Cuestión de espacio

marzo 24, 2015 en Doce Miradas

Dude, stop the spread!En esta vida acelerada en la que nos ha tocado movernos, pocos son los momentos que nos dejamos para la reflexión. Los míos suelen concentrarse durante mis viajes diarios en transporte público. Y hete aquí que en uno de ellos andaba dándole vueltas a la cabeza sobre qué compartir en Doce Miradas, cuando la inspiración se me sentó al lado. No fue precisamente una musa que me susurrará el contenido del post a la oreja. Más bien fue un pequeño gesto que hizo que la chispa saltara y que sacara a todo correr mi cuaderno para plasmarlo. Ese gesto fue algo frecuente que me suele pasar y me saca bastante de mis casillas: ir sentadita ocupando el mínimo espacio posible (si es posible, hasta con las piernas cruzadas, para ceder unos centímetros más) y que se te siente al lado el típico hombre que se desparrama bien a gusto, separando tanto las piernas que parece que lleve un auténtico tesoro ahí. En ese momento, te imaginas saliendo de tu ser para ver la escena desde fuera y contemplarte arrinconada (ojito, que la cosa parece que es más habitual de lo que creía y tiene hasta nombre: manspreading).

Quiero usar este chascarrillo de filias y fobias (más bien fobias a secas) como ejemplo ilustrativo. Y es que para que las mujeres entremos en determinadas esferas donde no estamos (ni se nos espera), alguien tiene que salir. Es decir, dejar de ocupar un espacio. Ojalá esa cesión de espacio fuera algo natural, pero me temo que nuestros genes egoístas nos empujan a mantener nuestros privilegios por encima de todas las cosas, así que esto nos lleva a las impopulares cuotas.

Yo siempre he sido de las que decían que para un puesto (bien sea en lo laboral, gubernamental o de poder a secas), tendrían que entrar las personas que estén más preparadas. Y punto. Oye, un razonamiento simple donde los haya. Pero de tan simple que es, peca de simplista. Os explicaré el por qué.

Primera cuestión: todas las personas partimos de la misma base. Mentira. Siempre suelo decir que el problema de la desigualdad es poliédrico. Ojalá fuera único y así pudiéramos atacarlo de raíz, pero es que tiene tantas aristas a las que mirar, que solemos quedarnos con una y el resto sigue dando coletazos. Poniendo como ejemplo la baja presencia de las mujeres en el mundo tecnológico (que es lo mío), las razones son muy variadas: falta de referentes en la esfera pública, los imaginarios que transmiten los juguetes, los medios de comunicación, las películas y series, la presión de las familias, … Y así hasta un largo etcétera. Por tanto, cuando llegamos a la consecuencia final de que hay pocas mujeres trabajando y resaltando en el mundo tecnológico, no podemos quedarnos con el pensamiento simplista de que han entrado los y las mejores y/o más preparadas. Sería aislar la fotografía de ese momento sin analizar cómo hemos llegado hasta ella y cómo muchas mujeres han dejado sus vocaciones tecnológicas por el camino.

Segunda cuestión: los espacios se construyen de una manera endogámica. Los seres humanos somos así, nos rodeamos de nuestros iguales. Y esto tiene un efecto: las corbatas llaman a las corbatas. Si vas a organizar un congreso, convocas a los ponentes con los que te relacionas o te resuenan en la cabeza. Esos con los que has hecho networking en algún momento durante otro congreso. Lo mismo si estás pensando en personas para ocupar un puesto. Así que si partimos de espacios sin mujeres, es difícil que terminen entrando. Leía en un artículo lo siguiente: “¿Cómo se explica que no haya más mujeres? Una colaboradora mía me lo definió así: ‘El techo de cristal muchas veces responde al pandilleo varonil’. Nos cuesta entrar en ese sistema informal que pone trabas difíciles de definir”.

Tercera cuestión: el propio razonamiento contra las cuotas es perverso. Siempre guardo este tuit de @_bitterswt como oro en paño para recordarme lo siguiente:

Y esto me lleva a la cuarta cuestión: nadie se echa las manos a la cabeza porque haya un hombre no válido ocupando un cargo de poder (y algo me dice que los hay… no me preguntéis por qué ;-)). Sin embargo, a las mujeres se nos exige la perfección. De llegar, lo tenemos que hacer sin fallos y saltando 25 vallas más en esta carrera de obstáculos. No está permitida la mediocridad en nosotras.

