No callamos
19/01/2016 en Doce Miradas
Ya han pasado casi tres semanas desde la Nochevieja del año pasado, tiempo insuficiente para que la justicia alemana haya esclarecido del todo lo que realmente pasó en Colonia y en otras ciudades alemanas, donde decenas de mujeres fueron violentadas y agredidas sexualmente por cerca de un millar de hombres.
Pero sí ha pasado el tiempo suficiente para que personas del mundo de la política y de los medios de comunicación hayan puesto el grito en el cielo y se hayan vertido ríos de tinta sobre estas agresiones, para destacar fundamentalmente el hecho de que los responsables de esta aberración son cerca de un millar de inmigrantes, concretamente “varones árabes y norteafricanos”, como afirmaba un artículo del diario La Gaceta, del grupo Intereconomía, cuyo titular me pareció uno de los más lamentables y tendenciosos que recuerdo:
¿El feminismo calla? Curiosa forma de decir que el movimiento feminista no está utilizando estos lamentables hechos para poner el foco en la procedencia de los asaltantes. Ese es el interés que está moviendo a algunos medios y poderes públicos a denunciar estas agresiones, y no la voluntad de hacer visible una realidad que otras muchas veces obvian: están agrediendo a mujeres.
Es oportunismo, o “purplewashing” (lavado púrpura), término que muy acertadamente ha utilizado Brigitte Vasallo en su reciente post para Pikara Magazine, titulado “Vienen a violar a nuestras mujeres”. Quiere Vasallo denunciar el mensaje de que los inmigrantes, y más concretamente un colectivo que está “de moda” como los refugiados, vienen a agredirnos.
Y yo me pregunto: ¿realmente creemos que a cualquiera de las mujeres agredidas sexualmente el pasado fin de año en Colonia le importaba algo el lugar de nacimiento o la religión de quien la estaba violentando y asaltando física y sexualmente? ¿Realmente hay personas tan ingenuas que pueden creerse que lo realmente significativo y sustantivo de ese hecho, la agresión, era si esos hombres eran o no nacionales, europeos, blancos, negros, judíos, cristianos o musulmanes, si eran rubios o morenos, si gordos o delgados, si altos o bajos, si refugiados o empadronados en su mismo distrito? ¡¡NO!! Rotundamente no. El hecho es que ellas estaban siendo usadas y abusadas por unos hombres que se sentían totalmente legitimados para asaltarlas y atacarlas.
Tras estos lamentables hechos, Alemania ya ha anunciado que quieren acelerar las deportaciones de extranjeros que delinquen, para regocijo de la ultraderecha germana, que ya se está frotando las manos e instrumentalizando la situación para elevar sus reivindicaciones de corte racista. ¿Realmente les importan las agresiones a mujeres, o que hayan sido extranjeros los agresores? Y si hubieran sido alemanes, ¿habrían condenado estos hechos con igual fuerza?
Y me sigo preguntando: ¿acaso algún político europeo se ha planteado que la petición de endurecimiento de las políticas migratorias y de acogida de refugiados no responde al castigo del hecho acontecido? Quiero pensar que sí, pero ¡qué bien viene para parar estos movimientos migratorios masivos que se les iban de las manos y no están sabiendo gestionar en ninguno de los países europeos!
Pienso en esas mujeres acorraladas, violentadas en sus más profundas intimidades, pienso en ese punto de violencia física y directa que aquellos hombres ejercían sobre ellas y necesariamente me digo que no, que aquí hay más. Toda esa masa de hombres, diversos entre sí, no se pone de acuerdo una noche como la de fin de año para atacar indiscriminadamente a una centena de mujeres. ¿O sí? ¿Qué hay detrás? Me viene a mi cabeza el triángulo de la violencia de Galtung y me cobra mucho sentido.
Es mi deseo, por si todavía no lo hecho explícitamente, poner el foco en la propia agresión y en la víctima, así como en el agresor, sin adjetivarlo como inmigrante, refugiado ni alemán. Cuando adjetivamos el sustantivo, pierde fuerza; es un agresor, un asesino, un violador, no importa su origen ni condición.
La violencia estructural y cultural que cimenta la agresión sexual
El sistema capitalista y patriarcal se protege a sí mismo. Aprovecha un hecho tan punible y deplorable como la agresión sexual a una mujer para poner el foco en la adjetivación del agresor. No es un agresor, ya que el foco está puesto en su condición de inmigrante ¡y encima refugiado! Hombre al fin. Hombre criado en una cultura patriarcal, tanto la alemana o europea como la siria, asiática o africana, cristiana, judía o musulmana. Está educado para usar y abusar de la mujer. Para cosificarla. No importa que sea agresor. La agresión a estas mujeres se ha usado, cosificado, para tener un buen pretexto, una buena excusa para arremeter contra el diferente (raza, nacionalidad, religión…) que viene a desestabilizar el sistema capitalista.
El patriarcado los une: a los unos, para sentirse con legítimo derecho de agredir sexualmente a las mujeres; a otros, para levantarse como salvadores de unas pobrecitas mujeres agredidas. Lo que menos importa es que hayan sido agredidas, ni que sean mujeres; lo importante y sustantivo es que el que agrede no es de casa y que esas mujeres son «las suyas». Propiedad, pertenencia y cosificación de nuevo.
Otra mirada
Vamos a mirarlo desde otro punto de vista: mujer extranjera, inmigrante o refugiada, agredida sexualmente por hombres de la tierra. No digo que sea este caso concreto, pero ¿pensáis que la respuesta institucional sería la misma? ¿Pienso yo solamente que algunos de estos medios o instituciones silenciarían estos casos? ¿No lo están haciendo ya?
Las mujeres son diariamente asesinadas por sus parejas en sus propios hogares, en lo que se ha convertido en un lento y agónico feminicidio, sin que ningún medio de información mundial le dedique más que las líneas justas para simplemente levantar acta (y a veces ni eso, ya que se interpreta el hecho) de que una mujer ha sido asesinada, cuando no “fallecida” o “muerta” en su domicilio.
No queremos callarnos
Y sigo pensando en el titular al que aludía al comienzo del post, que ha sido la chispa que me ha encendido y llevado a escribir estas líneas. ¿Que el feminismo calla? ¿Pero de qué árbol se han caído? ¿Quieren inflar aún más el globo del racismo y la xenofobia e intentan provocar a sectores estratégicos?
No seré yo quien hable en nombre del feminismo, pero yo no me callo. Denuncio estas agresiones a las mujeres, como tantas otras, pero tampoco me callo en señalar la instrumentalización que se está haciendo de este caso. Cuando asesinan, violan o agreden física o verbalmente a una mujer tampoco me callo, pero me pasa igual ante las agresiones racistas o xenófobas. ¿Será patológico? Me lo tengo que mirar.
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