Los púlpitos de Seneca Falls
09/02/2016 en Miradas invitadas
Felix Arrieta Frutos (@pelikleta), Donostia, 1982. Soy politólogo y también y casi a la par, desde mi perspectiva cristiana de base, militante de lo social. Me interesan los procesos de políticas públicas, y el análisis electoral. Soy profesor en el Departamento de Trabajo Social de la Universidad de Deusto, en Donostia y desde hace poquito, salseo también en @deustoforum #Gipuzkoa.
Hace ya 168 años que se aprobó la Declaración de Seneca Falls. Mirando desde nuestra perspectiva actual parece lejos, muy lejos, el momento en que las mujeres pedían el derecho al voto, o poder participar en la comunidad en clave de igualdad respecto al hombre. Pero esa realidad, tantos años después, es mucho más cercana de lo que nos pudiera parecer.
Comienzo a escribir este post una mañana lluviosa de principios de febrero. Siento, para qué negarlo, una gran responsabilidad al escribir para este blog que transciende a su propia comunidad y que transporta sus reflexiones en torno a la igualdad mucho más allá que a un espacio físico, contribuyendo así a modificar el imaginario colectivo.
Pues bien, esta mañana de febrero, mientras llueve y recién emprendida la Capitalidad Cultural Europea de Donostia 2016, parece que, a priori, las claves para interpretar la realidad que nos rodea debieran ser muy diferentes a las de épocas precedentes. Sin embargo, hay cuestiones que, a pesar de haber evolucionado en lo normativo, tienen todavía un largo recorrido que hacer en lo social. Y en las actitudes de cada persona que contribuye a construir esa sociedad que bebe todavía en demasiadas ocasiones de apriorismos y estereotipos que poco ayudan a dibujar una nueva realidad.
Puestos a pensar, se han producido muchísimos avances en el reconocimiento de derechos civiles y políticos desde hace más de 100 años hasta hoy y efectivamente, hay voces autorizadas, muchas, que afirman que en la esfera pública y social esto es realmente así, aunque quede todavía camino por recorrer en el ámbito privado y en su regulación.
Y efectivamente se han producido avances. En nuestro entorno más cercano la Ley para la igualdad entre hombres y mujeres, aprobada en 2005, ha permitido que en las esferas de representación, las cifras vayan igualándose poco a poco. Esto ha hecho que, según los datos del último DeustoBarómetro, un porcentaje mayoritario de hombres (42%) y un porcentaje significativamente menor de mujeres (33%) piense que éstas han accedido ya a los espacios de poder económico y social. Sin embargo, son más (51% en el caso de los hombres y 55% en el caso de las mujeres) las personas que piensan que no han accedido a dichos espacios aunque discrepan sobre la fórmula para acceder a los mismos. Son, sumadas ambas posiciones, mayoría, y reflejan la situación real que experimentamos en nuestra sociedad en este comienzo de 2016.
Y éste es uno de los frentes en el que más hay que incidir: en el sueño de la falsa igualdad. En la conciencia colectiva que comienza a ser general, de que la igualdad es un valor ya conseguido que ahora sólo queda poner en valor. Pues digámoslo claramente: esto no es cierto. La igualdad entre mujeres y hombres ni existe, ni se ha conseguido.
Y esto es así, porque siguen sucediendo a día de hoy, situaciones que distan mucho de ser aceptables.
- Como por ejemplo la niña que al escuchar que su hermano quiere ser arquitecto de mayor afirme que eso no es posible en su caso precisamente por eso, por ser una niña.
- O el estudiante que planteándose ir a la universidad deja de escoger una carrera porque entiende que no sólo es una profesión feminizada, sino que además pertenece a las mujeres.
- O la persona joven que defiende la tradición de un acto social, a pesar de que éste sea claramente discriminante para las mujeres.
- O los amigos que se encuentran unos años después de acabados los estudios y comprueban cómo ella gana todavía menos que él.
Son ejemplos reales (y frecuentes) de mi vida cotidiana. Realidades que tienen que ver, por ejemplo, con la percepción que tenemos sobre el cuidado. Y sobre quién tiene que realizarlo. Con cómo entendemos que tiene que producirse el cambio social y lo que las tradiciones suponen (o suponían) y su permanente actualización. Percepciones a las que no son ajenos los medios de comunicación, y la imagen que nos transmiten, nosotros mismos, con la que damos en redes sociales o las instituciones, en su más amplia definición, que transmiten y perpetúan el modelo patriarcal.
Pero es, por encima de las instituciones, sobre todo un debate que nos interpela. Nos interpela como personas comprometidas con la realidad que nos rodea. Nos interpela, como bien apuntan en este blog las doce miradas, a denunciar todo aquello que quiera ahondar en esa injusticia. Y en este momento de incertidumbre política, con un escenario absolutamente desconocido en el que el Parlamento parece va a tener un papel más activo que nunca, es necesario reivindicar esta necesidad de alerta y denuncia permanente. Una necesidad que debemos hacer nuestra.
En Seneca Falls, hace 168 años, decidieron ‘que la rapidez y el éxito de nuestra causa depende del celo y de los esfuerzos, tanto de los hombres como de las mujeres, para derribar el monopolio de los púlpitos y para conseguir que la mujer participe equitativamente en los diferentes oficios, profesiones y negocios’. Hoy, no son sólo los púlpitos de la iglesia aquellos cuyos monopolios es necesario derribar. Pero son los esfuerzos de hombres y mujeres, conjuntamente, los que ayudarán a derribarlos.
Eskerrik asko @DoceMiradas por vuestro trabajo constante. Que sigamos sumando a muchos más.
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