Feliz 2015 Zoriontsua

diciembre 22, 2014 en Doce Miradas

Feliz 2015 Zoriontsua

Las mujeres son el motor del mundo

diciembre 16, 2014 en Miradas invitadas

alberto martinez cuarteroAlberto Martínez Cuartero. Soy emprendedor de proyectos para el desarrollo y comunicador social. Postgrado Iberoamericano de Responsabilidad Social Empresarial y Cooperación Internacional al Desarrollo. En 2009, llevé a cabo un proyecto económico fin de carrera, en Ruanda. Allí pude comprobar de primera mano la necesidad de impulsar el empoderamiento de la mujer, porque ésta es el motor de la familia y estoy convencido de que en el siglo XXI será el motor que mueva el mundo @albertoab http://albertomartinezcuartero.com/

Lejos del léxico de catalogar un primer y tercer mundo siempre he defendido que en nuestro planeta existe un único mundo. Este artículo habla de cooperación y “tercer mundo”, pero principalmente va dirigido a ti, que tienes la posibilidad de tener conexión a internet, cinco minutos de tiempo libre que perder leyendo este texto y la oportunidad de cambiar el mundo.

Sé lo que cuesta llegar hasta un puesto de trabajo, sacar adelante a la familia, la casa y hacer realidad los sueños. Mi bisabuela, mi abuela y mi madre eran y son mujeres valientes y luchadoras; por eso lo sé. Me gustaría que hicieras tuyo este artículo y te identificaras con los sueños y realidades de grandes mujeres del llamado “tercer mundo”. Y ponerlas de ejemplo para, a través de ellas, animar a otras mujeres a perseguir sus propios sueños.

En la actualidad, las mujeres sólo gestionan el 0,5% de los recursos de la tierra, y representan el 70% de los 1.300 millones de personas que viven por debajo del umbral de la pobreza. Según informes de FAO, se estima que su contribución a la economía en trabajos no remunerados supone entre un 25% y un 30% del Producto Bruto Mundial.El desarrollo sostenible tiene rostro de mujer.2

Aproximadamente en ¾ partes del mundo se tiene la creencia de que un hijo trae prosperidad y seguridad, que puede trabajar en el campo y probar suerte como comerciante, maestro, tendero o carpintero. Mientras tanto una hija no gana nada. Únicamente se ocupa de los hijos, la cocina, cuida a los animales, carga cada día vasijas con agua, las transporta varios kilómetros y realiza incontables trabajos en el hogar. Pero su trabajo no vale nada, no sólo está desvalorizada, además se considera que es una carga, a veces incluso una catástrofe para la economía familiar.

El desarrollo sostenible tiene rostro de mujer3

El auge económico de los años 80 y 90 unido a los errores de la cooperación al desarrollo, han llevado a organizaciones sin ánimo de lucro a cometer el error de formular proyectos para el desarrollo, sin conocer las verdaderas necesidades de sus beneficiarios. Hace no muchos años, una ONG insistió en la necesidad de la construcción de un pozo en el centro de una aldea africana, para que alrededor de 120 mujeres se beneficiaran de no tener que caminar ocho kilómetros diarios en busca de agua.

No contaron con la opinión de estas mujeres y en lugar de beneficiadas, fueron las grandes perjudicadas, ya que ese trayecto diario que realizaban era el único momento de ocio para compartir y conversar con otras mujeres alejadas de sus responsabilidad en la casa, en su trabajo, con sus hijos, maridos o familiares a su cargo.

Gracias a este ejemplo y otros muchos que hemos vivido personas que trabajamos en proyectos de cooperación «consideramos que trabajar con y por la mujer es una necesidad urgente e ineludible. No sólo porque es la principal perjudicada por la situación de desigualdad mundial, sino porque hemos aprendido que las iniciativas a favor del empoderamiento de la mujer, suponen una mejora directa de los indicadores de bienestar social en sus familias y comunidades”.

Mi trabajo Diario

¿Por qué las organizaciones conceden la mayoría de sus microcréditos a mujeres?