Como siempre dice otra de nuestras miradas, María Puente, las cuotas son como la respiración artificial. Lo ideal es que el paciente logre respirar por su cuenta y poder retirarla. No te hace gracia recurrir a la respiración asistida, pero cuando hace falta, hace falta.

Así que mujeres del mundo, os animo a ocupar el sitio que os corresponde en los transportes públicos… y en el resto de esferas.

Creación y Pro-creación

marzo 17, 2015 en Miradas invitadas

Borja Adsuara Doce Miradas

Borja Adsuara Varela. Profesor, Abogado y Consejero de Estrategia Digital. Miembro del Jurado de la Publicidad y ADEI. Ha sido Director General para el Desarrollo de la Sociedad de la Información, Director del Observatorio de Telecomunicaciones y Sociedad de la Información y Director General de Red.es. Conferenciante, colaborador en elconfidencial. Bloguero (menos tecnología y más pedagogía) y empedernido tuitero (@adsuara).

Con esta colaboración, en la semana del “Día del Padre”, pretendo realizar una mirada desde la perspectiva de género, o con las gafas lilas, al Derecho de Autor, y hacer una comparación entre éste y los derechos de los padres y las madres.

La “maternidad” de la obra.Creativity Alex Norris Borja Adsuara Doce Miradas

Uno de los derechos más importantes, si no el que más, del Derecho de Autor, es el derecho “moral”, irrenunciable e inalienable, a “exigir el reconocimiento de su condición de autor de la obra” (art. 14.3º LPI).

Este “derecho a la autoría” se ha comparado tradicionalmente con un derecho a la “paternidad” de la obra; quizá porque la paternidad es la que puede ponerse en cuestión y/o la que debe reconocerse, mientras que “mater semper certa est”.

Y quizá, también, porque el símil al que se recurre tradicionalmente en el tema de las creaciones intelectuales es el de un Dios Creador (Padre) y su creación; pues la creatividad es lo que nos distingue de los animales y nos asemeja a Dios.

Sin embargo, es un término (el de la paternidad de la obra) y un símil que no me parecen correctos, ni justos; pues mucho más correcto y “justo” (en el sentido de “justicia” y “ajustado a la realidad”) me parece hablar de la maternidad de la obra.

En efecto, las obras se conciben, se gestan durante un periodo y se dan a la luz, con esfuerzo, como una madre con su hijo. No en vano, a las obras se les llama “partos de la inteligencia” y “editar”, originariamente, significaba en latín: “parir”.

¿Son los hijos “obras en colaboración” u “obras colectivas”?

Por otro lado, para analizar los derechos de los padres y madres sobre los hijos, podemos darle la vuelta a esta comparación entre la creación y la pro-creación, y estudiar los derechos de los distintos autores sobre una obra común.

En este sentido la LPI habla (art. 7) de la “obra en colaboración”, como  “resultado unitario de la colaboración de varios autores” y dice que los derechos de éstos sobre aquella, salvo pacto, son los mismo que los de una comunidad de bienes.

Por otra parte, dice (art. 8) que la “obra colectiva” es “la creada por la iniciativa y bajo la coordinación de una persona… que la edita y divulga bajo su nombre y está constituida por la reunión de aportaciones de diferentes autores”.

Y que esa “contribución personal se funde en una creación única y autónoma, para la cual ha sido concebida, sin que sea posible atribuir separadamente a cualquiera de ellos un derecho sobre el conjunto de la obra realizada”.

Y añade a continuación que “salvo pacto en contrario, los derechos sobre la obra colectiva corresponderán a la persona que la edite y divulgue bajo su nombre”. Luego no se dan los mismos derechos que en la obra en colaboración.

La madre tiene “mejor derecho” que el padre.

Aplicando el símil a la procreación, ¿son los hijos unas obras en colaboración o unas obras colectivas, en las que, aparte de los autores que hacen su aportación inicial, hay una persona que asume el trabajo y riesgo de la gestación y el parto?

Creo que es de justicia reconocer que la madre tiene mejor derecho que el padre, puesto que es doble: como co-autora y como editora. Lo cual no quiere decir que el padre no tenga también un derecho, como co-autor, que debe garantizarse.

Ahora bien, no parece que la “iniciativa” (concepción) y “divulgación” (crianza) de esas “obras colectivas” (hijos) se haga -exclusivamente- bajo la responsabilidad y nombre de la madre, sino que parece que es (o debería ser) algo compartido.

