Las mujeres, el poder y la pasta

junio 24, 2014 en Doce Miradas

Organizaciones como el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional y la Unión Europa, o entidades privadas como McKinsey y Goldman Sachs, llevan tiempo exhortando sobre la necesidad de incluir a las mujeres en la economía global.

“¡Oiga! Pero si las mujeres ya están en la economía global”, habrá quien diga. Y sí, sí… cierto es que estamos. De hecho, trabajamos mucho y duro. Pero no estamos en todas partes y es aquí donde se esconde el quid. Porque faltamos ahí (dedo apuntado al cielo). Faltamos ahí arriba. Donde empieza todo… Donde habitan el poder y el dinero; esa unión interesada, sempiterna y… tan masculina.

Cuánto más alto el vuelo, más abajo las mujeres (teoría nº 1)
Allí donde se toman las decisiones que gobiernan el mundo, la presencia femenina es menor que en las minas del rey Salomón… Allí están ellos. Según la gente de Forbes, que hace listas para todo, de las 72 personas más poderosas del mundo en 2013, 9 eran mujeres. Una presencia en el poder del 12%, por tanto, frente a otra del 50% en la sociedad. ¿Y qué sucede con la lista de multimillonarios? Pues en ésta, entre las 100 personas más ricas del año 2013, el 11% eran mujeres.

Empresarios

Reunión de Rajoy con los empresarios en mayo de 2014

Tal y como apunta la directora del Instituto Europeo para la Igualdad de Género, Virginija Langbakk, el salto de género más grande está precisamente “en el área del poder”. Señala, asimismo, que en la UE no estamos siquiera a mitad de camino en la conquista de la igualdad en lo relativo a la toma de decisiones de alto nivel. En este vídeo, explica cristalino la trascendencia que tiene que las mujeres estén allí donde se decide el destino del conjunto. La trascendencia de llegar al poder.

Y ¿qué hay de las mujeres en los puestos de mando? Sólo un 10% de las mujeres ocupa cargos en la alta dirección. Los Consejos de Administración de las empresas del IBEX —obligados por ley nacional y europea a contar con una presencia femenina no inferior al 40%— no llegaban al 14% en 2013. De 490 consejeros, sólo 68 eran mujeres y todavía hay 4 empresas sin una sola mujer con algo que aconsejar: Endesa, Gas Natural, Sacyr y Técnicas Reunidas. Nótese.

No obstante, a mi modo de ver al menos, el clamor llega cuando dirigimos la mirada en otra dirección y nos encontramos con cifras como ésta: el 60% de las licenciaturas corresponde a mujeres. ¿Conclusión objetiva y demoledora? Ellas están mejor formadas, pero son ellos quienes llegan a lo alto. Haces toc-toc y suena a cristal del duro.

Bajando a tierra
En lo relativo a las diferencias en el ámbito económico-laboral, los datos parecen indicar que con arreglo al ritmo de avance actual, en Europa necesitaremos cerca de 30 años para alcanzar el objetivo de tasa de empleo femenino, y unos 70 para hacer realidad la igualdad salarial. Ésa que quedó promulgada en el Tratado de Roma del 57 y que candorosamente decía aquello de “a igual trabajo, igual paga”.

¿Y cómo está aquella brecha salarial casi 6 décadas después? Pues tal que así: por cada 84 euros que gana ella, 16 más que se lleva él. En resumen, las mujeres europeas regalamos 59 días al año, y en países como Alemania o Austria, algo más incluso. Que la desigualdad allí supera la media del 16% para alcanzar el 20. (Dato ser malo… y mujeres estar cansadas de ser pacientes y generosas).

 

Relacionado con este capítulo nos encontramos además con algunas derivadas que exigen mención. Por ejemplo, el arraigo de la idea a la hora de despedir, de que el desempleo masculino es más serio que el femenino. (Ya se sabe que el cabeza de familia es quien procura la caza y todo eso…). Y nos encontramos también con que, consecuencia de este combinado, las pensiones de la mujer europea son inferiores en un 38% a las de los varones y que, por ende, su riesgo de caer en la pobreza es superior.