Estudios cuantitativos y cualitativos nos muestran como únicamente el 3% de los microcréditos concedidos a mujeres se encuentran en situación de mora, mientras que un 38% de los microcréditos concedidos a hombres nunca son devueltos. Un hombre puede abandonar su hogar familiar, dejar a sus hijos y dejar a su mujer por otra.

Sé que muchos me diréis que las mujeres también pueden hacer esto, pero son raras las ocasiones en las ellas abandonan a sus hijos o sus responsabilidades profesionales o familiares.

Llevo mucho tiempo sosteniendo que la mujer es el motor del mundo y con más motivo lo es en los países africanos y de América Latina. Las mujeres del mundo están en el centro de todo: de la casa, el barrio, la aldea, la familia. La mayoría de las veces, cuando una mujer aporta dinero, los beneficiarios inmediatos son sus hijos. Una madre se interesa en comprar mejor comida o utensilios de cocina, por arreglar el tejado de su casa y por mejorar camas y toallas. Presta más atención al vestuario de sus hijos y a sus necesidades educativas.

En comparación con el hombre pobre, la mujer pobre es más luchadora. Estoy cansado de andar por África y Centroamérica y encontrarme a hombres sentados fuera de casa o en un bar y mujeres vendiendo frutas, verduras, cualquier tipo de producto a la vez que cargan de sus tres o cuatro hijos. El padre se marcha de casa temprano por la mañana y regresa al atardecer. No tiene que ocuparse de los hijos. Pero la madre tiene que arreglárselas todo el tiempo. Además, hay que destacar el derecho de muchos hombres de sentirse con la obligación de llegar a casa para dormir o ver el televisor y no hacer nada más.El desarrollo sostenible tiene rostro de mujer

Según Muhammad Yunus, conocido como «el banquero de los pobres»: “Los hombres son como los pavos reales; si les das dinero, su prioridad será comprarse un reloj, una buena camisa, una radio”. “Si quieres desarrollo en términos de calidad de vida: educación, vivienda, alimentación y compromiso piensa como una mujer y acertarás».

Por todos estos motivos, pienso sin lugar a dudas, que con la crisis cada vez más profunda que vivimos, si no hubiesen existido las mujeres con su valentía y su creatividad, en todos los países del mundo hubiesen explotado mayores conflictos que los que vivimos ahora. Estoy convencido de que pese a todos los problemas que sufren los países empobrecidos, éstos van a va a despegar gracias a las mujeres. Estoy convencido de que pese a los recortes en educación, sanidad y derechos sociales que se están sufriendo en Europa y EE.UU, las mujeres van a empujar a las organizaciones sociales, movimientos y organismos para cambiar la situación y poner a las personas en el centro de cualquier política. Estoy convencido de que la mujer es y será el verdadero motor del mundo que haga de este siglo XXI un mundo más justo.

Lo rosa es político

diciembre 9, 2014 en Doce Miradas

Os lo confieso: son mi debilidad

Me refiero a los escándalos erótico-políticos. Me fascinan; me divierten e intrigan a partes iguales. No creo que sean simples entretenimientos frívolos, sino que bajo esa epidermis bullen casi todas las grandezas y las miserias (bueno, más bien las miserias) de nuestro primer mundo occidental. Por eso me tiene tan atrapada la teleserie The Good Wife. Pero de la ficción ya hablaremos en otro momento. Ahora vamos con la (teler)realidad.

En su momento seguí con interés el affaire Hollande; ya sabéis: el señor Presidente de la República francesa convivía con una primera dama oficial, Valérie Trierweiler, y en tal situación estable transcurría plácidamente la la legislatura, hasta que en enero de 2014, la revista Closer, una publicación nada prestigiosa, lo que en Francia llaman un magacín people, de famosetes, publicó unas fotografías que demostraban que el señor presidente tenía un lío amoroso clandestino con una actriz, Julie Gayet, dieciocho años más joven que él.

No era un asunto del todo nuevo: en 2013 habían circulado rumores que nadie había podido confirmar y François Hollande, al menos en privado, había declarado que no eran sino infundios.