Y tampoco parece que los derechos (y deberes) sobre esas “obras colectivas” (los hijos) correspondan -exclusivamente- a la madre, por mucho que los haya editado o parido; sino que corresponden -por igual- a los padres y a las madres.

Y esa compartición en igualdad -de los derechos y deberes de madres y padres sobre los hijos- debe darse desde el mismo momento del nacimiento y durante toda la vida de estos, tanto si los progenitores viven juntos, como si se separan.

Los hijos como “Creative Commons”.

Creative Commons Borja Adsuara Doce MiradasAunque se trata de una “licencia” pedagógica, digamos que los hijos son como unos “Bienes Comunes” resultado de la creación o, en este caso, la procreación; y los derechos y deberes sobre ellos no son exclusivos de uno, sino compartidos.

Y hay que intentar mantener dicha situación, tanto durante la con-vivencia de los progenitores, como en el caso de la ruptura de dicha con-vivencia. Para lo cual, se deberían aplicar tres reglas como punto de partida (salvo pacto en contrario):

  1. Custodia Compartida: Esto es, compartir los cuidados que necesitan los hijos. Que no quiere decir ni que sea al 50% ni que haya un único modo de hacerlo. Quiere decir que ambos progenitores tienen el derecho y el deber de hacerlo.
  2. Cuentas Claras: Compartir en una cuenta conjunta y transparente los gastos de los hijos, realizando -ambos progenitores- sus aportaciones en proporción a sus ingresos. Compartir no quiere decir, tampoco aquí, que sea “al 50%”.
  3. Cada uno en su Casa: Liquidar la Casa Común, porque la vivienda es lo único que no se puede compartir. Y no es verdad que los hijos necesiten una casa; necesitan dos, para poder estar -en igualdad- con su madre y con su padre.

Conclusión.

Como dice el manifiesto de Doce Miradas: construyamos un espacio común para hombres y mujeres, que sea más justo y equilibrado, desprogramando los roles de género, socialmente construidos, en todos los ámbitos: profesional y familiar.

Y después del 8 de Marzo, ¿qué?

marzo 10, 2015 en Doce Miradas

El calendario de Doce Miradas ha querido que me toque publicar esta semana, cuando todavía estamos con la resaca del Día Internacional de la Mujer. Es un día que me genera sensaciones encontradas. Un día que me deja completamente saturada del aluvión de noticias, informes y promesas que, en torno a nosotras, nos llegan. Y cuando coincide el día en plena campaña electoral, que es casi siempre, creo que nos convertimos en el arma arrojadiza para muchos. Y no me gusta.

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Para empezar, me sorprende y me molesta profundamente que todavía hoy en día algunos medios de comunicación (un querido compañero ya se llevó la primera reprimenda), sindicatos, empresas y un largo etcétera lo denominen el Día de la Mujer Trabajadora. ¡Que no! Les digo cuando lo escucho, hablando yo sola, por supuesto. ¡Que no es el día de la mujer trabajadora! Parece mentira que cuando lo vean escrito o lo pronuncien no les salten unas cuantas alarmas: la de la redundancia, en primer lugar. ¿Mujer trabajadora? El sustantivo mujer ya trae implícito el significado de trabajadora, no necesita adjetivo. La del error, porque hace ya muchos años que no se denomina así, simple y llanamente, y la de la falta de rigor, por supuesto. No es el Día Internacional de la Mujer Trabajadora. Pero sí es un día que, para mí, refleja algunas contradicciones.

Y la primera la encontré en el cartel de la campaña de Emakunde que nos llegó a nuestro centro de trabajo, como cada año, para conmemorar el Día Internacional de las Mujeres, que así lo denomina Emakunde. Lo colgamos en el centro de la oficina, para tener bien presente su lema y, después de verlo dos veces, me pareció que estaba incompleto. El lema de la campaña, como ya habrán visto, es el siguiente: “La sociedad va avanzando en igualdad, evitemos los pasos hacia atrás. Hagamos del derecho a la igualdad una realidad”. Y hasta aquí todo bien. Efectivamente se percibe que estamos retrocediendo en materia de igualdad real. Hace mucho tiempo ya pensaba que vamos de mal en peor y la campaña de Emakunde, que es un observatorio siempre muy relevante, ha venido a confirmar mi tesis. Pero la imagen de la campaña nos presenta a una chica joven que de cintura para arriba avanza hacia delante, pero de cintura para abajo camina hacia atrás.