Mafalda

A por el siglo XXI
Dicen que Gabriel García Márquez afirmó que “lo único realmente nuevo que podría intentarse para salvar a la humanidad en el siglo XXI es que las mujeres asuman el manejo del mundo”. Aventurado darle la razón, aunque no cuesta comprender su descrédito por el chiringuito en el que vivimos (un vistazo a cualquier portada de periódico y coincidimos en masa). En todo caso, son cada vez más frecuentes las experiencias de éxito que apuntan que la presencia efectiva de mujeres en los órganos de decisión de gobiernos y empresas es suficiente para marcar la diferencia. Es lo que tiene la diversidad. La incorporación de nuevos valores, capacidades, ideas, energías… Enriquece.

Ya lo señaló Covadonga Aldamiz-echevarría en su entrevista con Begoña Marañón, aquí en Doce Miradas: existen informes como el de Catalyst que indican que entre las 500 empresas más grandes de todo Estados Unidos, “aquellas con más mujeres en sus juntas directivas generan un 42% más de beneficios sobre ventas y un 66% sobre capital invertido”. Ahí es nada. Si esto no es un motivo de peso para las empresas avispadas, ¿qué puede serlo?

Pues aquí va otro: las mujeres toman el 80% de las decisiones de compra.

El día que las mujeres comprendan que pueden, volarán (teoría nº2)
La presencia de las mujeres en las altas esferas ronda el 10-15%. Verdad verdadera cuya evolución depende de múltiples factores: la implementación de políticas públicas serias y, sobre todo, coherentes; un cambio en la cultura empresarial (por los motivos que sea); la concienciación de la sociedad sobre la necesidad de cambio; el apoyo de los medios de comunicación; el impulso desde el ámbito educativo y… (parece ser), la evolución depende también del paso del tiempo. Más paciencia, por tanto, para ese hueco mullido en las nubes.

Mass Madera

De cada 10 decisiones de compra, 8 corresponden a mujeres. Segunda verdad verdadera y poderoso motor de cambio para volar a altura que cada cual desee. Porque  éste lo arrancamos nosotras. Y es que el día en que las mujeres adquiramos conciencia (individual y colectiva) de que no estamos donde debemos, ese día dejaremos de hablar de evolución para empezar a hablar de revolución y transformación… Un cambio radical del que podemos ser protagonistas, propiciado por el fin de la paciencia y la vuelta a la acción. Y además, habrá más hombres que en el pasado empujando. Sólo queda decir, lean por aquí y por allí para amueblar sus argumentos… y, por supuesto, más madera!

La «niñas» del MORE

junio 17, 2014 en Miradas invitadas

CongostoM. Luz Congosto (1956) es Informática con un Máster en Telemática. Ha trabajado durante más de 25 años en entornos de I+D de telecomunicaciones. Actualmente se dedica a la investigación de datos sociales en Twitter, desarrollando herramientas como t-hoarder y metroaverías mientras realiza una tesis sobre “propagación de mensajes y caracterización de usuarios en Twitter”. Publica sus experimentos en el blog Barriblog.

Una de las etapas laborales más gratificante fue aquella en la que formé parte de un equipo de gente buena e inteligente en la que la colaboración estaba por encima de la competitividad y el bien común del proyecto por delante de los intereses personales.

A finales de los 80, antes de la era comercial de Internet, los proyectos de telecomunicaciones no estaban expuestos a la vorágine actual de las prisas y la escasez de dinero. Tenían presupuestos a largo plazo, se trabajaba duro pero de una manera ordenada, los jefes eran muy competentes y generalmente se cumplían los objetivos con éxito. En ese entorno coherente de trabajo tuve la suerte de participar en un proyecto llamado MORE que consistía en poner un corazón digital a las centrales telefónicas de relés para prolongar su vida.

