¡Cumplimos 2 años!

mayo 26, 2015 en Doce Miradas

El jueves, día 28, iremos sin pendientes. Vía libre a los tironcitos de orejas, porque cumplimos dos años de blog ¿Pero… de verdad hemos cumplido?

Todo aniversario es una buena ocasión para un balance, una mirada al camino recorrido y una recopilación de sensaciones, certezas e incógnitas por resolver que nos ayuden a evaluar y a rediseñar nuestro itinerario. Si no hemos cumplido, lo que os podemos asegurar es que al menos hemos intentado tener presente nuestro manifiesto y ser fieles al compromiso que adquirimos al decidir formar parte de Doce Miradas.

Celebramos dos años del “sí quiero” ilusionado que dimos a Ana Erostarbe (madre de todas las miradas, que decimos entre nosotras 🙂 ). Ana cogió el toro por los cuernos un día y decidió ponerse a llamar por teléfono y conseguir que once mujeres la acompañáramos (de cabeza) a dar cuerpo a un espacio de reflexión, conversación  y debate en torno a las desigualdades de derechos y oportunidades entre mujeres y hombres que todavía hoy persisten en nuestra sociedad. Así nació Doce Miradas.

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El detonante fue un congreso en el que 45 ponentes eran hombres y 5, mujeres. Fue el momento en el que se programó en el espíritu crítico de Ana una alerta que la acompaña donde va: allí donde se sienta, señala con el máximo respeto y compromiso con la causa (leer a Arantxa Sainz de Murieta) y se pone a contar. Y como las cuentas no salían y siguen sin salir, el deseo de construir una sociedad diferente nos reunió para contar ponentes, contar cómo lo vemos, contar lo que nos parece, contar con todas y todos.

“Porque no nos van los techos de cristal y somos más de cielo abierto”, son ya 94 los post que llevamos publicados; semana a semana, martes a martes, con la inestimable colaboración de las miradas invitadas a nuestro blog.

Blog colaborativo, celebración compartida

Es lo que queríamos ser y lo que somos. Nos toca evaluar y sacar conclusiones sobre si, además de llevar dos años dándole a la tecla, hemos cumplido: nosotras doce y todas las personas que nos hemos sentido parte del proyecto a lo largo de este tiempo. Por eso tenemos que celebrarlo en compañía, en la mejor, en la vuestra: nuestras miradas invitadas, seguidoras, críticas, observadoras…

Customizando la célebre frase de “la faraona” -en el día de la boda de su Lolita-: “Si me queréi, ¡venirse!”. Venirse a celebrar con nosotras nuestro cumpleaños y a pasar un rato de encuentro, reflexión y debate sobre lo que nos une: la igualdad  real y efectiva entre hombres mujeres, como tarea pendiente que tenemos que conquistar entre todas y todos.

Tres propuestas para el día 28

Hemos seleccionado tres temas que nos inquietan: el papel de las mujeres en los ámbitos de los medios de comunicación, el poder y la juventud.

Las Doce Miradas tenemos la gran suerte de contar con el apoyo y el reconocimiento de muchas personas que nos estáis ayudando a generar espacios que hagan posible encontrarnos y charlar, detectar dificultades, proponer acciones, medidas, sensibilizar… Avanzar. Entre esas personas,  están nuestras “miradas invitadas 2º aniversario”, con las que hemos diseñado tres mesas de veinte minutos cada una, abiertas a la participación de quien lo desee.

Son estas:

¿Qué dicen de nosotras los medios de comunicación? Contaremos con Isaías Lafuente, periodista de la Cadena Ser.

Las mujeres en los resquicios del poder. Con Oihane Agirregoitia, concejala de Igualdad del Ayuntamiento de Bilbao, y Carolina Pérez-Toledo, presidenta de la Asociación de Empresarias y Directivas de Bizkaia.

Juventud: ¿cantera de igualdad? María Silvestre, socióloga y profesora de la Universidad de Deusto.

¡Vente!

Sí aún no te has apuntado, puedes hacerlo aquí.

Día: jueves, 28 mayo.
Hora: 17:30.
Lugar: Paraninfo UPV. Bizkaia Aretoa. Bilbao.

Hashtag: #DoceMiradas
Usuario Twitter: @DoceMiradas

Sacaremos el dedito y contaremos 😉

Señalar con el dedo, ¿un gesto de mala educación?

mayo 19, 2015 en Doce Miradas

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Según demuestra un estudio de la Universidad Pompeu Fabra, el gesto de señalar es el primer movimiento comunicativo que los humanos somos capaces de entender y que comienza a la edad de nueve meses, mucho antes de hablar, cuando apenas balbuceamos. ¿Qué sentido tiene? Llamar la atención de quien nos rodea sobre un objeto, sobre un peligro o sobre algo que nos sorprende. Podemos decir que puede traducirse en un sencillo: «Mira esto, eso o aquello». Esta es la forma en que aprendemos los nombres de muchas cosas, señalándolas para que alguien nos diga cómo se llaman.