Cartel EmakundeY en ese momento pensé: pero, ¿los pasos hacia atrás solo los damos nosotras?  ¿Evitar los pasos hacia atrás es algo exclusivo de las mujeres? ¿No falta aquí, de nuevo, como tantas veces hemos faltado nosotras, el 50 % de la sociedad, es decir, los hombres? ¿No puede y debe ser un aviso para todos esta campaña? De hecho, se menciona a la sociedad, compuesta por hombres y mujeres, como bien sabemos todos, y me cuesta comprender que solo nosotras tengamos que evitar los pasos hacia atrás. ¿Una mirada retorcida? No lo creo. Bastante compartida, por lo que he podido comprobar. ¿No he comprendido bien el lema de la campaña? Puede ser. Aún así me permito ofrecer una nueva imagen para completar el cartel y evitar de verdad los pasos hacia atrás.

CHICO ANDANDO AL REVÉS con frase

Me falta combinar ambas fotos para que caminen juntos. Porque así deberíamos estar mujeres y hombres, unidos por el aviso. Mujeres y hombres unidos por el riesgo de retroceder, caminando en la misma y única dirección, la del derecho a la igualdad real. Perdón por la osadía, pero me gusta más así. Aunque en el fondo estamos de acuerdo, muy de acuerdo. Como alerta Emakunde, la crisis, la percepción sobre el control de la pareja o la banalización de la violencia machista son indicadores peligrosos que revelan pasos hacia atrás en materia de igualdad real. Pero pasará el 8 de Marzo y ¿qué nos encontraremos? La triste realidad.

Mujer abrumada

¿O nos hemos olvidado ya de la brecha salarial? Aquella que por el mes de febrero, en el Día por la Igualdad Salarial, conocimos a través de un informe de UGT. La brecha salarial que entre hombres ymujeres se había situado en el 24 por ciento, llegando a ser la más alta de los últimos cinco años. La brecha que significa que para cobrar una pensión de la misma cantidad una mujer necesita trabajar once años y medio más que un hombre en un trabajo de igual valor. Y no hemos salido a la calle. Estos datos se han actualizado ahora con el último informe de la OIT que marca la brecha salarial o brecha de género en un 17 por ciento, pero añade otro dato: que si no existiera discriminación por género, las mujeres deberían ganar hoy en España un 2 por ciento más que los hombres. Lo explica claramente @PepaBuenoHxH. Por ser mujeres. Y apenas he oído hablar de esto. Y sobre el miedo a instalarnos en la precariedad, en la doble precariedad, también nos alertaba @saradelarica. La economista y catedrática de la UPV explicaba que, además de los empleos temporales, los empleos a tiempo parcial estaban aumentando para las mujeres, lo que podía instalarnos en esa doble precariedad. Y constataba que la gran mayoría de las mujeres no quiere trabajar a tiempo parcial.

La triste realidad se me presenta igualmente a través de un informe que llegaba a mis manos y que pretende ser modelo y guía para la implantación del trabajo flexible. Al analizar los grandes cambios sociales acontecidos en los últimos años decía: “la incorporación de la mujer al mercado laboral genera un nuevo problema, como es la dificultad de conciliar la vida personal,familiar y profesional de laspersonas; fundamentalmente de las mujeres. Ya que tradicionalmente el cuidado de nuestros menores y mayores ha descansado sobre la mujer”. Tal cual.

Y, para terminar, que sepan ustedes que la mujer es la compañera del hombre. Lo dijo Mahatma Ghandi y la tienen como frase de portada en la web de Naciones Unidas. También con motivo del dichoso día. De ahí mis sensaciones encontradas. Ya no me quedan palabras. Por todo esto y mucho más que cada semana traemos a este blog, a mí me preocupa lo que nos espera después del 8 de Marzo. Porque no veo a quienes tienen la responsabilidad para provocar los cambios definitivos tomando medidas urgentes. Son profesionales del diagnóstico, pero veo que no avanzan en las soluciones. Esto nos espera después del 8 de Marzo. La triste realidad.

¿Literatura de mujeres?

marzo 3, 2015 en Miradas invitadas

elena_sierra (2)Soy Elena Sierra, licenciada en Ciencias de la Información y colaboradora de los periódicos El Correo y Bilbao. Como leo rápido, me especialicé en Cultura-Libros. De vez en cuando escribo algún guion, organizo alguna jornada o escribo alguna nota de prensa (la mayor parte de esto lo hago en colaboración con la empresa Biografías Personales), pero fundamentalmente leo, pregunto y escucho. Intento que las preguntas sean siempre más cortas que las respuestas porque creo que es un buen camino hacia el conocimiento; también creo que si se dejara escribir y hablar más a las mujeres en los medios, todo sería mejor.