El proyecto se desarrolló desde cero, diseñando el hardware, el sistema operativo y el software de comunicaciones y se fabricó íntegramente en España, algo impensable en estos días. El equipo inicial enseguida tuvo que crecer por la ingente cantidad de trabajo que se nos venía encina. A mí me correspondió gestionar el software de comunicaciones para que los relés y los bits se entendieran.

Comenzamos el proceso de selección buscando los ingenieros de Telecomunicaciones, informáticos, físicos y matemáticos más listos que hubiera y ¡vaya si los encontramos! Algunos de ell@s eran de Mensa. Fui formando mi equipo guiándome por el instinto para detectar el talento y el resultado fue ¡un equipo paritario! No hice discriminación positiva, solo no hice discriminación.

Equipo del proyecto MORE.

Equipo del proyecto MORE.

En aquellos tiempos la paridad no era políticamente correcta ni incorrecta, simplemente se asumía que los entornos de telecomunicaciones eran mayoritariamente masculinos. Por ese motivo comenzó a chocar la cantidad de “niñas” que había en el MORE. El jefe del proyecto, un hombre sobradamente inteligente, nunca me hizo un comentario a este respecto pero el director me dejó caer la frase “Cuantas chicas tienes en tu equipo…. como se te embaracen a ver qué haces…” a lo que les respondí que era más fácil planificar con nueve meses de antelación que con un día cuando un chico se rompe la pierna jugando al fútbol. Quitando estos comentarios nunca me pusieron pegas para seguir contratando chicas.

El equipo, mitad femenino, mitad masculino, funcionó como un reloj suizo, todos encajaban en sus actividades y se interrelacionaban de forma precisa. Los otros equipos del proyecto también funcionaban muy bien pero creo que el nuestro se comunicaba mejor. La presencia femenina aportaba sociabilidad, empatía, espíritu crítico, reflexión, cooperación, pragmatismo y transparencia. Se discutía mucho e incluso nos acalorábamos, pero siempre salíamos con una solución consensuada. Nunca se impuso una decisión a las bravas.

El proyecto fue un éxito y se instalaron casi 3.000.000 de líneas telefónicas. Se consiguió abaratar el coste de las líneas digitales ya que el MORE fue una palanca de negociación con los suministradores de telecomunicaciones. Cuando se descolgaba el teléfono de una de estas líneas nadie sabía que el repiqueteo de relés se producía gracias a un software desarrollado por un equipo de mujeres y hombres que trabajaban armónicamente codo con codo.

La duración del MORE fue de veinte años, diez más de los previsto, y todo el mundo se admiraba de que funcionara tan bien con tan pocos recursos de mantenimiento. Finalmente fue desmontado en el 2012 y la última maqueta está a punto de ser achatarrada.

A mediados de los 90, cuando el desarrollo estaba finalizando, llegó la Internet para poner todo patas arriba y nada fue igual desde entonces. Lamentablemente nadie tomó nota de nuestro caso de éxito y nuestro equipo fue disgregado. De aquellos tiempos perdura una buena amistad y la nostalgia de cuando las cosas se hacían bien.

Sin duda hay que mirar para adelante, no se puede vivir del pasado aunque este nos parezca mejor que el presente. Hay que ganar posiciones en las cuotas de bienestar laboral, sobre todo cuando se ha retrocedido, porque es posible trabajar bien y a gusto. Tal vez la clave sea facilitar que los valores femeninos penetren en las estructuras laborales.

Transformar la rabia

junio 10, 2014 en Doce Miradas

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Desde mi más tierna infancia siento pulular a mi alrededor una convicción que yo nunca he visto demasiado clara; por no decir que discrepo ampliamente con ella. Me refiero a aquello de que ser mujer es la pera y que ellos se lo pierden. En el entorno en el que me muevo no he encontrado ni un solo hombre que diga que si fuera posible se cambiaría por una mujer. Si preguntas a la gente de clase media si preferiría ser rica, la respuesta sospecho que sería demoledoramente unánime. Luego, no va a estar tan claro que ser mujer sea lo más. Y va a ser por algo. Sé que este planteamiento no tiene nada de científico ni puedo avalarlo con datos respetables ni porcentajes. Que nadie se me eche encima, que he empezado por decir que “siento pulular una convicción”. Cero rigor. Pero me sirve como pie para explicarme mejor.

