#GenitalidadExcesiva
01/03/2016 en Doce Miradas
Hace unos meses tuve la ocasión de ver la exposición ¿Por qué no Judy Chicago? en Bilbao. En el marco de una representativa recopilación de la obra de esta pluridisciplinar artista feminista -y en la inmejorable compañía de Noemí Pastor y Lorena Fernández- vio la luz el hashtag que da título a este post. Intimidada por vaginas de todos los tamaños y texturas, vomité la etiqueta que resume mi histórica incomodidad ante la omnipresencia vulvar. Me planteo si una es más o menos feminista en tanto en cuanto reconoce a la vagina como un personaje fundamental y de primera línea en la lucha por la igualdad real.
Asumo que corro el riesgo de suspender 1° de Feminismo, pero debo decir que me satura tanto colegueo con los bajos. Coño para arriba, coño para abajo. Que si mi coño es mío, hermoso, digno de reconocimiento y veneración; poderoso, centro energético de nuestra identidad feminista del que procede hablar con seguridad y sin vergüenza hasta devolverle su lugar: el que el patriarcado le ha negado sometiéndolo a la discreción de la entrepierna. Qué incómoda me siento con este lenguaje. Me agrede. Me resulta excesivo.
Recientemente la actualidad nos ha brindado nuevas manifestaciones de #GenitalidadExcesiva que, a mi modo de ver, aportan confusión y enturbian las reivindicaciones que las motivan, sin que resulten rentables para el desarrollo de un debate que debería darse en clave de derechos y no de provocaciones, con sus correspondientes portadas. Irrumpir en una capilla de un campus universitario, desnudarse de cintura para arriba y corear «menos rosarios y más bolas chinas», «contra el Vaticano, poder clitoriano», «el papa no nos deja comernos las almejas» o «sacad vuestros rosarios de nuestros ovarios»… ¿cómo encaja con la defensa de la laicidad de las instituciones, de la Universidad? ¿Es que es esta una reivindicación únicamente de mujeres?
El polémico poema de Dolors Miquels, Mare nostra, recitado en la gala de los premios Ciutat de Barcelona se burlaba de una oración cristiana. Dice la poetisa que su «adaptación» del Padre Nuestro «no pretende ofender a nadie. El poema es un canto a la libertad de las mujeres a decidir sobre su cuerpo y ningún político está en posición de dictar qué se tiene que hacer”. Bien. Vale. Pero me pregunto: para tan legítima reivindicación ¿es este el lenguaje más adecuado?: «Madre nuestra que estáis en el celo, sea santificado vuestro coño, la epidural, la comadrona» (…) «Hágase vuestra voluntad en nuestro útero sobre la tierra».
Me parece desproporcionado el revuelo organizado. A fin de cuentas, igual que cada cual es libre de sentirse ofendido y pedir el amparo de la ley si procediera, lo cierto (y menos mal) es que el arte está en su derecho de ser irreverente. Pero, insisto: ¿son el coño y el útero tan imprescindibles para las reivindicaciones feministas?
La parte por el todo
Creo que se puede ser feminista sin caer en la vulgaridad expresiva ni en la reivindicación genital gratuita. Con 1° de Feminismo suspendido no se me escapa que, efectivamente, hay mucho de genital en nuestra historia de sometimiento y desigualdad. Nuestros cuerpos han sido siempre y son campo de batalla, moneda de cambio, armas al servicio de hombres que no merecen ser llamados así. Pero creo que nuestra fuerza como mujeres que persiguen la justicia, no reside en sacar a la luz nuestras vaginas. Nuestro poder está en nuestras mentes y en las emociones con las que dotamos las ideas que somos capaces de generar para construir una sociedad igualitaria. Hagamos representaciones megalíticas de esto. De otra forma, ¿no estaremos haciéndole el caldo gordo a la estrategia de la publicidad sexista cuando nos trocean mostrando nalgas, pechos, labios carnosos… para vender lo que sea? ¿No estamos ensalzando la parte (vagina) para representar algo mucho más importante (feminismo)?