Con el tiempo, en cambio, se comprobó que las murmuraciones apuntaban a la verdad. La señora Trierweiler tuvo que pasar por el mamerci pour ce momentl trago de ver a su consorte en la portada de un equivalente al Pronto, se llevó, como es lógico, un disgusto monumental, se recluyó (hay quien dice que la recluyeron) en una clínica, luego hizo un viaje y, meses más tarde, publicó un libro, Merci pour ce moment (Gracias por este momento), sobre los años pasados junto a Hollande.

El libro fue recibido o, mejor dicho, repelido con litros de misoginia por todas partes. La reacción mediática fue brutal. La prensa lo calificó de peste-seller y el gremio de las librerías francesas lo acogió mal. Hubo incluso quien se negó a venderlo y colocó en su establecimiento un cartel que decía: “Somos librerías, no vertederos”.

¿Qué hizo Trierweiler para merecer eso? Pues nada más y nada menos que romper con una tradición de siglos de silencio cómplice.

 

No era la primera vez que algo así sucedía

En los años 80 presidía Francia François Mitterrand, quien durante lustros llevó una doble vida, con una doble familia y una hija secreta, que no fue conocida por el gran público hasta que tuvo ¡veinte años!

No puedo evitar acordarme también de Dominique Strauss-Khan, porque, salvando la distancia nada desdeñable que separa el delito de lo que no lo es, los paralelismos son evidentes. Strauss-Khan también se barajaba como candidato a la presidencia de Francia por el mismo partido de Mitterrand y Hollande y tenía un currículo oculto de llamémoslas faltas de respeto contra las mujeres que fue debida y convenientemente silenciado cuando hubo que hacerlo, pues hasta que no estalló el megaescándalo, todo era rumor, sospecha y presunta maledicencia.

Seis meses después de que Closer destapara el caso Hollande, en junio de 2014, finalizó el reinado de Juan Carlos de Borbón en España. En una tertulia nocturna televisiva, el moderador preguntaba sobre los extremos más privados del recién acabado reinado y un prestigioso periodista vasco respondía, con una pizca de desdén, que no le interesaban los presuntos asuntos extraconyugales del monarca; que no iba a referirse a los affaires amorosos privados. Y pasaba a hablar de otra cosa.

 

Pues yo no estoy de acuerdo

No, no estoy de acuerdo con este prestigioso periodista, porque, para empezar, esos asuntos no son privados. Quizá lo serían si se tratara de otra persona, pero no es lo mismo en el caso de un rey ni de un presidente de la república.

Para empezar, los guardaespaldas que acompañaban al señor Hollande a sus citas clandestinas con la señora Gayet no eran privados, no los pagaba él de su bolsillo; eran agentes del servicio secreto francés. Su pareja oficial vivía con él en el Elíseo, es decir, en la residencia oficial, a cargo del erario público. Luego las parejas del presidente no son un asunto privado.

Además, esas cuestiones amorosas presuntamente despreciables, sí importan, para mí cuentan, a mí me dicen algo. El comportamiento de Hollande me dice algo sobre su forma de relacionarse con las mujeres. Me dice que es capaz de manterner a una mujer oficial a su lado y tener a una amante, dar por buena la situación y hacer que todo un servicio secreto del estado colabore con su engaño. Es una opción vital más del siglo XVI que del XXI. La única diferencia es que Hollande en público habla de la dignidad de las mujeres, de derechos fundamentales, liberté y égalité.

 

Mulierem ornat silentium

“El silencio adorna a la mujer”, decía un proverbio romano. “Cuánto importa que las mujeres no hablen mucho”, decía Fray Luis de León en La perfecta casada, como nos recuerda Pilar García Mouton en su magnífico libro Así hablan las mujeres.