Desde pequeña me enseñaron que apuntar con el dedo es de mala educación. Un gesto natural e inocente, que forma parte de nuestro repertorio infantil, se transforma en una expresión antipática e incómoda. Y, a partir de entonces, nos quitan la costumbre a manotazos.

Hace un par de semanas, me sorprendió un artículo publicado en eldiario.es sobre una revista científica que aconsejaba a dos investigadoras trabajar con hombres para mejorar la calidad de su trabajo. La investigación, para más dato, trataba las “diferencias de género e indagaba en la razón por la que tan pocas biólogas doctoras consiguen puestos relevantes”. Una de las conclusiones apuntaba a que el techo de cristal se debe a un sesgo de género.

El revisor de la revista PLoS One no sólo cuestionó la existencia de sesgo de género en la investigación realizada, sino que se atrevió a señalar [con el dedo] una de las asombrosas razones por las que hubiera tan pocas biólogas doctoras: “Quizás el 99% de las mujeres deciden invertir más tiempo en el cuidado de sus hijos, en lugar de tratar de conseguir una posición en la cima de su campo de investigación».

Las dos investigadoras decidieron señalar [con el dedo] a la persona protagonista de tamaño disparate. ¿Cómo lo hicieron? Comenzaron a publicar en Twitter algunos de los comentarios del revisor, que pocas horas después era cesado en el desempeño de sus tareas. ¿Qué pretendían las investigadoras? Para empezar, llamar la atención de quienes les rodeaban sobre un comportamiento poco defendible. Claro está que, gracias a la teoría de los seis grados de separación impulsada por Internet y las redes sociales, podemos hacernos una idea del número de personas que les rodeaba y del impacto de la acción. Pero no sólo se trata de un acto de atención conjunta, sino también de poner nombre a lo ocurrido y hacerse preguntas, ésas que dan valor a algunas personas y que molestan a otras.

Señalar [con el dedo], ese gesto tan feo, se convierte en una poderosa herramienta para replantearse la realidad. Sin embargo, hacer uso del “dedo apuntador” incomoda tanto a la parte que señala como a la que es señalada, aunque no de la misma manera.

Podría ser que la misma norma social que impide el gesto simbólico impide también, en alguna medida, llevar a la práctica la visibilización pública de comportamientos que deben ser revisados y modificados. Quizás debamos explicar, a una edad adecuada, que señalar debe entenderse como un gesto de valentía que, pequeño o grande, ayuda a construir una sociedad más justa e igualitaria. Apuntar es sinónimo de capacidad crítica, algo que deberíamos trabajar desde edades tempranas con el conjunto de la comunidad educativa. ¿O es que también el espíritu crítico es incómodo?

Y, ¿qué hay de la parte señalada? La incomodidad de verse apuntado/a produce un movimiento que lleva a mejorar conductas e incluso implica tener que dar la cara y rectificar públicamente. Podrán decirme que rectificar bajo presión no tiene valor. Sin embargo, soy de las que opino que, en ocasiones, nos movemos por la inercia y necesitamos que alguien nos ponga la realidad delante de los ojos para aprender a nombrar y a preguntar. Lejos de la revancha, el acto de señalar tiene que ver con una actitud asertiva que lleva implícita la intención de escucha. Señalar es apuntar al conflicto y entenderlo como un proceso de cambio; por tanto, lejos de ser un signo de mala educación se trata de un ejercicio de responsabilidad.

Sigamos haciendo uso de este gesto comunicativo para llamar la atención, hasta los seis grados de separación, cada vez que encontremos sexismo en el lenguaje (no puedo evitar acordarme del “Cállate, bonita”, que se escuchó en el Parlamento andaluz dirigido a la portavoz de Podemos, Teresa Rodríguez), cada vez que el cine, la televisión o los medios de comunicación refuercen estereotipos, cada vez que se formen gobiernos en los que las mujeres no estemos representadas, cada vez que brillemos por ausencia en eventos, jornadas o convocatorias, cada vez que la publicidad utilice a la mujer como reclamo, cada vez que se justifique la esclavitud de la prostitución, cada vez que…

Señoras, señores, les invito a comprometerse con el cambio y practicar el gesto de señalar, ese primer movimiento comunicativo que las personas somos capaces de entender.

 

 

2º Aniversario / 2. urteurrena – Doce Miradas – Programa / Egitaraua

mayo 14, 2015 en Doce Miradas

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De comadrones y otros partos difíciles

mayo 12, 2015 en Miradas invitadas

IMG_20150511_153223Isaías Lafuente (@IsaiasLafuente). Nací en Palencia. Soy el pequeño de doce hijos, padre de hijo único, buen chaval, y compañero de una mujer extraordinaria. Siempre quise ser periodista y pude serlo en el mejor sitio, la Cadena SER. He trabajado además en la televisión y en la universidad, y he publicado libros y artículos. Escribo con la mano derecha pero miro a la izquierda. Y creo que no hemos venido al mundo para ser neutrales. Lo demás se cuenta en Wikipedia, creo.