Hay quien dice que si me siento tan incómoda es porque he sido educada en la vergüenza, en la sexualidad culpable, en la decencia. Sinceramente, creo que no. Tengo ya una edad y un caminito de liberación recorrido que me permiten negar la mayor. No encuentro justificación en la exhibición de la parte si puedo mostrarme como un todo importante en sí mismo. Soy una mujer y pido consideración y respeto por mi persona y eso, desde luego, incluye mi cuerpo: cada una de las partes de mi cuerpo.
La exaltación de los procesos biológicos femeninos
Me parece que nos hemos ido justo al lado contrario. De la ignorancia, pudor y vergüenza con que las niñas recibían su primera regla, a la teoría de que menstruar mola. Una cosa es que los procesos biológicos se vivan con naturalidad, sin afectaciones, y otra muy distinta que maquillemos todo lo intrínsecamente femenino, para mostrarlo a la galería como un regalo que nos da la vida y que nos encanta. Yo siempre he pensado que la Naturaleza ha tenido poca consideración con nosotras vinculando nuestros grandes momentos vitales a contextos pelín desagradables. La regla, desde luego; pero pienso en un parto y que alguien me diga que eso no es gore. Y a otro nivel, sí: pero ¿y la bucólica lactancia materna? Todo el día pringada.
Termino este capítulo recordando una campaña por el derecho a decidir en Irlanda, donde el aborto es legal solo en el supuesto de que peligre la vida de la madre. Cientos de irlandesas decidieron relatar en clave de humor el día a día de sus ciclos menstruales. La justificación: “Si quieren controlar mi cuerpo, si se sienten tan cómodos interfiriendo en lo que pasa dentro de él, al menos que conozcan todos los detalles. Por eso he decidido tuitear en directo mi ciclo menstrual al primer ministro Enda Kenny”. Son palabras de la humorista irlandesa Grainne Maguire. Reconozco la originalidad de la campaña, pero creo que lo que vale en el papel, a veces puesto en práctica resulta grotesco. La consideración de si el fin justifica los medios, si se trata de provocar que se hable del tema y todo vale, la dejo para quien quiera dedicar unos minutos a pensarlo. Mi opinión es que el debate del aborto va mucho más allá de las intimidades menstruales de las activistas y que el acoso tuitero al primer ministro no tiene pinta de ser una estrategia exitosa de acercamiento entre posturas.
Vuelvo a ver aquí la parte disgregada. Cuando hablamos de aborto hablamos de mujeres, de vida, de derechos, de salud, de dignidad, de libertad. Reducirlo al útero y a la menstruación se me queda muy pobre.
La representación artística de la vagina como icono del feminismo
Judy Chicago está considerada como una de las precursoras del arte feminista. Su obra gira en torno a la historia del pensamiento feminista y su rechazo a los esquemas culturales que nos sitúan en una posición secundaria. Buscando información sobre esta artista descubro que sus primeras creaciones fueron obras abstractas en las que es posible reconocer órganos sexuales tanto masculinos como femeninos. Su motivación, los roles diferenciados según sexo y la construcción de las respectivas identidades. Pero su gran obra ve la luz en los 70, en pleno auge del movimiento feminista: The Dinner Party.
Se trata de una interpretación de la Última Cena en una mesa con forma de triángulo equilátero, -en alusión a la igualdad y al órgano reproductor femenino-, en la que 39 comensales mujeres son sustituidas por representaciones antiguas de la vulva femenina (en el link lo llaman “flores y mariposas”). The Dinner Party (otro enlace por si os interesa saber más) es una de sus obras más relevantes y más feministas. A lo primero no pongo objeción, a lo segundo, pues sí: por reincidente. Nada que objetar a la representación artística de la vagina. ¿Por qué no? Lo que no veo claro es esta especie de binomio indisoluble vagina-máxima representación del feminismo.