Me he equivocado de libro, pensé, sentada en la estación de autobuses.
Punto uno: voy a una ciudad en fiestas y a ver a mis sobris, y este es un libro de muerte y duelo. Pero en circunstancias normales, eso no tendría importancia y hasta me haría gracia, por resumir tan bien lo que somos.
Punto dos, y éste sí: es un libro sobre la muerte de un hijo, la ruptura de una pareja y el dolor, y está escrito por un hombre.
Y allí, sentadita en la estación, casi en off, me activé y me puse a pensar en otras cosas que, como todo está conectado, acabaron siendo la misma cosa.

El día anterior habíamos estado hablando de amor y de hablar del amor; para ser más exacta, había que presentar un libro sobre el amor, o sobre las relaciones -no, no es lo mismo, aunque te digan que sí-, y para hacerlo nos habían invitado a tres mujeres. Con la autora éramos cuatro. Habíamos reflexionado sobre eso, sobre el hecho de que para presentar a una mujer y su libro sobre las relaciones nos hubieran invitado a tres mujeres más… Ya se sabe, son nuestras cositas. Aunque hay que decir que el libro se salía un poco de ‘la norma’. Tanto, que alguien dijo que algunos cuentos de la autora en cuestión eran para hombres o masculinos, y yo tiemblo, pero es otro tema.

sciencie fiction from women for women

Allí estaba yo, con el libro de un autor que me gusta mucho, cuyas frases releo nada más leerlas, dándole vueltas a la etiqueta. La de literatura de mujeres. Para mujeres. Este libro tenía, en teoría, todas las papeletas para ser catalogado como tal. Ay, madre, sentimientos, emociones, lágrimas, relaciones en peligro, la figura del hijo. ¡El hijo! (Este también es otro tema, me estoy liando)
Excepto una papeleta, la más grande, el as, la vacuna: su autor es un hombre y parece que inmediatamente está salvado de caer en ese montón. El de la prevención, el de si ers hombre, no te gustará; el de si de verdad te gusta leer, esto no es para ti. Esto es solo literatura para mujeres.
Miré la faja -sí, la faja- y leí: «Una de las apuestas más personales y valiosas de nuestra prosa actual», «Excelente escritor», «El mejor exponente de su generación», «Uno de los escritores decisivos de la nueva narrativa española». Me pregunté si eso se escribiría si quien hubiera escrito esta historia de pérdida hubiera sido una mujer.
Me respondí que no. Tristemente, no.
No habría salido del montón de la prevención. Probablemente habría sido publicado por otro tipo de editorial, con otro tipo de portada, y otro tipo de reclamos. Algunos pensarían que no iba con ellos, como algunas pensarán que este libro del que hablo no sería de su gusto. La etiqueta funciona. Divide (en dos), desprecia y reduce (a una, mientras tiene el poder de ensalzar al otro sin tener que mencionarlo siquiera), te convence de algo que no es real. He leído varios best-sellers que entrarían, por lo que creo deducir tras décadas de lecturas, en la categoría de libros para mujeres, pero que se venden como libros sin más y en estanterías de géneros sin más (espías, historia); es decir, si llegan a ser despreciados es porque son un rollo o están mal escritos y no porque, de entrada, son para mujeres y están escritos por mujeres.

Leo. A veces cuando me preguntan qué hago, respondo que leo. Me parece más definitorio de mí que mi trabajo: leo y aprendo, leo y me planteo, leo y pienso, leo y muto, y cuanto más leo, más quiero. Por supuesto me fijo en los nombres que hacen posible la existencia de las novelas y los ensayos y los poemas que leo, pero no son la razón en la que baso mis elecciones. Si es un hombre o una mujer, no me importa (a no ser que ya haya leído algo suyo anteriormente, a no ser que haya leído algo sobre su historia que me parezca maravilloso). Me niego a asumir esa separación que parte de una concepción sexista de todo, y del desprecio sistemático de una parte o lo que se asocia eternamente a ella, porque todo está conectado.
Y sin embargo, confieso: me descubro cada vez más buscando nombres de mujeres en las portadas de los libros que elijo, porque estoy hasta el moño de que me digan que no pasa nada, que es algo natural que sus obras no estén en las listas, ni sus culos en las academias, ni sus firmas en los suplementos culturales, ni en sus cuentas corrientes los importes de los premios porque no dan la talla. Ya, ya.