Hace 300 años un grupo de notables decidió poner orden en nuestra lengua. Del yacimiento de palabras que acumularon para configurar una de las primeras ediciones del diccionario académico, la de 1780, sorprende encontrar el término comadrón. Explican que “es voz y oficio nuevamente introducido en España” y la acotación produce pasmo, porque era la voz masculina y no el oficio, ejercido por mujeres desde Atapuerca, lo realmente novedoso. Desconocemos el número de hombres que ejercían entonces el oficio en España, aunque sí sabemos el nombre de uno: Julio Clement, el partero que Felipe V trajo de Francia para que atendiera a la reina en el alumbramiento porque no se fiaba de las matronas españolas. Quizá fuera el monarca el que encargó a los académicos la fabricación del neologismo que llegaría años más tarde a nuestro vocabulario.

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En el diccionario ya estaban registradas las palabras partera y matrona, que podrían haber dado masculinos sin necesidad de usar fórceps. Pero escogieron masculinizar innecesariamente la palabra comadre, cuya marca de género está en el ADN del prefijo – el o la que ayuda a la madre – sin necesidad de más añadidos. Porque contra el pensar general, comadrón no masculiniza la palabra comadrona sino que ésta se recoge muchos años después, en 1925, a partir del masculino forzado.

Para entonces los académicos, no conformes con la palabra inventada, ya habían trabajado en especializar la definición de comadrón. Y así, desde 1884, el término no se refiere al hombre que ejerce el oficio de comadre sino al cirujano que ayuda a las mujeres en el parto. Y ese matiz diferenciador y discriminatorio se mantuvo en el diccionario durante más de un siglo: mientras ellas eran comadronas, es decir, parteras; ellos eran comadrones, es decir, cirujanos. Para borrar la frontera hubo que esperar al primer diccionario del siglo XXI.

Los ejemplos de sexismo en la lengua son innumerables, pero la historia de esta palabra ilustra elocuentemente la distinta velocidad con la que los académicos se han desenvuelto a la hora de nombrar la realidad en masculino o en femenino, el diferente criterio adoptado para definir algunas palabras en función de su género, casi siempre dotando de un matiz peyorativo al femenino, y el doble rasero empleado para forzar cambios en la ortografía. Si algunos hombres triunfan en el oficio del vestir y no se sienten cómodos con la palabra modista, fuércense las costuras de la ortografía y hágase la palabra modisto. Pero si una mujer llega por primera vez a la presidencia del gobierno de Alemania, impídase llamarla cancillera, a pesar de que la palabra está en el diccionario para denominar ¡una tubería de desagüe!

La lengua no tiene capacidad para modificar la realidad, pero sí que puede contribuir a oscurecerla. Una sociedad que ha dado pasos sustanciales en el último siglo en materia de igualdad y de inclusión debe contar con una lengua que sea capaz de nombrar esa realidad con justicia y con instituciones que no pongan barreras a los cambios enarbolando la ortografía, la gramática y el diccionario como si fueran las Tablas de la Ley. No se trata de nombrar la realidad en femenino, se trata de nombrar la realidad también en femenino.

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Lo realmente complicado es que en una sociedad secularmente dominada por hombres, las mujeres hayan llegado a los lugares que la ley les vetó a lo largo de la historia, que hoy haya mujeres que ocupan concejalías, escaños y presidencias, dirigen empresas y dictan sentencias en los tribunales… Y frente a ese esfuerzo colectivo, que encierra luchas que acabaron muy mal para muchas mujeres, adaptar la lengua para nombrarlas como corresponde – presidentas, concejalas, juezas, cancilleras – parece tan poca cosa que la resistencia a hacerlo y los diques de contención que la RAE impone mientras la sociedad avanza y habla, evidencian que el sexismo en nuestro país tiene raíces profundas. Víctor García de la Concha, que contribuyó a modernizar una institución vetusta como la RAE, se defendió de las voces que denunciaban el sexismo del diccionario afirmando que “la Academia no quiere ser ni feminista ni machista, sino estar en el feliz punto medio”. Cada cual puede situarse en el placentero punto medio que crea conveniente, pero si ese lugar señalado por García de la Concha se considera zona virtuosa sólo puede significar que no ha leído las definiciones académicas de cada uno de los ismos, porque repasadas es muy difícil encontrar felices equidistancias aunque uno no sea feminista.

2º Aniversario / 2. urteurrena – Doce Miradas – Save The Date

mayo 5, 2015 en Doce Miradas

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