A la mayoría de las mujeres que yo conozco y he preguntado por esto, les gusta ser mujeres. Tengo una amiga que se echa las manos a la cabeza cuando le digo que llegar con buen pie a este mundo es nacer hombre. Entonces ella, con toda su santa paciencia, me improvisa un listado de capacidades biológicas y emocionales que justificarían que la nuestra fuera una aventura fascinante. No lo veo. Me siento mujer y ejerzo y hago lo que puedo con el lote que me ha tocado, pero se me hace muy cuesta arriba. Y es que básicamente, a mí ser mujer me da rabia.

Busco “rabia” en la Wikipedia y me deriva al vocablo “ira”, que suena más fuerte, pero me vale: “La ira o rabia es una emoción que se expresa con el resentimiento, furia o irritabilidad… Algunos ven la ira como parte de la respuesta cerebral de atacar o huir de una amenaza o daño percibidos.[] La ira se vuelve el sentimiento predominante en el comportamiento, cognitivamente, y fisiológicamente cuando una persona hace la decisión consciente de tomar acción para detener inmediatamente el comportamiento amenazante de otra fuerza externa”.

Permítanme un destacado de la definición: resentimiento que provoca irritabilidad. Respuesta de atacar o huir de una amenaza o daño percibidos. Sentimiento predominante, cuando se decide actuar para detener el comportamiento amenazante. Así es como yo me siento infinidad de veces. Sospecho que muchas mujeres también. La rabia no es una emoción liberadora; al contrario, oprime y no construye, al menos en su fase explosiva. Pero yo pienso que es sumamente necesaria como motor de cambio. Si no sientes la rabia, no te mueves. A veces sintiéndola, tampoco, por aquello de “¿Qué puedo hacer yo sola?”.

La esperanza está en que rara vez se está solo. El desencanto social que han provocado la clase política, la banca… ha llevado a muchas personas a manifestar su rabia y a agruparse para hacerse oír y forzar el cambio. El nacimiento del movimiento del 15M es un ejemplo significativo de la canalización de la rabia hacia la movilización. A mí me emocionó el 15M y no puedo dejar de citarlo cuando pienso en la rabia como fuerza generadora de una revolución.

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Volviendo a lo que nos atañe en Doce Miradas, en esta ginkana por la igualdad yo no me siento sola, pero sí poco acompañada. Somos muchas las mujeres que hemos dado el paso de hacernos oír, de compartir cómo nos sentimos en nuestro entorno más próximo. Las respuestas a nuestra militancia son dispares y todavía muchas establecen una gran distancia con nuestros planteamientos. Pero seguimos intentando explicar cómo lo vemos y qué queremos. Cada vez somos más las personas convencidas de que nuestra sociedad soporta aún una pesada carga de tradición machista, que no permite a las mujeres moverse ni crecer como lo están haciendo los hombres. Y entre ese nutrido grupo de personas que simpatizan con la causa de la igualdad, echo en falta la iniciativa que cabría esperar de muchos hombres que ya están de nuestro lado.

Esto que digo no pretende ser un ataque a los compañeros de viaje. Creo sinceramente que el peso de la educación recibida, de los marcos de comportamiento aún vigentes, de los estereotipos… hacen muy difícil a los hombres detectar situaciones o actitudes que, a pesar de ser indignas para las mujeres, están aceptadas socialmente. Ya hemos hablado de esto en Doce Miradas, pero yo quiero hacer hincapié, por ejemplo, en lo común que resulta entre los varones referirse al cuerpo de las mujeres como si el sentido de ser visible a sus ojos fuera meramente valorar su capacidad de provocarles la libido. Me refiero también a la habilidad de los padres para situarse, con asombrosa celeridad, en un segundo plano, en el momento en el que aparece la madre de la criatura. Y destaco la normalidad con la que los profesionales de cualquier sector aceptan la ausencia de mujeres en las mesas de decisión. Apunto a los organizadores de eventos a los que no compensa el esfuerzo de conseguir que en sus programas puedan leerse nombres de mujeres capacitadas, cuanto menos, al mismo nivel que los hombres que se dirigirán finalmente al auditorio. Quiero poner sobre la mesa, en definitiva, esa actitud tan común entre los varones de pretender estar tranquilos (sin entorpecer, pero sin excesiva implicación), mientras las mujeres nos desgastamos en reivindicar la igualdad.