Ese mismo silencio histórico que se da la mano con la invisibilidad, el mismo que Bernarda Alba impone a sus hijas al final de la obra; ese silencio de losa, que a veces se llama discreción, saber estar o buen gusto, es el que se quiso imponer a Trierweiler. Criticar que haya publicado un libro es lo mismo que obligarla al silencio. Y obligarla al silencio es impedir que se conozcan las historias de las mujeres, los relatos de las esposas, las amantes, las hijas, las madres o las concubinas; es hacer que el discurso sea uno y único, que solo se oiga el de los hombres.

Y, para acabar, puede que suceda también, al mismo tiempo, algo bastante peor: que emerja también aquí la solidaridad masculina entendida en el peor de los sentidos, en el sentido de “nos callamos y nos protegemos las espaldas unos a otros”, con la excusa de que “de esto no se habla, no cuenta, son chismes de mujeres, no tiene importancia, es una banalidad, es privado, no existe”.

Ese mandato de silencio a las mujeres esconde un miedo a la complicidad, a la solidaridad femenina, quiere romper nuestros vínculos, es un “acalla, divide y vencerás”.

 

Pero ya no estamos en los 80

No, no estamos en la década de 1980. En 2014 quizás ya no pueda suceder lo que sucedió con Mitterrand. Así y todo, el libro de Trierweiller tuvo que imprimirse con todo sigilo en Alemania y, a pesar del feroz rechazo de la élite político-intelectual, las cifras de ventas fueron y siguen siendo desorbitadas, se ha traducido a once idiomas y por las redes sociales circulan extractos con los pasajes más llamativos.

Trierweiler encarna otra forma de actuar. Frente al periodismo cortesano de París que lleva décadas tratando a los presidentes como a monarcas o líderes religiosos, Trierweiler reina en otros mundos: tiene aura, cierto carisma, un enorme tirón mediático. No hay más que ver la acogida del libro, las incontables portadas que ha protagonizado y la bestial popularidad de su cuenta de Twitter (@valtrier), hasta el punto de que sus enemigos la han rebautizado como Valérie Tweetweiler y la califican de tuistérica. Bonito hallazgo expresivo ese de tuistérica, ¿no creéis? A la altura de feminazi o casi.

Es evidente, pues, que algo ha cambiado. Pero no es suficiente. Hollande sigue ocupando portadas de revistas de colorines y me pregunto hasta qué punto este escándalo le pasará factura electoral. Recuerdo a su otra expareja, Ségolène Royal, que también era muy querida, muy popular, pero fracasó en las urnas frente a Nicolas Sarkozy.

No es, por tanto, suficiente. Hace falta algún otro pasito. Reflexionemos, pues, y avancemos. Y, por supuesto, sigamos hablando. De todo lo que nos dé la gana. De todo todo.

Lupa morada para la paz

diciembre 2, 2014 en Miradas invitadas

IzaskunMoyuaIzaskun Moyua. Oñati (1958). Estudié Psicología y Ciencias de la Información. Desde 1999 soy Secretaria General de Emakunde hasta 2005, año en que me nombran Directora. Las políticas de igualdad, el feminismo y las mujeres entran de lleno en mi vida. Desde entonces nada será igual. Desde el año 2009 estoy laboralmente unida a los servicios sociales, primero desde la Diputación Foral de Álava y luego en el Instituto Foral de bienestar social, donde me encuentro en la actualidad. Soy socia fundadora del CIINPI, Centro Internacional de Innovación en Políticas de Igualdad, desde donde queremos ser ventana a los nuevos tiempos.

Busco una reflexión conjunta sobre la paz, aquí en lo más cerca a veces de mi entorno o un poco más allá, en el escenario de mi país, o puesta a pensar me dirijo a lo recóndito, lugares extraños donde también se asesina, se viola o se pisotean una y otra vez los derechos de las personas. Busco un encuentro con la historia, con la memoria resucitada en voces de mujeres y sus movimientos bailando al ritmo de argumentos, modelos de acción política al encuentro de la vida, al destierro de la muerte y la violencia.