Es cierto que la obra de Judy Chicago va más allá. En The Birth Project exalta el papel femenino de la maternidad negado en la creación del mundo según el Génesis; en The Holocaust Project refiere a la historia de su pueblo, el pueblo judío, y en otras obras de gran formato utiliza técnicas muy relacionadas con lo tradicionalmente considerado femenino como pueden ser la cerámica, el tejido o el punto. En la exposición de Bilbao, mis compañeras Miradas y yo tuvimos la ocasión de ver un vídeo sobre una de las performance en las que a través del uso de fuegos artificiales y pirotecnia, Chicago creaba atmósferas para intentar “suavizar y feminizar” el paisaje. Debo reconocer que mientras asistía al espectáculo no dejaba de temerme «lo peor»: que en cualquier momento apareciera de nuevo ella, la vagina justiciera.
Pánico genital
El nombre completo de la obra de Valie Export a la que voy a referirme es Acciones de pantalón: Pánico Genital. Es un ejemplo más que encuentro en la Red acompañado de una interpretación para quien la compre: “La artista acudió a un cine de arte y ensayo de Munich con aspecto entre revolucionario y provocador, metralleta en mano y vestida con unos pantalones abiertos a la altura de los genitales (…) Esta acción es una metáfora sobre el discurso feminista de autoafirmación de la diferencia (…) Blandiendo el símbolo fálico del arma destructiva, Valie Export asumía un rol activo y de verdadero poder, mostrando la propia naturaleza de la diferencia sexual (…) Al mismo tiempo, al exponer su sexo a la vista del público la artista oponía la realidad de su cuerpo a la representación cinematográfica, convencionalmente ligada a una imagen de la mujer estática, pasiva y convencional”.
En este caso, me parece que la confrontación de la diferencia entre hombres y mujeres no aporta -sino todo lo contrario- a la construcción de un escenario de igualdad de derechos y oportunidades, que es a lo que estamos.
Si no quieres taza, taza y media
Os voy a presentar a Jamie McCartney y su obra: 400 vaginas de 400 mujeres en 10 paneles. Este británico hizo moldes de las partes bajas de 400 mujeres voluntarias. “No es vulgar, es vulvar» dice el propio artista. “Para muchas mujeres su apariencia genital es una fuente de ansiedad y yo estaba en una posición única para hacer algo al respecto”. Y digo yo: menos mal que llegó Jamie.
Os animo a visitar este link y los diez paneles. “McCartney espera que esta obra le ayudará a combatir el incremento exponencial de los últimos años de las cirugías estéticas labiales. Esta nueva moda de crear vaginas perfectas marca una tendencia preocupante para las futuras generaciones de mujeres”. A estas alturas del post tengo ya tal lío que no me atrevo a decir que esta obra de caridad de Jamie no sea feminista.
Vagina más casual y pop
Y aquí tenemos también a Megumi Igarashi, escultora y artista gráfica japonesa cuyo seudónimo es Rokudenashi-ko (chica mala). Es conocida también como “La artista de la vagina”. Leo aquí que “Megumi Igarashi pasó una semana en la prisión por distribuir entre sus admiradores una plantilla digital de sus genitales para poderla imprimir en una impresora en 3D (una ley nacional prohíbe distribuir materiales “indecentes”) (…) Su próximo proyecto era hacer un kayak de 2 metros llamado “Pussy boat” con la forma de su vagina (…) Megumi afirma que ella a través de su trabajo quiere acabar con los tabúes y la discriminación sexual en la sociedad japonesa, ya que no ocurre lo mismo con las imágenes que se hacen en torno al pene”. Vaya por delante mi respeto por todas las personas que se comprometen con sus convicciones; aunque yo no les vea ningún sentido, como en este caso.
