pizca de sal No hay tres sin dos, todos publicados por Trama Editorial. También publicó Julia (Colección Hypatia), su primera novela corta, en la que aborda la relación virtual de dos mujeres: una maltratada por la vida y la otra maltratada por su pareja, un tema con el que se siente muy comprometida.
Colaboradora en varios medios, actualmente se hace cargo de una pequeña librería en el centro de Madrid, La Tres Catorce, mientras prepara su quinto libro.

Llevo un tiempo reflexionando acerca de qué, o quiénes, fracasan, a la hora de prevenir y evitar más asesinatos por violencia de género. Es evidente que algo está fallando y que el mensaje que están percibiendo las víctimas no es para nada alentador. Estoy convencida de que el enfoque con el que se están implementando las políticas y, por ende, las soluciones con las que se pretende erradicar esta lacra, están dejando al margen el factor humano. El más puro y duro, elemento emocional.

Hace poco se informó a los medios que las autoridades se plantean revisar las aplicaciones informáticas con las que se determina si una mujer está siendo maltratada y en qué grado de riesgo. Un programa en el ordenador de cualquier comisaria, que se encarga de medir cómo cuánto de víctima se tiene. Algo así como, si se es víctima de violencia de género completa, solo mitad, o apenas cuarto y mitad. Creo recordar que mencionaron un cuestionario de cincuenta preguntas que se le hace a la mujer que se decide a denunciar a su maltratador. Así, en frío, da igual, el algoritmo ya se encarga del resto. Más tarde leí que una mujer denunció el trato dado a una víctima de violencia de género que acudió a la comisaría de Vallecas, y que consistió en hacerle una serie de preguntas que, a juicio de la involuntaria testigo, la transmutaron de víctima a culpable de su propio maltrato. Al final, la mujer abandonó el lugar sin denunciar, según la testigo.

Por fortuna, alguien ha comenzado a sospechar que el algoritmo no está resultando todo lo eficaz que se prometía. Y es que cuarenta asesinatos de mujeres y cuatro niños en los que va de año, muchos de ellos con orden de alejamiento, obligan a reconsiderar las preguntas y su interpretación. ¡¿En serio?!

A ver, expertos y expertas, les cuento: una víctima de violencia de género NO es un dato, megadato o como se llame el asunto. Es una persona con muchos problemas, todos vitales. Vital es lo contrario de virtual (valga la puntualización por si no queda claro). Una víctima es un manojo de sentimientos, casi todos ellos, contradictorios. Tan contradictorios, e inexplicables, como sentirse enamorada de su verdugo. Por un lado sabe que su vida corre peligro, pero a la vez, estará dispuesta a proteger a esa pareja que la tortura. Si se decide a denunciarlo por primera vez, rara vez lo hará con la absoluta convicción de que está haciendo lo correcto.

Si, encima, hay hijos de por medio o algún tipo de dependencia (económica, física y/o emocional), las dudas serán abismales. Cualquier respuesta que pueda dar la víctima en medio de esa hecatombe personal, debería ser valorada más allá de fórmulas matemáticas. Hay que considerar los titubeos, el llanto, el miedo, pero, sobre todo, la inmensa vergüenza que una mujer maltratada tiene por el simple hecho de serlo. Vergüenza que la hará minimizar, o magnificar, las circunstancias y los hechos. Esa mujer maltratada que llega hasta la mesa de las denuncias, necesita saberse en puerto seguro. Casi me atrevo a afirmar que más que preguntas, lo que le hace falta en ese momento, es silencio. Un silencio casi medicinal. Hay que valorar que viene de una situación en la que se le ha cuestionado todo, absolutamente todo, incluso su existencia. Cualquier pregunta que le resulte incómoda, por más precisa o científica que ésta sea, la hará sentirse vulnerable, con ganas de salir corriendo y, muy probablemente, relativizar lo que le está sucediendo. Antes que ser cuestionada por un extraño, preferirá volver a lo malo conocido.

Y no se me malinterprete. Por supuesto que hay que hacer preguntas, todas las que hagan falta, pero estas deben ir acompañadas de sentido común, de cierta empatía con cada caso en particular. Los miedos de una mujer con hijos requieren una óptica diferente a los temores de una adolescente. Ambas necesitan ayuda y protección, con los mismos medios, pero con un trato especifico para cada caso, a fin de garantizar su seguridad y la de su entorno.

Porque, señores y señoras expertos, las víctimas no somos estadísticas. No somos números y mucho menos, clones. Cada una de las mujeres que están siendo maltratadas en este preciso instante, mientras yo escribo esto, tiene una historia única, y muy personal, que contar. Por eso, precisamente, creo que los algoritmos, al menos de momento, no resultan efectivos para determinar qué mujer precisa de una orden de alejamiento inmediata, por ejemplo.

Por desgracia, ahí están las víctimas mortales como claro ejemplo de su ineficacia. Y las que se sumarán a la cruel lista con la que cerraremos este año y los siguientes, mientras no se cambie el enfoque con el que se están implementando las políticas y acciones contra la violencia de género.

Insisto, no hablamos de gustos para que un algoritmo nos sugiera dónde comprar o adónde viajar. Estamos hablando de desgarros, de violencia, de muertes. Estamos hablando de niños, de mujeres. Hablamos de vida. Y no valen las disculpas ni el ajuste de algoritmos.

(Doy por hecho que todo esto lo saben mejor los psicólogos y expertos en el tema. Yo tan solo fui una víctima hace muchos años que, muy a mi pesar, terminé en una comisaria tras tener una pistola apuntando a mi cabeza. Pero esa es otra historia.)