Recupero a María Zambrano cuando dice que “la paz es mucho más que una toma de postura: es una auténtica revolución, un modo de vivir, un modo de habitar el planeta, un modo de ser persona”. De su mano me traslado al feminismo cuando como teoría y práctica política ha alumbrado, entre otras cosas, la explicación de la experiencia humana, de los procesos de relación entre las personas, de las relaciones jerárquicas de poder, de las estructuras que permiten la discriminación de las mujeres. Y esa visión que revoluciona lo que existe para promover el cambio que integre, que transforme una sociedad de dominantes y sumisas a un lugar de encuentro respetuoso con lo diferente y garante de los derechos de todas las personas.

 

Son muchas las maneras en las que las mujeres han intervenido en la búsqueda de la paz, no sólo como final de la violencia de las armas, sino como construcción de nuevas sociedades donde las personas puedan vivir libres de toda violencia. Las mujeres, por su estructural marginación sociopolítica, pueden constituirse como sujeto colectivo de construcción de la paz. Lo entiende la resolución 1325 del consejo de Seguridad de la ONU sobre la mujer, la paz y la seguridad cuando urge a los estados miembros a incrementar la cantidad de mujeres en todos los niveles de toma de decisiones relativas a la prevención, manejo y resolución de conflictos y llama a la inclusión de la perspectiva de género en todas las operaciones. Ni muchos países ni muchas personas son conscientes de esta necesidad.

Si abrimos la ventana de la historia nos encontramos con mujeres que desde su identidad como tales han trascendido determinadas divisiones sociales y han demostrado que es posible trabajar juntas por la Paz.

El movimiento internacional de mujeres por la paz, impulsado desde el sufragismo inicia un camino ilusionante que estará formado por mujeres irlandesas, mujeres de negro, ruta pacífica de mujeres, campamento Greenham Common, Black Sash y la unión de trabajadoras domésticas, madres y abuelas de la plaza de Mayo, mujeres anónimas que trabajan en los campos de refugiados y refugiadas, mujeres nobeles de la paz. Al peligro de dejarme tantas, la necesidad de nombrar algunas.

En Euskadi las mujeres también hemos mirado fijamente a la paz y desde movimientos sociales, movimientos feministas y diferentes instituciones se han puesto en marcha iniciativas para construir una sociedad que sea capaz de recoger las diferencias bajo la igualdad de derechos de todas las personas.

No se si nuestra historia hará justicia a Ahotsak, a los talleres y encuentros feministas con las paces como epicentro, no sé si tiene el eco que merecen las mariposas en el hierro, pero sí tengo claro que no contar con nosotras, no analizar la justicia, la verdad y la reconciliación desde nosotras, no propiciar nuestra presencia en las mesas de debate y de negociación puede significar el fracaso de cualquier proceso.

Betty Williams, Premio Nobel de la Paz 1976.

Betty Williams, Premio Nobel de la Paz 1976.

Dijo Betty Williams, aquella premio nobel de la paz, precursora de la pequeña Malala, esa niña que ha sido capaz de enternecer y escalofriar al mundo entero, que “ no siempre se ha hecho caso de la voz de las mujeres, la voz de quienes están más estrechamente involucradas en dar a luz vida nueva, cuando han rogado e implorado contra la perdida de vida, guerra tras guerra. La voz de la mujer tiene una función especial y una fuerza espiritual significativa en la lucha por un mundo pacífico”.

Y sin embargo aquí están ellas. Con su ejemplo, su generosidad, sus reflexiones y su día a día ponen razón y corazón a conflictos y heridas que desde siempre han parecido insalvables, incurables.

Y aquí mismo nos enseñan, desde su espacio vital, que el sufrimiento no conoce de tipos de víctimas y que ellas, valientes y humanas se transforman y muestran que es posible convivir. Ellas que miran a otras y a otros y son capaces de seguir. Se llaman Rosa, Pili , Carmen , Tatiana , Edurne, Asun, Maixabel.

Y hay que empezar a nombrarlas, no vaya a ser que en el imaginario social este, el de tinte misógino e invisibilizador, no ocupen el lugar que se merecen. Y francamente, alguna lupa morada no le vendrá mal a esta ansiada paz.