Lo que pretende Megumi –dicho por ella- es que la vagina se vea como una parte más del cuerpo femenino (¿no lo era?): “Quiero hacer la vagina más casual y pop. Así es como convertí la vagina en un campo, en un coche de control remoto, etc.”. Ahí la tenéis: Rokudenashi-ko.
Epílogo
Nada sé de arte, nadie soy para dar o quitar valor a una obra ni desmerecer a quien dedica ilusión, tiempo, esfuerzo y convicción a darle formato a una idea para compartirla en sociedad. Comunicar, denunciar, reivindicar, sensibilizar o aportar belleza con la expresión artística merece toda mi consideración.
Espero que este post sea tomado como lo que es: un comentario que surge un día entre risas y se va liando y liando y completando con esto y con lo otro, para intentar dar forma a un discurso -el mío- que no pretende ser sino una visión más sobre el protagonismo que el feminismo le ha dado a la vagina. Me reafirmo en considerar que estamos sometidas a una #GenitalidadExcesiva, pero ahora que he descubierto que la vagina puede ser casual y pop no me queda más remedio que darle una vuelta a todo mi planteamiento 😉
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Mención especial a mi compi Miry Artola por haber aceptado con generosidad y sentido del humor mi encarguito de crear a partir de sus rotus mágicos unas vaginitas tan monas para ilustrar este post. ¡Gracias! 🙂
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Querida Macarena,
En vaya lío que te has metido. Estoy deseando ver los comentarios. Reivindicando la igualdad pero no dando la razón a las últimas ¿tendencias? en feminismo.
Decirte que me ha encantado tu post. Que a riesgo de parecer antigua y poco feminista, asumo todas y cada una de tus palabras.
Y también tu expresión: genialidad excesiva, a riesgo de que, como tú, esté a punto de suspender primero de feminismo. Prepárate una buena infusión de tila porque tengo la impresión de que la vas a necesitar.
Un abrazo grande
Querida Miren: ¿que me he metido en un lío, dices? Pues fíjate que ese temor lo tuve la primera vez que se me pasó por la cabeza escribir este post. No le quito importancia a la templanza de Noemí: que le quitó tensión a mis reticencias casi con una frase y media (ella esto lo hace muy bien). Pero el segundo empujón me lo di yo misma reconociéndome que sí no escribía #GenitalidadExcesiva era por cobardía, porque yo tenía ganas de escribir sobre esto hace mucho tiempo. Soy la insegura más osada del mundo y me meto en jardines: esa soy yo. Reivindico poder ser feminista sin tenerme que adherir necesariamente al lote conpleto de mensajes, imágenes y actitudes asociados de forma automática a la alineación ideológica con la igualdad real entre hombres y mujeres.
Gracias por tu comentario, Miren.
Besote gordo.
Mi querida Macarena, enhorabuena por este peazo de post. Me alegro de que hayas expresdo tan bien tu incomodidad y tu postura. No hay una sola manera de ser feminista ni, por supuesto, feministas de primera ni de segunda división.
Así y todo, te cuento en qué discrepo. Yo fui educada para avergonzarme de mi vagina, no he superado esa vergüenza y no creo ser la única. Te voy a contar qué hace que me avergüence.
Mi vagina (y la de todas) recibe apelativos despectivos (chocho, chumino…) o, al menos, faltos de respeto.
Mi vagina no puede ser como es (hay que rasurarla, hay que operarle los labios caídos) y no puede oler como huele (hay que fumigarla con geles y aerosoles varios, específicos para vaginas, no de higiene general).
Y la menstruación. ¿Qué te contaría yo de la menstruación? ¿Con cuántos hombres que no sean nuestra pareja hablamos abiertamente de la menstruación? Haz la prueba: comienza una conversación y te harán callar. Con una bromita, pero te harán callar. ¿Cuántas veces estamos hablando de la regla, llega un hombre y enmudecemos en seco, cambiamos de tema y, como mucho, echamos una risita?