Me refiero también a la tolerancia que todavía hoy -aunque de forma minoritaria-, encuentran quienes ejercen violencia machista en justificaciones como: “Era buena persona, pero ella le dejó y se volvió loco; no es un hombre violento, pero el alcohol le hace perder la cabeza; vestirse así es buscarse un problema; de dónde vendría a esas horas; los problemas económicos le hicieron perder el control…”. Recientemente hemos leído que uno de cada tres hombres se muestra tolerante con algún tipo de violencia de género. Es justo decir también que hay hombres que toman muy en serio su papel en la denuncia y sensibilización y están comprometidos y activos contra la violencia de género y la lucha por la igualdad junto a las mujeres.

Creo que en nuestra sociedad, hombres y mujeres andamos un poco escasos de sentido de la justicia. Hay situaciones que nos deberían estar provocando ya esa rabia que nos ponga en movimiento, que nos ponga a trabajar en el cambio. Si no sentimos la rabia, no podemos transformarla. Si dejamos de sentir rabia cada vez que una mujer ha sido asesinada, golpeada, humillada, vejada… convertimos a esas víctimas en meros números que sumar al cómputo anual. Si no nos llevamos las manos a la cabeza cuando nos cuentan que un 10% de jóvenes estadounidenses admite haber perpetrado violencia sexual o que un 22% de las europeas ha sufrido violencia machista, la gravedad de estas informaciones morirá con el reciclaje del papel del periódico que la recogió. La rabia no es constructiva si se queda en arrebato, en malestar. Pero es potente si la compartimos, si la transformamos y le damos un objetivo claro y un compromiso reforzado y compartido en el grupo social.

Termino con este tema de Bebe que se me antoja un empoderamiento con melodía en toda regla. “Pafuera telarañas” visibiliza la rabia convertida en energía,  en el hallazgo de las riendas que nos pueden permitir cabalgar. “… Hoy vas a mirar palante, que patrás ya te dolió bastante…”.

 

Doce miradas, doce comics

junio 3, 2014 en Miradas invitadas

josuneJosune Muñoz (Bilbao, 1967) es filóloga vasca y especialista en la investigación, recuperación, análisis y divulgación de la literatura en general, y la oral y femenina en particular. En la actualidad dirige el proyecto literario bilingüe SKOLASTIKA  en donde se imparten cursos, seminarios, conferencias y actividades culturales centrados en los temas antes citados, y que cuenta con un centro de documentación propio de más de 5000 volúmenes con un gran fondo de cómic creado por mujeres, una de las principales áreas de investigación, docencia y divulgación de estos últimos años.