Cuando vamos al baño con una compresa, para cambiarnos, ¿la llevamos en la mano o la ocultamos en un bolsillo? Cuando le prestamos un tampón a una amiga, sobre todo en un sitio público, ¿se lo entregamos como si le entregáramos un bolígrafo o como si le entregáramos cocaína?
No, querida. Yo esto no lo he superado.
Un abrazo y miles de enhorabuenas otra vez.
Noemí: gurú de mis entretelas 😉 De acuerdo en muchas de las cosas que dices. Hay un gran trabajo que hacer todavía y es cierto que muchas arrastramos pudores, presiones y vergüenzas varias que tenemos grabadas a fuego. Creo que es también tarea del feminismo revolvernos contra esto y reivindicar respeto a nuestra identidad con su genitalidad y todo.
No niego nada de esto. Nada de nada. Lo que quiero expresar con mi post es que me parece que la forma en que vivimos nuestra genitalidad (o como la sobrevivimos) ha de ser recogida, valorada y replanteada en el marco del feminismo, pero no creo que la vagina deba ser nuestro logotipo. A mí no me gusta la utilización que se hace de esta parte de nuestro cuerpo en el marco de reivindicaciones feministas legítimas. Encuentro que a menudo son expresiones vulgares, chabacanas… y a mí, me incomodan.
Mil gracias, Noemí, por tu valoración y tu comentario.
Besazo.
Hola, Macarena. Aquí estoy otra vez, dando la matraca y dando conversación, por supuesto.
Comprendo y aplaudo la buena intención de estas artistas. Como te decía, la vagina es algo de lo que nos tenemos que avergonzar: un agujero maloliente que debemos rasurar, fumigar, etc. Ninguna mujer quiere ser su vagina; prefiere ser sus ojos, su pelo, sus manos, su cerebro, por supuesto; porque la vagina es frágil y negativa.
Los genitales masculinos, en cambio, son poderosos («por mis cojones»), rampantes, triunfantes, como monolitos, como rascacielos, como bastones de mando; los exhiben las muchachas en diademas en las despedidas de soltera.
Estas artistas, para denunciar esta diferente consideración, se van al otro extremo, a la glorificación, la adoración, la multiplicación, la saturación de imágenes de la vagina y la elevación a los altares de sus funciones menstruales. Lo hacen precisamente para incomodar, para que se nos remuevan las tripas, para conmocionarnos y hacernos pensar.
Conmigo, desde luego, funciona. Me asalta, me inquieta. Y me ha hecho replantearme la forma de considerar mi cuerpo. Así que, Judy Chicago: misión cumplida.
Hola, de nuevo, Noemí: un placer seguir compartiendo impresiones.
Fíjate que dices que estas artistas femeninas que ensalzan vaginas y menstruaciones «Lo hacen precisamente para incomodar, para que se nos remuevan las tripas, para conmocionarnos y hacernos pensar». Jo, Noemí: ¿no tenemos suficiente con que nos incomoden y remuevan ellos? ¿De verdad esta es la forma de reconsiderar nuestro cuerpo? ¿Tú crees que pagar con la misma moneda es constructivo y arregla algo? ¿Nos sentimos compensadas las mujeres cuando los amigos del novio se ponen tetas enormes?
Yo de verdad pienso (y esto ya es un criterio estético) que ni la vagina ni el pene son como para enseñar ni hacer moldes megalíticos. Creo que las mujeres preferimos ser representadas por nuestros ojos, nuestra sonrisa o nuestro pelo, sencillamente porque las orejas, los codos o la vagina son más feos.
Las presiones estéticas las sufrimos en todas las partes de nuestro cuerpo, no solo en las genitales.
Te agradezco mucho tu comentario porque me ha hecho abrir el enfoque, Noemí. Y eso siempre está bien.
¡Otro beso!
Hola, en primer lugar enhorabuena y agradecimientos por la página en general y a ti Macarena por el post en particular.