Qué mejor espacio que este para recordar que nuestras miradas representan de forma directa  la experiencia humana de la visión, tanto física como simbólica. Que son nuestra manera de ver, entender y organizar el mundo y nuestras vidas. Pero… ¿Existen miradas propias y específicas de las mujeres? Y si es así ¿Cómo detectarlas, analizarlas y mostrarlas? Desde hacía años nos hacíamos estas y otras preguntas en torno al tema.
Por nuestros muchos años de análisis de la literatura de las mujeres habíamos constatado que sí, que existen, y que, entre sus muchas características, tenían la de mirar desde y hacia temas, lugares e intereses distintos de las miradas masculinas. Nosotras las habíamos detectado, analizado y teorizado desde la literatura, pero fue en el cómic creado por las mujeres donde encontramos cómo enseñarlas.
Una de las grandes ventajas del cómic es que, al estar narrado en imágenes, éstas expresan directa, rápida y gráficamente nuestras miradas: DESDE DÓNDE miramos, CÓMO  miramos y  especialmente, HACIA DÓNDE miramos, así como las imágenes que de ello resultan. Y dado que hemos encontrado muchas miradas e  imágenes que creemos os pueden sorprender, aleccionar, impactar, seducir, estimular … os invitamos a pasear con nosotras por el apasionante mundo del cómic actual creado por las mujeres.
 Este paseo comienza en Francia, meca del cómic europeo, donde en el año 2000 empezó a publicarse la novela gráfica que supuso un antes y un después en el devenir de las autoras. Por supuesto, estamos hablando de Persépolis de Marjane Satrapi (Norma, 2009)
persepolisportada
En esta novela gráfica autobiográfica la mirada de Marjane Satrapi se dirigía, primero, al pasado reciente de su país, Irán. Los dos primeros tomos de la obra nos narraban tanto la infancia de la autora como la vida cotidiana de su familia, la clase social a la que pertenecían para acabar realizando una crónica  histórica, social y política de su país antes y después de la revolución islámica. La mirada era ingenua pero lúcida y crítica, no exenta de ironía y humor. Su trazo naif aportaba frescura y agilidad, y el constante juego con blanco y negro, la ruptura de muchas de las convenciones sobre su uso lograba no sólo una estética novedosa para el gran público (aunque había otros autores que la estuvieran utilizando también) sino un efectivo reflejo del oscurantismo que se ciñó sobre la sociedad iraní, especialmente sobre sus mujeres obligadas a vestir  negros chadores.
El tercer tomo acerca a Marjane a Europa. El trazo se va haciendo más elaborado pero igual de efectivo, esta vez para contarnos que no todas las experiencias migratorias son exitosas, y que en su caso la desorientación e inadaptación estuvo a punto de costarle la vida.
La obra se cierra con la vuelta a Irán, el reencuentro con la familia pero también  con un eficaz sistema político represor que asfixia los cambios que la población intenta movilizar. Tras un matrimonio fallido, una Marjane más realista y madura reemprenderá la vuelta a Europa, donde finalmente podrá crear y editar esta obra de gran éxito y reconocimiento mundial.
Persépolis es una inmejorable manera de entrar o reencontrarse con el cómic (muchas de nosotras lo leíamos hace años pero dejamos de hacerlo hartas cuando no asqueadas de la misógina pornograficación que sufrió a partir de los 80).  Tras su lectura, el comentario suele ser: ¡Me ha encantado! Por favor ¿Puedes recomendarme otro igual?
Pues… igual de extenso -365 páginas-  e innovador es Rosalie Blum de la francesa Camille Jourdy. Además, esta novela gráfica os introduce en los nuevos tratamientos del color. Seguro que os gusta la pareja cómic/acuarela. Nos os vamos a contar mucho más, os tendréis que arriesgar. De aquí en adelante, depende de vuestros gustos y apetencias.
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 Si lo que os apetece es conocer las mujeres MIRANDO hacia el mundo de las actuales difíciles relaciones sociales;  las amorosas, especialmente,  os encontrareis mucha lucidez, ironía y humor. A una de ellas la conocéis, es la argentina Maitena. Lumen acaba de editar Lo mejor de Maitena, pero hay otras más desconocidas que recomendar: la francesa Aude Picault  en sus dos volúmenes de Rollos míos (Sins Entido, 2007) y la española Mamen Moreu recientemente incorporada al panorama con la fresca y divertida Resaca (Astiberri, 2014)