A riesgo de resultar intrusista, de suspender primero de feminismo, igualitarismo y sobre todo masculinidad, he de decir que yo también estoy un poco cansado de tanta genitalidad. Me atrevo a hacer este comentario con una idea que lleva unos cuantos años rondándome la cabeza y que no me arriesgaba a verbalizar, pero que me he aventurado a hacer gracias a tu post.
Sinceramente, y sin ánimo de ofender a nadie no creo que la vagina deba ser imagen representativa ni dela mujer ni del feminismo por la misma razón que considero que el pene tampoco ha de ser el del hombre.
Entiendo perfectamente el uso reivindicativo que su imagen puede tener en la lucha por la igualdad pues comprendo y entiendo lo expresado por Noemí en cuanto al ostracismo a que la genitalidad fémina se ha visto relegada, ostracismo que no ha sufrido la masculina, o no por lo menos en la misma medida. No obstante, y volviendo a la idea general, me ofende bastante cuando hacemos usos de esas metonimias conceptuales para reivindicar nuestra sexualidad.
Yo no soy un pene, soy un hombre, y aunque probablemente este órgano sea el elemento que biológicamente nos pueda definir de mayor manera, no creo que se la imagen que deba representar mi masculinidad. Esta no se encuentra precisamente ahí abajo, sino detrás de mis ojos y debajo de mi pelo. Ahí dentro se cuece lo que soy, y sobre todo lo que no soy. Ahí es donde se fabrican el cúmulo de ideas y de sentimientos que me representan, mis certezas e incertidumbres, mis amores y mis odios, y en definitiva todo lo que me hace humano y que dota a esa humanidad de perspectiva masculina. La esencia de lo que soy no reside en mis genitales, por lo tanto considero un error que sean ellos a quienes deban encargar la representatividad de nosotros mismos.
Muchas gracias una vez más.
P.D. : Llevo desde los 14 años, cuando nos echaron a todos los chicos de clase en la ikastola por que iban a dar una charla sobre menstruación, pidiendo que se nos eduque en la normalidad respecto a ese tema, es imposible que podamos entender un proceso biológico que no vivimos nosotros mismo si se nos cierra los puertas desde niños con la tan manida frase de : “es cosa de chicas”. Para vivir con normalidad es indispensable educar en normalidad.
¿Intrusista, Jon? Bienvenidos tú y tu intrusismo a Doce Miradas. Un placer.
Gracias por tu aprecio a nuestro blog y por tu comentario. Muchas gracias. Porque lo que dices valida la prueba que llamamos del espejo: ponte en el lugar de la otra (o del otro) y si no te sientes cómodo es que algo no estaba bien.
Creo que das en el clavo cuando identificas #GenitalidadExcesiva por ambas partes, pero no se te escapa que en nuestro caso, se ensalza para sacar del rincón y se convierte en reivindicación; y en el vuestro, se ensalza por demás: porque cuanto más genital, más macho, más poderoso, más por encima del bien y del mal y más por encima de las mujeres, claro.
Si a ti como hombre, Jon, te incomoda verte representado como un pene (poderoso, ¿eh?) quiere decir que ya estamos más cerca de entendernos; que hombres y mujeres estaremos poniendo sobre la mesa códigos comunes: somos personas, inteligentes, con capacidad de generar discurso y detectar desigualdades y privilegios. Si ya somos gente de bien que busca una sociedad más justa, sobre ruedas… ¡A trabajar!
Por último, agradecerte la imagen que compartes en la que alguien con la responsabilidad de transmitir conocimiento, priva a unos niños de asistir a una clase en la que se va a abordar el «enigmático» universo femenino: cosas de niñas. Cuánto daño nos hacen las etiquetas y cuánto complican las cosas.
Tú frase final: «Para vivir con normalidad es indispensable educar en normalidad». Amén.
Gracias, Jon, por tu reflexión, tu tiempo y tu visita a Doce Miradas. Vuelve, ¿eh? 😉
Hasta cuando quieras.