Pero puede que os apetezca algo menos divertido o relajado, que os interese conocer a autoras  MIRANDO hacia dolorosas experiencias específicas de las mujeres. Entonces os tenemos que recomendar, por ejemplo, la obra de  Isabel Franc y Susanna Martín Alicia en un mundo real (Norma, 2010) un realista acercamiento a la vivencia del cáncer de mama. Con humor, tranquilas, con humor… O La compleja relación que tenemos con nuestros cuerpos habitualmente fuera del canon de belleza, analizada por la francesa Gally en Mi grasa y yo (Norma, 2010) Disfrutareis del subversivo uso que hace del “rosa chicle”.
Si os van las emociones fuertes os podemos recomendar, primeramente, dado que todavía encontrareis mucho humor en sus páginas Ha nacido un putón de la norteamericana Roberta Gregory. La novela nos cuenta un relación sexual impuesta dentro  la corriente del “amor libre”  con embarazo no deseado y aborto ilegal como consecuencia. Contada sin victimismo, el putón optará por convertirse en una devoradora sexual. Hoy es el último día del resto de mi vida (La Cúpula, 2011) de la austriaca Ulli Lust. Obra multipremiada, es –de nuevo- una autobiografía que muestra con rotundidad la violencia verbal, física y, sobre todo, sexual con que responde la sociedad patriarcal a los intentos de vivir de una manera libre y autodeterminada de las mujeres, las más jóvenes en este caso.
La más radical en su temática es La muñequita de Papá de la norteamericana Debbie Drecsler (La Cúpula, 2004) La autora consigue trasladar, gracias al uso de unas viñetas que consiguen un  efecto de intensidad parecido al aguafuerte, el constante miedo y angustia que acompañan  a una niña que soporta abusos sexuales incestuosos.
La muñequita de papá
Todas estas obras tienen grandes valores sociales en cuanto que visibilizan problemáticas que siguen sin resolverse. Aportan importantes posibilidades pedagógicas porque están realizadas de manera clara, directa y realistas, y facilitan introducir estas imágenes en las escuelas, institutos y universidades a unas generaciones más que acostumbradas a codificar y decodificar de manera visual.
Y si de valores pedagógicos  hablamos  podemos recomendaros dos materiales en torno a la violencia contra las mujeres: Pillada por ti realizada por Cristina Duran y Miguel Giner por encargo de La Secretaría de estado de Igualdad del gobierno español. Especialmente pensada y diseñada para adolescentes puede descargarse en inglés y todas las lenguas del Estado  aquí.
Para mujeres de mayor edad la recomendación es Quiéreme  bien de la canadiense Rosalind Penfold (Lumen, 2000) Cruda crónica autobiográfica de una relación de maltrato, Quiéreme bien enseña con todo detalle el fácil acceso a una relación desigual y violenta, así como  el intrincado, doloroso  camino de salida, lo que la convierte, a pesar de lo poco elaborado de su trazo (realizado de manera sencilla y muchas veces esquemática a modo de diario según vivía la relación) en un aviso para navegantas que lleva demasiados años agotado y desde hace un tiempo intentamos reeditar.
Sí, ya hemos comentado doce miradas, doce cómic, parafraseando la campaña de la famosa cadena de televisión, pero abusando de la confianza van a ser catorce. No nos sentimos capaces de acabar este paseo sin acercaros a Degenerado de la magnífica  Chloé Cruchaudet. Premiado este año en Anguleme (¡¡¡Con lo que les cuesta premiar a autoras!!!) y recientemente traducido por Norma, os mostrará el altísimo nivel estilístico  y narrativo que muchas autoras manejan ya. Abandonando sus exquisitas acuarelas (¿Conocéis las de la española Ana Miralles, igual de elaboradas y elegantes? ¡¡Buscad, buscad!!) ha optado por el uso del lápiz y el carboncillo (¿Qué me decís de los extraordinarios trabajos con esa técnica de la alemana Barbara Yelin??) para recrear una historia de cambio de género en la Francia de principios del siglo XX. Dejaros seducir… y después completad el periplo con  Fun Home (Mondadori, 2008) de la gran autora norteamericana Alison Bechdel. Es esa novela gráfica naranja chillón que tanto se ve en la mesa, las baldas de una tienda de cómics.
Funhome2
Es una obra maestra. No os la perdáis.
Gracias por acompañarnos en este paseo. Si os ha resultado entretenido, quedamos para otro cuando queráis .
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